Catalunya clama por la independencia

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Jorge.
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jorge. » 02 Oct 2013, 10:34

anenecuilco escribió:Ya que lo mencionáis, un repaso a la autogestión yugoslava.

http://iceautogestion.org/index.php?opt ... cle&id=454
Ah, si, un buen repaso.
ICEA escribió:Pese a ello, de la experiencia de Yugoslavia se pueden aprender dos cosas: la primera, que es posible organizar relaciones de producción que requieren una tecnificación avanzada basadas en una toma de decisiones horizontal basada en los consejos de trabajadores, y dos, que es prácticamente imposible que estas relaciones de horizontalidad puedan subsistir en una economía de mercado con precios regidos por el capital internacional. O en otras palabras, estructurar la sociedad de forma horizontal es imposible si existen fuerzas exógenas que la amenacen constantemente, como la competitividad de los mercados internacionales o potencias imperialistas extranjeras.

Para terminar, quiero recalcar que allí donde el mercado pueda sustraer un beneficio económico neto, las empresas desarrollarán diferentes mecanismos para poder entrometerse. Así, sin una transformación radical en los países que constituyen el capitalismo internacional y que tienen un comportamiento claramente expansionista, aquellas regiones que quieran abstraerse y vivir de forma autárquica en contraposición al mercado, siempre estarán bajo la duda de que inversiones extranjeras quieran cruzar sus fronteras y amenazar la estabilidad de la región. Yugoslavia pretendió interactuar con los mercados internacionales estableciendo sus propias reglas al mercado, a la vez que no se libró del fetiche de creer que los mercados son la única forma de regir una sociedad de forma eficiente. Los países con los que compitió no se lo pusieron fácil y acabó, poco sorprendéntemente, por ser consumida en su propia incoherencia hasta que necesitó la ayuda de instituciones nada amigables como el FMI.
_nobody_ escribió:Lo que estás exponiendo es que si gana esa coalición que dices (Procés/CUP), tendremos un bloqueo automático. Eso pasará con la revolución social también, eso creo que ningún anarquista lo olvida.
El problema del bloqueo tras una revolución social de corte anarcosindicalista, está descrito. Lo que plantea el anarcosindicalismo es un régimen económico mixto, colectivista/mutualista/comunista, con expropiación de medios de producción, consejos obreros industriales, consejos municipales y regionales, banco del pueblo, reconversión laboral y económica eliminando sectores improductivos, promoción de la producción de alimentos, moneda basada en el valor/hora, carta de producción según valor hora, carta de consumo según recursos de la colectividad, intercambio equitativo y precios basados en la productividad de la empresa. Milicia ciudadana si no hay más remedio. El problema del bloqueo, o de la invasión de productos chinos, sería muy simple: los haríamos más baratos, porque no tendríamos ni el gasto de la burocracia del Estado, ni el problema del beneficio empresarial, ni el gasto de transporte y gestión. Servicios públicos (sanidad, educación, ciencia, pensiones) financiados con los beneficios de las colectividades. Coste del desempleo, cero: todo dios a trabajar en algo útil, y reducción de jornada. Coste de los consejos administrativos regionales, cero. Quien quiera participar en ellos, que se atenga a que es sin sueldo. Se ocuparían de armonizar a los diversos municipios, para evitar los desequilibrios, y el que no anduviese listo en hacerse rentable saldría del mercado colectivo, o tendría que buscarse la vida de otro modo.

¿Que todo eso es música celestial? Ja. ¿Y lo del multiculturalismo ecológico de economía social no lo es? Yo, qué quieres que te diga nobody. Parecerá una chorrada lo que voy a decir, pero el programa económico del anarcosindicalismo, es mucho más sólido y concreto que el de la izquierda independentista. Y no engaña a nadie, no va pidiendo el voto parlamentario, por ejemplo. Además, el planteamiento de crecimiento es diferente: lucha en el terreno económico, creación de organizaciones de base (secciones sindicales y sindicatos), y crecimiento progresivo, o al menos intentarlo. Es una lástima para todos que este proyecto no sea "ilusionante". Aunque yo lo veo más realista que la película de la independencia. Pero bueno. Allá películas, cada cual ve la que quiere.

Y, además, como la izquierda republicana tiene sus propias ideas, es muy simple: el que sea republicano, que defienda la república. Yo apoyaré lo que me parezca conveniente, que está muy claro para mí. El Estado español, es un Estado, a la vista está, represivo, odioso. Muy cutre, mucho más débil que el francés, pero cabrón a más no poder. Le ha dado una paliza del copón a los patriotas vascos, que han tenido que cambiar de estrategia y volverse más buenos que el pan. No contentos con ello, los del Estado -que les tienen puesta la bota en el cuello mientras piden paz-, miran para abajo, y aprietan para ver cómo les protruyen los ojos, véanse las detenciones de Herrira. Estamos protestando por aquí, ¿eh?, algo decimos, no miramos a otro lado, aunque seamos una ínfima minoría y no se nos note.

