Mensaje
por El Hombre Guillotina » 07 May 2008, 16:29
Tucker, por su lado, inspirado en la “Tienda del Tiempo” de Warren (un local donde Josiah, que además era inventor, se encargaba de que la gente intercambiara directamente, sin que fuera imprescindible el uso del dinero, sus productos y manufacturas, estableciendo el valor en función de “el tiempo que hubieran tardado en elaborarlos”, así 5 horas para un par de zapatos era equivalente a 10 platos de cerámica hechos en las mismas 5 horas), y también en el Mutualismo, no concibió, en contra del “primer” Proudhon, la propiedad sobre los medios de producción como una cuestión de “sesión” de la sociedad que, en función de sus profesiones o preferencias laborales, estos reclamaban y obtenían en “usufructo”. Él, como Paine y Jefferson, concebía la propiedad privada como una garantía contra el Estado. Sin embargo, como demuestran todas sus diatribas contra el Capitalismo, especialmente en la comparativa que realiza con el titulo de “Socialismo de Estado y Anarquismo”, define que el Capitalismo que “conocemos y padecemos actualmente” encuentra su mejor representación en las “doctrinas marxianas”, pues él fue, precisamente uno de los que colaboró a darle el nombre de “Capitalismo de Estado” al “marxismo”, igualando la “usura y salvaje especulación y carestía capitalista” y su absorción de las voluntades individuales con las que realizaría “la autoridad comunista si esta llegara a concretarse”, demostración más que suficiente de la poca estima que le tenía al sistema Capitalista, es decir, al Capital como preeminencia dotada de una categoría superior, y no como un elemento coadyuvado al Trabajo.
En un texto que, en este foro, se ha mencionado mucho, pero del que solo los Anarquistas anti-capitalistas han sabido extraer reflexiones e interpretaciones, se define la postura de Marx, Warren y Proudhon (interpretándolas muy libremente) para, por medio de dicho contraste, poder exponer su propio punto de vista, en el texto que ya se ha citado:
“Del principio de Smith de que el trabajo es la verdadera medida del precio -o, como lo expresó Warren, que el costo es el límite apropiado del precio- estos tres hombres extrajeron a las siguientes conclusiones: que el salario natural del trabajo es igual a su producto; que este salario, o producto, es la única fuente legítima de ingresos (dejando de lado, por supuesto, los regalos, las herencias, etc.); que todos los que derivan ingresos de cualquier otra fuente lo sustraen directa o indirectamente del natural y justo salario del trabajo; que este proceso de substracción generalmente toma tres formas, - interés, renta y lucro; que estas tres formas constituyen la trinidad de la usura, y son simplemente diferentes métodos de imponer un tributo por el uso de capital; que siendo el capital simplemente trabajo almacenado que ha recibido ya su pago completo, su uso debe ser gratuito, bajo el principio que el trabajo es la única base del precio; que el prestamista de capital se merece el retorno intacto de la cantidad que prestó, y nada más; que la única razón por la cual el banquero, el accionista, el terrateniente, el fabricante, y el mercader están capacitados para extraer usura desde el trabajo yace en el hecho de que están respaldados por privilegios legales o monopolios, y que la única manera de asegurar que el trabajo reciba el salario natural -es decir, su producto íntegro- consiste en derribar los monopolios […]
Cuando Warren y Proudhon prosiguieron su búsqueda de justicia para el trabajo y se enfrentaron cara a cara con el obstáculo de los monopolios de clase, se dieron cuenta de que esos monopolios se basaban en el principio de Autoridad, y concluyeron que lo que había que hacer no era fortalecer la Autoridad y, por lo tanto, crear un monopolio universal, sino desenraizar por completo la Autoridad y dar rienda suelta al principio opuesto, el de la Libertad, haciendo a la competencia, antítesis del monopolio, universal. Vieron en la competencia el gran nivelador de los precios hasta alcanzar el costo de producción del trabajo, en lo que coincidían con los economistas clásicos. En ese momento, la cuestión que naturalmente se presento ante ellos fue ¿porqué los precios no coinciden con el costo del trabajo?; ¿donde se generan los espacios para adquirir