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por El Hombre Guillotina » 10 Jun 2008, 13:04
La suerte ya esta echada, cada uno ha expuesto su punto de vista y queda al arbitrio de los interesados, decidir si los aludidos son o no Mutualistas, Pierre-Joseph Proudhon tenía su propia opinión, recomiendo, encarecidamente leerla:
“¿Cuál es el fondo de explotación del que alquila sus servicios? El suponer que el propietario tiene necesidad de él y la voluntad, que gratuitamente le supone, de ocuparlo. De la misma forma en que antiguamente el plebeyo obtenía su tierra de la caridad, por la simple voluntad del señor, y de las necesidades del patrón y del propietario: esto es lo que se llama posesión precaria. Pero esa posesión precaria es una injusticia, puesto que implica desigualdad en el mercado. El salario del trabajador apenas le alcanza para cubrir lo que consume y no le asegura trabajo en el futuro, mientras que el capitalista encuentra en el producto del trabajador una garantía de independencia y de seguridad para el futuro.
Así, este fermento reproductor, este germen eterno de vida, esta creación de capital y de instrumentos de producción es lo que el capitalista debe al trabajador y que jamás le devuelve: ésta es la apropiación fraudulenta que produce la indigencia del trabajador, el lujo del ocioso y la desigualdad de condiciones. En esto consiste principalmente lo que con acierto llamamos explotación del hombre por el hombre [...]
El capitalista ha construido su mundo sobre esta suerte, si le producen por un tanto da a cambio un valor inferior y alega que el acuerdo es voluntario… ¡Mentira! El mutualismo se fundamenta sobre la interrelación directa del intercambio, si dos agentes no intercambian por el mismo valor, sea yo un loco y el otro un pillo, se produce robo y subyugo. Si tu salario no te es retribuido proporcionalmente, escúchame obrero ¡Se te roba!, si eres necio y no lo reclamas, si eres humilde y te conformas, tus bolsillos siguen vacíos igualmente. Si acercas tu saco al mercado y dando 20 francos solo consigues llenarlo con una onza de pan, el tendero que se lucra de tu inocencia, de tú estupidez, o de tu bondad, es un usurero, como todos, reconvertido en sanguijuela. Todo aquel que sigue -esta simple doctrina de un hijo de tonelero- lo hace convencido de que solo el cambio mutuo hará justicia al trabajo, solo el comercio reciproco, solo la retribución justa, quién parapetado en el agio y el lucro pide más a cambio de menos, y llama a esto “razón” o “voluntad”, están en la escuela alemana o en la escocesa, pero no en la socialista, no en la mutualista que reclama, para el capitalista y el trabajador, la repartición de la propiedad en base al principio del propio trabajo. Pero si la propiedad es repartida, se lamentan los meretrices del poder, todos estarán en igualdad de condiciones; ya no existirán, entonces, los grandes capitalistas, ni los grandes terratenientes, ni los grandes pobres.
Divide et impera: divide y reinarás; divide y serás rico; divide y engañarás a los hombres, y confundirás su razón y te burlarás de la justicia. ¡Nunca más! Digo yo.”
“El mutualismo se propone curar esta lepra, no envolviéndola en una red de penas gazmoñas e inútiles, -remedio peor que la enfermedad- sino tratando el comercio como el seguro, rodeándole de toda clase de garantías públicas y haciéndole por este medio completamente mutualista. Los partidarios de la mutualidad conocen tan bien como cualquiera la ley de la oferta y de la demanda, y no está en su ánimo violarla, solo hacerla justa, y que, tal y como defendemos, de ahí el vocablo mutualista, a cambio de un valor se nos remunere con otro valor igual.