Por analogía, si hay un proceso de secesión serio en Cataluña, en contra del Mercado, el Estado sacará a sus tropas, y a nosotros en la periferia internacionalista, solo nos quedará el salir a la calle a que nos masacren los de la UIP con las pancartas del "no a la guerra". Es uno de los escenarios posibles.

Puedes decir que con una revolución social pasaría lo mismo. Pero es que no tenemos prevista que la vayamos a hacer en 2014 ni en 2016, plazos del procès. Creo que en una movida "libertaria" habría que llevar otra estrategia. Pienso que procuraríamos por todos los medios evitar un enfrentamiento militar (que perderíamos), y llevaríamos a cabo un desgaste empresarial progresivo, practicando el federalismo, la autogestión, el apoyo mutuo y la acción directa, y construyendo organizaciones de base, territoriales y de industria. Terminología obsoleta, parece ser. Un programa táctico de lucha contra la pobreza, organización de los precarios, etc. Puede hacerse.

Petras dijo en los años noventa, que era una pena que la izquierda hubiese abandonado el terreno de la lucha económica, en el que estamos metidos algunos, con escaso éxito, dicho sea de paso. Petras, que no es anarquista, hablaba de "cobardía", ya que la lucha económica implicaba un enfrentamiento sostenido y duro con el Estado, que obligaría a la pléyade de intelectuales, sindicalistas y políticos emergentes, a buscarse las habichuelas de otro modo que no fuera mediante subvenciones, corruptelas, enjuagues y luz y agua pagados por el ayuntamiento. De aquellos polvos, estos lodos.

Respecto al tema unitario, habría que decir que mientras la mentalidad de "lucha por la hegemonía" recorra las partes, y busquen salir en la foto sin un personaje que tenga por lo menos la credibilidad moral de un Salvador Allende, irá la cosa de cráneo. Unidad sin hegemonía y sin gilipolleces y demagogias, debería de ser la consigna, que aquí todos somos medianitos.

La autogestión yugoslava. Es que tiene guasa la cosa. Cada vez que lo pienso, me entra la risa.


PD:
¡Ja! Menudo rollo me ha salido. Es porque estaba en la cola del ambulatorio, y tenía el 147 para pedir cita. En fin. Qué se le va a hacer. Por lo menos he dicho mi opinión, ahí se queda, y a quien le aproveche, pues mejor. Que se informe a la gente, y que el pueblo decida.

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salvoechea
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por salvoechea » 02 Oct 2013, 11:08

El problema del bloqueo tras una revolución social de corte anarcosindicalista, está descrito. Lo que plantea el anarcosindicalismo es un régimen económico mixto, colectivista/mutualista/comunista, con expropiación de medios de producción, consejos obreros industriales, consejos municipales y regionales, banco del pueblo, reconversión laboral y económica eliminando sectores improductivos, promoción de la producción de alimentos, moneda basada en el valor/hora, carta de producción según valor hora, carta de consumo según recursos de la colectividad, intercambio equitativo y precios basados en la productividad de la empresa. Milicia ciudadana si no hay más remedio. El problema del bloqueo, o de la invasión de productos chinos, sería muy simple: los haríamos más baratos, porque no tendríamos ni el gasto de la burocracia del Estado, ni el problema del beneficio empresarial, ni el gasto de transporte y gestión. Servicios públicos (sanidad, educación, ciencia, pensiones) financiados con los beneficios de las colectividades. Coste del desempleo, cero: todo dios a trabajar en algo útil, y reducción de jornada. Coste de los consejos administrativos regionales, cero. Quien quiera participar en ellos, que se atenga a que es sin sueldo. Se ocuparían de armonizar a los diversos municipios, para evitar los desequilibrios, y el que no anduviese listo en hacerse rentable saldría del mercado colectivo, o tendría que buscarse la vida de otro modo.
A mi me suena a música celestial. El "pero"? para eso hace falta gente formada y concienciada, somos muy cómodos, en eso coincidimos los pueblos hispánicos en la actualidad, estamos muy acostumbrados a delegar y creo que la inmensa mayoría muy confortable delegando.
Não sou nada.
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Jorge.
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jorge. » 02 Oct 2013, 11:48

salvoechea escribió:A mi me suena a música celestial. El "pero"? para eso hace falta gente formada y concienciada, somos muy cómodos, en eso coincidimos los pueblos hispánicos en la actualidad, estamos muy acostumbrados a delegar y creo que la inmensa mayoría muy confortable delegando.
Pues cuando llegue el momento del procès, que también toca música celeste, la gente volverá a delegar. El mensaje que dan es muy simple: vota nuestra candidatura y legislaremos en favor del pueblo. La parte de crear movimiento de base, que la dicen, de forma histórica, se ha visto supeditada al tema electoral. Y cuando la base ha desbordado a las instituciones, la respuesta del Estado, ha sido muy contundente. Así que hay que buscarle las vueltas al problema.

