Anarcosindicalismo en 2015

Nehuén

Este año se cumple un siglo de la vuelta a la legalidad de la CNT, tras un período de ilegalidad entre 1912 y 1915. Poco después de la legalización el sindicato contaba con una afiliación de unas 15.000 personas, lo que era considerado a todas luces testimonial. Cuatro años después el anarcosindicalismo presumía de ser hegemónico en el movimiento obrero del estado español.

En el año 2015 nos encontramos ante un panorama del anarcosindicalismo profundamente cambiado al de respecto hace un siglo. Pretendo en este artículo hacer un resumen de lo que opino sobre el estado actual de aquellas organizaciones que se reclaman herederas de aquella antigua CNT construida por el movimiento obrero de la época.

Comenzaré por el sindicato en el que milito: la CNT. Aunque es difícil decir cuanta gente tiene afiliada esta central sindical debido a lo exiguo de los números, se estima – según las fuentes – entre 5.000 y 12.000 personas. En estos momentos hay unos 150 sindicatos, a grosso modo, y alrededor de 350 secciones sindicales.

Desde las escisiones de 1979 y 1984 la CNT vivió una larga etapa de travesía en el desierto hasta que a comienzos del siglo XXI la tendencia cambió. De hecho cambió la naturaleza del anarcosindicato, puesto que en la década anterior poco se podía decir que era un sindicato; más bien era una organización política compuesta por diversos grupos de propaganda anarcosindicalista, que de vez en cuando realizaban campañas de agitación laboral.

Pero como he dicho desde quizá las huelgas de Tomares y Mercadona la tendencia cambió definitivamente. Y esta tendencia se fue convirtiendo poco a poco en mayoritaria, cosa que ha cambiado ciertamente la naturaleza de la anarcosindical.

Sin embargo, en CNT siguen conviviendo ambos mundos. Parecen dos organizaciones distintas en una sola según los sindicatos de cada localidad. Unos se centran en el movimiento libertario y los otros en el movimiento sindical, cosa que introduce un factor interno de incertidumbre y de potenciales conflictos que impide llevar a cabo un crecimiento más definido. En cuanto la CNT tenga claro qué quiere hacer, podrá avanzar más rápido. Pero para ello no se puede vivir siendo en unos sitios una organización libertaria global (grupo anarquista, sindicato y a la vez un ateneo) y en otros meramente un sindicato de orientación libertaria.

La CNT tal como está configurada la clase obrera española, tendría la posibilidad de convertirse en los próximos años en el sindicato de la gente en precario. En muchos lugares ya lo empieza a ser, en otros está por ver. En España hay unos tres (3) millones de empresas y solo tenemos implantación en unos pocos centenares, de manera que no podemos echar las campanas al vuelo en absoluto.

Como carencias básicas está la falta de ganas de mucha parte de la militancia de implicarse en el terreno sindical. Es un defecto que en algunos lugares se intenta revertir, pero siempre dependerá de la voluntad de un grupo de personas. No es raro encontrarse con sindicatos de 50 afiliados en los que un grupo de 7 o 10 personas se cargan con todo el peso. El resto está a verlas venir, sin querer entrar a las secretarías por que va viendo la enorme carga de trabajo que supone y que no piensa asumir. Si ves que tus compas le echan un sobreesfuerzo al sindicato, lo normal es que pienses que en cuanto entres a tomar responsabilidades te caerá el marrón.

Pero la formación ideológica que se asume en CNT habla de que algún día la clase trabajadora debería gestionar la economía. ¿Con qué legitimidad vamos a organizar la clase trabajadora si no somos capaces de gestionar un sindicato pequeño de 30, 40 o 100 trabajadores? Luego para hablar de la revolución nos sobran las palabras.

Este caso de la formación es un punto importante. En CNT hasta hace pocos años eran raros los seminarios y cursos de formación sindical. Eso lo llevaba gente autodidacta o que había estudiado derecho laboral. Hoy en día hay un creciente interés en que cada sindicato tenga algunas personas enteradas de la legislación laboral, de las estrategias jurídicas, de los cambios de las leyes, de organizar el propio sindicato...

