Facón Grande

De Ateneo Virtual
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Jose Font , más conocido como "Facón Grande" nacido en la provincia de Entre Ríos, fué un gaucho, carrero y dirigente obrero de las huelgas rurales de la Patagonia.

Primeros Años

Don José Font nació en Montiel. Y llegó a Santa Cruz en 1904 o 1905 para cuartear las zorras en salinas de Cabo Blanco, al norte de Puerto Deseado. Como era hombre de trabajo, honrado y ducho en las cosas de campo, se independizó y al tiempo tenía cinco chatas de caballos con las cuales hacía el recorrido de Puerto San Julián a los lagos Posadas y Pueyrredón, viaje largo y peligroso. Era muy habilidoso en la doma y en construir casas con chapas, en eso siempre le venían a pedir consejos. Era sin duda alguna, el mejor domador de toda la zona. La gente se reunía cuando sabía que él iba a domar. Su rasgo principal era la generosidad. Siempre tenía la mano abierta para los que recurrían a él. Font no había ido a la escuela y apenas sabía leer y escribir. Nunca perdió su acento de gaucho entrerriano. Tenía un sentido fraternal de la amistad. Lo demostró con su amigo Antonio Leiva. Ayudó mucho a los pobladores que recién se iniciaban o a los que estaban pasando malos trances. Él se encargaba de transportar cueros y lanas. Era el carrero más respetado por todos los estancieros debido a su honestidad y a su generosidad. Jamás se fijaba en los pesos y era mano abierta para con los que venían a pedirle ayuda. Todos los testimonios reunidos son acordes en afirmar que era un buen hombre, recto, humilde, de una palabra. Ninguno de los viejos pobladores de Deseado que lo conocieron dudan al calificarlo de persona decente y querida. Vestía como un paisano, bombachas y alpargatas, ancha faja negra a la cintura con facón cruzado, que nunca usó contra los hombres. El estanciero Iriarte lo había traído de Entre Ríos como domador y luego se independizó; le gustaba vivir libre y hacía trabajos por su cuenta. Era hombre que olvidaba agravios, pero uno no lo pudo olvidar jamás.

José Font había logrado establecerse con unas hectáreas en la zona de Bahía Laura pero el famoso comisario garroteador Lopresti lo intimó a desalojar. Font ni se dignó a contestar y siguió con sus labores. El policía lo detuvo, lo estaqueó, lo hizo lonjear salvajemente y le destruyó la población de su campito. Pero José Font, hombre caviloso, no urdió venganza ni puñalada trapera alguna. Luego de ser dejado en libertad volvió a su antigua profesión de carrero. Pero algo subyacía en su cerebro. Desde ese momento cambió de ambiente. Era muy difícil verlo en compañía de algún estanciero o de alguien que revistiera autoridad. En cambio, se lo veía siempre pasar sus horas libres en los hoteluchos del “chilotaje”, en los fogones de la gente sencilla, o en el rancho de algún domador amigo.

Cuando en el gran levantamiento de 1921, las peonadas alzadas lo fueron a buscar. Era el único hombre con una autoridad moral ganada por su conducta. Él se negó varias veces, tal vez previendo la tragedia y sabiendo la fuerza de los poderosos. Pero al final se largó. En él bullía la sangre calentada a longazos por la policía, instrumento de los que tenían y querían más.

Huelga

Una vez declarada la huelga, “Facón Grande” se dedicó a reclutar gente de las estancias y caballadas. Luego se fue arrimando hacia la costa. Se dio cuenta de que el dominio de la red ferroviaria de Puerto Deseado a Colonia Las Heras podría haber sido decisivo para el triunfo. Pero en ningún momento lo logró plenamente. El movimiento multitudinario se lo impidió. Fueron de un lado a otro, masivamente.

Además, José Font no tenía ni don de mando ni sentido táctico ni estratégico. Él conversaba con la gente. Tenía sí, autoridad limitada sobre ellos, pero no hizo ningún abuso. Siempre conversaba y pedía consejos. Sin demostrar debilidad en ningún momento, pero temeroso de que los que lo han elegido crean que él quería sacar algún provecho de su situación.

Una de las columnas de “Facón Grande” se dirigió a Colonia Las Heras, punto terminal del ferrocarril de Puerto Deseado. Allí la Liga Patriótica se había organizado para la defensa, mientras las mujeres y los niños emprendían viaje hacia Comodoro Rivadavia.

En las Heras quedará el dirigente huelguista Antonio Echeverría, quién el 15 de diciembre fue detenido junto a once obreros. Fueron castigados y, luego llevados a Deseado. Allí bajo mando del teniente coronel Varela fueron fusilados tres de ellos: Antonio Echeverría, Maximiliano Pérez y R. Diachenko. Los demás fueron embarcados hacia Río Gallegos.

El grupo en el que operó “Facón Grande”, estaba compuesto de unos 350 a 400 hombres y maniobró en Puerto Deseado.