Por eso defendemos la mutualidad, porque nuestra doctrina es la primera en acertar afirmar que el cambio por un producto solo es reciproco en virtud de la obtención del mismo valor que este ha costado, quién defiende el especulo, el lucro, la latina usūra, es otra cosa, pero no amante del mutualismo, pues la reciproco solo se entiende entre iguales, he igual a la reciprocidad solo es la propia reciprocidad. Solución: Estadísticas detalladas y renovadas a menudo; informaciones precisas sobre las necesidades generales y las existencias; una descomposición leal de los precios de utilidad; la previsión de toda suerte de eventualidades; la determinación entre productores, comerciantes y consumidores, por medio de un amistoso debate, de la retribución proporcionada a las dificultades del trabajo; la organización, por fin, de sociedades reguladoras: tal es poco más o menos el conjunto de medidas por las que piensan disciplinar el mercado. Libertad tan amplia como se quiera, dicen; pero también, y esto es aún de más importancia que la libertad, sinceridad y reciprocidad, luz para todos. Hecho esto, sea la clientela para el más diligente y el más probo. Esta es su divisa. ¿Es creíble que después de algunos años de tal reforma no viésemos enteramente cambiadas nuestras costumbres mercantiles con gran ventaja de todos?”
Y así nos habla otro Mutualista (también con sus etapas), Gustave Landauer:
“¿Qué es el oro? ¿Qué es el capital? No es una cosa como un zapato, o una mesa, o una casa. No es una cosa, no es nada real. El oro es un signo de una relación; el capital es algo que va como referencia, entre los hombres, de aquí para allí, es algo entre los hombres. El capital es crédito; crédito es reciprocidad de intereses. Estáis ahora en revolución; la revolución, es decir el entusiasmo, el espíritu de confianza, el vuelo de la nivelación, el placer de ir al conjunto, ha llegado a vosotros, ha surgido entre vosotros; creaos ahora la reciprocidad inmediata, procurad la institución que os permita permutar con los productos de vuestro trabajo sin intermediarios parasitarios y absorbentes; entonces no necesitaréis ninguna autoridad tutelar ni tampoco el traspaso de la omnipotencia política gubernativa a la vida económica, de que hablan los novísimos chapuceros, los marxistas. La tarea consiste en afirmar la libertad en la economía y en la vida pública y en crear seriamente y procurar la nivelación, la supresión de la miseria y la inseguridad, aboliendo la propiedad, que no es posesión de cosas, sino dominación de hombres o esclavización, y el interés, que es usura. ¡Cread el Banco de cambio!
¿Qué es el Banco de cambio? No es sino la forma externa, la institución objetiva de la libertad y la igualdad. El que trabaja siempre en cosas útiles, el campesino, el artesano, la asociación obrera, todos deben continuar trabajando. El trabajo no necesita ser organizado, es decir tutelado gubernativamente o estatizado. El ebanista hace muebles; el zapatero, zapatos; el panadero, amasa el pan, y así sucesivamente en la producción de todo lo que el pueblo necesita. Carpintero. ¿tienes pan? Ciertamente, no puedes ir al panadero y ofrecerle sillas y armarios que no precisa. Vete al Banco de cambio y haz transformar tus trabajos, tus facturas en cheques de valor general. ¿Proletarios, no queréis volver al patrón ni trabajar por un salario? ¿Quisierais ser independientes? ¿Pero no tenéis taller, ni herramientas, ni alimentos? ¿No podéis esperar, debéis alquilaros de inmediato? ¿Pero no tenéis quien adquiera vuestros productos? ¿No reciben los otros proletarios, no recibís vosotros, proletarios, mutuamente mejor vuestros productos, sin intervención de intermediarios explotadores? ¡Procurad, pues, los pedidos, locos!¿Tiene que ser siempre la sucesión: penuria, esclavitud, trabajo, producto, salario, consumo? ¿No podéis comenzar con lo que es comienzo natural: crédito, confianza, mutualidad? ¿De manera que la sucesión sea: demanda-crédito o dinero-consumo, trabajo-producto? La reciprocidad cambia el curso de las cosas; la reciprocidad restablece el orden de la naturaleza; la reciprocidad es lo primero: el espíritu entre los hombres, que admite a todos los que quieren trabajar en la satisfacción de las necesidades y en el trabajo […]
