¿Quién fue Auguste Vaillant?El Anarquista que no quiso matar

Debate, información y consulta sobre la historia del Anarquismo.
Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 28 Sep 2006, 13:19

Imagen




Ravachol en su celda, dándoles una arenga a los guardias poco antes de su muerte (este discurso, guardado aún hoy en la prefectura de policía, y trascrito por uno de los guardias que lo escucharon, será traducido en los próximos días y compartido en este mismo hilo)
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 28 Sep 2006, 13:22

Imagen



Dibujo Conmemorativo de Ravachol, Vaillant, Henry y Caserio. La leyenda dice “Los Cuatro Grandes Héroes de la Anarquía en Francia"
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 28 Sep 2006, 13:37

Imagen



Panfleto de Canciones Anarquistas (además de explicarte un poco la historia de cada una de ellas, y de las fotos de Bakunin y Luisa Michel, se incluyen otras fotos, sin contar la de la Banda Bonnot (derecha superior) y la de la detención de Ravachol (en el centro) la más interesante es la de Vaillant ante el Cadalso (derecha inferior) ya que existen pocos dibujos, y ninguna foto (o eso parece) de los momentos previos a su ejecución)
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 13:21

Aquí añado algunos datos nuevos sobre la vida de Ravachol, que se suman a los ya conocidos.


Francois Claude Koeningstein Ravachol nació el 14 Octubre de 1859 en Saint-Chamond (Loire, Francia), en el seno de una familia rota (una constante que se repite en casi todos los “propagandistas por los hechos”), de forma reivindicativa prefirió llevar el apellido materno, ya que su padre (de origen alemán) los había abandonado a él, a su madre y a sus tres hermanos cuando tenía tan solo ocho años, siendo el hermano mayor intentó sacar adelante a su familia trabajando como ayudante de tintorero junto a su hermano, sin embargo ningún esfuerzo que hiciera conseguiría alejar la desgracia de su familia. Su hermana menor moriría, y la mayor se convertiría en madre soltera. Al parecer lo que ocasiono su despertar “anti-teísta” fue la lectura del “Judío Errante” de Eugène Sue. Ninguno de los trabajos de Ravachol bastaba para alimentar a su familia, sin otra salida se dedicó a lo que el derecho burgués denomina “robar”, también a falsificar, a profanar tumbas y por último... a asesinar.

La lista de las actividades de Ravachol es realmente amplia, en primer lugar profanaría una tumba para apropiarse de las joyas del cadáver, después asesinaría a un anciano que tenía fama de avaro y a su pobre criada, también acabaría con la vida de dos ancianas prestamistas, y según Luigi Fabbri con un ermitaño (desconozco si será otra forma de referirse al anciano avaro) y por último con un tendero. Es curioso descubrir que mientras Ravachol era capaz de cometer estos horribles asesinatos, enseñaba a leer a la hijita de su casero.

Lo que haría que su nombre inspirara terror tan solo con ser mencionado fueron las dos bombas que hizo estallar en menos de un mes, concretamente en Marzo, durante el año 1892. Es precisamente el análisis de estos actos los que empiezan para muchos a despejar las dudas sobre las intenciones de Ravachol, ya que estas bombas fueron colocadas como acto de venganza por las escalofriantes torturas que sufrieron tres Anarquistas (a decir verdad, la venganza por las brutalidades gubernamentales sería la verdadera motivación de casi todos los atentados Anarquistas de aquella época).
Para definir mejor el caso hemos de explicar que estos tres Anarquistas (Descamps, Dardare y Léveille) fueron golpeados brutalmente en una manifestación por e 1º de Mayo, después aún con las heridas sangrantes, fueron despiadadamente torturados en la comisaría. Para más inri el juez Benoist condenó a dos de ellos a 3 y 5 años de cárcel respectivamente, la pena máxima permitida por los delitos que se les imputaba (a Ravachol llegaría a conmocionarle “que ni siquiera se les diera agua para lavar sus heridas”).

Como venganza una de las bombas de Ravachol estalló en la casa del juez el día 14 y la otra el 27 en la del fiscal, llamado Bulot (aunque también he leído que la segunda bomba fue colocada en la casa de un “procurador”, aunque lo desconozco, quizás se trata de la misma persona). Después de que lo delatara un camarero del restaurante Very, donde aparentemente Ravachol había alardeado de sus “proezas” (aunque además de la indiscreta conversación, se señala una posible cicatriz en la mano de Ravachol como una causa más para que fuera descubierto), fue detenido, siendo necesarios 10 hombres para reducirlo, según la declaración de uno de los policías “Ese joven de aspecto enfermizo, desato la fuerza de un coloso, de un maniaco…”. Fue entonces cuando se gestó el mito de Ravachol, aunque con su muerte llegaría a consagrase definitivamente. Las frases de Ravachol contribuyeron a ello, entre ellas podemos destacar: “Robar a los ricos es un derecho de los pobres para librarse de vivir como bestias” también dijo “Morir de hambre es cobarde y degradante. Preferí ser ladrón, falsificador, asesino”. Confesó que el motivo de las bombas era vengar a los Anarquistas torturados, aunque además añadió: “Mi objetivo era aterrorizar, para obligar a la sociedad a mirar atentamente a aquellos que sufren”. Podemos decir por ello que Ravachol fue de los pocos que no rechazó el término de “terrorista”, sin embargo mientras era capaz de hacer afirmaciones como esas, o incluso otras peores que de forma no muy segura se les atribuiría, como por ejemplo: “ ¿Ven esta mano? Ha matado a tantos burgueses como dedos tiene”, a su vez también podía decir: “En cuanto a las víctimas inocentes que haya podido alcanzar, lo siento sinceramente. Lo siento tanto que mi vida se ha llenado de tristeza. Están equivocados quienes nos toman por criminales; nosotros somos los defensores de los oprimidos”.

El día antes del proceso de Ravachol el restaurante “Very” (lugar donde fue delatado y arrestado) saltaría por los aires (el periódico “Le Père Peirnard” haría el siguiente juego de palabras: “¡Véri-fication!”).

