Un esbozo de la historia del MIL

Article (en espagnol ) de Sergi Rosés sur l’histoire du MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) publié dans Balance N° 32 (novembre 2008). Sergí Rosés est l’auteur du livre El MIL: Una historia política (Alikornio, Barcelone, 2002), édité aussi en français: Le MIL: Une histoire politique (Acratie). Une version française de cet article existe ici et dans le livre Révolution, lutte armée et terrorisme (L’Harmattan, 2006). Un fonds d’archives numériques du MIL en français existe ici.

Un esbozo de la historia del MIL [1]

Sergi Rosés Cordovilla

El MIL es un grupo prácticamente desconocido fuera de Catalunya. Cuando es evocado, lo es siempre en términos simplistas, y rodeado del mito. Este mito, que le ha sido creado a su pesar tanto por la izquierda como por la historiografía y el periodismo oficiales, se alimenta de las acciones armadas del grupo y especialmente del asesinato de uno de sus miembros, Salvador Puig Antich, por el estado burgués en marzo de 1974 mediante el “garrote vil”. Pero esta mitificación esconde, evidentemente, lo que es más interesante del MIL: las motivaciones de sus acciones, sus aportaciones a la lucha de clases en la Barcelona de principios de los 70, su discurso político. Este artículo no pretende ser más que una presentación general de su teoría y su práctica, con la esperanza de contribuir a rescatar al MIL tanto del olvido como de su caricaturización.

Intentar recuperar la verdadera historia de lo que fue el Movimiento Ibérico de Liberación-Grupos Autónomos de Combate (MIL-GAC), es mucho más que hacer una crónica detallada de sus acciones de expropiación y de la detención, proceso y asesinato de Salvador Puig Antich. Es mostrar por qué y cómo se formó este grupo, qué propuesta política defendía y la alternativa revolucionaria que ofrecía. Haciéndolo así, se descubre que el MIL no era un grupo anarquista o incluso terrorista de lucha armada, catalán o no, con un mártir recuperado por el sistema, sino un grupo con una propuesta nítidamente diferenciada de la oposición antifranquista, totalmente original en el panorama español de la época, con fuertes raíces teóricas en corrientes revolucionarias de matriz marxista antileninista y que se consideraba a sí mismo no como otro grupo político más de la extrema izquierda, sino como un grupo de apoyo al movimiento obrero del momento. De esta manera, hablar del MIL-GAC exige hablar, sobre todo, de su itinerario político: sólo así se puede descubrir qué había detrás de este grupo de revolucionarios que han pasado de ser considerados, durante el franquismo, como “gángsters”, a convertirse después, simplemente, en “alocados utópicos” o, en el mejor de los casos, en luchadores antifranquistas. Para ello, hace falta comenzar a desmontar los mitos.

Estos mitos empezaron a fabricarse pronto, dado que el tema del MIL ha interesado desde la feroz represión que se abatió en septiembre de 1973 sobre sus componentes, con lo que en la actualidad contamos con un considerable dossier de libros, artículos, documentales y hasta una película que lo han abordado. Desgraciadamente, la gran mayoría de una manera doblemente falseadora: primero, por ocuparse no del MIL sino prioritariamente de uno de sus componentes individuales, Puig Antich, al que se ha añadido últimamente el interés por el otro activista muerto, Oriol Solé Sugranyes; segundo, porque el tratamiento dado a estos trabajos se ha centrado, en el caso de Puig Antich, en los aspectos más despolitizados del tema, buscando el lado más sensible (o más morboso) de la cuestión y evitando o maquillando el verdadero sentido de su lucha [2], y en el de Solé Sugranyes, falsificando grosera y profundamente su compromiso político [3]. Como resultado, sabemos hoy mucho sobre las doce últimas horas de Salvador Puig Antich, algo sobre las expropiaciones del MIL, y casi nada sobre la auto-organización de la clase y los grupos de apoyo.

