Autogestión rima con revolución.

Autogestión rima con revolución

 4 Feb 2018.

A menudo alguno de nosotros sostiene: "Llevemos a la práctica nuestras ideas, aquí y ahora", "Vale más construir redes que hacer manifestaciones". O incluso: "La Revolución es cosa del pasado, hay que cambiar la cotidianeidad; esta es la única pequeña pero verdadera revolución". Y así sucesivamente.

Como ocurre a menudo, tanto teórica como, sobre todo, prácticamente, se llega así a contraponer tesis y maneras de actuar que, por el contrario, deberían ser complementarias en mi opinión: practicar la autogestión aquí y ahora no debería excluir la continua búsqueda de construcción de fuerzas tendentes a la revolución.

Seguramente, empujado alguno de estos compañeros a escoger una actividad antes que otra, resultan solo pequeñas diferencias de opinión o temperamento: hay quien prefiere llevar a la práctica y experimentar intentando demostrar que "la anarquía es posible", y quien, por el contrario, estando más inmerso en prácticas de conflicto social, sindical o de lucha en general, prefiere intentar influir en ellas.

Atribuir mucha importancia a la conducta personal, a los usos y costumbres, es imprescindible para cualquier anarquista. Considerando que es imposible vivir anárquicamente hasta el fondo, ya que hemos crecido en el seno de una sociedad basada en la competencia y la explotación, cada uno de nosotros desea vivir lo más coherentemente posible con la propia sensibilidad, y muchos de nosotros -por no ver la posibilidad de un cambio radical, por estar cansados de la simple difusión de ideas, o del sindicalismo, o de las manifestaciones, desilusionados de todo esto- vemos en la galaxia de las "redes autogestionadas" o en general en la "producción y consumo críticos" un recorrido interesante para alcanzar nuestros fines de igualdad y libertad: por fin se "toca" algo concreto, se pasa "de las palabras a los hechos". Y probablemente sea verdad. Seguramente es más satisfactorio crear, intercambiar, cultivar, producir juntos y cenar juntos que, digamos, dejarse explotar por el patrón: también así se demuestra que otro modo de trabajar es posible.
No olvidemos, sin embargo, que el cooperativismo y la autogestión han sido a menudo recuperados por el capitalismo "verde" o "social", y para poder sobrevivir han debido rebajarse a compromisos que han hecho olvidar los bellos propósitos iniciales de los socios fundadores.
Y recordemos también que, si se pretende la extensión de las experiencias autogestionadas, convencidos de nuestras visión anticapitalista y antijerárquica, estas tendrán que afrontar primero los obstáculos burocráticos y, después, si verdaderamente queremos conseguir que territorios enteros sean autogestionados, seguramente no podremos esperar que patronos y Gobierno nos dejen hacer tranquilamente: estas experiencias, antes o después, si no quieren ser aplastadas o desnaturalizadas, se verán constreñidas a oponer fuerza a la fuerza, o llamémoslo como queramos. Vuelve a estar sobre el tapete la cuestión de la revolución, que se había quedado olvidada en un baúl del desván.
Creo que el cooperativismo y la autogestión son parte integrante de la historia de los oprimidos que se quieren liberar conquistando y difundiendo la idea de la práctica de la propiedad en común de los medios de producción, en la igualdad y la justicia. Esta práctica no podrá realizarse plenamente si no es junto a la voluntad de un cambio radical -la revolución social- que debe animar a los sujetos que experimenten la autogestión y la autoorganización, teniendo como fin una sociedad libertaria. Por estos motivos, la actividad cotidiana autogestionaria y la búsqueda de cambio en la organización social a través de una práctica revolucionaria deben ser complementarias, y ambas de importancia primordial.

Davide Bianco.

FAI, Tierra y Libertad 354

https://www.nodo50.org/tierraylibertad/354articulo8.html

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