«Piti» y «Sarri» protagonizaron hace 20 años la fuga más bailada de la historia
Las fugas, por regla general, tienen un componente épico, romántico y de burla al orden establecido que las hace ser vistas con simpatía por la gente. Pocas evasiones habrán sido, sin embargo, tan festejadas en la historia como la de Joseba Sarrionandia e Iñaki Pikabea. Ocurrió hace justo 20 años, y ésta es sólo la parte conocida públicamente de una historia que no ha sido escrita todavía.
El 7 de julio de 1985, al mediodía, cuando toda Euskal Herria fijaba su mirada en las abarrotadas calles de Iruñea, en plena ebullición en el día grande de los Sanfermines, dos presos políticos vascos protagonizaban a no muchos kilómetros de allí una de las fugas más comentadas de la historia de Euskal Herria, y sin duda la más bailada. Una fuga que aún hoy, veinte años después, hace aflorar múltiples recuerdos, pero que el paso del tiempo hace que sea desconocida para las generaciones más jóvenes.
Sucedió en Martutene, donde por aquel entonces se encontraban presos el vecino de Errenteria Iñaki Pikabea y el conocido escritor de Iurreta Joseba Sarrionandia. Ambos cumplían penas por ser militantes de ETA, y habían sido trasladados a la prisión guipuzcoana desde Herrera de la Mancha poco tiempo antes. De hecho, Pikabea apenas llevaba tres semanas en Martutene, mientras que Sarri había llegado a esta cárcel en abril.
Aquella festejada jornada, el cantante Imanol Larzabal recientemente fallecidoofreció un concierto en la cárcel y, cuando terminó el recital, dos de los oyentes decidieron que ellos también se iban con la música a otra parte.
Según cuentan las crónicas de aquel día, los vehículos que acompañaban al artista traspasaron los muros de la prisión a las 12.15 horas, pero hasta dos horas después, cuando se dispusieron a hacer el recuento de las 14.00, los funcionarios no se dieron cuenta de que tenían dos prisioneros menos que contar.
Sarri y Piti se encontraban ya muy lejos de allí. Se habían escondido, encogiéndose hasta el infinito, en los bafles utilizados en el concierto, que habían sido debidamente preparados y acondicionados para este cometido.
El eco de la fuga corrió como la pólvora por toda Euskal Herria, y la noticia tuvo un impacto indudable en toda la sociedad, y especialmente en las calles de Iruñea.
En esto tuvo mucho que ver la trascendencia pública de Joseba Sarrionandia, que ya para entonces era un escritor de cierto renombre y un referente en la literatura vasca, a pesar de su juventud.
La respuesta policial tampoco tardó en llegar, y ésta se centró precisamente, y de forma destacada, en los ambientes literarios y culturales del país. Así, el propio Imanol fue detenido, y con él otras cinco personas, entre ellas el escritor y periodista Josu Landa.
Artistas y escritores
Landa trabajaba en el semanario ‘‘Argia’’ y en la revista literaria ‘‘Susa’’, era también colaborador de ‘‘Egin’’ y, a sus 24 años, tenía escritos cinco libros. Según explica a GARA, la detención se produjo al día siguiente de que se produjeran los hechos, cuando, mientras se encontraba trabajando en ‘‘Argia’’, le avisaron de que habían ido a buscarle a su casa. Tras presentarse con un amigo en el Gobierno Civil, allí le informaron de que estaba detenido.
«Aquello sí que me marcó», explica al rememorar el periodo de incomunicación en la comisaría. «Aquel día me di cuenta de lo fácil que es llegar a sentir que no eres persona, y de que eso lo pueden lograr sólo con la incomunicación, sin siquiera hacer uso de torturas físicas», agrega.
Landa fue el único de los detenidos en ser encarcelado, y en protesta por este hecho se constituyó un comité formado por personalidades de la cultura vasca, que incluía al abogado José Mari Elosua, los escritores Joan Mari Torrealdai, Joxe Agustín Arrieta y José Luis Alvarez Enparantza, Txillardegi, el propio Imanol, el redactor jefe de “Egin” Luis Núñez, o la compañera de Landa, Itziar Olaskoaga.
