Como se ha visto en intervenciones anteriores, Largo Caballero no compareció, las armas no llegaron y la CNT fue puesta a un lado, porque la ERC de Companys no quería tratos con la CNT. Se ve que los miembros de la CNT no estaban en contra de pactar y negociar con otras fuerzas políticas, siempre que los movimientos revolucionarios tuviesen carácter de transformación social, y no sólo un mero cambio de gobierno. Es decir, que por lo que llevo leído hasta ahora, la política de la CNT era:Estábamos en el verano de 1934. Era una tarde muy calurosa. Tomábamos café acomodados en la terraza de un bar de la calle de Cortes, cerca de la Plaza de España, de Barcelona.
Eramos Francisco Ascaso, entonces secretario del Comité Regional de la CNT de Cataluña, Buenaventura Durruti y yo. Los tres pertenecíamos al Comité de Defensa Confederal de Cataluña...
Ascaso nos pidió que le acompañásemos a la entrevista que le habían pedido por un enlace Rafael Vidiella y Vila Cuenca, ambos presidentes de 1a UGT y del PSOE de Cataluña... Llegaron puntuales...
Pidieron cervezas y entramos en el fondo de la cuestión. Acababan de regresar de Madrid y se trataba de preparar una entrevista con Largo Caballero, que dentro de unos días llegaría a Barcelona para ultimar con Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña, los detalles para un movimiento revolucionario que acabara con el gobierno de derechas.
Largo Caballero les había encomendado un sondeo de la CNT de Cataluña sobre la posible entente revolucionaria con nosotros. Me llamó la atención que el encargo era entrevistarse con la CNT de Cataluña, y no en plano nacional, tratando con nuestro Comité Nacional, entonces radicado en Zaragoza. Aquello suponía buscar tratos por regiones, prescindiendo de la CNT cómo entidad nacional. De esta manera no llegaríamos a conocer sus planes, Ignoraríamos el alcance del movimiento y, lo que más debía importarles, evitaban contraer compromisos en caso de triunfo del movimiento proyectado. Consideré que tal debía ser su táctica con nuestras organizaciones regionales y, para mis adentros, opiné que valía la pena de seguir la entrevista hasta llegar a conocer más detalles.
Les escuchamos atentamente, inquirimos si la revolución que proyectaban sería estrictamente limitada al cambio de gobierno, o social con la puesta en marcha de una profunda transformación social. Según ellos, el PSOE y la UGT trataban de radicalizarse. Pensaban que la revolución proyectada sería federalista y socializante; de ahí su compromiso con Esquerra Republicana de Cataluña y los contactos que buscaban con nosotros. Supuesto que nosotros aportaríamos las masas, pero carecíamos de armamento, les preguntamos qué aportarían ellos en Cataluña. Contestaron que estaba previsto poner a nuestra disposición una importante cantidad de armas.
- Unificar al proletariado español en una central sindical.
- Realizar avances sociales por sí sola o en conjunción con otras fuerzas tendentes a lograr la emancipación o independencia de los trabajadores.
No tienen problemas los anarquistas en estar junto a Macià, junto a la UGT o junto a cualquier fuerza que tambalee el orden social existente. Pero no apoyan movimientos políticos en los que se vaya a un simple cambio de gobierno. No firman el Pacto de San Sebastián que une a las fuerzas políticas por la república por eso. Por eso siempre fueron perseguidos por sus antiguos aliados cuando llegaron al poder.
Nosotros queremos que Catalunya no sea una colonia como esas que tienen los señores fabricantes de Barcelona, en las que están esclavizados sus obreros. SAlvador Segui
La CNT y el anarquismo tenía fuerza y proyecto. Sus "aliados" políticos carecían de escrúpulos.
El separatismo de los separatistas de Cataluña, la idealidad de esos hombres que hace unos meses, cuando dirigían sus peroraciones al pueblo, se llenaban la boca con aquellas expresiones de «queridos hermanos», «os quiero como a hijos míos» y demás zarandajas paternalistas, ha quedado demostrado hasta la evidencia que tanto su separatismo como su idealismo quedaba reducido a un afán de comerse a Cataluña, a San Jorge y a la misma Generalidad, antigualla carcomida que con muchas prisas y sudores extrajeron de los archivos históricos tan pronto como los gobernantes de Madrid tuvieran un poco sobre los patriarcales bigotes de Macià [sic].
De hombres y políticos traidores ¿qué se podía esperar? El humillado por un superior gusta de humillar a sus inmediatos inferiores. Aquellos políticos hambrientos de sinecuras, arriaron la bandera del separatismo solamente porque se les tolerara el comer a dos carrillos. Por de pronto, se comieron las barras y la estrella solitaria; después, todo cuanto ha caído bajo sus fauces abiertas, hasta su propia vergüenza.
Pero había unos hombres, los anarquistas, que les estorbaban durante su cotidiano deglutir. Los anarquistas les decían a los trabajadores cuántos apetitos inconfesables esconden las melifluas palabras de los políticos, aun cuando esos políticos se denominen de «la Izquierda catalana». Y a medida que los anarquistas conseguían que el pueblo trabajador fuera dejando, despreciativamente, a los políticos que comían y a los que estaban a dieta esperando su turno, los hombres de ese partido que se denomina «Izquierda Republicana de Cataluña», palidecían de ira al pensar que la propaganda anarquista, de seguir extendiéndose, amenazaba con arrancarles la pobre Cataluña que ellos se tragaban.
Fue entonces cuando los políticos agazapados en la Generalidad, se juraron el exterminio de los anarquistas. Aún retumba el eco de las palabras de amenaza pronunciadas por Lluhí y Vallescá en el Parlamento, al referirse a los dirigentes de la Federación Anarquista Ibérica. Reciente aquella expresión rufianesca de Companys, al decir después de la huelga general de septiembre, que había que apretarles los tornillos a los extremistas de Barcelona. Cálidas y de actualidad resultan todavía, aquellas declaraciones de Macià en las que decía que era de suma necesidad expurgar a Cataluña de los elementos morbosos.
Se han cumplido las amenazas de Lluhí y Vallesecá, los deseos de Companys y las saludables intenciones de Macià. Los hombres de la Federación Anarquista Ibérica, los extremistas, los morbosos, ya están presos los unos, y ya marchan hacia la deportación los otros.
¿Qué más os falta, señores de la Izquierda Republicana de Cataluña? ¿Ya podéis comer y digerir bien? ¿Para cuándo ese Estatuto ridículo que no podría servir ni para regir los destinos de una sociedad de excursionistas?
Joan García Oliver. Prisión Celular. 27-2-1932