En ausencia de Chávez
Visto lo visto, en este país hay dos poderes fácticos evidentes, el militar y el del TSJ. El diseño de la constitución bolivariana de 1999 creó un suprapoder en el país: la sala constitucional del TSJ, suerte de oráculo de Delfos republicano. Es la que puede joder al Presidente. Y los militares reciben sus ascensos no del Senado, porque no tenemos Senado, sino del propio Presidente. ¿Quién autorizará los próximos ascensos?
Lo que ha hecho el chavismo es correr la arruga por mucho que se haya invocado la soberanía popular. ¿Cuánto durará el corrimiento? Y, a su vez, la oposición pitiyanqui que sabe que tiene acorralado al chavismo con el ajedrez constitucional no cejará en su empeño de que sean los militares los que emitan el veredicto final especialmente si es favorable a los intereses del Tío Sam en el Caribe.
De momento, estamos en manos de la sala constitucional del TSJ. Pero, también, en manos de un gobierno descabezado pero cuyas afirmaciones causan efectos: la amenaza de meter presos a los desestabilizadores y desabastecedores que tenían el juego de la escasez montado en paralelo al ajedrez de marras. Y, en manos del poder popular que anda alerta por todo el país y planificando la resistencia si esta fuera ineludible en cualquier momento.
Curiosamente, estamos en un escenario de doble poder. O el gobierno obedece al pueblo o para disciplinar al pueblo va a costar una bola y parte de otra.
La derecha de este país está viviendo otra etapa de disonancia cognitiva aguda. Chávez sigue siendo su bestia negra, y así como ha hecho todo lo posible por tumbarlo ahora busca aplicar un gambito constitucional con el objeto de arrumbarlo en La Habana, y poder maniobrar internamente como lo ha hecho desde los tiempos de la Cuarta República para que el Estado regrese al control de la oligarquía y de la burguesía pitiyanqui.
Los prohombres de la derecha sólo saben de precios y dinero. Aspiran a negociar, por dinero, con el chavismo, si hiciera falta. Pero éste ha reaccionado valiéndose del hecho innegable de que Chávez ganó las elecciones del pasado 7 de octubre de 2012 y, a la vez, la inexistencia de razones para decretar su falta absoluta. Es decir, en el ámbito constitucional el Presidente en ejercicio es el mismo Presidente electo, está vivo y en La Habana convaleciendo en un postoperatorio complejo y delicado.
A la derecha, en las últimas horas, le ha brotado su esencia fascista, que ya conocimos el 11 de abril de 2002. Tienen planteado hacer guarimbas aduciendo que hay “vacío de poder”.
Nuevamente entramos en un callejón sin salida. La oposición quiere salir de Chávez de cualquier manera y más ahora que la salud del Presidente es débil. Por su parte, el chavismo alega que fue Chávez el que ganó las elecciones presidenciales del 7 de octubre próximo pasado y que, por tanto, debe respetarse la soberanía popular. Y el 10 de enero próximo se convierte en la próxima cita obligatoria de semejante lid.
Hasta la Conferencia episcopal de la Iglesia Católica ha metido baza en el asunto. Y las fuerzas vivas de la empresa privada atizan el desabastecimiento y la escasez aunque en las citas con el gobierno juran que no hay tales cosas.
No en balde alguien le dijo a la derecha que está jugando con fuego. Y ese fuego puede venir de abajo.
Pero la orientación de la derecha es ciega. Se propone crear las condiciones para una intervención extranjera en el país o, al menos, para que se declare en cuarentena al actual gobierno por parte de la OEA. Han jugado el dado erróneo, pero es que eso mismo vienen haciendo desde 1999 sin poderle ganar las elecciones al chavismo.
Esto podría traer como consecuencia una radicalización del chavismo, incluso de su sector más moderado. Ya el mismo Nicolás Maduro amenazó con encarcelar a los acaparadores que están jugando la ruleta del desabastecimiento y la escasez, lo que motivó que comerciantes y empresarios se reunieran de urgencia con el gobierno.
Las cúpulas de los viejos partidos de la Cuarta República andan como perro viejo, que late echado. No andan con los apuros de la nueva derecha y de los sectores fascistas que creen que el postchavismo es un día y no un proceso que lleva su tiempo.
Chávez solía recordar que Arturo Uslar Pietri le dijo que era fácil entrar a la historia pero que era difícil salir. Hoy se está escenificando esa moraleja.
Un anarquista revolucionario
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