El valor de la palabra, cuando eres mujer

Tal como se demuestra una y otra vez en esta vida, al que nase pa clavo, le cae ensima el martillo. Voy a aprovechar este bello pensamiento para repasar, una vez más, las creencias en torno a ese fenómeno que se ha llamado, "violencia de género".

 

Una de las paranoias que he escuchado estos días, es la de que los hombres vivimos en una especie de dictadura. Se nos persigue y somos denunciados falsamente, de forma que nos vemos en juicios en los que se da valor de prueba al simple testimonio de la mujer.

 

Bueno, pues a raíz del último enredo en el que me he visto metido, quiero desmentirlo: Ni en la Ley de medidas de protección integral de la mujer, ni en el Código Penal, ni en la Ley de enjuiciamiento criminal, ni en los protocolos de la policía o los fiscales, se dan instrucciones en ese sentido de "creer a la mujer". Quien manifieste que basta la palabra de la mujer y su denuncia, para que un juez dicte medidas cautelares (orden de protección, encarcelamiento preventivo) y una condena en juicio, está mintiendo. Lo digo tan pancho: miente.

 

Me dicen –no obstante– que si bien las leyes, efectivamente, no dicen eso de ese modo, que sí hay jurisprudencia del Tribunal Supremo sentenciando que la palabra de la mujer que denuncia ha de ser creída.

 

Incansable el acratosaurio ha ido a buscar la jurisprudencia. He entrado por las alcantarillas en las mazmorras de la Audiencia, y penetrado hasta la sala de documentos feminazis, justo al lado de la silla eléctrica. El piquete de mujeres SCUM me da paso, una vez que demuestro ser un varón sumiso adscrito a sufrir explotación sexual. Y allí sentado, he leído con la linterna del casco de minero, que existe jurisprudencia desde 1988 (mucho antes de que las feminazis españolas tomasen el parlamento, el gobierno, el Partido Popular, la policía, la fiscalía y el CGPJ) en torno al valor que se la ha de dar al testimonio de la víctima cuando no existen testigos: el juez tiene que decidir si lo que escucha es veraz y sin motivaciones perversas (venganzas, interés económico…), si no incurre en contradicciones (ha de escuchar al agresor que puede presentar sus pruebas y rebatir), y si existe realmente una víctima (no basta con decir que te abrieron la cabeza de un estacazo: tienes que presentarla abierta). Y eso vale para todo el mundo, peleas en el barrio entre vecinos, en el trabajo, en casa, en un barco de vela o en un cementerio deshabitado. Donde haya una víctima, el juez tiene la potestad de decidir si cree a la víctima con una serie de garantías para el acusado, o si no cree.

 

El problema con que se encuentran los legisladores, es que la gente suele mentir. Y en temas de violencia de género, más aún, ya que existe un sesgo cultural que considera a las mujeres obsesivas vengativas posesivas. Por ejemplo, va la mujer y explica esto en su denuncia por agresión con lesiones, y el juez consigna:

 

“…Que la declarante fue la que puso fin a la relación y es por lo que cree por lo que han venido estos episodios violentos. Que los otros episodios no los ha denunciado por miedo. Que le da pena tener que denunciarle pero le ve que está dispuesto a todo. Que le ha dicho que no quiere ir a psicólogos”.

 

El hombre declara que:

 

“Que no es cierto que haya mantenido una relación sentimental con la denunciante durante cuatro años, que tenían una relación de amistad. Que la denuncia ha venido como consecuencia de que la denunciante no soporta que el denunciante está con su mujer en su casa con sus hijos”.

 

El juez valora la situación, y dicta una Orden de Protección. La denuncia se transformó en Juicio de Faltas. La víctima (presunta) presenta recurso contra esa decisión, pero acaba desistiendo y retira la denuncia. La Orden de Protección estuvo en vigor 58 días. ¿Qué dicen sus detractores reaccionarios? Que retira la denuncia porque es una puta mentirosa, y que la denuncia era falsa, para hundir la reputación de un buen hombre y sacarle los cuartos hundiendo su matrimonio.

 

¿Cómo puede saber el juez que lo que dice la mujer es cierto? Bueno, para eso es el juez y para eso le pagan. Es su potestad, es su responsabilidad. La mujer solo pide ser escuchada y que la crean. Y el hombre igual.

 

Y además, como poco tiempo después el tipo mata a la mujer, se demuestra que la denuncia tenía un sentido y que la mujer no estaba mintiendo "porque no soportaba que el hombre estuviera con su mujer e hijos". El hombre, tras el asesinato, insistía e insistía en que la culpa era de la mujer que lo había "vuelto loco". Hay gente que dice: "pobre hombre".

En definitiva y resumen: no basta con que te maten, para que te crean. Sobre todo, si eres mujer.

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