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Retórica y praxis revolucionarias... (Respuesta fraternal a las objeciones de Karina y Ana)

Enviado por Octavio Alberola en Mié, 25/08/2010 - 20:17

El número de lecturas y la serie de comentarios hechos a mi artículo, "Por la necesidad y la urgencia de la crítica” (1), me parecen una buena indicación del interés por los debates en torno a las retóricas y las praxis revolucionarias actuales. ¿Cómo pues conformarse con lo dicho -por unos y otros- y no tratar de seguir avanzando en un tema tan crucial y polémico? Sobre todo que los comentarios -salvo el del que se esconde tras un supuesto Julián G. para insultar y calumniar- reflejan un interés real por el tema y parecen expresar sinceras convicciones o dudas. Lo intentaré pues a partir de los comentarios de Karina y los de Ana. Los de Karina porque, a pesar de algunas interpretaciones y afirmaciones perentorias, me parecen reflejar bien esas "convicciones" y esas "dudas", y los de Ana porque me parecen resumir las "dudas" de Karina y plantear la necesidad de explicar "cómo se llevan a cabo en los casos concretos" las “propuestas anarquistas”...

Consideraciones previas

No estar de acuerdo en todo no me parece ser un crimen ni manifestar tal desacuerdo es hacer el juego al enemigo. Espero coincidamos pues en que discrepar es un derecho inalienable y que ejercerlo ha contribuido a que la humanidad supere sus periodos más sombríos y progrese en el respeto de los derechos humanos.

Dicha esta obviedad, ¿cómo podría pensar que Karina es "una pesada" por no haberle parecido suficientemente convincentes mis explicaciones y que, por ello, haya insistido reiteradamente en dejar constancia de su insatisfacción? ¿Cómo podría pensarlo, tras defender yo el derecho y la necesidad de la crítica al discurso y a la acción política? No, no me han molestado ni me molestarán sus críticas puesto que ella dice haberlas hecho "con respeto y sin ánimo pendenciero". Incluso cuando, pese a las referencias que le he dado sobre mi anticapitalismo y antiimperialismo, me atribuye un silencio, "ante los poderes centrales", que no se corresponde en absoluto con lo que es o ha sido realmente mi actuación militante.  

La verdad del argumento

En efecto, la retórica y la praxis revolucionarias deben ser juzgadas a la luz de lo que dice el discurso y de la práctica que le sigue; pues, como bien dice Ana, "la razón no la da ni la fuerza, ni el número, ni el éxito... La razón la da la verdad del argumento". Y es precisamente la verdad de los argumentos de nuestra crítica al populismo "revolucionario" la que nos da razón. No sólo porque la praxis de ese populismo contradice flagrantemente su retórica revolucionaria sino también porque detrás de nuestra crítica hay una praxis consecuente o, por lo menos, que intenta serlo. Una praxis transparente y verificable, que sí permite confrontar los discursos con sus prácticas, con las biografías. Una confrontación tanto más importante si los discursos y las praxis son de personas que se pretenden y se proclaman urbe et orbi revolucionarias.

Evidentemente, yo no digo ni pretendo que cuantos se proclaman "anarquistas" lo sean o que actúen como tales. Como en todos lados, también entre los anarquistas los hay que dicen una cosa y hacen otra... Inclusive los hay con un "anarquismo" reducido al folklore de las banderitas rojo y negras u otros símbolos supuestamente ácratas. Como otros con conductas sectarias, autoritarias... No obstante, me parece que la mayoría de los militantes anarquistas intenta serlo auténticamente y que sus prácticas, sus biografías, testimonian de una lucha permanente contra la explotación y la dominación, contra los que Karina llama los "peces gordos" del capitalismo. Además, tampoco pretendo que los anarquistas seamos los únicos en llevar esa lucha; pero, lo reconozca o no Karina, nada hay más antinómico con el capitalismo que el anarquismo. No sólo desde el punto de vista teórico sino de la práctica. La historia está ahí para probarlo, y si se consultan las biografías de la mayoría de los militantes anarquistas, desde antes inclusive de los Sacco y Vanzetti hasta el día de hoy, se podrá constatarlo. Y, en mi caso, estoy seguro de que Karina no me habría acusado de guardar silencio ante esos "peces gordos" si hubiera conocido mi trayectoria militante... No sólo porque, por no guardarlo, he tenido que pasar algún tiempo en sus cárceles sino también porque siempre he tratado de ser solidario con los y las que han luchado contra las oligarquías y los imperialismos... Lo que no me ha impedido, claro es, denunciar sus desvíos autoritarios cuando éstos se han producido y vuelto insoportables. Pero siempre dando la cara…  