Pero para que esto sea posible es necesario erradicar la venta por encima del costo ¿es mutuo la venta de un digito al valor de veinte?, la economía oscila entre los marxistas, que quieren todo en manos estatales, y los escapados del paraíso capitalista, que quieren que todo este en su manos como si fueran un nuevo gobierno, estos últimos dicen, “tengo derecho a venderte esta cerilla por el valor de tu cosecha”, No, no tienes derecho, tienes la posibilidad, como también puedes clavarme un cuchillo en las tripas y nadie usará autoridad alguna contra ti para castigarte, eres libre de enunciarlo, pero no eres libre de robarme, porque entonces, tu acto, no solo te afecta a ti, empieza a afectarme a mi ¿y que derecho tienes tu a perjudicarme?, todo aquel que formule la venta por encima del precio estipulado, violando la mutualidad, exigiendo que a un producto no le corresponde un cambio reciproco, no es ni podrá ser mutualista ni defensor del principio de gegenseitig [principio mutuo, de mutualidad]…
No busquéis culpables, dicen, todos son culpables; unos esclavizan y quitan a los otros lo más necesario o les dejan sólo lo más necesario, y los otros se dejan esclavizar o prestan a los amos dominantes servicios de cómitres y de vigilantes. No se creará lo nuevo por el espíritu de la venganza, de la rabia y del placer de destrucción. Hay que destruir con espíritu constructivo: no se excluye la revolución y la conservación. Cesad de pensar con las cabezas de los viejos romanos; la política jacobina dictatorial ha jugado su papel; el gran teatro de la tribuna y de los bellos gestos no os crea la sociedad. Lo que importa es la realización; trabajáis cosas útiles en cantidad suficiente; quisierais consumir cosas útiles en justa remuneración; así, pues, tenéis que intercambiar justamente.
La propiedad está siempre en marcha, siempre en circulación; hoy fluye del capitalista, pasa por el obrero que consume, vuelve al capitalismo; haced, mediante nuevas instituciones, por la enmienda de vuestro comportamiento recíproco, eliminando el lucro y la explotación, que fluya de los capitalistas a los obreros consumidores, pero que de éstos no vuelva a los capitalistas, sino a manos de los trabajadores, de los obreros productores.”
Y aún un fragmento (ya citado, pero quizás perdido en el texto), de Benjamin R. Tucker:
“…¿Por qué [el precio de costo] no puede cuantificarse?. Un granjero y un médico solo tendrán que incluir en sus precios el tiempo que les costo, bien cosechar su mercancía, bien adquirir su ciencia, y ni un céntimo más, si uno gastó diez mil dólares en habilitar su granja para poder producir, y otros los mismos en su medicina, ambos tienen que distribuir, proporcionalmente, ese gasto en sus precios, hasta que la sociedad se los retribuya, una vez hecho esto no pueden sumarle ni un céntimo más de las horas empleadas ¿Tan difícil le resulta este procedimiento matemático? Cualquier escolar podrá ayudarle.
El principio de coste es la única guía que puede aproximarse lo suficiente a asegurar la equidad, es por tanto la única que puede aceptarse si uno quiere asegurarse a partes iguales libertad y justicia, mientras que sin ella, con todas las opciones restantes, todo es casual, arbitrario, la subida desproporcionada, y la extorsión. Edgeworth se confunde, a propósito, en cuanto a la paternidad de este principio. Este no es un hijo del "Panarquista" [S.P. Andrews], o por lo menos es sólo un hijo adoptado, su padre verdadero fue mi maestro Josiah Warren.
