El bandolerismo

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Mensaje por Cenetista » 10 Jun 2006, 20:33

Víctor Manuel “El Frente” (¿?-1999)

Víctor Manuel “El Frente” Vital murió a los 17 años de edad, en la mañana del 6 de febrero del año 1999, bajo el “gatillo fácil” de las balas de “La Bonaerense” en una villa miseria del conurbano: una de las 1500 personas asesinadas por las fuerzas de seguridad desde la vuelta de la democracia formal.

“El Frente” tuvo una vida vertiginosa, con sólo 17 años había cometido muchísimos robos, se había tiroteado con la policía y había estado en institutos de menores. A medida que su carrera de “pibe chorro” fue creciendo en fama y las conquistas femeninas se sucedían entre las mujeres de los alrededores, fue imponiendo un orden determinado hacia dentro de la villa, incluso a los tiros de ser necesario: no se roba a los vecinos, no se roba a los pobres, no se roba a los niños ni a los viejos. Esto solo, ya era una actitud que lo diferenciaba del resto de los pibes de la villa o incluso de su banda; pero Víctor Manuel Vital además repartía los botines de sus éxitos expropiatorios.

Las villas San Francisco, la 25 y La Esperanza (en el conurbano bonaerense) aún recuerdan el mítico atraco a un camión de La Serenísima que “El Frente” condujo hasta la villa, luego de lo cual empezó a repartir yogures y quesos entre sus pobladores, o cuando vistió la villa con camisas Lacoste luego de robar una camión que las transportaba, o bien las comidas gratuitas que organizaba en su casa y que solventaba con lo obtenido de sus botines . Como un nuevo Vairoleto urbano, Víctor Manuel Vital robaba y repartía. Y además vengaba ciertos desvíos a los códigos que él imponía en la villa.
"Queremos personas capaces de destruir, de renovar sin cesar los medios y de renovarse ellas mismas; personas cuya independencia intelectual sea su mayor fuerza, que jamás estén ligados a nada... aspirando a vivir vidas múltiples en una sola vida".

Francisco Ferrer i Guardia

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Mensaje por Cenetista » 10 Jun 2006, 22:43

Bandoleros en la Patagonia

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Si bien las noticias del accionar de bandidos por la norpatagonia son abundantes, es en la década de 1920 se registran unas cuantas visitas de bandoleros a la Colonia Agrícola General Roca. Apariciones que irán in crescendo a medida que avanza la década y que alimentarán la fantasía de ciudadanos y las páginas policiales de la prensa.

Lo cierto es que cuando la Colonia comenzó su desarrollo y el comercio en distintos puntos del los territorios sureños se incrementó, la presencia real y sobre todo los rumores de los saqueos perpetrados por las bandas se multiplicaron por cientos. En 1921, el semanario “Río Negro” da cuenta de algunas noticias de tono alarmista.

El siglo avanzaba y las crónicas policiales abundaban en noticias vinculadas a bandas de salteadores de caminos. Algunas descripciones de estos bandidos resultan muy pintorescas: Por caso: “En la noche del 26 de enero de 1923, a la hora 21, cuatro individuos con la cara cubierta con pañuelos negros penetraron en un comercio existente en un establecimiento rural del Dr. Plottier en Neuquén, armados con Winchester y revólveres”.

Todos los senderos tenían sus anécdotas sobre bandas de asaltantes. Algunas caricaturescas y otras trágicas. Lo cierto es que los viajantes y los comerciantes estaban a merced de estos personajes que tuvieron presencia fuerte y con determinadas características hasta los años 40’s. Estos eran los más expuestos.

Algunos bandidos alimentaron grandes leyendas, los que se conocen como “buenos bandidos”; otros eran sencillamente crueles asesinos. Y entre unos y otros se tejían toda clase de fábulas.

Todos los senderos patagónicos contaron con sus anécdotas sobre bandas de asaltantes. Algunas caricaturescas y otras trágicas. Lo cierto es que estos personajes tuvieron presencia fuerte y con determinadas características hasta los años 40. Pero ¿cómo se los caracterizaba entonces? De esto hablaremos un poco en los párrafos siguientes.

Ante todo daremos una lista de nombres que llenaron las crónicas policiales de la prensa regional: José Llacoy, a quien apresaron en 1927 cerca de Contralmirante Cordero; el cuatrero Temperley, que visitó la zona de Villa Regina por el 28; Troncoso, un célebre bandido que capitaneaba una banda de forajidos, quienes cometieron hechos gravísimos en Pilcaniyeu y El Caín; el conocidísimo Juan Bautista Bairoletto (presente en muchos relatos de habitantes de la Colonia), quien hizo varias apariciones en la región, sobre todo a fines de la década del ‘20 y la década del ‘30; Víctor Elmes o Solano Rodríguez, a quien se capturó en la Colonia y se dio por muerto, pero algunos años después se lo vio trabajando en una tapicería de Roca. Y la lista sigue: Sierra, Rosario Molina; la banda de Carrasco, etc. etc.

Pero veamos cómo pinta a un bandolero una autoridad judicial de aquella época. Es todo un retrato de las ideas que el magistrado dibuja según lo establecido por la escuela italiana de derecho penal. En 1932, bajo el título “El auge del bandolerismo en nuestro territorio. Interesante opinión del doctor Lapalma”, este matutino (Rio Negro) reproduce una entrevista al fiscal de justicia del territorio, Oscar F. Lapalma, que publica el diario “La Razón” y que así dice:

“–¿Es verdad, doctor, que ha comenzado a cundir el bandolerismo en este territorio?

–El bandolerismo siempre ha existido en estas regiones –nos contesta– es un fenómeno típico de la Patagonia. Es un producto mismo de la inclemencia de su naturaleza. Les recalco esto, pues el olvido de esta verdad, que la comprendí el día que tuve en mis manos el primer proceso contra una de esas bandas, el olvido de esta gran verdad es el origen del fracaso en la lucha contra este azote de los territorios del sur. La Patagonia, con sus inmensas zonas deshabitadas, con su enorme extensión llena de accidentes topográficos, con sus grandísimas pampas inhóspitas del centro, sus bosques de la cordillera, con la escasez de centros de población, analfabeta, diseminada sin cohesión familiar en su mayoría, ha tenido que producir esta temible manifestación de la criminalidad: el bandolerismo”.

Pero hay más. Luego de referirse a otra característica típica de la región que es la ineptitud de sus fuerzas policiales, Lapalma efectúa una interesante definición del bandolero patagónico. Allí va:

“–¿Qué clase de sujeto es por lo general, el bandido de la Patagonia, doctor? –pregunta el periodista.

–Por lo común, –nos dice– son delincuentes, que la escuela italiana de derecho penal, clasificaría como delincuentes natos. Audaces, pero cobardes; de una perversidad brutal, pero grandes simuladores y mansos en apariencia. Preparan sus fechorías con toda minuciosidad; pesan los riesgos y las probabilidades de éxitos y, si están a favor, perpetúan los hechos, sin parar mientes en su gravedad, que puede ir, como ha acontecido, desde el cuádruple asesinato alevoso, robo e incendio, hasta el homicidio por promesa remuneratoria. No es posible comparar este delincuente con el matrero, que existía en las provincias del litoral.
Este siempre fue un gaucho valiente, tratándose de defender la vida o salvar la libertad comprometida en un trance difícil. El bandido de la Patagonia es un cobarde”.

Acto seguido se ocupa de desmitificar al bandolero más famoso, Juan Bautista Bairoletto, para él un simple criminal y no un ser temerario e imbatible como lo sostenía la “imaginación popular”, creencia que –sin querer– se convertía “en el mejor aliado de los forajidos”.

Sin duda, el bandidismo (tal como denomina alguna prensa de época a este tipo de delincuencia) constituye un capítulo interesante de la historia lugareña de las primeras décadas del siglo, época de oro del bandolerismo en la Patagonia.
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Mensaje por Cenetista » 10 Jun 2006, 23:14

Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia

Revista XXII

En ese lugar de la Patagonia se escribió uno de los capítulos más intensos y extrañamente olvidados de la leyenda de los bandoleros norteamericanos mas buscados, Butch Cassidy y Sundance Kid.

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La visita a Cholila fue parte del Segundo Simposio Internacional sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia, que se desarrolló la semana pasada en Trevelin, un pueblo de origen galés situado al pie de la Cordillera, en Chubut.

La iniciativa de la Dirección de Cultura de Trevelin, el Centro Nacional para la Patagonia y la revista La Bitácora también convocó a medios internacionales como el semanario norteamericano Newsweek y el diario español El País.

La televisión galesa preestrenó durante el encuentro un documental, Butch Cassidy, el capitulo perdido, que busca reconstruir la vida de Cassidy, el Kid y Ethel Place en la Patagonia.

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Robert Leroy Parker (Butch Cassidy)

Ese periodo fue ignorado en la película Butch Cassidy y Sundance Kid, dos hombres y un destino, que en 1969 protagonizaron Paúl Newman y Robert Redford, pese a la riqueza de los hechos y la leyenda.

Pero quizá la mejor revelación del simposio haya sido la presentación del libro "Buscados en la Patagonia", del historiador Marcelo Gavirati, autor de vanos artículos sobre bandoleros publicados en la revista "Todo es Historia".

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Harry Longabaugh (Sundance Kid)

Gavirati logra reconstruir las andanzas de estos personajes que cambiaron el Lejano Oeste por la aún más lejana Patagonia a través de la recopilación de documentos desperdigados en Argentina, Chile, Bolivia y los Estados Unidos y de un descubrimiento, un expediente policial que se labró en 1911 y que permaneció escondido.

En sus 500 fojas, el legajo resume las actuaciones policiales e incluye cartas y notas firmadas por Santiago Ryan (Cassidy) y Harry Place (Sundance). El expediente se inició a raíz del secuestro en Chubut del estanciero Lucio Ramos Otero, hecho que derivó en la persecución y muerte de otros dos bandoleros norteamericanos, Willie Wilson y Robert Evans a quienes la Policía Fronteriza encontró en las inmediaciones de Río Pico.

En esa localidad de Chubut se encuentran los restos de Wilson y Evans, que dieron lugar a otra leyenda; muchos afirman que pertenecen a Cassidy y el Kid, contrariando así la versión casi confirmada de que murieron en un tiroteo en Bolivia.

Buenos Muchachos

Los registros indican que Butch Cassidy, Sundance Kid y su flamante esposa, Ethel (Etha) Place, llegaron a la Argentina en 1901, huyendo de la justicia y de la Agencia de Detectives Pirkerton. Bajo los nombres de Santiago Ryan y Harry Place, se instalaron en Cholila, alentados por los odontólogos Ralph y George Newbery, quienes oficiaban en Buenos Aires como vicecónsules honorarios de Estados Unidos.

Los Newbery, que poseían tierras en las inmediaciones de Nahuel Huapi, impulsaron el asentamiento de otros norteamericanos, entre los que se cuentan lohn Comodoro Perry (sheriff de Crokett Country), el arriero texano Martín Sheffieid y muchos otros -en su mayoría con cuentas pendientes con la Justicia- que conformaron "una pequeña colonia de habla inglesa", según escribió uno de ellos.

En Cholila construyeron una cabaña de troncos -que aún se conserva: parte de las actividades del simposio fue una visita- donde soñaron con pasar el resto de sus días "Me establecí para siempre -le escribió Cassidy a una amiga, en agosto de 1902- Tengo 500 vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de silla, dos peones que trabajan para mi, además de una casa de cuatro habitaciones y galpones, establo, gallinero y algunas gallinas. Los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños durante los últimos años".

En los valles cordilleranos, los bandoleros encontraron la amistad y el respeto de varios vecinos. Hasta firmaron documentos como garantes del comisario de la Colonia del Valle 16 de Octubre y alojaron en su cabaña al gobernador del Territorio del Chubut, Julio Lezana.

Durante una gira que realizó por los poblados cordilleranos en marzo de 1903 "Es difícil imaginar la extraña combinación de sensaciones que debieron pasar por las mentes de estos fugitivos buscados en los Estados Unidos al recibir en su casa una comitiva integrada nada menos que por el jefe de la Policía y el mismísimo gobernador del Territorio del Chubut dice Gavirati en su libro.

El Sueño Terminó

La paz y la tranquilidad duraron poco para Cassidy el Kid y su mujer, en 1905 comenzó una serie de robos y atracos. Aunque esta casi comprobado que los hicieron otros asaltantes norteamericanos la condición de prófugos y la sospecha de que algunos de los autores de los asaltos podrían haberse guarecido en su cabaña, hicieron que el trío comenzara a inquietarse y preparase su partida del lugar.

Los hechos se iniciaron en Telsen Chubut en 1904 con el robo de una remesa de dinero a un proveedor de la compañía inglesa Tierras del Sur.

Cuando en febrero de 1905 el Banco de Londres y Tarapacá ubicado en Río Gallegos sufrió un asalto la policía sospecho de la complicidad por lo menos de los ganaderos norteamericanos establecidos en Cholila.

Los tres prófugos decidieron abandonar sus tierras vendieron la propiedad a la Compañía Cochamó de Chile y cruzaron los Andes.

Su rastro se hace confuso: se separaron, volvieron a reunirse; Etha viajo a San Francisco y casi no se volvieron a tener noticias de ella. El 19 de diciembre de 1905 se produjo un atraco en el Banco Nación de Villa Mercedes (San Luis) que es considerado el único asalto protagonizado por Butch Cassidy y Sundance Kid (junto con otros dos pistoleros) en la Argentina, adonde habrían reingresado desde Chile por Mendoza.