En el juicio Ravachol se defendió con bellas palabras, trascribimos a continuación las más logradas: “Si yo hago uso de la palabra, no es para disculparme de los hechos de que se me acusa, porque sólo la sociedad, que por su descabellada organización enciende continuamente la lucha entre unos y otros, es la responsable… no debe nadie sorprenderse de actos como éstos que se me recriminan, consecuencia lógica de la lucha por la existencia latente entre todos los hombres, constreñidos, para poder vivir, a emplear cuantos medios tengan a su alcance. Cuando uno se encuentra estrechado por la miseria, cuando el hambre acosa y el frío hiela, no puede dejarse, como yo no he dejado, de utilizar cuantos medios se tengan para conservar la vida, aun a riesgo de hacer algunas víctimas… Si todos los necesitados, en vez de esperar inútilmente, cogieran lo que les es preciso, de donde lo hay, sin reparar en los medios, los satisfechos verían bien pronto cuán peligroso es mantener un estado social en que la inquietud es permanente y la vida está amenazada a todas horas, y se llegaría a comprender que los Anarquistas tienen razón cuando dicen que para tener tranquilidad física y moral es preciso destruir la causa generadora de los delitos y de los delincuentes, y no ya suprimir a los que, antes que morir lenta y horriblemente por las privaciones, prefieren -si tienen un resto de energía- coger violentamente aquello que puede asegurarles un bienestar, aun a trueque de costarles la vida. He aquí por qué he cometido yo esos actos que me recriminan, y que son racional derivación del bárbaro estado de una sociedad que no hace otra cosa que aumentar las víctimas con más leyes que recrudecen los efectos sin remediar las causas. Se dice que es preciso ser muy cruel para quitar la vida a un semejante; mas los que así hablan no tienen en cuenta que nadie se lanza a dar tal paso sino para preservar la propia; y vosotros mismos, señores jurados, que seguramente me condenaréis a muerte, porque así lo creeréis necesario, y que veríais satisfechos mi absolución, porque tenéis horror a ver correr la sangre; vosotros mismos, cuando lo creáis útil y preciso, no dudáis en verterla, como yo no dudé; pero con esta diferencia: que vosotros lo hacéis sin correr peligro alguno, y yo lo hice arriesgando mi libertad y mi vida… ¿Qué es preciso, pues, hacer? destruir la miseria, este germen del delito, asegurando a cada cual la satisfacción de todas sus necesidades. ¡Y qué fácil sería esto! Bastaría constituir sobre nuevas bases una sociedad en la que todo fuera común, produciendo cada uno según sus aptitudes y sus fuerzas y consumiendo con arreglo a sus necesidades. Sí, lo repito, la sociedad es la que hace los malhechores, y vosotros, jurados, en lugar de castigarlos, debíais dedicar vuestra inteligencia y vuestras energías a transformar la sociedad. De un golpe suprimiríais los delitos, y vuestra obra, aniquilando las causas, sería más grande que ahora es vuestra justicia empleada en reprender los efectos… Yo no soy más que un obrero sin instrucción, pero he vivido la vida de los miserables, y siento la iniquidad de vuestras leyes represivas. ¿Dónde habéis adquirido el derecho de matar o de encarcelar a un hombre que, puesto en el mundo con la necesidad de vivir, se ha visto en la precisión de coger aquello que le hacía falta para alimentarse? Yo he trabajado para vivir y para que vivan los míos, y hasta tanto que no hemos llegado al límite en que ya no era posible sufrir más, he sido lo que vosotros llamáis “un hombre honrado”. Después, me faltó el trabajo y vino el hambre. Y entonces esa gran ley de la naturaleza, esa voz imperiosa que no admite réplica, el instinto de conservación, me impulso a cometer ciertos delitos, que vosotros ahora me recrimináis, y de los que yo me reconozco autor. Juzgadme, señores jurados; mas si vosotros me habéis comprendido, juzgándome, juzgáis también a todos los desgraciados de quienes la miseria ha hecho delincuentes, de quienes la riqueza o sólo el trabajo hubiera hecho hombres honrados, y de quienes, por último, una sociedad inteligente hubiese sacado hombres iguales a todos los demás”.


De esta declaración escribiría Pouget en el “Le Père Peinard”, en un articulo titulado “Ravachol”: “Ravachol se ha consagrado al deseo de castigar arrojando su “grano de sal”, no en su defensa, sino en su explicación. ¡El ha encendido la mecha en nombre de Dios!. A la cuarta palabra corto al “jefe de barra” (presidente del tribunal) de un silbido. Su declaración no se ha perdido…”.

Finalmente, Ravachol, después de un tumultuoso proceso, sería condenado a ser ejecutado. Al oír la sentencia de muerte reafirmó que lo había hecho todo por “la idea Anarquista”, y acogió la condena con un “¡Viva la Anarquía!”, además de añadir unas palabras proféticas “Sé que seré vengado”. Fue aquí cuando se produjo el punto de inflexión, los que antes lo condenaban ahora no encontraban el valor para hacerlo, cuando un hombre se enfrentaba a la muerte con esa entereza debía poseer sentimientos sinceros. El 11 de Julio de 1892, en Montbrison (también he leído que en Saint Étienne), Ravachol frío y tranquilo subió a la guillotina, su actitud inmutable causó una profunda emoción, justo en los momentos antes de morir gritó una frase legendaria mil veces repetida: “¡Viva la Anarquía!”.

(Como hemos dicho aquí se acabó la disensión, o por lo menos se aplazó, sobre la figura de Ravachol, ese debate entre los que condenaban a Ravachol y los pocos (y a veces sospechosos) que lo defendían, había concluido por el momento. Esa polémica estaba muy bien representada por el conflicto entre los dos grandes periódicos del movimiento Anarquista en Francia en aquel momento, por un lado “La Révolté” fundado por Kropotkin (llamado en un principio “Le Révolté”, y continuado después por Herzig y finalmente desde 1884 por Grave), defendía la línea “moralista”, propugnaba esos elevados ideales de Anarquismo clásico, el humanismo, la oposición a la violencia ajena a la necesaria para realizar una Revolución, en el escribían los nombres más conocidos del Anarquismo internacional. Por el otro lado el “Le Père Peinard”, creado a su vez por Emile Pouget (el cual, a pesar de haberse convertido en un ferviente Anarco sindicalista, una vez había comprobado los pocos campos de acción que les quedaban a los Anarquistas, había creado casi sin saberlo, aunque auspiciado en gran parte por el verbo agresivo del propio Pouget, uno de los periódicos emblemáticos de los Anarco individualistas, aunque sin perder su acento marcadamente obrero), este periódico representaba a las “nuevas” corrientes del Anarquismo, dotado de un lenguaje mucho más llano y popular, daba cabida a las ideas más beligerantes y a las posturas más combativas y provocadoras, quizás por eso tuvo una existencia mucho más irregular que “La Révolté” (aunque los individualistas llegaron a disfrutar de un “órgano de expresión” propio como fue “L´Anarchie”, fundado por Albert Libertad, y continuado por personajes como Armand, Mauricius y Paraf-Javal, esto no ocurriría hasta 1905).

