Carta abierta del Colectivo Brumario
De la concentración #OcupaLasBecas del día 19 surgió un encierro en el Vicerrectorado de la Universidad Complutense que ha durado una semana, hasta que la Policía Nacional secuestró a los/as 54 compañeros/as que resistían dentro del edificio durante la jornada de huelga. Se trata de una colaboración estrecha entre el Rectorado y la Delegación de Gobierno, ejecutada por las atareadísimas Unidades de Intervención Policial. ¡La policía en la universidad! Podríamos poner cara de sorpresa, otra vez, evocar los tiempos de la dictadura, otra vez, y apelar al fantasma de la autonomía universitaria, otra vez, pero hemos pasado la fase de negación.
I. Libertad sin cargos para los/as 54 detenidos/as en el Vicerrectorado y los/as 21 detenidos/as en las Marchas de la Dignidad.
Los mismos que dicen defender la educación pública son en última instancia los encargados de adaptarla a las nuevas necesidades productivas del capitalismo, lo cual implica, precisamente, acabar con ella. Es un conflicto de intereses que pretende presentarse como un problema formal: despiden a trabajadores, expulsan a estudiantes y son responsables directos de mandar a medio centenar de estudiantes a los calabozos, pero nos dicen que “así no se lucha” como si estuviéramos de acuerdo en la necesidad de luchar. Para las autoridades universitarias, la retórica de lo público es una carta blanca. Un lenguaje sensible con “lo social” que no necesita confirmarse con hechos.
II. No están de nuestro lado porque no luchan por mantener a las clases populares dentro de la universidad.
Cuando se nos dice que la Universidad no tiene competencias en materia de tasas o becas no se está entendiendo una premisa básica: luchamos principalmente allí donde se ven afectadas nuestras condiciones de vida como estudiantes. Apelar a responsables lejanos que no podemos combatir porque no existen en nuestro campo de acción es echar balones fuera. Que no nos manden a Bruselas a pedir un fondo de becas o a negociar la no expulsión económica de estudiantes con Angela Merkel.
La toma de facultades, las huelgas, los cortes de carretera o las asambleas abiertas, son herramientas históricas del movimiento estudiantil que deben reivindicarse sin complejos. No como caprichos identitarios sino como repertorios de acción que surgen en el seno de la movilización. Con todo, es necesario salir de la espiral de la acción por la acción, como fin en sí mismo, ya que no nos ha permitido fortalecer nuestra posición en las situaciones que se nos han presentado.
Si algo revela el recurso cotidiano a la Policía en los campus es la incapacidad de las autoridades universitarias de presentarse ya como un “afuera” de la realidad de miseria que vemos todos los días en la calle. Como un paréntesis de la sociedad de clases.
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