“¿La revolución en la crítica de Félix Rodrigo Mora”, o “la reacción en la crítica de Javier Rodríguez Hidalgo?” IV

IV. POLÍTICA
DOS TÁCTICAS: ÁGUILA O AVESTRUZ


“Rodrigo Mora obsequia a sus lectores con más
ejemplos de este tipo, en que desvaríos personales
se mezclan sin sonrojo con elucubraciones histórico-políticas

Javier R.H.
“En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos
de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote
los vio, dijo a su escudero:
–La ventura va guiando nuestras cosas mejor
de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza,
donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes,
con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, …”.

Capítulo VII “Don Quijote”.
¿Quién sueña?

Con total impunidad dice Javier que No me molestaré en hacer un muestrario –de los desvaríos de Félix, se entiende- Me parece más interesante, en cambio, la forma de considerar el poder, y las políticas en general que subyace a todas ellas…, remata.

Veámoslo pues.

Básicamente lo que inquieta a Javier no son determinados posicionamientos de Félix respecto de cuestiones políticas aparentemente sin relación: Islam, experiencia de la Revolución Cultural China, la Kampuchea Democrática jemer o la cuestión nacional en el Estado español. Le inquieta lo que hay de común: la forma de considerar el poder y la revolución. Lo que si es cierto es que, al usar tales ejemplos temáticos, implícitamente está dejando en evidencia sus miedos, el concepto mismo de revolución. Por tanto, creo que debemos primeramente despejar ciertas nieblas sobre un posicionamiento correcto respecto de tales cuestiones, y separando la paja del heno, llegar hasta la inquietante cuestión táctica de Javier…si para éste, revolución es abstracto y retórico, ¿qué hacer? Pero antes de llegar a ello, como Javier chapotea en los lugares comunes más típicos del reaccionarismo: patético anticomunismo, humanismo abstracto y un pasar de puntillas sobre el espinoso tema de la experiencia histórica de las luchas nacionalistas en el Estado español de los últimos 40 años, habrá que puntualizar algunas cuestiones.
(Nota. Valga todo esto, también, para contestar a Toni García, que repite, punto por coma, las tesis de Javier en “Carta a Félix Rodrigo Mora”, publicado en Cul de Sac nº 1 noviembre de 2010, dentro del apartado Trazos de una polémica, en la que se lamenta de que Félix jamás contestó, lo cual entiendo perfectamente).