Sin embargo el día después de la muerte de Ravachol, “La Révolté” se retractó por sus descalificaciones al difunto, y publicó, quizás en primera página, “¡Será Vengado!”. La mayoría de Anarquistas que aún sentían antipatía por Ravachol tuvieron que tragarse sus pensamientos (algunos no lo hicieron), el pueblo, las clases más bajas, habían elegido a su nuevo mártir. Se creó un nuevo verbo, que alcanzó gran popularidad, “Ravacholiser” era la nueva manera de llamar al asesinato, se crearon multitud de canciones callejeras en honor a Ravachol, la más famosa es “La Ravachole”, compuesta con la pegadiza música de la “La Carmagnole" y también de la "Ça Ira", que según el psicopático Lombroso sustituiría a la Marsellesa. El estribillo de dicha canción decía: “Llegará, llegará ¡Cada burgués recibirá su bomba! ¡Viva el son de la explosión!”.
Última edición por Godwin el 05 Oct 2006, 13:51, editado 1 vez en total.
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 13:51

RAVACHOL: MIS PRINCIPIOS


Nota: las declaraciones y las memorias que Ravachol dictó a sus guardias fueron exhumadas por Jean Maitron de los archivos de la prefectura de policía y las publicó en su “Ravachol y los Anarquistas” (París, 1964). La trascripción otorgada en estas páginas es en todo fiel a la del autor, excepto algunas correcciones ortográficas, por lo demás es idéntico a los documentos conservados a los archivos de la prefectura.


El sobre denominado, después de haber comido de buen apetito, nos habló en estos términos: "Señores," tengo lacostumbre, por todas partes donde me encuentro de hacer propaganda. ¿Saben lo que es la Anarquía? ". A esta previa petición, respondimos que no... ... Eso no me asombra, respondió. La clase obrera, se ve obligada a trabajar para obtenerse pan, no tiene el tiempo de dedicarse a la lectura de los folletos que se ponen a su alcance; lo mismo ocurre con ustedes.

La Anarquía, es la destrucción de la propiedad. Existen muchas cosas actualmente inútiles, muchos empleos que lo son también, por ejemplo, la contabilidad. Con la Anarquía, más necesidad de dinero, más necesidad de comportamiento y otros empleos derivados. Hay actualmente un excesivo número de ciudadanos que sufren mientras que otros nadan en la opulencia, en la abundancia. Este estado de cosas no puede durar; todos debemos no solamente aprovecharnos de lo superfluo del rico, además es necesario obtener como ellos lo necesario. Con la sociedad es imposible llegar a este objetivo. Nada, ni el impuesto sobre las rentas, ni las elecciones pueden cambiar la cara de las cosas y sin embargo la mayoría de los obreros se convencen que si se actúan así, tendrían una mejora.

Error, si se impone impuestos al propietario, aumentará sus alquileres y por este hecho no se habrá solucionado nada, y se hará que los obreros sufran la nueva carga que se le impondrá. Ninguna ley, por otro lado, puede alcanzar a los propietarios, ya que siendo amos de sus bienes no se les puede impedir disponer a su voluntad. ¿Qué es necesario hacer entonces? Destruir la propiedad y por este hecho destruir los acaparadores. Si esta abolición tiene lugar, será necesario también suprimir el dinero para impedir toda idea de acumulación que forzaría a la vuelta del régimen actual.

Es el dinero en efecto el motivo de todas las discordias, de todos los odios, de todas las ambiciones, es en una palabra el creador de la propiedad. Este metal, en verdad, solo tiene un precio convencional nacido de su escasez. Si no nos viéramos obligados a dar algo a cambio, para saciar nuestra necesidad y asegurar nuestra existencia, el oro perdería su valor y nadie buscaría y podría enriquecerse puesto que nada de lo que acumularía podría servir para obtenerle un bienestar superior al de los otros. De allí, más necesidad de leyes, más necesidad de amos.

En cuanto a las religiones, se les destruiría puesto que su influencia moral no tendría ya lugar de existir. No habría ya esta absurda idea de creer en un dios que no existe ya que después de la muerte, todo bien se termina. Por eso se debe desear vivir, pero cuando digo vivir, me entiendo. No es trabajar todo el día para cebar a sus dueños y pasar a ser, estallados de hambre, gracias a los autores de nuestro “bienestar”.

No es necesario amos, esta gente que mantiene su ociosidad con nuestro trabajo, es necesario que todo el mundo se vuelva útil a la sociedad, es decir, trabajar según sus capacidades y sus aptitudes; así un tal sería panadero, el otro profesor, etc. Con este principio, el trabajo disminuiría, solo tendríamos cada uno una hora o dos de trabajo al día. El hombre, no pudiendo permanecer sin empleo, encontraría una distracción en el trabajo; no habría perezosos y si existieran, su número sería tan minúsculo que se podría dejarlos tranquilos y dejarles aprovecharse sin murmurar el trabajo de los otros.

No teniendo más de leyes, se destruiría el matrimonio. Se unirían por inclinación, por afinidad, y la familia se encontraría constituida por el amor del padre y la madre para sus niños. Si por ejemplo, a una mujer le no gustaba ya aquél que había elegido para camarada, podría separarse y hacer a una nueva asociación. En una palabra, libertad completa de vivir con quién te guste. Si, en el caso que acabo de citar, habría niños, la sociedad los cuidarían, es decir los niños serían queridos, se los financiaría. Con esta unión libre, no habría prostitución. Las enfermedades secretas no existirían ya, puesto que éstas no nacen más que del abuso de la aproximación de los sexos, de abuso al cual se ve obligado a suministrarse la mujer que las condiciones actuales de la sociedad fuerzan a hacer un oficio para proporcionar su existencia. ¡No sería necesario para vivir, dinero a toda costa!

Con mis principios que no puedo aquí, por poco el poco tiempo de ustedes enumerar con profundidad, el ejército no tendría ya razón de ser puesto que no habría más naciones distintas, las propiedades destruidas y todas las naciones que se fusionan en una sola que sería el universo.