A quienes miren las objeciones que planteo con desdén, les digo lo siguiente. Mi verborrea puede omitirse. Los obstáculos salen solicos. No se para con silencio, los procesos sociales.

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Jove Obrer
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jove Obrer » 02 Oct 2013, 20:47

Interesante artículo del socialdemócrata Vicent Navarro, que ha aterrizado en el independentismo con el Procés Constituent,como muchos otros: http://www.elplural.com/2013/09/29/que- ... catalunya/

Mientras tanto un "socialista" español como Belloch defendiendo el golpe de Estado en Cataluña y las semejanzas de ETA con el PSC (¿en que mundo viven?), mientras día sí y día también altos funcionarios, militares, políticos, personalidades y grupos paramilitares contnuan amenazando con la violencia y el terrorismo cada vez de forma más descarada. Y Duran i Lleida, aquel del PER de los andaluces, aquel anti-indepedentista declarado, parece que busca la ruptura de CiU, viedo lo que sale de su boca después de presentar abiertamente la tercera vía, es decir seguir como estamos pero con mas dinero para la burguesía autonomista.

Este mes es importante para ir definiendo el Bloque Popular, con la hermosa revuelta balear de fondo musical. Espero que nos encontremos CapitalMierda y salvochea.
“Si lo real es móvil, que nuestro pensamiento sea también móvil y que sea el pensamiento de ese movimiento. Si lo real es contradictorio, que nuestro pensamiento sea pensamiento consciente de la contradicción.”

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salvoechea
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por salvoechea » 02 Oct 2013, 23:52

Espero que nos encontremos CapitalMierda y salvochea.
No te sigo Jove :-? a que viene el comentario
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anenecuilco
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por anenecuilco » 03 Oct 2013, 08:08

Debate Pisarello-Asens (Catalunya) versus Rodríguez-López (Madrid), los primeros poniendo el énfasis sobre la posibilidad de incidir en el proceso y los segundos muy escépticos.
Las izquierdas y el 11 de septiembre
Gerardo Pisarello · Jaume Asens

El próximo 11 de septiembre, muchas personas con convicciones democráticas y de izquierdas estarán unidas por algunos sentimientos comunes. Rememorarán con un ánimo similar, seguramente, el criminal golpe de Estado perpetrado contra la Unidad Popular chilena, hace ya más de cuarenta años. Recordarán también, con lecturas compartidas, el atentado contra las Torres Gemelas con el que se pretendió justificar la barbarie de Guantánamo y la política liberticida que ha ensombrecido el mundo desde entonces. Al final, o al comienzo de estas evocaciones, esta relativa comunión se topará con un escollo: la celebración nacional de Cataluña, la significación de la Diada. Aquí, posiblemente, comenzarán a torcerse los gestos, y el imaginario común, compartido, cederá paso al recelo y las discrepancias.

Algo de esto ocurrió ya el año pasado, cuando un millón y medio de personas ocupó las calles de Barcelona, con un inequívoco reclamo soberanista. En algunos ámbitos de izquierdas, la movilización fue rápidamente despachada como el enésimo engaño de la derecha nacionalista. “Es CiU, son las 400 familias de la oligarquía catalana, se trata de una simple manipulación de los medios de comunicación, no es más que un señuelo para ocultar los propios recortes”. En muchos casos, esta lectura no hacía sino activar arraigados reflejos desarrollados en tiempos de Pujol. Al poco tiempo, empero, se vería contradicha por los resultados de las elecciones plebiscitarias convocadas por Artur Mas. La promesa de un viaje a Ítaca con una barcaza desmantelada por las políticas de austeridad naufragaba en las urnas. Pero las posiciones soberanistas no decayeron. Más bien se desplazaron al centro-izquierda o a la izquierda. Creció ERC, creció una ICV-EUiA decantada contra las políticas de la Troika y a favor del derecho a decidir, e irrumpió la CUP, atrayendo –sobre todo en Barcelona– a una parte del 15-M y amparada en su “independentismo sin fronteras” por el propio Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT).

Un sector considerable de la izquierda española se atrincheró en sus esquemas como si nada hubiera ocurrido. Todo –las consultas municipalistas por la independencia, la manifestación del 11-S, las elecciones del 25-N– podía explicarse como un gran espejismo creado por la derecha. Y si CiU había caído en votos, era simplemente porque ERC se había convertido al neoliberalismo más recalcitrante y porque ICV-EUiA se habían rendido a la insolidaridad y al nacionalismo excluyente. Su respuesta frente a esta “deriva separatista”, sin embargo, no era clara. A veces, el silencio. A veces, la invocación de un federalismo ingenuo e incierto, o directamente centralista y homogeneizador, demasiado cercano a propuestas como las de UPyD o el propio PSOE.

