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Transparencia y consecuencia en la lucha anticapitalista y antiautoritaria

Enviado por Octavio Alberola en Jue, 23/09/2010 - 16:42

 Desde mi primer artículo para esta sección ("Opinión") traté de dejar bien claro el por qué había sido y seguía siendo primordial para mi la lucha contra el capitalismo. Y, por si hubiesen algunas dudas, precisaré que es tanto por razones éticas e ideológicas (el rechazo de toda forma de explotación y de dominación) como porque la continuidad de este sistema, que hoy condiciona directa o indirectamente el funcionamiento de todas las sociedades humanas, se ha convertido en una verdadera y grave amenaza para nuestra propia supervivencia. 

Dicho esto, ¿cómo habría podido cerrar los ojos ante esas falsas alternativas al capitalismo que, pese a sus retóricas revolucionarias, continuaban funcionando bajo los mismos criterios productivistas y las mismas relaciones jerárquicas capitalistas? ¿Debería haberme callado ayer, cuando era evidente que acabarían restaurando el capitalismo, y debería hacerlo ahora, tras haber quedado probado que todas esas "alternativas" conducen inexorablemente a la restauración del capitalismo más salvaje?  ¿Acaso no es lo que hemos ido constatado a lo largo de estas últimas décadas?
 
En efecto, tras casi un siglo de luchas revolucionarias por la conquista del Poder y de revoluciones victoriosas, ¿qué es lo que estamos obligados a constatar? Que tras conquistarlo y pretendido haber instaurado el socialismo o el comunismo, ese "socialismo" o "comunismo" no eran más que capitalismo de Estado. Y de ahí que en ninguna de esas experiencias se procediera a la socialización de lo estatal, a dejar en manos de los trabajadores el poder de decisión y la autogestión de la sociedad. Concretamente: para poner fin a la explotación y la dominación. Ni lo hicieron ni lo intentaron, ni en lo económico ni en lo político? Al contrario, todas ellas mantuvieron el salariado y el ordeno y mando de las burocracias, y de ahí que coexistieran pacíficamente y comerciaron con los países capitalistas y acabaran siendo abiertamente sociedades capitalistas. 
 
Cómo no ver pues a dónde conduce la lucha por el Poder y lo antinómico que es su ejercicio con toda tentativa revolucionaria de acabar con él. Claro que lo mismo se puede decir y he dicho del ejercicio del Poder por parte de los socialdemócratas, y de ahí que se deban incluir y yo haya incluido en este balance negativo las experiencias hechas desde la óptica socialdemócrata; puesto que todas ellas han acabado también en fiascos "reformistas" y han contribuido al reforzamiento y expansión del capitalismo.
 
Ahora bien, es verdad que del fracaso de las alternativas supuestamente anticapitalistas (sean las propiciadas por el populismo revolucionario o por la socialdemocracia) no se debe concluir que el anarquismo y el anarcosindicalismo hayan sido más eficaces para poner fin a la explotación y la dominación capitalista. Es obvio que no; pues ni siquiera la experiencia revolucionaria libertaria de 1936 en España permite llegar a una tal conclusión. Además, ¿cómo habría podido llegar a ella cuando el capitalismo sigue siendo, hoy por hoy, hegemónico en el mundo y no sea avisora aún su muerte? Sí, ¿cómo podría pretender tal inepcia, cuando tampoco el anarquismo y el anarcosindicalismo han mostrado ser capaces de cambiar el rumbo actual de la sociedad de clases? Además de que tampoco están, en tanto que movimientos sociales, exentos de críticas; pues es indiscutible que en su propio funcionamiento interno no han sido siempre consecuentes con sus postulados ideológicos, con su ética antiautoritaria que debería preservarles de toda forma de sectarismo y dogmatismo. Lo único que afirmaba y continúo afirmando es la vigencia y pertinencia de la crítica anarquista al paradigma del cambio social a través del Poder, ya sea por la vía "reformista" o la "revolucionaria". Y que esa crítica me parecía más necesaria que antes: no sólo porque, dado el nivel de desarrollo tecnológico alcanzado, la injusticia de la explotación capitalista es cada vez más inadmisible sino también porque el funcionamiento paranoico del capitalismo (privado o de Estado) para el medio ambiente es cada vez más grave y pernicioso.
 