Más guerras, más peleas, más celos, más robo, más asesinato, más magistratura, más policía, más administración. Los anarquistas aún no entraron en el detalle de su constitución, sólo se lanzan los jalones. Hoy los anarquistas son bastante numerosos para invertir el estado actual de las cosas, y si eso no tiene lugar es que es necesario completar la educación de los adeptos, hacer nacer en ellos la energía y la firme voluntad de ayudar a la realización de sus proyectos. Solo es necesario para eso un empuje, que algún uno ofrezca su cabeza y la revolución se logrará. El que hace saltar las casas tiene por objeto exterminar todos lo que por sus situaciones sociales o sus actos es nocivo a la Anarquía. Si estaba permitido atacar a esta gente allí sin temor de la policía y por lo tanto para su piel, no se iría a destruir sus viviendas con ayuda de unidades explosivas, medios que pueden matar al mismo tiempo que ellos, y la clase enferma que os tiene a su servicio.
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 14:06

Imagen


Crónica sobre el “asesinato legal” de Ravachol
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 14:18

Imagen


Dibujo coloquial de su ejecución
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 14:21

Imagen




Dibujo de Costantini (pintor especializado en "Propagandistas" y otros Anarquistas) sobre las actividades exhumatorias de Ravachol
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 14:22

Imagen


Caserio y Ravachol
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 02 Oct 2006, 14:28

Imagen


Otro ejemplo de Le Pere Peinard
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 03 Oct 2006, 10:04

Y ahora expondré los nuevos datos que he recopilado sobre Auguste Vaillant



El 27 de Diciembre de 1861, según el registro civil a las 3:00 a.m., nacería en Mézières (Francia), Auguste Vaillant (aunque otra forma popular de escribir su nombre es August), este hombre sería, según todos los trabajos contemporáneos y posteriores que se han escrito sobre este periodo histórico, un representante más de la “propaganda por los hechos” en su vertiente violenta, sin embargo sería el único que no asesinaría a nadie. Desde luego no fue el más famoso, ni mucho menos llegaría a ser tan conocido en la actualidad como Ravachol o Henry, tampoco resultaría enigmático ni paradigmático, no llegaría a ser representativo de nada, ni movimientos ni personas lo reivindican hoy, su nombre no infunde terror, tampoco admiración, y sin embargo por nadie llegó a llorar tanto el pueblo internacional como por el olvidado Vaillant.

También él proviene de un hogar roto, aunque sería más exacto hablar de que carecía de hogar, de familia, o de ningún tipo de afecto... ni siquiera había llegado al año de vida (10 meses) cuando su madre contrajo matrimonio con un nombre que se negó a ocuparse de él. Fue dado en adopción y con tan solo 12 años se encontraba vagabundeando por las calles de París, se dedicaba a cometer pequeños robos, tenía que vivir como “vacía bolsillos”, también compaginaba su actividad de carterista con la mendicidad, y eventualmente con los trabajos más inhumanos, para tan solo un niño.

Vivió entre la miseria más absoluta, acosado por la policía o por el hambre, víctima de la mal nutrición, era la prueba viviente de los motivos por los que tenía que avergonzarse, ese lugar que tan arrogantemente se denominaba “occidente” (tal y como ocurre hoy día, la sociedad occidental se siente orgullosa de su supuesto desarrollo, de su progreso tecnológico, esgrimen la “civilización” como panacea de todos los males, y miran con suficiencia, al que han denominado, “tercer mundo”, mientras en sus calles la gente sigue muriendo de hambre o de soledad). A los 13 años Vaillant intenta llegar a París, donde espera tendrá más suerte, sin embargo al no tener dinero para pagar el billete intenta colarse como “polizón”… es descubierto y sufre su primera detención. Ante la imposibilidad de llegar a París por ninguna otra vía, Vaillant llega a París… andando.

La vida no era fácil para el joven Vaillant, sin embargo, quien sabe de que manera, consiguió ir a la escuela y aprender a leer y escribir (quizá debido a la compasión de algún sacerdote). Después de subsistir unos años con los trabajos más duros y mal pagados, Vaillant se encuentra a los 17 años sufriendo más que nunca las crueles dentelladas del hambre. Un día perseguido y acosado por esta “vieja conocida”, pasa delante de un elegante restaurante. Vaillant no puede evitar la tentación, y roba comida de una mesa… como resultado 6 meses de cárcel.

Sin embargo Vaillant no desalentaba, y por un momento creyó que la vida le sonreía cuando encontró trabajo como empleado. Primero trabajó en un taller como zapatero, sin que pudiera obtener lo suficiente para vivir, tuvo que ejercer la desagradable labor de “peletero” (despellejando cadáveres de animales), empleado en una tienda de comestibles, hasta que consiguió compaginar sus oficios con la posibilidad de impartir clases de francés (a pesar de sus muchas carencias, su auto didactismo lo había convertido en un “erudito”). Interesado por la astronomía y la filosofía, poco a poco fueron introduciéndose las inquietudes e ideas sociales en su cabeza, primero llegó a ser impulsor de un efímero semanario de corte socialista, llamado “L´Union Socialista”, sin embargo el tibio socialismo reformista, fuera de tendencia marxista o no, no podía satisfacer a los que pasaban hambre, no encontraban consuelo en sus frías divagaciones, no hallaban explicaciones en sus conceptos abstractos, todos los desheredados eran, más tarde o más temprano, seducidos por la vitalidad Anarquista. Vaillant fue uno de ellos.

Vaillant conquistó rápidamente la confianza de sus compañeros de fatigas, fue acercándose a los círculos individualistas, pero sin mantener una actitud de ruptura con las otras tendencias, él por temperamento e ideas, mantenía una línea “conciliadora”. Fue designado secretario de la “Federación de Grupos Independientes”, por lo cual mantuvo reuniones en las que llegó a relacionarse con Sebastian Faure y Jean Grave.

Contrariamente a sus ideas contrajo matrimonio, no haberlo hecho supondría dejar en desamparó a su compañera si a él le hubiera ocurrido algo, fruto de este amor nacería una niña, Sidonia (nombre curioso pues era el gentilicio de los habitantes de Sidón, antigua ciudad Fenicia). Sin embargo el matrimonio no funcionó, y él y su hija fueron abandonados por su esposa, quizás a causa de la miseria en la que vivían o por la intranquilidad que le producían las actividades de Vaillant.

Hemos de señalar que a Vaillant, a pesar de la adversidad, no se le ocurrió ni por un momento abandonar a su hija, según muchos estudios psicológicos (por ejemplo los realizados sobre los psicópatas) los individuos que han sufrido en su infancia, tienden a repetir esas pautas de comportamiento o incluso a exacerbarlas en su edad adulta, sin embargo Vaillant, a pesar de haber sido un niño que había sufrido el abandono, no repitió ni la pauta de conducta de su madre y padrastro, ni tampoco se dejó arrastrar por la oleada de abandonos que se producían cotidianamente. Una vez más ni el psicoanálisis, ni los factores ambientales dan una explicación satisfactoria, y el factor individual vuelve a jugar un importante papel.