Huyendo de la policía, los bandoleros se dirigieron nuevamente hacia el sur. Se separaron, Cassidy cruzó otra vez hacia Chile y Sundance Kid regresó a Cholila, donde liquido el cobro de la venta de sus propiedades.

Los diarios de Buenos Aires La Nación y La Prensa competían por difundir los pedidos de captura de los norteamericanos, sus corresponsales comenzaron a recoger testimonios de sus andanzas, reales o imaginarias, por todo el centro sur del país.

Pero los hechos ubican a Cassidy y Sundance Kid recién hacia 1908, en Bolivia, donde al parecer también tenían intenciones de instalarse como hacendados. Pero el destino los había marcado.

El Fin

Luego de trabajar en el arreo de mulas para empresas mineras, los bandoleros dieron su último golpe, asaltaron una remesa destinada a la Minera Aramayo, Francke y Cía. Huyeron hacia el norte, escapando de los uniformados que los esperaban por el sur, pero el 6 de Noviembre de 1908, en una casa del pueblo de San Vicente, los alcanzo el regimiento de Abaroa, del Ejercito Boliviano.

Los militares se acercaron sigilosamente, pero desde una puerta comenzaron a dispararles.

El jefe de la partida ordenó rodear el edificio para evitar que los bandidos huyeran por los fondos "Mientras se encontraban en esa tarea -dice Gavirati en su libro, basándose en investigaciones de los norteamericanos Daniel Buck y Ann Meadows- se escuchan tres gritos de desesperación dentro de la casa, luego de lo cual cesa el tiroteo, situación que se mantiene durante la tensa y fría noche.

Al amanecer, la comitiva encuentra los cadáveres de los dos gringos. Uno de ellos, el que sería Butch, con un balazo en la sien y otro en el brazo, el otro Sundance, sentado detrás de la puerta, abrazado a un gran jarrón de cerámica, con varios disparos en los brazos y uno en la frente. En las alforjas de los bandoleros estaba completa la remesa robada a Aramayo".

Sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de San Vicente. En 1991, el antropólogo forense Clyde Snow dirigió la exhumación de los restos en la presunta tumba de los bandidos Los análisis realizados sin embargo, demostraron que los huesos allí enterrados pertenecían a un minero alemán llamado Gustav Zimmer.

No obstante, en el Simposio de Trevelin, tanto Gavirati como Buck y Meadows concluyeron que "las evidencias históricas muestran de forma concluyente que Butch Cassidy y Sundance Kid encontraron su final en Bolivia, el 6 de noviembre de 1908". Después de esa fecha, "ni sus amigos en Cholila, ni ninguna otra persona que se tenga conocimiento recibieron correspondencia de los forajidos".

La leyenda continúa

La presencia de otros pistoleros norteamericanos en la Patagonia, y la continuación de vanos delitos, prolongó la leyenda de Butch Cassidy y Sundance Kid en la región, mas allá de las evidencias de su muerte.

El 29 de Diciembre de 1909 se produjo un asalto a la Cooperativa Mercantil Arroyo Pescado, en las cercanías de Esquel, donde fue asesinado Llwyd ApIwan, gerente de la sociedad creada por los productores galeses de Chubut. El hecho conmocionó a la colonia galesa del Valle 16 de Octubre y reavivó el fantasma de la banda salvaje viva y operante en la Patagonia.

Hoy se cree que lo cometió la banda de Wilson y Evans, autores también del atraco al banco de Río Gallegos en 1905 y que el 29 de marzo de 1911 secuestraron al estanciero Ramos Otero y fueron baleados en la huida. En Río Pico hay una cruz de madera sobre la sepultura de Wilson y Evans señala el final de ese dúo y de los bandoleros norteamericanos en la Patagonia.


Más info:

Cine

- Butch Cassidy y el Sundance Kid

- Dos hombres y un destino

Documental

- Butch Cassidy en la Patagonia
Última edición por Cenetista el 11 Jun 2006, 00:28, editado 1 vez en total.
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Mensaje por Cenetista » 10 Jun 2006, 23:31

Luis Candelas (1804-1837)

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Luis Candelas fue un español nacido en el barrio de Lavapiés. Fue un bandolero que actuó en Madrid en el primer tercio del siglo XIX. Robaba porque, según él, la fortuna estaba mal repartida y además, porque él tenía unas necesidades que cubrir. Fue ajusticiado el 6 de noviembre de 1837.

"El dinero está mal repartido y no es justo que mientras unos arrastran coche, los demás vayan por el lodo. Así pues, los que nivelamos las fortunas, sin matar ni hacer daño, por supuesto... ejercemos una industria que hacen mal en perseguir”. Esta era la máxima de Luis Candelas, un bandolero que actuó en las calles de Madrid en el primer tercio del siglo XIX y que fue ejecutado el 6 de noviembre de 1837.

Luis Candelas fue un bandido por iniciativa propia. Nació el 9 de febrero de 1804 en el seno de una familia acomodada en el castizo barrio de Lavapiés. Tenía estudios, sabía leer y escribir y la lectura era una de sus grandes aficiones. Pero su posición privilegiada no le impidió ser bandido urbano.

Entre sus amigos de juventud se encontraban los golfos del barrio, algo que su padre no veía con muy buenos ojos. Sus intentos para lograr que su hijo cambiara de amistades fueron inútiles. Candelas empezó a meterse en líos en plena adolescencia.

Con 15 años fue procesado por robo. Al no probarse finalmente su participación en el delito, Candelas vio en esta ocupación una forma de ganarse la vida. Cuenta la leyenda que en su primera época como delincuente , entre 1823 y 1830, su ocupación consistía en conquistar a las mujeres y vivir a costa de ellas.

Su primera estancia en la cárcel la tuvo cuando aún no tenía la mayoría de edad. Fue detenido por merodear a altas horas de la noche por la plaza de Santa Ana. Al poco tiempo salió en libertad.

Con 19 años perdió a su padre, lo que le hizo replantearse su vida. Por un tiempo trabajó como librero pero pronto volvió a actuar. Con 21 años fue condenado a seis años de cárcel por robar dos caballos y una mula.

En los años posteriores sus entradas y salidas a la cárcel fueron frecuentes. Otra máxima que rigió la vida de este bandolero decía: “Uno tiene sus necesidades, no ha nacido para trabajar en oficios mecánicos, y cuando se ha recibido alguna instrucción y se han leído libros como yo (...)”. Esta afirmación hacía suponer que a Candelas le gustaba vivir bien. Aparte de ser un pícaro tenía fama de vago. En sus tiempos de bandolero siempre huyó de la violencia. Se dice que en los atracos se comportaba correctamente y a veces con extrema delicadeza. Candelas llegó a formar una banda con la que daría grandes golpes.

Aunque la imaginería afrancesada presente a Luis Candelas con los avíos propios del bandolero de Sierra Morena, pertenece por completo al ámbito de la delincuencia urbana, área de Madrid. Su popularidad y su majeza han llevado a muchos a imaginarlo al frente de una partida de bandoleros, todos con catite, trabuco y punta de veguero en la zona siniestra del belfo, avizorando en la lejanía a una diligencia que se interna desprevenida en Despeñapperros. No hay tal. Candelas y su banda eran de extracción genuinamente gata, material del Foro, madrileños del Avapiés, que es como decir el alma de la capital de España. Y si bien con este príncipe del latrocinio puede decirse que la delincuencia ibérica abandona la tradición del merodeo por mercados facilones y por usureros en quienes un robo es casi justicia, instalándose plenamente en la modernidad, es también cierto que el personaje estuvo a la altura de su época y de su leyenda.


Más info:

Cine

Luis Candelas, el bandido de Madrid (de Armand Guerra)
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Mensaje por Cenetista » 10 Jun 2006, 23:53

Omar ben Hafsum e Ibn Marwan... príncipes bandoleros del siglo IX

El mundo musulmán andalusí, en el siglo IX, presenta un fraccionamiento y convulsión sin precedentes. Al poder central del emirato de Córdoba se opondrán diferentes rebeliones y personajes.

Omar ben Hafsum (854-918)

Nacido en Autha, Málaga hoy Parauta, según unos historiadores y en Iznate, según otros, fue un rebelde hispanomusulmán, hijo de un muladí y al parecer descendiente de familia goda; a causa de un crimen que cometió se refugió en las escarpadas gargantas del Guadalhorce y después en el norte de África. Es considerado por muchos el primer bandolero de Andalucía. Vuelto al Al-Andalus (850), se instaló con un grupo de bandoleros en la fortaleza de Bobastro. Llevó a cabo la restauración cristiana y nacional en el medio día de España, movimiento que puso en grave peligro el imperio Árabe Español de los siglos IX y X.

Mijas, cuya población cristiana superaba todavía a la árabe, cuando en toda Andalucía eran numerosos los seguidores del cristianismo mozárabe, como lo prueba el hecho de que entonces aún se conservaba la antigua diócesis, no opuso resistencia al llamamiento que hiciera Omar, establecido ya en el alcázar que levantara en las cumbres del municipio romano de Bobaster o Bobastro, en las mesas de Villaverde, cerca del pantano del Chorro, municipio de Ardales. Un día, al frente de 40 jinetes valerosos, Omar se presentó ante los muros del Castillo de Mijas. No venía en son de conquista, dada la escasa fuerza militar que acaudillaba, más mostró su deseo de hablar y entrar en el trato con los que pensaban como él, a fin de que se sumasen a la empresa que tenía entre manos. Se celebraron conversaciones fuera del castillo, alistándose al fin de las liberaciones muchos voluntarios para engordar las huestes del atrevido capitán, quedando establecidas las mejores relaciones entre la mayoría de los habitantes de Mijas que, respondiendo a sus antiguos sentimientos religiosos, veían con agrado y simpatía aquel movimiento.

Muchos fueron los que tomaron las armas para formar en su fila asistiendo al célebre sitio del Alhama que tuvo dos meses de duración, prosiguiendo después las correrías por la provincia de Córdoba, hasta tomar los castillos más estratégicos de las comarcas de Elvira, Jaén, Archidona, Baeza, Úbeda, Priego, Écija, Aguilar, Baena, Lucena, Estepa y Osuna. Omar declaró la guerra sin cuartel a los emires de Córdoba, y llegó a formar un reino mozárabe, que comprendía la mitad oriental de Andalucía, con lo que favorecía el avance victorioso de los ejércitos cristianos de la Reconquista.

Las fuentes nos hablan de dos lemas bajo los cuales atrajo el descontento de la población mozárabe y muladí: "Bastante tiempo habéis sido esclavos. Es hora de que os pongáis de pie y echéis a los extranjeros", y "¿Hasta cuándo vais a soportar el duro yugo de los impuestos?"

Aunque derrotado, en el año 883, y obligado a aceptar la autoridad de Almondir, no tardó en revelarse de nuevo contra él y ensanchar sus territorios. Meditando Omar lo conveniente que sería para su causa la posesión de todas las plazas y fortalezas situadas entre Bobastro y la Costa, decidió enviar a dichos lugares embajadas suyas, apoyadas por un buen grupo de soldados para tratar de su rendición, consiguiendo sin gran esfuerzo apoderarse de los castillos de Tolox, Belda, al norte de Antequera, Comares y Mijas, de las que tomó posesión dejando en cada castillo una numerosa guarnición de gente devota y decidida que pronto confraternizó con la mayoría de los moradores hasta el punto de que fueron muchos los mijeños, que acompañaron al caudillo mozárabe, convertido ya al cristianismo con el nombre de Samuel I. Omar llamó a sus dominios "Reino de Mijas", y en el año 856, fue coronado Rey Samuel I en la Plaza mayor de su capital en la montaña, inmediatamente se puso a reconstruir las fortificaciones, y en el año 883 completó el gran castillo de la Peña, nombrado así por la majestuosa cumbre rocosa, asiento de Mijas.

Durante los seiscientos años siguientes, mucho después de que el reino de Omar se convirtiera en historia, esta altiva fortaleza fue el punto central del sistema defensivo de la región entera y resistió muchos ataques de los distintos invasores.

Omar demostró ser generoso, también con los súbditos musulmanes, como Abdalaziz lo había sido con los cristianos y les erigió una gran mezquita en la cumbre de Mijas, terminada, en el año 866, la mezquita de Omar, aún parte de ella es utilizada hoy día, como Iglesia principal de Mijas. En sus correrías por nuestra provincia, llegó a conquistar su capital, que a la sazón, era Archidona, encaramada en lo más alto de un cerro, casi inaccesible, donde los Reyes Católicos, después colocaron sus pendones y banderas, dejándole un icono bajo la advocación de Nuestra Señora de Gracia, patrona de esta ciudad. Mijas perteneció al reino independiente, constituido por Omar durante los reinados de los Emires Mahomet, Almondor y Abdalah, después paso a sus hijos, que lo conservaron hasta que el Califa Abderramán III se apoderó de él cuando corría el año 912 en que pasó a depender de Córdoba, con toda la provincia. Omar, fue derrotado por el Emir de Córdoba, cuando estaba dispuesto a asaltar la capital del Al-Andalus en Aguilar, el 16 de mayo de 891. Una de las causas que determinaron la derrota del llamado viriato de los muladíes, fue su conversión al cristianismo. Su hija Argentea, religiosa de un convento mozárabe de Córdoba, sufrió martirio por no renegar de la fe de Cristo, fue degollada en Córdoba, el 13 de mayo de 931. La iglesia la honra como Santa y celebra su festividad en la fecha de 13 de Mayo antes citada.

