Hay marxistas de muchas clases (marxistas-leninistas como los stalinistas, maoístas, guevaristas y troskistas y marxistas anti-leninistas como los consejistas) y hay anarquistas de muchas clases (anarcosindicalistas, insurreccionales, plataformistas, bakuninistas).
También hubo intentos de fusionar ambas ideologías (marxismo libertario) e incluso intentos por superar ambas ideologías, conservándolas críticamente (l@s situacionistas).
Yo soy partidario de esto último. Tengo mi base en el comunismo de consejos (consejismo) porque la considero la teoría basada en la acción más avanzada de la clase obrera, y desde hace casi un año vengo desarrollando mi pensamiento en un sentido anti-ideológico dentro del comunismo antibolchevique.
Según mi opinión, está demostrado que eso de apropiarse del Estado burgués (aunque se lo pinte de rojo) y la planificación estatal de la economía sólo conduce a otro tipo de capitalismo. Los partidos de cualquier tipo, entonces, sólo pueden reproducir política burguesa. (Ver
Tesis sobre el bolchevismo - Helmut Wagner)
Según mi opinión, está demostrado que la gestión sindical de la producción también lleva a tendencias burocráticas que tienden a crear un poder político aparte de los trabajadores. Esto se ve claro con la CNT en la revolución española. (Ver
El anarquismo y la Revolución española - Helmut Wagner)
Destruir la sociedad de clases y crear la sociedad sin clases es una actividad práctica. Por eso, lo que debemos tener en cuenta a la hora de hablar cómo hacer esto es la práctica y la reflexión sobre esa práctica. Todo lo demás es lastre.
Para esto es esencial, más que prestar atención a lo que dicen o piensan l@s anarquistas y marxistas de distinto tipo, prestar atención a lo que efectivamente hacen.
AleST escribió:Lenin habla de que los trabajadores toman el poder gracias a su autoorganización en soviets y que en el mismo momento que forman un estado este empieza a desaparecer en la medida que la burguesía tbn lo hace. Es más, considera que forman un estado y asumen tácticas burguesas en la medida que necesitan un cuerpo que reprima a la burguesia. Vale se dirá que no debe existir un cuerpo especializado porque es una forma de poder y es fuente de verticalismo, pero ¿quizá Lenin no hablaba de algo mas flexible (que fuera elegido de forma democrática y etablecido de forma rotativa, etc...) o incluso que los mismos trabajadores lo hicieran indistintamente (el pueblo en armas)?.
En ningun momento Lenin dice que que el estado proletario sea una como una democracia liberal, y Marx en su momento aplaudió la comuna de París.
Por lo que dices estás citando de memoria a Lenin en
El Estado y la revolución. Por supuesto que, en papeles, la posición de Lenin parece bastante "democrática". El
E y la R es considerada uno de los textos más "libertarios" de Lenin. Propone destruir el Estado burgués y reemplazarlo por un Estado-Comuna basado en la democracia soviética. El partido cumpliría un rol de guía, sería un sistema multipartidario (siempre que todos los partidos acordaran con la dictadura de los soviets). Sin embargo lo que Lenin y los bolcheviques realmente hicieron fue bastante distinto. En la práctica liquidaron a los soviets y reemplazaron la dictadura de los soviets por la dictadura de su partido. Esto se debe a las condiciones en que se encontraban, pero también se debe a su práctica política esencialmente jacobina, que concebía una construcción del socialismo a través de la dictadura del partido socialista sobre el pueblo. Su uso de la consigna de "todo el poder a los soviets" fue totalmente demagógico.
AleST escribió:Por otra parte, ¿que diferencia hay entre el papel del sindicato y el partido como organizacion de masas?, tanto uno como el otro llega un momento en que toman parte en la organizacion asamblearia de la misma forma. Vale, está claro que el partido (sobre todo si ha participado en el sistema parlamentario) supuestamente puede estar mas sujeto a la apricion de burocracias y reformismo, pero ¿no pasó lo mismo con la CNT en la revolución española?.
