En “democracia” tú eliges entre explotación o miseria

El próximo 20N volvemos a tener una cita ante las urnas. El gobierno del PSOE, ante las diferentes presiones, ha acabado cediendo y avanzando las elecciones. Durante todo el mes de noviembre nos encontraremos con el circo de las campañas electorales, donde la demagogia barata y los discursos vacíos estarán presentes a los mejores titulares de los medios de comunicación.

Parece ser que el debate alrededor del voto empieza nuevamente a surgir, los diferentes partidos no están dispuestos a que reflexionamos nada más allá de a quién votar. Pero nosotros estamos dispuestas a abrir un nuevo debate, a repensar las diferentes opciones que tenemos y así pensamos que hay que reflexionar sobre el que implica votar. ¿No habría que repensar la utilidad de emitirlo, y saber el que implica realmente participar a las elecciones?

En este escrito queremos exponer algunas ideas que pueden ayudar a repensar nuestras opciones, abrir el debate en una reflexión seria, sin fanatismos, ni dogmas que nos traen a conclusiones provechosas, que después podamos llevar a la práctica. Este texto no pretende ser un manual, ni dar soluciones, sino simplemente incitar al debate y la reflexión, sea personal o colectiva.

Parece que la única opción que se nos plantea es el voto y la participación ciudadana. Pero que, que implica realmente participar?

Aproximación histórica, la historia de la traición.

Desde la transición se han impuesto unas reglas del juego donde los únicos interlocutores válidos son los partidos y sindicatos. La imposición de este sistema significó, para muchas, el renunciar a un cambio real; de ruptura con el régimen anterior. La transición aseguró el sistema capitalista con la desactivación de los sectores más revolucionarios, donde sindicados reformistas (CCOO y UGT) y patronal decidieron en nombre de todas, bajar el nivel de conflictividad. A partir de la claudicación que significó el firmar los Pactos de la Moncloa se impone el modelo del Pacto Social, imitando los regímenes democráticos europeos, donde la reestructuración capitalista necesita vía libre para seguir avanzando hacia la implantación de un modelo neoliberal, donde la mayor parte de la población se convierte en mano de obra cualificada y trueque. Una muestra de esto, es como la reestructuración ndel sistema socioeconómico no ha tenido una respuesta real y contundente por parte de la población afectada. A todos lugares, partidos y sindicatos han luchado para desactivar métodos y reivindicaciones que van más allá de una simple reforma de cariz social.

Sólo en Grecia donde muchos colectivos y organizaciones han luchado de manera autónoma, superando las instituciones, es donde se han conseguido cambios reales. Algunos ejemplos son las victorias como la paralización del Pla Bolonia, así como los diferentes conflictos sociales acentuados por la actual coyuntura económica de estos últimos años. También en Chile, si bien la CONFECH ha intentado sentarse a negociar con el gobierno, los sectores más autónomos del movimiento estudiantil han planteado una ruptura real con el sistema político.

En el Estado Español, la entrada en Europa para evitar el aislamiento económico exigía una serie de reestructuraciones y externalizacion para poder ser eficientes en un marco de globalización económica. Europa necesitaba hacerse un lugar en el mundo y por eso se dotó de una unidad económica que exigía también una unidad política, la Unión Europea. El Sido Espanyol tuvo que readaptarse a las exigencias externas que no eran más que: mayor flexibilidad laboral, externalización de ciertos sectores, privatizaciones otros, etc. Todo esto supuso una derrota del movimiento obrero, puesto que los sindicatos mayoritarios los habían vendido a los intereses de la patronal. Las únicas luchas posibles tenían que aceptar unas normas de juego ajenas a los intereses de los colectivos explotados, obligando a que todos los conflictos se resolvieron por la vía de la negociación entre los de arriba y los de bajo. El problema de la negociación es que parte de un desequilibrio estructural que con cada pacto se hace más latente, y es que mientras unos cedían unos pocos beneficios, los otros negociaban con los derechos de las trabajadoras.