ingresos fuera del trabajo?; en una palabra, ¿porque existen el usurero, el receptor de intereses, renta, y lucro? La respuesta fue encontrada en el actual desequilibrio de la competencia, en su carácter unilateral. Descubrieron que el capital ha manipulado la legislación para permitir una competencia ilimitada en el suministro de la fuerza de trabajo, manteniendo los salarios de hambre o en un puro nivel de subsistencia; que una gran competencia es permitida en el suministro del trabajo de distribución, o el trabajo de las clase mercantil, manteniendo así, no los precios de los bienes, sino el lucro que los mercaderes derivan de esos bienes muy próximo a la justa recompensa por el trabajo de esos mercaderes; pero que, por el contrario, no se permite casi ninguna competencia en el suministro de capital, de cuyo apoyo dependen tanto el trabajo productivo como el distributivo para su poder adquisitivo, manteniendo así la tasa de interés del dinero, el alquiler o renta de viviendas y bienes inmuebles y el alquiler o renta de la tierra a un precio tan alto como las necesidades de la gente puedan soportarlo […]
(Y he aquí la declaración de intenciones de su revista)
El Estado, que rebaja al hombre, prostituye a la mujer, corrompe al niño, pisotea el amor, ahoga el pensamiento, monopoliza la tierra, limita el crédito, restringe los intercambios, aumenta el poder del Capital ocioso y, a través de los intereses, las rentas, el lucro y los impuestos, roba sus productos al trabajo duro y honesto.
Cómo el Estado hace estas cosas y cómo se le puede impedir hacerlas es lo que Liberty se propone mostrar con más detalle a medida que avance en la prosecución de sus objetivos. Baste por ahora con decir que el monopolio y el privilegio deben ser destruidos, que la oportunidad existe y que el reto nos anima. Este es el trabajo de Liberty y "¡Abajo la Autoridad!" su grito de guerra.”
Como ya se ha señalado el propio Tucker deslegitimo e invalido las aseveraciones más cerradas de dicho texto, incluso aquellas que servían como puntales de sus argumentos (publicación que por cierto Aparicio en el muy poco mencionado “En lugar de un Libro”) sin embargo, ¿Qué nos quería decir Tucker con esto y aún con muchas otras cosas? Para él, originariamente, el Capitalismo se asentaba sobre cuatro distintos monopolios de clase: “el monopolio del dinero, el monopolio de la tierra, el monopolio de los aranceles o tarifas, y el monopolio de las patentes”
El primero es el que establecen los propietarios, en connivencia con el estado, que controlan determinados “medios de producción” y “bienes de consumo”, por medio de: “tasas de interés, el precio de los alquileres de las casas y edificios, y los precios de los bienes y mercancías en general”, banca incluida, y demás medios de usura.
El segundo es el que se establece sobre los “medios de producción” agrícola, en beneficio esta vez de los intereses “rentistas”.
El tercero son los impuestos estatales que castigan a los que producen en a un “precio más bajo” para impedir que se abarate y “facilite” el acceso a los mismos.
Y el cuarto es el que se establece sobre avances tecnológicos y la “propiedad intelectual”.
Muchos Anarquistas posteriores han aplaudido, sin hacer demasiado hincapié en ningún carácter obsoleto, la simplificación que Tucker hizo con su dedo acusador de los citados monopolios, pero ¿Cómo se plantea superarlos? He aquí el problema…
Para él tanto el Capital como el Producto, y todos los derivados del Trabajo deben pertenecer a los propios trabajadores (consiguiendo así invalidar el papel falsamente prioritario del Capital como “fuente de riqueza”, y por tanto la principal premisa de los defensores del Capitalismo, que aún reconociendo -pues no hay que presumir que sean inmanentemente estúpidos- que la producción depende del Trabajo, creen sin embargo que es el Capital y su acumulación, la piedra angular del desarrollo económico, trasfiriéndole, por tanto, el valor real que ostenta lo producido, al valor ficticio y representativo de lo almacenado, es decir, como si consideráramos que un campo de trigo dorado y la cosecha que, gracias al trabajo, este produce valiera menos que la adjudicatura por medio de una representación simbólica de origen legal (fuerza coactiva) que un individuo haya podido comprar y arrogarse).