El célebre costumbrista malagueño, D. Serafín Estébanez Calderón, (1799-1867), con el seudónimo "El Solitario", escribió una prosa castiza y costumbrista, "Escenas Andaluzas, Cristianos y Moriscos", etc. Fue ministro del Tribunal Supremo, de Guerra y Marina y miembro de la Real Academia de la Lengua. En su notable epístola, dijo de Omar que si este Caudillo hubiera podido estar en comunicación con nuestros héroes de Asturias y de Los Pirineos, sin duda la restauración de España se hubiera conseguido en el siglo IX, ahorrándose las monarquías cristianas, las sangrientas y crueles expediciones de Almanzor, que en tanto peligro pusieron de nuevo la seguridad y el ser de la independencia. Samuel I murió cristianamente en Septiembre del 917 ó Enero del 918.

La única referencia bibliográfica es del año 1082, en que Abd Allah el Nasir, en guerra fratricida y bajo influjo de su madre, lo cede a su hermano Tamiz al-Muizz de Málaga; la donación, dice el texto, fue de los "Castillos de la Algabia, tales como Qartama (Cártama), Misas (Mijas) y Humaris", éste último no localizado, probablemente el "Castillejo".


Abd al-Rahmán Ibn Marwan (¿?-889)

En el al-Andalus oriental también estallan las revueltas contra el emirato en el siglo IX. Si primero fue la rebelión de Mérida, el personaje que ejemplifica estos enfrentamientos con el poder central será Abd al-Rahmán Ibn Marwan.

Su familia era descendiente de Marwan Al-Yilliqi, muladí al servicio de los omeyas de Córdoba, que le nombraron gobernador de Mérida en la primera mitad del siglo IX. Su hijo Abd Al-Rahman Ibn Marwan, nuestro héroe, se levantó contra Muhammad I en el 868, al frente de un grupo de mozárabes y de conversos (muladíes) descontentos con la situación social y las presiones fiscales.

Desde su feudo de Mérida se enfrentaría en repetidas ocasiones con los emires cordobeses, siendo derrotado varias veces, pero nunca de forma definitiva. Tras una grave derrota, Marwan se niega a reducirse, de nuevo, y se atrinchera en la fortaleza de Alange. Desde allí se lanzaría a la refundación de Badajoz (875 -por aquel entonces unas pocas casas encima de un asentamiento de origen romano-) y el control del área circundante.

Al final, los emires omeyas terminaron reconociéndole como señor de Badajoz y del Algarve. Posteriormente se unió a los Banu Jaldun de Sevilla, y juntos lucharon contra el emir Abd Alliah. El resultado de estas luchas fue la pérdida temporal de Badajoz, que fue ocupado por un grupo de beréberes.

Morirá en su reducto, aún independiente en el 889. Le sucedería su hijo Abd Allah Ibn Muhammad, quien conseguiría recuperar Badajoz. Finalmente, el hijo de éste, Abd al-Rahman, entregaría la ciudad a Abd al-Rahman III en el 929, tan sólo un año después de que, al otro lado del nuevo Califato, cayera Bobastro...
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Mensaje por Cenetista » 10 Jun 2006, 23:59

Los Monfíes de la Axarquía

La Axarquía es aquella tierra malagueña que queda hacia donde nace el Sol cada mañana. Es por ello que recibió este nombre en la época en que la lengua árabe, descriptiva como pocas, sirvió para nominar la gran parte de los rincones de este suelo. (ﺔﻳﻗﺮﺷﻠﺁ) “A-xarquía” quiere decir “aquella que está en el xarq, el lugar por donde sale el sol, tal vez por eso sea también una tierra en la que la luz tiene especial significado.

Esta luz, junto con otras riquezas naturales le ha hecho desde antiguo merecedora de la atención por parte del hombre, quien a pesar de su carácter áspero y bravío, supo convivir con ella, sostenerse en sus volcadas laderas de empinadas pendientes para cultivar los campos generando un lugar rico, casi de ensueño, de huertas y regadíos merced a la abundancia en ella del agua de sus montañas.

Los hombres de aquí, los hombres de la luz, nunca supieron adaptarse a las sombras que les llegaron desde fuera con afán de imponerse por la fuerza. Fue entonces cuando el carácter inhóspito de estas montañas más favoreció a sus moradores, haciéndoles fuertes para resistir los embites de la opresión y de la injusticia. En estos barrancos y collados hay escritas historias contrarias al poder establecido que van desde el levantamiento de Ibn Hafsun contra el Califato de Córdoba, allá por el año 900 de nuestra era, hasta los más recientes episodios de resistencia contra la última Dictadura impuesta en 1939; los legendarios maquis de las Sierras Tejeda y Almijara. Aquellos y estos, con más de mil años de distancia en el tiempo, tienen una trascendental circunstancia en común: Todos ellos eran hijos de esta tierra.

Del mismo modo, y entremetidos en ese periplo temporal, se encuentran otros andaluces, los hombres de a-xarqiyya, parte importante del antiguo reino de Garnata, cuya existencia coincidiera con la extinción del mítico Al Andalus sobre la superficie ibérica, una vez que fuese rendido aquel reino a los reyes castellano-aragoneses en las postrimerías del siglo XV.

Esta capitulación se lleva a cabo en el marco de unos acuerdos que, a pesar de tener validez “para siempre jamás” como se encargan de reseñar enfáticamente los reyes castellano-aragoneses y en los que se reconoce el derecho de los sometidos al uso y ejercicio de su lengua, hábitos, religión y cultura en general, no se prolongan en el tiempo ni tan siquiera diez años. “Pero así como las capitulaciones antiguas se cumplieron con fidelidad, estas últimas se quebrantaron pronto” (CARO BAROJA, 2000). Ya en 1499, a criterio del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, se inician las conversiones de fe masivas y forzadas de los musulmanes de Granada, lo que lleva a la sublevación de los habitantes del Albayzin granadino en 1501. “A raíz de la sublevación acaecida en 1501 los Reyes Católicos se desentendieron de lo establecido por las Capitulaciones diez años antes con mayor holgura” (CARO BAROJA, 2000). Así el 14 de febrero de 1502, se promulga Pragmática Real por la que se anulan los privilegios de los moros granadinos, obligándoles a adoptar las costumbres de los castellano-aragoneses bajo la confesión católica.

Empieza así un curioso proceso de tensiones mediante pragmáticas y órdenes reales, cuyo efecto es relajado por los musulmanes, en la medida de lo posible, mediante el pago de cantidades desorbitadas de dinero. Este proceso se extiende hasta que la intransigencia castellana lleva a prohibir el uso de la lengua árabe en suelo hispano durante el reinado de Felipe II. La lengua de los andaluces que llegaron a ser la luz del mundo occidental durante más de cuatro siglos de manos de Ibn Zarqala, Ibn Rusd, Ibn Maymum, Ibn Gabirol, Ibn ‘Arabi, Ibn al Jatib, al Gafiqi, Abu-l-Qasim al Zahrawi, Ibn Zuhr, Ibn Quzman, Ibn Hazm, Ibn al Zaqqaq, Ibn Jafaya, al Shustarí, al Idrisi, etc., etc., etc., quedó apagada bajo el telón de la intolerancia y la intransigencia, dejando en la indefensión a millares de habitantes de las tierras andaluzas a los que borraba por Decreto su memoria histórica. Todas las escrituras de propiedad que durante siglos transmitieron los andaluces de padres a hijos, quedaron sin efecto, pasando a disposición de la Corona en caso de no poder ser justificada la propiedad de otro modo.

Esta maniobra política, promovida sin duda por los ocultos mecanismos de poder que manipulan a los gobiernos de una y otra época, genera entonces una cohorte de gentes sin tierra, que dicho en árabe viene a ser “monfíes”, “desterrados”. Sumidos en la desesperación, se llega a la Rebelión de 1568, conocida como Guerra de las Alpujarras, pero que tuvo como escenario la totalidad del Reino de Granada, desde la Alpujarra almeriense hasta las montañas de la Zagra o la Serranía de Ronda. Sobradamente conocido es también el episodio correspondiente al levantamiento de los pueblos de la Axarquía, de manos de Andrés el Xorairán y que termina con el trágico episodio de Frigiliana.

Estos, a los que la Historia oficial denomina “salteadores y bandoleros”, pudieran haber resultado en héroes si el río de los dias hubiese llevado sus aguas por otro cauce, como ocurriera en el siglo XIX con los héroes de la resistencia guerrillera contra la invasión napoleónica en tierras también ibéricas. Paralelismos mucho más coetáneos se encuentran actualmente en Palestina, Afganistán o la propia Mesopotamia, de donde siglos atrás viniesen los aires bagdadíes cargados con la música de Ziryab, “el mirlo”, para alegrar y cargar de refinamiento la corte de los califas cordobeses. “Los monfíes eran bandoleros que solían actuar en cuadrillas; salteadores y criminales para los cristianos, vengadores e incluso héroes para los moriscos, su acción se encuadra en el auge del bandolerismo mediterráneo en el siglo XVI y en el particular de las condiciones granadinas.” (Ladero Quesada)

“Estos monfíes era gente que se mantenía de sus oficios en los lugares donde entrauan, casáuanse, labrauan la tierra e con mujeres e hijos afianzaban su seguridad. Fuéronse a viuir a las montañas, e hizierónse fuertes en ellas, de aquí salían a hacer fuerças, hurtos y homicidios para vivir.” (Bermúdez de Pedraza).

Justificamos así la necesidad del reconocimiento público y oficial de aquellos que lucharon en otro tiempo en contra de las injusticias y atropellos hacia los habitantes de esta tierra de la mejor manera que el rumbo de la Historia reservó para ellos.
"Queremos personas capaces de destruir, de renovar sin cesar los medios y de renovarse ellas mismas; personas cuya independencia intelectual sea su mayor fuerza, que jamás estén ligados a nada... aspirando a vivir vidas múltiples en una sola vida".

Francisco Ferrer i Guardia

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Mensaje por Cenetista » 11 Jun 2006, 00:09

El bandolerismo morisco en Andalucía (S. XVI)

Bernard Vincent

La existencia del bandolerismo en Andalucía es multisecular. Encontramos sus rastros en la correspondencia de Cicerón o en la obra de Tito Livio y, en la época del califato de Córdoba, existió un bandolerismo cristiano muy poderoso, que era a la vez expresión de miseria y de oposición política. Se conoce bien —casi diríamos que con exceso— el fenómeno respecto a los siglos XVIII y XIX. Por haberse insistido demasiado en el carácter de «héroes» que les fue atribuido en la época romántica, sus predecesores caerían en el más profundo olvido. Ya es hora, en la medida en que han hablado de ellos sus contemporáneos —ya que ellos mismos no lo hicieron—, de sacarlos de este olvido; esto puede hacerse con las bandas moriscas del siglo XVI.

Estas tienen, por supuesto, un lugar aparte en la larga historia del bandolerismo andaluz. Ilustran el largo paréntesis que abarca desde fines del siglo XV hasta principios del XVII, en el cual la Conquista, terminada teóricamente en Granada el 2 de enero de 1492, se pone a diario en tela de juicio. No hay duda que los musulmanes capitularon, pero muchos de ellos se quedaron y constituyen una comunidad numerosa e irreductible. A pesar de todos los esfuerzos de los cristianos, continúan profundamente ligados al Islam. Al menor suceso puede estallar el incendio. Y estalla, efectivamente, por dos veces en la Alta Andalucía, de diciembre de 1499 a abril de 1501, y de diciembre de 1568 a noviembre de 1570. La primera sublevación es parcial, y la segunda, general. Ambas son el símbolo de la resistencia de una civilización frente a otra. Pero, entre estos dos violentos brotes y después del último, la comunidad morisca no permanece pasiva, sino que ayuda todo lo que puede a los que luchan contra el señor cristiano.

Estos hombres, que son la punta de la lanza de la resistencia, pertenecen a tres grupos: gandules, piratas y monfies, por seguir usando los términos que se utilizan generalmente en los textos. Interesa definirlos antes de estudiar más en particular los últimos. Los gandules son los miembros de una milicia urbana, reclutados la mayoría de las veces entre hombres jóvenes. Siempre dispuestos a la violencia, parecen haber tenido un gran papel en el desencadenamiento de la revuelta de 1568. Los piratas son moros de África del Norte, que, desde Argel, Tetuán, Larache o Salé, hacen incursiones en las costas españolas. Siempre actúan de la misma forma: conducidos por algún morisco anteriormente emigrado, desembarcan en un lugar desierto y toman un pueblo en donde matan a algunos cristianos, saquean, y se llevan cautivos a los otros. Las operaciones de este tipo realizadas en el siglo XVI en las costas españolas, desde Cádiz a las Baleares, se calculan en centenares. Fueron muchas las que provocaron la ruina de uno o dos pueblos; el éxito de la mayo ría de ellas se explica por la complicidad del conjunto de la población morisca local, prevenida, por lo demás, a menudo de la preparación de la expedición. De hecho, esta forma de actuar es uno de los aspectos de las correrías berberiscas en el siglo XVII.