Sí, pasó lo mismo. La CNT se vio obligada por las circunstancias (aunque tambien esto se debe a la misma práctica anarcosindicalista) a contrariar sus ideales libertarios, centralizando en sus manos la dirección de las fábricas de forma burocrática y colaborando activamente con la burguesía tanto en el gobierno como en la "pacificación" de los conflictos de clase dentro del bando republicano, incluso desarmando a l@s obrer@s dejándol@s a la merced del fascismo franquista y el fascismo stalinista.
Este es otro ejemplo de que a las personas y organizaciones no hay que juzgarlas por lo que piensan, dicen, o por sus ideales o su ideología, sino por lo que efectivamente hacen.
AleST escribió:Quizá la diferencia estribe en que los marxistas aceptan el uso del parlamento, pero en el caso de los revolucionarios (es decir los no socialdemocratas) se usa como elemento de ayuda a la difusion de las ideas revolucionarias (los bolcheviques no fueron excesivamente parlamentaristas). Pero desde pienso que el uso del parlamentarismo era visto como algo positivo por Leniny Marx quizá a que en su época no habían tenido sufientes malas experiencias con el, y desde luego siempre era visto como algo subordinado a la revolucion (no como en el caso socialdemocrata).
No tod@s l@s marxistas aceptan ni aceptaron el uso del parlamento. La izquierda comunista, que ya había rechazado el parlamentarismo de la vieja socialdemocracia de la II Internacional, tampoco aceptó el "parlamentarismo revolucionario" (¡sic!) de la nueva socialdemocracia bolchevique. L@s consejistas, que surgieron de la izquierda comunista germano-holandesa, no aceptaron tampoco el parlamentarismo.
En la ideología, el parlamento puede ser visto como una herramienta que l@s revolucionari@s pueden utilizar para hacer agitación revolucionaria y todo eso. Pero en la práctica, el parlamentarismo refuerza la dominación espiritual de la burguesía y a la democracia burguesa. Los argumentos zalameros de Lenin a favor del parlamentarismo en su panfleto
El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo fueron, en mi opinión, demontados de raíz por Hermann Gorter en su
Carta abierta al Camarada Lenin. Se pueden usar mil argumentos ideológicos para decir pragmáticamente que nuestro uso del parlamento demuestra una flexibilidad táctica que no traiciona a los principios revolucionarios y que el que no lo entiende así es un sectario. Pero la verdad la tenemos ante nuestros ojos, con sacarnos el velo ideológico podemos verla.
Lo mismo pasa con el sindicalismo. Se pueden usar mucha charlatanería para decir que el sindicato es una herramienta válida y que mediante la actividad sindical se puede lograr una práctica revolucionaria. Pero los hechos son más testaduros que las ideologías. Los hechos dicen que la mera acumulación de actividad reformista jamás lleva a una actividad revolucionaria.
Siempre que criticamos radicalmente el reformismo, l@s reformistas nos acusan de que negamos la necesidad de luchar por reformas. Eso es mentira, y demuestra la estrechez de pensamiento de l@s reformistas. L@s revolucionari@s no negamos la necesidad de luchar por reformas a favor de las masas explotadas y oprimidas, sino que criticamos la ilusión (y el comportamiento que se basa en esa ilusión y a la vez la alimenta) que dice que la acumulación de reformas lleva a la revolución y/o que la acumulación de luchas por reformas lleva a una lucha revolucionaria. L@s revolucionari@s decimos que la lucha por reformas debe ser dada al mismo tiempo y de forma consciente (sin ningún tipo de trucos ni política de jefe) que la lucha revolucionaria*. La lucha por reformas debe situarse explícitamente en un proceso de avance sin retroceso hacia la destrucción de la sociedad de clases. Si luchamos por reformas es para resistir mientras luchamos por la revolución, no para "vivir mejor".