La Idea de que tanto el Capital como el Trabajo deben pertenecerle a los productores ya fue lanzada por Bakunin, así nos habla en su discurso de Basilea para la AIT: “Queremos también la igualación de los derechos políticos y socioeconómicos de las mujeres y los hombres, y queremos que la tierra pertenezca a las comunidades agrícolas que la trabajen y el capital y los instrumentos de producción a los obreros, unidos en asociación.”
Y en la compilación de artículos de Maximoff: “Restitución total a los trabajadores: todo el capital, las fábricas, y todos los instrumentos de trabajo y materias primas deben ir a los trabajadores, y la tierra a los que la cultivan con sus propias manos”.
Exactamente las mismas palabras que Tucker, la abolición del Capitalismo, mediante la subordinación del Capital a la voluntad de los productores, el “trasvase” del Capital ostentado por los monopolistas a manos obreras, la destrucción del Capital monopolizado por las “elites de clase”, a favor de “socializar sus efectos y hacer su uso beneficioso para todos en lugar de un medio para empobrecer a muchos y enriquecer a unos pocos”.
Sin embargo, y como ya hemos dicho la fractura se inicia 1º cuando se plantea como llevar esto a la practica, y 2º cuando Tucker quiere realizar tan proyecto mediante la “propiedad privada” ejercida por los productores, y el resto de Anarquistas mediante la “propiedad colectiva”, socializando no solo los “efectos” sino también “las causas”.
Contrariamente a lo que se piensa los anarco individualistas económicos de la línea Tucker no eran “asociales”, ha diferencia de muchos anarco individualistas filosóficos que existía en Europa, así nos hablaba Tucker: “[Lo que plantean los Anarquistas] es una cuestión de conveniencia, de conocimiento, de ciencia; de la ciencia de vivir juntos, la ciencia de la sociedad. La historia de la humanidad no ha sido sino el descubrimiento largo y gradual del hecho de que el individuo es beneficiado por la sociedad exactamente en la misma proporción en que la sociedad es libre y de la ley que señala que la condición de una sociedad estable y armoniosa es la mayor cantidad de libertad individual compatible con la igualdad de la libertad”.
Aún creyendo en la “solidaridad” erró, desde mi punto de vista, el “tiro” estrepitosamente en cuanto a la praxis que ofrecía como solución para la cuestión económica. Su propuesta: La Competencia…
Él creía que la Competencia, practicada por todos los individuos detentadores en adelante del propio capital, puesto ahora al servicio de las personas, y convertido en producto del trabajo de los obreros, reduciría y mitigaría los efectos y desigualdades que él mismo Capital provoca cuando solo existe en su forma monopolística, pues piensa que se garantiza, en la confrontación, la bajada constante del importe del consumo para que este pueda ser accesible a los salarios, dinámica que no puede pararse hasta que, textualmente: “se alcance un precio de costo, o sea, libre de usura”.
Propone así: “la destrucción de estos monopolios y su sustitución por la más libre y amplia competencia”, el actual sistema Capitalista quedaría “barrido”, pues el capital sería solo una “causa-efecto” incapaz de “reproducir cosas negativas”, al verse supeditado al arbitrio de todos y cada uno.