Vaillant volvió a enamorarse, encontrando en su compañera el amor, el apoyo y la compresión que siempre le habían faltado. Seguro de poder cambiar el rumbo de su vida y quizás deslumbrado por los relatos que contaban los que emigraban al Nuevo Mundo, él (tal y como haría Malatesta) decide emigrar hacia “el granero del mundo”, la Argentina, concretamente a Chaco. Los relatos de superabundancia y esa contagiosa fiebre del oro, eran realmente tentadores, así que cogió a su familia y emigró hacía “el paraíso perdido”.

Sin embargo, tal y como ocurre hoy día, los “maravillosos cuentos” que incitaban a los inmigrantes a viajar a una “aventura” incierta, eran totalmente falsos, uno solo podía enriquecerse si carecía de los suficientes escrúpulos que requería ser rico, tal y como ocurría en su país de origen, tal y como ocurre hoy. Después de 3 años, volvió de su peripecia americana tan pobre como antes, pero más desengañado.

Eso sí, siempre mantuvo unida a su familia. Vaillant encajaba a la perfección con la sorprendida explicación que da Martínez Fraile (uno de los médicos que atendió a Durruti en el momento de su muerte) de la moral Anarquista: “Aunque no participo de sus ideas, debo decir que en mi vida he conocido muy pocas personas tan generosas y dispuestas al sacrificio como los Anarquistas. Tenían una moral muy especial. Por ejemplo les parecía muy mal que un hombre tuviera más de una mujer. Consideraban inmoral tener más de dos relaciones amorosas al mismo tiempo. Por otra parte, estaban totalmente en contra del matrimonio burgués...”. Parece ser que este médico quedó muy impresionado de comprobar el verdadero alcance del llamado “amor libre”, criado en un medio burgués no podía entender que el “amor libre” se fundamenta precisamente sobre la base del respeto y la confianza.

De vuelta en París, Vaillant recobró ánimos para intentar de nuevo salir adelante. Consiguió volver a trabajar como maestro, pero tan escaso como el sueldo, fue el tiempo en que requirieron sus servicios. Sin dinero y sin trabajo, Vaillant retorno a su particular y cotidiana “tortura”. Por los suburbios parisienses vagabundeaba hambriento pidiendo trabajo de un lugar a otro, de fábrica en fábrica, de taller en taller, de mesón en mesón, de casa en casa... solo obtenía negativas, postergaciones, esperanzas vacías, desaliento... su ropa se iba desasiendo poco a poco, el escaso dinero que conseguía, o algún que otro alimento que mendigaba, eran para su familia. Cuando su ropa eran meros rastrojos, las negativas y miradas indiferentes fueron convirtiéndose en desprecios y humillaciones. Terminó caminando descalzo, hasta que encontró unos chanclos rotos tirados en la basura, ni siquiera tenía dinero para unos míseros zapatos. Debe de ser en esta época de desesperación cuando (según algunos datos), se vuelve a dedicar a robar, y hasta a estafar, para poder mantener a su familia.

No obstante, un rayo de luz atravesó su destino, después de mucho insistir, consiguió al fin un trabajo en una refinería de azúcar. A él, que se le partía el alma al ver a su familia desfallecer de hambre, le podía consolar decirles “no os preocupéis, ya veréis cuando cobre a fin de este mes...”. El mes acabó, Vaillant esperanzado va a recoger su salario, y de repente, sobre su mano se depositan 3 miserables francos... No es suficiente ni para mantener a una persona dos días, y con eso se pretende que mantenga a una familia. Humillado y profundamente amargado, ve a su compañera y a su hija famélicas, y el hecho de verlas hambrientas lo que le decide a actuar... Llega a la horrible conclusión de que vale más muerto que vivo y decide suicidarse.

Sin embargo, no quiere que su muerte sea en vano, el 8 de Diciembre de 1893 escribe una carta de despedida: “Me voy, pero no me iré en silencio, me iré con un grito de protesta, un grito de toda esta clase que exige sus derechos y un día cercano unirá los hechos a las palabras. Al menos moriré con la satisfacción de saber que he hecho lo que estaba en mi mano por apresurar el advenimiento de una nueva era”. Según el desquiciado Lombroso unas palabras muy similares diría antes de morir, así que ante la imposibilidad de saber el momento exacto de la aparición de estas palabras, o si se trata de dos mensajes diferentes o del mismo, aunque con diferentes matices, lo reproduzco a continuación: “Hace mucho que respondéis a nuestras voces con la cuerda o con la horca; no seáis ilusos; la explosión de mi bomba no es el grito del rebelde Vaillant, sino el grito de una clase que reivindica sus derechos, y que de ahora en adelante unirá los hechos a las palabras.”

Por supuesto, si existe una completa seguridad de lo que hizo a continuación. Vaillant arrastrado por la miseria y la desesperación intentó que los ojos del mundo miraran hacia los despreciados y hambrientos, además conociendo la ejecución de Ravachol, sintió el deber de protestar por los parias que como él eran arrastrados a los más oscuros caminos de la desesperación, y aunque se dijo que actuaba en venganza por el asesinato de Ravachol, Vaillant tenía muchas otras motivaciones por las que actuar. Quería “lanzar un grito” que escucharan todos, que escuchara el mundo, que entendieran los “oprimidos” y que impresionara a los “opresores”, un “grito” de una “clase hambrienta y desesperada”. Además quería que el poder que los había condenado a esa inhumana condición se sintiera herido en las entrañas ¿Pero dónde estaban acaso las entrañas del poder?, ¿Quizás podían estar en los cafés y restaurantes abarrotados de burgueses? ¿Quizás lo representaba algún mandatario? Esos fueron en efecto, los principales objetivos de los atentados Anarquistas en aquella época, sin embargo parece ser que Vaillant reconoció mejor que ningún otro donde se encontraba la raíz del “mal”, comprendió mejor que nadie aquellas inmortales palabras de Bakunin: “Nosotros pretendemos destruir instituciones, no personas”, entendió que la esencia del “mal” no residía en tal o cual individuo, la esencia del “mal” residía en el poder.

Buscó cual era la representación de ese poder y encontró su objetivo perfecto en el lugar donde más hombres con poder se reúnen... sí, el Parlamento Francés fue su objetivo. Vaillant pensaba que el parlamento era la materialización de la jerarquía, allí se daban cabida todos los intereses espurios, los económicos, los legales y los morales. Los intereses de la Iglesia y el Capital se daban la mano con los tres ejes del Estado, en aquel lugar residía la enfermedad que había corrompido a la Sociedad. Sin embargo, como ya hemos dejado entre ver, ni el carácter ni la personalidad de Vaillant le predisponían a matar, él no era un individuo dispuesto a acabar con la vida de nadie, el no quería convertirse en un asesino igual que los tiranos a los que odiaba. Rechazando caer en el asesinato, metió en una única bomba (una pequeña cazuela) una mínima cantidad de pólvora verde y unos clavos. Como él mismo llegaría a decir, el hecho de que no usara otros materiales es la mejor prueba de que no quería matar a nadie (uso clavos cuando podía haber utilizado balas).

