Mensaje
por Godwin » 03 Oct 2006, 10:04
Y ahora expondré los nuevos datos que he recopilado sobre Auguste Vaillant
El 27 de Diciembre de 1861, según el registro civil a las 3:00 a.m., nacería en Mézières (Francia), Auguste Vaillant (aunque otra forma popular de escribir su nombre es August), este hombre sería, según todos los trabajos contemporáneos y posteriores que se han escrito sobre este periodo histórico, un representante más de la “propaganda por los hechos” en su vertiente violenta, sin embargo sería el único que no asesinaría a nadie. Desde luego no fue el más famoso, ni mucho menos llegaría a ser tan conocido en la actualidad como Ravachol o Henry, tampoco resultaría enigmático ni paradigmático, no llegaría a ser representativo de nada, ni movimientos ni personas lo reivindican hoy, su nombre no infunde terror, tampoco admiración, y sin embargo por nadie llegó a llorar tanto el pueblo internacional como por el olvidado Vaillant.
También él proviene de un hogar roto, aunque sería más exacto hablar de que carecía de hogar, de familia, o de ningún tipo de afecto... ni siquiera había llegado al año de vida (10 meses) cuando su madre contrajo matrimonio con un nombre que se negó a ocuparse de él. Fue dado en adopción y con tan solo 12 años se encontraba vagabundeando por las calles de París, se dedicaba a cometer pequeños robos, tenía que vivir como “vacía bolsillos”, también compaginaba su actividad de carterista con la mendicidad, y eventualmente con los trabajos más inhumanos, para tan solo un niño.
Vivió entre la miseria más absoluta, acosado por la policía o por el hambre, víctima de la mal nutrición, era la prueba viviente de los motivos por los que tenía que avergonzarse, ese lugar que tan arrogantemente se denominaba “occidente” (tal y como ocurre hoy día, la sociedad occidental se siente orgullosa de su supuesto desarrollo, de su progreso tecnológico, esgrimen la “civilización” como panacea de todos los males, y miran con suficiencia, al que han denominado, “tercer mundo”, mientras en sus calles la gente sigue muriendo de hambre o de soledad). A los 13 años Vaillant intenta llegar a París, donde espera tendrá más suerte, sin embargo al no tener dinero para pagar el billete intenta colarse como “polizón”… es descubierto y sufre su primera detención. Ante la imposibilidad de llegar a París por ninguna otra vía, Vaillant llega a París… andando.
La vida no era fácil para el joven Vaillant, sin embargo, quien sabe de que manera, consiguió ir a la escuela y aprender a leer y escribir (quizá debido a la compasión de algún sacerdote). Después de subsistir unos años con los trabajos más duros y mal pagados, Vaillant se encuentra a los 17 años sufriendo más que nunca las crueles dentelladas del hambre. Un día perseguido y acosado por esta “vieja conocida”, pasa delante de un elegante restaurante. Vaillant no puede evitar la tentación, y roba comida de una mesa… como resultado 6 meses de cárcel.
Sin embargo Vaillant no desalentaba, y por un momento creyó que la vida le sonreía cuando encontró trabajo como empleado. Primero trabajó en un taller como zapatero, sin que pudiera obtener lo suficiente para vivir, tuvo que ejercer la desagradable labor de “peletero” (despellejando cadáveres de animales), empleado en una tienda de comestibles, hasta que consiguió compaginar sus oficios con la posibilidad de impartir clases de francés (a pesar de sus muchas carencias, su auto didactismo lo había convertido en un “erudito”). Interesado por la astronomía y la filosofía, poco a poco fueron introduciéndose las inquietudes e ideas sociales en su cabeza, primero llegó a ser impulsor de un efímero semanario de corte socialista, llamado “L´Union Socialista”, sin embargo el tibio socialismo reformista, fuera de tendencia marxista o no, no podía satisfacer a los que pasaban hambre, no encontraban consuelo en sus frías divagaciones, no hallaban explicaciones en sus conceptos abstractos, todos los desheredados eran, más tarde o más temprano, seducidos por la vitalidad Anarquista. Vaillant fue uno de ellos.