Como vemos no era capitalista tal y como proponen nuestros interlocutores, cosa distinta es que sus planteamientos, en vez de debilitar el monopolio capitalista, acabaran por reforzarlo. Él, tan celoso de la prioridad del Individuo, tan mirado por sus “derechos”, tan observador de su situación, se olvidó, sin embargo, de contemplar la singularidad, características especiales, circunstancias personales, necesidades diferenciadas y fuerzas irregulares de los propios Individuos. La idea de que todos los obreros parten de “iguales condiciones” si, teniendo los medios de producción a su alcance, se dedican a emplear la Competencia, como elemento presuntamente “igualador” de observada importancia, es absolutamente falsa, más cuando de lo que hablamos es de obtener alimentos y otras necesidades básicas. Imaginemos una regata en un río, y al final, en la meta, colgadas de la rama de un árbol, penden, de una rama que da al agua, 10 relucientes manzanas. Contamos con 5 participantes que deben tratar de cogerlas, la idea de Tucker, aún con la mejor de sus intenciones, es conseguir que todos puedan alimentarse (pues hay manzanas de sobra) y además que, esforzando por llegar antes que los demás puedan conseguir tener acceso a una manzana “extra”. Para él es la propia dinámica de la competencia, el afán que tendrán todos por conseguir una manzana de más, el que impedirá que solo 1 pueda quedarse con las 10, pues todos pugnaran por conseguir su parte proporcional… para que tal cosa sea factible, el propone que todos inicien la carrera con idénticas piraguas, se les proporcionan así las piraguas igual de veloces. Comienza la carrera y termina la carrera, y el resultado es que 2 han llegado los primeros y se han repartido entre ellos las 10 manzanas ¿Por qué?... muy sencillo, se creía que dándoles a todos las mismas herramientas (medios de producción) podrían obtener los mismos resultados, se creía que la competencia les haría “esforzarse” para alcanzar simultáneamente la meta y repartirse en igualdad de condiciones las manzanas, se creía esta garantizaría que nadie pudiera acaparar más que los demás… ¡Craso Error!, aún teniendo los mismos medios ¿tenían todos la misma capacidad y disposición para utilizarlos?, ¿tenían todos las mismas necesidades?, ¿padecían todos las mismas circunstancias vitales?, No, ¿Como se pretendía entonces obtener resultados homogéneos de elementos dispares?, podría dárseles a todos el mismo tipo de piragua, pero mientras uno carezca de brazos, otro sea muy anciano para realizar tamaños esfuerzos y el otro, bien porque no sabía utilizar la embarcación, bien por que le parecía mezquino participar en dicho evento, y se negó a competir, no habrá “igualdad de condiciones”.
La igualdad no se basa en darle a “todos una misma cosa”, de lo contrario ¿Tendríamos que tener todos sillas de ruedas aunque no nos hicieran falta?, ¿Acaso en pos de una atención clínica igualitaria, deberíamos de recibir todos quimioterapia aún sin padecer ningún cáncer?, ¿O Acaso en pos de el equitativo acceso a los alimentos todos deberíamos estar obligados a comer carne aún sido muchos vegetarianos? La igualdad no es eso, la igualdad es que cada uno obtenga, según sus personales condiciones, aquello que necesite, la igualdad es tener acceso a aquello que me es imprescindible sin que nadie pueda impedírmelo aduciendo motivo discriminador alguno, la igualdad es saber con seguridad que, cuando en un futuro lo necesite, tendré el mismo acceso que los demás a las cosas que ahora no necesito.
La igualdad se basaba por tanto en darle a todos los competidores, no solo las mismas herramientas para llegar a las manzanas, sino las mismas posibilidades fácticas de alcanzarlas, y mientras se compita no todos tendrán las mismas posibilidades, mientras solo nos conformemos con poner en “común” los medios de producción, no todos podremos alcanzar los elementos necesarios para vivir, pues no todos compartimos la misma naturaleza para producir. Tucker se equivocó de forma absoluta, la solución para que todos puedan saciar igualitariamente sus necesidades básicas no es solo darles las mismas herramientas, pues nunca podrán utilizarlas de igual modo, ni hacerlos competir, pues tampoco nunca podrán hacerlo con igual eficacia, no solo había que entregar a los trabajadores los medios de producción, bien socializándolos, bien por medio de la “propiedad privada”, lo que había que poner en “común” no eran las piraguas, sino las manzanas, lo que hay que entregar a todos por igual no es solo los medios de producción sino el producto de lo que han elaborado, todos tienen que poder tomar aquellos bienes que necesiten para vivir, sin la prescripción de ningún Estado, ningún Comité, ninguna Ley, ningún Sistema, ninguna Propiedad, ni ninguna Competencia… es esa mi concepción del “Comunismo Libertario”.
