Coronavirus y Lucha de Clases por Enrique Hoz

CORONAVIRUS, LUCHA DE CLASES

Enrique Hoz, EXSG de CNT

Aunque nadie me puede asegurar si se volverá o no a repetir, lo cierto es que acabo de dejar atrás trece días de hospitalización. Lo que en un principio parecía tener controlado, aislado en una habitación de casa con algo de fiebre y malestar general que parecía ir desapareciendo, dio un giro brutal que en día y medio me dejó hecho una piltrafa con más fiebre, tos y problemas respiratorios. Ingresé en el Hospital de Urduliz bastante jodido y las pruebas dieron como resultado neumonía que afectaba a los dos pulmones y positivo en coronavirus. Primeros cinco día de ingreso duros, bastante duros. Poco a poco, pasito a pasito, día a día, remontando el vuelo.

He recibido muy buenos cuidados, siempre rodeado de sanitarios de gran profesionalidad y humanidad a los que he abrasado a preguntas. Por su parte, no me ha faltado ni una sonrisa, ni un ánimo, ni una explicación. Es la Sanidad Pública, un privilegio social que algunos sinvergüenzas quieren desmantelar. La Sanidad Pública debería declarase, si no lo es ya, Patrimonio de la Humanidad.

Como los primeros días de hospital no tenía cuerpo para nada, salvo para mantener contacto rápido vía móvil con mi compañera, desconecté, en la medida de lo que me fue posible, de esta realidad tan extraña que estamos viviendo. Una vez que comencé a pasar de piltrafa en una cama a sujeto más o menos consciente, me puse al día sobre la actualidad sociopolítica tan jugosa con la que nos está obsequiando el coronavirus.

Por si no te has dado cuenta, el coronavirus ha reflotado algo que la Patronal, entre otros agentes, intenta enterrar desde hace muchos lustros: la Lucha de Clases… sí, joder… ¡¡¡LUCHA DE CLASES!!!

No me voy a trasladar a un espacio geográfico muy extenso, con hablar del Reino de Confebask-PNV ya me es suficiente. Tampoco voy a descubrir nada que no se haya señalado a estas alturas pero conviene no olvidarlo.

Ay, ay, ay… que se ralentiza gran parte de la producción y Confebask-PNV se ponen nerviosos. Si hay que elegir entre Economía o trabajador no lo han dudado un momento. Las cifras por encima de la salud. No contemplan que un trabajador saludable incide positivamente en su Economía porque su punto de avaricia les lleva a un concepto de la época esclavista en lo que a las relaciones laborales se refiere. Muere un esclavo… ¿dónde está el contratiempo?.. se reemplaza por otro esclavo… solución impecable… lo importante es que la máquina de producir no pare. Así ajustan su Economía, sus beneficios, su posición social. Todo aquello que pueda acortar distancias entre Clases Sociales les da urticaria.

Sí que es una lástima, me jode reconocerlo, que el susto que se ha llevado Confebask-PNV no haya tenido su origen en unas movilizaciones de la Clase Trabajadora. Las medidas adoptadas por el Gobierno estatal, forzado por las circunstancias a tomar decisiones que de otra manera jamás hubiesen integrado su hoja de ruta, aceleraron las palpitaciones de Confebask-PNV, pero bastaron unas quejas y unos contactos con los que aclararon conceptos y matizaciones que se materializaron en una comida de mocos mutua para, ante todo, salvar los números. Trabaja… sí, tú… muere si es preciso, pero que su Economía no se resienta.

Voy a echarle imaginación. Necesito un chute de movilización social. Imagina que es obra de la Clase Trabajadora disminuir todo el tejido productivo hasta los límites de lo esencial. Una pedazo de Huelga de las de quitar el hipo. Qué subidón, la antesala de la Revolución. Sería una apuesta dura, un órdago en toda regla, donde la propia Clase Trabajadora utilizaríamos nuestro potencial transformador para unas relaciones sociales basadas en la Libertad. En un escenario tan crítico, tan límite, la propia Clase Trabajador podría tener problemas para llenar su plato, pero ese mismo contratiempo iba a aparecer en el plato de los que vegetan a costa de la Clase Trabajadora. En el Ejército y demás Cuerpos Represores, en la Aristocracia, en la Monarquía, en la Clase Política, en la Iglesia, en la Banca, en la Patronal, en… se iban a encontrar con el plato vacío, acostumbrados a que se lo llene con creces la riqueza que genera la Clase Trabajadora. Yo, trabajador, quizá no coma pero tú, Patronal, tampoco vas a comer… ¿quién tiene más que perder?