1. La Revolución Cultural China.
Concluye Javier con una larga cita de Félix, extraída de La democracia y el triunfo del Estado, con este párrafo: “En ese contexto, acontecimientos inicialmente esperanzadores, entre los que es dado resaltar la revolución cultural proletaria en China (1966-1976), quedaron como una contracorriente casi aislada, fracasando aquella finalmente, al ser reprimida sin contemplaciones por el golpe de Estado militar de octubre de 1976”. En ello ve Javier una variante de leninismo-estalinismo que se conoce como maoísmo, y se queda tan tranquilo. Luego, después de una ligera narración literaturizada de la perversidad de Mao y demás estalinistas, nos regala –a modo de broche de cierre- una cita de Simon Leyes, en la cual se descubre la motivación de Mao respecto del “Gran Salto Adelante”…subjetivismo lírico del esteta visionario que ignora las contingencias de la realidad…Quién ignora las contingencias de la realidad es Javier. Con los finos ropajes del lenguaje intelectual crítico, quiere decir lo mismo que toda la literatura anti-Mao de los últimos 35 años: rabioso anticomunismo, liberal-imperialista y occidental. Desde el año 1976 se han publicado más de cien libros sobre la vida y obra de Mao, prácticamente todos en contra de la Revolución Cultural Proletaria 1966-1976, coincidiendo en lo fundamental con las tesis golpistas de Teng Hsiao-ping, Kissinger y toda la reacción anticomunista occidental, acompañados de toda una estela de literatos oportunistas que han hecho muy buenos negocios con las novelas baratas sobre el maoísmo. Gracias a ello, nos hemos enterado de las intimidades, vicios, paranoias y truculencias de Mao para alzarse y mantenerse en el poder. La realidad es bien diferente. Con independencia de que se deba abordar seriamente la experiencia histórica de Mao y en particular, de la Revolución Cultural Proletaria, cualquiera que se sienta situado en el campo de la revolución (o del cambio social radical, para no trabarnos en discutir la semántica de la cuestión), debería tratar con más prudencia este asunto y no dejarse llevar por la fácil verborrea anticomunista. Por esa razón, me permito recomendar dos textos, uno, The Battle for China’s Past: Mao & the Cultural Revolution, de Mobo Gao, 2008, y otro, China, una revolución en agonía, de Robinson Rojas, (1978). El primero de ellos trata de contrarrestar la intensa -e intencionada- publicación de literatura anti-Mao en los últimos 10 años, queriendo dar una auténtica batalla por recuperar la verdad histórica sobre Mao y la RCP, básicamente criticando las falsedades de dos textos de amplia difusión de crítica a Mao, el primero titulado La historia desconocida de Jung Chang y Jon Halliday, y el segundo, La vida privada del presidente Mao de Li Zhisui. A diferencia del relato trágico-cómico de la RCP, Gao dice: “En la Revolución Cultural muchos millones de personas participaron por voluntad propia en lo que consideraban un movimiento para mejorar la sociedad china y a la humanidad en general”. Gao no es un literato aficionado y oportunista, ni tampoco un historiador revolucionario, es un testimonio. Gao, creció en la China rural, donde pasó sus años adolescentes, durante los 60, y vivió la Revolución Cultural, a la que defiende y documenta detenidamente lo que considera, sus logros. Respecto del segundo, el texto de Robinson Rojas constituye el testimonio más veraz encontrado sobre tales acontecimientos, pues se pasó 15 años investigando la evolución de la revolución en China, desde 1964, hasta el año 1977, una vez culminado el golpe de Estado de Hua Kuo-feng y de Teng Hsiao-ping. Además fue testigo directo de los acontecimientos concretos de la RCP, la primera fase entre 1965 y 1966, la crisis de Estado por la lucha por el poder entre Chu En-lai y Lin Piao en 1970-1971, y la segunda fase de la RCP, hasta las muertes de Chu y Mao, desde 1974-1977. Como se ha dicho, es editado este libro en fecha muy reciente a los acontecimientos, sin que todavía se llevase a efecto la gran operación de difamación anticomunista-imperialista sobre Mao, a nivel mundial. Robinson, que además profesaba unas profundas convicciones revolucionarias, fue testigo directo de los acontecimientos, participando personalmente en reuniones de comités y actos de los Guardias Rojos, obreros e intelectuales, con gran utilización de documentos clasificados del PCCh, panfletos, actas, etc., que hace de su texto un documento único para la investigación histórica y política de tales acontecimientos, muy lejos de la literatura sensacionalista y/o intelectualista al uso, a la que Javier da toda credibilidad.