Vaillant conquistó rápidamente la confianza de sus compañeros de fatigas, fue acercándose a los círculos individualistas, pero sin mantener una actitud de ruptura con las otras tendencias, él por temperamento e ideas, mantenía una línea “conciliadora”. Fue designado secretario de la “Federación de Grupos Independientes”, por lo cual mantuvo reuniones en las que llegó a relacionarse con Sebastian Faure y Jean Grave.
Contrariamente a sus ideas contrajo matrimonio, no haberlo hecho supondría dejar en desamparó a su compañera si a él le hubiera ocurrido algo, fruto de este amor nacería una niña, Sidonia (nombre curioso pues era el gentilicio de los habitantes de Sidón, antigua ciudad Fenicia). Sin embargo el matrimonio no funcionó, y él y su hija fueron abandonados por su esposa, quizás a causa de la miseria en la que vivían o por la intranquilidad que le producían las actividades de Vaillant.
Hemos de señalar que a Vaillant, a pesar de la adversidad, no se le ocurrió ni por un momento abandonar a su hija, según muchos estudios psicológicos (por ejemplo los realizados sobre los psicópatas) los individuos que han sufrido en su infancia, tienden a repetir esas pautas de comportamiento o incluso a exacerbarlas en su edad adulta, sin embargo Vaillant, a pesar de haber sido un niño que había sufrido el abandono, no repitió ni la pauta de conducta de su madre y padrastro, ni tampoco se dejó arrastrar por la oleada de abandonos que se producían cotidianamente. Una vez más ni el psicoanálisis, ni los factores ambientales dan una explicación satisfactoria, y el factor individual vuelve a jugar un importante papel.
Vaillant volvió a enamorarse, encontrando en su compañera el amor, el apoyo y la compresión que siempre le habían faltado. Seguro de poder cambiar el rumbo de su vida y quizás deslumbrado por los relatos que contaban los que emigraban al Nuevo Mundo, él (tal y como haría Malatesta) decide emigrar hacia “el granero del mundo”, la Argentina, concretamente a Chaco. Los relatos de superabundancia y esa contagiosa fiebre del oro, eran realmente tentadores, así que cogió a su familia y emigró hacía “el paraíso perdido”.
Sin embargo, tal y como ocurre hoy día, los “maravillosos cuentos” que incitaban a los inmigrantes a viajar a una “aventura” incierta, eran totalmente falsos, uno solo podía enriquecerse si carecía de los suficientes escrúpulos que requería ser rico, tal y como ocurría en su país de origen, tal y como ocurre hoy. Después de 3 años, volvió de su peripecia americana tan pobre como antes, pero más desengañado.
Eso sí, siempre mantuvo unida a su familia. Vaillant encajaba a la perfección con la sorprendida explicación que da Martínez Fraile (uno de los médicos que atendió a Durruti en el momento de su muerte) de la moral Anarquista: “Aunque no participo de sus ideas, debo decir que en mi vida he conocido muy pocas personas tan generosas y dispuestas al sacrificio como los Anarquistas. Tenían una moral muy especial. Por ejemplo les parecía muy mal que un hombre tuviera más de una mujer. Consideraban inmoral tener más de dos relaciones amorosas al mismo tiempo. Por otra parte, estaban totalmente en contra del matrimonio burgués...”. Parece ser que este médico quedó muy impresionado de comprobar el verdadero alcance del llamado “amor libre”, criado en un medio burgués no podía entender que el “amor libre” se fundamenta precisamente sobre la base del respeto y la confianza.
De vuelta en París, Vaillant recobró ánimos para intentar de nuevo salir adelante. Consiguió volver a trabajar como maestro, pero tan escaso como el sueldo, fue el tiempo en que requirieron sus servicios. Sin dinero y sin trabajo, Vaillant retorno a su particular y cotidiana “tortura”. Por los suburbios parisienses vagabundeaba hambriento pidiendo trabajo de un lugar a otro, de fábrica en fábrica, de taller en taller, de mesón en mesón, de casa en casa... solo obtenía negativas, postergaciones, esperanzas vacías, desaliento... su ropa se iba desasiendo poco a poco, el escaso dinero que conseguía, o algún que otro alimento que mendigaba, eran para su familia. Cuando su ropa eran meros rastrojos, las negativas y miradas indiferentes fueron convirtiéndose en desprecios y humillaciones. Terminó caminando descalzo, hasta que encontró unos chanclos rotos tirados en la basura, ni siquiera tenía dinero para unos míseros zapatos. Debe de ser en esta época de desesperación cuando (según algunos datos), se vuelve a dedicar a robar, y hasta a estafar, para poder mantener a su familia.