Por todo esto, mi opinión es que para buscar coincidencias entre compañer@s revolucionari@s que vienen del marxismo y compañer@s revolucionari@s que vienen del anarquismo no hay que hacerlo en el plano de la ideología**, sino en el plano de la praxis. Praxis entendida como la interacción viva y consciente entre la práctica y la reflexión sobre la práctica (la teoría) en pos de determinados objetivos. Como esos objetivos son prácticos, la base de la praxis es siempre la acción y no el pensamiento.
Por lo tanto, si buscamos la manera de unirnos (o dividirnos) en pos del objetivo de destruir la sociedad de clases no tenemos que hacerlo en base a criterios ideológicos, sino criterios prácticos:
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Una praxis revolucionaria no puede ser autoritaria ni en sus fines ni en sus medios. El autoritarismo dentro del movimiento de l@s explotad@s reproduce en él las relaciones sociales de la sociedad de clases. Por lo tanto, no contribuye a la autoemancipación de la clase, pues es contrario a la autoemancipación de los individuos. En las ideologías anti-autoritarias, se cree resolver esto reduciéndolo a un problema técnico, complementando la propaganda anti-autoritaria con mecanismos que permitan detectar y expulsar autoritari@s de la organización. Pero el problema es al revés: sin dirigid@s no hay dirigentes. Quien sigue a una persona/organización que lucha por la libertad no está luchando realmente por su libertad, pues está delegando la lucha por su libertad afuera de sí. La solución a esto es practicar y promover la democracia directa. Pero no limitándose al modo formal organizativo (establecer un reglamento explítico o tácito de mandatos de asamblea, delegados revocables y rotativos, etc.), sino enfocándose en su contenido práctico: la autoactividad plena de cada individuo. En la democracia directa formal, el individuo
tiene derecho a participar al máximo de sus capacidades. En la democracia directa real, el individuo
debe participar al máximo de sus capacidades. El combate al autoritarismo, entonces, se resuelve por el lado de la praxis de los individuos, no de los aspectos técnicos de la organización. Es un problema del contenido práctico de la organización, no de su estructura formal.
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Una praxis revolucionaria no puede basarse en la actividad sindical o partidaria, cuyos medios y fines (los reales, no los declarados ideológicamente) no salen de la sociedad burguesa y son, en última instancia, autoritarios. Además, el viejo movimiento obrero -al igual que el capitalismo del cual es parte- está en estado de decadencia, por lo que su actividad (¡su mera existencia!) es cada vez más antagónica respecto a los intereses reales de la clase obrera. Lo más reaccionario que puede hacerse es intentar salvarlo o revivirlo. De ahí el papel recuperador y contrarrevolucionario de todas las ideologías (y sus expresiones organizadas) basadas en el movimiento obrero de partidos y sindicatos.
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Una praxis revolucionaria debe basarse en la acción, no en el pensamiento (las ideas). Como dije antes, sólo nuestras acciones, y no las ideas que tengamos, dicen si efectivamente llevamos adelante una práctica revolucionaria. Entonces, si la base de nuestra actividad fuera el pensamiento, nuestra praxis ya no sería una interacción viva entre acción y pensamiento, sino el dominio unilateral del segundo sobre el primero.
Una praxis revolucionaria debe contemplar a la teoría como una guía para comprender la acción, no como una guía para la acción. Esto último lleva a la ideologización de la teoría hasta que pierde totalmente su carácter como tal. Eventualmente lleva a una práctica alienada y la ideologización del pensamiento.