La importancia de dar la cara…

Es en este sentido que creo va el comentario de Karina cuando afirma, tras reconocer la importancia de la crítica, que “es muy importante cómo se hace, de dónde la hace y quién la hace”. Y tiene mucha razón en considerar importante dar la cara en los debates de ideas; pues sólo así se puede saber si lo que se afirma es consecuente con lo que se hace. Lo que, evidentemente, no es posible hacer cuando las afirmaciones o las denuncias son hechas desde el anonimato...

Firmar únicamente con un nombre propio (Karina, Ana, Pepito o Julián G.) sólo permite identificar los comentarios, pero no saber lo que hacen o han hecho sus autoras o autores ante los "peces gordos"... Entonces, ¿qué valor pueden tener las afirmaciones o acusaciones hechas desde la interpretación beligerante, fruto de la ignorancia, como es el caso de Karina, o de la mala fe, para calumniar y difamar, como es el caso del que fue llamado al orden por el moderador?

Coincidirá pues Karina en la necesidad y el deber ético de situar el debate en el plano de los argumentos y no en el de las descalificaciones, y en que, para conseguirlo, no hay que tener miedo a dar la cara…Se trata, como lo ha dicho Ana, de dejar de lado las diatribas para que sea la verdad de los argumentos la que permita saber quién tiene razón o dónde ésta está: tanto para saber si la crítica es justa como para saber si debe hacerse o no hacerse pública para no desmoralizar a las masas, tal como lo teme Karina. 

¿Ignorancia o beligerancia?

Es con este objetivo que yo he intervenido y lo seguiré haciendo, pues sólo así podremos confrontar seriamente nuestros argumentos, ver lo fundado o infundado de nuestros acuerdos o nuestras discrepancias y hacer del debate una arma útil para avanzar en la lucha contra la explotación y la dominación. Una lucha que a pesar de nuestras divergencias, tácticas o estratégicas, nos es y debe sernos común. De ahí que, al formular y avanzar nuestros argumentos, sea tan importante, tan fundamental, no confundir ignorancia con beligerancia: tanto para que los argumentos correspondan a constataciones y no a interpretaciones beligerantes o a intereses ideológico-partidistas, como para que la beligerancia sea de clase, únicamente contra los que nos explotan y dominan.

Se tenga o no conciencia de ello, el verdadero, el único enemigo de los explotados y dominados es el que les explota y domina. Y no deberíamos ignorarlo ni perderlo de vista; pues desde tiempos inmemoriales el enemigo de los explotados y dominados hace todo lo posible por dividirlos y enfrentarlos, para aparecer con otra careta, para no ser reconocido o para justificarse y así poder perpetuarse.

El interés de los explotadores y dominadores es conseguir que los explotados y dominados no se unan contra los que les explotan y dominan, y que por ello busquen condicionarlos en la obediencia beligerante y en la ignorancia... Y para eso se inventaron y sirven las creencias religiosas, las patrias y los partidos…

Quién desmoraliza...?

El enemigo es el Poder y  Karina sabe que, desde entonces hasta el día de hoy, el Poder ha sido eso o ha acabado siéndolo. De ahí la importancia de conocer y no olvidar la historia, de no ignorar lo que pasó y de no cerrar lo ojos ante lo que está sucediendo... Y de ahí también el deber revolucionario de informarse y de aportar información sobre ello, de poner en evidencia las contradicciones entre las retóricas y las praxis revolucionarias: tanto en las de ayer como en las de hoy.

