Guerin: Federalismo, internacionalismo, descolonización.

Anarquismo e Independentismo vs. Nacionalismo. ¿Cómo afronta el Anarquismo la existencia de "naciones" y "movimientos de liberación nacional"?
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Zirriparra
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Guerin: Federalismo, internacionalismo, descolonización.

Mensaje por Zirriparra » 25 Mar 2006, 15:08

FEDERALISMO

En resumen, la sociedad libertaria del futuro debía estar dotada de una doble estructura: la económica, constituida por la federación de asociaciones obreras de autogestión, y la administrativa, formada por la federación de comunas. Sólo faltaba coronar y articular el edificio con una institución de gran alcance, que pudiera extenderse al mundo entero: el federalismo.

A medida que madura el pensamiento de Proudhon, la idea federalista se afirma y prevalece. Una de sus últimas obras lleva el título de Du Principe Fédératif; por otra parte, sabemos que, hacia el fin de su vida, se inclinaba a declararse federalista antes que anarquista. No vivimos ya en la época de las pequeñas comunas antiguas que, por lo demás, en ese entonces solían unirse en federaciones. El problema de la era moderna reside en la administración de los grandes países. Proudhon hace la siguiente observación: «Si la superficie del Estado no superara jamás la de una comuna, dejaría que cada uno decidiera a su arbitrio y todo quedaría dicho. Pero no olvidemos que nos encontramos ante grandes aglomeraciones de territorios donde las ciudades, los pueblos y las aldeas se cuentan por millones». No se trata de fragmentar la sociedad en microcosmos; la unidad es indispensable.

Pero los «autoritarios» tienen la pretensión de regir estos grupos locales según las leyes de la «conquista», «lo cual declaro absolutamente imposible en virtud de la propia ley de la unidad», objeta Proudhon. «Todos estos grupos (...) son organismos indestructibles (...), que no pueden despojarse de su independencia soberana, así como el miembro de la comuna, en su calidad de tal, no puede perder sus prerrogativas de hombre libre (...). Lo único que se conseguiría (...) seria crear un antagonismo irreconciliable entre la soberanía general y cada una de las soberanías particulares, soliviantar a una autoridad contra la otra; en una palabra, organizar la división creyendo fomentar la unidad».

En semejante sistema de «absorción unitaria», las comunas o grupos naturales quedarían «eternamente condenados a desaparecer dentro de la aglomeración superior, que puede decirse es artificial». La centralización, que consiste en «retener en la indivisión gubernamental a grupos autónomos por naturaleza», «es la verdadera tiranía para la sociedad moderna». Es un sistema imperialista, comunista, absolutista, truena Proudhon, agregando, en una de esas amalgamas cuyo secreto sólo él conocía: «Todos estos vocablos son sinónimos».

Por el contrario, la unidad, la verdadera unidad, la centralización, la verdadera centralización, serían indestructibles si, entre las diversas unidades territoriales, se instituyera un lazo de derecho, un contrato de mutualidad y un pacto de federación. «La centralización de una sociedad de hombres libres (...) consiste en un contrato que los une. La unidad social (...) es producto de la libre adhesión de los ciudadanos (...). Para que una nación se manifieste en su unidad, es preciso que dicha unidad esté centralizada (...) en todas sus funciones y facultades; es necesario que la centralización se efectúe desde abajo hacia arriba, de la circunferencia al centro, y que todas las funciones sean independientes entre sí y se gobiernen por sí mismas. Cuando más se multipliquen los centros, tanto más fuerte será la centralización».

El sistema federativo es lo opuesto de la centralización gubernamental. La autoridad y la libertad, dos principios en perpetua lucha, están condenados a transigir la una con la otra. «La federación resuelve todas las dificultades que se presentan para lograr una armonía entre libertad y autoridad. La Revolución Francesa estableció las premisas de un orden nuevo, cuyo secreto posee su heredera, la clase trabajadora. ¿En qué consiste este orden nuevo? En la unión de todos los pueblos dentro de una 'confederación de confederaciones'. Esta expresión no es caprichosa, por cuanto una confederación universal sería demasiado vasta; es menester coligar grandes conjuntos». Proudhon, dado a vaticinar, anuncia: «El siglo XX iniciará la era de las federaciones».

