Jaurés o la coherencia socialista

El 31 de julio de 1914 fue asesinado en París Jean Jaurès, una de las figuras más trascendentes del socialismo internacional, por su oposición a la Gran Guerra.

Julián Vadillo / Diagonal Periódico

 

En estos días de fastos en el centenario del inicio de la I Guerra Mundial hay una fecha que va a pasar desapercibida. Consecuencia del estallido de la guerra y del enconado debate que el socialismo internacional tenía en su seno, el 31 de julio de 1914 era asesinado en París Jean Jaurès. Teniendo en cuenta la importancia de Jaurès para el socialismo internacional, para el socialismo francés, para el movimiento obrero y para la historiografía, no podía dejar pasar hacer una semblanza biográfica suya.

Jean Jaurès nació en Castres en 1859. Perteneció a la segunda generación de socialistas en el seno del movimiento obrero que toma la herencia dejada por la Comuna de París de 1871. A él le precedieron pensadores como Proudhon o Blanqui o militantes de primer orden como Varlin o Eudes, en otros muchos. Jaurès comenzó su militancia política en las filas del republicanismo. Imbuido por la Revolución francesa de 1789, Jaurès vio en la República la consagración de sus ideales sociales.

Sin embargo, al estallar las huelgas mineras en Carmaux y la durísima represión que la Tercera República ejerció sobre los trabajadores hace considerar a Jaurès que esa República no es la soñada por él. Y más teniendo en cuenta que el propietario de las minas era un reconocido monárquico. Esa huelga y la represión consiguiente llevó también al anarquista Emile Henry a atentar contra las oficinas de la empresa de minas de Carmaux en París. La bomba de Henry acabó estallando en la comisaría de la Rue de Bons Enfants.

El impacto de estos acontecimientos así como los estudios que Jean Jaurès estaba realizando sobre el socialismo le llevó vincularse definitivamente en las filas del movimiento obrero. Sin embargo, Jaurès difería bastante del pensamiento de los líderes del socialismo marxista francés. Sobre todo de Jules Guesde. El guesdismo venía dominando el socialismo francés desde el final de la Comuna de París. Con una fuerte impronta obrerista, el POF (Parti Ouvrier Français-Partido Obrero Francés) consideraba negativa cualquier tipo de alianza con otras corrientes del movimiento obrero y mucho menos con los republicanos, a los  que responsabilizaba del fracaso de la Comuna y de la represión del movimiento obrero. Una posición que compartía también los socialistas españoles de Pablo Iglesias. En el caso español fue fundamental la influencia que tanto José Mesa como Paul Lafargue había ejercido sobre el grupo marxista español. Lafargue, con diferencias con Guesde, también era otra de las grandes figuras del socialismo francés del momento. El yerno de Marx ofreció un amplio contenido ideológico y de debate al socialismo. Sus aportaciones tanto al POF como a las páginas de L'Egalité son fundamentales para entender el desarrollo del socialismo francés.

Pero Jaurès introduce novedades en el seno del socialismo. No cierra la puerta al contacto y posible acuerdo con otras fuerzas de izquierdas y obreras. Anarquistas españoles como Anselmo Lorenzo, se entrevistaron con Jaurès en su exilio y sacaron una grata impresión del dirigente socialista. Curiosamente en España los textos de Jaurès se conocen gracias a los canales de los libertarios y no de los marxistas, que en esos momentos están fuertemente influenciados por las posiciones de Guesde. Jaurès polemiza y debate con el resto de las fuerzas marxistas. Con Lafargue tuvo unos interesantes debates sobre la historia y el idealismo.

La influencia de Jaurès creció. Su acceso como diputado hace que desde la tribuna parlamentaria defienda los intereses de la clase obrera.