Las instituciones actuales se han encargado de velar para que exista una implantación neoliberal sin una respuesta real por parte de la gente. Y el problema se agrava todavía más, cuando se observa como las luchas que se han dejado institucionalizar han acabado sin lograr los objetivos que se planteaban. Un claro ejemplo, fueron las luchas contra las ETT’s, donde desde la izquierda institucional sólo se criticaba el marco alegal de las empresas de trabajo temporal y no se denunciaba la raíz del problema (que era una nueva forma de esclavitud asalariada). El entonces gobierno del PP respondió de manera oportunista, en lugar de prohibir las ETT’s, como se planteaba desde un principio desde los sectores más combativos, las regularizó, desactivando la lucha al quedarse sin argumentos, y presentándola por parte de partidos y sindicatos como una pequeña victoria.

De la situación actual. Parlamentarismo, representatividad y sido del bienestar.

La democracia actual se basa en un sistema de representación parlamentaría. En este no sólo se cede la soberanía a los políticos mediante la emisión de un voto cada cuatro años, sino que también se acepta que la capacidad de legislar, de aprobar las “reglas” que marcan la sociedad, reside en el parlamento, por lo tanto a los políticos elegidos. Ambas cosas nos quitan la posibilidad de decidir sobre nuestras vidas. Aceptar que la sociedad tiene que ser legislada por parte de estos profesionales de la política y en los parlamentos (donde nunca podrán estar representados realmente los intereses de las trabajadoras) supone reconocer, no sólo la necesidad de que algún especialista represento nuestros supuestos intereses, sino también de una autoridad en todos los ámbitos de nuestra vida. La mayor parte de la población vive, entonces, sin una capacidad de decisión real sobre su día a día, se a decir, no sólo encontramos las instituciones separadas de la gente, sino por encima. Nos ponen el nombre de ciudadanos y nos dan una serie de derechos y deberes. Estos derechos fueron, mayoritariamente conquistas que costaron sangre y sudor,
concedidos únicamente para bajar el nivel de conflictividad y mantener la paz social. El concepto de ciudadano nos hace creer que todos somos iguales, pero a simple vista se damos cuenta que no todos tenemos los mismos derechos y deberes, y mucho menos las mismas oportunidades. Todos sabemos que no es así, los que estamos bajo y los que están arriba. En un mundo que rueda gracias al dinero y el beneficio que estos generan la igualdad es imposible, y menos todavía en momentos de crisis económica.

Ante las desigualdades sociales podemos hablar de dos vías principales de acción. En primer lugar, tenemos el discurso predominante (ahora más presente que nunca), en el que profundizaremos más adelante (“Minoritarios y 15-M”), insistiéndonos en que tenemos que acercarse a las instituciones, empleando todos los mecanismos de “participación ciudadana” que nos facilita la democracia. Consideramos de la lógica mas básica que lo regimos actual no nos facilitará las herramientas para transformarlo, simplemente nos da la posibilidad de hacer pequeños cambios en los que nos hace creer que realmente tenemos capacidad de decisión, de cambio, dentro del “juego democrático”. La segunda opción, por la que apostamos sin dudas, es la ruptura total con las instituciones, la organización de la gente al margen de estas. Pensamos que se necesario crear tejidos que no dependan de los que se autodenominan como representantes de nuestra voluntad, apostamos por la autoorganización en asambleas horizontales a los barrios, puestos de trabajo, espacios de estudio, etc. Este tejido social no se puede entender como un complemento de los espacios institucionales actuales, sino que es el núcleo de un poder propio de las clases subordinadas. Es la puesta en práctica de una praxis libertaría, que con las luchas pueda ser una alternativa de organización social desde bajo. Sólo entendemos la delegación cuando esta no tiene margen de decisión fuera del consenso de la asamblea, cualquiera otro tipo de delegación supone la pérdida de autonomía, puesto que el individuos elegidos como representantes estarán siempre sometidos a presiones e intereses individuales (como por ejemplo los mercados o los clásicos casos de concesiones fraudulentas). Creamos que somos los únicos capaces de resolver nuestros problemas, de gestionar nuestras vidas.

