Carta del compañero anarquista preso Giannis Naxakis (Grecia)

Después de la carta escrita por Fivos Harisis-Poulos y Argyris Dalios ( http://vozcomoarma.blogspot.gr/2013/05/carceles-de-korydallos-grecia-car...) y la de Grigoris Sarafoudis ( http://publicacionrefractario.wordpress.com/2013/05/29/grecia-carta-del-... ) presentamos el escrito de Giannis Naxakis, último de los 4 compañeros anarquistas que cayeron presos el 30 de Abril en el municipio ateniense de Nea Filadelfia (en griego está aquí: https://athens.indymedia.org/front.php3?lang=el&article_id=1474825).

 

Un mes después del arresto y todavía sigo hundido en mis pensamientos, tratando de encontrar momentos de tranquilidad y lucidez para por fin pillar un bolígrafo y ponerme a escribir algunas palabras. Mi estado de ánimo va cambiando a velocidad de luz, sube y baja sin parar y me resulta difícil encontrar un punto fijo donde agarrarme. La evaluación de la movida que pasó en Nea Filadelfia me pone enfermo, las nuevas conclusiones que aún van llegando me duelen, mientras que la consciencia de lo que pasó exactamente me está matando. Tengo bajón al escuchar cada día las aburridas e interminables discusiones y estimaciones sobre meses, años, cargos, condenas y todo lo que tiene que ver. Sabemos muy bien por qué estamos aquí dentro y por supuesto no se trata de algunos actos criminales comunes, como también sabemos que, respecto a la salida, a partir de ahora el tiempo no fluye necesariamente con nosotros sino al revés.

 

Aquel mediodía del mes de Abril, un jodido error nuestro ya era suficiente. Nos arrastró consigo para luego atraparnos y seguirá allí llenando nuestros sueños de fantasmas. En un solo momento el universo se desestabilizó, las agujas de relojes cambiaron su curso y el flujo de movimientos bruscamente dio una vuelta. Aquel día una jodida regla conspirativa no fue mantenida—una entre tantas que sí fueron mantenidas—y eso fue más que suficiente para que los bastardos de la Unidad Antiterrorista nos agarren. En un (en cuanto se puede usar este término) “insospechable” momento los cabrones tenían la mano encima. Cuatro personas, un círculo de anarquistas, una celda en Koridallos. Una serie de detenciones que se realizaron durante los últimos años casi delante nuestros ojos eran lo suficiente para hacernos pensar, pero no lo suficiente como para darnos cuenta de la precisión y coherencia “quirúrgica” que requieren nuestros movimientos en nivel de seguridad. Lo que seguramente se necesita en esas movidas es la estricta alineación del ataque con la seguridad y, por supuesto, no estoy hablando de bajar el nivel de este primero. Hemos visto encarcelamientos, hemos visto un montón de persecuciones penales que aparecen como si fuera desde la nada, sabíamos muy bien sobre los discretos e indiscretos seguimientos, pero, una vez más, vino el mal. Tal vez seré yo el último pendejo que pillan, me alegraré si sea así y voy a aceptar como titulo de honor la tarea de escribir yo mismo el epilogo de una historia tan larga. Por esto, también vosotros compañeros, los que estáis por allí fuera, al momento de conspirar y hacer vuestros planes, que miren uno al otro y digan: “Lo haremos mejor que ellos. Ellos hicieron lo imposible, ¡nosotros osaremos lo impensable!” Y esta promesa tal vez os asegurara el billete al cielo...

 

Estas reflexiones son como ceder ante la emoción. Se trata más bien de una descripción del estado de mi alma que de una declaración discursiva “obligatoria”, se trata de un intento de hallar mundos ya existentes que tenemos en común y de una reorientación individual respecto a los factores externos, que todos juntos y cada uno por separado están a la expectativa de lo absoluto. Aquí dentro las palabras quieren comunicarse en directo con el corazón rebelde allí fuera. Un corazón que fue disparado por el Poder mientras que estaba en el colmo de su inocencia y a partir de entonces sigue marcado para siempre. Se conmovió, quedó herido y sangraba sin cesar, pero algo misterioso—algo que iba ser revelado más tarde—le salvó. Y el corazón no dejó de funcionar, lo único es que siguió sin sentir nada más que el odio. Sin embargo, pasó algún tiempo y comenzó, poco a poco, sentir ciertos procesos en su interior. Se desencadenó un duelo difícil entre las innumerables inseguridades y la superación de ellas, mientras que la tensión aumentaba rápidamente. Lo inevitable no tardó en llegar y el corazón se rompió y se desbordó, liberando desde sus profundidades la cantidad abundante de una misteriosa y nueva substancia. Como resultado se generó una sensación que nunca había sentido antes, sensación que gradualmente iba revelando el gozo oculto de la vida y de la negación. Una nueva condición vital se consolidó, la condición que se puede traducir libremente como la guerra contra el Poder, consciente y permanente, y también una desgana más general respecto a cualquier otra cosa. Este corazón aún sigue latiendo con fuerza...