Este comité impulsó una recogida de firmas para exigir su puesta en libertad, y entre quienes estamparon su rúbrica se encontraban el antropólogo Joxe Miel Barandiaran; escritores como Alfonso Sastre, Eva Forest, Bernardo Atxaga, Anjel Lertxundi y Xabier Mendiguren; músicos como Benito Lertxundi, Ruper Ordorika, Txomin Artola y Erramun Marti- korena; y bertsolaris como Xabier Amuriza, Sebastián Lizaso y Jon Lopategi.
También se sumaron políticos, representantes institucionales, medios de comunicación y agentes sociales, de Euskal Herria, Catalunya o el resto del Estado español.
Para Landa, este apoyo fue decisivo para su excarcelación, que se produjo diez días después. «Por supuesto, me sentí muy respaldado y protegido», explica, y agrega que «la presión ejercida por ese comité fue decisiva para que saliera tan pronto, porque lo mío, en principio, iba para largo».
«La policia busca a ‘antza’»
Aquellos días trascendió también que la Policía española buscaba a Mikel Albisu. Este joven donostiarra (nacido el 7 de junio de 1961), compañero de Landa en la revista literaria ‘‘Susa’’, era también un escritor que ya despuntaba entre sus colegas y que escribía bajo el seudónimo de Antza. Redactor del semanario “Arga”, había cosechado varios premios literarios como el Ciudad de Irún de cuentos, que ganó en 1983, y participaba también en actividades teatrales.
En su biografía se encuentran títulos como la obra “Beteluko balnearioko mirakulua” (Susa, 1985) y las narraciones “Suzko gezi bat bezala” (GAK, 1983), “Lehen bilduma 82-84” (Susa, 1985) y “Odolaren usaina” (Susa, 1987).
A Mikel Albisu le atribuyó la Policía la preparación y ejecución de la fuga de Sarrionandia y de Pikabea, y tras aquella acción él mismo tuvo que pasar a la clandestinidad. Precisamente, fue detenido el pasado mes de octubre por la Policía francesa, junto a otra veintena de ciudadanos vascos, acusado de formar parte de la dirección de ETA en el máximo nivel.
Según mencionan los diarios publicados los días posteriores a la fuga de Piti y Sarri, la Policía española señalaba a Albisu como la persona que había alquilado en Bilbo la furgoneta utilizada para trasladar el equipo instrumental a la prisión de Martutene, y también habría sido él quien alquiló el equipo de música utilizado en el concierto de Imanol.
Mikel Albisu y Joseba Sarrionandia se conocían desde antes y tenían una evidente relación artística. Y es que Antza se encontraba dirigiendo la obra de teatro de Fernando Pessoa “O Marineiro”, una obra cuya traducción al euskara había realizado Sarri.
Por este motivo, las visitas de Albisu a Martutene fueron frecuentes los meses y las semanas anteriores a la fuga, unas visitas que se producían con el visto bueno del director de la cárcel, Juan Carlos Mesas, quien tampoco puso impedimento a la celebración del concierto de Imanol.
Tras producirse la fuga de los dos prisioneros, este mismo director confesó un cierto sentimiento de admiración por Mikel Albisu, a quien había lle- gado a conocer bastante bien debido a sus visitas.
«Mesas me explicó que no había imaginado, de ninguna manera, que pudiera suceder una cosa así», señala Landa, quien pudo departir con el director de Martutene durante los días que estuvo encarcelado. Recuerda que el responsable de la prisión «se preguntaba cómo era posible que ‘una persona que aparentaba ser tan poca cosa’ como Mikel fuera capaz de hacer algo como aquello», y destaca que hacía especial hincapié en que «con el futuro tan prometedor que tenía en el mundo de las letras, lo hubiera dejado todo para meterse en una cosa así». «Sí, mostraba un punto de admiración», concluye Landa.