¿Hay otro modo de contribuir a despertar la conciencia de los alienados sobre lo que les aliena? ¿Es preferible callar y hacerse cómplices de la alienación? ¿Hay algo más desmoralizador que, a posteriori, saberse engañado, traicionado? Sólo desde la ignorancia o la beligerancia ideológico-partidista se puede considerar menos desmoralizador el engaño y la traición que su crítica y denuncia. Sin embargo, eso es lo que Karina parece pensar... Pues, efectivamente, aunque dice compartir muchas cosas de las que yo he dicho, sobre el populismo "revolucionario" y los “salvadores providenciales”, y que está de acuerdo con Julián Contreras cuando éste le dice "que las medidas que toman los gobiernos también pueden desmoralizar al pueblo y sembrar el desánimo", sin embargo persiste en considerar desmoralizadora la crítica que hacen los anarquistas, y en particular la que yo hago "a ultranza a gobiernos tercermundistas".

Y la razón, según ella, es que los anarquistas no comunican bien y yo meto "en el mismo saco" a todos los gobernantes al "decir que Lula, Blair, Zapatero, García, Evo, Chávez, son todos iguales". De ahí que llegue a decir que, para ella, esto "es o mucho sectarismo o mucho desconocimiento", y que "ignorar estas diferencias es fundamental y ahí está una falacia de su (mi) argumento".  

La falacia del mal menor...

Falacia es no decir que lo que considero "iguales" (yo digo "coincidentes") son "sus políticas económicas y sociales", así como sus políticas de criminalización "de los movimientos sociales que les reclaman más justicia y más derechos". Además, el creer y decir, como lo cree y afirma Karina, que esos gobernantes son "diferentes" no invalida el hecho de que sus políticas sean antisociales, criminalizadoras de los movimientos reivindicativos de los trabajadores.

Repito: "¿Hay realmente diferencias entre ellos en la manera de ejercer el Poder y en los resultados?" ¿Ha puesto alguno de ellos fin a las injusticias y a la explotación de los trabajadores? Pues es evidente que si la respuesta fuese afirmativa, si se considera que las hay y son fundamentales, no deberíamos criticar la política de Zapatero porque la de Aznar fue peor y la de Rajoy puede serlo. Con esta” lógica" (la de Karina, no la mía), ningún gobernante debería ser criticado, pues siempre puede haber o habido uno peor, y criticarlo podría desmoralizar al pueblo o, por lo menos, a sus electores... Además, hasta en los peores se puede encontrar siempre algo "positivo", y si eso les eximiera de toda crítica, ¿cómo criticar al capitalismo y sus gestores si también éstos se atribuyen logros en educación, en salud, en seguridad social, etc.?

Es pues esta lógica, la del mal menor, la que nos obligaría a cerrar los ojos y a no criticar la socialdemocracia. No porque su gestión del capitalismo no sea consecuente con el programa socialdemócrata sino simplemente porque la gestión de la derecha sería o podría ser aún más antisocial y antidemocrática. 

La crítica es necesaria, pero...

Karina debería ser consciente de lo ilógico de su lógica; pues, aunque diga que "no basta criticar sino que hay que ofrecer propuestas" y que si la crítica anarquista o de izquierda no las da, "entonces solamente contribuye a desmoralizar al pueblo y a pensar que no hay más que el capitalismo salvaje", ella no deja de reconocer que "la crítica anarquista puede y debe ser una contribución" y que "es necesaria para desarrollar una propuesta nueva para cambiar las cosas". Inclusive llega a decir que la considera "el mejor antídoto para los excesos autoritarios de la izquierda" aunque no deje de insistir en condicionarla: "pero siempre y cuando sea comunicada de mejor manera, con un lenguaje que evite generalizaciones y exageraciones peligrosas…”

Así pues, el problema no es, para Karina, la crítica sino su "lenguaje", la "manera" en que ella es comunicada o “por lo menos críticas como las de Alberola." De ahí que, a pesar de afirmar que "los anarquistas tienen un rol mucho más importante que jugar en el mundo moderno", nos insista en presentar "propuestas claras y viables" y nos incite a "explicar bien" nuestros conceptos... Pues, según ella, utilizamos conceptos "muy abstractos" y propuestas como "autogestión", "socialismo libertario", "libertad", etc., que considera "demasiado amplias"… A lo que Ana agrega que "hay que explicar cómo se llevan a cabo en los casos concretos"…  

¿La viabilidad de la “crítica” condicionada...?