2. Kampuchea Democrática jemer.
Ciertamente, si Javier se hubiera quedado en una crítica tipo de la RCP China, pues a lo mejor pasaría algo más desapercibido su reaccionarismo anticomunista, según el modelo imperialista occidental. Pero al asociarlo a la “experiencia jemer”, pone en evidencia otra de las muletillas clásicas del reaccionarismo liberal-imperialista: la experiencia de la Kampuchea Democrática jemer. Algo parecido a lo que sucede con la cuestión Mao, pasa igualmente con el tratamiento dado a este espinoso asunto. Creo que Javier, tan dado a la literatura fantástica, se ha quedado con la versión más ramplona de Los gritos del silencio, versión autorizada del aparato de adoctrinamiento del imperialismo yanqui en el plano ideológico: Hollywood. Recuerda bastante al tratamiento sentimental-humanista dado por el liberalismo-imperialista a la cuestión nazi-judía: esconder sus propios crímenes, detrás de otros, igual o más horrendos. Al igual que sucede con la cuestión de la RCP China, a fuerza de repetir disparates, se acaba creando una “historia” que se da por cierta, y siempre con la misma cantinela: muertos, represión, ausencia de libertades formales, democracia, etc. etc. Desgraciadamente los relatos actuales de la historia están monopolizados por intelectuales al servicio del Estado o de simples oportunistas, también al servicio de los mismos patrones. Por lo tanto, no se puede dar credibilidad a estos testimonios, sin más. Lo curioso del tema es que, para Javier, esta experiencia es aplicable directamente a las tesis de Félix, dejando caer ciertos paralelismos diciendo que dicha experiencia fue llevada a la práctica con éxito (por así decir) un auténtico proyecto de abandono forzoso de la capital. Ante semejante oportunismo interpretativo, se deben aclarar las cuestiones siguientes: 1. La experiencia histórica de Camboya en la época de los jemeres rojos tendrá que ser examinada desde una perspectiva revolucionaria. No podemos desconocer que Saloth Sar (1925-1998), conocido como Pol Pot, principal líder de los Jemeres Rojos, según las biografías al uso, perteneció a la clase media alta camboyana, estudió donde lo hacía la élite católica de Camboya. Pero sobre todo fue un “héroe” de la lucha anti-nazi, participa en la defensa de París, con la resistencia francesa, y termina de formarse políticamente en Paris a partir de 1949, al calor del PC francés -tan pro-soviético y revisionista-, en el que termina por afiliarse; y en 1953 regresa a Camboya, ya en un contexto pre-bélico en medio de la guerra fría, justo cuando finaliza la guerra de Corea (1950-1953). Luego, Pol Pot era un revisionista, formado en lo más tosco del proletarismo, de lo cual no puede extraerse más lección que esa. Ciertamente existen hechos que ponen en evidencia una puesta en práctica en Camboya, en el periodo entre 1975 y 1979, por el partido jemer, de una política desquiciada, bastante en la línea estalinista, de forzar la historia, en términos voluntaristas, guiados por criterios propios de la cosmovisión proletarista, y que ello pudo llevar a efecto prácticas genocidas, sin relativizar el asunto, pero sin convertirlo en “un hecho” que se pueda extrapolar a las tesis de Félix sobre las ciudades, eso es manipulación oportunista reaccionaria.
Profundicemos en el tema: Javier deduce paralelismos con la experiencia jemer, del programa estratégico planteado por Félix, precisamente en una charla promovida por Los Amigos de Ludd en Guipúzcoa en 2005 en la Asamblea contra el TAV, titulado “Por una sociedad desindustrializada y desurbanizada” (recogido en Naturaleza, ruralidad y civilización). Aquí, como bien sabe Javier, Félix planteaba un programa de 11 imputaciones capitales que cabe hacer a la técnica (si se considera o no esto el programa de los AdL es una tontería sin más relevancia, salvo para los detentadores de las esencias), en las que para nada plantea un programa polpotiano de abandono forzoso de las ciudades, como insinúa Javier. Luego, en el apartado específico de desurbanización, en un contexto estratégico-histórico, Félix dice: “nuestra propuesta se asienta en la convicción de que el modo óptimo de existencia lo proporciona la pequeña población …en la cual pueda ejercerse la soberanía popular en la asamblea vecinal soberana, sea hacedera la convivencia íntima entre todos y puedan poseerse en común los principales medios de producción”…Por ello, la aseveración de poner fin a las ciudades, se plantea con fines revolucionarios estratégicos concretos: “para inaugurar una fase ascendente de los valores y bienes de la civilización con el pequeño núcleo poblacional, apropiadamente inmerso en la naturaleza y al mismo tiempo activo centro creador de cultura de saberes, de filosofía, historia, teoría política y arte, como unidad constitutiva”. También en el apartado El gran y fundamental mal de la ciudad, deja sentado que no se trata de hacer, la crítica de la ciudad en general sino en sus relaciones con la supervivencia de la biosfera y con la superación del actual sistema de las diversas agriculturas en uso”. Javier, al coger el rábano por las hojas, efectúa una enorme falsificación de los planteamientos de Félix, con el fin de oponerse a la idea de revolución, así de claro.