«El bandolerismo es hermano de la correría marítima». La similitud es tanto mayor en cuanto que ni el uno ni la otra cesan en ningún momento en el siglo XVI y se prestan un apoyo recíproco. De la misma manera que los piratas disponen de una verdadera red de informaciones en el interior de España, red cuyos mejores agentes son los monfíes, estos últimos reciben a menudo refuerzos de ciertos piratas, sobre todo de los moriscos que pasaron a África del Norte y retomaron al cabo de algunos años; también son a veces apoyados por miembros de expediciones fracasadas y que no tenían otro recurso que echarse al monte. A decir verdad, las autoridades no siempre llegan a distinguir a los unos de los otros, y esto se refleja en el vocabulario. No se suelen emplear los términos de «ladrón» o de «bandido» o «bandolero», que serán los calificativos tradicionales de los bandidos del siglo XIX, y que lo son en el siglo XVI y XVII en Castilla e incluso en la Corona de Aragón. Se les reserva el de «salteador» y el de «monfí». El salteador es el que «saltea», es decir, el que ataca a mano armada. El monfi es, según el diccionario de la Academia española, el moro o morisco que forma parte de las cuadrillas de salteadores de Andalucía después de la Reconquista. Esta equivalencia no es fortuita; en el conjunto de los textos de la época se emplea salteador o monfi para designar a cualquier bandido. Se llega incluso, lo que induce a cierta confusión, a calificar a los «piratas» de salteadores o de monfies. Esto indica sin duda hasta qué punto se tiene conciencia de los lazos que existen entre los unos y los otros. Lo importante es que se haya llegado a. dar privilegio al término —el más utilizado en Andalucía— de monfi, que viene del árabe munfi, que califica a un hombre desterrado o exiliado. En suma, en cuanto al vocabulario, los españoles han adoptado una palabra cuyo sentido han alterado; para ellos, el monfí es un criminal y sólo eso. Por ello no se distingue en absoluto del salteador. El monfí es un campeón de la libertad para el morisco y, quizás, incluso un hombre santo a los ojos del musulmán. Así se comprende el prestigio que se atribuye a muchos de ellos. Estamos ciertamente en el centro mismo de un conflicto entre civilizaciones.

Pues los monfies no actúan al azar, atacan tan sólo a los cristianos. Entre los ejemplos recogidos, solamente uno hace excepción y, aún así, no es más que un testimonio de segunda mano: un habitante de la pequeña ciudad de Santa Fe, que dista unos doce kilómetros de Granada, refiere lo que le ha dicho otra persona, según la cual los monfies habrían robado dos mulos y una cabra a un muchacho morisco de doce a trece años; incluso habrían querido matar al niño5. Observemos que en este caso determinado no hubo muerte, lo que constituye igualmente una excepción. Todos los otros sucesos conocidos tienen como, víctima a cristianos viejos y entre ellos figuran en primer lugar eclesiásticos, venteros y mercaderes.

Los sacerdotes eran, de entre todos, los más odiados. Además de sus tentativas de evangelización, que eran muy impopulares, los moriscos les reprochaban muchas exacciones: reclamaban donativos exorbitantes con motivo de cualquier ceremonia, obligaban a dejar legados piadosos en los testamentos, etc. Además, en muchos pueblos de montaña no había más habitantes cristianos que el cura y el sacristán, que aparecían así como símbolos de la opresión. Los posaderos eran obligatoriamente cristianos viejos y servían de agentes de información a las autoridades. Los mercaderes recorrían más que nadie los caminos, lugares predilectos para las agresiones; por ejemplo, los mercaderes de seda de Granada, de Málaga o de Almería, únicas ciudades donde estaba autorizada la venta del producto, iban cada año a recoger la materia prima a los pueblos más apartados. Así se exponían a ataques, como, por ejemplo, el realizado cerca de Lanjarón, en 1511.

La permanencia del bandolerismo en la Alta Andalucía durante el siglo XVI se demuestra por la abundancia de los textos que conciernen a su represión. El primero es del 30 de septiembre de 1492, el año mismo del fin de la Reconquista. Las medidas tomadas no surtieron, sin duda, ningún efecto, puesto que en 1511, 1514, 1550, 1562 y 1574 se publican nuevas cédulas. Y aún así esta lista tiene pocas probabilidades de ser exhaustiva. Todos los textos lo indican: el bandolerismo es endémico y se desespera de acabar con él. Un sólo texto no confirma esta impresión general: el que dirige el alcalde de un pueblo, Órgiva, situado en pleno corazón de Sierra Nevada, al señor del lugar, el duque de Sesa. Le anuncia que el sector está libre de monfíes como jamás lo estuvo. Pero este comunicado optimista no vale más que para algunas decenas de kilómetros cuadrados; expulsados de Órgiva, los bandidos hacen estragos algo más lejos. Tomemos algunos ejemplos de la correspondencia de Iñigo López de Mendoza, Marqués de Mondéjar y Capitán General del reino de Granada. En otoño de 1509 está preocupado por la audacia de la banda de Acetile que asolaba la Sierra de Gador.

En mayo de 1513 se le informa que el jefe de una banda, Tomás, ha sido apresado cerca de Guadix, pero ya en agosto indica a sus destinatarios que existen, al menos en el dominio de su jurisdicción, dos bandas de las que no consigue desembarazarse, una de 43 ó 44 hombres, en la zona del valle de Lecrín; otra, compuesta de unos 40 a 50 individuos, en la Sierra de Gádor al este del reino'0. Un conjunto de factores, unos más importantes que otros, favorecen el bandolerismo. Al conflicto de civilizaciones, cuyo teatro es la Andalucía oriental, se suma el hecho de que la región es zona fronteriza: muy abierta al Mediterráneo, constituye, al carecer los españoles de un dominio absoluto del mar, una vía de paso. Entre Sierra Morena y la costa nadie puede sentirse realmente seguro en el siglo XVI. En cualquier momento pueden recibir los bandoleros un apoyo exterior o, si se les amenaza, atravesar el Mediterráneo para volver algunos meses más tarde. Por último, se trata de una región montañosa, impenetrable, que los bandoleros cono cen de maravilla, bastante mejor en todo caso que sus perseguidores. En un memorial dirigido al cardenal Espinosa, el arbitrista Diego de Pisa da su opinión sobre la manera de acabar con los ban doleros". De paso recalca como «la dispusición de la tierra de aquel rreyno es áspera montosa y de grandes tierras por donde parece cosa ynposible poderse hallar un ombre que quyera esconderse», y resume la impotencia general asegurando «y así acaecido los mesmos salteadores hablar a los que los van a buscar de lo alto de algún cerro hazyendo burla dellos del no poder prender estos».

Sin embargo, se intentó todo, absolutamente todo, para acabar con esta plaga. Se oscila desde la conciliación hasta la represión, desde las amenazas hasta las invitaciones a la delación. En 1492, los Reyes Católicos ordenan al corregidor de Granada que constituya compañías, pagadas por el estado con el fin de no perjudicar los recursos de los pueblos, para dar caza a los monfíes. Se le recomienda que imponga en los procesos duras penas, que afecten a la vez a las personas y a los bienes'. En 1511, las autoridades se dan cuenta de la necesidad de aislar a los monfíes de la comunidad morisca, por lo que se pide a los corregidores que realicen investigaciones para saber quién acoge a los bandidos y se les recomienda de forma especial que hagan el censo de los pastores, que tienen fama de ser sus mejores cómplices'. Se llega incluso a solicitar la participación de los propios moriscos en la búsqueda de los monfies, pero pronto se desengañan —si es que alguna vez confiaron en tal llamamiento—, como lo indica la cédula de 1514.

Las disposiciones de este texto, que forma parte de una serie de seis documentos relativos a los problemas del bandolerismo, de la piratería y de la delincuencia en general, fueron la base de la lucha entablada contra las bandas de salteadores durante cerca de cincuenta años. Marcan. Además, un cambio en la política con respecto a los dos decenios anteriores. Se hace tabla rasa del pasado, pues se proclama una amnistía, pero en lo sucesivo deberán los moriscos participar activamente en las batidas, y se cargarán los daños a sus comunidades. Entendían los legisladores que esta medida debía, al menos por la coacción, obligar a los cristianos nuevos a oponerse a las acciones de los monfíes. Además, se emplazan en diversos lugares estratégicos compañías de soldados que dependen de la Audiencia de Granada; su mantenimiento queda a cargo de los moriscos. Algunos resultados se obtuvieron, puesto que se condenó a muchos monfíes a galeras o a muerte, reservando la pena de prisión para quienes los protegían; pero nunca se llegó a extirpar el mal.

De hecho, las autoridades no tenían los medios para conseguirlo. Hacer pesar sobre los moriscos los gastos de la lucha contra el bandolerismo y sus consecuencias, aumentaba su descontento. Se las ingeniaban para no mostrar ningún celo, y no cesaban de insistir sobre su buena voluntad, como hicieron los habitantes de Lanjarón, al recordar en 1515 que varios de ellos habían muerto en el curso de las batidas'.

Estaban, sobre todo, en buenas condiciones para probar que no tenían medios de responder a las prescripciones reales. Para poder hacerlo, habría sido necesario permitirles poseer armas, lo que los cristianos, por miedo a un sublevamiento masivo, no se atrevían a autorizar. Este problema se debatió durante largo tiempo sin ser verdaderamente resuelto: sola mente a un número limitado de cristianos nuevos, en los cuales se pensaba que se podía confiar, se les consintió llevar ballestas por un tiempo limitado, dos años en principio, eventualmente renovables.

A partir de 1560 se manifestó claramente la perplejidad de los cristianos, que tomaban conciencia de la necesidad de buscar nuevas soluciones para combatir con eficacia a los monfíes. En este sentido, Diego de Pisa es el portavoz de unos hombres inquietos y deseosos de proponer a la administración real otros remedios que los practicados hasta entonces. Propone hacer más di rectamente responsables a los moriscos de las acciones de los bandoleros, confiando a uno de ellos la vigilancia del territorio de cada pueblo y deportando cada vez que sea asesinado un cristiano viejo a dos moriscos, que serán los que designe el vigilante. Además, por todas partes y sobre todo desde el poderoso círculo de los hombres de leyes, se elevan voces que reclaman la abolición del derecho de asilo en las iglesias o, al menos, su limitación a tres días y que denuncian al amparo que obtienen los bandoleros en las tierras de señorío'.

El problema se complica con una querella interna de las autoridades, relativa a la jurisdicción sobre los delitos cometidos. En 1562, Felipe II se ve obligado a repartir los poderes entre el capitán general y la Audiencia. El límite entre los dos es, por lo demás, ambiguo: los delitos de los monfíes y piratas dependen del capitán general, los hechos de simple criminalidad de la audiencia. Y esto da motivo a desacuerdos permanentes'. En 1574, el bandolerismo sigue floreciente, por lo que se agravan, por una parte, las penas: se ahorca a todo morisco que sea hecho prisionero con las armas en la mano, mientras que a los moros venidos de las costas africanas se los condena a galeras y por otra parte se conceden primas a los soldados autores de la captura: cobran ocho ducados por cabeza'. Es cierto que en la misma época cabe, por el contrario, conceder la amnistía al que acepte deponer las armas, lo que parece que se practicó entre 1570 y 1575 en diversos lugares, particularmente en la región de Ronda.


Sin embargo, la represión aumentó de 1560 a 1580. La actitud de las autoridades fue dictada por el agravamiento considerable del fenómeno y por su impotencia para dominarlo. Parece que las medidas de 1560 sobre la suspensión de las inmunidades señoriales eclesiásticas fueron particularmente desafortunadas; muchos hombres, que se habían establecido definitivamente después de haber cometido algún delito, sobre todo durante los ajustes de cuentas entre clanes rivales, ante la amenaza de ser prendidos, se echan de nuevo al monte. La década de 1560-1570 está marcada por el paroxismo del conflicto entre los moriscos y los cristianos, y los puentes entre ambas comunidades se cortan definitivamente. Además, el Mediterráneo es en esta época un mar musulmán.


Los bandoleros son, pues, dueños de una gran parte del reino de Granada durante una veintena de años, en la que se pueden distinguir cuatro etapas.

La primera está llena de amenazas para los cristianos. Mientras los golpes de mano de los pira tas se multiplican y se hacen particularmente audaces, los bandoleros atacan por todas partes. En abril de 1564 se encuentran seis hombres muertos en Zafarraya, y se acusa a un morisco, González el Muli, de haberlos hospedado'. A mediados del año 1568, una banda de monfíes se instala en las proximidades de Orjiva. Los bandoleros se atreven, incluso, a aventurarse lejos de sus bases, hasta la vega de Granada o en el interior de las ciudades. El 7 de julio de 1564 una banda de 17 bandoleros entra en la venta del Gato, obligando a los presentes a seguirles. Dos de las víctimas son asesinadas inmediatamente. Esta acción, que no es más que el calderón de otras muchas, motiva una pesquisa que se lleva a cabo en los pueblos situados al oeste de Granada: Atarfe, Pinos Puente, Villanueva, etc. No se obtiene un gran resultado. Un famoso monfí, Arroba, había provocado varios años antes un intenso revuelo, hiriendo en plena ciudad de Granada a Avellaneda, presidente de la Chancillería. En total, el alcalde de la Chancillería habría detenido, durante los años que precedieron a la revuelta de 1568, a más de 60 bandidos. Además de Arroba, eran entonces bastante conocidos algunos jefes de bandas, como Abenzuda, el Cañarí, el Partal de Narila — Narila es un pueblo de las Alpujarras— y, sobre todo, los dos hermanos Lope y Gonzalo el Seniz, naturales de Berchules, otro pueblo de las Alpujarras. Gonzalo mata a un hombre, pasa cuatro años en prisión, sale de ella en 1568 y, con ayuda de su hermano, asesina a varios mercaderes cristianos que venían de una feria.

Ha tenido el cuidado de cometer su acción en el límite territorial de cinco pueblos, con el fin de que no se pudiera reclamar a ninguno de ellos la entrega de uno de sus habitantes, como lo preveía la ley. El Seniz participa activamente en la rebelión, y se convierte en el confidente de su último jefe, Aben Aboo, pero acaba de una forma poco gloriosa, negociando su perdón y la liberación de su mujer y de su hija, entonces cautivas, a cambio del asesinato de Aben Aboo, que comete el 15 de marzo de 1571.