Naturalmente, mucha gente sensata no participó de esta lectura. Entendió que algo había ocurrido en la sociedad catalana y que ese algo no podía ser reducido a un maquiavélico golpe de mano de la derecha. Y es que el derecho a decidir en todo –en las relaciones con el aparato de Estado, pero también frente a los mercados– no era a esas alturas una reivindicación exclusiva del grueso de las izquierdas catalanas. Era la reivindicación de ANOVA y del propio BNG, en Galicia; de Bildu, en el País Vasco; de la CHA, en Aragón; de Compromís, en el País Valenciano. De ellos y de muchos actores políticos, sociales y sindicales de las llamadas “periferias” que oponían consignas similares a la política recentralizadora y austeritaria del PP y de la Troika.

Se puede discutir el carácter más o menos incisivo de las propuestas sociales impulsadas por estas fuerzas. O el balance –no exento de sombras– del paso de algunas de ellas por las instituciones. Pero lo que no es de recibo es reducirlas a la caricatura del “nacionalismo excluyente e insolidario” con la que algunas lecturas supuestamente de izquierdas (¿libres del pecado nacionalista?) pretenden desacreditarlas. Todas las mencionadas, a pesar de sus inocultables diferencias, son fuerzas internacionalistas, unidas, hoy, por la impugnación de un Régimen –el bipartidismo PP-PSOE, la Monarquía, los poderes financiero-inmobiliarios a ellos vinculados– que aparece como un auténtico bloqueo para cualquier proceso de democratización. En sus comunidades, pero también en el conjunto del Reino de España. Tan evidente ha resultado este clamor, que hasta Izquierda Unida, venciendo inercias internas, ha apoyado, junto a ICV, CHA, AMAIUR, ERC, BNG y una parte del PSC, históricas mociones favorables al derecho a decidir.

Y pese a ello, el nacionalismo español, tanto en sus versiones más explícitas como en las más sutiles, vuelve a despuntar en muchos sectores de izquierda a la hora de juzgar las manifestaciones convocadas este miércoles en Cataluña. Es obvio que estas girarán en torno a la defensa del derecho a la independencia. Como en Escocia, como en Quebec y como en tantos otros sitios en los que esta reivindicación se plantea con normalidad democrática, sin que nadie agite el espantajo de la limpieza étnica o lingüística, cuando no catástrofes mayores. También es verdad que algunas de las iniciativas previstas, como la cadena humana convocada por la Asamblea Nacional de Catalunya (La Vía Catalana por la Independencia), tendrá un carácter transversal. Y ello quiere decir que habrá personas que participarán en ella desde perspectivas conservadoras, acaso esencialistas. Pero muchas otras lo harán desde posiciones de izquierda o radical democráticas, uniendo a su voluntad de ruptura con el actual aparato de Estado, la defensa de la fraternidad –no impuesta, sino libremente escogida, no homogeneizadora, sino respetuosa de la diversidad– entre todos los pueblos, y sobre todo, entre la gente corriente, la que vive de su trabajo. Esta voluntad será especialmente clara en quienes, además, marcharán en distintos sitios de Cataluña con consignas propias del 15-M, contrarias a la Troika, rodeando simbólicamente hospitales públicos amenazados por los recortes o entidades financieras como la Caixa, directamente responsable de la estafa perpetrada en los últimos años.

La cuestión, una vez más, es cuál será la posición de las personas de izquierdas, de movimientos sociales, o simplemente democráticas, frente a esta encrucijada. Hay una previsible, por repetida, a la que ningún hecho empírico moverá de su sitio. “Otro embrollo, otro engaño nacionalista, otra movilización manipulada, otro triunfo de la insolidaridad”. El problema de estas lecturas, sobre todo cuando vienen de la izquierda, sigue siendo la falta de alternativas que plantean ¿Aplacar estos reclamos con el mantenimiento del status quo o con la evocación de un vago federalismo (¿cuán pluralista?) cuya imposición de arriba-abajo, desde el centro, ha perdido toda credibilidad? ¿Apostar por un gran cataclismo revolucionario que barra o acomode por arte de magia la cuestión de la diversidad lingüística, cultural, institucional? ¿Liquidar, directamente, las autonomías, e imponer alguna variante de “centralismo democrático”, como proponen los más exaltados?

Descartadas estas respuestas, no quedará sino explorar otras. Que a estas alturas solo resultarán viables si pasan por el reconocimiento previo del derecho a una consulta que incluya la posibilidad de la independencia. Para defender este derecho no es necesario aceptar sus justificaciones más esencialistas. Ni ser nacionalista, ni vivir en Cataluña o en el País Vasco ni estar, naturalmente, a favor de la independencia. Simplemente hacen faltan las convicciones democráticas, por ejemplo, de los miles de luchadores y luchadoras antifranquistas que no habían nacido en estas tierras y que hicieron del derecho a la autodeterminación de los pueblos una bandera en su enfrentamiento con la dictadura. O de algunos activistas irreprochables como los del SAT, que hacen lo propio todavía hoy. Si era y es claro para ellos, ¿cómo no va a concitar el apoyo, todo lo crítico que se quiera, de quienes también aspiran a una ruptura con el Régimen bipartidista heredado de la transición y hoy sometido a los intereses de la Troika?