Bakunin se limita a desarrollar y profundizar las ideas federalistas de Proudhon. Al igual que éste, pone de relieve la superioridad de la unidad federativa con respecto a la «autoritaria»: «Cuando desaparezca el maldito poder estatal que obliga a personas, asociaciones, comunas, provincias y regiones a vivir juntas, todas estarán ligadas mucho más estrechamente y constituirán una unidad mucho más viva, más real, más poderosa que la que se ven hoy forzadas a formar bajo la presión del Estado, que aplasta a todos por igual». Los autoritarios «confunden siempre (...) la unidad formal, dogmática y gubernamental con la unidad viva y real, que sólo puede ser resultado del libérrimo desarrollo de todas las individualidades y colectividades, así como de la alianza federativa y absolutamente voluntaria (...) de las asociaciones obreras en comunas, de éstas en regiones, y de las regiones en naciones».

Bakunin insiste en la necesidad de un ente intermediario que sirva de vínculo entre la comuna y el organismo federativo nacional: la provincia, o región, constituida por la libre federación de comunas autónomas. No debe pensarse que el federalismo conduce al aislamiento, al egoísmo. La solidaridad es inseparable de la libertad. «Aunque absolutamente autónomas, las comunas se sienten (...) solidarias entre sí y se unen estrechamente, sin sacrificar un ápice de su libertad». En el mundo moderno, los intereses materiales, intelectuales y morales han servido para crear una unidad fuerte y real entre todas las partes que componen una nación y hasta entre diferentes naciones. Y esta unidad sobrevivirá a los Estados.

Pero el federalismo es un arma de doble filo. Así, durante la Revolución Francesa, el federalismo girondino era contrarrevolucionario, mientras que la escuela monárquica de Charles Maurras predicaba el regionalismo. Y en ciertos países, como los Estados Unidos, el carácter federal de la Constitución es explotado por quienes niegan los derechos civiles a los hombres de color. Bakunin considera que únicamente el socialismo puede aportar contenido revolucionario al federalismo. Por este motivo, sus partidarios españoles apoyaron más bien tibiamente al partido federalista burgués de Pi y Margall, que se decía proudhoniano, y aun a su ala izquierda «cantonalista», durante el breve episodio de la abortada república de 1873. *


INTERNACIONALISMO

El principio federalista conduce lógicamente al internacionalismo, es decir, a la organización federativa de las naciones «en la grande y fraterna unión internacional de los hombres». También aquí Bakunin desenmascara la utopía burguesa de un federalismo no nacido del socialismo internacionalista y revolucionario. Muy adelantado respecto de su tiempo, es «europeísta», como se dice actualmente. Proclama la necesidad de formar los Estados Unidos de Europa como única manera de «hacer imposible la guerra civil entre los distintos pueblos que componen la familia europea». Pero tiene la precaución de advertir contra la creación de ligas europeas que agrupen a los estados «tal como están constituidos en el presente»: «Ningún Estado centralista, burocrático y, por ende, militar, aun cuando se llame república, podrá entrar sincera y seriamente en una confederación internacional. Por su constitución, que nunca dejará de ser una negación franca o disimulada de la libertad interna, tal Estado sería necesariamente una permanente declaración de guerra, una amenaza contra la existencia de los países vecinos». Toda alianza con un Estado reaccionario significaría una «traición a la Revolución». Los Estados Unidos de Europa, primero, y los del mundo entero, después, sólo podrán crearse cuando, por doquier, se haya destruido la antigua organización fundada, de arriba abajo, en la violencia y en el principio de autoridad. Por el contrario, en caso de que triunfara la revolución social en un país dado, toda nación extranjera que se sublevara en nombre de los mismos principios sería recibida en la federación revolucionaria sin tomar en cuenta las fronteras que separan actualmente a los estados.

El verdadero internacionalismo descansa sobre la autodeterminación y su corolario, el derecho de secesión. «Toda persona, toda asociación, toda comuna, toda provincia, toda región, toda nación, tiene el derecho absoluto de disponer de sí misma, de asociarse o no, de aliarse con quien quiera y de romper sus alianzas sin consideración por los supuestos derechos históricos ni por las conveniencias de sus vecinos», añade Bakunin a los conceptos de Proudhon. «De todos los derechos políticos, el primero y más importante es el derecho de unirse y separarse libremente; sin él, la confederación sería siempre sólo una centralización disfrazada».

Para los anarquistas, empero, este principio no implica una tendencia divisionista o aislacionistas. Muy por el contrario, abrigan la «convicción de que, una vez reconocido el derecho de secesión, las secesiones de hecho se tornarán imposibles, ya que la unidad nacional será producto de la libre voluntad, y no de la violencia y la mentira histórica». Entonces, y sólo entonces, la unidad nacional será «verdaderamente fuerte, fecunda e indisoluble».

Lenin, y luego los primeros congresos de la Tercera Internacional tomarán de Bakunin estos conceptos, que los bolcheviques adoptarán como base de su política de nacionalidades y de su estrategia anticolonialista, para, finalmente, renegar de ellos y volcarse hacia la centralización autoritaria y un imperialismo disimulado.