Claro que se puede polemizar en torno a este balance y a la conclusión que yo saco de él. Es verdad que todo es opinable; pero los hechos son lo que son y no creo que mi manera de interpretarlos sea parcial... ¡Qué más quisiera yo que éstos fuesen diferentes, que esas "alternativas" lo hubiesen sido realmente y que el capitalismo estuviese ya en plena agonía! Pero no es así, y por eso sigo considerando primordial luchar contra él y todo lo que contribuye a justificarlo y mantenerlo. 
 
¿Cómo pues se me puede negar, desde posiciones anticapitalistas y antiautoritarias, el derecho a continuar la crítica de ese falso anticapitalismo que tanto ha contribuido a la actual vitalidad del capitalismo?
 
Además de que no lo he hecho desde el anonimato sino a cara descubierta, desde la transparencia y la consecuencia. Dos condiciones que me parecen importantes para un debate sobre el pasado de las luchas sociales, por la igualdad y la libertad, y aún más para hablar de lo que estas luchas podrían o deberían ser hoy. Y lo he hecho a sabiendas de que al hacerlo en tales condiciones me exponía más a los ataques impertinentes de los dos "extremos" de la polarización política e ideológica en la que nos quieren encerrar los incondicionales de esos "extremismos"; pues, es bien sabido que los dos  consideran al que los critica el "amigo" o "cómplice objetivo" del otro.
 
Es por eso que, en nuestro caso, el de los que nos situamos en el campo del anticapitalismo y el antiautoritarismo, no veo que sentido tendría el proceder interesadamente, subjetivamente, a tal crítica, pues lo que nos interesa es comprender el por qué el mundo está como está... ¿De qué nos serviría hacerlo? Y más, opinando desde la transparencia y la consecuencia; pues es obvio que, para comprender el por qué estamos como estamos, es necesario incluirse en el proceso. Además, no tengo nada a "vender"... Los anarquistas no buscamos votos ni cargos... ¿No he dicho que no tenemos nada a proponer salvo a proponer una lucha colectiva contra lo que no nos gusta para hacer posible lo que deseamos: la libertad de decisión para todos? Sé que diciendo lo que pienso, dando mi punto de vista sobre lo que ha sido el discurrir de la historia que me ha tocado vivir, que estamos viviendo, seré objeto de ataques malintencionados y calumnias. ¡Qué remedio, es el precio de no callarme, de ejercer mi conciencia crítica y de tratar de contribuir a profundizarla y expandirla! Y por ello debo seguir haciéndolo, desde la transparencia y la consecuencia, para dejar bien clara mi posición en la lucha anticapitalista y antiautoritaria de hoy en día. Esto fue lo que prometí y lo que voy a intentar hacer aquí, prosiguiendo el debate iniciado a través de esta sección.
 
 
El capitalismo hoy... 
 
La forma en que la "liberalización" de los mercados se ha desarrollado y se desarrolla hoy por todo el mundo prueba que el capitalismo no ha renunciado a su proyecto de expansión y hegemonía planetaria, y que su objetivo sigue siendo el de acrecentar los beneficios de las empresas sin importarle los desastres enormes que tal proceder provoca. Lo que no debe sorprender, puesto que estos desastres hacen parte de su estrategia expansionista y desarrollista desde hace varias décadas. 
 
En realidad, la idea de aprovechar las crisis y los desastres naturales no es nueva, tiene raíces históricas profundas, pero el hecho es que esta estrategia se ha convertido cada vez más en el modus operandi del capitalismo global. Un modus operandi adaptado, por supuesto, a las retóricas de los regímenes políticos donde opera el Capital; pues, para él, lo que importa es alcanzar los objetivos desarrollistas-productivistas que se ha fijado. Y esta estrategia ha funcionado; puesto que, hasta en los países que se reclaman del "socialismo", los Estados comparten la explotación del patrimonio nacional con los actores privados internacionales.  
 