Sí se han realizado esfuerzos serios para arrojar luz sobre el tema: centrándonos sólo en las monografías, a los libros editados a finales de los 70 y principios de los 80 de Telesforo Tajuelo [4] (el primer historiador en analizar seriamente la cuestión), de “Carlota Tolosa” [5] de Antonio Téllez [6], y las dos antologías de textos del MIL -realizada una por diversos colectivos libertarios barceloneses [7] y la otra preparada por “André Cortade” [8] (desgraciadamente no editada en España), se han añadido recientemente, después de un silencio de casi dos décadas, unas cuantas obras más (además de las reimpresiones de la mayoría de las obras anteriormente mencionadas), señalando un renovado interés en el MIL: una selección de textos del MIL, GAI y GARI [9] un volumen realizado a partir de testimonios y entrevistas de los protagonistas [10], unas memorias de un protagonista directo [11], y la apertura de un archivo en internet conteniendo los textos originales del grupo [12]. Pero en el caso de los textos de síntesis histórica que conforman la mayor parte de estas obras, al lado de aciertos hay serios errores de interpretación y, a pesar de la buena voluntad de los autores, esta amalgama ha ido conformando una historia oficial que ha colaborado, también, a la perpetuación de algunos de los mitos que rodean al MIL [13].

Para hacer la historia del MIL hace falta enmarcar a este grupo en el contexto no sencillamente de la España del tardofranquismo, sino específicamente en el del movimiento obrero del área de Barcelona y dentro de todo un proceso de clarificación teórica, política y organizativa de éste. El grupo no fue la invención más o menos exótica de un grupo de jóvenes, ya que sus orígenes están íntimamente ligados con la aparición, en la Barcelona de finales de los años 60, de un movimiento obrero que estaba rompiendo con las organizaciones de la izquierda e iniciando una marcha hacia la configuración de una autonomía obrera, mediante una tendencia surgida en las Comisiones Obreras [14] que se llamaba Plataformas de CC.OO.

Resumiendo mucho todo el proceso, se puede considerar 1970 como el año clave en el itinerario que llevó a la constitución del MIL, que se formó “oficialmente” en Enero de 1971. El grupo se creó básicamente a instancias de Oriol Solé Sugranyes; este revolucionario, ex-militante del PSUC [15] y después del PCE(i) [16], rompió con el stalinismo y evolucionó hacia la autonomía obrera al contactar con Plataformas. Exiliado en Toulouse, consiguió unir dos núcleos de personas en torno a un proyecto consistente en la creación de grupos de acción que apoyasen las luchas de la clase obrera: por un lado, jóvenes tolosanos provenientes de medios libertarios y dispuestos a pasar a la acción (entre ellos, Jean-Marc Rouillan), y por el otro, en Barcelona, otros jóvenes provenientes de un grupo marxista heterodoxo, Acción Comunista. Este segundo núcleo estaba formado por uno de los hermanos de Oriol Solé Sugranyes, Ignasi, y por Santi Soler Amigó, que buscaban seriamente una salida al marasmo grupuscular que existía en aquel momento y que veían el inicio de un nuevo movimiento obrero en las Plataformas de CC.OO. y en su posterior debate en pro de la constitución de la “Organización de Clase”, una organización unitaria que superase el encuadramiento tradicional de partidos y sindicatos. Buscando incidir en este debate, elaboraron el primer gran texto de lo que se podría denominar “pre-MIL”, titulado El movimiento obrero en Barcelona. A todas estas personas se añadieron muy poco después otros compañeros.