Después de despedirse de su pequeña familia (que ignoraba lo que iba a suceder), la tarde el 9 de Diciembre de 1893 sería el momento escogido por Vaillant para hacer su “propaganda por los hechos”. Sin llamar la atención, ni levantar ninguna sospecha se introduce dentro del Parlamento, del llamado “Palais Bourbon”, se sienta tranquilamente en la galería destinada al público, y una vez empieza el debate se levanta orgulloso y con un potente grito que hace virarse a toda la cámara hacia su dirección, proclama: ¡VIVA LA ANARQUÍA!, mientras deja caer la bomba de sus manos, siendo arrojada al centro del debate.

Como Vaillant esperaba nadie resulta muerto, aunque aproximadamente 20 diputados acaban con heridas leves… su acto los deja a todos atónitos. Como una visión desaparece de escena, sin embargo su intención no es huir, y viendo que la policía no da con su paradero, a la mañana siguiente se entrega, con toda tranquilidad, a la policía. Pero, contrariamente a lo que podía pensarse, toda Francia, es más, prácticamente todo el Mundo entiende su acto. De todas partes provienen mensajes de admiración, apoyo y respeto, los propios diputados no se atreven a condenarlo. Una vez y se conoce la historia de Vaillant, además de su mensaje, la aceptación unánime se convierte en afecto. A diferencia del caso Ravachol, aquí no surgen disputas ni polémicas, el Movimiento Anarquista tiene una única voz cuando de Vaillant se trata, solo grita “¡Libertad para Vaillant!”, los periódicos Anarquistas más opuestos (“Le Père Peinard” y “La Révolté”) coinciden plenamente, hasta la prensa burguesa o marxista comparte el entusiasmo, el pueblo acepta a Vaillant sin el recelo con el que terminó aceptando a Ravachol, aquí no hay aspectos tétricos o macabros, Vaillant es uno de los nuestros. No es por tanto, idolatrado o venerado, ni se hacen canciones o juegos de palabras en su honor, no se le mira con distancia o temor, en Vaillant solo hay miseria, y eso nos une a todos.

Zola, Rodin, Verlaine y Laurent Tailhade se sentirían emocionados por el acto, el último lo llevaría hasta un desvirtuado extremo cuando diría: “¿Qué importan las víctimas si el gesto es Bello?”.
Sin embargo todo esto no beneficiaría en nada a Vaillant, y muchos se aprovecharon de la coyuntura. He aquí un mártir Anarquista, que al contrario que Ravachol, a nadie crea repulsa ni antipatía, nadie podrá ponerle una pega ni a sus ideas ni a su praxis, los oportunistas se dijeron “usémoslo como gustemos” y así fue. Primero la derecha reaccionaría y antisemita encontró en el caso Vaillant su oportunidad, por aquel entonces se había producido el “Escándalo de Panamá” en el que las autoridades se habían visto implicadas en una “malversación de fondos”, los periódicos ultraderechistas no perdieron la oportunidad para encontrar nombres judíos entre los “malversadores” y relacionarlo todo con una demencial conspiración judía para “usurpar Francia” (de esta demencial escalada racista provendría el conocido caso Dreyfus). La idea de la ultra derecha era relacionar la violencia social con la mala gestión gubernamental en el asunto de Panamá, debido según sus disparatados argumentos, a que en su seno había presencia judía, el clerical y antisemita Drumont llegaría a decir: “El barro, la sangre y el oro, de Panamá al Anarquismo. Los hombres sangrientos han nacido del barro de Panamá”. Además en artículos posteriores “canonizaría” al pobre Vaillant.

A su vez la intelectualidad burguesa encontró en Vaillant una representación de sus ideales estéticos, la sangre siempre es bella cuando no la derrama uno, igual que Turgeniev utilizó a Bakunin para su Rudín, o Blasco Ibáñez en “La Bodega” a Salvochea para su Fernando Salvatierra, Zola usó a Vaillant (transformándolo en un ser violento) para el Salvat de su novela París.

Como hemos dicho, esto no benefició a Vaillant, el 10 de Enero de 1894 compareció ante un tribunal que le acusaba de “Intento de Asesinato”, nada más alejado a la verdad que semejante acusación, poco le hubiera importando a Vaillant cualquier acusación, todas menos esa. Para un hombre de tan profundas convicciones como las que tenía Vaillant ser acusado de “Asesino en potencia” era una grave afrenta. Tomándoselo como un insulto, protestó ante el tribunal, él no podía soportar semejante descalificación, no le importaba que lo mataran, por el contrario, era lo que buscaba, pero no por asesino. Así que con vehemencia y seguridad dijo ante la Audiencia del Sena: “No me propuse causar la muerte de nadie, lo repito. Hubiera podido llevar dos bombas en vez de una, no lo hice. Hubiera podido llenarlas con una carga más fuerte de pólvora verde, no lo hice. Hubiera podido emplear un explosivo más terrible, como la nitroglicerina, pero no lo hice, podía haber llenado el recipiente de balas. Pero solo utilicé clavos... ¿Creéis que hago estas declaraciones para salvarme de la guillotina? ¡Os equivocáis! De haber pensado que vosotros pudierais abrigar esta idea, hubiera preferido no responderos y cruzarme de brazos. Pero, ¡maldita sea! ¡No puedo declarar, sin embargo, que me propuse matar!”.

También añadiría: “Señores, denme algunos minutos, antes de recibir vuestros golpes, de recibir vuestro veredicto. Yo siento la mayor satisfacción por haber herido a la sociedad actual, esta sociedad maldita que somete al hombre a un desperdicio inútil de energía y al hambre de miles de familias. Sociedad infame que permite a cualquier individuo despilfarrar las riquezas sociales… Yo había visto como el capital venía, como un vampiro, para chupar la última gota de sangre de los desafortunados parias. Luego yo volví a Francia, donde me esperaba ver a mi familia sufrir atrozmente. Esta era la ultima gota que colmo el vaso de mi sufrimiento. Cansado de llevar esta vida de cobardía y sufrimiento, yo cogí esa bomba y la tire al principal responsable de la miseria y el sufrimiento social”.