El ejemplo de Gonzalo el Seniz muestra la función promotora que tuvieron los monfíes en el desencadenamiento de las hostilidades. Según Mármol, en diciembre de 1568, uno de los jefes de la primera época había reunido a doscientos o trescientos bandoleros, que constituían lo esencial de sus tropas. Comienza una segunda fase. Los monfíes, que han encamado siempre la resistencia, se insertan con toda naturalidad en el movimiento general, cuyos métodos, los de la guerrilla, están muy cercanos a los suyos: hostigamientos y rápidos golpes de mano facilitados por un notable conocimiento del territorio. En consecuencia, desde el 25 de diciembre de 1568 al 1 de noviembre de 1570 no existe el bandolerismo salvo en las márgenes del reino de Granada, cuando la fuerza de las armas comienza a inclinarse hacia el lado cristiano.

En febrero de 1570, el corregidor de Jerez de la Frontera, a la cabeza de unos 150 a 200 soldados, persigue a los monfies y promete recompensas a los delatores. Según sus declaraciones, el jefe de la banda habría sido capturado y ejecutado. Un mes más tarde, el corregidor de Gibraltar prende a catorce bandidos, oriundos de Casarabonela y Tolox, pueblos cercanos a Málaga, que se disponían a asolar la región de Gibraltar y de Tarifa, después de haber hecho estragos entre Ronda y Jimena.

Estas acciones fueron el anuncio de un nuevo estallido del bandolerismo andaluz, que corresponde a la tercera etapa de paroxismo. Cuando, en octubre y noviembre de 1570, se reúne a los moriscos para deportarlos masivamente a Castilla, muchos intentan evitarlo refugiándose en la montaña. Otros procuran evadirse de las caravanas en ruta y otros, que llegaron al punto de destino, se esfuerzan en volver. Aquí y allá se forman bandas que llevan a cabo un último combate desesperado. Las condiciones no son las de antaño; la población ya no les es favorable, aun cuan do se piense expulsar a los habitantes de El Daidín porque han protegido a los monfies. Además, la región no es más que ruinas al término de esta implacable guerra, y el avituallamiento es difícil; así el bandolero depende, en mayor medida, de un entorno que se le vuelve hostil. Escapar a las tropas que procuran vigilar cada parte de las zonas montañosas, es una tarea condenada al fracaso para el que quiera permanecer allí. Sólo existe una posibilidad de salvación: ganar la otra orilla del Mediterráneo. Esto no impide que los monfies se burlen durante mucho tiempo de las autoridades cristianas, que publican, a menudo con precipitación, partes de victoria. Considerémoslo.

Tan sólo en la región de Málaga y de Ronda existen, de 1572 a 1574, una decena de bandas. Un jefe famoso, Antonio el Manco, a la cabeza de trescientos hombres, según dice un testigo, saquea el pueblo de Jubrique en 1572. El 15 de mayo de este mismo año catorce o quince esclavos moriscos, que actuaban cerca de Montejaque, también en la región de Ronda, se rinden a condición de salvar la vida y de recobrar la libertad. El Corregidor de Ronda, que se ha hecho responsable de ello, ha consentido «porque se remedia la presente necesidad de procurar por todas las vías posibles que la tierra se sosiegue y se limpie de salteadores». Se cree estar llegando al final cuando el mismo Corregidor anuncia en 1573 que cinco capitanes, Julián Atayfor, Miguel Jócar, el Romeruelo, Marcos el Meliche y Lazeraque, quieren rendirse beneficiándose de la amnistía. El Rey la concede «no embargante quales quier delitos y acesos que contra Nos y los nuestros súbdictos uvieren cometido». Treinta y seis monfies deponen las armas, pero otros rehúsan, y si bien Pacheco, otro jefe famoso, es capturado en agosto, el primero de octubre las bandas de El Meliche y de Lazeraque, esta última compuesta por 13 hombres, asolan aún la campiña. El número total de bandoleros en este sector se calcula en 40 ó 50. El 31 de diciembre se encuentran muertos diez hombres, entre ellos el jefe y dos soldados de una compañía enviada tras las huellas de los monfies. A la esperanza del verano sucede el abatimiento del, invierno, ¿habrá que cambiar de táctica dividiendo a los soldados en grupos poco numerosos que ganarán en rapidez de intervención y en discreción? Esta proposición se lleva a cabo y parece dar algunos resultados, puesto que a los des pachos reales llega la noticia de la captura y ejecución de El Meliche y de Lazeraque en mayo de 1574. Se llega incluso a proclamar que ya no existe el bandolerismo en la región, pero estos comunicados son, una vez más, harto aventurados. Por una parte, tenemos pruebas de la existencia de El Meliche hasta 1578, al menos por otra, dos nuevas bandas, una de cinco hombres, otra de nueve, aparecen en la sierra rondeña desde el 11 de septiembre. Además, en noviembre, ocho hombres hacen estragos cerca de Marbella, y nueve cerca de Málaga. Todos los corregidores se muestran unánimes: ¡que los esclavos y todos los moriscos que permanecieron ilícitamente en Andalucía oriental, sean escoltados hasta tierras lejanas!

Lo que vale para el oeste, vale evidentemente para el este de la región. El 27 de enero de 1572, once esclavos aprovechan la celebración de una fiesta en Baza para huir en dirección de las Alpujarras, y son muertos o apresados cerca de Guadix. En marzo, 23 ó 24 monfies operan en la baja Alpujarra, pero 16 de ellos acaban por entregarse. En julio, una cuadrilla mata a seis cristianos en las proximidades de Laujar, en las Alpujarras. Los ejemplos del mismo tipo podrían multiplicarse, pero vale más detenerse en un sólo caso, particularmente evocador: el del desmantelamiento de la banda de El Cacín.

El capitán es un morisco, natural de un pueblo del río de Almería, que pasó a África del norte seguramente al término de la sublevación y que vuelve con 18 hombres en mayo de 1573. Se dirigen a la sierra de Gádor, donde capturan a cinco personas, que liberan a cambio de la suma de 90 ducados. Matan allí a otros tres, entre ellos a un fraile; después se apoderan, en una posada, del dueño, de su hermano, de su sobrino y de dos arrieros. Cerca de Gérgal se acuerda el rescate del posadero y de los suyos en 200 ducados, por lo que liberan al interesado para que se procure la suma. Este no la consigue y da la alarma, de manera que se le tiende una emboscada a El Cacín en el lugar fijado para la transacción. El y dos de sus hombres caen en la trampa, pero un cuarto con sigue huir y prevenir al resto de los compañeros.

Mientras se tortura a El Cacín para que revele el lugar donde se han refugiado aquéllos, comienza una persecución encarnizada. Los soldados cristianos abandonan sus bagajes para apretar el paso, los monfies abandonan a sus rehenes; al anochecer se detiene a tres bandoleros. La búsqueda se continúa a la mañana siguiente, y se apresa a otros seis bandoleros uno tras otro. En total se ahorca a doce hombres, los otros siete parece que escaparon a la persecución. El éxito de esta operación incita a Pedro de Deza, presidente del consejo de Población del Reino de Granada, a escribir al rey: «por aora queda linpio de moros todo lo del levante...». Afirmación una vez más presuntuosa, pues la desmienten los hechos algunos meses más tarde.

La situación se modifica a partir de 1577. No es que los métodos represivos hayan sido de una gran eficacia. Es cierto que Felipe II ordena la medida que a muchos parecía indispensable: una nueva expulsión de los moriscos del reino de Granada, que afecta esta vez a los esclavos que se habían quedado en él, según se lo autorizaban los textos de 1570-1571. Pero aunque el rey lo decide el 6 de marzo de 1576, la aplicación de esta medida se difiere hasta 1584. Contribuyen, sin embargo, dos motivos diferentes a la desaparición del carácter endémico del bandolerismo en Andalucía oriental: la política de «reducción negociada» y el desplazamiento hacia el norte y el oeste de las bandas que permanecieron activas.

Estos dos factores proceden por lo demás, de un mismo hecho: las dificultades crecientes que encuentran los monfies, abandonados a sus propios recursos tras la expulsión masiva de los moriscos en el otoño de 1570. Para acabar con esta situación insostenible o bien aceptan someterse a cambio de garantías, o bien emigran hacia tierras donde serán avituallados por sus correligionarios. Un ejemplo de la adopción de la primera solución es el caso de la banda de Juan Esvile (o Yzbilay) y Marcos el Meliche —ambos escapados de las galeras—, compuesta por trece hombres. Desde el mes de julio de 1576 establecen contactos con Pedro Manrique, corregidor de Málaga. Este, lo mismo que toda la población, es partidario de entablar cuantas negociaciones sean posibles a fin de cerrar esta herida abierta que representa el bandolerismo, por lo que acepta servir de intermediario con la corona, y alimenta y alberga a los trece monfies mientras se desarrollan los difíciles tratos, que terminan el 9 de enero de 1577. Finalmente, los bandoleros, acompañados de dieciséis miembros de sus familias, en total veintinueve personas, abandonan el 23 de abril el pueblo de Almogia, donde habitaban, y llegan el 8 de mayo a Toledo, su nuevo lugar de residencia. Algunas semanas más tarde, un monfi irreductible, Juan Ataujar, cuya cabeza está puesta a precio, es herido por un cazador cerca de Ronda y se suicida «porque no lo tomasen vivo».

Después de 1577 son ya raros los émulos de Esvile y de Ataujar en Andalucía oriental. Sin haber sido extirpado del todo, el bandolerismo morisco ya no es allí más que un fenómeno limitado. Pero estos efectos benéficos resultan provechosos para una región en detrimento de otras. Tenemos aquí el epílogo del paroxismo. El monfi es, en el último tercio del siglo XVI, un producto de exportación. Las expulsiones sucesivas de los moriscos del reino de Granada hacia las Castillas y la Andalucía occidental han tenido como consecuencia un desplazamiento paralelo del campo de acción de los bandoleros hacia el norte. El célebre informe del doctor Liévana, presidente de la Chancillería de Valladolid, intenta trazar un balance de sus acciones en el periodo de 1580-1582. La confrontación con otros documentos, que provienen del Archivo General de Simancas y que se refieren a los mismos problemas, permite conceder un gran crédito a este informe.

Liévana subraya el carácter general del bandolerismo morisco desde Pastrana a Sevilla, desde Valladolid a Ubeda. Según la encuesta que dirigió, más de doscientas personas fueron asesinadas por los monfies, organizados en seis o siete bandas entre 1577 y 1581. Por lo menos 42 bandoleros fueron ejecutados, 50 condenados a galeras; un morisco de Pastrana, Lorenzo Tecra, de veinticuatro años, habría confesado haber asesinado a sesenta y tres personas; la banda de Jerónimo Bautista, natural de la provincia de Toledo y que actuaba en el seno de Sierra Morena, habría dado muerte a más de sesenta personas. Sus miembros son ejecutados el 20 de diciembre de 1578. Marcos el Meliche vuelve a echarse al monte y es detenido en 1579 cerca de Marchena. A otro viejo conocido, Gonzalo el Seniz, lo encarcelan al año siguiente en Valladolid. Mientras seguía sirviendo de agente de información a las autoridades, el Seniz ha reanudado, junto a su yerno Juan de Baeza, las actividades de monfi. En el informe de Liévana se le acusa de ser el autor de múltiples delitos.

A base de estos hechos redacta el magistrado un adecuado balance. Según él, las fechorías de los monfies en Castilla y en Andalucía occidental son entre 1570 y 1577 limitadas por causa de su desconocimiento del terreno, pero la situación cambia progresivamente, los bandoleros pueden envalentonarse tanto más «confiados que están seguros con rrecojerse a qualquier casa de hombre de su nación». Añade que casi todos los monfies han participado en la rebelión del reino de Granada. Una vez más, ¿qué puede hacerse? Se vuelve a las acusaciones de antaño con respecto a los señores que supuestamente protegían a los bandoleros, a las que se añaden las que se dirigen a los ediles de las ciudades de Andalucía occidental, culpables de no vigilar las comunidades moriscas, que, sin embargo, eran importantes. El monfi está por todas partes; tan sólo la operación quirúrgica de la expulsión definitiva en 1609-1614 acabará con él.

Antes de cerrar el informe, me parece útil retroceder un poco para interesarnos en una banda de monfies sobre la que poseemos documentos dispersos que, reunidos, constituyen un conjunto de gran calidad. Se trata de la cuadrilla del jefe más famoso de todos los monfies del siglo XVI, Antonio Aguilar el Joraique. Su caso permite tocar todos los aspectos del problema y, además, brinda la ocasión de dar la palabra al mismo bandolero, lo que es rarísimo en la materia. Su carrera de monfi es probablemente larga. El 24 de septiembre de 1566 se encuentra en Tabernas, cuando este pueblo es objeto de una espectacular incursión de los piratas.

Aprovechando la circunstancia, el Joraique sigue a los asaltantes y se embarca para pasar a África del norte. Hacemos notar también la presencia, en este mismo día en Tabernas, del doctor Marín, canónigo magistral de la escuela de la catedral de Almería, de origen morisco. Ahora bien, las hazañas de el Joraique se sitúan esencialmente en el transcurso de los años 1571 a 1573, mientras que Marín intentaba incansablemente obtener la rendición de los monfies.