Este nuevo grupo no pretendía ser la vanguardia de la revolución ni el germen de ningún partido, y era consciente de su situación de ser elementos “exteriores” a la clase: por ello no querían dirigirla sino ser un “apoyo”, ya que consideraban que la clase misma era la que debía auto-organizarse, sin tener que esperar a nadie que se lo dijera desde fuera. Ésta era una nueva concepción dentro del panorama de la izquierda en España, ya que rompía con el modelo formalmente leninista de toda la izquierda marxista. Esta nueva concepción enlazaba directamente con las vías marxistas revolucionarias que desde los años 20 se habían opuesto a la III Internacional y que se transformarían en las corrientes consejistas; a ella se añadió también la influencia del bordiguismo y del situacionismo: es innegable que las inspiraciones teóricas de MIL se encontraban aquí, y no en el anarquismo, como tanto se ha repetido y se continúa repitiendo. En este devenir teórico del grupo, en el que el personaje clave es Santi Soler, aparece uno de los factores importantes pero a la vez más ignorados en la historia de esta experiencia: el papel de clarificación y orientación teórica que tuvieron respecto al MIL los miembros del grupo informal que se reunía en la librería La Vieille taupe, en París. Esta librería no fue sólo la fuente más importante de donde provenían los textos teóricos que influenciaron al MIL, sino que sus miembros, especialmente Pierre Guillaume y sobre todo Jean Barrot se convertieron en los principales interlocutores con quienes se discutían estos textos y la situación política general. Barrot estableció una notable relación con Santi Soler y fue una influencia constante en las cuestiones teóricas, incluso jugando un papel durante la autodisolución del grupo en 1973.

La intervención del MIL para “apoyar” las luchas del movimiento obrero se realizó básicamente con dos proyectos paralelos. El primer proyecto fueron las acciones armadas –teorizadas como “agitación armada”, en contraposición a la “lucha armada”-, que tenían un triple sentido: 1) luchar contra la represión [17], 2) auto-financiarse y, si era posible, financiar las luchas de la clase, y finalmente, 3) mostrar al movimiento obrero que el nivel de violencia que se podía ejercer contra el estado burgués era más grande de lo que los propios trabajadores podían percibir subjetivamente. La decisión de utilizar la violencia no fue una elucubración más o menos iluminada de este grupo, sino que se enmarcaba  dentro del debate sobre la violencia obrera que se dio en estos años en todo el movimiento obrero autónomo y que llevó, por ejemplo, a la constitución de algún grupo de autodefensa obrera. El segundo proyecto fue la difusión masiva de literatura revolucionaria anticapitalista –básicamente marxista- en el proyecto llamado “biblioteca socialista” y que tomó cuerpo finalmente con la creación de unas ediciones un tiempo después, en 1973, llamadas significativamente “Ediciones Mayo 37” [18], nombre que reivindicaba la última insurrección proletaria que cerró el ciclo revolucionario de 1917 a 1937. El MIL era consciente de que estos dos proyectos tenían que estar unidos al movimiento obrero autónomo, por lo que era necesario establecer fuertes lazos con las Plataformas. Se realizó entonces un serio estudio teórico-político que fundamentase la crítica al leninismo e hiciera difusión del marxismo heterodoxo, titulado Revolución hasta el fin, que fue el texto teórico más importante del MIL y que se escribió básicamente porque tenía que servir para clarificar posiciones y ayudar en el debate político con los miembros de las Plataformas. Pero finalmente este intento de discusión con la dirección de las Plataformas fracasó y estos dirigentes obreros crearon los Grupos Obreros Autónomos (GOA). No obstante, una parte de las bases de las Plataformas sí que continuó esta relación y finalmente se consiguió una participación real de trabajadores en el proyecto de biblioteca y en su distribución: éstos hicieron circular miles de ejemplares de estos folletos, a la vez que el MIL ayudó en la infraestructura y en la impresión de materiales de estos grupos de obreros, como por ejemplo en el caso del Boletín de los obreros de Bultaco [19] o en la donación de diversa maquinaria de impresión.

Hacia la segunda mitad de 1972, el MIL decidió pasar seriamente a la acción, firmando sus acciones como MIL-GAC (Movimiento Ibérico de Liberación-Grupos Autónomos de Combate) [20]. A pesar de que Oriol Solé estaba en estos momentos en la cárcel en Francia, el grupo creció (en este período entró, entre otros, Puig Antich) y las acciones armadas –básicamente atracos a bancos y también “recuperaciones de material” (material de impresión, documentación…)- se dispararon, posibilitando el fortalecimiento de la infraestructura, además de contactos con otros grupos en diversos lugares y el cercano paso al establecimiento de las ediciones, una vez robada una imprenta en Toulouse.