La pandemia del coronavirus nos sitúa en una distopía que solo conocíamos por la cultura y el ocio relacionado con la ciencia-ficción. Algo inesperado de tal magnitud que nos ha pillado descolocados, con el paso cambiado, porque nos han modelado para presuponer que las pandemias, de darse, solo brotan y se quedan en los países en vías de “desarrollo”. ¿Pandemia? ¿Aquí? ¿En espacios asfaltados, con red de saneamientos y avanzada tecnología? Ya disponemos de la respuesta y, sí como promocionan algunos voceros, el virus no distingue ni razas ni posición social es momento de sacar algo positivo del espectro de la incertidumbre. Por supuesto que no es lo mismo sufrir los embates del coronavirus protegido en una finca, confinado en un pequeño piso o, en su versión más dura, estando en la puta calle. Pero no es menos cierto que la fragilidad del Capitalismo, de su Economía, cuyo único motor de funcionamiento es la represión, muestra que se apoya sobre unos cimientos de barro dejando al aire su vulnerabilidad. La Clase Trabajadora organizada, consciente y responsable, si nos proponemos pararlo, joder que si lo paramos, y si lo paramos, se desmorona. El coronavirus nos está impartiendo una lección. Estudiémosla, nos puede llevar a buen camino.

Comentarios

Imagen de Acratosaurio rex

Del mismo autor que explicó lo anterior (Quique), añade que:

 

 Qué complejo es el mundo de la información. Voy a hacer abstracción por un momento de los Medios de Comunicación, tanto de los oficiales como de los alternativos, y centraré la atención en mi experiencia vital para explicar, con todos mis defectos de sujeto torpe y contradictorio, de qué manera me acerco a una noticia. Acercarme a una noticia no significa ir directo a esa “verdad” que acaba vapuleada por interesadas versiones pero sí es exigible un ejercicio de acercamiento a la racionalidad.

Me explico. Desde que abro los ojos gracias a la entrañable melodía del despertador hasta que vuelvo a coger la horizontal nocturna, se entiende que para dormir, transcurren unas cuantas horas en las que estoy despierto y experimento, al igual que cualquier ser humano, unos estímulos, unas vivencias de las que tranquilamente se podría extraer algún detalle y transformarlo en noticia emulando a un “freelance” periodístico. El relato estaría marcado por un estilo propio, el mío evidentemente, procurando ser fiel a la “verdad” que he presenciado. Y si ese momento noticiable fuese contemplado por más personas, la “verdad” pasaría a ser plural y diversa e incluso diferente en más de un caso. Un mismo hecho, dependiendo del narrador, puede trasladarnos a atmósferas totalmente contrapuestas. Dicho de otra forma, solo me puedo hacer responsable al cien por cien de la “verdad” que yo describo. Del resto, del relato de otro, tendré que documentarme.

Hace muchos años se achacaba el desconocimiento en ciertas materias por parte de la población a la falta de información. La desinformación existía pero, con voluntad, se podía sortear cualquier impedimento para acercarnos a datos reservados. Era un trabajo más laborioso pero no había más opción con la que poder confrontar con el relato políticamente correcto.

Hoy, no hay excusa. La información está al alcance de cualquiera con la sola voluntad de meterle mano a un teclado y, sin embargo, la desinformación sigue gozando de una presencia destacable, bien por la sobresaturación de decenas de medios o por la inversión de la mayor parte del tiempo en el entretenimiento que facilita internet.

Ahí está la herramienta. Usarla para el conocimiento o adormecimiento es una opción personal y la obtención de diplomaturas, licenciaturas y doctorados con el rápido visionado de titulares periodísticos permanece inalterable como si el tiempo se hubiese detenido en la era preinternet.

Líneas atrás he dejado escrito que solo me responsabilizo al cien por cien de lo que podría ser una noticia basada en mi vivencia, entonces... ¿cómo me organizo de cara a recibir la información de tanto suceso/noticia que no cuenta con mi presencia y que copan la mayor parte de los datos que registra a diario mi cerebro? No veo otro camino que confeccionar mi propia lista de fuentes de información con la exigencia de que su método se aleje del sensacionalismo aplicando un rigor periodístico y científico dirigido a esas personas raras que sentimos predilección por estar con los pies en el suelo en lugar de flotar sobre suaves brumas.

Joder, qué brasa... y todo esto ¿para qué? Para contarte mi maridaje con el Covid-19 si con ello, fuera de historias amarillistas, contribuyo a que te lo tomes con cautela, sin paranoias, pero con prudencia.

