por Wendy McElroy
En un principio, yo había pensado poner por título a este ensayo "El anarquismo individualista, aquí y ahora en casa". Comprendí a tiempo, sin embargo, que la alienación, como teoría política, ya había sido realizada por Karl Marx . De todas maneras, un título como ése tiene la virtud de realzar una idea clave: la de que los dos movimientos que, en principio, debíamos considerar como "el hogar natural" del anarquismo individualista -estoy hablando del "libertarianismo" (del cual un tiempo fue sinónimo) y de la tradición anarquista (de la que forma parte)- han terminado por ser lugares bastante incómodos para el mismo. Sin embargo, esto no fue siempre así.
Por ejemplo, aunque la Internacional de los Trabajadores (esa piedra de toque del chic radical del siglo XIX) suele ser asociada con el marxismo, la verdad es que la Primera Internacional tuvo una muy alta proporción de bakuninistas (anarquistas comunistas) y anarquistas individualistas. En otras palabras, el anarquismo individualista era seriamente reconocido por otros anarquistas como una filosofía política radical. Tenía credenciales que avalaban su nombre. Esta credibilidad vino de dos cosas. En primer lugar, de los esfuerzos casi hercúleos de figuras libertarias como la de Benjamín R. Tucker, quien no sólo fue, por un lado, un miembro activo en la organización laboral, sino que también fue responsable por el ascenso y la difusión de esta nueva y dinámica teoría del anarquismo al traducir, por ejemplo, los escritos de Max Stirner al inglés. En resumen, el anarquismo individualista tenía vida y movimiento.
En segundo lugar -en mi opinión, el más significativo- la credibilidad vino de los puntos teóricos que el anarquismo individualista compartía con el anarquismo comunista. Durante el último siglo, sin embargo, la teoría del anarquismo individualista ha cambiado radicalmente y se ha ido alejando cada vez más de las otras escuelas del anarquismo -a las que yo agruparía, a grandes rasgos, en anarquismo comunista, anarcosindicalismo y anarquismo cristiano.
Aunque en este trabajo me ocupare principalmente de comparar al anarquismo comunista con el individualista -teoría esta última a la que intentaré introducir brevemente al lector-, quisiera tomarme un minuto para hacer algunos comentarios sobre el anarcosindicalismo y el anarquismo cristiano, aunque sin entrar en detalles. El anarcosindicalismo está teóricamente muy cerca del anarquismo comunista y, sin embargo, históricamente ha existido bastante hostilidad entre los dos. Esta hostilidad proviene, sobre todo, de la creencia anarcosindicalista en que el cambio vendría a través de una reorganización del trabajo dentro de una laxa federación obrera basada en la propiedad colectiva de las fábricas, mientras que los comunistas defendieron otros métodos. En otras palabras, ambos defendían una sociedad obrera anarquista pero diferían acerca de los medios para conseguirla. El ejemplo más popular de una organización anarcosindicalista norteamericana es el IWW temprano (Industrial Workers of the World), organización también conocida como los Wobblies.
La paternidad del anarquismo cristiano, como movimiento, se suele atribuir a León Tolstoi y su nombre es bastante autoexplicativo. El anarquismo cristiano no reconoce el derecho a usar la violencia para ningún propósito . Es, en rigor, una forma de pacifismo, y su rechazo del uso de la violencia incluso en defensa propia es la diferencia más importante que los separa de los anarquistas individualistas. Sin embargo, hablando en general, los anarquismos cristiano e individualista se llevan bastante bien y las obras de Tolstoi se anunciaban para la venta en Liberty de Benjamín Tucker, el principal foro del anarquismo individualista a finales del siglo XIX.
Tal como mencioné anteriormente, en los días de Tucker, anarquismo individualista y libertarianismo eran sinónimos. El cisma ocurrió porque la palabra libertarianismo ha sufrido cambios bastante profundos en su contenido, cambios que lo han hecho tomar una dirección muy diferente. Tan diferente que, a menudo, la estrategia y los objetivos del libertarianismo terminan resultando totalmente antagónicos con los del anarquismo individualista.