Pero las contradicciones y tensiones que se acumularon a lo largo de este período de más intensa acción armada condujeron a una crisis entre los integrantes de los dos proyectos –básicamente en torno a Rouillan por un lado y de Santi Soler por el otro- durante la primavera de 1973. Esta crisis comportó también la expulsión del grupo de Ignasi Solé, a la vez que el papel de Puig Antich creció al conseguir salvar la unidad del grupo en este momento. Pero a pesar de este compromiso, la crisis siguió latente hasta el verano, momento en el que se acordó realizar un congreso haciéndolo coincidir con la liberación de Oriol Solé de la cárcel, y en el que se decidió de común acuerdo disolver el MIL para facilitar las actuaciones separadas de la agitación armada y de las ediciones. Esta decisión no fue, de hecho, ningún replanteamiento de la política que había llevado el MIL hasta entonces, sino simplemente la separación de los dos proyectos para posibilitar un mejor funcionamiento, dejando, por lo tanto, de estar unificados en un mismo grupo llamado MIL. Lo que sucedió inmediatamente, sin embargo, es que un mes después de adoptada esta decisión la represión se abatió sobre el grupo, yendo la mayoría a la cárcel e impidiendo continuar lo que se había decidido en el congreso de autodisolución.

Este es, pues, el resumen histórico de la experiencia del MIL, en la que lo que sobresale no son los aspectos mediáticos -que son los que han estado valorados en la mayoría de trabajos, casi siempre artículos, sobre el tema-, sino los aspectos políticos. Y esto es así porque lo que en realidad caracteriza al MIL-GAC, lo que lo diferencia de las formaciones políticas de la izquierda y lo convierte en algo original, es su pensamiento político.

Otros grupos, desde el nacionalismo hasta el anarquismo pasando por el estalinismo y puntualmente por algún grupo que se reclamaba del trotskismo, habían practicado las acciones armadas, ya fuera para dirigir la insurrección armada, intentar crear una lucha guerrillera, hacer campañas de sabotaje contra el régimen o sólo como expropiaciones puntuales para conseguir dinero o material. El fenómeno tampoco era exclusivo de España ni de aquel momento histórico: los anarquistas españoles en los años 20, los bolcheviques a principios del siglo XX, prácticamente cualquier movimiento revolucionario había hecho uso de acciones violentas armadas en algún momento, como medio de supervivencia o por necesidades tácticas.

Así pues, es sólo la teoría de este grupo la que surge como lo realmente novedoso en España. En el aspecto organizativo, nunca en este país había existido ninguna organización a la izquierda de la tradición trotskista, a excepción del Fomento Obrero Revolucionario dirigido por Munis, que sin embargo tenía sus orígenes en el trotskismo. En el de la teoría, a parte de algunos pocos artículos, el único libro de Pannekoek aparecido hasta aquel momento en España había sido un pequeño folleto editado por el POUM en 1937; de Otto Rühle sólo se habían editado hasta el momento sus escritos sobre pedagogía y sobre la crisis; lo más accesible de Gorter había sido editado en México en 1971; y Karl Korsch y Paul Mattick tendrían sus primeras ediciones españolas de 1973 a 1975. Y en este panorama totalmente ignorante de toda la tradición comunista a la izquierda del trotskismo apareció un grupo que llegó al descubrimiento de que las vías del comunismo revolucionario no se acababan en las tradiciones de la III Internacional, y que hizo suyas muchas de las concepciones consejistas de la revolución, fundamentalmente en el rechazo al partido de vanguardia leninista y a los sindicatos, en la oposición al capital, tanto el privado como el considerado de estado, y en la preparación de la revolución socialista mediante la auto-organización y los consejos obreros. Sin embargo, también es cierto que este “consejismo” tiene características propias.

