ZAD, por la autodefensa y la comunidad

Artículo de Alèssi Dell’Umbria a propósito de las noticias de la ZAD de Notre-Dame-des-Landes, publicado en lundimatin y traducido por Artillería Inmanente.

Yo escogí una vida de pastor de ovejas y de horticultor. Antes que nada, quería escapar de la nada del salariado. Frente al horizonte saturado de la sociedad industrial, me habría podido satisfacer con una discreta frecuentación de lo vivo: un jardincito, un corralito, dos o tres ovejas, algunos huertos… […] Pero tuve este presentimiento tenaz: que a estas pequeñas frecuentaciones de la naturaleza les hace falta algo, o más bien, que, de una frecuentación, uno puede siempre abstenerse; y que eso, confusamente, yo no lo quería. Por el contrario, yo buscaba ser tomado.

Yannick Ogor, Le paysan impossible

Hace ya once días que los habitantes de la ZAD de Notre-Dame-des-Landes están expuestos a un ataque militar en regla. Dos mil ciento cincuenta gendarmes móviles, entre los cuales hay que contar perros rastreadores, varios vehículos blindados y dos helicópteros, participan en esta operación, acompañados de drones de vigilancia. Al día de hoy, la Gendarmería Móvil habrá tirado 8000 granadas lacrimógenas y 3000 granadas explosivas, causando doscientos heridos de los cuales unos diez están gravemente afectados; incluso puede considerarse un milagro que todavía no haya habido muertos en nuestras filas, visto el nivel de violencia empleado por los militares. La práctica totalidad de las construcciones de madera edificadas desde el otoño de 2012, construidas al Este de la carretera departamental 81, ha quedado destruida. No se conservan hasta hoy más que las construcciones en estructuras rígidas, a las cuales muy probablemente el Estado va a intentar desalojar en la próxima semana, algo que concierne principalmente a la zona Oeste de la ZAD, en particular las Fosses Noires, la Grée, la Wardine, Bellevue, el Liminbout y St Jean du Tertre.

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La orden dirigida a los zadistas de firmar antes del 23 de abril un «acuerdo de ocupación precaria» estrictamente individual conforma la piedra angular de la operación: firma que no garantiza nada si se considera que la «candidatura» tendría que ser examinada y eventualmente validada por los servicios prefectorales en función de la «validez económica del proyecto». No se podría ser más insultante, mientras que los habitantes de la ZAD habían publicado en enero pasado una declaración en seis puntos en la cual afirmaban su voluntad de proseguir en común la experiencia abierta por cinco años de ocupación y de solidaridades. Los «proyectos agrícolas viables» que el gobierno exige son proyectos de explotación individual y son, por tanto, compatibles con la «política agrícola» en vigor. Los habitantes de la ZAD tendrían que entregarse con los pies y los puños atados a los servicios administrativos precisamente encargados de dirigir la liquidación del mundo campesino; someterse a sus normas y sus procedimientos ubuescos, hechos para no dejar subsistir más que una agroindustria. Que la prefecta Nicole Klein haya tenido antes un puesto en el departamento de la Somme, donde tuvo que tratar el expediente de la granja de las 1000 vacas, no tiene nada de fortuito… La visión macroniana del mundo, entre start-up y auto-emprendedurismo, no podría admitir que perdure ninguna forma de vida común y autónoma sobre un territorio.

Al argumento de la defensa de la propiedad privada, puesto de relieve por el gobierno para justificar esta operación, no le hace falta sal si se considera que el Estado ha pisoteado precisamente ese derecho de propiedad al expulsar antaño a los campesinos propietarios sobre la zona… Pero más allá del hecho de que la pequeña propiedad individual nunca pesa mucho ante las exigencias del capital, en este caso las exigencias de empresas como Vinci siguen conformando una cuestión fundamental, y la cual no es para nada anecdótica.1 Se trata también de una cuestión que se plantea prácticamente en innumerables luchas en defensa de la tierra y del territorio por el mundo. Aquella cuestión que, contra cualquier régimen de apropiación privativa o estatal, reivindica la comunalidad. La experiencia de la ZAD habrá tenido desde ahora el inmenso mérito de plantear, aquí mismo, esta cuestión.

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Ciertamente, el Estado tiene todas las razones para querer destruir la ZAD. En primer lugar, porque la empresa estatal sobre el espacio no puede sino ser total. El poder del Estado experimenta aquí su punto débil: basta con una falla para comprometer toda la clausura que comprimía los posibles, las posibilidades. Para que siga funcionando, no puede haber ninguna fuga, ninguna zona de autonomía. La existencia de gendarmes, gente de armas, de esta policía de antiguo régimen que habrá durado a través de las épocas, es la garantía última de este control totalitario.

En segundo lugar, porque la liquidación de los mundos campesinos llevada a cabo desde hace cincuenta años bajo el nombre de política agrícola no puede tolerar ninguna experimentación libre. El Estado admite al margen la existencia de explotaciones eco-agrícolas. En ningún caso tolera que algunas personas se organicen e instauren una relación común con la tierra; con el riesgo de que se constituya un campesinado de un género inédito. El único modelo autorizado es aquel de la gran explotación agroindustrial, mientras que la pequeña explotación familiar que languidece bajo los cobros y los créditos, fuente de enriquecimiento sin fin para diversos bancos, no acaba de agonizar. En este contexto, las experiencias abiertas en la ZAD tienen la insolencia de trazar los contornos de otro posible…