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Una praxis revolucionaria debe luchar contra la ideologización del pensamiento. La ideología es pensamiento muerto, aislado de la realidad. El pensamiento ideológico lleva a una práctica alienada que, más que concentrarse en una práctica efectivamente revolucionaria, busca hacer realidad la ideología. Esto lleva al dogmatismo, al sectarismo, a la falta de creatividad, a la resistencia ante lo nuevo (conservadurismo) y la lentitud de reacción ante lo impredecible. En última instancia, también lleva al autoritarismo, aun si se trata de una ideología "anti-autoritaria". ¿Pues qué es el partido sino la ideología hecha organización? Aun si se trata de un partido no jerárquico con ideología "anti-autoritaria", aun si no persigue la autoridad organizativa sobre el movimiento, su práctica persigue la obtención de la autoridad intelectual o moral, y esto reproduce la relación social dirigentes/dirigid@s. El partido en todas sus formas reproduce la relación social dirigentes/dirigid@s porque centra su actividad en difundir el predominio de su ideología en competencia con otras ideologías y sus manifestaciones organizativas. El partido se justifica y a la vez refuerza la división del trabajo entre "teóricos" y "ejecutantes", entre educadores/as y educad@s. O sea, en dirigentes y dirigid@s.
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Una praxis revolucionaria no puede limitarse a ejecutar un pensamiento revolucionario, sino que debe practicar y fomentar la creatividad. La creatividad sólo existe en cuanto autoactividad individual y colectiva. El/La que se limita a seguir la acción creativa de otr@s, sólo puede hacerlo de forma ejecutiva. Sabemos que la acción meramente ejecutiva (la realización de una idea preconcebida) va contra todo lo que es creativo y espontáneo. A la vez sabemos que la destrucción de la sociedad de clases y la creación de la sociedad sin clases requiere de la autoactividad conscientemente revolucionaria de l@s explotad@s y oprimid@s. Por lo tanto, para nosotros no se trata de contraponer de manera adialéctica a la espontáneo con lo consciente ("lo espontáneo es la forma embrionaria de lo consciente", decía Lenin en su
¿Qué hacer?). Una praxis revolucionaria apunta a que la espontaneidad se haga consciente, y esto sólo es posible en cuanto la autoactividad de los individuos sea consciente.
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Una praxis revolucionaria debe ser integral, no fragmentada o separada. Debe orientarse a la autotransformación de los individuos en seres humanos totales. El activismo tradicional, que acepta la división de la vida en compartimentos estancos y que se autoconfina en el compartimento de "política" (aun si es una política "anti-política"), reproduce también una división social del trabajo totalmente compatible con la sociedad actual al reservar para sí el rol del activista, en tanto especialista del cambio social. Esto también lleva al autoritarismo y a la alienación, ya que l@s especialistas siempre terminan mistificando su especialidad y su práctica implica que l@s especialistas en el cambio social deben ocupar una posición de dirección en el proceso del cambio social (aunque sea a través de la autoridad moral o ideológica). Por lo tanto, nuestra praxis como individuos debe ser integral, sin dividir nuestras vidas en compartimentos estancos ("trabajo de 9 a 5, hago política de 6 a 8") ni alienarnos en roles (que, como estereotipos, son mistificaciones de ciertos aspectos de nuestra individualidad). Esto no significa extender el rol del activista/militante a los demás aspectos de nuestras vidas (esto sería el colmo de la alienación), sino desplegar una actividad de autoformación como seres humanos totales en todos los aspectos de nuestras vidas (intelectual, espiritual, afectivo, físico, etc.) de manera que contribuyamos al mismo tiempo a nuestra autoliberación individual y a la autoliberación general. Nuestra actividad política es sólo un momento de nuestra actividad vital total, por lo tanto debemos tener un enfoque holístico sobre nuestra praxis. Cuando hablamos de la necesidad de una autoactividad consciente hablamos de la necesidad de una autotransformación de los individuos en seres humanos totales.
No se trata de cambiar solamente la manera de luchar, sino de cambiar la manera de vivir.