Los dos hombres se conocían, probablemente desde hacía tiempo, lo que facilitó las negociaciones. En septiembre de 1572 obtiene Marín un primer éxito: diez bandoleros deponen las armas. En noviembre otros 42, entre ellos el Joraique, hacen lo mismo, liberando al mismo tiempo a cinco cristianos viejos. Muchos de ellos son esclavos marcados con hierro, suerte reservada a los que empuñaron armas durante la sublevación de 1568-1570. El Joraique, esclavo, pero no marcado, se entera de que si bien los moriscos libres podrán vivir en Castilla, a los esclavos les esperan las galeras. Furioso por haber sido engañado vuelve con trece hombres a la montaña, multiplicando los golpes de mano y los crímenes a principios del año 1573. Pero su situación sigue siendo precaria, lo que le proporciona al canónigo, que no ha perdido todas las esperanzas, la posibilidad de volver a relacionarse con él y de llegar a un nuevo proyecto de acuerdo, redactado bajo su dictado. El texto ha llegado hasta nosotros:


Las mercedes que Alonso de Aguilar el Xorayque morisco natural deste Reyno de Granada su plica a su magestad le haga a el y a los demás moriscos que están con el y monfies en las sierras reduziéndose al servicio de su magestad son las siguientes:

Primeramente que a el y a todos los demás que con el se reduzieren assi a los que no uvieren sido esclavos como a los que la ayan sido herrados o no herrados en las cartas usando su magestad de su acostumbrada clemencia real les perdone por amor de Dios todos y cualesquier delitos y ex cesos que ayan cometido en el levantamiento deste reyno hasta el día de su reduzimiento hazién doles merced de las vidas y que por ello no serán hechazados a galeras ny condenados en otras penas personales ny pecuniarias ny serán vueltos a sus amos los dichos esclavos sino que los unos y los otros serán puestos en su libertad fuera deste reyno de granada en la ciudad o lugar de castilla o del andaluzia que ellos señalaren donde puedan vivir libremente como los otros moriscos que ally estuvieren sin que les sean quitados los dineros y bienes muebles que tuvieren.


- Yten que no sean castigados por el sancto officio de la Inquisición por averse puesto nombres de moros y hecho algunas cosas y cerimonias de moros durante el tiempo del dicho levantamiento ny se procedera contra ellos por lo suso dicho y suplican a su magestad les haga merced de mandar como se de orden en esto para que por su sanctidad se an absueltos y reconciliados al gremio de la sancta madre yglessia.


- Yten que los dichos moriscos o cualquier dellos que tuvieren mugeres o hijos padres o madres o hermanos cautivos se les a de hazer merced de mandárselos bolver pagando a sus amos los mara redis en que pareciere averse vendido en la primera venta.


- Yten suplica el dicho xorayque a su magestad le haga merced de darle provision particular para su persona para poder tener y traer armas ofensivas y deffensivas para su deifensa y la misma merced a Bernardino el naguar y a hernando el melon y a Luis Hernández y a alonso martinez.


- Yten que las mercedes que Piden se las hagan contenidas de suso en los quatro capítulos pre cedentes se les an de hazer debaxo de firma de su magestad y no de otra persona alguna para que puedan bivir mas seguros.


- Yten suplican que la comisión y mandato que viniere de su magestad para recibir y admitir al dicho Xoraique y a los demás que con el se redugeren al servicio de su magestad sea a Don Her nando de Mendoça y al Doctor Marín maestre escuela de la sancta yglessia de Almería con los quales an tratado todo lo sobre dicho, y lo demás de suso contenido en este memorial, los quales don Hernando y el maestre escuela an de yr y llevar los dichos moros después de reduzidos para mas seguridad de sus personas hasta ponerlos y presentarlos ante El illustrisimo señor don Pedro de Deza presidente por su magestad en la Chancillería rreal de Granada para que de ally sean lle vados cor toda seguridad a los lugares donde uvieren de vivir fuera deste reyno porque assi lo pidieron el dicho Doctor marín y el lo prometio por sy y en nombre del dicho don Hernando de mendoça.


- Yten prometió el dicho Xorayque y dio su palabra que el y los otros compañeros que piden la merced de las dichas armas dentro de cinco días que corren desde diez del presente mes de Março de 1573 anos procuraran de tener recogidos todos los moros que andan monfies por las sierras para reduzirlos al servicio de su magestad y que el ny ellos dentro de diez días dentro de los quales el dicho maestreescuela le a de traer respuesta de su señoría illustrísima sobre lo contenido en este memorial en el interin no haran mal ny daño alguno en campo ny en poblado ny en camino a los cristianos que vieren o toparen con que tanbien durante los dichos diez días no les offendan ny los busquen soldados algunos ny otra gente y que se les de bastimento por sus dineros en el lugar de terque para que se puedan sustentar.


- Yten dixo y prometio el dicho Xorayque por si y en nombre de todos los demás moros que es- tan con el que si dentro de los dichos diez dias se le traxere de su illustrisima la dicha respuesta y fuere que se enviara a suplicar a su magestad les haga las mercedes que de suso piden que estaran todos recogidos y sin hazer mal ny dano alguno el tiempo que les fuere señalado por su señoria para que se les pueda traer recando de su magestad con que el dicho termino no sea mas que un mes despues de cumplidos los dichos diez dias y con que durante este tiempo se les den los basti mentos y seguridad en la forma que de suso se contiene en el capitulo precedente todo lo qual segun y en la forma que de suso se relata digo yo el Doctor manin maestreescuela de la yglesia de almenia que el dicho alonso de alguilar el jorayque lo trato conmigo tratando yo con el sobre el re duzimiento del y de sus compañeros al servicio de su magestad y me pidio lo asentasse todo por escnipto y se enbiase a su señoria illustrisima para que sobre ello provea y mande lo que fuere ser vido lo qual todo paso lunes proximo pasado que se contaron nueve dias del dicho mes de Manço estando con los dichos moros en la sierra de guador y se hallo presente a todo ello Reynaldos capi tan de la gente de terque y porque todo ello es vendad y conste dello a su señoria illustrisima lo firme de mi nombre.
"Queremos personas capaces de destruir, de renovar sin cesar los medios y de renovarse ellas mismas; personas cuya independencia intelectual sea su mayor fuerza, que jamás estén ligados a nada... aspirando a vivir vidas múltiples en una sola vida".

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Mensaje por Cenetista » 11 Jun 2006, 00:16

Al-Sa'alik

Waleed Saleh Alkhalifa

Pocos grupos o movimientos sociales y poéticos han llamado la atención de los críticos e investigadores tanto como al-Sa'alik. Al-Sa'alik es el plural de su'luk y la etimología de esta palabra nos ofrece dos sentidos relacionados entre sí. El primero es "pobre" o "ladrón" y el segundo es la pertenencia a un movimiento o grupo social y poético que existió durante varias épocas de la historia árabe. Dicho movimiento se caracterizaba por su rebeldía y rechazo a los cánones que establecía la sociedad y el poder político de su tiempo (1).

Las primeras noticias conocidas sobre al-Sa'alik se remontan a la época yahili (preislámica), y aunque el heroísmo individual tenía una importancia decisiva en la formación de este grupo, se ha visto, a veces, que las actividades colectivas y relevantes del conjunto de los miembros de esta sociedad eran notorias.

En la época yahili este colectivo dirigió sus actividades fundamentalmente contra las instituciones sociales y económicas, cuyo primer objetivo era la venganza contra un sistema injusto que no aceptaban y como consecuencia se separaban de sus tribus y se juntaban con otros rebeldes, formando un grupo importante por su número y peso social, quitando así el sueño a las autoridades.

Sentimientos de injusticia y pobreza hacían mella en la vida y comportamiento de los bandoleros, viendo que la sociedad les marginaba y no reconocía sus virtudes, talento y capacidad, obligándoles a elegir una de las dos opciones: vivir humillados, marginados, sirviendo a los ricos o imponer sus leyes y arrebatar su pan, por la fueza, a los comerciantes y jeques de tribus que tenían la mayor culpa de lo que sucedía en aquella sociedad injusta y explotadora.

Para manifestar su rechazo y rebeldía los bandoleros combatían las bases de las instituciones, tanto económicas como políticas, siguiendo para ello caminos y métodos diferentes.

Y aunque los estudiosos distinguen varias clases de sa'alik, nos parece que la clase clave y más interesante es la que adoptaba unos comportamientos nobles y un estilo de vida digno de respeto. Esta clase reunía a poetas y personas destacadas por su talento, que intentaban realizar la justicia social por sus propios medios y a su manera, confiscando los bienes de los ricos y sobretodo de los avaros, repartiendo estas riquezas entre los pobres, enfermos, necesitados e inválidos. Esta práctica les dio una dimensión humana aunque particular, que ha sido motivo de aumentar el número de admiradores y simpatizantes de estos grupos, alabando su ideología. Dice Yusuf Jilif a este respecto: "Este movimiento es una tendencia humana noble. Es una idea socialista que da a los pobres el derecho a participar en la riqueza de los ricos, permitiéndoles conseguir estos derechos a la fuerza, si no se los dan voluntariamente" (2).

Sin duda, el robo es un comportamiento rechazado socialmente, sin embargo, la sociedad lo veía con buenos ojos porque existía detrás de ello un propósito noble y humano.

Los sa'alik se caracterizaban también por su paciencia, valentía, generosidad y orgullo. Se escondían en el desierto y aparecían cuando pasaban las caravanas de los mercaderes.

Uno de los personajes más conocido de los sa'alik es el poeta pre-islámico Urwa bin-al-Ward (m. 616 d.C.) al que algunos críticos llaman "Líder popular" por su influencia y su fama. Veamos estos versos que representan una imagen gráfica de su concepto de la pobreza:

Déjame que busque la riqueza,

pues he visto que el peor

entre la gente es el pobre.

Es el último y el más despreciado

aunque proceda de buen linaje

y tenga buena presencia.

Le rechaza el generoso,

le desprecia su esposa

y le regaña el niño.

Y ves al rico con su grandeza

alegrando el corazón del compañero.

Poca culpa tiene, y la culpa es grande

ya que la riqueza es un amo clemente.


Bandoleros Omeyas y Abbasies

Realmente, la existencia de los sa'alik no fue patrimonio exclusivo de la época preislámica, este movimiento siguió su curso en épocas posteriores como la omeya y en la primera etapa de la época abbasi. Entre los omeyas destacan Malik bin al-Rayb, Abu Hardaba al-Tamimi y Yuhdur b. Malik.

Estos no se distinguían de sus antecesores preislámicos porque seguían sus mismos pasos. En cambio, hay una diferencia primordial entre éstos y los que aparecieron posteriormente, es decir, primera etapa de la época abbasi, por diferentes motivos como por ejemplo la debilidad de los vínculos tribales, el cambio de las circunstancias geográficas que supuso que la mayoría de ellos vivieran en ciudades y por último el establecimiento de los bandoleros, por los vínculos matrimoniales y familiares. Pero esto no significa que los sa'alik en esta época rompieran todo tipo de relaciones con sus anteriores, sino que éstos han utilizado otros medios para confirmar su presencia y su personalidad como la crítica, la sátira y la ironía. Dice el poeta Abu Fir'awn al-Sasi describiendo su pobreza:

No cierro mi puerta por temor a que me roben lo que tenga,

Sino para que no vea mi miseria quien deambule por las calles.

Es una casa habitada por la pobreza.

Si entra en ella el ladrón será robado.

No miento en su descripción.

Si la ves dirás que he dicho la verdad.


Los sa'alik y la actualidad

Las noticias y las historias de los bandoleros han servido a los escritores contemporáneos como fuente rica de inspiración. Estos vuelven una y otra vez a aquel pasado para elegir sus temas y contemplar los puntos brillantes trasladándolos al presente, destacando lo positivo de este colectivo.

El escritor iraquí Muhammad Mubarak escribió una obra teatral titulada al-Sa'ir Wa-l-Su'luk (El poeta bandolero)3, basada en la vida del célebre poeta 'Urwa b. al-Ward. Esta obra insiste en demostrar la moralidad del protagonista 'Urwa, y sobretodo su generosidad, que era y sigue siendo para el pueblo árabe una de las virtudes más loables, así vemos que el protagonista es un hombre exageradamente generoso, hasta el punto de repartir los botines entre sus hombres sin dejar nada para él y su familia.

Conclusión

El desequilibrio social y económico de la sociedad preislámica y las épocas posteriores dio lugar a la aparición de los sa'alik, unos grupos que sentían la injusticia social y querían tomarse la justicia por sus manos. Formaban un colectivo bien organizado con sus personajes y líderes. Han dejado un patrimonio literario muy interesante, siendo alguno de ellos poetas e intelectuales. Este movimiento fue transformándose según pasaba el tiempo, adquiriendo poco a poco otras características, puesto que los primeros aparecían en sociedades que vivían en el desierto, y sus sucesores vivieron en ciudades y en sociedades más estables.

En la actualidad los bandoleros y su patrimonio literario son objetivo de muchos escritores que inspiran sus trabajos y sus obras en historias sobre ellos.

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Notas

1.- Para más información véase:

- Muhammad Rayab al-Nayyar: Hikayat al-suttar wa-l-'ayyarin fi-l-turat al-'arabi (Historia de los pícaros y los golfos en el legado árabe).Col. 'Alam al-Ma'rifa, Kuwait, 1981.

- Husayn Atwan: al-Su'ara al-Sa'alik (Los poetas bandoleros). Dar al-Tali'a, Beirut, 2a. ed. 1981.

- Yusuf Jilif: al-Su'ara al-Sa'alik fi-l-'asr al-yahili (Los poetas bandoleros en la época yahili). Dar al-Ma'arif, Egipto, s.d.

2.- Yusuf Jilif, op. cit... p.p. 30-35.

