Nadie de los suyos será nunca culpable

Por Qaesar

 

 

Definitivamente, al Estado le han roto los tres Poderes en los que se sustenta. El Legislativo se pudrió nada más nacer, allá por la Transición. El Ejecutivo ha cosechado las iras del personal con sus indecencias, más obscenas con la derecha dura y más sutiles con la derecha blanda. Y el Judicial, el último Poder en el que aún se podían depositar ciertas dosis de esperanza, ha acabado por convertirse en un vergonzoso servidor de los otros dos.

Ante esta situación, ya casi no queda nada a donde agarrarse y apenas hay instituciones en las que la ciudadanía confíe, algo necesario al ser humano para no acabar desquiciado y roto. Salvo excepciones, ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni los medios de comunicación son de fiar. Y, lo que es más grave, se están ganando a pulso un odio visceral por parte de la ciudadanía. Una situación que genera actitudes profundamente insolidarias, que desde algunos sectores se intenta ocultar con una vuelta de la beneficencia, y un peligroso auge del fascismo.

La sentencia sobre la catástrofe del Prestige es quizá el mayor fracaso en la sucia historia de la Justicia en España. Pero lo peor no ha sido la sentencia en sí, sino todo lo anterior: Una instrucción deficiente, sin medios ni personal, que dejó libres de cargos a los verdaderos culpables, desde el armador del barco hasta los políticos cuyas decisiones solo perseguían ocultar la mierda a las cámaras, algunos de ellos sentados hoy en el Gobierno. La indecencia del proceso judicial es tal que casi habría que alegrarse de que hayan absuelto a los tres procesados.

 

Salvando a los 'quijotes' que aún resisten en los juzgados, el resto del paisaje judicial está cubierto también por el chapapote de la sumisión y la corrupción. Procesos que se alargan, laberintos donde hasta el más entendido se pierde, causas que pasan de un despacho molesto a otro más obediente, intromisiones indecentes de las fiscalías y resoluciones de las más altas instancias que han tenido que ser anuladas por tribunales europeos.

El Poder judicial lleva muchos años más cerca de la injusticia que de la justicia. Por ello, pocos confían en que los verdaderos culpables de esta estafa, los verdaderos criminales, los mafiosos, los matones, los gánsteres, los auténticos asesinos, acaben algún día no ya en la cárcel, sino en el banquillo de los acusados. Porque nadie de los suyos será nunca culpable.

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