Pero ¿Significa esto que Tucker sea un “Capitalista” como así lo reclaman sus “ilegítimos epígonos”? En modo alguno, el sistema de Tucker dista, aunque sea potencial, teórica, e intencionalmente, de lo propuesto por los Capitalismos. Si tuviera que retomar el ejemplo de antes para explicarlo, diría que la diferencia diametral con el Capitalismo estriba en que este no hubiera repartido iguales embarcaciones (medios de producción) para todos, contemplando así como algunos irían con lanchas, y otros en patera o simplemente nadando, a su vez el dueño de la lancha hubiera obligado al resto de participantes (conscientes de que sus embarcaciones, y circunstancias físicas, imposibilitan cualquier posibilidad de igualdad, y que por tanto han “perdido” de antemano) a convertirse en su tripulación, quedándose en la meta con 9 manzanas y ½ , y repartiendo la otra mitad entre ”su tripulación”… esto es el Capitalismo, una competencia imposible, amañada, y siempre, injusta, unos ostentan los medios de producción y aducen que “los demás también podrían tenerlos si quisiera”, solo deben “competir”, pero por supuesto solo unos pocos (monopolio de clase) tienen acceso a esos “medios de producción” que posibilitan la competencia, es hay donde se termina el Capitalismo y empiezan otras “hipótesis”, las que, como ya hemos repetido hasta la saciedad, alegan que se nos debe “permitir” adquirir en igualdad de condiciones dichas “herramientas productivas”, sin tener en cuenta que no todos tendríamos la misma posibilidad de producir al mismo ritmo competitivo.
Capitalismo como deliberada forma de engaño, e Individualismo insuflado de buenas intenciones que mientras se asiente en las premisas de la “competencia” y (desde mi punto de vista) la “propiedad privada” no hará más que desvirtuarse y hacerle el “caldo gordo” a los Capitalistas… a las pruebas de este foro me remito, seguro que entre esas dos opciones encontramos las más amplias gamas. Así que si, como parece, habéis leído a Tucker ¡Comprendedlo! O dejar compulsivamente de tajarlo.
Tucker comprendió “deficientemente” muchos de los planteamientos de Proudhon sobre comercio, salario y competencia, sin embargo, muchas propuestas posteriores a Proudhon acabaron por establecer nueva cuotas dentro del pensamiento radical en base a la “justa distribución” y la “igualitaria repartición de las riquezas”, que hicieron empequeñecer al pionero de Besaçon. Tucker en economía, aporto bastante de su genio, copio mucho (a veces “más mal que bien”) de Proudhon (sobre todo del último y más agotado), y con todo ello, sus aportes más importantes se hayan en los “filosófico”, fuera de su tan trillado terreno de la “economía”
Sus planteamientos críticos con el totalitarismo estatal marxista, contra “la usura capitalista y su aguijón monopolístico” (que el pensaba ver destruidos antes de morir, sufriendo una gran decepción, pues según sus propias palabras: “Los monopolios capitalistas, lejos de debilitarse, como yo auspiciaba, se han fortalecido como venenosas Hidras”), y su impugnación de la autoridad, nos siguen siendo hoy útiles, sin embargo, para muchos, sus conceptos económicos se han desdeñado, se ha percibido que podrían facilitar el establecimiento de nuevos privilegios y jerarquías, incluso, con su equívoco verbo, de una nueva “casta policial” (esas ideas de “forma una potencia grande y numerosa”, “alíate, y si hay millones detrás de ti, nadie podrá dañarte” parecen cogidas de Stirner, con la mala interpretación de establecer esto en base a supuestos “acuerdos voluntarios” en los que mediaba el “dinero” -rara forma de voluntariedad esa y más cuando es para contratar un “ejercito policial”-, pues al final todo se reducía a “la compra venta de la seguridad” como “una categoría económica más”, dependiente de las leyes de “la oferta y la demanda”).
Sin embargo, estos son, según mi propio criterio, los errores que cometió Tucker, ¿Hemos entonces de tirarnos de cabeza sobre ellos, abrazarlos ciegamente, y olisquear con nuestra nariz todo lo que haya enterrado, independientemente de que sea “trufas o piedras”, tan solo porque haya salido de la boca de Tucker? He ahí, permitidme que os diga, donde vuestro pretendido “halo anarquista” se desvanece. El Anarquismo, y lo repetiré una y mil veces, no impugna tal o cual sistema por mera pose, no niega a Estado por el simple hecho de negarlo, porque, sin más, este sea un “ente” merecedor de “odio”, lo niega porque encarna la Autoridad, ¿Podéis comprender que si yo condiciono la alimentación y libertad de la gente, su trabajo y su ocio, a mi voluntad, a la de “una asamblea” de obligado cumplimento, a la del Estado, o al número de horas que hayan trabajado, a las fuerzas con las que lo hayan hecho, a lo productivos que hayan sido, o al dinero con los que les obligo a laborar, y con el que después les permito comer, no estaré más que cometiendo un flagrante acto de Autoridad?