Nunca antes el capitalismo había conseguido una tal complicidad e impunidad en la implementación de su estrategia de expansión y dominación planetarias. Complicidad e impunidad que ha provocado un cambio radical en la relación de fuerzas entre Capital y Trabajo. Una relación cada vez más favorable al Capital. Y ello tanto en el plano nacional como en el internacional. De ahí que esta relación de fuerzas cada vez más desfavorable para el Trabajo se haya traducido en la cada vez más injusta repartición de la riqueza producida. Sólo en los países emergentes progresan los salarios de los trabajadores progresan, y ello por la necesidad de desarrollar el consumo interno. En cambio, en los otros, estancan o retroceden... Y no hablemos del retroceso en cuanto a derechos laborales y a prestaciones sociales. 
 
Lo sorprendente, lo paradójico de este retroceso es que se está produciendo gracias a la gestión política de la crisis producida por el  capitalismo. Una "crisis" que para algunos probaba el "agotamiento" de tal sistema. Y ello pese a que han quedado bien en evidencia las intenciones de los responsables de ella: enriquecerse cada vez más a expensas del empobrecimiento de la mayoría. Y cuando el deterioro del medio ambiente provocado por tal sed de enriquecimiento es también cada vez más evidente y catastrófico, y su costo ecológico más difícil de asumir para la humanidad. ¿Cómo negar pues este resultado y no tomar en consideración esta inédita, paradójica y difícil situación en la que nos encontramos y en la que debe continuarse la lucha contra el capitalismo contemporáneo?  Sí, ¿cómo negarlo? Pero también ¿cómo resignarse y no preguntarse el por qué se ha llegado a tal derrota de la clase trabajadora? Y no sólo por culpa del consumismo...
 
 
El anticapitalismo hoy... 
 
Por supuesto hay -como siempre- muchas "explicaciones" y hasta "propuestas" para resistir... Inclusive las hay llamando retóricamente a hacer la revolución; pero la realidad es que el anticapitalismo ha quedado reducido hoy a un simple y puro lema ideológico. No es sólo el hecho de que en la práctica seguimos todos cogidos en la trampa que nos ha tendido el sistema capitalista (el trabajo asalariado) sino también el hecho de que una inmensa mayoría no ve la posibilidad o no siente por el momento muchas ganas de salir de ella. Y eso sin hablar de los  interesados en que la situación no cambie por miedo a perder sus privilegios; pues en la pirámide del Capital hay desgraciadamente muchos escalones y por ello hay explotados que lo defienden por creerse y ser, en cierta medida, también privilegiados...
 
Lo reconozcamos o no, la clase trabajadora esta hoy a la defensiva y por ello el sindicalismo ("reformista" o "revolucionario") es incapaz de cuestionar e impugnar el capitalismo, limitándose, en el mejor de los casos, a intentar preservar los puestos de trabajo y evitar los recortes salariales (privados o públicos). Y esto es así porque, aunque a algunos les cueste reconocerlo, todas las alternativas socialistas-estatistas triunfantes se han demostrado, hasta el día de hoy, incapaces de producir la abundancia (ni siquiera de lo realmente necesario) y de poner fin a la explotación y la desigualdad que implica el mantenimiento del salariado. Una incapacidad (no siempre involuntaria) que ha contribuido de manera decisiva al descrédito del socialismo como instrumento emancipador y a la revaloración del capitalismo como factor de progreso... 
 
