Un destello de libertad. De #BlackLivesMatter a la liberación negra

Año publicación: 
2017
Autor / es: 
Keenaga-Yamahtta Taylor
Editorial: 
Tinta Limón y Traficantes de Sueños
ISBN: 
978-84-947196-8-4
Páginas: 
246
Tamaño del libro: 
15 x 24
Web: 
https://www.traficantes.net/libros/un-destello-de-libertad

Negros en puestos altos, caras negras en puestos altos, pero las mismas ratas y cucarachas, los mismos barrios bajos y la misma basura, la misma policía azotando tu cabeza, el mismo desempleo y los mismos yonquis en el vestíbulo robándole a tu abuela (Amiri Baraka, 1972).
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Los africanos que conspiraron con el comercio europeo de esclavos para vendernos y sumirnos en la esclavitud fueron seducidos con baratijas. Espero que nuestros jóvenes no sigan cayendo en las mismas trampas (Assata Shakur).
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Los Pantera Negra de los setenta o están muertos, o están en la cárcel, o son profesores de universidad (Mireia Sentís).

Reseña de la editorial: Una ola de color ha barrido la geografía política de Estados Unidos. Los repetidos asesinatos de chicas y chicos negros han galvanizado a la población afroamericana mostrando la ilusión de una sociedad posracial. Crisis, desempleo, políticas racistas y sobre todo impunidad policial han sido el detonante de las explosiones que se han seguido desde el verano de 2015 hasta el final de la era Obama. La emergencia de una multitud de grupos, entre los que destaca #BlackLivesMatter (Las vidas negras importan), constituye el acta de nacimiento de una nueva generación activista; también el primer ensayo de nuevas formas de protesta.

En este libro, Keeanga-Yamahtta Taylor recorre la historia reciente del movimiento negro. El Movimiento por los Derechos Civiles y los Black Panthers. El contraataque económico e ideológico de Nixon y Reagan. Los límites de la integración de políticos negros en las instituciones, con Obama como mejor exponente. Destaca los elementos de novedad de la reciente oleada de protestas y también los múltiples problemas a los que se enfrenta. Su trabajo es seguramente el mejor análisis político sobre las relaciones entre el viejo y el nuevo movimiento negro y uno de los mejores instrumentos disponibles para pensar las formas de extensión y organización de una nueva generación de movimientos sociales, capaces de cruzar clase y «raza» no solo para entender la opresión sino, sobre todo, como única posibilidad de enfrentarla.

Uno de los aspectos interesantes del libro es el análisis del origen e implantación de una clase política afroamericana que ocupa puestos relevantes en las instituciones. Clase cuya historia permite un balance paradójico cuando se la quiere interpretar como un "avance", si se tienen en cuenta hechos como el de que Baltimore, una ciudad del norte que encabeza las listas de maltrato policial a la población negra, esté dirigida por afroamericanos.

A lo largo y ancho de Estados Unidos, miles de políticos negros están gobernando muchas de sus ciudades. Sin embargo, a pesar de este acceso sin precedentes al poder político, poco ha cambiado para la vasta mayoría de los afroamericanos. La principal diferencia es que hoy, cuando los negros pobres y trabajadores experimentan dificultades, el que desestima esa dificultad es  el afroamericano que ocupa alguna posición de autoridad. Muchos de estos funcionarios emplean sus posiciones para articular los peores estereotipos sobre los negros, con el objetivo de evitar cargar con las culpas de sus propias incompetencias…

El éxito de los políticos negros está relacionado con la creación de una clase media en la postguerra.

Sólo un pequeño número de afroamericanos trabajaba en bancos, comercio, educación, derecho y medicina, pero se apartaron de la gran mayoría de negros trabajadores y empobrecidos gracias a sus ingresos relativamente iguales a los de los blancos… su apoyo a la economía capitalista y a la movilidad generada por las corporaciones. En cuatro décadas, entre 1970 y 2006, los hogares negros que ganaban más de 75.000 dólares pasaron de ser el 3,4% al 17,5%. Seis millones de afroamericanos se han vuelto lo suficientemente ricos como para vivir como “los blancos de bien”. En este contexto, un presidente como Nixon promovió la existencia de propietarios negros de, por ejemplo, vivienda –“ser incluidos no como demandantes, sino como dueños y emprendedores”.

La complicidad con esta clase se teorizó como una vía para acabar con el impasse que afectaba al liderazgo político radical afroamericano, incluyendo al de los Pantera Negra.

La presión incesante que ejercía el programa contrainsurgente del gobierno federal contra la izquierda hacia de esa orientación política algo arriesgado. Como candidato a alcalde de Oakland en 1973, Bobby Seale justificó un cambio de estrategia en el hecho de que, en la relativamente corta existencia de los Pantera Negra, cincuenta habían sido asesinados, doscientos heridos y otros trescientos arrestados. En este cambio estaba incluido un acercamiento más colaborativo a la clase media negra, utilizando sus capacidades para llenar el vacío causado por la falta de inversión pública y privada. El ataque incesante a la izquierda negra era un agotador mecanismo de aislamiento. Una alianza con la clase media negra supuso atemperar el discurso para ganar nuevos aliados. Al contrastarlo por la impredicibilidad de las rebeliones, los cargos políticos negros parecían una alternativa razonable… Hacia los primeros años setenta, el giro electoral dejo de ser tema de debate. Estaba en marcha en todo el arco político del movimiento, desde la tradicional ala liberal del Partido Demócrata hasta el Partido Pantera Negra.