El tiempo que pasó en la cárcel esperando el día del juicio, también está repleto de frases reivindicativas y emotivas, como por ejemplo, esta que hemos conseguido traducir, data aparentemente de cuando al poco de ser encerrado le preguntaron “¿Porqué lo hiciste?, y él respondió: “La sociedad me ha forzado a hacerlo. Yo vivía en una situación miserable. Tenía hambre. Pero yo no me arrepiento de nada: me burlo. Pero esto da igual, yo estoy contento y me hará bien la guillotina. Yo volvería a hacer lo que hice hace ocho días.”

Sin embargo, y a pesar del convencimiento de Vaillant, parecía imposible que fuera condenado a muerte, nunca un individuo que no hubiera matado a nadie había sido ejecutado en todo el siglo XIX (que se supiera), sin embargo lo imposible, para asombro del pueblo que sereno y tranquilo esperaba una pena leve, se convirtió en realidad.

Una vez va a concluir el juicio solo queda leer la sentencia, la expectación es máxima, Vaillant increíblemente tranquilo y sosegado, observa a los jueces… su amplia frente, estereotípica del padre comprensible y sufridor, es un marco perfecto para sus ojos, a pesar de que estos pueden parecer “venerables”, casi altivos, adquieren habitualmente una expresión compasiva y misericordiosa, quizás tan solo den esa sensación de “magnanimidad” por que la pena que acogen esos ojos, es capaz de hacer olvidar la de los demás, y esta mirada esta ahora clavada en el tribunal... es entonces cuando los cinco jueces, contraviniendo cualquier protocolo, hasta para casos excepcionales, dictaminan con voz severa la terrible: “Pena de Muerte”.

El pueblo es un clamor, Vaillant por el contrario sigue igual de imperturbable. El ha recibido el horrible honor de ser el primer ejecutado del siglo XIX sin haber cometido ningún “delito de sangre”. Sorprendentemente se ordena y se pretende que el juicio, el veredicto y la sentencia se cumplan en un mismo día. Obviamente no se quería dar tiempo a que existiera una reacción popular, se pretendía coger desprevenidos a todos los partidarios de Vaillant evitando así cualquier tipo de intervención... Sin embargo y a pesar de que casi no hay tiempo para maniobrar, 70 diputados, entre ellos muchos de los que fueron heridos por la bomba de Vaillant, escribieron al presidente Sadi Carnot para que conmutara la pena. Cientos de peticiones de gracia llegaban de todas partes, el pueblo se manifestaba y organizaba tumultos, todo el mundo gritaba “¡No Matéis a Vaillant!”.

Sin embargo, nada consiguió ablandar el corazón de Sadi Carnot, desoyó toda las peticiones de clemencia, ningún Estado podía permitirse ser amenazado, y menos por un Anarquista tan querido como Vaillant. Jules Breton un diputado socialista llegó a decir: “Si Carnot se pronuncia fríamente sobre la muerte de Vaillant, ni un solo hombre en Francia se afligirá por él si un día cae víctima de una bomba”, estas palabras serían proféticas. Al no querer firmar el indulto de Vaillant, Carnot firmaba a su vez su propia sentencia de muerte.
Durante los meses que preceden a su ejecución Vaillant rezuma serenidad, pide a los compañeros y al pueblo en general que no pidan más el indulto, él no quiere clemencia. Vaillant desea morir, pide una y otra vez comparecer ante la guillotina, viendo la reacción popular ya puede descansar tranquilo, esto demuestra que su gesto tenía sentido, que su vida tuvo sentido y que su muerte tendrá que tenerla.

El 5 de Febrero de 1894 Vaillant, que contaba 33 años de edad, subió al patíbulo (en alguna publicación leí extrañado que fue fusilado, pero eso me parece realmente imposible ya que el fusilamiento estaba reservado para los militares, mientras que a los presos comunes se les aplicaba la guillotina, por lo cual es posible que su vida se extinguiera en Saint Étienne o más exactamente en Montbrison, el lugar más común para las “ejecuciones”), tan tranquilo, apacible y sereno como lo había estado durante estas últimas semanas, con su gesto firme, casi parecía esbozar una sonrisa, la guillotina lo esperaba. Subió la escalerilla, llegó ante ella, miró a su alrededor y rompiendo el silencio sepulcral, dijo la misma frase que cuando arrojó la bomba, esa frase ya convertida en emblema, tantas veces repetida, antes y después de él: ¡MUERA LA SOCIEDAD BURGUESA! ¡VIVA LA ANARQUÍA!.

Al día siguiente de su entierro apareció sobre su lapida una hoja de papel, en la que podía leerse el siguiente poema:

“Puesto que ellos te han hecho beber la tierra
A la hora del sol naciente
Roció augusto (Auguste) y saludable
Las santas gotas de tono sangre
Bajo la hoja de esta lapida
Que te ofrece la derecha ultrajada
Tú puedes dormir en una solemne calma
Oh mártir, tu muerte será Vengada”

La discreta tumba de Vaillant fue visitada por cientos de personas, las multitudes lloraban por un hombre que ni siquiera habían conocido, pero que sentían como suyo, compañero de sufrimientos, compartían su dolor por el hambre y la miseria, compartieron su alegría por la bomba arrojada a los opresores, y aunque siguieron compartiendo la felicidad de ese “gesto memorable”, no podían compartir su júbilo el día que la guillotina segó su vida, aunque en honor de la verdad puede que lo matara, pero desde luego no lo silenció.

La muerte de Vaillant garantizó una nueva vida para su familia, su compañera fue ayudada por los compañeros Anarquistas y tuvo asegurada su manutención. En cuanto al destino de su hija Sidonia, Vaillant se hubiera sentido feliz, satisfecho y muy tranquilo. Más que nunca se puso de manifiesto esa afinidad, que como antes mencionábamos, sentían los Comunistas Libertarios (de la línea “extravagante” o libérrima) por los “propagandistas por los hechos”. Ese afecto se hacia especialmente evidente en Faure, siendo precisamente él quién adoptaría y criaría a Sidonia, como su propia hija.
Última edición por Godwin el 05 Oct 2006, 14:10, editado 1 vez en total.
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 04 Oct 2006, 14:07

Ahora vayamos con Henry


Henry ya había sido sospechoso de colocar una bomba que había sido la causante de la muerte de 5 policías en 1892 (bomba colocada en la “Société de Mines de Carmaux”, en plena “Avenue de l´Opera”, y que después de ser recogida por los gendarmes, estallaría al introducirla en la comisaría), sin embargo, tal y como avalaron los testigos, parecía imposible que Henry pudiera encontrarse en el lugar de los hechos, y una vez así lo confirmaron los informes policiales, nada pudo demostrarse. Lo que si es cierto, según su propia declaración, es que la noticia de la ejecución de Vaillant fue lo que le hizo volver de su exilio en Londres (empujado a él por las “suspicaces” pesquisas policiales), y lo que definitivamente lo empujó a “actuar”. Contrariamente a otros casos de “propagandistas por el hecho” Henry no provenía de una familia de clase “baja”, aunque si poseían antecedentes “insurreccionales”, su padre había sido un general, Fortune Henry, condenado a muerte por participar en la Comuna (no evito la condena el que al parecer sufriera una enfermedad mental, sin embargo aparentemente conseguiría huir hacia España) y su hermano, también llamado Fortune, era un propagandista libertario, fundador de la comuna Anarquista de “Aiglements” en Ardennes.