No obstante, es indiscutible que el anticapitalismo aparece hoy como la única posición racional frente a la perpetuación de la miseria, al incremento de la desigualdad en el mundo y al sin sentido civilizatorio. Es decir: la única crítica y el único combate que pueden llegar a ser un día una verdadera alternativa a la injusticia y al caos y despilfarro productivistas del capitalismo. Caos económico y despilfarro energético y humano que, de más en más, nos están conduciendo a un desastre planetario de consecuencias incalculables. O sea que no es sólo por sus "valores" (apropiación de la plusvalía del trabajo, deseo ilimitado de poseer riquezas, crecimiento ilimitado y competición individualista que implica la guerra de uno contra todos) que este sistema debe ser combatido sino también por los efectos catastróficos de la primacía de estos valores para el porvenir de la humanidad: tanto en el plano de la convivencia como de la propia existencia. De ahí la necesidad de afirmar y preservar, en este combate, los valores del antiautoritarismo (la libertad, la igualdad y la solidaridad); pues, sin ellos, el anticapitalismo queda reducido a reclamo populista o consigna antiimperialista de las viejas o nuevas oligarquías nacionales, las que reciclan rápidamente y sin vergüenza alguna los valores del capitalismo. Sin la intención, la firme voluntad de poner fin a la explotación del hombre por el hombre, el anticapitalismo no puede conducir más que al "socialismo" (capitalismo) de Estado. Y ya hemos visto a dónde nos conduce éste. Es por ello que cuantos queremos poner fin a la explotación del hombre por el hombre nos reclamamos del anticapitalismo y del antiautoritarismo.
 
 
El combate anticapitalista y antiautoritario hoy...
 
Claro que no basta, que no es suficiente reclamarse del anticapitalismo y del antiautoritarismo, que es necesario transformar de la manera más consecuente posible las palabras en hechos, no reducir este combate en otra retórica más. Que tenemos el deber de que este combate sea la expresión de una intensión, de una voluntad de cambiar esta sociedad autoritaria y de clases, y, en la medida de lo posible, producir cambios que vayan en la dirección del cambio que deseamos. 
 
Esto es obvio; pero también lo es que el contexto no nos es favorable, que además de tener que afrontar una polarización política (coincidente no obstante en el principio de autoridad), que nos es violentamente hostil, debemos hacerlo sólo con nuestras fuerzas. Pues es evidente que sólo traicionándonos podríamos establecer alianzas... o contar con apoyos de los que combatimos. Queda, es verdad, la masa de los explotados y oprimidos que, en principio, debería sentir como suyo este combate. Pero ya hemos descrito más arriba en qué condiciones se encuentra ella tras las múltiples traiciones de que ha sido objeto y de sus renovados desengaños ante esperanzas fallidas. Sí, queda esta masa, esta mayoría de víctimas del capitalismo que, no obstante, no siempre se lo consideran o no siempre están en condiciones de rebelarse y de intentar cambiar su suerte. Sin embargo, quizás nunca antes las condiciones han sido tan favorables para que esta masa tome conciencia de su explotación y opresión; pues nunca antes se contó con tantos e incuestionables ejemplos de lo que no debe hacerse si de verdad se quiere poner fin a esa explotación y opresión.
 
Esta es la situación en la que nos encontramos y de ahí que debamos adecuar nuestras intervenciones en función de nuestras fuerzas, de lo que tenemos enfrente y, sobre todo, de las perspectivas de encontrar si no apoyos por lo menos una máxima receptividad para nuestras acciones. En otras palabras: creo que debemos ser suficientemente lúcidos para no hacernos ilusiones excesivas; pero que no debemos cejar en seguir haciendo la crítica de todas las manifestaciones impositivas del capitalismo y de todo aquello que contribuya a su consolidación y perpetuación; pues sólo así hay posibilidad de despertar y desarrollar la conciencia crítica de los que sufren la explotación y la dominación. Y en este camino no creo que debamos negarnos a caminar con cuantos, de buena fe, denuncien y combatan los desmanes del capitalismo o los de las alternativas autoritarias aunque éstas se pretendan anticapitalistas. Ya sea en actos de protesta, en manifestaciones callejeras, en huelgas, en campañas de solidaridad, etc., y con organizaciones  no gubernamentales, grupos o individualidades que defiendan los derechos humanos y sean independientes de Partidos, Iglesias o Estados. Y siempre y cuando, además de ser de buena fe e independientes, no se dejen manipular por las instituciones y los incondicionales del Poder, de cualquier Poder. 
 
Esto es pues lo que podemos y lo que creo debemos hacer los anarquistas, los libertarios, los anticapitalistas, los antiautoritarios. Y no creo que haciéndolo haya riesgo de dejar de ser lo que pretendemos ser. Mientras seamos consecuentes con los principios igualitarios y antijerárquicos no puede haberlo; pues ese riesgo sólo podría existir si, de antemano, ya hubiésemos renunciado a ellos. Si ya hubiésemos desertado del combate contra el capitalismo y el "socialismo" autoritario. 
 