 

La condición vigente que hay entre nosotros suplica desesperadamente por una sola cosa: la destrucción. No existe análisis capaz de darle una descripción exacta sino sólo confirmarla como tal. Los análisis centrados en lo social ignoran un hecho fundamental y necesario para la lectura de “la realidad objetiva”. Es decir, dada su ingenuidad ignoran que el Poder bajo la forma de explotación, así como muchísimos le comprenden hoy en día, comienza allí donde termina el individuo. El Poder que determina lo que existe alrededor nuestro, preexiste en el individuo mismo como el elemento básico que determina su existencia, así como el instinto que determina su supervivencia. Con otras palabras, el Poder no es un elemento metafísico que una mañana cualquiera decidió de infectar la sociedad “libre”. El Poder es un elemento natural tan cierto como la vida y la muerte. Es decir, el individuo socializado, al momento de combatir contra el Poder también tiene el Poder. Por lo tanto, esa notoria revolución no es nada más que la superación de esta contradicción. La revolución es un interminable ciclo de movimiento, una espiral de la vida y el elemento más sincero del individuo, un elemento que mejor que cualquier otra cosa representa que respecto a la cuestión organizativa el individuo no tiene otra salida que no sea él mismo, y eso sin que haya algún tipo de explotación. Es decir, el madero, el juez y todo el resto de esa mierda, no son nada más que papeles de imposición/supervivencia que emergen de nuestra continuidad individual, de nuestras extensiones hacia los demás. La posibilidad de una sociedad emancipada y libre donde no habrá Poder, esa posibilidad que algunos presentan como propuesta para el futuro, es sólo una imaginación generada por el mente, una ilusión de esperanza para los ingenuos y los peligrosos que al momento de concebir el vacío existencial de la cotidianidad repetitiva que se vive en el mundo del Poder y queriendo llenarlo con algo esencial, al mismo tiempo no se dan cuenta del Poder de la mentira, de la asquerosidad y de la miseria, ese Poder que resulta de la explotación de la más pura intención que tiene el individuo al momento de buscar la manera de expresar-- espontáneamente, directamente y sin cohibición ninguna,--la opresión y podredumbre acumuladas que engendra la sociedad de masas, ese mundo repugnante de poderes y autoridades acumuladas. El Poder no es ni bueno ni malo, ni pequeño ni grande. Es uno solo y además contagioso, esparcido como la inundación.

 

En la guerra de contradicciones y frente a los resonantes órdenes del bando autoritario, la negación ocupa un lugar especial. Habla el idioma de su propio deseo que ya en sí mismo constituye su intervención, su propia verdad y su propia absolutidad entre otras tantas que hay.

 

Tenemos que decir: “Yo soy la organización, yo y la sociedad. Yo soy la propiedad, yo y la economía. Y sólo yo puedo destruirlas.” Tenemos que estirar, agudizar, provocar, dinamitar y encender en todo momento. Y en el siguiente momento tenemos que escupirnos en la cara por no haber logrado nada.

 

Mientras miramos hacia arriba no existen límites, sólo la tierra bajo nuestras pies.

 

Tenemos que lanzarnos al fuego junto con las botellas incendiarias. Arder, fundirnos y luego renacer de las cenizas, una mezcla más fuerte que el fuego.

 

Tenemos que buscar la vida más allá del camino trillado. Cuando un trayecto nos parece familiar tenemos que abandonarlo y buscar otro: desconocido, salvaje y libre. Tenemos que lanzar miradas al horizonte diciendo: “Ya vengo, aunque sea que no nos encontraremos jamás.”