No obstante, un rayo de luz atravesó su destino, después de mucho insistir, consiguió al fin un trabajo en una refinería de azúcar. A él, que se le partía el alma al ver a su familia desfallecer de hambre, le podía consolar decirles “no os preocupéis, ya veréis cuando cobre a fin de este mes...”. El mes acabó, Vaillant esperanzado va a recoger su salario, y de repente, sobre su mano se depositan 3 miserables francos... No es suficiente ni para mantener a una persona dos días, y con eso se pretende que mantenga a una familia. Humillado y profundamente amargado, ve a su compañera y a su hija famélicas, y el hecho de verlas hambrientas lo que le decide a actuar... Llega a la horrible conclusión de que vale más muerto que vivo y decide suicidarse.
Sin embargo, no quiere que su muerte sea en vano, el 8 de Diciembre de 1893 escribe una carta de despedida: “Me voy, pero no me iré en silencio, me iré con un grito de protesta, un grito de toda esta clase que exige sus derechos y un día cercano unirá los hechos a las palabras. Al menos moriré con la satisfacción de saber que he hecho lo que estaba en mi mano por apresurar el advenimiento de una nueva era”. Según el desquiciado Lombroso unas palabras muy similares diría antes de morir, así que ante la imposibilidad de saber el momento exacto de la aparición de estas palabras, o si se trata de dos mensajes diferentes o del mismo, aunque con diferentes matices, lo reproduzco a continuación: “Hace mucho que respondéis a nuestras voces con la cuerda o con la horca; no seáis ilusos; la explosión de mi bomba no es el grito del rebelde Vaillant, sino el grito de una clase que reivindica sus derechos, y que de ahora en adelante unirá los hechos a las palabras.”
Por supuesto, si existe una completa seguridad de lo que hizo a continuación. Vaillant arrastrado por la miseria y la desesperación intentó que los ojos del mundo miraran hacia los despreciados y hambrientos, además conociendo la ejecución de Ravachol, sintió el deber de protestar por los parias que como él eran arrastrados a los más oscuros caminos de la desesperación, y aunque se dijo que actuaba en venganza por el asesinato de Ravachol, Vaillant tenía muchas otras motivaciones por las que actuar. Quería “lanzar un grito” que escucharan todos, que escuchara el mundo, que entendieran los “oprimidos” y que impresionara a los “opresores”, un “grito” de una “clase hambrienta y desesperada”. Además quería que el poder que los había condenado a esa inhumana condición se sintiera herido en las entrañas ¿Pero dónde estaban acaso las entrañas del poder?, ¿Quizás podían estar en los cafés y restaurantes abarrotados de burgueses? ¿Quizás lo representaba algún mandatario? Esos fueron en efecto, los principales objetivos de los atentados Anarquistas en aquella época, sin embargo parece ser que Vaillant reconoció mejor que ningún otro donde se encontraba la raíz del “mal”, comprendió mejor que nadie aquellas inmortales palabras de Bakunin: “Nosotros pretendemos destruir instituciones, no personas”, entendió que la esencia del “mal” no residía en tal o cual individuo, la esencia del “mal” residía en el poder.
Buscó cual era la representación de ese poder y encontró su objetivo perfecto en el lugar donde más hombres con poder se reúnen... sí, el Parlamento Francés fue su objetivo. Vaillant pensaba que el parlamento era la materialización de la jerarquía, allí se daban cabida todos los intereses espurios, los económicos, los legales y los morales. Los intereses de la Iglesia y el Capital se daban la mano con los tres ejes del Estado, en aquel lugar residía la enfermedad que había corrompido a la Sociedad. Sin embargo, como ya hemos dejado entre ver, ni el carácter ni la personalidad de Vaillant le predisponían a matar, él no era un individuo dispuesto a acabar con la vida de nadie, el no quería convertirse en un asesino igual que los tiranos a los que odiaba. Rechazando caer en el asesinato, metió en una única bomba (una pequeña cazuela) una mínima cantidad de pólvora verde y unos clavos. Como él mismo llegaría a decir, el hecho de que no usara otros materiales es la mejor prueba de que no quería matar a nadie (uso clavos cuando podía haber utilizado balas).