La corresponsabilidad en el trastoque de vida que ha ocasionado el Covid-19 es innegable. Ahora bien, es una indecencia cargar el peso por igual en ese sector de la comunidad médico-científica que desde hace años está advirtiendo de una posible pandemia que en la Instituciones que han ocultado o minimizado esas advertencias. Tú y yo, como figurantes de esta función, poco culpables hemos de sentirnos y lo más racional es dirigir nuestra ira en dirección ascendente hacia esos Gurús y sus marionetas que imponen su Economía por encima de la Salud.

No recuerdo que día llegó a mi vocabulario la palabra coronavirus o Covid-19, el caso es que pasaron a engrosar mi diccionario interno. Hasta mediados de Marzo poco sabía del bicho salvo relacionarlo con una gripe subida de tono que se cebaba, en ocasiones hasta la muerte, en las personas de mayor edad, calificadas por más de un impresentable como “improductivas”.

La tarde/noche del sábado 14 de marzo comenzó a fraguarse una estrecha relación entre el Covid-19 y un servidor. ¿Cómo se presentó en mi cuerpo sin anunciar? Yo qué sé... saludos, abrazos, transporte público, trabajo... en cualquier momento y en cualquier lugar decidió que yo era, quiero pensar, materia prima de calidad para alojarse.

Todo comenzó con una subida de temperatura corporal que oscilaba alrededor de poco más de los 38º y un malestar general expresado en forma de fatiga muscular de proporciones tan exageradas que me impedía dormir más de media hora sin despertarme. Tratando de buscar una postura que me aliviase amanecí el domingo y el día transcurrió con las mismas molestias. Busqué en internet el protocolo de actuación, me recluí en una habitación de la vivienda y empecé el régimen de aislamiento con total disciplina para no causar problemas a mi compañera que ejercía de “carcelera”. No le perdonaré al Covid-19 que me obligue a pronunciar “carcelera” con cariño.

La noche del domingo al lunes idéntica a la anterior. A primera hora de la mañana llamé a la fábrica para indicar mi situación y me puse en contacto con mi médica de cabecera. Conclusión: tranquilidad, seguir las indicaciones del protocolo y seguimiento diario con la médica mediante consulta telefónica. Evidentemente, al estar todo más o menos controlado, no se contemplaba la posibilidad de hacer el test del Covid-19.

Creo recordar que fue el martes cuando dejé de notar esa incomodísima fatiga muscular y el discurrir de los siguientes días fue más relajado alternándose los momentos de fiebre con los afebriles. Por este motivo, dando por hecho que ya había pasado lo peor, cuando me llamaba algún colega al móvil para conocer cómo me encontraba mi respuesta siempre iba en el mismo sentido de que esto del Covid-19 no era más que una gripe un pelín bestia pero sin alarmismos. Qué ingenuidad por mi parte.

Y así, con gráfico en forma de diente de sierra que dibuja la alternancia entre la fiebre y la no fiebre van transcurriendo los días hasta que el sábado 21 de marzo por la noche pega un subidón mi temperatura corporal hasta los 39º y comienzo a toser pasando una noche bastante incómodo. Como seguía preso de la ingenuidad y, teniendo en cuenta que por la mañana del domingo se había esfumado la fiebre, di por hecho que la tos nocturna fue el último coletazo del supuesto coronavirus. Pero mira tú por donde, no fue así y el episodio volvió a repetirse con más violencia la noche del domingo al lunes, día en el que amanecí jodido no, lo siguiente, con la garganta irritada de todo lo que había tosido, con la capacidad pulmonar limitada hasta el punto de que me afectaba a la voz y con unas subidas y bajadas de fiebre que me tenían más despistado que un hombre rana en un bidé. Resumiendo, estaba hecho una piltrafa.

Me puse en contacto con mi médica y al comprobar que mi estado se había complicado, automáticamente gestionó mi ingreso en el Hospital de Urduliz. Se acercó una ambulancia y me trasladó al hospital.

Nada más llegar, me hicieron una placa de tórax y me confirmaron que sufría neumonía afectando a los dos pulmones, a continuación el test PCR y quedé ingresado en un box de urgencias en espera de que se confirmase el positivo en Covid-19 para subirme a planta. En el box de urgencias estuve casi veinticuatro horas y, aunque me encontraba jodido, pude escuchar a otros pacientes, ya que los boxes están separados por cortinas, que presentaban síntomas mucho más duros que los míos.