Ese mismo director de Martutene, quien reconocía ante su prisionero que «aunque su deber era evitarlo, todos los presos tenían derecho a intentar escaparse», fue cesado de manera fulminante por el Ministerio de Interior seis días después de la evasión.
Ese cese no fue decretado por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio de Justicia y a la que, en principio, correspondía tomar una decisión de estas características, sino que fue decidida por Interior, asumiendo competencias que no eran suyas.
De hecho, días antes de su cese, Instituciones Penitenciarias había ratificado a Mesas en su cargo tras manifestar que lo sucedido no había sido consecuencia de «ningún tipo de incorrección» por parte del director de Martutene.
La fuga de Sarrionandia y Pikabea afectó también a la situación del resto de los presos de la cárcel guipuzcoana, que vieron cómo sufrían represalias y se les restringían aún más algunos de sus derechos. A pesar de ello, «se celebró como una fiesta». «Durante el tiempo en que estuve allí, los presos sociales no me dejaron pagar ni un café», rememora Landa veinte años después. Y agrega que «aunque yo no tenía nada que ver, me trataron como a un auténtico héroe».
Dos décadas después, Joseba Sarrionandia sigue acudiendo puntual a su cita con sus lectores decenas de miles, incluidos los críticos más reputadosdesde algún lugar del mundo. Iñaki Pikabea volvió a ser detenido y encarcelado, y quedó libre hace cuatro años. Mikel Albisu ha ocupado miles y miles de páginas, muchas firmadas por periodistas que no conocen su obra literaria. Y Landa reconoce que lo que más cambió ese día fue que «supe que desde entonces vería mucho menos a un gran amigo».
GASTEIZ
«Eres el cabrón que les ha ayudado y te la vas a cargar»
La fuga de Sarrionandia y Pikabea escoció mucho a las FSE, como demuestran las amenazas y presiones que sufrieron los detenidos. «Tú eres el cabrón que ha ayudado a los etarras a escapar, y te la vas a cargar», le espetó un policía al cantante Imanol Larzabal mientras se encontraba en los calabozos del Gobierno Civil. Según explicaron también el resto de los detenidos cuando pudieron hablar con sus abogados, todos sufrieron amenazas de ser torturados y con que iban a detener a sus familiares.
Pikabea, veterano preso y electo de HB
Aún antes de fugarse, tanto Joseba Sarrionandia Uribelarrea como Iñaki Pikabea Burunza eran personas reconocidas en la sociedad vasca. Si bien el escritor de Iurreta era quien mayor proyección pública tenía, el vecino de Orereta también resultaba muy conocido por su trayectoria como militante independentista.
En julio de 1985, cuando se produjo la fuga, Pikabea era uno de los prisioneros políticos que más tiempo llevaba encarcelado, ya que fue detenido en diciembre de 1978. Tras ser juzgado, en 1981 fue condenado a 33 años de prisión.
Un año antes, en las elecciones autonómicas de 1980, resultó elegido parlamentario de HB en Gasteiz, por Gipuzkoa.
Sarrionandia, por su parte, fue detenido en noviembre de 1980. Antes de su detención, ejercía de profesor de fonética de la UNED, y era también profesor colaborador de la UEU. Fue cofundador de la revista de literatura «Pott» e integrante del grupo literario del mismo nombre, donde coincidió con gente como Bernardo Atxaga, Ruper Ordorika, Manu Erzilla, Jon Juaristi y Joxemari Iturralde.
Escribió numerosos artículos en «Argia» y colaboraba asiduamente en revistas como «Anaitasuna« y «Jakin». También fue fundador de la revista «Ibaizabal» y el año en que fue encarcelado recibió tres pre- mios importantes; uno de poesía y dos de cuentos.
LOS PRISIONEROS VASCOS Y LAS FUGAS CARCELARIAS, UNA LARGA E INTENSA RELACION VESTIDA DE ALEGRIAS Y LAGRIMAS
El primer deber de un prisionero es intentar escapar. Lo dice el manual. La historia mundial está jalonada de múltiples historias de fugas, evasiones y huidas; individuales y colectivas; algunas con desenlace feliz, otras con final trágico. Y los vascos no se quedan atrás.