Después de despedirse de su pequeña familia (que ignoraba lo que iba a suceder), la tarde el 9 de Diciembre de 1893 sería el momento escogido por Vaillant para hacer su “propaganda por los hechos”. Sin llamar la atención, ni levantar ninguna sospecha se introduce dentro del Parlamento, del llamado “Palais Bourbon”, se sienta tranquilamente en la galería destinada al público, y una vez empieza el debate se levanta orgulloso y con un potente grito que hace virarse a toda la cámara hacia su dirección, proclama: ¡VIVA LA ANARQUÍA!, mientras deja caer la bomba de sus manos, siendo arrojada al centro del debate.
Como Vaillant esperaba nadie resulta muerto, aunque aproximadamente 20 diputados acaban con heridas leves… su acto los deja a todos atónitos. Como una visión desaparece de escena, sin embargo su intención no es huir, y viendo que la policía no da con su paradero, a la mañana siguiente se entrega, con toda tranquilidad, a la policía. Pero, contrariamente a lo que podía pensarse, toda Francia, es más, prácticamente todo el Mundo entiende su acto. De todas partes provienen mensajes de admiración, apoyo y respeto, los propios diputados no se atreven a condenarlo. Una vez y se conoce la historia de Vaillant, además de su mensaje, la aceptación unánime se convierte en afecto. A diferencia del caso Ravachol, aquí no surgen disputas ni polémicas, el Movimiento Anarquista tiene una única voz cuando de Vaillant se trata, solo grita “¡Libertad para Vaillant!”, los periódicos Anarquistas más opuestos (“Le Père Peinard” y “La Révolté”) coinciden plenamente, hasta la prensa burguesa o marxista comparte el entusiasmo, el pueblo acepta a Vaillant sin el recelo con el que terminó aceptando a Ravachol, aquí no hay aspectos tétricos o macabros, Vaillant es uno de los nuestros. No es por tanto, idolatrado o venerado, ni se hacen canciones o juegos de palabras en su honor, no se le mira con distancia o temor, en Vaillant solo hay miseria, y eso nos une a todos.
Zola, Rodin, Verlaine y Laurent Tailhade se sentirían emocionados por el acto, el último lo llevaría hasta un desvirtuado extremo cuando diría: “¿Qué importan las víctimas si el gesto es Bello?”.
Sin embargo todo esto no beneficiaría en nada a Vaillant, y muchos se aprovecharon de la coyuntura. He aquí un mártir Anarquista, que al contrario que Ravachol, a nadie crea repulsa ni antipatía, nadie podrá ponerle una pega ni a sus ideas ni a su praxis, los oportunistas se dijeron “usémoslo como gustemos” y así fue. Primero la derecha reaccionaría y antisemita encontró en el caso Vaillant su oportunidad, por aquel entonces se había producido el “Escándalo de Panamá” en el que las autoridades se habían visto implicadas en una “malversación de fondos”, los periódicos ultraderechistas no perdieron la oportunidad para encontrar nombres judíos entre los “malversadores” y relacionarlo todo con una demencial conspiración judía para “usurpar Francia” (de esta demencial escalada racista provendría el conocido caso Dreyfus). La idea de la ultra derecha era relacionar la violencia social con la mala gestión gubernamental en el asunto de Panamá, debido según sus disparatados argumentos, a que en su seno había presencia judía, el clerical y antisemita Drumont llegaría a decir: “El barro, la sangre y el oro, de Panamá al Anarquismo. Los hombres sangrientos han nacido del barro de Panamá”. Además en artículos posteriores “canonizaría” al pobre Vaillant.
A su vez la intelectualidad burguesa encontró en Vaillant una representación de sus ideales estéticos, la sangre siempre es bella cuando no la derrama uno, igual que Turgeniev utilizó a Bakunin para su Rudín, o Blasco Ibáñez en “La Bodega” a Salvochea para su Fernando Salvatierra, Zola usó a Vaillant (transformándolo en un ser violento) para el Salvat de su novela París.