El 11 de setiembre de 1714, Cataluña perdió su soberanía política y quedó sometida a las “Leyes de Castilla”. Pero los catalanes no fueron los únicos derrotados en aquella contienda militar. Junto a ellos, perecieron todos los que aspiraban a un marco institucional menos autoritario, no sometido al orden oligárquico y eclesiástico propiciado por los Borbones. Un siglo y medio más tarde, un federalista convencido (pero frustrado), como Pi i Margall, pudo escribir: “En aquel fuego, ardieron no sólo las instituciones de Cataluña, sino también la libertad de España”.

Como ya ocurrió en otras ocasiones, las movilizaciones sociales que tendrán lugar este miércoles serán la bestia negra de los grandes medios españoles, del PP, de la Casa Real, del Ejército, de los directivos de la CEOE o de Bankia. Y tampoco contarán con el beneplácito de los grandes poderes fácticos catalanes. A pesar de su posición subalterna respecto del poder central –o precisamente por ello– ni La Vanguardia, ni Foment del Treball, ni el Cercle d’Economia, ni los grandes grupos financieros, comenzando por la propia Caixa, ven con buenos ojos el avance de una “aventura” que fuerza a la gente a salir a la calle (¿qué garantiza que vuelvan a sus casas?), que entorpece los negocios y que hace tiempo se les ha escapado de las manos.

A la hora de pronunciarse sobre estos reclamos rupturistas en Cataluña (que existen también en el País Vasco, en Galicia… ¡incluso en Andalucía!) las izquierdas españolas, las del sur de Europa, deberían prestar atención a este hecho. Después de todo, quienes más le temen se parecen bastante, demasiado, a los que, en aquel otro 11 de setiembre, aplaudieron a Nixon, a Rockefeller, al diario El Mercurio y a los planificadores de la aciaga noche que se cernía sobre Chile.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6259
Las «izquierdas» ante la revolución democrática en Cataluña

El pasado 9 de septiembre, en la víspera de la Diada, Jaume Asens y Gerardo Pisarello, publicaban en su blog la entrada Las izquierdas y el 11 de septiembre. Según su objetivo declarado trataban de interpelar a las posiciones políticas escépticas «desde la izquierda» con respecto del «inequívoco reclamo soberanista» surgido en la Diada de 2012. Según los compañeros, algo llamado «izquierda española» corría el riesgo de despachar este desbordante momento expresivo con argumentos ramplones acerca de la manipulación del proceso por parte de la derecha catalana. Su posición es que el proceso va mucho más allá de ocultar la impopularidad del virulento programa de recortes que estaba desarrollando el gobierno de CiU. Y que éste se presenta como una oportunidad real de cambio político radical (Procés Constituent) capaz de desbordar a las élites en Catalunya.

En lo que viene siendo el desarrollo argumentativo favorable a «cabalgar» el proceso soberanista como oportunidad de cambio democrático, Asens y Pisarello reproducen un esquema conocido. Una interpretación bastante similar en la forma al análisis marxista-leninista sobre los procesos de liberación nacional en los años sesenta. En la base del proceso, una gran onda de movilización popular «desde abajo». La burguesía nacional, en este caso CiU, estaría intentando emplear de forma «oportunista» esta ola pero, en realidad, se habría colocado entre la espada y la pared de una fuerza popular de ruptura que le desborda y una independencia en la que no creen. La única posición política razonable es profundizar y dar continuidad a este proceso y buscar redirigir su contenido «nacional» hacia lecturas tendentes a la transformación social.

Con Pisarello y Asens tendremos que rehuir de todo análisis de corte mecanicista basado en las operaciones de manipulación por parte de las élites sobre una población propensa, hoy, a cualquier soflama que sirva de ilusión de una posible salida inmediata de la crisis. Sin duda, el juego de actores es complejo y no se puede reducir a los juegos de voluntad de las élites catalanas. Por otra parte, es dificil no reconocer que en las sorprendentes expresiones de fuerza del soberanismo catalán hay un deseo evidente de transformación democrática. La cuestión radica sin embargo en analizar las condiciones para que este movimiento derive efectivamente en un proceso de radicalización democrática. Y un requisito indispensable, en el corto-medio plazo, es que éste pase del propandístico «Espanya ens roba», a nuestro enemigo inmediato son «los 300 de Millet».