Entre las cosas que más desgaste producen está la propia vida orgánica. Muchos sindicatos dedican una parte importante de las asambleas a comentar y debatir los temas internos de la organización. Lo que debería durar unos minutos se convierte en la parte más polémica e importante; y en la que más malos entendidos provoca.

En 1916 se produjo una Conferencia en Valencia que tuvo una gran importancia para el desarrollo del anarcosindicalismo. En 1918 el Congreso de Sants decide que la Regional catalana funcionaría de otra manera. Y luego esta manera de funcionar, visto el éxito de Catalunya, sería adoptada por toda la Confederación en 1919. Esto parece impensable hoy en día. Si una regional decidiera funcionar de otra manera respecto a la Confederación, sería desfederada. Así entendemos el confederalismo hoy en día. Lo mismo ocurriría en CGT, por cierto.

La vida interna con sus problemas orgánicos provoca un alejamiento de los colectivos de trabajadores que se van organizando autónomamente. Éstos por inercia entran en otros sindicatos que les parecen más serios. Y luego son lo que son. Pero en vez de ser una alternativa sindical real y una amenaza para el capitalismo, CNT se pierde en su propia entidad. Esperemos que en los próximos años varíe la cosa.

 

La CGT por otro lado, es una central sindical consolidada. Según sus propias cifras cuenta con 80.000 trabajadoras y trabajadores afiliados. Quizás sean algunos miles menos, dado lo proclives que somos todos a la exageración pero lo cierto es que es mucha gente. Tampoco es muy fácil enterarse cuantos sindicatos tiene realmente, pero rondarán entre los 150 y los 200.

En este caso los sindicatos son más grandes que los de CNT, y tiene bastante implantación en las empresas grandes. Se está convirtiendo en un sindicato de referencia para la izquierda; no sólo para el anarcosindicalismo, sino para la izquierda en general. En algunas zonas CGT es el sindicato de referencia para gente de ideología comunista o independentista. Pero en vez de producir orgullo ser vistos como un sindicato integrador, a la interna algún sector lo vive con cierta angustia. Como si estuvieran perdiendo la identidad.

Aquí los problemas son otros, por un lado el burocratismo, en algún caso los comités son de carácter vertical, sin oposición. Y en cuanto la hay ésta es desacreditada. En realidad estamos ante una CGT con pies de barro, sin grandes posibilidades de aprovechar el previsible hundimiento del sindicalismo mayoritario y canalizar el descontento de la clase trabajadora; o al menos de la que aún tiene trabajo. Por otro lado, sigue existiendo el problema de la falta de implicación de la mayoría de la afiliación. En esto se repiten las quejas de los más militantes, pidiendo que el resto de la gente se pase por el sindicato, que tomen responsabilidades.

CGT es un sindicato más sólido, pero que vive presa de una identidad libertaria poco propensa a la estrategia. No se entiende como siendo un sindicato mediano, no es capaz de acaparar más titulares que el SAT andaluz o que el LAB vasco, que son menores. Se denota una estrategia mediática poco preparada. En las movilizaciones cada vez saca más gente a la calle, pero es incapaz de utilizarlo para ganar posiciones en sus conflictos. Sí, hay victorias, pero hay otros sindicatos más pequeños que también las tienen sin tanto sobreesfuerzo. Falta también una estrategia de movilización.

Otro caso sería la formación. Se pasa de la formación de carácter estrictamente sindical a la culturilla libertaria, sin entrar en mayor grado de formación. ¿Y cómo está compuesta la sociedad y la clase trabajadora? ¿qué sectores laborales debe organizar? ¿cómo? ¿qué capacidad política autónoma tiene la Confederación?