Estos son los dos puntos acerca de los que este ensayo trata y a los que constantemente volveré: cambios dentro de la teoría del anarquismo individualista, que lo han terminado por alejar y alienar de otras formas de esta filosofía, y cambios dentro del libertarianismo, que lo han terminado por hacer antagónico con el anarquismo individualista.
Pero, primero que nada, quisiera proporcionarle a usted un conocimiento básico del anarquismo individualista, a fin de que usted tenga el beneficio inestimable de saber de lo que estoy hablando.
En 1833 el libertario norteamericano Josiah Warren comenzó a publicar The Peaceful Revolutionist, tal vez la primera revista anarquista y, sin duda alguna, la primera publicación anarquista individualista. Warren no se autodenominó anarquista. De hecho, esta palabra no era muy utilizada, salvo como un oprobio lanzado a un oponente, hasta que Pierre-Joseph Proudhon la reivindicó para sí mismo y la volvió "honorable". No obstante, está claro que Warren era un anarquista. Su llamado a una sociedad voluntaria organizada alrededor del individuo como unidad básica no deja duda de ello. Su postura está claramente expresada en un informe acerca de la comunidad libertaria Utopía en la edición de mayo de 1848 de The Peaceful Revolutionist:
En todas nuestras operaciones, todas las decisiones han sido tomadas sobre la
base individual y sin que la legislación tome ningún papel en el asunto. Sin
Organización, sin poder delegado indefinido, sin 'Constituciones', sin 'leyes',
sin 'reglas' o 'regulaciones'. Todo se hizo como cada individuo decidió que era
lo mejor para él y sus propios asuntos.
Ahora bien, existen dos ideas clave en la filosofía de Warren, dos ideas que se volvieron conceptos básicos del anarquismo individualista durante un siglo. Éstas eran la Soberanía del Individuo, y el Costo como Límite del Precio o teoría laboral del valor.
La Soberanía del Individuo es un término bastante autodescriptivo y más frecuentemente es expresada por la palabra autopropiedad o propiedad sobre uno mismo, utilizada por el libertario y cruzado antiesclavista William Lloyd Garrison, un contemporáneo de Warren. La Soberanía del Individuo o autopropiedad se refiere al derecho moral que cada individuo tiene sobre su propio cuerpo. Tal como Warren expresó en su libro Practical Details:
La sociedad debe transformarse para preservar intacta la SOBERANÍA DE TODO
INDIVIDUO. Debe evitar todas las combinaciones o conexiones de personas e
intereses y todos los arreglos que no dejen al individuo libre en todo momento
de disponer de su persona, su tiempo o sus propiedades de la manera en que sus
sentimientos o sus juicios le puedan dictar, SIN INVOLUCRAR A LAS PERSONAS O LOS INTERESES DE OTROS.
Hoy, la autopropiedad se mantiene como un concepto bastante común en el libertarianismo. Sin embargo, cuando la política electoral prevalece, la popularidad del principio parece declinar. El anarquismo individualista -tal como el libertarianismo suele hacerlo- se opone a la sola idea de que alguien tome una posición de poder injusto (es decir, no delegado) sobre la vida de alguien. Se opone a cualquier institución política. Existe una innegable tensión entre decir, por un lado, "sus acciones pacíficas son sacrosantas y nadie tiene derecho a entrometerse" y, por el otro, mantener un poder injusto encima de estas mismas actividades. Y el concepto al que esta tensión pone a prueba, el concepto que está en juego, es el ya mencionado de autopropiedad, de Soberanía del Individuo.