3. La cuestión nacional en el Estado español.
Javier cree, y con razón, que Félix da una gran importancia a la luchas de liberación nacional del Estado, pero no dice la verdad cuando afirma que lo hace “Sin dar más explicaciones, en particular, puede llegar a soltar enormidades refiriéndose a la situación actual en Euskadi”.

Ciertamente, esta es una cuestión complicada y delicada, y que Félix aborda desde una perspectiva teórica y programática, en La democracia y el triunfo del Estado, apartado, “Los pueblos oprimidos y el derecho de autodeterminación”, plantea algo que es bien cierto: la única cuestión problemática que queda por resolver del programa general de la revolución liberal española, es el problema de los pueblos oprimidos por el Estado español (Euskadi, Cataluña, Galicia y Canarias), y que puede alcanzar un tratamiento definitivo, por transacción y cooperación estratégica entre las fuerzas nacionalistas, e incluso independentistas, y el Estado español. Es decir, que al Estado solamente le queda la cuestión nacional para terminar de integrar el sistema parlamentarista, y que para ello no dudará en arbitrar ingeniosas operaciones estratégicas para solventar este problema, aún peliagudo para el Estado. Esto vale para ese sector del independentismo que se denomina socialista, pero que lejos de sus buenas intenciones, no es “socialista”, y es estatista. Recuerda Félix aquí la centralidad de la cuestión del Estado, como esencia misma del mal político, moral y social en las sociedades contemporáneas, por lo que recuerda al nacionalismo estatista de los pueblos oprimidos, autodenominados socialistas, que el marxismo genuino es antiestatal, y por tanto, no puede haber solución auténtica para la liberación de los pueblos oprimidos cuando esta se basa en el Estado, sea tanto liberal parlamentarista o “socialista”.
Con independencia de que la situación de la liberación nacional de Euskadi deba ser objeto de tratamiento específico, con mayor profundidad, es evidente que los planteamientos estarán en el contexto de lo ya planteado por Félix, no veo ningún misterio en el asunto, por más que la existencia de un MVLN, con su historia de 50 años, aporte drama y tensión al tema.

4. Táctica y revolución.
Javier plantea una cuestión que es cierta, la abolición del Estado y la instauración del comunismo: ¿respuesta o meta final? La experiencia histórica del movimiento obrero revolucionario vuelve a tener la pelota en su tejado, indudablemente. En concreto el movimiento comunista internacional estableció un puente entre los objetivos finales y el momento presente, que finalmente resultó tan fallido como muchas de sus teorizaciones. Marx lo plantea en Crítica al programa de Gotha, 1875, definiendo este periodo de transición como un Estado de dictadura del proletariado. Lenin, con El Estado y la revolución, 1917, lo desarrolla y lo lleva a la práctica en la revolución de octubre, durante unos pocos años. Mao aplica tales tesis en un país neo-colonial, y resiste en un Estado proletarista hasta 1976. En todas las luchas políticas e ideológicas llevadas a efecto en cada uno de tales movimientos, se ha planteado siempre esta cuestión, que no resultó meramente táctica, sino estratégica. De hecho, el movimiento comunista internacional se escinde continuamente entre estas dos posiciones, sobre todo, la escisión entre la II y III Internacional, con todos los matices que se quiera, pero en definitiva, se debate en cuanto al contenido concreto de la política concreta (v.l.r.), en relación con los objetivos finales y en el sentido de la propaganda. El marxismo y el anarquismo revolucionarios nunca han escondido sus fines, sus objetivos finales, ni en los planteamientos estratégicos ni en los tácticos. Eso lo han hecho siempre los revisionistas y los reformistas, y lo hacen porque comparten una concepción espontaneísta de la práctica política, que considera la graduación programática como técnica de adquisición de conciencia, el intento de dar a determinadas luchas concretas un contenido revolucionario, como fórmula a través de la cual, las masas van adquiriendo conciencia y experiencia política para metas mayores, etc. Existen desarrollos políticos muy potentes donde esto es claramente explicado, p.e., Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (Lenin, 1905), o La revolución proletaria y el renegado Kautsky (Lenin, 1918). Lo mismo podemos encontrar, históricamente, en las posiciones defendidas por el anarquismo revolucionario. En la época de la transición política en el Estado español de cambio de forma de la dictadura, tuvimos numerosos ejemplos de ello, en el sentido inverso, claro.