Vale la pena hacer un inciso e indicar que en sus memorias Una cata de poder, la dirigente Pantera Negra Elaine Brown ubica ese cambio de estrategia –como quien no quiere la cosa- precisamente después de un viaje a la República Popular China en el que su corriente quedó confirmada como líder dentro del partido. Los años en que se produce la distensión (antisoviética) entre Nixon y el gobierno chino son los años en que los dirigentes del Partido Pantera Negra apuestan por ocupar alcaldías en las grandes ciudades portuarias de la Costa Pacífica USA, y Brown pinta con glamour como abandonó la defensa de la lucha armada en defensa de las comunidades por la promoción de proyectos desarrollistas en esas ciudades portuarias –entrada de mercancías todo a cien- que “crearían muchos puestos de trabajo”.

En cualquier caso, la ruptura del aislamiento revolucionario no contribuyó a la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de los afroamericanos. Sus representantes tendían, más bien, a desacreditarlos.

Claramente, la búsqueda del poder electoral negro ha sido exitosa para algunos. Pero las crisis continuas de la población negra, desde las escuelas sin recursos hasta los asesinatos policiales, exponen las extremas limitaciones que tiene esta estrategia. Siempre ha habido diferencias de clase entre los afroamericanos, pero esta es la primera vez que esas diferencias se han manifestado bajo la forma de una minoría negra que posee un significativo poder político y autoridad sobre la mayoría de las vidas negras. Cuando una alcaldesa negra, que gobierna una ciudad mayoritariamente negra, se vale de una unidad militar dirigida por una mujer negra para suprimir una rebelión negra, entramos en un nuevo periodo de la lucha por la libertad negra.

En un lapso de veinte años, las ciudades estadounidenses pasaron de estar dominadas por maquinarias políticas blancas a ser el emplazamiento del actual poder político negro. Fue, claramente, un momento desafortunado para tomar el poder de las ciudades. La recaudación fiscal se iba secando a medida que millones de individuos y negocios abandonaban la ciudad. Entre 1966 y 1973 más de un millón de puestos de trabajo estadounidenses se trasladaron a otros países, y una mayor cantidad de trabajos se trasladó al sur del país, donde los sindicatos eran escasos y los salarios más bajos. Hacia 1983, el desempleo negro a lo largo del país se disparó hasta el 21%.  Este fue el trasfondo sobre el que se desarrollaría el drama del poder político negro a lo largo de los ochenta. Los afroamericanos gestionaban las llaves de algunas de las más grandes ciudades del país –Los Angeles, Detroit, Chicago, Philadelphia, Nueva York- pero tenían pocos recursos para gestionarlas financieramente, al tiempo que contaban con un creciente número de negros pobres y desempleados.

Los políticos negros apoyan programas que esquilman y dañan a los afroamericanos trabajadores debido a las presiones que acarrea gobernar en una era de austeridad presupuestaria. En la medida en que las ciudades están obligadas a competir unas contra otras en pro de atraer capital, se produce una carrera a fondo por recortar tasas y deshacerse de aquellos que necesitan servicios sociales… Cuando candidatos electos se refieren a los jóvenes afroamericanos como una generación perdida, avalan las justificaciones racistas que suelen utilizarse para recortar presupuestos de los programas que mayoritariamente afectan a la población negra. Centrarse en las fallas  individuales y en una moralidad caduca, en lugar de en las desigualdades estructurales, justifica los recortes presupuestarios…

En todo este proceso hay un elemento de contexto importante: El desvanecimiento de una estrategia de actuación sindical que se había demostrado exitosa, justo antes del giro electoral.

El episodio más dramático de activismo laboral fue una huelga ilegal de más de 200.000 trabajadores de correos.  En el plazo de dos semanas, la fuerza de trabajo de correos, abrumadoramente negra, consiguió un 14% de aumento salarial y el derecho, inédito, de negociar colectivamente sus sueldos. Con amargura, el Secretario de Trabajo de Nixon dijo: “Hay sólo una cosa peor que una huelga ilegal, una huelga ilegal que gana”.

La huelga postal fue el pico de la ola de acciones sindicales que tuvo lugar en los lugares de trabajo entre 1967 y 1974. Durante ese periodo, hubo un promedio de 5.200 huelgas anuales, comparado con el promedio de 4.000 en la década previa. No fue una coincidencia que esa oleada coincidiera con la fase más militante de la insurgencia negra, afectando a toda la fuerza de trabajo, no sólo a los trabajadores afroamericanos. Una década después, el despido sin miramientos de 11.000 controladores aéreos en huelga por parte de Reagan representa una diferencia abisal que marca una nueva era.

Nunca es tarde si la dicha es buena y no se olvida que, en USA y en Spain, una insurrección se puede improvisar, una victoria no.

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La traducción al castellano es de Ezequiel Gatto.

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