Nunca he mantenido que el conocimiento y la habilidad son menos importantes que el trabajo; sólo he mantenido que ni el conocimiento ni la habilidad pueden elevarse por encima de la equidad beneficiando desproporcionadamente a quienes los han adquirido. Incluso entonces el pago no es para el conocimiento o la habilidad, sino para el trabajo de la adquisición; y, en la estimación del precio, una hora de trabajo en la adquisición de conocimiento debe ser considerada igual a una hora de trabajo duro manual, - no, como ahora, en la que un minuto de trabajo mental equivale a un día, una semana, o quizás un año de trabajo duro manual-. La reclamación para el conocimiento y la habilidad es por lo general un mero pretexto hecho para engañar a la gente en el pago de precios desorbitados, y no requerirá nuestro análisis ni un momento más.
¿Qué modifica la teoría del precio de costo libre de lucro su ejemplo del mal labrador y el cirujano inepto? Busque usted las personas más competentes, colabore y trabaje con ellas, póngase en las manos de una persona cumplidora, pero no trate de atracar los salarios, denegarlos, reducirlos o limitarlos en base del daño futuro que pueden hacerle.
Usted se equivoca diametralmente, al contrario, es el empleado, quien hace el trabajo, quién natural y éticamente es el tasador de trabajo, y todo lo que el demandante tiene que decir es si él pagará el precio o no. En su respuesta entra en la estimación del valor del resultado. Bajo el sistema presente él patrón ofrece menos que el coste, y obliga al empleado a aceptar. Pero la Libertad y la competencia crearán un tan enorme mercado para el trabajo que ninguna incompetencia obligará a ningún trabajador a trabajar por menos del precio del coste, y como él siempre estará en una posición para recurrir a algún trabajo más simple para él, y en el que sea competente, podrá obtener la paga adecuada. Y esto solo utilizando sus hipótesis pues ¿quién tendrá necesidad de trabajar para otros pudiendo trabajar para si mismo?
Lo que usted defiende es la vieja excusa de los partidarios del lucro: para pagar a Paul debo robar a Peter.
Y no, el precio de costo como límite del precio no es ninguna fantasía, el hecho de que Edgeworth suponga que cambiar trabajo por trabajo es una cosa diferente del “precio de costo” solo demuestra lo corto de su entendimiento.
Edgeworth habla de “lucro” y a su vez de “individualidad”. Yo simplemente digo que ni los propietarios ni los arrendatarios como tal (donde hay libertad de competencia) pueden obtener un beneficio por encima del precio de costo, pues este se obtiene directamente en menoscabo de los consumidores.
Edgeworth habla de “lucro” y a su vez de “individualidad”. Yo simplemente digo que ni los propietarios ni los arrendatarios como tal (donde hay libertad de competencia) pueden obtener un beneficio por encima del precio de costo, pues este se obtiene directamente en menoscabo de los consumidores. Y la respuesta de Edgeworth habría sido la misma, - que mis comentarios eran "un desorden de frases". Tal respuesta no admite ninguna discusión. En el refrán de esto "los granjeros no son apropiados para ser los monomaníacos de la contabilidad", verdadera basura clasista. Edgeworth no es probablemente consciente que él esta tuteando a Proudhon (con quien él tan obstinadamente insiste en estar de acuerdo) cuando realmente le resulta un desconocido. Declara muchas veces estar de acuerdo con los trabajos de Proudhon. Nunca se cansa de repetir sus alabanzas. Y este gran escritor, cuyo acuerdo con Edgeworth según él mismo es “radical” y no un “asunto de mera verborrea”, era uno de los campeones más persistentes del principio de coste y el cambio en base al valor trabajo medido en horas.
Afirmamos finalmente que Edgeworth usa la palabra Anarquista con singular bizquera, él no es Anarquista, defiende el lucro, las clases, la renta, el interés, la explotación de los débiles (el ejemplo del oligofrénico fue especialmente repugnante), quiere la explotación del hombre por el hombre, pretende que si una persona sin alma, sin agallas, me ofrece su vida, yo, en base a un “acuerdo voluntario”, establezca otra vez la esclavitud que tanto nos costo abolir (¿perdura aún?), no es Anarquista tan solo niega las obras del Estado pero quiere poder, usa la palabra Anarquía, otros la llaman confusión y turbación, y él la usa para reglamentar su lealtad al privilegio, el usa esa palabra en su sentido más vulgar”.