3.- Muhammad Mubarak, al-Sa'ir Wa-l-su'luk (El poeta bandolero). Dar al-Hurriyya, Bagdad, 1982.
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Mensaje por Cenetista » 11 Jun 2006, 00:27

Ondrás (1680-1715)

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Eva Manethová

La existencia del legendario bandolero Ondrás empezó el 13 de noviembre de 1680 cuando nació como hijo del alcalde Fuciman en la aldea de Janovice, en las faldas de la sierra de Beskydy. La imaginación del pueblo adornó el nacimiento del intrépido bandolero con la siguiente leyenda:

En la aldea de Janovice, cerca de la ciudad de Frýdek, ocurrió una vez algo muy peculiar. Una noche voló sobre la casa del alcalde una bola de fuego de la cual saltaban chispas.

De repente, la ígnea bola se precipitó sobre el edificio, reventó con un ensordecedor fragor parecido a un trueno y del tejado brotaron mil llamaradas. Los vecinos salieron de sus casas para extinguir el incendio. Pero antes de que llegaran a la casa del alcalde las llamas se habían extinguido por sí solas. En el mismo momento rompió el silencio de la noche el llanto de un recién nacido.

En circunstancias tan peculiares llegó al mundo el hijo del alcalde de Janovice, Ondrás, que llevaba desde su nacimiento en la frente una pequeña señal ígnea como recuerdo de haber nacido bajo el signo del fuego.

De las fuentes históricas se desprende que durante la juventud de Ondrás fue dueño del feudo de Frýdek el conde Frantisek Vilém Prazma, bajo cuyo gobierno el pueblo sufría grandes vejaciones. Los gerentes del feudo cobraban a los labradores de las faldas de la sierra de Beskydy exhorbitantes tributos en metálico y en especie, imponiendo sin cesar tareas en los campos y bosques pertenecientes al conde Prazma.

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El bandolero Ondrás y sus compañeros

Muchos campesinos huían de las aldeas, dejando las tierras sin cultivar y prefiriendo incorporarse a las cuadrillas de bandoleros, que tenían sus escondites en las montañas de Beskydy.

Ondrás había nacido en una familia relativamente acomodada y por eso no fue la penuria material que le impulsó a ir al monte y convertirse en bandolero. ¿Habrá sido por su rebeldía ante la opresión y el vasallaje? Distinguir la verdad histórica de la leyenda es imposible.

La leyenda dice que el alcalde de Janovice quería que su hijo Ondrás fuese un señor. Lo inscribió en el liceo de Príbor, pero el muchacho reacio a estudiar la gramática latina, añoraba los bosques de la sierra de Beskydy con sus altos y esbeltos abetos y el canto de los pájaros.

Ondrás no aguantó mucho tiempo la vida en el liceo y se alistó en el ejército. Un día se encontró con un vecino de su aldea natal de Janovice quien le contó que el gerente del conde de Frýdek había ordenado asestar veinticinco latigazos al padre de Ondrás.

Decidido a vengar la afrenta, Ondrás desertó del ejército. Se fugó a las montañas de Beskydy y allá donde las nubes tocaban las cimas de la sierra topó con una hechicera que le regaló dos pistolas.

"Cuando dispares con ellas, jamás errarán el blanco," dijo la bruja a Ondrás, agregando: "Cuando estés en apuros basta que vuelques un vaso y todos tus enemigos se dormirán de inmediato. Nadie podrá hacerte daño, sólo podrá matarte quien se apodere de tu hacha."

Avanza Ondrás por las espesuras del monte buscando un lugar dónde pasar la noche. Lo atrae el resplandor de una hoguera alrededor de la cual están sentados doce bandoleros. Éstos lo admiten en su banda y Ondrás se convierte por su intrépido carácter en el cabecilla de los bandoleros.

Cuando los gendarmes disparan a Ondrás, el bandolero atrapa las balas y las tira a los esbirros, narra la leyenda.

Los ricos temblaban y los pobres recibían dádivas del generoso bandolero que ayudaba a los desvalidos.

Entre el pueblo abundaban las leyendas sobre las temeridades y proezas del bandolero Ondrás. Muy graciosa es la que narra cómo el bandolero tomó venganza del gerente que había humillado a su padre.

El conde Prazma y su esposa iban en su cómoda carroza por un camino en el seno de los bosques de Beskydy. De repente saltaron de las espesuras doce bandoleros. El décimotercero era su capitán Ondrás.
Los bandoleros tomaron al conde como rehén. Ondrás subió al pescante de la carroza, fustigó los caballos y el carro con la asustada condesa se dirigió al palacio de Frýdek.

Una vez en el patio de la mansión, los esbirros quisieron prender a Ondrás, pero la condesa se lo impidió gritando desde el interior de la carroza que los bandoleros se habían apoderado de su esposo. Para liberarlo era urgente cumplir las condiciones de Ondrás.

El bandolero ordenó al soberbio gerente del conde que se subiera a la carroza, azuzó a los caballos y emprendieron el camino de regreso al bosque. Una vez allí, los bandoleros asestaron al gerente veinticinco latigazos. El padre de Ondrás estaba vengado. El conde Prazma y su esposa pudieron regresar al palacio de Frýdek.

Ondrás, odiado por los señores y amado por el pueblo, murió por traición el 1 de abril de 1715, a mano de su compañero Jurás. El desalmado traidor, seducido por el premio de cien ducados, ofrecido por las autoridades, mató a Ondrás de un hachazo. El cadáver del bandolero fue descuartizado y las partes de su cuerpo colgadas en los árboles para servir de pasto a los cuervos y de escarmiento a los campesinos del feudo de Frýdek.
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Mensaje por Cenetista » 12 Jun 2006, 15:23

Bandidaje rural en Chile

Los transgresores del orden portaliano: 1820-1920

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El bandido Juan de Dios López y su banda, 1903


Durante todo el siglo XIX, las zonas rurales del país sufrieron el azote de un persistente y arraigado bandolerismo, fenómeno que perduró durante las primeras décadas del siglo XX a pesar de los esfuerzos que el Estado y los propios hacendados realizaron para contenerlo.

Desde mediados del siglo XVII mundo rural se estructuró a partir de grandes haciendas que controlaban la mayor parte de la tierra y los recursos, sistema que adquirió su madurez a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La vida campesina giraba en torno a ellas, puesto que el grueso de la población trabajaba en las mismas haciendas, ya fuera como inquilinos permanentes o como peones de temporada. Era un orden bastante estable, en el que sólo la actividad de los bandidos llegó a presentar una amenaza seria. Este sistema se mantuvo sin demasiadas variaciones hasta ya avanzado el siglo XX y sólo fue sacudido momentáneamente por las guerras de Independencia.

El caos provocado por las luchas entre patriotas y realistas fomentó la aparición de grandes bandas de salteadores que luchaban por uno u otro bando y que sembraron el terror durante la llamada Guerra a Muerte, como es el caso de los hermanos Pincheira, (1819-1833). Una vez consolidado el nuevo orden republicano con los gobiernos conservadores, el bandolerismo persistió, pero sin la fuerza y extensión que había alcanzado en los años anteriores.

Los bandidos fueron figuras de gran importancia en el campo chileno. En algunas ocasiones llegaron a ser tan poderosos que los mismos hacendados debieron llegar a acuerdos con ellos para evitar asaltos y robos. Todas las medidas tomadas por el Estado para erradicarlos fueron definitivamente inútiles debido a una superestructura policial deficiente. Sólo a fines del siglo XIX se logró reprimir con efectividad al bandidaje gracias a la creación en las provincias del sur del Cuerpo de Gendarmes para las Colonias (1896).

En el mundo popular los bandidos fueron personajes rodeados de leyenda; representaban la vida libre del que escapa de las normas sociales y desafía al poder establecido, pero al mismo tiempo, eran percibidos como sujetos peligrosos y brutales. Esta imagen, violenta y trágica, estuvo representada por bandidos como Juan de Dios López o los Hermanos Mendoza. Otros sin embargo, como Ciriaco Contreras o Pancho Falcato llegaron a ser verdaderos héroes populares cuyas hazañas el pueblo celebraba en décimas y romances.

Figuras desmesuradas, los bandoleros tuvieron por lo general un final trágico, en el que el imaginario popular vio la huella de un destino inmutable al que era casi imposible escapar. Sus tumbas se convirtieron muchas veces en objeto de veneración popular -la animita- que otorgaba favores milagrosos a sus fieles a cambio de oraciones que permitieran su tránsito definitivo al otro mundo.

La literatura nacional ha recogido en numerosas ocasiones el tema de los bandidos, desarrollando una narrativa de los bandoleros que ha dado cuerpo a la leyenda ya presente en el mundo popular.

Literatura

Desde el siglo XIX que los bandidos ejercían atracción sobre los escritores en cuanto tema para sus escritos. Sin embargo, sólo en el siglo XX, a partir de la revalorización de los temas campesinos que trajo la corriente criollista, surgió una narrativa de los bandoleros en cuanto tal. En algunos casos tocando el tema de manera secundaria, como en "Frontera" de Luis Durand, "On Panta" de Mariano Latorre, en otras de manera directa, como la novela corta de Rafael Maluenda titulada "Ciriaco Contreras". Obras posteriores son la pieza teatral "El abanderado" de Luis Alberto Heiremans, la novela "Eloy" de Carlos Droguett, y los textos más recientes "Seis cuentos de bandidos" de Enrique Lihn, "El bandido de ojos transparentes" de Miguel Littin, y "Responso para un bandolero" de Enrique Volpe.


Más info:

Lecturas

- Bandidaje rural en Chile Central http://www.memoriachilena.cl/mchilena01 ... =MC0008606

- El bandido en la literatura chilena: http://www.memoriachilena.cl/mchilena01 ... =MC0008614

- Frontera: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/ ... 015368.pdf

- On Panta: http://www.memoriachilena.cl/mchilena01 ... wnload.gif

- Eloy: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/ ... 001109.pdf
Última edición por Cenetista el 12 Jun 2006, 15:44, editado 1 vez en total.
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Mensaje por Cenetista » 12 Jun 2006, 15:40

Los Pincheira

La banda de los Pincheira actuó entre 1817 y 1832 y llegó a contar con cientos de hombres en sus filas. No fueron los Robin Hood del campo ni un grupo de vulgares forajidos. Los hermanos Antonio, Santos, Pablo y José Antonio Pincheira se alzaron contra las tropas patriotas en 1817 y durante 15 años mantuvieron una guerrilla en nombre del rey. Asaltaron, saquearon y robaron mujeres a cambio de recompensa. Sus correrías llegaron hasta Buenos Aires y fueron un problema sin solución para el gobierno.

El 10 de julio de 1829 un ejército chileno llegaba a Mendoza. Cinco días después, el gobierno mendocino -en medio de una guerra a muerte entre patriotas y realistas- firmaba un tratado en el que entregaba la seguridad de la provincia al comandante del grupo. Pero estos hombres no representaban a la naciente República de Chile ni portaban banderas de independencia. Al contrario, enarbolaban la defensa de la monarquía española y eran conocidos a ambos lados de la cordillera como Los Pincheira.

La leyenda los ha presentado como asesinos sanguinarios, ladrones sin cuartel y secuestradores de mujeres. "Eran peores que los del Frente", dijo el ex senador Sergio Onofre Jarpa, haciéndose eco del mito. TVN, en la teleserie que emitió sobre ellos, los situó un siglo más tarde y los mostró como una banda de guapos cuatreros, de vistosos trajes, estilo Robin Hood y residentes en una cueva de dos pisos con ducha. Pero la historia de los verdaderos Pincheira es otra.

"No fue una gavilla de bandidos; manejaban aspectos del bandidaje, como los saqueos, pero se trataba de una guerrilla cuyo objetivo era la defensa de la autoridad del rey", dijo la historiadora Ana María Contador, autora de 'Los Pincheira, un caso de bandidaje social'.

Editado por el sello 'Bravo & Allende', la citada obra es la investigación más exhaustiva existente hasta ahora sobre el grupo. Recurriendo a documentos oficiales, archivos judiciales, cartas y testimonios de ex integrantes, Ana María Contador desmitifica su historia y hace un detallado retrato de los Pincheira.

Nace la banda

La primera noticia sobre ellos es en 1817, cuando asaltan Chillán comandados por Antonio Pincheira, el mayor. Santos, Pablo, José Antonio y dos mujeres completaban la descendencia de Martín Pincheira, empleado en la hacienda de Manuel Zañartu, en Parral.

Educados con los frailes franciscanos, los hermanos Pincheira fueron parte de la resistencia al nuevo orden que querían imponer O'Higgins y compañía.

"Era una época de gran inestabilidad. Después del triunfo patriota de Chacabuco (1817), el Ejército realista se dispersó al sur y en toda esa zona los civiles se alzaron en armas para defender la causa del rey", indica en su obra Ana María Contador.

La historiadora recuerda que los religiosos del sector eran contrarios a los principios patriotas y se mantenían fieles a la monarquía y la iglesia. Y para los lugareños, atentos seguidores de la palabra católica, era su deber de cristianos defender al monarca. Así fue como los Pincheira se alzaron en armas.

Y no estaban solos. Recibieron ayuda económica de hacendados, como el mismo Manuel Zañartu, quien fue declarado enemigo de la patria. Clemente Lantoño, otro terrateniente de la zona, también apoyó al grupo y en 1827 todo el Cabildo de Chillán fue acusado de colaborar con los "facinerosos".

Ejército guerrillero

Si en un principio la banda la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron a ella otros miembros. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas y los inefables abusos de poder llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa independentista, "exasperada de la necesidad y falta de sueldo", según informes de la época, fue a dar también a sus filas.

De esa forma, el contingente de Los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes hablan de entre 500 y 1000 hombres. En sus huestes también entraron bandidos netos, ex presidiarios y una fauna de fugados de la ley. Pero pese a ello, subraya Ana María Contador, la banda mantuvo una estructura militar, donde el más alto rango lo ocuparon siempre los hermanos Pincheira.

