Imagino que esta circunstancia aumentó su interés en hacer una película biográfica sobre Patrice Lumumba, el primer presidente del gobierno del Congo libre asesinado con el, como mínimo, consentimiento de la dirección de la ONU: Lumumba (2000). La estética y la organización de la película es la habitual de las biografías de políticos que se hacen para el cine comercial: reconstrucciones de hechos públicos alternadas con secuencias vacías sobre la vida familiar del político que sólo sirven para aumentar el metraje; contraposición entre el protagonista -"político bueno"- y un político malo que, casualmente, suele ser el que sobrevivió al bueno y, por tanto, queda como responsable de los desastres vividos por el país -en este caso Mobutu-. No diré que Mobutu fuese un político bueno, pero sí que no ayuda mucho a entenderle el que se le presente como malo de película o desautorizado en pantalla por el político bueno.
Ahora bien, la película pone en pantalla escueta y claramente las maniobras desestabilizadoras de los países occidentales en sus antiguas colonias, y con ello lleva a cabo una advertencia no por repetida menos necesaria -dado que esas desestabilizaciones han seguido y, si no lo remediamos, seguirán-. A todo esto se puede añadir el partido que saca del paisaje africano y una estructura más elaborada que el 90 % de las películas comerciales sobre políticos -tiene menos medios que éstas pero no deja de estar mejor pensada como cine-. La guinda de esa estructura es un potentísimo e incendiario plano final.

Quien tenga interés en conocer más documentación sobre el golpe contra Lumumba puede leer el libro de Ludo de Witte El asesinato de Lumumba, publicado en castellano en 2001 por la editorial Crítica.

