Por que lo que surge al margen de CNT y CGT son pequeños sindicatos escindidos de ambos. Cada uno de ellos es una denuncia en sí mismo del sectarismo y la inflexibilidad que ha predominado en otrora un movimiento anarcosindicalista capaz de mostrarse a sí mismo un día (1910, 1919, 1931) como el sindicalismo de la unidad de la clase trabajadora y no una simple fracción de ella.

Esto es lo que nos falta ahora mismo. El sindicalismo está en crisis de identidad. De arriba a abajo. Lo que quedan son sindicatos fuertemente ideologizados, poco flexibles, y por tanto poco capaces de entender la sociología del mundo del trabajo actual. En el momento en que deberíamos ser una alternativa real, no lo somos. Y apenas encuentro debates o documentos analíticos sobre el porqué no lo somos. Yo me pregunto porqué los nuevos partidos post-15M se han vuelto la esperanza de gran parte de la clase trabajadora y no lo somos nosotras.

¿Está todo el mundo alienado? ¿los trabajadores se han vuelto burgueses? Esta pregunta lleva años realizándose en los medios ácratas, no asumiendo la derrota histórica que el capitalismo (en proceso de adoptar el neoliberalismo) le propinó a toda la izquierda revolucionaria en los años 70 en casi todo el mundo.

Lo cierto es que igualmente hay que asumir las culpas. No es de recibo tener organizaciones en que la palabra “revolución” se utiliza de modo generalizado y luego mirarnos desde lejos y ver la nula incidencia social. Ni las 350 secciones sindicales de CNT son suficientes, ni los 5.000 delegados sindicales de la CGT en los comités de empresa los han “vaciado de contenido” (teniendo más de 200.000 delegados los sindicatos mayoritarios) o han propiciado la autoorganización de la clase trabajadora.

La respuesta está más allá de la que podamos dar desde el antagonismo. Se trata de una cultura hegemónica entre la actual clase trabajadora: una cultura derrotista, inmediatista, individualista, consumista y que tiene como modelo de triunfo en la vida a los nuevos ricos que se enriquecen de cualquier manera. Esta cultura hegemónica hace muy difícil cualquier incidencia real. No somos capaces de incidir realmente en los barrios y convertirlos de nuevo en “zonas rojas”. Las empresas actuales no son las mismas que las fábricas de los 70 que fueron reconvertidas. No es fácil hacer sindicalismo en la pequeña empresa. Pero tampoco hemos recurrido al sindicalismo de barrio o comunitario, a generar una respuesta desde el lugar de residencia. Apenas tenemos fuerza en el campo, un mundo rural más que vapuleado por la crisis. Y entre el precariado no somos más que una gota en el océano. ¿Cómo se crea un imaginario de lucha? ¿cómo se genera una contrahegemonía? Nos queda por delante mucha experimentación y mucha formación.

La unidad del anarcosindicalismo, de la que de tanto en cuanto se habla, es imposible en los actuales términos. Se trata de modelos prácticos diferenciados. Lo que se puede hacer son alianzas locales. Con los anarcosindicatos y con otros sindicatos de base, o como mínimo, de izquierdas.

Aún no tenemos ese sindicalismo generado desde la base como fue la FRE en 1870, la CNT en 1910 o incluso CCOO en 1964. Era un sindicalismo generado a partir de la confluencia de numerosos grupos de trabajadores organizados en sociedades obreras, en asambleas de trabajadores. No eran sindicatos construidos de la nada. Por eso fueron vistos como los sindicatos propios de la clase trabajadora, edificados por ella misma.

El sindicalismo del futuro está aún por construir. A pesar de pertenecer yo a un sindicato con una identidad muy fuerte, pienso que lo que hay no nos vale. Estamos anquilosados, crecemos mínimamente, demasiado lentamente como para ser alternativa de nada, somos propensos a las crisis internas, a las divisiones, la confluencia es vista como un problema, tenemos un ombliguismo vergonzoso, a menudo no poca prepotencia... Y esto nos aleja del objetivo del sindicalismo revolucionario: hacer que la clase trabajadora sea algún día dueña de los medios de producción.

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