Se pregunta Javier, “habría que abordar la cuestión concreta de cómo organizarse para llegar a un objetivo tan lejano; cómo puede ponerse en práctica esa secesión respecto al mundo industrial, de qué manera hacer frente a los estragos desarrollistas o cómo reaccionar a la represión, cuando ésta llegue”, e ironiza ante la supuesta propuesta táctica de Félix formar grupos de estudio (en realidad grupos de prosélitos del felixismo)”, dice. Lo primero y esencial es que Javier no está de acuerdo con la necesidad de una revolución, de una radical mutación social, de carácter democrático, que establezca un régimen de libertad suficiente para todos, tras el derrocamiento del orden establecido. Le parece utópico, abstracto y retórico. Estamos ante la disyuntiva real/racional, de hecho Félix lo propone como posibilidad, pero siempre como marco real de solución. Lo contrario es la táctica del avestruz, como el orden vigente se nos presenta tan imposible, lo mejor será ir poniendo algunos parches en sus manifestaciones más dislocadas (lucha anti-industrial, anti-transgénica, anti-represión, anti-etc. ), sin comprender que una conciencia desarrollada por reformas jamás se planteará las tareas de una revolución. La realidad hay que mirarla de frente, y luego ser consecuentes con ello. “las revoluciones civilizatorias son fenómenos de la conciencia y no de ninguna otra cosa, el desenvolvimiento buscado de los factores del espíritu es el modo central de realizar la acumulación de fuerzas para alcanzar la victoria sobre el actual orden político". (La democracia y el triunfo del Estado). Tenemos en las posiciones de Javier y Cía., el ejemplo clásico del reformismo, no solamente en los argumentos, sino en el método de unir la punta con el rabo, y hacer abstracción de todo argumento, oponiendo el suyo, básicamente, en forma de mera descalificación. Comprendo perfectamente que La democracia y el triunfo del Estado, le haya disgustado y hasta horrorizado a Toni, según manifiesta éste en su carta (Cul de Sac, o.c.), porque desde luego no es un panfleto reformista, ni tampoco un alucinado llamamiento de asalto de la utopía. Es bastante más complejo el asunto. Félix plantea, desde una cosmovisión diferente, partiendo de la realidad tal cual es, y retomando y evaluando críticamente experiencias históricas y políticas del pasado, una posición genuinamente revolucionaria de los problemas presentes. Desde luego, lo que no hace es lamerse las heridas, sino aceptar la situación tal cual es, “a pesar del dolor anímico que eso crea, y da por cierto que posiblemente no existan soluciones, sin que ello origine pesimismo, lleve a formas de tristeza enfermiza, ni aparte de la pelea y del esfuerzo permanente por el bien, como primera obligación de todo individuo consciente”. Nada más lejos del estrategismo y la retórica de lo cual es acusado Félix, de hecho, plantea claramente las posibilidades reales futuras en (D.T.E.) cuatro escenarios posibles del devenir: 1. una sociedad relativamente estable y funcional, de seres subhumanos ilimitadamente manejados por las instancias de poder”; 2. Una variante de la anterior que se diferencia en el modo de constituirse, en este caso, a través de la resolución victoriosa, por la clase mandante, de una situación difícil, más o menos dramática, para ella…más funesto que el expresado en el apartado primero; un orden social que seria la quintaesencia de las nocividades ahora en curso; 3. declinación parcial del Estado, por descomposición, con la combinación del más cruel de los despotismos con un régimen de desorganización general, similar a lo que describe Silviano de Marsella en De Gobernatione Dei (hacia 440) quien describe y deplora la situación el orden social vigente, denunciando la injusticia social de su época y el caos reinante; 4. Finalmente, como posibilidad muy reducida, también, de desarticular el régimen actual, derrocado por una acción consciente de quienes están decididos a hacerlo, a través de una revolución política de signo liberatorio, civilizante y democrático, como meta para ser sostenida con actos (La democracia y el triunfo del Estado). Y son actos, el esfuerzo por comprender la realidad, en toda su dimensión y complejidad, promover el desarrollo consciente en aquellos que estén decididos y pensar más en el esfuerzo y el trabajo consciente que en los resultados inmediatos. Esto significa que, sin relativizar el asunto, entre la propuesta de democracia auténtica basada en asambleas omnisoberanas y el momento presente, existe un buen trecho. Es un hecho que no estamos en condiciones, ahora, (salvo en el ciencia ficción), de plantearnos qué hacer con las nefastas aglomeraciones urbanas y la viabilidad de la propia democracia directa. Eso es una cuestión, en última instancia, técnica. Aquí y ahora, de lo que se trata es de establecer el análisis y los principios que han de delimitar las posiciones reaccionarias de las revolucionarias. Cierto que existen problemas claves por afrontar, como la cuestión de la organización del poder popular y militar, los problemas estratégicos del conjunto de las poblaciones, la interdependencia territorial, la escasez de los recursos, etc.; incluso, la cuestión de la democracia directa, en el fondo también es una cuestión técnica que no debemos idealizar, la tenía la Grecia clásica, que suicidó a Sócrates, ciertas formas eran, como el sorteo, sostenidas en las ciudades-república italianas de Florencia y Venecia, (en varios periodos de los siglos XIV, XV y XVI;) y no eran ni revolucionarias, ni justas tampoco, porque lo esencial es la conciencia moral y ética dominante en el pueblo.