Dos son los factores principales que lo diferencian del consejismo “clásico”. En primer lugar, es un consejismo tamizado por la influencia de Jean Barrot y en general de los participantes en La Vieille taupe, aunque esta influencia no quiere decir acuerdo absoluto. Es gracias a las discusiones con este núcleo parisino que se abandonaron viejas concepciones y que se descubrieron otras experiencias históricas del movimiento obrero revolucionario. También hubo diferencias, notablemente sobre la cuestión armada y la organizativa. En este último punto, el MIL rechazó el papel que el núcleo de París aún otorgaba al partido revolucionario y llegó, más allá de la “Organización de Clase” propuesta por el movimiento autónomo barcelonés organizado en las Plataformas de CC.OO., a la proclamación de que la tarea de “la organización es la organización de tareas”, es decir, a estar en contra de organizaciones estructuradas y a abogar por grupos de afinidad. Existió, por lo tanto, un constante hilo conductor en la historia del MIL que llevó de la crítica al “grupusculismo” hecha en 1969 en El movimiento obrero en Barcelona hasta el rechazo a toda organización estructurada en 1973, hecho que ayuda a comprender el por qué de la autodisolución.

El segundo factor característico de este consejismo es el que hace referencia a la práctica revolucionaria con utilización de la violencia. El uso de ésta será el componente más alejado de la práctica tradicional de los grupos consejistas, ya que ningún grupo que se haya reclamado del consejismo ha estado involucrado en acciones armadas, y sólo algunos individuos en relación con estos grupos la practicaron en los años 20 y principios de los 30. A nivel teórico, el MIL-GAC buscó un equilibrio entre el rechazo a la “lucha armada” (tal como la practicaban en ese mismo momento la RAF o las BR, por ejemplo) y la práctica real de la violencia armada, teorizando entonces sobre la “agitación armada”, es decir, la necesidad de multiplicar acciones realizadas por diferentes “grupos de apoyo” (de los cuales el MIL-GAC sólo sería uno entre más) a las luchas de la clase obrera, y que servirían además para mostrar que las luchas, que interpretaban que pasaban de defensivas a ofensivas, podían convertirse en la insurrección revolucionaria. Pero la propia práctica de expropiaciones hizo pervertir esta concepción, porque los atracos se fueron transformando desde su papel de fuente de subvención de otras actividades (principalmente la editorial), a convertirse en fuente de supervivencia, para acabar generando su propia justificación teórica dentro de un sector del grupo en base a que hacía falta “unir teoría y práctica”. Fue en este momento cuando algunas personas, tanto dentro del grupo como en los núcleos relacionados, dieron la voz de alarma y comenzó el intento de reorientación que, fracasado, sólo dejó la vía de la autodisolución.

Pero más determinante para llegar a esta decisión fue la contradicción flagrante entre lo que se había iniciado en 1969, fundamentalmente, el rechazo a la grupusculización, y lo que en realidad era el MIL-GAC en 1973: un grupo de revolucionarios profesionales y especializados. En el MIL existieron siempre las dos líneas que ya han sido mencionadas, que se definen más que por la teoría, por tener dos concepciones diferentes de la acción revolucionaria y de cómo organizarse para llevarla a cabo. Durante un tiempo se consiguió la convivencia, pero ésta se rompió cuando el factor armado tomó la preeminencia en la vida del grupo. La comprensión del sector encargado de las ediciones de la existencia y prolongación de esta contradicción, y el interés del sector armado de poder hacer uso de una autonomía total respecto a todas sus actuaciones, convergieron en la misma solución: la autodisolución, aceptada sin mucha oposición ni dramatismo. En realidad, la razón de la autodisolución no estuvo ni en las diferencias personales, aunque éstas pudieran existir, ni por la dicotomía marxismo-anarquismo, ya que la teoría del grupo como tal siempre fue marxista. La razón última fue la organizativa, porque con o sin autodisolución, la práctica de cada sector seguiría siendo fundamentalmente la misma: la palabra o el acto, pero bien realizados bajo unas siglas comunes o bien sin ninguna relación organizativa. Los miembros del MIL no cuestionaron sus concepciones y su práctica anterior, sino cómo organizarse para realizarlas [21].

