En EL AROMO n° 66 [1] "Nacional y patronal", mayo-junio de 2012

Riqueza ajena
Los planes del gobierno para la nueva YPF
Juan Kornblihtt
Grupo de Investigación de la Historia Económica Argentina-CEICS

¿A quién beneficia realmente la compra parcial de YPF? ¿Estamos ante un gobierno revolucionario? Si quiere saber por qué de esta nacionalización no vamos a ver un peso, lea este artículo.
El gobierno logró abroquelar a todo el mundo detrás suyo. Hay que reconocer su audacia para enfrentar una crisis que ya nadie puede ocultar. Aunque las estatizaciones pagas son moneda corriente en el capitalismo e incluso están estipuladas en la Constitución Nacional, Cristina logró darle un carácter épico que dejó a propios y extraños sin respuesta. Por las reacciones generadas ante el anuncio de la compra del 51% de las acciones de YPF, pareciera que estamos ante una medida que favorece al conjunto de los argentinos, salvo que uno sea un cipayo. El carácter progresivo de lo “nacional” se asume en forma casi automática. Incluso por quienes, desde la izquierda, rechazan la medida con el argumento de que es poco nacionalista.
Como veremos, aunque no se avanza sobre el total de las acciones y se realizan acuerdos con el capital extranjero, la medida tiene sin dudas un carácter nacionalista, porque apunta a dejar dentro del país una masa de riqueza que hasta ahora se fugaba. ¿Pero acaso esto implica que todos los argentinos, sin importar nuestra clase social, nos veremos beneficiados?
De la fuga consensuada a la estatización forzosa
Para responder esta pregunta debemos empezar por entender qué expresa la estatización de YPF. En El Aromo 63 (diciembre del año pasado) [1] publicamos un artículo sobre el fenómeno de la argentinización de YPF, promovida por el gobierno, con la entrada como accionista del Grupo Petersen, de la familia Ezquenazi. Señalamos lo que hoy todo el mundo (desde el oficialismo hasta la oposición) repite: Repsol no invertía y fugaba sus divisas. Las reservas descubiertas hasta el momento se estaban agotando y la exploración en el país no promete nada nuevo, por lo que esa tendencia no iba a revertirse. Este vaciamiento era avalado por el gobierno, quien motorizó la entrada de los Ezquenazi para que un socio del gobierno participe de una porción del reparto de dividendos.
Pero esta dinámica de Repsol en la Argentina no era novedosa. Aunque acusada de financiera y anti-industrial, se trata de una lógica capitalista acorde a las condiciones del sector. La competitividad de la rama, analizada en términos internacionales es intermedia. Lejos del ideal de grandeza con que nos quieren ilusionar personajes como Pino Solanas, la calidad de las reservas existentes permite un negocio grande en términos nacionales (YPF es la mayor empresa de la Argentina), pero hace años que fue chico en relación de los principales yacimientos globales. Mientras en 1920 YPF era la sexta petrolera del mundo, hacia mediados de siglo empezó a perder ese lugar desplazado por los países de la OPEC y, desde 1960, ocupa un lugar entre el 15º y el 20º. La existencia de yacimientos donde es más fácil sacar petróleo en otros países implicó, para la YPF estatal, una menor rentabilidad, hecho que se expresó en un menor estímulo a la inversión. La caída en la perforación de pozos, principal forma de expandir su producción, no es nueva sino que sigue una tendencia casi ininterrumpida desde 1969. A pesar de esto, la Argentina es uno de los países donde más se perforaron. Lejos de una virtud, esto es resultado de que la productividad por pozo es menor que en otros países con petróleo y, por lo tanto, hace falta perforar más para sacar menos [2].
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