El martes 24 de marzo, una vez que me confirmaron el positivo en Covid-19, me subieron a planta por la tarde. Hasta el viernes 27 estuve bastante cascado, apenas pude comer en esos días y tenía episodios de arcadas. Seguía con la fiebre y con la neumonía controlada. Ese mismo viernes por la tarde pude comer una naranja que la recuerdo como la naranja más sabrosa que había degustado en toda mi vida. Ya ves lo fácil que llega la felicidad cuando estás flojo. Si mal no recuerdo, creo que llegué a cenar un yogur y algo de sopa de verduras. Vamos, que otro banquete como ese y reviento. Remontaba el vuelo poco a poco.

Día a día fui mejorando y el sábado 4 de abril vuelta a casa. Aislamiento de otras dos semanas en la habitación y después unos días para ir cogiendo un poco de fuelle tras semanas de movilidad reducida.

Durante todas estas semanas, a raíz de mi “rollito” con el Covid-19, he recopilado mucha información para conocer, en líneas generales, lo que rodea a ese virus microscópico que en lugar de hacerme pasar una gripe brusca se ha empeñado en darme un meneo de aquí te espero. No voy a ser un experto en pandemias por unas semanas de concienzuda lectura pero me ha ayudado a discernir lo que son teorías razonadas dentro de un campo desconocido para mí de lo que son bulos propios de retrasados o de cabrones oportunistas. Para ello, vuelvo al principio de este escrito, recurro a mi listado de fuentes de información, contrasto opiniones de diferentes expertos en la materia, vídeos, entrevistas, tomo apuntes... y, también he de reconocerlo, llegó el momento en el que di por concluida la búsqueda de explicaciones porque el material recopilado era más que suficiente.

Voy acabando. Esquema básico:

-El confinamiento tenía como misión ante esta oleada del Covid-19, evitar el colapso del Sistema Sanitario.

-Una vez “controlada” esta sacudida, la desescalada tiene como objetivo que poco a poco se recupere la “nueva normalidad” asumiendo un ritmo de atención hospitalaria sin que el Sistema Sanitario se colapse.

Ojo, no entro en valoraciones políticas sobre lo tardías de las medidas y el debate partidista que se da desde entonces. Quizá lo haga otro día.

Mi intención con esta brasa que estoy escribiendo va más encaminada a la percepción que tengo desde que el lunes 4 de mayo hago vida “normal” observando cuál es la actitud de la gente con la que me cruzo al ir a hacer los recados y de camino al trabajo. No salgo de casa para otra cosa. Pero sobretodo ha influido en mis ganas de escribir, ver el resultado preliminar del estudio de seroprevalencia estatal en el que se indica que apenas un 5% de la población de Hego Euskal Herria hemos pasado el coronavirus, dato que se aleja a gran distancia de la hipótesis de la inmunidad de grupo. En concreto, la media en Bizkaia se queda en el 3,9%. Y eso que los pronósticos más optimistas confiaban en llegar a una tasa del 15%. Todas la cifras quedan lejos, a día de hoy, de la cota del 60% en la que se entiende que la pandemia estaría ya vencida. No tengo en cuenta asuntos relacionados con la posible vacuna. Y esa percepción que tengo me lleva a la conclusión de que el Covid-19 se percibe como algo que les puede complicar la salud a otros pero no a mí.

El Covid-19 va a pasar por cada uno de nosotros. A unos les va a matar; otros las van a pasar muy putas; habrá quienes, como yo, presenten un cuadro jodido; también los que la incomodidad será leve; y los que han sido bautizados como asintomáticos, que ni se van a enterar de la fiesta.

En lo que va de mayo, con el inicio de las fases de desescalada he visto cierto grado de irresponsabilidad en la calle. No hay que perder la cordura por culpa de algo diminuto que ni siquiera podemos ver, pero sí tenerle respeto porque te la puede liar. Sinceramente, comprendo que pueda existir una visión generalizada del Covid-19 como algo ajeno -yo mismo pensaba en él como una gripe brusca antes ser hospitalizado- pero, precisamente, por las horas tan jodidas que me ha hecho pasar (y que podrían volver a repetirse) creo que hacer un llamamiento a la responsabilidad de la población desde la perspectiva de los que ya lo hemos sufrido, no está de más.

Esa responsabilidad de la población, que sería una muestra de madurez colectiva, es la que puede facilitar que el Sector Sanitario esté capacitado para atender todos los nuevos casos que requieran atención hospitalaria, además de otros problemas de salud que el Covid-19 ha eclipsado como si ya no existieran.

Y si se demuestra esa madurez colectiva, otro día hablamos de la Revolución porque no me jodáis que con el revolcón que el Covid-19 le ha dado a la Economía de los explotadores vamos a seguir pensando como esclavos.

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