En este sentido, hay que reconocer que las condiciones de partida no son las óptimas. Existe, por supuesto, y desde hace décadas, un ámbito político independentista de calado en Cataluña. Pero al menos hasta fechas muy recientes éste ha sido un espacio político estable. No parece que se pueda reconocer ninguna prueba documental de que la reciente onda soberanista haya surgido a partir de un crecimiento autónomo del ámbito independentista tradicional, aun cuando éste haya sido crucial en el vuelco soberanista de una parte creciente de la sociedad catalana. Antes al contrario, en tanto «movimiento popular» no deja de resultar paradójico que «elija» irrumpir en un ritual de Estado, vertebrado desde arriba, como es la Diada de Cataluña, y siempre de la mano de los media insititucionales hegemónicos en el país. Más sorprendente aún es que este movimiento no haya dado muestras de existencia, al menos en la escala de masividad que se le supone, al margen de estos rituales de Estado controlados por el nacionalismo mainstream. En otras palabras, la ola independentista “desde abajo”, como fenómeno incremental y no como nicho estable de la política catalana, parece que no ha conseguido en ningún momento superar el transversalismo y cierto control desde arriba impuesto por sus principales beneficiarios: la dupla CiU/ERC, aun cuando entre éstos se jueguen innumerables tensiones. En estas condiciones no es de extrañar que el independentismo de izquierdas se haya visto obligado a que toda su acción política en el último año se concentre en exactamente eso, afirmar su condición “de izquierdas”.

Caso de que se acepte esta premisa, sin duda discutible, un análisis medianamente calibrado de la coyuntura requiere abandonar el térreno de la autojustificación, que en ocasiones roza la excusa no pedida -”¿Que otra cosa podríamos hacer?”-, en el que se mueve el artículo de Asens y Pisarello y apuntar, aunque sea esquemáticamente, algunos elementos de análisis materialista que se distancien tanto del marco de las “guerras cultural-nacionales”, como de una interpretación de los procesos de liberación nacional tomada casi literalmente de los manuales de los años sesenta y setenta. Se trataría de introducir rigor analítico en la discusión, para ir un poco más allá de los evidentes excesos ideológicos y emocionales que en demasiadas ocasiones gobiernan esta discusión.

En realidad, las bases materiales de la Vía Catalana las podemos encontrar en la particular forma de desmembramiento del régimen del 78 catalán y que se viene declinando en una triple crisis de onda larga en tres ámbitos principales: económico, político y cultural. Sin tener en cuenta esta dimensión material de crisis es complicado hacerse cargo de la dimensión de huída hacia delante dirigida por las élites que parece entreverse en el proceso soberanista, y lo lejos que está, como dicen sus defensores por motivos “estratégicos”, de ser una ventana de oportunidad para la ruptura con el régimen del 78 en Cataluña y en el resto del Estado. De hecho, todo apunta, antes bien, a que se trata de una apuesta tendente a su reproducción. Por lo demás y, siempre en el contexto de una larga crisis “propia”, quizás no haga falta insistir en que la presunta recuperación de la soberanía sólo puede pasar por la secesión respecto del verdadero poder soberano que hoy se ejerce tanto sobre catalanes, como sobre griegos o españoles: la Unión Europea y la dictadura financiera. Y que esta dimensión está completamente ausente del debate público articulado en torno al soberanismo en Catalunya: otra evidente debilidad.

La crisis tiene, para comenzar, una muy importante dimensión económica que apenas se analiza en los discursos independentistas. Nos referimos al proceso de reconversión de la economía catalana de una matriz fundamentalmente industrial a un modelo económico de base turístico-inmobilaria de resultados ambivalentes, pero bien maquillados por el marketing gubernamental. Este desplazamiento ha cambiado la estructura de clases catalana, pero también la posición de sus élites en el marco del Estado español. La crisis de la estructura económica catalana es profunda, de largo recorrido, y no empieza en 2007. Se arrastra desde los años setenta y se solapa con los intentos, fallidos a medias, de convertir la región en un nuevo espacio «ganador» de la globalización. De mala manera nos podemos orientar si hacemos caso de los eslóganes triunfales, del marketing de ciudad marca o de la publicística institucional. Cataluña ha transitado en tierra de nadie. Su trayectoria es singular en el contexto español. De ser la mayor aglomeración industrial del país ha pasado a asumir progresivamente el modelo de especialización financiero-inmobiliaria que la asimila al resto de las economías del Mediterráneo español. De hecho, esta «levantinización» del modelo catalán sólo consigue distinguirse por las inercias de su pasado industrial y la mayor complejidad de la economía metropolitana barceloní.

El corolario de este rápido desplazamiento ha sido una progresiva perdida de niveles de cualificación de la fuerza de trabajo y una desarticulación progresiva de sus estratos medios, cada vez más sometidos a la brutal precarización que imponen los modelos de crecimiento financiero-inmobiliarios. Es esta clase media fragilizada, acechada por el desclasamiento y la perdida de derechos sociales, lo que constituye la base social de la Vía Catalana. La propensión populista de la clase media, la radicalización del discurso, la común sensación de usurpación por parte de España, la asunción la unidad nacional, aún con los mismos actores que han sido gestores e impulsores del expolio social, etc., son reflejo ideológico de una sensación compartida de fragilidad, de riesgo de desafiliación. Valga decir que es en relación con este sector medio, heterogéneo y descompuesto, pero que tiene una posición de interpelación preferente en los discursos electorales y en la agenda pública sobre el que pivotan las posibilidades del cambio.