Creo que son solo unas opiniones más, pero bastante significativas. Si Mutualismo, etimológica y materialmente, significa “Cambio Mutuo”, cambio reciproco, justo, equitativo, igualitario, correspondiente, correlativo ¿Cómo alguien que defiende el cambio desproporcionado, el cambio no equiparable, puede llamarse “Mutualista”, cuando precisamente la premisa de dicha teoría, la que le da nombre, es la de la reciprocidad en el cambio?.
Es así de simple, un juego valido para quienes disfrutan de las contradicciones, llamémonos Anarquistas y apoyemos al Estado, llamémonos Mutualistas y apoyemos la Ley, la Policía, el Lucro, la Usura, el Interés, el Agio, y la Propiedad Absoluta… no hay ningún problema, salvo que, o bien nos estaremos bautizando justo con el mismo fluido del que deberíamos repugnar; o bien nos dotamos de un nombre que consiga encubrir nuestras verdaderas filias… y si, si queremos encubrir, de forma factible, que en realidad somos apologistas del Estado y el Capital, no hay nombre más útil que el de Anarquista… ese es ahora su biombo, detrás del que se desnudan… pero su piel, la que a duras penan consiguen tapar, sigue rezumando Autoritarismo, y ni todo el artificio del mundo, ni su propio pudor, podrá soslayar eso.
Por cierto también Armand, el mismo que apoyaba al Ilegalismo, aquel que levantó su voz para amparar a los violadores de la propiedad –a los que, curiosamente, solo les hacía reproches sobre la violencia en si misma, y nunca jamás sobre su invalidación de la propiedad- dijo que: “Quién vulnera la propiedad privada con plena conciencia de cumplir su deber, de restaurarle a la sociedad lo que las manos capitalistas le han arrebatado, quien ejerce la llamada “recuperación individual”, quién en un mundo futuro seguirá escupido sobre las cercas y vayas y se atreverá a robar las manzanas relucientes de los prados, es hoy, aún con las reservas que nos inspira el revolver y la pólvora, un héroe… defiendo la propiedad como garante de mi autonomía, la repudio cuando esta coarta la autonomía de los demás”, y también añadió (ya lo he citado, por cierto junto al fragmento que otros acaban de trascribir, pero no me resisto a rescatarlo):
“Una minoría que posee la facultad de hacer producir y consumir, o la posibilidad de existir a título parasitario bajo diversas y numerosas formas, y en frente una inmensa mayoría que no tiene más que sus brazos, o su cerebro, u otros órganos productivos, que se ve forzosamente obligada a alquilar, o prostituir, no solamente para procurarse lo indispensable a fin de no morir de hambre, sino también para permitir a este pequeño número privilegiado, detentador de la potencia propiedad, o valor de cambio, de vivir a costa del esfuerzo ajeno, más o menos beatíficamente […]He aquí cómo se resume: siendo admitidos ciertos principios cívicos, morales, económicos, etc., que rigen a las sociedades, se trata de formular una regla de aplicación que determine las circunstancias en que el ciudadano afianza o atenta a dichos principios. Sea, por ejemplo, el principio de propiedad, piedra angular del derecho civil. La Ley en ella consistirá no sólo el confirmar los derechos de los poseedores, sino en protegerlos contra todo ataque; determinará las condiciones en que la propiedad se adquiere, se pierde y se trasmite; las infracciones y castigos, o la significación jurídica de los hechos calificados de violencia, estafa, fraude, dolo. No irá más allá; no se ocupará de saber si es justo o no que la propiedad o el capital esté concentrado en unos cuantos y si de este acaparamiento no nace precisamente toda la materia penable”.
Ahí os dejó esto a la reflexión, y si no hay más alusiones, y creyendo que ya está expuesto todo lo exponible, me voy a seguir guillotinando en el tema de Economía, quizás ya mañana, que aún me queda mucho "serrín" que verter.
Sin más, Salud.