El segundo soporte principal del anarquismo individualista del siglo XIX es el Costo como Límite del Precio, una versión de la teoría laboral del valor. Esta teoría sostiene que todo valor viene del trabajo y no puede venir de ninguna otra parte. Si yo trabajé para producir algo y lo vendí en $1.00, debo suponer que he recibido el precio justo y completo de mi labor. Ahora bien, si un empresario me compró el producto a $1.00 y lo vendió a $1.50 surge de inmediato la pregunta: ¿de dónde surgieron esos 50 centavos extra, de dónde viene el valor extra? Dado que, de acuerdo a mi teoría, todo valor viene del trabajo y yo aporté todo el trabajo necesario para crear el producto, los 50 centavos extra representan una parte de mi trabajo que el empresario (léase capitalista) robó al pagarme menos del valor completo que mi trabajo produjo. En otras palabras, la ganancia es robo. O, tal como Sam Konkin lo expresó tan bien al hablar en sus últimos SLL , la teoría laboral del valor no distingue entre la ganancia y el pillaje. Otro ejemplo, imaginemos que $1.00 es el justo premio de mi trabajo y yo le presto a usted ese dólar con la condición de que me devuelva $1.10. ¿De donde vinieron esos diez centavos de más? No de mi trabajo, por cierto, ya que a mí ya se me pagó por completo. Los diez centavos deben ser un resultado de su trabajo que yo le estoy robando a través del interés. Toda ganancia era robo. No metafórica sino literalmente, y el hecho de que las personas pagarán un interés de buena gana y de buena gana vendieran su trabajo a los capitalistas no mitigaba el hecho de que un robo había ocurrido.
La teoría laboral del valor era extremadamente popular entre los movimientos radicales del siglo XIX, incluyendo a los libertarios. Hubo algunas excepciones, por ejemplo los liberales clásicos en Inglaterra y el Locus Focus en la Norteamérica del siglo XVIII. Pero si hablamos del libertarianismo norteamericano del siglo XIX, usted puede estar seguro de que el movimiento aceptó la teoría laboral del valor tanto como el moderno movimiento acepta el libre mercado.
Esta aceptación del Costo como Límite del Precio constituía un fuerte lazo entre el anarquismo individualista y las otras vertientes del anarquismo. El anarquismo comunista y el anarcosindicalismo, sobre todo, vieron al capitalismo como la institucionalización de la fuerza bruta. De cabo a rabo, el capitalismo era la ganancia obtenida a través del robo cometido contra los trabajadores. Aquí es donde usted encuentra los carteles de propaganda en los que los capitalistas aparecen como parásitos hinchados que chupan la sangre de los obreros. Ellos buscaron destruir esta ganancia a través de la fuerza.
Los anarquistas individualistas se acercaron a este tema de un modo distinto. Aunque estaban de acuerdo en que esa ganancia era un robo, su compromiso fundamental era con una sociedad voluntaria y con el derecho de contrato. De hecho, Benjamín Tucker definió a la sociedad ideal como una "sociedad por contrato". Por lo tanto, llegaron a la conclusión de que si usted quería invitar a otras personas a robarle aceptando pagar interés o renta, era cosa suya y problema suyo. Podrían intentar demostrarle su error pero el punto fundamental es que todos tienen derecho a realizar un contrato estúpido y autodestructivo si así lo desean y que nadie tiene derecho a interferir en ese proceso voluntario. Por lo tanto, aunque existía un acuerdo teórico con respecto a la teoría laboral del valor entre los anarquistas individualistas y sus primos comunistas, el elemento agregado por los individualistas del respeto al contrato terminaba llevando a consecuencias prácticas radicalmente distintas. Por ejemplo, mientras los anarquistas comunistas pondrían una pistola en la cabeza de los terratenientes, los individualistas repartirían propaganda entre los arrendatarios. Y los dos atacarían el Estado, por su creencia común de que, destruyéndolo, destruirían también cosas tales como el interés. Pero -otra vez las diferencias- los individualistas abrazaron la no violencia como su estrategia política.