Como hemos dicho, esto no benefició a Vaillant, el 10 de Enero de 1894 compareció ante un tribunal que le acusaba de “Intento de Asesinato”, nada más alejado a la verdad que semejante acusación, poco le hubiera importando a Vaillant cualquier acusación, todas menos esa. Para un hombre de tan profundas convicciones como las que tenía Vaillant ser acusado de “Asesino en potencia” era una grave afrenta. Tomándoselo como un insulto, protestó ante el tribunal, él no podía soportar semejante descalificación, no le importaba que lo mataran, por el contrario, era lo que buscaba, pero no por asesino. Así que con vehemencia y seguridad dijo ante la Audiencia del Sena: “No me propuse causar la muerte de nadie, lo repito. Hubiera podido llevar dos bombas en vez de una, no lo hice. Hubiera podido llenarlas con una carga más fuerte de pólvora verde, no lo hice. Hubiera podido emplear un explosivo más terrible, como la nitroglicerina, pero no lo hice, podía haber llenado el recipiente de balas. Pero solo utilicé clavos... ¿Creéis que hago estas declaraciones para salvarme de la guillotina? ¡Os equivocáis! De haber pensado que vosotros pudierais abrigar esta idea, hubiera preferido no responderos y cruzarme de brazos. Pero, ¡maldita sea! ¡No puedo declarar, sin embargo, que me propuse matar!”.
También añadiría: “Señores, denme algunos minutos, antes de recibir vuestros golpes, de recibir vuestro veredicto. Yo siento la mayor satisfacción por haber herido a la sociedad actual, esta sociedad maldita que somete al hombre a un desperdicio inútil de energía y al hambre de miles de familias. Sociedad infame que permite a cualquier individuo despilfarrar las riquezas sociales… Yo había visto como el capital venía, como un vampiro, para chupar la última gota de sangre de los desafortunados parias. Luego yo volví a Francia, donde me esperaba ver a mi familia sufrir atrozmente. Esta era la ultima gota que colmo el vaso de mi sufrimiento. Cansado de llevar esta vida de cobardía y sufrimiento, yo cogí esa bomba y la tire al principal responsable de la miseria y el sufrimiento social”.
El tiempo que pasó en la cárcel esperando el día del juicio, también está repleto de frases reivindicativas y emotivas, como por ejemplo, esta que hemos conseguido traducir, data aparentemente de cuando al poco de ser encerrado le preguntaron “¿Porqué lo hiciste?, y él respondió: “La sociedad me ha forzado a hacerlo. Yo vivía en una situación miserable. Tenía hambre. Pero yo no me arrepiento de nada: me burlo. Pero esto da igual, yo estoy contento y me hará bien la guillotina. Yo volvería a hacer lo que hice hace ocho días.”
Sin embargo, y a pesar del convencimiento de Vaillant, parecía imposible que fuera condenado a muerte, nunca un individuo que no hubiera matado a nadie había sido ejecutado en todo el siglo XIX (que se supiera), sin embargo lo imposible, para asombro del pueblo que sereno y tranquilo esperaba una pena leve, se convirtió en realidad.
Una vez va a concluir el juicio solo queda leer la sentencia, la expectación es máxima, Vaillant increíblemente tranquilo y sosegado, observa a los jueces… su amplia frente, estereotípica del padre comprensible y sufridor, es un marco perfecto para sus ojos, a pesar de que estos pueden parecer “venerables”, casi altivos, adquieren habitualmente una expresión compasiva y misericordiosa, quizás tan solo den esa sensación de “magnanimidad” por que la pena que acogen esos ojos, es capaz de hacer olvidar la de los demás, y esta mirada esta ahora clavada en el tribunal... es entonces cuando los cinco jueces, contraviniendo cualquier protocolo, hasta para casos excepcionales, dictaminan con voz severa la terrible: “Pena de Muerte”.