En este proceso también han salido transformadas las élites catalanas. Éstas ya no son la vieja burguesía industrial pero tampoco han llegado a convertirse en élites globales como las que, con distintas especializaciones, vemos en las urbanizaciones cerradas del norte de Madrid, en las mansiones de Neguri o, incluso, en los consejos de administración de las grandes empresas del capitalismo turístico balear. Quizás nunca antes en la historia moderna de Cataluña, el interés de su élite coincida de una forma tan exacta con la gestión de la finca propia, casa nostra. Hasta el punto de soldarse y fundirse con su principal negocio: la industria turística, el hub logístico, el mercado inmobiliario, los contratos públicos, la externalización de servicios. Aquí se descubre bien a qué juega verdaderamente la élite catalana. No es la independencia, son la ventajas competitivas –fiscales, en infraestructuras– necesarias para ganar posiciones en el juego de competencia global. No es la independencia, pero ésta puede jugar un gran papel como baza de negociación frente al Estado.

También esta crisis tiene una indudable dimensión política, Cataluña ha sido el laboratorio español de la crisis institucional del régimen. La crisis del sistema de partidos antecede en casi una década lo que sucede en el resto del Estado. Cataluña, ha sido desde los años noventa el territorio en el que se ha expresado una mayor desafección política. Ésta resulta patente en los porcentajes de abstención electoral. Así pues, lo que propiamente podríamos llamar la «crisis del régimen catalán» precede a la crisis económico-financiera. Su periodo decisivo fueron los años del Tripartit y ha seguido creciendo a golpe de escándalos de corrupción y virulentas oleadas de recortes. Ante esta situación, los movimientos, aun cuando han contribuido a agudizar la quiebra institucional, han sido incapaces de formular un diagnóstico sistemático de ella, como por otra parte ha sucedido en el resto de Europa, basculando entre el municipalismo por abajo y una suerte de independentismo radical por arriba.

La quiebra del modelo de partidos tradicional ha provocado que desde los años 2000 hayan aparecido formaciones partidarias nuevas que han puesto la cuestión nacional (incluyendo xenofobias y racismos varios) en el centro de la política catalana. En este escenario, la ambigüedad de CiU y el seguidismo de ERC, arrastrando y luego moderando la pasión independentista, tiene perfecto sentido. De una parte, pretende recuperar la legitimidad y la identidad entre gobernantes y gobernados, superar la crisis de representación. De otra, desplaza la «crisis final» a un futuro incierto en el que la recuperación económica, la presión europea y los gestos del Estado central pueden volver a encauzar la situación hacia la normalidad.

En resumen, el proyecto de independencia (que no su realidad), según el actual marco de fuerzas, parece más funcional a la oligarquía catalana, que a un proyecto radical democrático. En los tres aspectos críticos a los que se enfrenta el modelo institucional y económico catalán, las élites son capaces de sacar ventaja:

En lo que se refiere a la crisis económica, la baza de la independencia es un órdago en toda regla. Pero el corazón de su apuesta está en la consecución de nuevas ventajas fiscales y competitivas en el marco de la competencia territorial global. Lo que ahora se dirime es si en caso de una independencia real, el cálculos de ventajas puede llegar a resultar favorable para las élites catalanas. Caso de que lo sea para una parte sustancial y decidida de las élites económicas y políticas, la independencia se hará realidad.

El juego a la independencia con sus ires y venires de declaraciones políticas y gestos grandilocuentes, con la puesta en escena de una nueva teatralidad mediática ha cancelado, al menos temporalmente, la crisis de representación que venía larvada desde hacía ya largo tiempo. Hoy la agenda política es de nuevo la agenda que marcan los actores políticos y los media. El 15M y los proyectos de radicalización democrática (incluido el Procés Constituent) parecen condenados a perder siempre protagonismo en este escenario.

La crisis civil, y social, que se manifiesta en las tendencias a la fractura y en la posibilidad de un proyecto alternativo, que hasta hace bien poco podía ser al menos parcialmente asimilado en la cultura progre oficial, está en vías de cerrarse en la recomposición de un proyecto nacional. Recuérdese que la nación es ante todo, comunión entre clases, sutura de las divisiones y solidaridad ante el enemigo exterior.

En definitiva, la «oportunidad política» que las izquierdas han encontrado en la Vía Catalana no se ha probado todavía en los hechos. Antes al contrario, el único ganador evidente es un viejo actor político del sistema de partidos, el independentismo sincero de ERC, así como su clon invertido: Ciutadans. En el escenario más radical, la recomposición del sistema de partidos puede pasar por estos dos palos. En otros términos: la opción de reemplazo institucional está ya preparada; no hará falta el juego moderado entre CIU y PSC. Por otro lado, la posición de aquellos que apuestan a la radicalización del proceso, si bien con una escasa capacidad social para invertirlo y moverlo, juega como mecanismo de legitimación de la versión conservadora del mismo. En términos clásicos: la opción de radicalización por la izquierda corre el riesgo de convertirse en el ala izquierda de la regeneración.