DESCOLONIZACIÓN

Cabe observar que, por consecuencia lógica, el federalismo conduce a sus fundadores a prever proféticamente el problema de la supresión del colonialismo. Al establecer una distinción entre unidad «conquistadora» y unidad «racional», Proudhon advierte que «todo organismo que rebase sus justos límites y trate de invadir o anexarse otros, pierde en fuerza lo que gana en superficie, y tiende a su disolución». Cuanto más amplíe una comuna [léase nación] su población y su territorio, tanto más se acercará a la tiranía y, finalmente, al derrumbe.

«Que establezca a cierta distancia de ella sucursales o colonias y, tarde o temprano, estas colonias o sucursales se transformarán en nuevas comunas que sólo quedarán unidas a la metrópoli por un vínculo federativo y hasta pueden llegar a desvincularse totalmente de ella (...).

«Cuando la nueva comuna está en condiciones de bastarse a sí misma, proclama su independencia por voluntad propia: ¿con qué derecho pretende la metrópoli tratarla como vasallo, como propiedad explotable en su beneficio?

«Por eso en nuestros días hemos visto a los Estados Unidos independizarse de Inglaterra, lo mismo que el Canadá, al menos de hecho, ya que no oficialmente. De igual modo, Australia está por separarse de su madre patria con el consentimiento y la total aprobación de ésta, y Argelia se constituirá tarde o temprano en la Francia de África, a no ser que, por abominables cálculos, insistamos en retenerla mediante la fuerza y la miseria».

También Bakunin dirige su mirada hacia los países subdesarrollados. Duda de que la Europa imperialista «pueda mantener en la servidumbre a ochocientos millones de asiáticos». «El Oriente, esos ochocientos millones de hombres adormecidos y sojuzgados que forman las dos terceras partes de la humanidad, se verá obligado despertar y a entrar en acción. Pero, ¿hacia dónde se encaminará, qué objetivo se fijará?».

Siente «la más profunda simpatía por toda insurrección nacional contra la opresión». Insta a los pueblos oprimidos a seguir el fascinante ejemplo de la sublevación española contra Napoleón, la cual, pese a la formidable desproporción entre los guerrilleros nativos y las tropas imperiales, no pudo ser dominada por el invasor y resistió durante cinco años hasta que, finalmente, logró expulsar a los franceses de España.

Todo pueblo «tiene el derecho de ser él mismo y nadie ha de imponerle sus costumbres, sus trajes, su idioma, sus opiniones y sus leyes». Pero, vuelve a recalcar, no puede haber verdadero federalismo sin socialismo. Desea que la liberación nacional se cumpla «en beneficio, tanto político como económico, de las masas populares», y «no con la ambiciosa intención de fundar un Estado poderoso». La revolución de liberación nacional que «se haga al margen del pueblo, habrá de apoyarse en la clase privilegiada para triunfar (...) y por lo tanto irá necesariamente contra el pueblo; será, en consecuencia, «un movimiento retrógrado, funesto y contrarrevolucionario».

Sería lamentable que las colonias, tras liberarse del yugo extranjero, fuesen a caer bajo un yugo propio, de carácter político y religioso. Para emancipar a estos países es preciso «desarraigar de sus masas populares la fe en cualquier forma de autoridad, divina o humana». Históricamente, la cuestión nacional pasa a segundo plano frente a la social. Sólo la revolución social puede salvarnos; una revolución nacional aislada no tiene posibilidad de triunfo. La revolución social desemboca necesariamente en una revolución mundial.

Bakunin piensa que, una vez superado el colonialismo, se iniciará la paulatina y creciente federación internacional de los pueblos revolucionarios: «El porvenir pertenece ante todo a la unión euroamericana internacional. Luego, mucho más adelante, esta gran nación euroamericana se fundirá orgánicamente con el conglomerado afroasiático».

Como vemos, el análisis de Bakunin nos proyecta en pleno siglo XX.
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* Cuando Federica Montseny, ministra anarquista, puso por las nubes el regionalismo de Pi y Margall en una conferencia pública pronunciada en Barcelona en enero de 1937, Gastón Leval tildó esta actitud de traición a las ideas de Bakunin.


[Texto tomado de GUERIN, Daniel: El anarquismo. Editorial Campo Abierto. Madrid, 1978].
Extraído de: http://www.rustico.org/foro/viewtopic.php?t=67
"Kaletan kriston kaña / sartzen ari dira. Bertan gaztea izatea / a zer mobida!"
"Están metiendo / una caña del copón en las calles. / ¡Qué movida / ser joven allí!."

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