Hepatitis C: todos colaboran con Gilead
Más de un año después de que la Oficina de Patentes de India rechazara [2] la solicitud de Gilead Sciences Inc. para su fármaco contra la hepatitis C Sovaldi/ Sofosbuvir, por entender que no suponía una innovación sobre fármacos anteriores, permitiendo desde aquel momento que las farmacéuticas locales comenzaran a producir el genérico, libre de cargas de propiedad intelectual a un precio de entre 100 y 200 euros para un tratamiento de 12 semanas, frente a los 25.000 € [3]que pagábamos aquí por el mismo medicamento, la Oficina Europea de Patentes ha convocado la vista oral para octubre [4] de este año, después de haber permitido a Gilead retrasar el plazo para presentar sus argumentos por escrito desde agosto de 2014 a diciembre de 2014.
Es decir, desde que se demuestra en India que Gilead pretendía patentar un fármaco que no suponía innovación alguna, rechazando la inscripción de la patente de Sovaldi, hasta que los jueces europeos se dignan a citar a la multinacional para iniciar la vista oral han transcurrido casi dos años, durante los cuales Gilead ha seguido sangrando los presupuestos públicos europeos. Así las ventas en Europa han aumentado un 60% [5] desde el 4º Trimestre de 2013 hasta el 4º Trimestre de 2014, desde los 871 millones hasta los 1.381 millones de dólares.
El fabuloso negocio que supone la hepatitis C hace que ni políticos, ni hepatólogos, ni sociedades científicas reclamen al gobierno la emisión urgente de una licencia obligatoria para fabricar el genérico, única forma de poder atender a los cerca de 700.000 afectados en el estado español. Solamente el Sovaldi-Harvoni de Gilead pasó de unas ventas globales [6] de 139 millones de $ en 2013 a 12.410 millones de $ en 2014 (aún no hay datos de 2015 que podrían ser más espectaculares), por lo que cualquier retraso en la decisión en el ámbito europeo supone miles de de millones de € para los bolsillos de los accionistas de Gilead (ventas por 3.400 millones de euros en 2015).
Mientras miles de pacientes sufren y mueren por falta de acceso al medicamento, el presidente de Gilead, John F. Milligan, tranquilizaba a sus accionistas en febrero de 2015 al anunciarles que su previsión es que los tratamientos (y las ventas) se alarguen, al menos, hasta 10 años. [7]
Farmafia: ex vicepresidente de Pfizer, da la voz de alerta y cuenta la verdad sobre la industria farmacéutica
Peter Rost, ex vicepresidente de Pfizer, una de las mayores compañías farmacéuticas del mundo, revela lasconexiones reales entre la industria farmacéutica y las instituciones médicas. Es el autor de El Soplón, confesiones de un sicario de la sanidad.
En un vídeo [8] extraído del documental One more Girl, que trata sobre el Gardasil, la vacuna para prevenir el papiloma humano, Rost cuenta cómo las multinacionales utilizan sus recursos económicos para influir en el establishment médico.
Según sus palabras, ni las universidades ni los gobiernos tienen dinero, los únicos que lo tienen son las grandes multinacionales, que ofrecen becas para la investigación y ponen a disposición de las instituciones todos los medios imaginables, sin escatimar ni un céntimo. Colaboran en las investigaciones, establecen relaciones de confianza y se aseguran de crear vínculos de dependencia económica con las instituciones sanitarias.
También les proporcionan todos los recursos necesarios para desarrollar programas educativos, que estas se verán obligadas a poner en práctica de la manera más conveniente para las empresas farmacéuticas, porque, aunque se trate de dos organismos independientes, si las instituciones médicas rechazan o critican los medicamentos que se promocionan, las multinacionales farmacéuticas les retirarán la financiación, pues no van a invertir su presupuesto de publicidad (o más bien de propaganda) en universidades o sistemas sanitarios que no les sean favorables. Así es como se compra al establishment médico: solo con dinero.
Los redactores jefes de las revistas médicas más prestigiosas del mundo confirman las conclusiones de Rost e incluso llegan a cuestionar una buena parte de la literatura científica publicada, aunque siempre hay profesionales que realizan investigaciones de manera independiente y veraz.
Extractado por Ana Calahorra para CAS
[Madrid] La lista de espera quirúrgica sube y pasa de los 80.000
La lista de espera quirúrgica en la Comunidad de Madrid ha subido por encima de los 80.000 pacientes, una cifra récord desde que hay registros. El plan estructural presentado por el consejero de Sanidad, Jesús Sánchez Martos, no está dando los frutos esperados, al menos no a corto plazo.
El equipo de Cristina Cifuentes decidió acabar con el sistema creado por la expresidenta de la región Esperanza Aguirre para contabilizar a los pacientes que esperan una intervención. La vuelta al sistema común, y fijado por el Ministerio de Sanidad, se saldó con un claro empeoramiento de las cifras en Madrid: la lista “oficial” se situaba en una media de 11 días en junio, y con el nuevo formato cerró el año en casi 43.
Tras deshacer la treta del anterior Gobierno para disminuir los números, 79.444 pacientes esperaban ser operados a fecha de diciembre de 2015. El nuevo dato para enero no es nada halagüeño, puesto que ahora son 80.452 los enfermos que esperan.
La vuelta al cómputo normal fue, para el equipo de Cifuentes, una cuestión de transparencia que quiso completar con la promesa de publicar cada mes los datos de la lista de espera. El consejero de Sanidad ha presentado recientemente su “Plan Integral de Mejora de Listas de Espera Quirúrgica”. En el propio documento, la propia administración hace autocrítica afirmando que “la información de lista de espera de pruebas diagnósticas es parcial y de escasa calidad” debido a “la forma de citar” entre otros aspectos.
“Mientras unos centros realizan la citación por paciente, otros registran exploraciones, lo que conlleva a que los datos de pacientes en lista de espera diagnóstica y la actividad realizada en los centros no sea comparable”, se lee en el plan.
Pero sobre lo esencial, los tiempos de espera, el propio consejero admite que la realidad de lo que un paciente debe esperar para ser operado no se refleja en los datos que hasta ahora aportaba Sanidad. En el sistema anterior, había que superar el preoperatorio con el anestesista para figurar en la lista de espera, y además no se contabilizaba todos los días naturales, sino de lunes a viernes.