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Si nuestra praxis debe ser integral, totalizadora, esto debe trasladarse también al aspecto organizativo. La organización es inherente a la acción. La organización es la forma en que nuestra acción se expresa. La organización revolucionaria es indicación de una actividad revolucionaria. La organización reformista es indicación de una actividad reformista. Quienes conciben una organización revolucionaria como algo independiente de una actividad revolucionaria caen en el fetichismo organizativo. Esto se da tanto en la socialdemocracia ("para hacer la revolución debemos crear el partido revolucionario") como el sindicalismo ("para hacer la revolución debemos promover el uso de herramientas revolucionarias como la autoorganización, el asambleísmo y la acción directa en las luchas obreras"). La separación que el reformismo hace entre la acción y la organización también la hace entre la lucha económica y la lucha política, la lucha por reformas y la lucha revolucionaria, la lucha de clase y la lucha de género, la lucha obrera y las demás luchas sociales. Si una praxis revolucionaria implica una actividad que unifique todas estas luchas respetando su diversidad y autonomía (lo cual sólo es posible mediante la unificación voluntaria de las mismas, no por medio de una ideología o programa "unitarios"), esto se refleja en lo organizativo en las organizaciones unitarias. Anteriormente lo fueron los soviets y los consejos obreros. Hoy pueden serlo los núcleos autónomos de base propuestos por el anarquismo insurreccional o una nueva edición de las Uniones Obreras alemanas. No podemos anticipar más que sus aspectos generales: su forma organizativa debe ser compatible con el contenido práctico de la democracia directa y deben tener su base en las unidades de producción, en los barrios y en otros momentos-territorios de la actividad social. De lo que sí estamos seguros es que la existencia de tales organizaciones resultará de la actividad creativa de l@s explotad@s, como lo fueron en el pasado.
Ésta es mi opinión.
* Algun@s reformistas podrían adherir de palabra a esto último. Pero la manera real en conciben el "puente entre la lucha por reformas y la lucha revolucionaria" (¡cuánto dice esta expresión tan mencionada en tantos discursos y textos "revolucionarios"! L@s reformistas conciben a la lucha por reformas como algo separado de la lucha revolucionaria, por lo tanto dicen que buscan construir un puente entre ellas, esto mismo demuestra su reformismo) es pugnar por que
su "organización revolucionaria" (que para ell@s es
LA organización revolucionaria) centralice en sí la dirección -aunque sea moral- de todas las luchas.
¿Cuántas veces hemos oído esa consignita tan pragmática de "por una dirección unificada de todas las luchas"?
Por eso creen que su práctica real -la combinación de actividad reformista y la propaganda de su ideología y/o programa "revolucionarios"- es garantía de esa unidad. Caen en el oportunismo y el sectarismo pues se subordinan a la lógica cuantitativa ("debemos ser más, tenemos que difundir nuestra ideología y hacer crecer nuestra organización"). De esta manera siempre terminan sacrificando sus principios a favor de su éxito como organización. Los hay reformistas de derecha, que se plegan acríticamente a toda actividad reformista y hasta sacrifican toda fraseología revolucionaria; y los hay reformistas de izquierda, que sólo aceptan a l@s "ideológicamente pur@s". Los primeros dicen que los segundos son sectarios. Los segundos dicen que los primeros son oportunistas. Ambos tienen razón.
** La ideología, como pensamiento muerto que es, se aisla de la realidad. Su persistencia sólo se debe a la alienación, a la separación de la conciencia sobre el mundo del mundo tal como es. De ahí que sigan predominando ideologías cuyas condiciones materiales que le dieron origen ya no existen o están en decadencia. Un ejemplo particularmente patético de esto es el liberalismo. Pero otro ejemplo que más debería preocuparnos es el del marxismo y anarquismo, pues la persistencia de estas ideologías genera una división extra en l@s explotad@s partidari@s de un cambio social revolucionario que se basa en motivos que encima de ser ideológicos son anacrónicos.
Además, como los motivos de división son ideológicos y no prácticos, resulta que de ambos lados existen revolucionari@s y reformistas, autoritarismo y anti-autoritarismo. La ideología y su origen/resultado la práctica alienada unen lo que debe ir separado y separan lo que debe ir unido.