El pueblo es un clamor, Vaillant por el contrario sigue igual de imperturbable. El ha recibido el horrible honor de ser el primer ejecutado del siglo XIX sin haber cometido ningún “delito de sangre”. Sorprendentemente se ordena y se pretende que el juicio, el veredicto y la sentencia se cumplan en un mismo día. Obviamente no se quería dar tiempo a que existiera una reacción popular, se pretendía coger desprevenidos a todos los partidarios de Vaillant evitando así cualquier tipo de intervención... Sin embargo y a pesar de que casi no hay tiempo para maniobrar, 70 diputados, entre ellos muchos de los que fueron heridos por la bomba de Vaillant, escribieron al presidente Sadi Carnot para que conmutara la pena. Cientos de peticiones de gracia llegaban de todas partes, el pueblo se manifestaba y organizaba tumultos, todo el mundo gritaba “¡No Matéis a Vaillant!”.
Sin embargo, nada consiguió ablandar el corazón de Sadi Carnot, desoyó toda las peticiones de clemencia, ningún Estado podía permitirse ser amenazado, y menos por un Anarquista tan querido como Vaillant. Jules Breton un diputado socialista llegó a decir: “Si Carnot se pronuncia fríamente sobre la muerte de Vaillant, ni un solo hombre en Francia se afligirá por él si un día cae víctima de una bomba”, estas palabras serían proféticas. Al no querer firmar el indulto de Vaillant, Carnot firmaba a su vez su propia sentencia de muerte.
Durante los meses que preceden a su ejecución Vaillant rezuma serenidad, pide a los compañeros y al pueblo en general que no pidan más el indulto, él no quiere clemencia. Vaillant desea morir, pide una y otra vez comparecer ante la guillotina, viendo la reacción popular ya puede descansar tranquilo, esto demuestra que su gesto tenía sentido, que su vida tuvo sentido y que su muerte tendrá que tenerla.
El 5 de Febrero de 1894 Vaillant, que contaba 33 años de edad, subió al patíbulo (en alguna publicación leí extrañado que fue fusilado, pero eso me parece realmente imposible ya que el fusilamiento estaba reservado para los militares, mientras que a los presos comunes se les aplicaba la guillotina, por lo cual es posible que su vida se extinguiera en Saint Étienne o más exactamente en Montbrison, el lugar más común para las “ejecuciones”), tan tranquilo, apacible y sereno como lo había estado durante estas últimas semanas, con su gesto firme, casi parecía esbozar una sonrisa, la guillotina lo esperaba. Subió la escalerilla, llegó ante ella, miró a su alrededor y rompiendo el silencio sepulcral, dijo la misma frase que cuando arrojó la bomba, esa frase ya convertida en emblema, tantas veces repetida, antes y después de él: ¡MUERA LA SOCIEDAD BURGUESA! ¡VIVA LA ANARQUÍA!.
Al día siguiente de su entierro apareció sobre su lapida una hoja de papel, en la que podía leerse el siguiente poema:
“Puesto que ellos te han hecho beber la tierra
A la hora del sol naciente
Roció augusto (Auguste) y saludable
Las santas gotas de tono sangre
Bajo la hoja de esta lapida
Que te ofrece la derecha ultrajada
Tú puedes dormir en una solemne calma
Oh mártir, tu muerte será Vengada”
La discreta tumba de Vaillant fue visitada por cientos de personas, las multitudes lloraban por un hombre que ni siquiera habían conocido, pero que sentían como suyo, compañero de sufrimientos, compartían su dolor por el hambre y la miseria, compartieron su alegría por la bomba arrojada a los opresores, y aunque siguieron compartiendo la felicidad de ese “gesto memorable”, no podían compartir su júbilo el día que la guillotina segó su vida, aunque en honor de la verdad puede que lo matara, pero desde luego no lo silenció.
La muerte de Vaillant garantizó una nueva vida para su familia, su compañera fue ayudada por los compañeros Anarquistas y tuvo asegurada su manutención. En cuanto al destino de su hija Sidonia, Vaillant se hubiera sentido feliz, satisfecho y muy tranquilo. Más que nunca se puso de manifiesto esa afinidad, que como antes mencionábamos, sentían los Comunistas Libertarios (de la línea “extravagante” o libérrima) por los “propagandistas por los hechos”. Ese afecto se hacia especialmente evidente en Faure, siendo precisamente él quién adoptaría y criaría a Sidonia, como su propia hija.
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Godwin el 05 Oct 2006, 14:10, editado 1 vez en total.
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.