[Barcelona] Lucha de liberación vecinal contra la economía capitalista, colonialista (globalizadora)

INDÍGENAS DE BARCELONA.

por Marc Rude

Julio 2016.

Vivo en una colonia de vacaciones internacional. Esta es la función que el sistema-mundo le ha asignado en el rincón de la Tierra donde me he criado. No hablamos de post, de neo, ni de pseudo, hablamos de colonialismo de toda la vida y con todas las letras. 

La economía colonial no es más que la forma que adopta el capital cuando interrelaciona los diversos territorios del planeta para extraer un beneficio mayor de lo que obtendría si explota cada pedacito por separado. El mecanismo es muy sencillo: los dueños parcelan el globo y obligan a cada zona a especializarse en un tipo o una parte del proceso productivo y, a continuación, transportan los trozos de punta a punta para completar el circuito del negocio. Sus estrategias de "reducción de costes", como es sabido, significan la destrucción de la naturaleza y del resto de seres humanos que no forman parte de la minoría privilegiada que vive en los hombros del resto.

Antes decían colonialismo, ahora llaman globalización: ambos términos son sinónimos. Cuando todo el mundo le ha visto la cola, el diablo cambia de disfraz. Cuando, a pesar de todas las estrategias de propaganda y de represión utilizadas para ocultar sus fechorías, un número suficiente de gente toma conciencia de que, por ejemplo, el partido de la burguesía catalana (o cualquier otra manifestación del cáncer capitalista) es un ladrón, un explotador, un mentiroso, etcétera; a menudo con un simple lavado de cara el "mal" le basta para seguir haciendo de las suyas durante una larga temporada más. Es lo que ocurre con el colonialismo.

En este caso, los sustantivos y adjetivos de moda intentan ocultar que esto de desembarcar en las playas de los demás, quitarles la tierra, aniquilar la cultura de las indígenas y aplicarles un régimen de trabajos forzados viene siendo la dinámica habitual desde el siglo XVI. En las islas del café y la caña de azúcar se suman hoy los países donde cambian selvas para plantaciones de soja, las regiones donde prueban las bombas, las comarcas donde crían los cerdos y las ciudades donde se emborrachan los turistas.

Curiosamente, los esclavos los siguen llevando los mismos lugares, como África occidental, pero han perfeccionado tanto la técnica que ya no necesitan capturarlos y fabricar barcos para transportarlos y -si sobreviven al trayecto- venderlos en la metrópoli, sino que ahora los persuaden para que ellos mismos se hagan las embarcaciones y -si sobreviven al trayecto- se vendan por sí solos al llegar. Reducción de costes.

Dentro de las mismas metrópolis, por ejemplo, Francia, Inglaterra o Alemania, la clase trabajadora y su entorno también son vilmente explotadas por los cuatro privilegiados, sin embargo, es de cajón, en las colonias explotan bastante más. Lo que ha pasado aquí es que el dedo de Colón ha dado un giro de 180 grados y, si la gente ya estaba enfadada, ahora lo está bastante más.

A ultramar, los dueños sólo van a veces, a comprobar que sus negocios funcionan haciendo un paseo en rickshaw o bien se instalan para jubilarse al sol. Básicamente, sin embargo, las tropas de choque del colonialismo, los batallones de soldaditos de infantería, están conformados por lo que desde arriba se llaman "excedentes de población", masas de personitas de las clases populares de los países ricos que conviene hacer desaparecer de allí, físicamente o socialmente, para que no lleven problemas, sea con una larga guerra de exterminio colonial o con una visita de una semanita a las alienadoras neblinas del alcohol. Y este último papel adormecedor es lo que han decidido asignarle a la ciudad de Barcelona.

Así pues, cambian las carabelas por cruceros, desembarcan sus soldaditos en nuestras playas, nos roban la tierra a través la especulación inmobiliaria internacional, aniquilan la cultura de los barrios con su tematización portaventurística de flamenco y sangría y nos condenan a trabajos forzados al "sector servicios", es decir, nos convierten en sus criados.

En resumen: el señor Capital ha cambiado muchas veces de lengua, de túnica y de sombrero, pero sigue siendo el mismo depredador implacable que asfixia el devenir de los pueblos desde hace medio milenio. Será que, de la sangre humana, en destila el elixir de la eterna juventud, pero durante todo este tiempo el monstruo se ha conservado intacto, de la punta de la nariz al agujero del culo.

Pero la historia también nos ha enseñado otras lecciones, como las que podemos aprender de los movimientos anticoloniales que han echado de sus tierras, de grado o por fuerza, a los dueños ingleses, franceses, españoles y compañía. En cuanto a los soldaditos, ya se los llevarán cuando vean que tienen las de perder. Y, a ser posible, que también se lleven a sus colaboracionistas locales, las miserables figuras de los cipayos, los kapos, los traidores y los caciques en general, a través de los cuales la élite extranjera consolida su dominio. En nuestro caso, son las mismas familias de esclavistas que hacían de muleta a los españoles en Cuba, y que ahora hacen de brazo ortopédico a los alemanes en la Barceloneta. Los propietarios de los ingenios azucareros ahora tienen pisos turísticos.

Que quede claro que aquí no hablamos de autóctonos xenófobos, sino que hablamos de indígenas que articulamos y expandiremos una lucha de liberación vecinal contra la economía colonial que nos impone la industria turística. De hecho, los xenófobos y racistas son ellos, esta oligarquía de los países ricos que no encuentra ningún problema en hacer de Mallorca un Land alemán pero que instala murallas de alambre de espino que convierten el Mediterráneo en un cementerio.

Ahora es el momento, indígenas. Prepárense, especuladores. Los barrios serán vuestra pesadilla. Transformaremos Vallcarca en los barrancos del Rif, el Gótico en la casbah de Argel y, no hace falta decirlo, la villa de Gracia en vuestro Vietnam particular. Largaos antes de que las vecinas explotemos de tanto ser explotadas, ya que con el ruido haremos volar por los aires todo su castillo de naipes y navegará hasta precipitarse en el fondo del mar donde tanta gente se ha ahogado.
 

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http://lasoli.cnt.cat/13/07/2016/indigenes-de-barcelona/
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