En conclusión, esta es una cuestión que no se adquiere por y mediante el activismo reformista, por mucho que lo “asociemos” al rechazo del Capital y el Estado, ni … uniendo nuestras fuerzas en el sentido de estas luchas (como plantea Toni García, en Cul de Sac nº 1), esto no es más que una variante radical de la tercera vía reformista, como expresión práctica de la teoría crítica. Ejemplos de ello son los artículos dedicados al desastre del Prestige y al incendio de Guadalajara que se incluyen en la Antología de textos, donde se alega que “la lucha autónoma sólo podrá plantearse a partir de la negación de este sistema”, o “si mañana vuelve la lucha social…tendrán que poner en cuestión el conjunto de la organización de la vida bajo la explotación técnico científica que padecemos”. ¿Qué se entiende por “sistema”, quizás ¿esa organización de la vida bajo la explotación tecno-industrial? Eso es un reduccionismo apolíticista, pues el rechazo al Estado y al Capital que se alega, queda sólo como una frase justificativa revolucionarista. Enfrentar realmente al Estado requiere mucho más que la crítica tecno-industrial, el Estado es poder asentado en instituciones armadas, instituciones políticas e ideológicas de dominación, y también el capitalismo, cierto, pero lo primero es lo primero. Y esto requiere una preparación muy seria, sabiendo lo enorme de la tarea que implica, y que hoy pasa por tomar conciencia de ello y de preparar el elemento subjetivo capaz de afrontar tal tarea: eso que Javier considera retórico y abstracto, eso es revolución. Nos encontramos, nuevamente, con el viejo debate que ha delimitado el campo entre el reformismo y la conciencia revolucionaria, con la dicotomía “en sí”, o “para sí”, de la conciencia.

23 de abril de 2011
Salud, Karlos

 

Comentarios

Karlos, creo que el rechazo del Estado por parte de los Amigos de Ludd está fuera de dudas; así que harías mejor siendo más honesto. Además, aquí se supone que estabas criticando a Javier; podrías ceñirte a eso, pues los Amigos de Ludd no eran solamente Javier.

 

 

 

 

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