Este sistema te varias formas de blindarse ante las luchas transformadoras que en algunos momentos adquieren la fuerza necesaria cómo para destruir desde la raíz este sistema. El Estado, por lo tanto, se declara como el único legitimado para ejercer la fuerza. No podemos dejar de recordar (aunque parezco lógico y mucha gente tendrá recuerdos recientes) el papel represivo que juegan los “Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado” y la prisión. En este punto, nos gustaría hacer algunas aclaraciones al respeto: cuando observamos casos de represión hacia los que deciden luchar para cambiar la orden de las cosas, siempre se intentan justificar con el grado de violencia que emplean estos, dejando de banda como de violentamente se impone este sistema día detrás día, aquí y en todo el mundo. Consideramos importando tener presente que el Estado no reprime para frenar la violencia, sino que intenta acabar con cualquier amenaza de cambio real en la sociedad. En este sentido también juegan un papel importante, por un lado la educación y de otra los medios de comunicación. Estos son dos factores que influyen en gran medida en la aceptación de la autoridad del Estado y la orden capitalista, ahora no los analizaremos en profundidad, pero consideramos importando tenerlos presentes. Estos factores (y algunos más) favorecen la implantación de un “marco legal” que, como supuestos ciudadanos, tenemos que cumplir. Pero tenemos que saber qué se la otra cara de la moneda: no todo el mundo cumple con sus “responsabilidades”. Cada vuelta hay más gente que se bota las leyes sistemáticamente, una mayor parte por necesidad y otros muchos por una cuestión de enfrentamiento con el sistema. Cómo decía Xosé Tarrio: “Si me preguntaraís qué es la cárcel, os repondería sin dudar que se el basurero de un proyecto socio-economico’’. determinado, al cual arrojan a todas aquellas personas que molestan dentro de la sociedad… miedo eso la cárcel alberga principalmente pobres”. Es decir, tenemos que tener presente que dentro de este marco de convivencia supuestamente idílico no cabemos todas, y por supuesto no cabe la disidencia política.

Cómo decíamos al principio, el Sido té otra forma más sutil de blindarse llamada Sido del bienestar. Podríamos decir que este llegó al Estado español con la transición, pero fue el gobierno socialdemócrata de Felipe *Gonzalez el encargado de articular esta forma de control social. La función principal de este modelo político es, por un lado el mantenimiento del Estado y por otra, asegurar las bases para que la economía capitalista se desarrollo sin ningún impedimento. Es con la creación del Estado del bienestar, cuando todas las demandas históricas por las cuales se había sido luchando (educación, sanidad, derechos laborales, etc.) son asumidas por el Estado. Ante esta
situación es el Gobierno quien gestiona los recursos públicos, mientras las trabajadoras disfrutan de más derechos, así como de unas remuneraciones más elevadas, es en este momento cuando empezamos a adentrarse en el consumo. Las empresas para las cuales trabajamos nos dan más tiempo y dinero para gastar en los mismos corderos de consumo que nosotros producimos. Así pues, el mercado empieza a crearnos nuevas necesidades: televisión, coche, lavadora, lavaplatos, móviles, ordenadores, etc. Todo un conjunto de innovaciones tecnológicas que “facilitan” nuestra vida diaria y que hacen posible que dedicamos más tiempo a nuestro trabajo, puesto que trabajando más todavía podremos comprar más de estos productos. Y es así como empieza el círculo vicioso en el que estamos estancados (familias endeudadas, hipotecadas, etc.), por lo tanto nos construimos unas “cadenas” que nos ligan todavía más al trabajo asalariado. En esto, el que intentamos evidenciar, es la relación que hay entre el Estado y el sistema capitalista, puesto que es el primero quién ayuda al segundo a mantenese y asentarse. Pero es más evidente en un periodo de crisis económica como el actual, cuando es el Sido quién se encarga de inyectar nuestro dinero en todos aquellos bancos que lo necesitan, para seguir manteniendo estem sistema.