Combate de Tehuelches

Varela y sus hombres se atrevieron a sorprender a “Facón Grande” al recibir información de Elsa Minuci de Gamarra (una ciudadana de Puerto Deseado) de dónde estaban acampados los huelguistas. “Facón Grande” no tenía conocimiento de la llegada de Varela a Deseado y su avance desde el sur. Antes bien, creía que Varela iba a marchar primero a Colonia Las Heras.

Allí se quedó Varela al ver venir unos cuantos automóviles y un camión. En el primer auto viajaba “Facón Grande”, quién indica: “Ahí vienen los milicos” y dispuso a salirles al encuentro.

Varela los recibió con una descarga cerrada, creyendo que eso bastaría para que los huelguistas bajaran y levantaran los brazos en señal de rendición. Pero ante su sorpresa, no ocurrió así, sino que éstos hicieron pie en tierra y contestaron el fuego, generalizándose un intenso tiroteo. La primera ráfaga del ejército costó a los huelguistas tres muertos. Luego Varela vio caer al soldado Fischer (quién muere unas horas después) y a otro, de apellido Salvi, que había quedado fuera de combate, entonces, ordenó la retirada.

Entrega

En ese momento “Facón Grande” ocupó el terreno y comprendió que había luchado contra el ejército y no contra la policía. El teniente coronel Varela retrocedió hasta Jaramillo.

A partir de allí, “Facón Grande” quiso a toda costa buscar un arreglo con las autoridades militares llegándose hasta la estación Fitz Roy. Con todos los pertrechos, carros, caballada y hombres.

En esa situación intervino el gerente de “La Anónima” de Pico Truncado, Mario Mesa, quien se hallaba de rehén con la gente de “Facón Grande” ofreciéndose a este como mediador con Varela. “Facón Grande” accedió porque comprendió que la situación se había vuelto crítica: había luchado contra el ejército, cosa que no estaba en sus planes porque precisamente estaba esperando a Varela para llegar a un arreglo. Mesa se dirigía a Jaramillo acompañado por tres delegados de “Facón Grande” para proponerle la firma de un nuevo convenio rural y la liberación de todos los obreros presos, a cambio de la terminación de la huelga.

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Facón Grande

Mesa conversó largamente con Varela y regresó a Tehuelches para decirle a “Facón Grande” que Varela aceptaba los puntos sugeridos pero primero exigía la rendición de todos los huelguistas y la entrega de las armas. Mesa ofreció la garantía de su palabra de que serán respetadas todas las vidas humanas. En la asamblea obrera que se realizó a continuación, “Facón Grande” aconsejó la aceptación de la propuesta de Varela. Y el 22 de diciembre organizaron la rendición, en la estación Jaramillo.

Como buen gesto de buena voluntad, los huelguistas dejaron sus cosas en el suelo y entregaron la caballada. A “Facón Grande” lo aislaron junto al galpón de la estación. Él no tuvo un pelo de zonzo y se dio cuenta en seguida, porque pese a que pedía hablar con Varela éste no lo recibió y lo mantuvo custodiado; además, le hizo quitar la famosa daga, el facón grande. “Facón Grande” era en ese momento era nada más que José Font, pero con altanería solicitó que se cumpla lo pactado. Pero no pasó nada. Los soldados lo trataron mal. Él era el autor de la muerte del soldado Fischer y cada uno de los soldados conscriptos se sentía vengador y quería hacerle pagar bien caro lo que había hecho.

Fusilamiento

Cuando el domador José Font se dio cuenta de que había caído en la trampa y que esos hombres no iban a tener la más mínima misericordia les gritó a los soldados que lo custodiaban que le digan a Varela que él lo desafiaba a pelear con cuchillo, delante de todos, para ver si era tan valiente como dicen. Como única respuesta Varela lo hizo atar de pies y manos para lo cual lo voltearon al suelo. Ahí lo dejaron mascullando su indignación, con las venas del cuello que se le ensanchaban como si fueran a reventar, de pura rabia. Allí estaba el célebre “Facón Grande”, en el suelo, el “jefe” de los huelguistas de Deseado.

Dos suboficiales y dos soldados lo cargaron a la caja de un camión como si fuera una bolsa de papas y se lo llevaron. Le quitaron las ligaduras y lo pusieron contra unos bretes. Enardecido dijo que esa no era la manera de tratar a un hombre, que uno por uno se animaba a pelearlos a todos aún con las manos atadas. Sin facón, sin chambergo y sin la ancha faja negra que usaba en la cintura. Las balas le atravesaron el cuerpo mientras él trataba de que no se le resbalaran las bombachas. En la primera descarga ni se movió. En la segunda cayó de rodillas.

A Antonio Leiva, el segundo de “Facón Grande”, como al rendirse no acató la orden de desmontarse lo bajaron de un tiro de máuser en la cabeza

Durante unos 7 días los cadáveres quedaron sin enterrar como a 500 metros de la estación de Jaramillo. Hasta algunos días después de la masacre se podía ver el cadáver de “Facón Grande” sosteniendo con una de sus manos un tarro de pickles que por irrisión alguien había puesto en ella. La otra mano la tenía cortada. Se decía que algún estanciero o algún amigo se la había llevado para conservarla en formol. El número de fusilados se desconoce, pero fueron aproximadamente sesenta.

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