 

Tenemos que conocer el ayer pero no mirar ni por un segundo atrás hacia el pasado. Un solo momento es suficiente para hacerte daño, para atraparte en una vida limitada que ya hayas vivido antes.

 

Tenemos que cuestionar todos los datos y rechazar todos los logros. Nuestra motivación para levantarse por la mañana tiene que ser la deconstrucción de la ideología. Al contrario, la mañana nos encontrará podridos y la historia nos verá como acabados.

 

Tenemos que renovarnos. Saber qué tirar y qué guardar. Ver lo que hemos ganado hasta ahora y decir: “Lo que tenemos es lo que somos. Y con el ahora como punto del arranque derribaremos los fundamentos de ese mundo.” Y la renovación se vuelve renacimiento.

 

En la lucha, debemos que tener el tiempo como nuestro aliado. Y tener la valentía de decir: “Mi mundo odiado, no te voy a regalar ni una sola hora del trabajo. Y cuando te cansarás de tu miserable vida, ya encontraré la oportunidad de robarte toda tu plusvalía.” El monstruo engendra a los monstruos.

 

Y también, entre otras cosas, tenemos que reconocer la ironía y sus desafíos. No tanto en la parte que dice: “combatimos el mundo autoritario con sus propios medios y queremos aplastar la civilización humana con las herramientas que ella misma ha inventado y que les tenemos a mano”, sino en la parte que dice: “sí, joder, eso es lo que deseo y que todo el universo jodido se ponga contra mi.” De una parte la ironía, de otra parte un montón de razón. Como no fuese que lo veas, la civilización es un crimen gigantesco. Si hay algo que queremos es una otra vida que no tiene ningún elemento de ésta. Si queremos libertad, la queremos salvaje. No primitiva sino una jamás vista antes.

 

No importa cuantas palabras se dicen, cuantos volúmenes de literatura se escriben para describir la resistencia de manera romántica, cuantos libros llenos de las heroicas historias de insurrecciones se imprimen y reimprimen a lo largo de los siglos, cuantos poemas revolucionarios, cuantos sermones de la anarquía ortodoxa, cuantos aullidos misántropos y salvajes o sea hermosas melodías de la unidad viajen resonantes hasta los confines, cuantas consignas apasionadas o sea ridículas se griten hasta sentir escalofríos y cuantas puras y sinceras propuestas de lucha y las receptas de liberación perfectas—quizás también los abstractos manifiestos de negación—llenen miles y miles de páginas de comunicados; el mundo de las prácticas, de los actos violentos, de la guerra “sucia” es el único que puede dar sentido a cualquier teoría acerca del conflicto con el Poder. La dinámica de los actos, de las directas y realizadas por sorpresa intervenciones en lo existente, es la que simboliza el derecho que tenemos los antiautoritarios y la que pone condiciones a la interminable caza por la vida libre. Por ser informal y autónoma, la lucha anarquista rebosa de vida, de manera combativa asalta los espacio-tiempos del enemigo, destruye elementos estructurales del mundo adversario y nos une como una verdadera comunidad revolucionaria que ha abolido las barreras y fronteras de manera triunfal, así evolucionando la conciencia individual hacia lo imprevisto y lo único.

 

Ya en la cárcel, en una realidad social comprimida y dura, vengo aún más cerca de mis responsabilidades, enfrentándome con las consecuencias de mi elección de haber emprendido un provocativamente hermoso y extraño viaje por el mundo de la negación de facto. Una nueva tentativa, una prueba aún más difícil y peligrosa me está esperando justo detrás de la esquina. Y voy pensando sobre los combatientes que por haber osado se “han ido” temprano, sobre los que su viaje atrevido incluía una brusca y larga parada en las instituciones “correccionales”, sobre los “incorregibles” acá dentro que no esperaban verme dentro pero en realidad sí me esperaban bastante porque así van esas cosas jodidas, sobre los cabezotas con quienes entré por las puertas de esta institución, sobre los cabezotas allí fuera que día tras día se burlan de sus propios miedos y sobre los que simplemente no saben que quiere decir “ley”, “policía” o “muerte” y sonriendo avanzan hacia lo desconocido.

Aprieto mis dientes y después de un respiro hondo comienzo de nuevo desde cero...

 

Giannis Naxakis

31/5/2013

Ala A de Koridallos

Especial: 
Grecia
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