Sin embargo, también es cierto que toda autodisolución significa un fracaso. En el caso del MIL-GAC, el fracaso es doble: no sólo el grupo no pudo superar sus contradicciones y tuvo que desaparecer, sino que la vía abierta en el año 1969 con el rechazo del vanguardismo y el descubrimiento del comunismo de los consejos no tuvo continuidad. La represión que comenzó en septiembre de 1973 rompió toda posibilidad de continuación de una política consejista diferenciada del leninismo y del anarquismo. Sólo un año y medio después de la autodisolución, muchas de estas personas, no sólo del MIL-GAC sino también de los GOA y de los restos de las Plataformas, acabaron incluso colaborando en el proceso que llevó a la refundación de la CNT, es decir, de otra opción política (aunque hacia 1979 la mayoría había abandonado o había sido expulsada de la organización anarcosindicalista). Por su parte, algunos miembros del sector armado que pudieron escapar continuaron la actividad armada en diferentes grupos, participando finalmente en la constitución de Action directe: a día de hoy Jean-Marc Rouillan continua preso a perpetuidad desde febrero de 1987 en cárceles francesas por actividades relacionadas con este grupo, como otros de sus compañeros [22].

En este fracaso, sin duda el factor más importante fue la imposibilidad de poder desarrollar ampliamente su propuesta política, por lo que el MIL-GAC fue ciertamente marginal. Sus contactos innegables con el movimiento obrero, que explican su origen y desarrollo, fueron demasiado débiles en el momento de crecimiento, ya que el vínculo definitivo con elementos de Plataformas para a un trabajo común y estable se consiguió en 1972, es decir, en un momento en que éstas empezaban su declive, con lo que el gran magma autónomo de 1969-1970 era en 1972-1973 mucho más reducido. Además, el MIL-GAC no pudo disponer de un aparato editorial serio hasta muy poco antes de su caída, y los folletos de las Ediciones Mayo 37 vieron la luz cuando la mayoría de los componentes del MIL-GAC estaba en la cárcel y el resto en el exilio -además de uno muerto-, impidiendo por tanto una recuperación política de esa difusión.

Su propuesta quedó así aislada dentro de una izquierda clandestina donde los modelos imperantes, en razón de esa clandestinidad, eran los que se habían mantenido desde la guerra. De un lado, un modelo predominante, formalmente marxista-leninista, y del otro, el papel de oposición a éste, reservado a un movimiento anarcosindicalista que resurgía. Sin las posibilidades de trabajo a través de las ediciones, la propuesta por la auto-organización de la clase hecha por el MIL quedó totalmente ignorada, cuando no manipulada. Para la izquierda “marxista”, el tildarlos de ”anarquistas” significó evitar que se conociera un modelo marxista revolucionario alternativo que iba más allá del modelo de partido y enfatizaba la propia iniciativa de la clase; para el anarquismo, después de ignorar totalmente esta experiencia mientras estuvo viva, quedó la oportunidad de recuperar sus frutos políticos a posteriori, una vez que la brutal represión franquista les ofreció la posibilidad de obtener uno, o dos, nuevos mártires: Salvador Puig Antich y Oriol Solé Sugranyes [23]. Surgió así la invención del grupo “anarquista” llamado MIL y se olvidó soberanamente la posición inequívocamente comunista de los miembros del ex-MIL, posición que se resumía sucintamente en su manifiesto elaborado en octubre de 1973 en la cárcel Modelo de Barcelona y que acababa con la proclama “¡Ni mártires, ni juicios, ni cárceles, ni salarios! ¡Viva el comunismo!”.

Pero a pesar de no haber conseguido abrir una vía fecunda en el desarrollo de la lucha de clases, el MIL-GAC representa, con todo, una de las experiencias más importantes dentro del panorama revolucionario español. Es por esto que Telesforo Tajuelo, uno de los pocos historiadores en estudiar este fenómeno -mayoritariamente tratado por periodistas-, y uno de los escasos en analizarlo políticamente, señaló que “el MIL ha sido el grupo más radical del movimiento obrero español después de la guerra civil”. En todo caso, sí es cierto que representó una de las contadas formaciones auténticamente revolucionarias del panorama político del momento. Decimos “auténticamente revolucionarias” porque el MIL nunca fue “anti-franquista”, su objetivo no fue nunca derribar al franquismo y conseguir un régimen democrático más o menos avanzado, una democracia más o menos participativa, sino, enlazando de lleno con la tradición marxista revolucionaria, luchar directamente contra el estado burgués, contra el capital, por la independencia de clase que, mediante la auto-organización, acabara con el trabajo asalariado y la división de la sociedad en clases: en definitiva, ni más ni menos que la auto-emancipación del proletariado. Reconocer que ésta fue su lucha y librarla de todas las mistificaciones que ha sufrido servirá para restaurar la verdad histórica que muestra, por un lado, que los integrantes del MIL no fueron ni “alocados” ni tampoco “pobres chicos”, sino revolucionarios anticapitalistas y, por el otro, que dado que su lucha no fue anti-franquista sino anti-capitalista, las tareas por las que lucharon siguen inconclusas.

