La 'dimisión' de Felip Puig

No cabe duda de que uno de los clamores populares que más se han sentido en Catalunya  desde el comienzo del movimiento del 15-M es el de “Puig dimissió”.  La petición de dimisión del conseller de interior  de la Generalitat, Felip Puig, comenzó con fuerza a raíz del violento desalojo policial de la acampada de la Plaza de Catalunya de Barcelona el 27 de mayo de 2011. Y, de algún modo, se puede decir que “ha terminado” tras las declaraciones de Puig en relación con la actuación de los Mossos d’Esquadra en la huelga del 14 de noviembre de 2012, que costó a Ester Quintana la pérdida de la visión de un ojo por el impacto de un proyectil de los antidisturbios.

El caso es que, poco después de que la causa penal sobre los hechos del 27-M haya sido reabierta, y poco antes de que el juzgado comenzara a tomar declaración a los testigos en el caso de Ester Quintana, el conseller Felip Puig ha cambiado de cartera. O, lo que es lo mismo, al igual que la pantera rosa, se ha dibujado una puerta trasera con la ayuda del president Artur Mas y se ha esfumado por ella cambiando inmediatamente de escenario.

Como es bien conocido, la situación surgió alrededor de las contradicciones y mentiras en las comparecencias públicas de Felip Puig respecto al uso de balas de goma en la huelga del 14-N. Y el sainete terminó de cobrar forma cuando Puig puso su cargo a disposición del president Mas, ofreciéndole teatralmente su dimisión. Naturalmente, Artur Mas no aceptó la dimisión de un hombre de su confianza, como es Felip Puig (número 4 en la lista de CiU en las elecciones del 25-N) y, simplemente, esperó a formar su nuevo gobierno para cambiarle de puesto y otorgarle la cartera de Empresa y Empleo. Un camuflaje, pues,  banal, del que cualquiera se da cuenta.

No cabe duda de que la figura política de Felip Puig hacía demasiado tiempo que era percibida por la población como una mezcla de ineptitud y de cinismo que resultaba explosiva cada vez que aparecía en los medios justificando las acciones con las que ostentaba su cargo al mando de los cuerpos policiales. Esta impopularidad, unida a la gravedad de los hechos, nos hace hablar más bien de un Felip Puig “dimisionario” y, en cierto modo, puede considerarse una “victoria” más del movimiento del 15-M y de su clamor sostenido en pro de la dimisión del político catalán.

Una victoria, eso sí, entre comillas, ya que es justo pensar que el verdadero deseo del movimiento -en este y otros casos como el de Felip Puig- es la aclaración de las causas hasta el final, unida a una exigencia de responsabilidades que pudiera concluir en la inhabilitación para cargos públicos. Pensar así no debería considerarse una utopía.

 

Texto : Alfonso López Rojo

Fuente:  madrid15m, periódico de asambleas del 15M, Nº 11, febrero de 2013

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