 
Provea y GIRSC...
 
Dicho lo anterior, que vale para explicar mi posición en los casos de Provea y  del GIRSC, sólo añadiré que la primera es una ONG que vela por la protección de los derechos humanos y las libertades desde mucho antes de llegar Chávez al Poder y que la reunión del GIRSC (Grupo Internacional de Responsabilidad Social Corporativa) en Madrid, en mayo de 2006, tenía por objeto exigir a las empresas españolas operando en Cuba la aplicación de los mismos derechos laborales de los trabajadores españoles para sus trabajadores cubanos en la isla. Que quede pues bien claro que, para mi, es un deber el denunciar toda violación de los derechos humanos, se produzca donde se produzca, y que me siento solidario de todos aquellos que hacen tales denuncias sean las que sean las víctimas. Como también lo es el denunciar la privación de derechos laborales (en particular el derecho a hacer huelga) a los trabajadores cubanos y el de expresarles mi solidaridad frente al Estado-patrón que en Cuba, pese a pretenderse socialista, les explota y sojuzga.
 
 
"Reformismo"...
 
Creo que el "reformismo" tuvo sentido en etapas anteriores de la historia; pero no actualmente. En esas etapas, el sentido de tal palabra era claramente progresista: mejorar por etapas progresivas las condiciones de trabajo y de existencia de los trabajadores y, en general, de todos los seres humanos. Pero eso era ayer, un ayer ya bastante lejano; pues ahora y desde hace ya algunas décadas, el Capital y los Estados utilizan esa palabra para hacer tragar medidas de retroceso económico, laboral y social para los trabajadores e inclusive para justificar restricciones a la libertad de los ciudadanos.
 
Ahora bien, si nos referimos al sentido del "reformismo" desde el punto de vista programático en los movimientos sociales y en particular en el campo de acción del sindicalismo, es necesario hablar entonces de las dos perspectivas desde las que se planteaba el cambio social: la "reformista" y la "revolucionaria". La primera con una propuesta de cambio gradual y la segunda con una propuesta de cambio radical. Pero, si nos atenemos a lo que han devenido los movimientos sociales y el sindicalismo hoy en día, debemos reconocer que hasta los que siguen sin archivar la revolución son reformistas en la práctica. Claro que éstos siguen pretendiéndose retóricamente  revolucionarios; pero en sus praxis no son menos reformistas que los otros; puesto que, si quieren tener una existencia significativa entre los trabajadores, no les queda más remedio que reivindicar mejoras inmediatas, cuando no oponerse a la pérdida de derechos adquiridos, de conquistas logradas y a salvaguardar puestos de trabajo. Es decir: limitarse a una acción defensiva y dejar para las calendas griegas el poner fin al sistema de explotación y dominación del Capital.
 
No obstante, no creo que sea lógico deducir de lo anterior que esta dinámica sea fatalmente inexorable ni que sea ilegítimo e inconsecuente desear mejorar las condiciones de vida a base de reformas progresivas; pues es evidente que sin ese deseo no habría sido posible desear la revolución. Además, me parece indiscutible que la dinámica social a la obra depende en todo momento de la relación de fuerzas Capital-Trabajo como también el deseo de cambio radical del sistema. Y, en consecuencia, ella puede cambiar; puesto que la relación de fuerzas, como se ha visto en múltiples ocasiones en la historia, es coyuntural y sus fluctuaciones no son debidas sólo a condiciones económicas y políticas sino muchas veces a estados sicológico-comportamentales  "imprevisibles". Pues no debemos olvidar que el deseo de libertad ha estado siempre presente en la historia.
 
 
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Nota
 
Los dos temas que han dado pie a esta discusión están en
 
- Por la necesidad y la urgencia de la crítica
http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/14733 [1]
 
- Retórica y praxis revolucionarias... (Respuesta fraternal a las objeciones de Karina y Ana)
http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/14888 [2]

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