¿Pero cuál es la diferencia real aquí? ¿Será que los anarquistas individualistas son personas buenas que no usan la fuerza para llevar a cabo sus teorías mientras que los anarquistas comunistas son los malos? Yo creo que la diferencia real es menos ad hominem y más teóricamente significativa. Lo que ocurre es que ambas vertientes definen la agresión de maneras sumamente diferentes. Para el anarquista individualista la agresión se define con respecto a los derechos de propiedad. Por ejemplo, si un hombre me quita un dólar que yo gané con mi trabajo, es un robo por dos razones: en primer lugar es mi dólar, yo tengo derecho a él; y, en segundo lugar, lo ha tomado sin mi consentimiento. Sin embargo, si el hombre toma un dólar que yo previamente le había robado, esto no es ningún robo por dos razones: primero, no es mi dólar porque el tiene derecho a él, es su propiedad y, por consiguiente, mi consentimiento es innecesario. Vemos entonces que la definición de agresión del anarquismo individualista descansa en dos conceptos: derecho y consentimiento. ¿De quién es la propiedad? ¿Acepta el propietario lo que está pasando?
Aunque, en la actualidad, la diferencia más importante entre los individualistas y los anarquistas comunistas es la definición de propiedad, yo creo que ese no era el punto más importante en el siglo XIX. Ya que ambos coincidían en la teoría laboral del valor y en condenar al capitalismo, la diferencia fundamental estaba en la concepción del consentimiento. Si había consentimiento, el anarquismo individualista consideraba que se trataba de un asunto bastante limpio. Usted aceptó o rechazó, usted dijo "sí" o "no". Y, desde el momento en que usted dijo que sí, era en principio imposible demostrar que lo estuvieran agrediendo. El anarquismo comunista no veía las cosas de la misma manera.
El anarquismo comunista contiene la noción de coerción económica. Esto quiere decir que, aunque el obrero acepte y consienta un cierto sueldo, aunque consienta tener una parte de su trabajo robada por el capitalista, este consentimiento no cuenta porque se obtuvo a través de la coacción. La situación económica creada por el capitalismo es el equivalente de una pistola apuntada a la cabeza del obrero. El capitalista dice: trabaja en mis términos o muere. Permite que te robe o permite que tus hijos pasen hambre. Y el consentimiento, la libertad venerada por los anarquistas individualistas, termina convertida en un fraude. Es el mismo tipo de libertad que tienen el mendigo y el millonario para dormir ambos bajo un puente mientras la lluvia arrecia. En resumen, el anarquismo comunista no reconoce la posibilidad de cosas tales como el interés o la renta existentes bajo contrato. Por definición, estos son actos de fuerza y no pueden ser de otra forma. Usar la fuerza contra aquellos que cobran interés o renta, por consiguiente, no es nada más que defensa propia.
Esta noción de coerción económica posee implicaciones dramáticas para otra diferencia clave entre ambas formas de anarquismo: el nada baladí concepto de justicia. Hay que apuntar muy brevemente que el anarquismo comunista plantea la justicia como un estado final. Hasta donde yo entiendo, proporciona un cuadro específico de cómo sería una sociedad justa. Sería una sociedad sin Estado y sin capitalismo en la que los medios de producción serían poseídos colectivamente y cada trabajador recibiría el producto completo de su trabajo . En resumen, la justicia no reside sólo en la ausencia de la fuerza institucionalizada sino también en el establecimiento de un orden económico específico.
Por el contrario, el anarquismo individualista ve a la justicia como un método o una orientación. No propone ningún producto final, ningún orden social particular que constituya "lo justo". Se limita a decir "todo aquello que es pacífico es justo". Bajo el anarquismo individualista, usted podrá establecer comunidades comunistas junto a las capitalistas y, siempre que la membresía sea voluntaria, el orden de ambas sería justo. Repetimos entonces: el anarquismo comunista concibe a la justicia como un estado final (un sistema económico específico), mientras que el individualista ve a la justicia como un método (todo lo que es pacífico), sin una visión rígida del resultado final.
Continúa [...]