En el siglo pasado, la mayor fuga del franquismo se produjo en mayo de 1938, en Iruñea, cuando cerca de 800 prisioneros escaparon de la prisión emplazada en el monte Ezkaba. La fuga, enterrada oficialmente durante muchos años y recuperada a contrarreloj ahora para evitar que sigan desapareciendo los testigos aún vivos, se produjo al atardecer del domingo 22 de mayo. En el penal había 2.000 presos. El objetivo de quienes se atrevieron a salir era cruzar la frontera, pero unos 300 quedaron en el camino, muertos por falangistas, requetés y guardias civiles.
El historiador Iñaki Egaña ha recopilado buena parte de estas aventuras. Durante la Segunda Guerra Mundial fueron muchos los vascos que lograron fugarse de prisiones y campos de concentración, especialmente del campo de Gurs, cerca de Zuberoa. El caso más llamativo es el de Kepa Ordoki, que en 1939 consiguió escaparse de las cárceles franquistas, más tarde hizo lo mismo en Gurs, y posteriormente se fugó hasta en tres ocasiones de campos de concentración nazis.
Años después, tras el surgimiento de ETA, las cárceles volvieron a llenarse de militantes vascos y, por lo tanto, los intentos de fuga se multiplicaron.
La primera huida masiva de prisioneros de la organización armada tuvo lugar el 11 de diciembre de 1969. De la cárcel de Basauri se escaparon 15 presos, cinco de ellos comunes y el resto militantes de ETA. De esta decena, cuatro tenían pendientes peticiones de pena de muerte.
El siguiente intento tuvo como protagonistas a los encausados en el Proceso de Burgos, en 1970, y resultó fallido, ya que el túnel construido desde el exterior aprovechando el alcantarillado no pudo superar el último muro.
Un año más tarde, los sacerdotes vascos encerrados en Zamora también construyeron un túnel, pero fueron descubiertos antes de alcanzar el exterior.
En setiembre de 1973 Agustín Asteasuinzarra consiguió evadirse del cuartel de Loiola, donde estaba detenido. En 1974, Jon Urzelai se fugó del Hospital Provincial de Donostia. Y en 1975 Bernardo Bidaola huyó también de Loiola. Los dos últimos murieron posteriormente a manos de fuerzas policiales, y Asteasuinzarra fue abatido por los GAL.
LA FUGA DE SEGOVIA
El siguiente intento de fuga tuvo como escenario la cárcel de Segovia, y fracasó a consecuencia de la delación del espía español Mikel Lejarza, «El Lobo».
Poco después, el 5 de abril de 1976, la misma prisión vio fugarse a 29 presos. Pese al éxito inicial, en la madrugada de esa misma jornada y al día siguiente la mayoría de los huidos fueron detenidos en las cerca-nías de Aurizberri, ya casi en los Pirineos. En esta fuga falleció el militante catalán Oriol Solé, tras recibir el impacto de una bala explosiva de la Guardia Civil.
El siguiente intento fue en diciembre de 1976, en Basauri, pero un camión hizo derrumbarse el túnel que escarbaban cinco presos. En 1978 y 1979, Bernardo Azpitarte y Rubén Santamaría se escaparon de sendos hospitales en Beasain y Bilbo.
Tras las de Sarri y Piti, la siguiente fuga de militantes vascos fue en 1986, cuando un comando de IK, disfrazados de gendarmes, liberó a Maddi Hegi y Gabi Mouesca de la cárcel de Pau.
En marzo de 1993, José Mari Sagardui, «Gatza», intentó escaparse de la prisión de Granada haciendo un agujero en el techo, aunque no lo logró. Sí lo hizo Alberto López de Lacalle, quien usando unas sábanas se descolgó de la habitación del hotel en el que estaba confinado, en Aubusson, en 2000. También Ibon Fernández Iradi en la comisaría de Baiona. Y en agosto de 2002, Ismael Berasategi escapó de La Santé al intercambiarse con su hermano Joxean.
Sarri, sarri, sarri, sarri, sarri....
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