NOTAS

[1] En el 2004 Balance publicó por primera vez este artículo en su edición web; posteriormente ha aparecido en los libros colectivos Révolution, lutte armée et terrorisme (Paris: L’Harmattan, 2005) y Por la memoria anticapitalista: reflexiones sobre la autonomía ([Madrid]: Klinamen, 2008). Lo reproducimos ahora corregido y actualizado para la versión en papel de Balance, número 32.

[2] La película Salvador, dirigida por Manuel Huerga, con guión de Lluís Arcarazo y producida por Jaume Roures, representa el máximo exponente de esta caracterización.

[3] Es el caso del periodista Joaquim Roglan y su libro Oriol Solé, el Che català (Barcelona: Edicions 62, 2006) que falsifica la historia reconvirtiendo al comunista revolucionario Oriol Solé en un luchador nacionalista, utilizando además para ello un método de trabajo deshonesto.

[4] TAJUELO, Telesforo. El Movimiento Ibérico de Liberación, Salvador Puig Antich y los grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista : teoría y práctica, 1969-1976. París : Ruedo Ibérico, 1977.

[5] “TOLOSA, Carlota”. La torna de la torna: Salvador Puig Antich i el MIL. Pròleg de Ramon Barnils. Barcelona : Empúries, 1985.

[6] TÉLLEZ SOLÁ, Antonio. El MIL y Puig Antich. Barcelona : Virus, 1994.

[7] Las 1000 y una del 1000. Barcelona : Ateneus Llibertaris del Barcelonès ; Colectivo Autónomo de Trabajadores S/O del Besòs ; Dones Vipera Aspis, 1984.

[8] “CORTADE, André”. Le 1000 : histoire désordonnée du MIL, Barcelone 1967-1974. Paris : Dérive 17, 1985.

[9] El Fons MIL : entre el record i la història. Edició, introducció i notes : Antoni Segura i Jordi Solé. Catarroja : Afers, 2006.

[10] Mouvement ibérique de libération : mémoires de rebelles. Jean Claude Duhourcq & Antoine Madrigal [eds.]. Toulouse : CRAS, 2007.

[11] Jann-Marc Rouillan, prolífico escritor desde la cárcel, ha escrito sobre su periodo inmediatamente anterior al MIL en De mémoire (I) : les jours du début : un automne 1970 à Toulouse (Marseille : Agone, 2007; de próxima edición en castellano por Virus), al que debe seguir una segunda parte sobre los años del MIL. También cabe señalar que Emili Pardiñas Viladrich ha publicado Si este año no tocamos la revolución me aventuro con los caballos salvajes (Paiporta : Denes, 2004), pero juega con realidad e imaginación en la narración de su juventud, incluyendo su paso por el MIL.

[12] El archivo en línea “MIL-GAC/Mayo 37″ (http://www.mil-gac.info/) se abrió a principios del 2007 y permite la consulta de los principales textos, tanto públicos como internos, del MIL-GAC y de las Ediciones Mayo 37.

[13] Esta terca persistencia de los viejos clichés se da incluso en textos de antiguos miembros del MIL y de reputados historiadores, como es el caso con el libro El Fons MIL, una buena recopilación de textos realizada por el catedrático de historia Antoni Segura y por el ex-miembro del MIL Jordi Solé Sugranyes, pero que ya en la tercera línea de su introducción sigue calificando al MIL como “grup d’oposició antifranquista”.