Por último, la existencia de la ZAD contradice todas las políticas de ordenación del territorio que han conducido a hacer de los campos un simple anexo de la metrópoli capitalista. El territorio de la ZAD y sus alrededores habían escapado a la reparcelación, plaga de las décadas de 1970 y 1980, por el hecho de que estaban de cualquier modo destinadas a desaparecer bajo el hormigón aeroportuario. Queda por tanto este magnífico boscaje, tan raro en una región siniestrada durante varios decenios; por la reparcelación, pero también por las construcciones suburbanas, zonas periféricas, hangares y hubs diversos, caminos de circunvalación y estacionamientos. Si no fuera por los ruidos de helicópteros y las detonaciones de granadas, seríamos despertados cada mañana por el canto de miles de pájaros poblando los setos y los bosquecillos de la ZAD. En todos los demás sitios, en el territorio ordenado y reparcelado, el silencio reina…

Ser tomados, dentro de apegos, vínculos de reciprocidad, dones y contradones, amistades experimentadas por la acción, eso es lo que han conseguido crear los habitantes de la ZAD. Defender esto es algo que vale la pena para tomar grandes riesgos.

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El Estado pronosticaba que por el hecho de abandonar el proyecto de aeropuerto desconectaría una parte del movimiento: es más fácil movilizar en negativo, contra el proyecto de una multinacional, que en positivo, a favor de formas de vida alternativas. En el primer caso, el objetivo aparece claro y nítido; en el segundo, incierto y en pleno devenir. No obstante, la solidaridad con los habitantes de la ZAD está ahí, lo cual no se desmiente.

La mani del sábado pasado en Nantes aportó la prueba de esto: precedida por una primera mani de ferroviarios y estudiantes, que se unió masivamente a la segunda en defensa de la ZAD, reunió cerca de diez mil personas. Los ferroviarios se comprometen en una lucha de la cual saben que no habrá retorno; los estudiantes ocupan varias facultades, a pesar de las agresiones fascistas y de las operaciones de expulsión policiaca. Para toda esta gente, la ZAD es una referencia potente. La resistencia zadista rebotará sobre estas luchas que empiezan.

En cuanto al territorio de la ZAD, éste nunca será pacificado: aun cuando la soldadesca consiguiera expulsar a sus habitantes, ningún dispositivo será nunca lo suficientemente impermeable como para impedir las incursiones, las expediciones, las reocupaciones. Que los capi mafiosi de la FNSEA no se hagan ilusiones: nunca ninguno de sus compinches podrá instalarse allá para pisotear lo que fue creado con tanto coraje y generosidad. Bellevue no se volverá nunca la granja de las 1000 vacas. La paz agroindustrial no se impondrá nunca en estos campos.

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Las personas abarrotan las barricadas amenazadas, y aguantan el choque. Los refuerzos afluyen, quienes permiten a los primeros defensores descansar un poco. El lodo es nuestro amigo: para ensuciar las viseras de los gendarmes y el parabrisas de los coches blindados, para sofocar las granadas lacrimógenas, para hacer resbalar los artefactos enemigos en las zanjas… para hacer deslizar y caer como un castillo de naipes a los hombres con cascos apretados en su caparazón, como grandes cucarachas lanzadas a través de los campos… En primera línea, la fraternidad es inmediata… cualquiera que es golpeado es enseguida relevado, atendido, transportado a la retaguardia si es necesario… los equipos de street medics hacen gala de una dedicación y de una eficacia admirables. En segunda línea, quien pica, quien serrucha, quien arrastra toneladas de material para consolidar las barricadas, en las cuales los equipos de centinelas se turnan sin cesar… las bases de apoyo funcionan, los comedores giran a toda velocidad, nadie adolece de hambre en estos días, las toneladas de víveres y de medicamentos continúan afluyendo en la zona… las líneas de comunicación funcionan tanto en el interior de la zona como en el exterior… Radio Klaxon proporciona la información en tiempo real, cada quien puede saber dónde pararse… los retenes instalados en los cruces son impotentes para bloquear las idas y venidas de miles de personas… el boscaje es nuestro terreno; y aquí entendemos que la reparcelación era también una operación de neutralización de los territorios…

La operación contra la ZAD también es llevada a cabo bajo la presión de todo aquello que la Loire-Atlantique suma de vengativos, todos aquellos potentados locales que no han digerido el abandono del aeropuerto Vinci, desde la Cámara de Agricultura a La République en marche. La delegación que se trasladó a la prefectura este miércoles 18 se encontró con una negativa categórica En este contexto, es probable que una nueva fase de la operación en curso inicie el próximo lunes. Mientras tanto, los habitantes de la ZAD hacen un llamado a todos aquellos y aquellas que los apoyan para responder a la arbitrariedad prefectoral remitiendo centenas de formularios, para ahogarlos debajo de los papeleos… (documento disponible aquí).

Estos gobernantes atrapados en su arrogancia de clase subestiman la potencia de los vínculos que nos unen a todos en la ZAD y que nos llevaron a defenderla sin importar cuál sea el precio que haya que pagar.

¡Que todos aquellos y aquellas que pueden hacerlo se dirijan al rescate a partir del lunes 23 de abril! Coraje y valor, ¡la ZAD tiene que vivir!

  • 1. En realidad, sólo una parte de las tierras de la ZAD está actualmente sin propietario: aquellas de los campesinos históricos, que han rechazado la expropiación y que continúan residiendo en el lugar, no son expulsables, o al menos no lo son ya desde el abandono de la DUP (declaración de utilidad pública) en enero pasado.
Enlaces relacionados / Fuente: 
https://artilleriainmanente.noblogs.org/post/2018/04/21/alessi-dellumbria-zad/
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