Claro que la  crítica "no es suficiente si no es acompañada de actos y propuestas viables" y que no se debe "conducir el debate desde la 'verdad' y desde el 'conocimiento'" -es decir: desde la 'verdad' revelada y el 'conocimiento' autosuficiente. Pero, todos y todas debemos respetar este imperativo deontológico; pues es muy frecuente ver "la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio".

Ahora bien, el problema es ¿cómo juzgar los actos y las propuestas para saber si son viables? Pues es evidente que juzgar es una acción subjetiva y que sólo a posteriori se puede saber si los actos y las propuestas han sido viables o el por qué no han podido serlo. De ahí que esa condición de viavilidad sea inviable: tanto por depender de la subjetividad como de la temporalidad.

¿Qué clase de crítica sería una crítica condicionada por la subjetividad y la temporalidad? La crítica, para serlo, debe ser libre, y sólo -como dice Ana- le da razón la verdad de los argumentos aportados. Una verdad cuya veracidad sea obvia y verificable. Y esta es la verdad de la crítica anarquista a la actuación política del populismo "revolucionario": tanto por denunciar la contradicción (flagrante o disimulada) entre la retórica populista "revolucionaria" y su praxis como porque su objetivo no es volver al pasado, al capitalismo, sino incitar a los que siguen estando alienados en esas experiencias a seguir luchando por su verdadera emancipación. 

La propuesta anarquista

Claro que esta incitación a la lucha, que para mi como para muchos anarquistas más es suficiente como propuesta, puede parecerles insuficiente a Karina y a muchos más... De ahí que Karina nos reproche el no explicar suficientemente "lo que significa el anarquismo", pues "la mayoría no sabe que es el anarquismo y nadie tiene por que saberlo". Pero, el anarquismo ¿debe ser explicado? ¿Deben los anarquistas decir a la gente cómo emanciparse y organizarse?

Yo no lo creo y tampoco creo que la función del anarquismo sea hacer propuestas... El anarquismo no es, no debe ser una religión o una ideología, y mucho menos una iglesia o un partido que si tienen programado el funcionamiento de la sociedad -por supuesto, un funcionamiento autoritario, clasista, al que todos deben someterse.

Para los anarquistas, emanciparse de la explotación y la dominación, significa poner fin al Poder de unos sobre otros, decidir por si mismos y liberar la imaginación de todos y todas en beneficio de todos y todas. Es una propuesta que sólo puede decirse con el ejemplo: no aceptar ser mandado y no querer mandar. Eso es lo único que les decimos, que podemos decirles a los demás; pues es evidente que tanto en la lucha contra el actual sistema de dominación y explotación como en la experimentación de formas sociales nuevas, no jerárquicas e igualitarias, no debemos imponer ni admitir propuestas que no hayan sido pensadas y aprobadas por todos y todas.

La propuesta anarquista no requiere ser explicada para saber cómo se lleva a cabo en los casos concretos, puesto que, para transformarla en acción, basta con sentir el deseo y la conciencia de la libertad. Un deseo que debe sentirse, instintiva y reflexivamente, que no se puede imponer y, además, que sería inútil querer imponerlo. Se comprende pues que los y las haya que aún necesiten jefes, dirigentes, mentores y proyectos acabados de sociedad para luchar, y que, por ello, consideran la propuesta anarquista insuficiente y utópica. Pero, ¿de qué serviría hacerles una propuesta menos "insuficiente", menos "utópica", más "concreta", si no sienten el deseo de ser libres o si dudan de su capacidad de serlo? ¡De serlo, para decidir por ellos mismos!

Ser anarquista es adoptar una actitud, un comportamiento, una conducta rebelde, opuesta a toda forma de autoritarismo. Por eso es tan absurdo, tan ridículo decir, pretender que son, que somos pocos... Todo o toda rebelde, iconoclasta, lo es aunque no lo sepa, aunque no lo reivindique. Ellos y ellas han sido y son el acicate que ha hecho y hace avanzar la historia hacia horizontes de libertad, de igualdad, de raternidad. Por eso podemos hacer nuestro el apotegma camusiano: "A decir verdad, todavía no hemos salido de la humillación. Mas el mundo gira, la historia cambia y un tiempo se acerca, de ello estoy seguro, en que ya no estaremos solos".

Fraternalmente

Octavio Alberola
 

 

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Nota

(1) Ver el artículo y debate mencionado en http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/14733 [1]
 


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[1] http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/14733