Se como sea, la debilidad actual de la oligarquía es real, al igual que la crisis del régimen institucional catalán. Esto mismo es lo que determina el resultado incierto del proceso soberanista, que puede (como es más probable) ahogarse en un pacto inter-élites en un nuevo modelo territorial de Estado, pero también en un proceso de independencia real de una república catalana. Dicho de otro modo, con Asens y con Pisarello debemos reconocer que esta debilidad y crisis es la ventana de oportunidad de la revolución democrática. En lo que no coincidimos es en la posición táctica y en el juego de alianzas. Para que la apuesta por una radicalización democrática crezca y se consolide es prácticamente imposible tomar como terreno de lucha el mismo que sirve a la regeneración de las élites.

Por contradictorio y repleto de tensiones que se reconozca, el terreno de la vía a la independencia, la posibilidad de una revolución democrática arranca sobre la apertura del 15M, la superación de la retórica estrictamente nacional, la construcción de un discurso antioligárquico decidido y la recuperación de la dimensión europea. Hoy por minoritarias que sean estas posiciones parecen las únicas bases sólidas para construir otra política en Cataluña. Y esto, sea en el marco del Estado español, sea en el de una república independiente que apueste por una alianza con los países del Sur frente al dictado financiero de la Unión Europea.

Texto de Emmanuel Rodriguez e Isidro López

2/10/2013
http://madrilonia.org/2013/10/las-izqui ... -cataluna/
When the Union's inspiration through the workers' blood shall run,
There can be no power greater anywhere beneath the sun

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jove Obrer » 03 Oct 2013, 19:42

salvoechea escribió:
Espero que nos encontremos CapitalMierda y salvochea.
No te sigo Jove :-? a que viene el comentario
Nada raro, que por lo que habeis dicho tanto CapitalCriminal (no Mierda, un lapsus) y tú, espero que compartamos los mismos espacios.

Por cierto ya que ha salido mucho en este hilo Santa Coloma: http://www.gramenet20.com/teresa-forcad ... l-sagarra/
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jove Obrer » 06 Oct 2013, 17:47

Los empresarios piden a Madrid que mueva ficha y ofrezca caramelos al pueblo de Catalunya para frenar la ruptura.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ ... an-2715177
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Xell » 07 Oct 2013, 20:26

Jorge. escribió:Si se plantea una salida del euro y de la UE con economía planificada, lo más inmediato que yo haría (tiemblo) sería crear un sistema proteccionista y un mercado interior defendido con fuertes aranceles. Lo cual conlleva que los demás países frenen las exportaciones catalanas, gravándolas o impidiéndolas de mil modos. Y está el problema del abastecimiento energético, que no sé cómo se imagina, o al menos yo no tengo ni idea...
... ¿por qué?
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jorge. » 08 Oct 2013, 07:18

Xell escribió:... ¿por qué?
La verdad es que ahora mismo no lo sé. Si los que van a la conquista del Estado no tienen planes económicos para el "después de", todo lo que se hable es economía-ficción. Desconozco los planes de los ingenieros.

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Xell » 08 Oct 2013, 14:52

No, si lo digo porque a lo mejor les dá por el socialismo catalán con características chinas.
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jorge. » 08 Oct 2013, 15:28

Pues menuda perspectiva. Economía dirigida con libre mercado. En China el PCCh dice que hay una explotación muy grande de los trabajadores, pero que es necesaria ahora para abolirla en el futuro. Ya se verá. Da la impresión de que eso de la independencia, va pa largo.

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jove Obrer » 08 Oct 2013, 19:12

Ha salido recientemente un libro interesante, divulgativo para toda esa masa potencial que se mueve en el nuevo independentismo. http://www.icariaeditorial.com/libros.php?id=1402

Imagen

Me ha hecho mucha gracia tonta ver "los nombres" de los autores, solo falta Pujol :lol:
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jorge. » 08 Oct 2013, 19:14

Sería interesante disponer de una versión digital, y a ser posible en castellano.

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Jove Obrer » 08 Oct 2013, 19:41

Hay quien si se esta posicionando en el escenario: http://www.vilaweb.cat/noticia/4148320/ ... encia.html
El secretari general d'UGT a Catalunya, Josep Maria Álvarez, és el darrer entrevistat en la sèrie d'entrevistes sobre la independència de Catalunya del col·lectiu Amb Independència. Álvarez explica com ha de canviar el món laboral per a una Catalunya independent. Creu que els sindicats haurien d'adoptar el model nòrdic d'afiliació de treballadors, on els sindicats s'autofinancen, i considera que el nou estat s'ha de centrar a canviar el model productiu i promoure la productivitat, que ha caigut en els últims anys, incloent-hi els de bonança econòmica. Es mostra obert a revisar el sistema del subsidi d'atur i la vinculació de salaris a productivitat. I també assegura que les pensions en una Catalunya independent són garantides. 'Les pensions no poden ser un argument contra el fet que Catalunya faci camí tota sola', diu, perquè serà un estat econòmicament viable i perquè la Seguratat Social a Catalunya ha tingut sempre superàvit.
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