[14] Las primeras Comisiones Obreras (CC.OO.) nacieron durante las huelgas de los mineros asturianos de 1962, extendiéndose durante la década de los 60 a todo el movimiento obrero de España. Después de varias luchas fraccionales, el PCE logró hacerse con su control a finales de los 60, convirtiéndose en su sindicato.

[15] El partido comunista oficial en Catalunya, “hermanado” con el PCE.

[16] Partido Comunista de España (internacional): escisión estalinista del PSUC.

[17] Los últimos años del franquismo, al contrario de lo que afirman ciertos discursos históricos y políticos, fueron años de una especial y dura represión política y social, con muertos no sólo en enfrentamientos armados o en fusilamientos o agarrotamientos –como Puig Antich y los fusilados del FRAP y de ETA de 1975-,  sino también en el curso de huelgas y manifestaciones, como los obreros muertos en las huelgas de la SEAT y de la Térmica del Besòs, en Barcelona, los de El Ferrol, Granada, etc.; en estos años fue común trasladar los conflictos laborales a la jurisdicción militar, juzgándose en consejos de guerra.

[18] Se editarán folletos de Balazs, Barrot, Baynac, Berneri, Canne-Meijer, Ciliga, la Internacional Situacionista, Pannekoek, Révolution internationale

[19] Bultaco era una de las fábricas de motocicletas más importantes de España.

[20] El nombre “Movimiento Ibérico de Liberación” es en realidad una adaptación de la cifra 1000, cifra con la que se firmó el primer folleto del grupo y que no tenía ningún significado específico; si acaso, la voluntad de ser muchos. El añadido de “GAC” daba contenido político al nombre de la organización, al designar dos parámetros claves: autonomía y acción.

[21] El análisis y crítica realizado en 1974 por Barrot respecto al MIL continúa siendo uno de los más lúcidos y el primero en señalar cómo la autodisolución “era más una medida organizativa que un cambio de práctica” (Violence et solidarité révolutionnaires: les procès des communistes de Barcelone. Paris: Éd. de l’Oubli, 1974; las propias Ediciones Mayo 37 tradujeron y editaron en un folleto diversos capítulos de este texto).

[22] Encarcelado desde hace más de dos décadas, Rouillan ha pasado una parte importante de su condena en prisiones de máxima seguridad en condiciones durísimas. A pesar de esto, ha continuado luchando por sus derechos, hasta el extremo de realizar varias huelgas de hambre. Su lucha consiguió diversos traslados y un atenuamiento de sus condiciones penitenciarias y, finalmente, en septiembre del 2007, la obtención de un régimen de semi-libertad que empezó en diciembre de ese año, por el cual se le permitía salir de la cárcel durante el día, volviendo a prisión por las noches y días de fiesta. Sin embargo, en octubre del 2008, a dos meses de poder acceder a la libertad condicional, el estado francés le ha retirado escandalosamente este régimen y Rouillan vuelve a estar de nuevo completamente encarcelado, a la espera de un dictamen definitivo a inicios del 2009 que le devuelva el régimen de semi-libertad o que confirme el encarcelamiento a perpetuidad. Sus experiencias de la vida en prisión las ha reflejado en varios de sus libros, especialmente en Je hais les matins (Paris : Denoël, 2001; traducción castellana: Odio las mañanas (Barcelona : Llaüt, 2004)).

[23] Salvador Puig Antich fue detenido y herido en un tiroteo con la Policía en septiembre de 1973, condenado a muerte por la muerte de un policía en esa detención y asesinado legalmente por medio del garrote vil en marzo de 1974. Oriol Solé Sugranyes había sido detenido diez días antes que Puig Antich, tras un atraco fallido, y fue condenado a 48 años de prisión en 1974; fugado de la cárcel en abril de 1976 en la famosa “fuga de Segovia” preparada por ETA (p-m), fue muerto al día siguiente por la Guardia Civil en los montes navarros, cerca de la frontera

Aviso Legal  |  Política de Privacidad  |  Contacto  |  Licencias de Programas  |  Ayuda  |  Soporte Económico  |  Nodo50.org