Además, podemos decir que el Estado del bienestar ha sido uno de los encargados de generar a la
población una fuerte dependencia social, no sólo del trabajo asalariado, sino también del propio Estado del bienestar y de todos los servicios que gestiona. Es decir, se me acostumbrado a vivir pidiéndole que se encargo de la educación de nuestros hijos, que nos facilito una jubilación, que mantenga la ciudad limpia, que nos cubra medicamento, etc. Siendo así, que como ciudadanos hemos perdido toda capacidad de asumir ningún tipo de gestión de nuestras vidas, relegándolas todas ellas al Estado. De este modo ha conseguido uno de sus retos más importantes: la desactivación de las diferentes luchas sociales. Creando al imaginario colectivo que es sólo el Sido quién tiene que gestionar estos recursos, convirtiéndonos de nuevo en meros consumidores.

El concepto de Estado del bienestar se encuentra muy presente hoy en día, en la actual crisis económica nos encontramos con dos discursos imperantes que polarizan y reducen la profundidad del problema. Unos nos dicen que la única manera de salir de la crisis es reforzar el Estado y así, supuestamente, los derechos de la ciudadanía. Los otros dicen que hay que desarticular algunas partes del Estado que generan muchos gastos, concretamente los servicios públicos (sanidad, educación, pensiones, etc.). En este punto no podemos evitar hacer referencia a los actuales recortes sociales. En primer lugar, hay que aclarar que consideramos los recortes como una agresión directa hacia la población, especialmente dirigida a las personas con menos recursos, no hacia la estructura del Estado. De hecho, todo el contrario, los recortes suponen una agresión organizada por el capitalismo y perpetrada por los Estados.

Minoritarios y 15M. La mentira de los partidos minoritarios y su relación con los movimientos sociales.

Hemos analizado a primeros de este texto el actual funcionamiento del sistema, es decir: el parlamentarismo y la democracia representativa. Hemos intentado describir su funcionamiento y a la vez entender como está estructurado. Claramente se ve que este sistema responde a unos intereses particulares, que nada tienen que ver con los de la mayoría de la gente que vivimos bajo él. A partir del denominado Movimiento 15-M parece ser que se ha impulsado una dinámica de mitificación de los partidos minoritarios, afirmando mque dando nuestro voto hacia estas opciones se van a solventar todos nuestros males, que el problema está en el bipartidismo y no en el propio sistema. Hasta este momento no habíamos entrado en este tema, pero nos parece que es un buen momento para pararnos a reflexionar un poco más profundamente alrededor de los partidos minoritarios.

Decir que un partido es minoritario no nos da ninguna información de este, puesto que el hecho de ser minoritario solamente representa una característica transitoria del partido. Partidos minoritarios tienen que todas las ideologías. Para dar un ejemplo claro, podemos hablar de UPyD,partido con reivindicaciones parecidas a las del 15-M (reforma de la ley electoral, critica al bipartidismo, participación ciudadana, etc.), o incluso partidos de extrema derecha en todo el Estado español. El que intentamos transmitir es que el hecho de que un partido sea minoritario no significa nada y, es más, cuando se vota a un partido de forma masiva este deja de ser minoritario.

Pensar que los partidos minoritarios, por el simple hecho de serlo son mejores que los mayoritarios, es una idea sin sentido que nadie con una mínima capacidad reflexiva se atreve a defender. Ahora bien, si que pensamos que hay un discurso que cala en una parte de la población, y es precisamente el que defiende que votar a un partido minoritario significa una distribución equitativa del poder, que impide la creación de mayorías absolutas y por lo tanto, hace la política más transparente y participativa. Esta idea es claramente errónea y un buen ejemplo para comprobarlo es el caso del Gobierno de Cataluña, donde estando el tripartito al poder (con Iniciativa por Cataluña-Verdes a la Consejería de Interior) se cuando se produjeron las movilizaciones contra el Pla Bolonia. Ante la imposibilidad de conseguir desmovilizar a los estudiantes, el Gobierno de la Generalitat pasó a la acción comportándose igual que lo haría cualquier de los partidos mayoritarios. El desalojo del Rectorado de la UB nos dejó imágenes de persecuciones, detenciones y cargas policiales dirigías desde los despachos de los partidos “minoritarios”. Iniciativa, un partido que había querido ligarse desdem siempre con los movimientos sociales acabó reprimiendo con la misma brutalidad que el gobierno anterior (CiU). Otros muchos ejemplos son las torturas por parte de los Mossos d’Esquadra a comisarías, el uso del Kubotan a las manifestaciones, el caso del agujero de la vergüenza, la represión contra la acampada anti-MATE, etc.