Henry había nacido en 1872, en España (durante el exilio de su padre), estaba graduado en un prestigioso colegio de “politécnica”, y sería de todos los “propagandistas por los hechos” uno de los más familiarizados con las ideas Anarquistas (junto a Vaillant y Berkman), aunque según sus propias palabras, tan solo era Anarquista desde 1891. A pesar de ser un profundo conocedor del pensamiento Ácrata, sería rechazado por los Anarquistas de igual manera que lo había sido Ravachol, por la naturaleza de sus actos.

El 12 de Febrero de 1894 (tan solo siete días después del asesinato de Vaillant) Henry pone una bomba en el “Café Terminus” ocasionando un muerto. Henry repetiría el mismo proceso de “martirología” que se produjo con Ravachol, primero temidos, después despreciados, a continuación perdonados, y por último admirados, si eran comparados con Jesús debía ser más bien por el desarrollo de los acontecimientos (a Ravachol se le llamaba “El Cristo Anarquista” y Clemenceau comparo el aspecto de Henry antes de subir al cadalso al de “un Cristo atormentado”). Sus actos se ganaban la repulsa popular, pero su actitud ante los tribunales y sobre todo sus condenas a muerte, hacía que conquistaran la compasión y respeto del pueblo (incluyendo en muchos casos al Movimiento Anarquista, con cuyos principales pensadores mantuvo apasionadas polémicas desde la cárcel).

El juicio fue convertido por en Henry en el auditorio propicio para una conferencia Anarquista, cuando el juez le increpo: “Acusado, ¡vuestras manos están llenas de sangre!, Henry le espeto: “¡Cómo vuestra toga roja, Señor Presidente!”.

Fue ejecutado con tan solo 22 años, el 24 de Marzo de 1894, y después de gritar: “¡Coraje compañeros! ¡Viva la Anarquía!”.


(Su declaración puede encontrarse en el texto original)
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 04 Oct 2006, 14:11

Imagen




Periódico de la época
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 04 Oct 2006, 15:29

El caso de Santo (o Santos) Geronimo Caserio es harto distinto, a pesar de compartir motivaciones. Caserio nacido en 1874, en Motta Visconti, provenía de una humilde familia italiana, era el penúltimo de 8 hermanos y su padre era barquero (aunque padecía epilepsia seguía realizando un trabajo tan peligroso como ese, para alguien que pierde habitualmente la conciencia, aparentemente acabaría encerrado en un manicomio victima de una grave enfermedad mental). Buscando suerte había emigrado a una zona más “prospera” como Milán, y a continuación a Suiza y Francia, ya convertido en aprendiz de panadero. Desde pequeño sintió siempre una gran compasión por los campesinos de Lombardia y por sus penosas condiciones de vida (ya a los 13 años mantenía calurosas discusiones sobre el Anarquismo), llegó incluso a ser detenido por entregar propaganda Anarquista a los soldados. Sin embargo, estaba dotado de tanta docilidad, afabilidad y ternura que nadie hubiera podido creer que fuera capaz de “matar a una mosca” (quién ve sus fotos no puede evitar ver la imagen de un niño).

Sin embargo el caso Vaillant le removía las entrañas, su obsesión era que la condena no se hiciera efectiva, admiraba la bondad de Vaillant... enfurecido con la negativa de Carnot a darle el indulto, se vio arrastrado por la desesperación y la impotencia, al no poder evitar la muerte de un “hombre bueno”. Frustrado y “loco de dolor”, cuando se enteró del asesinato de Vaillant, corrió a comprar un puñal (en el que al parecer escribe la palabra Anarquía y el nombre de Vaillant) y a coger un tren para Lyón, porque allí se produciría la próxima aparición pública del presidente Sadi Carnot.

El 24 de Junio de 1894, Caserio se confundió entre la muchedumbre, se acercó poco a poco hasta el carruaje de Carnot, llevaba el puñal escondido en un periódico, y una vez pudo aproximarse lo suficiente, se abalanzó sobre él y lo apuñaló hasta propiciarle la muerte. Fue el primer asesinato de la historia que sufriría un presidente de gobierno. En el juicio Caserio se mostró profundamente calmado, con una sonrisa extremadamente cándida, solo pareció emocionarse al nombrar a su madre, a la que estaba muy unido.

Cuando le preguntaron porque había matado a Carnot el siempre esgrimió la venganza, el recuerdo del asesinato de Vaillant era demasiado intenso, pero después de que le siguieran insistiendo, también llegó a contestar: “Le mate porque era un tirano”. Sabiendo que sería condenado a muerte dijo: “Seguro que la ejecución será muy hermosa”, mientras la esperaba escribiría en la cárcel: “Mil veces, al echar mi cabeza sobre la almohada para dormir, pienso en los sufrimientos de los míos y me abandono al llanto”.

El 15 de Agosto de 1894 el “niño” Caserio fue despertado para caminar hacia el patíbulo, después de llorar durante un momento, secó con su manga las lágrimas que había derramado y se encaminó, sin volver a dar muestras de ninguna emoción, imperturbable hacia la guillotina. Lanzaría tan solo un débil, casi tímido: “¡Ánimo, camaradas, y Viva la Anarquía!” (según algunas opiniones muy controvertidas lo que diría en realidad es: “No quiero”). Sería ejecutado con tan solo 20 años de edad.

Pietro Gori le recordaría con una canción conmemorativa (igual que al parecer hizo Faure con Ravachol, ya que a él se le adjudica la Ravachole, aunque también ha sido candidato Pouget)
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Avatar de Usuario
Godwin
Mensajes: 305
Registrado: 17 Nov 2005, 15:03

Mensaje por Godwin » 04 Oct 2006, 15:36

Imagen

Caserio en la tienda donde compro el puñal (visto desde la óptica de Flavio Costantini segun Bernard Thomas “el dibujante libertario que más se ha especializado en los “ilegalistas”)
Última edición por Godwin el 04 Oct 2006, 15:59, editado 1 vez en total.
Así como el Individuo busca la Justicia en la Igualdad, la Sociedad aspira al Orden en la Anarquía.

Responder