A finales del siglo XIX, Francia se dividió por el llamado Caso Dreyfus. Alfred Dreyfus, oficial del ejército francés, fue acusado de espionaje, juzgado, degradado y condenado durante más de 12 años. La sociedad francesa se dividió entre aquellos que defendían a Dreyfus y los que consideraban que era un traidor. La condena contra el oficial tuvo una importante carga de antisemitismo (Dreyfus era judío) que fue la razón fundamental de la condena. Mientra la extrema derecha católica francesa y los monárquicos hicieron campaña contra Dreyfus, la izquierda se dividió. Desde personajes como Zola que en su famoso texto Yo, acuso (J'accuse) hizo una defensa del oficial francés, hasta socialistas como Guesde que considero que el caso era simplemente un problema de la burguesía capitalista. Jaurés tomó partido por Dreyfus, considerando injusto las acusaciones contra él. En 1898 Jaurès publicó Las pruebas, donde el dirigente socialista francés defiende la inocencia de Alfred Dreyfus. Para Jaurès, el problema no estribaba si Dreyfus era un explotador. Contra Dreyfus se estaba cometiendo una injusticia y el socialismo tenía que condenar cualquier tipo de injusticia. Aquí Jaurès marcó bien su linea de socialismo humanista.

Este último acontecimiento hizo concebir a Jaurès la idea de que la República francesa estaba seriamente erosionada. La represión contra el movimiento obrero, los casos de antisemitismo y algunas cuestiones más hacen ver a Jaurès de la necesidad de unificar las fuerzas socialistas. En 1904 fundó el periódico L'Humanité. Es sus páginas Jaurès comenzó a defender la idea de crear un partido socialista unificado. Y este acontecimiento se produjo solo un año después. En 1905 los máximos dirigentes del socialismo francés consideran de necesidad unificar las fuerzas. Jules Guesde, Edouard Vaillant, Paul Lafargue y Jean Jaurés, junto a otros muchos, fundan la SFIO (Section Française de l'International Ouvrier-Sección Francesa de la Internacional Obrera) o PSU (Partido Socialista Unificado). Tan sólo un año después de su fundación la SFIO consiguió 51 diputados.

Pero la capacidad y contribución de Jean Jaurès no sólo fue en una línea estrictamente política. Jaurès fue un profundo conocedor de la historia y su contribución de la historiografía es fundamental. Destaca su Historia socialista de la Revolución francesa, La revolución rusa de 1905, etc. Gran polemista en las páginas de distintos periódicos no dudó en debatir con otras tendencias del obrerismo, pero siempre tendente a la convergencia.

Diferenciándose de otros socialistas, Jean Jaurès mantuvo una estrecha relación con los sindicalistas revolucionarios franceses. A pesar de que estos estaban en una gran parte influenciados por el anarquismo y alejados de las posiciones parlamentarias, para Jaurès era necesario crear convergencias sociales y no solo estrictamente electorales. Algo con lo que discutía con otros marxistas de la época que negaban la capacidad revolucionaria y transformadora del sindicalismo revolucionario. De ahí que Jaurès tuviera buenas relaciones con personajes como Pelloutier (fallecido en 1901) o Merrheim.

El último gran debate en el que participa Jaurés es en relación a la inminente guerra que se avecinaba sobre Europa. Mientras el movimiento anarquista mantiene su posición de “guerra a la guerra” considerando los conflictos bélicos un problema que sufren los pueblos y benefician al capitalismo, el socialismo se divide entre aquellos que comparten esa crítica y los que consideran contraproducente oponerse a la guerra. Jaurès se sitúa en el primer grupo y comparte la visión de los sindicalistas revolucionarios. Si estalla la guerra había que convocar una huelga general.

Cuando el 28 de junio Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo, Jean Jaurès comienza una campaña por la paz. Para los elementos ultranacionalistas esas campañas eran equivalentes a enemigo de la patria. Y así fue como el 31 de julio de 1914, en el café Le Croissant de la calle Montmatre de París, Raoul Villain, un ultraderechista fanático, lo asesinó. Con esto se completaba toda una campaña orquestada desde las posiciones ultras contra Jaurès. Y también despejaba el camino para que una parte del socialismo francés entrara a formar parte de un gobierno de concentración nacional al que Jaurès se hubiese opuesto. Su asesino, Villain, fue encarcelado y salió de prisión en 1919. Se estableció en Mallorca y al estallar la Guerra Civil en 1936 fue reconocido y asesinado por milicianos anarquistas.

Así se ponía fin a una de las figuras más representativas del socialismo internacional. Francia le recuerda estos días. En el resto de lugares el centenario de muerte pasará desapercibido. Pero su figura merece un recuerdo.

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