Además, a partir del 15-M y con la ayuda de los medios de comunicación, ha aumentado la criminalización al resto de movilizaciones que van más allá de mejorar el propio sistema y que intentan romper con una participación orquestada por los que están arriba. De este modo se nos vende como única solución la participación a través de las instituciones mediante más referéndums, más leyes, más políticos y si es necesario más policía contra quien no respeta el sistema. Siguiendo estas consignas andamos hacia la uniformización del individuos y la desaparición de la capacidad de pensamiento y acción. No podemos tolerar la falta de respeto que hay hacia ideas diferentes a las que nos venden los medios de información de masas.
kubotan ni legitimo ni legal. Dejarnos torturar tranquilos!

Por último, nos gustaría acabar hablando de los diferentes partidos minoritarios de izquierdas que en Valencia han sido los principales receptores de los votos canalizados por el 15-M: Coalición Compromiso e Izquierda Unida (aunque UPyD también podría estar incluido). Estos partidos también están involucrados en la corrupción urbanística, la falta de participación ciudadana, la nula transparencia a los contratos, el clientelismo, etc. Han claros ejemplos, como es el caso de la Mancomunidad de Buñuelo con EU al ayuntamiento, donde se está poniendo en marcha el proyecto de energía eólica en una *ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), o el caso del BLOQUE de Segart donde toda la lista de este partido, se cambió al PP a las últimas elecciones. Pero el más importante es que estos partidos se cruzan con la autoridad de decidir por nosotros, se piensan que saben mejor que nosotros el que nos hace falta y quieren gestionar nuestras reivindicaciones hacia objetivos electorales con un oportunismo patético. Y cuando este comportamiento se denuncia utilizan a la policía, como cualquiera otro partido mayoritario, y actúan como agentes represores de todos aquellos movimientos sociales que dicen representar.

Los neonazis también son minoritarios. España 2000, el fascismo que nos ha tocado sufrir.

Silla, Alcalá de Henares, Onda y Dos Aguas tienen algo en común: la presencia de la extrema derecha dentro de sus instituciones, en este caso, del partido España 2000. Podemos pensar que es un caso anecdótico dentro del ámbito político, pero si seguimos mirando podemos ver otros casos, por ejemplo Massamagrell y Albal que tienen regidores de Coalición Valenciana, y si subimos hacia el norte encontramos Plataforma por Cataluña (PxC) de Josep Anglada en pueblos cómo: Vic, Manresa o L’Hospitalet de Llobregat. Y así podríamos continuar enumerando ciudades, más o menos grandes, que tengan en sus ayuntamientos representantes de alguno de los partidos minoritarios de extrema derecha que cada cuatro años se presentan a las elecciones. Esto evidencia que estos partidos tienen el apoyo de una parte importante de la población. Así podemos ver el crecimiento de estas organizaciones en toda Europa: Austria, Dinamarca, Finlandia, Hungría, Serbia y Suecia son algunos de los que tienen representantes en sus parlamentos nacionales, sin olvidarnos de la Liga Norte en Italia y el SVP de Suiza, los dos formando parte de la coalición de gobierno.

Todas estas organizaciones se autodefinen como democráticas porque, sino cómo se presentarían a las elecciones? Su participación en estas sirve como altavoz por su ideología, así como para financiarse a través del Estado. Todo esto sin dejar de banda lo suyos principios basados en la discriminación y el respeto hacia la autoridad. Pero este es un discurso vacío de contenidos con el cual pretenden aprovecharse de la actual coyuntura social y económica, que favorece la utilización de la demagogia y el odio a la diferencia. Esto permite descargar la rabia acumulada, después de tantos abusos causados por este sistema injusto y opresivos, contra las
personas migrantes. Y es la justicia y las políticas contra la inmigración las que fomentan estos comportamientos xenófobos, criminalizando a las personas migrantes y justificando su expulsión.

Muchos de sus dirigentes son grandes empresarios, sobre todo a España 2000 venden ligados a negocios tan “legítimos” y “españoles” como la trata de blancas (prostitución). Jose Luís Roberto, líder del partido, se el presidente de la asociación de “clubes” donde trabajan de manera irregular muchas mujeres venidas de los países del este, América Latina, etc. Este tipo de explotación laboral deja entrever la idea de “inmigración legal” que tienen ellos, es decir; quieren inmigración que las sirva para sus negocios. Quieren, al fin y al cabo, nuevos esclavos que los empresarios españoles puedan explotar cuando los convenga.

Durante años han ido ganado bastante, aprovechándose de los espacios que el sistema los da. “Los cuerpos y fuerzas de seguridad” del Estado, que actúan con brutalidad contra movimientos sociales de todo tipos desde hace años, están plenos de individuos que participan de estos partidos fascistas. Son extraños los casos en que la prensa o el resto de mediados de comunicación se hacen eco de las agresiones de la extrema derecha, estas se producen de forma reiterada contra personas migrantes, movimientos sociales, etc. y son consentidas por la justicia. Incluso los partidos minoritarios de izquierdas parecen haber olvidado su tarea contra estas agresiones y discursos, puesto que últimamente trabajan sólo para aumentar su presencia en las instituciones del Estado.

A pesar de su máscara democrática, nunca olvidaremos a los compañeros y compañeras que han sufrido, incluso muerto, a manos de estas “personas”. Por eso es que no dejaremos de combatirlas allí donde vayan, sin tregua ni medias tintas. Cada voto es una muestra de apoyo a un sistema que permite: la intolerancia, la violencia indiscriminada, la segregación y el odio racial a sus instituciones. Así creamos importando destacar que estas instituciones no se pueden considerar ni legitimas, ni representativas de la población.

Para Concluir; romper con sus normas para recuperar nuestras vidas.

Por el que realmente apostamos es por la autogestión y autoorganización de nuestras vidas.
Son muchos años de sumisión al sistema, de acomodo y aislamiento social, propaganda política y mentiste sobre nuestra libertad para decidir. Y es ahora más que nunca, cuando tenemos que recuperar el control de nuestras vidas. Hay que empezar desde bajo, desde el principio, dotándonos de autonomía. Sabemos que la transición fue una mintiera, que el sistema nos discrimina y aísla, nos explota. Siempre nos han vendido que la democracia es el tipo de organización política más justo. Pero tenemos que creerlos también en esto? Porque tendríamos que colaborar con él?

La gran diferencia entre el voto y la abstención es que con el primero se da legitimidad al sistema mediante la participación en él. Así que la mejor opción para seguir manteniendo el actual sistema es el voto. Cierto es que resulta difícil el diferenciar entre una abstención de cariz político y aquella que se mujer por desidia o indiferencia. Tenemos que tener presente, pues, que el sistema necesita de nuestra participación, no sólo el día de las elecciones, sino que también requiere de la llamada “participación ciudadana”. El Estado democrático se sustenta sobre la obediencia y sumisión de la mayor parte de la población, pero también tiene la necesidad de que la ciudadanía se involucro, utilizando los mecanismos dados por el propio sistema. Se a decir, se tiene que tener en cuenta que la maquinaria política no actúa por sí misma, sino que necesita de la llamada sociedad civil para funcionar y desarrollarse. De este modo el Estado se ve con la posibilidad de hacer ver que la población tiene una capacidad de decisión que en ningún caso se real.

Las leyes que nos imponen el Estado y el capitalismo son sus reglas y, si queremos plantear una lucha real para recuperar el control de nuestras vidas, no podemos aceptarlas como límite de nuestras luchas. El Estado ya hace bastante para mantener la paz social, nuestro papel se estirar la cuerda y aumentar la conflictividad sobrepasando aquello que este puede asumir. Tenemos que hacer saber a los políticos y sindicalistas que no pediremos nada, que resolveremos nuestros problemas y lucharemos para ser libres. Tenemos que decirlos vende claro que no los necesitamos y, sobre todo, que nadie nos representa.

No queremos parlamentos, no queremos representantes y rechazamos la autoridad, luchamos contra el Estado y el capitalismo.

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