Entre 1817 y 1832 asaltaron numerosas veces Chillán, Parral, Linares... hasta llegar a Talca, Curicó y San Fernando. Durante dos años, y tras una emboscada patriota, se radicaron en Argentina y sus correrías alcanzaron a Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, según Barros Arana.

Esa fue la época en que el gobierno de Mendoza firmó el acuerdo con José Antonio Pincheira, quien "desde el dia de la fecha -dice el tratado- es reconocido en la provincia de Mendoza por tal coronel, i jefe de la Fuerza del Sud".

El hasta ahora inédito documento, sostiene la historiadora, revela el carácter militar y político de la banda. Es más, ella asegura que los Pincheira llegaron a establecer una suerte de comunidad social, con familias, un cura que oficiaba misa y una economía basada en el pillaje.

Asaltaban, saqueaban y raptaban mujeres a cambio de recompensas, como fue el caso de Trinidad Salcedo, por cuya libertad exigieron "una carga de vino, dos cargas de harina (sic) y 200 pesos en Plata", según consta en el archivo del Ministerio de Guerra. Y aunque su fama habla de brutales asesinatos y descuartizamiento de niños, Contador dice que no hay documentación que pruebe tamaña crueldad.

Otra versión: una montonera

Si bien las acciones formales de la Guerra de Independencia habían terminado hacía tiempo, un grupo de personas -bajo el pretexto de continuar defendiendo los derechos del Rey- mantuvo una enconada resistencia al gobierno republicano, entre 1823 y 1832. Este período de rebeldía y resistencia fue conocido como "la guerra a muerte".

Algunas versiones más 'oficialistas' (y por ello también más parciales o interesadas) nos cuentan que esos grupos de resistentes no tenían mayores objetivos políticos, pues se trataba solamente de una montonera (partida de hombres armados) que atacaban diversos pueblos y realizaban todo tipo de actos delictuales, que difícilmente podrían formar parte de una opción política determinada. Según estas versiones, los hermanos Antonio, Santos, Pablo y José Antonio Pincheira podrían inicialmente haber sido considerados como una montonera realista, pero sus acciones los fueron convirtiendo paulatinamente en una banda de delincuentes.

La montonera de los Pincheira estaba integrada por aproximadamente 400 hombres. Realizaban sus correrías en la Cordillera de los Andes y en los valles aledaños a Chillán, llegando incluso hasta San Luis, en Argentina. Tras sus asaltos -caracterizados, según esas versiones, por los asesinatos, el cuatrerismo, el rapto de mujeres y otros actos de extrema crueldad-, partían a su refugio en Palaquén. Se cuenta que entre sus acciones se encontraba el descuartizamiento de niños y el asesinato de ancianos. Pero, como ya se ha comentado antes, estos macabros detalles no han podido ser documentados ni hay ningún testimonio fidedigno que los refrende, con lo cual muy bien pueden pertenecer a la leyenda que sobre ellos fue formándose y engrosando con el paso del tiempo.

Un ejemplo: el asalto a Linares

El amanecer del 26 de abril de 1826, la villa de Linares fue asaltada por los hermanos Pincheira. El gobernador de la villa en esa época, don Dionisio Sotomayor, nacido en Doñihue hacia 1777, defendió la plaza con las escasas fuerzas militares que poseía; rodeado en la Gobernación fue tomado prisionero y degollado junto a los vecinos Jacinto Novoa, Pedro del Campo y su yerno don Santiago Pincheira Tapia, mientras la montonera robaba y saqueaba la ciudad. Al día siguiente este heroico patriota y amigo de O’Higgins era sepultado en el cementerio de la villa, que estaba ubicado en la actual calle Yungay. La calle lateral a la actual Gobernación lleva su apellido, en su homenaje.

En ese asalto, realizado después de que la banda recibió un "refuerzo" de 80 soldados desertores, degollaron a todos los hombres y se llevaron a las mujeres. Dos años antes, en 1824, habían asaltado Neuquén, donde, según se cuenta, encerraron en la capilla a 14 mujeres ancianas y luego incendiaron el templo.

Fin de sus correrías

Los gobiernos de la época dispusieron el envío de tropas para lograr su captura, pero no se obtenían los resultados esperados y, como represalia, los Pincheira redoblaban sus acciones. Además de los enfrentamientos armados, el Ejército recurrió a múltiples tácticas para destruirlos, desde infiltrar espías para crear intrigas entre los hermanos hasta introducir botellas de alcohol con el virus de la viruela en sus filas. Pero nada lograba resultados. En una de estas batidas (1827), Antonio Pincheira resultó muerto. Ello implicó un cierto grado de desbandada en el grupo, que luego fue recompuesto por sus hermanos, ahora liderados por José Antonio.

En 1827, el gobierno -a través del coronel Jorge Beauchef- trató de llegar a un acuerdo pacífico con los bandidos, pero sus propuestas fueron rechazadas.

Hacia 1832 Antonio había muerto en una batalla y Santos en un accidente en la cordillera, y los Pincheira se mantenían como el último bastión realista de Sudamérica. Solamente bajo el mandato de José Joaquín Prieto se logró poner fin a sus correrías. En ese mismo año 1832, un fuerte contingente militar al mando de Manuel Bulnes, salió desde Chillán en su búsqueda y los sorprendió en las cercanías de su refugio. Los militares propusieron conversar de paz y José Antonio accedió.

Fatal error: Manuel Bulnes aprovechó la confianza establecida y en una emboscada arrasó con ellos. Pablo fue fusilado y José Antonio escapó, pero al final se entregó.
La batalla fue sangrienta y en ella murieron alrededor de 200 montoneros, lográndose rescatar a un numeroso grupo de mujeres y niños cautivos.

Contratado como empleado en la hacienda del presidente José Joaquín Prieto, el último de los Pincheira murió anciano, rodeado de hijos y de leyenda.
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Mensaje por Cenetista » 12 Jun 2006, 16:02

Phoolan Devi "La reina de los bandidos hindúes" (1963-2001)

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Phoolan Devi es una leyenda viva en la India. Reencarnación de la terrible diosa Kali para unos, símbolo de la liberación de la mujer del Tercer Mundo para otros; un nuevo Robin Hood y una bandolera y asesina sin piedad, pero de gran belleza, para no pocos de sus paisanos, la "Reina de los bandidos" espera todavía en libertad condicional su procesamiento. Tiene 53 causas pendientes, fruto de sus tres años (1981-1983) de correrías al frente de sus dacoits -bandoleros indios- en los estados de Uttar Pradesh y Madhya Pradesh, al norte del subcontinente.

Pero el estallido de su fama se debió a una nueva matanza de San Valentín, el 14 de febrero de 1981, cuando vestida con guerrera verde, cinta roja en la frente y al mando de una partida de dacoits fusiló a 26 campesinos de la aldea de Behmai, un lugar donde un año antes había sido secuestrada durante un mes y violada por decenas de sus habitantes con la impunidad del agravio a una mujer de las castas más bajas de la India. Ella prometió vengarse y así nació una leyenda.

El mito inspiró al director de cine indio Shekar Kapur y su "Reina de los bandidos", que triunfó en el festival de cine de Toronto (Canadá). Devi es menuda, mide bastante menos de un metro sesenta. Tiene un gesto dulce y vocecilla de niña excepto cuando se enfada. Entonces su expresión se vuelve terrible y su voz se torna en un graznido.

La falta de pruebas sobre la matanza de Behmai, de la que puede ser indultada -todos los testigos están muertos y Devi, aunque nadie la cree, asegura que disparó su novio, Vikram, también muerto-, el buen comportamiento en 11 años en la prisión de Gwalior y la necesidad de tratarse de un cáncer vaginal han hecho posible la libertad condicional de Devi.

Ahora, tras una etapa como diputada en el Parlamento elegida en las filas de un partido socialista, espera varias causas por asaltos a autobuses y aldeas al frente de su banda armada, que volvio locos a policía y ejército durante tres años, hasta que ella pactó su rendición.

“Nunca me consideré una diosa; no puedo creerme algo así. Nada de lo que sucedió aquéllos años debió pasar. El origen de todo, y, por supuesto, de las creencias de los pobres que vieron en mí una especie de redentora, es la tremenda miseria e injusticia que esas gentes sufren en la India. Aquí ocurren cosas terribles, y cuando yo actuaba contra el orden brotó ese intento de deificarme, causado por la desesperación de las castas más bajas”, nos cuenta en su casa de Nueva Delhi, donde vive ahora casada con un político.

Devi afirma que “la gente de los pueblos en la India no tiene ropa caliente en invierno, apenas come unas pocas lentejas cada día, lo justo para sobrevivir. Y si alguien, por ejemplo, se atreve a coger frutas o hortalizas de un campo, los terratenientes pueden castigarle con dureza. Los ricos fueron mis enemigos y los pobres mis amigos. En muchas de las ocasiones en que tomaba con mi banda un pueblo reunía a los lugareños en la plaza y, con mi megáfono, ordenaba a los ricos que entregaran dinero a los pobres. Antes de dejar el pueblo advertía que si se atrevían a reclamar lo entregado, volvería y se verían en un bonito problema conmigo. Se trataba, a veces, de gente que trabajan las cosechas de los terratenientes por 50 rupias (200 pesetas) al mes y de mujeres que trabajaban jornadas enteras en el campo para conseguir una botella de leche para sus niños”.

Para ella, un dacoit es un bandolero que debe respetar ciertas reglas. Cree que muchas personas se convierten en dacoits cuando se hartan de sufrir explotaciones. Y muchos son buenos, tienen unas normas, como no agredir jamás a una mujer. Pero otros, por supuesto, se hacen bandoleros sólamente para hacerse ricos a toda costa robando. Y algunos de ellos se han aprovechado de su reputación para hacer cosas en su nombre, como robar graneros repletos de trigo y condenar a todo un pueblo a pasar hambre. “También he conocido a un jefe dacoit que secuestraba mujeres para venderlas en los estados de Rajastán o Madhya Pradesh, pero no duró mucho. Los que se dedican a asuntos tan sucios viven poco; es difícil sobrevivir cuando se actúa de ese modo”, dice.

¿Y la venganza? ¿Qué opina Phoolan Devi del hecho de tomarse la justicia por su mano? “La vida es una cuestión de acción y reacción. A mí no me viola todo un pueblo sin consecuencias. Si me sucede, yo vuelvo y... No hay Dios ni religión en la India para los pobres; sólo para los ricos. Yo creo en Durga (reencarnación de Parvati, esposa de Siva, dios hinduísta, creada con diez brazos armados para matar a un demonio), que también luchó contra la injusticia. Ser mujer en la India implica someterse a la gran opresión de los hombres. ¿Cuándo volverá Rama a rescatarnos a todas las sitas de la India? (En la epopeya del Ramayana, el dios Rama lucha contra un demonio que secuestró a su compañera Sita). Lo estamos esperando...”, concluye esta mujer analfabeta, quizá la última cabecilla de un grupo de asaltantes de caminos de la historia, que se expresa con una soltura y claridad de ideas impresionante.

El cóctel de atraso, miseria, violencia y venganzas es implacable. La noche del 25 de julio varios disparos acabaron con la vida de Phoolan Devi a las puertas de su casa.
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Mensaje por Cenetista » 12 Jun 2006, 16:12

Billy "El Niño" (1859-1881)

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Billy el niño fue un bandido estadounidense. Nacido en Nueva York, utilizó distintos nombres a lo largo de su vida, tales como William H. Bonney, Henry McCarty y Kid Antrim.

En 1873, después de la muerte de su padre, su madre volvió a contraer matrimonio y la familia se trasladó a Silver City (Nuevo México). Billy pasó gran parte de su juventud en el ambiente peligroso y brutal de los salones de la frontera. Se cree que cometió su primer asesinato a los doce años; alardeaba de haber disparado y dado muerte a veintiún hombres en su vida.

Se hizo tristemente famoso por los delitos de atraco, asesinato y robo de ganado. En 1880, Billy fue capturado por el sheriff Pat Garrett, del condado de Lincoln, donde el joven se había visto implicado en las guerras de ganado. Tras haber sido sentenciado a la horca, asesinó a dos representantes de la ley y escapó de la cárcel el 28 de abril de 1881. Fue atrapado poco después de su fuga y murió en un tiroteo a manos del sheriff Garret en Fort Summer (Nuevo México). Existen muchas leyendas e historias sobre la vida de Billy el Niño en la frontera estadounidense.

El escritor español Ramón J. Sender escribió una novela inspirada en su vida: El bandido adolescente (1965).

Su historia ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones. Una de las más recordadas es Pat Garrett y Billy the Kid, dirigida en 1973 por Sam Peckinpah.
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CHUCHO EL ROTO Y LA CARAMBADA

Mensaje por SKINERF » 12 Jun 2006, 19:08

Bueno aqui en queretaro, mexico existen muchas leyendas entre ellas

estas

LA LEYENDA DE CHUCHO EL ROTO
Jesus Arreaga, joven de 20 años de edad y de complexión robusta, fue un buen estudiante muy querido por sus compañeros, tras la muerte de su padre, se vio obligado a buscar trabajo para mantener a su madre y hermana, con los conocimientos de dibujo que tenia y que adquirió en los años que estuvo en el colegio pronto hizo progresos envidiables, y al cabó de dos años no solo llego a sobrepasar a sus compañeros sino que aún aventajó a sus maestros.

Un dia llegó a la puerta del taller un caballero solicitando los servicios de un ebanista, al dia siguiente se le encomendó a Jesús que fuera a la avenida Bucareli para que examinara una sillería de talla italiana que pertenecía a dos señoritas de la alta alcurnia.

Ahi conoció y se enamoró de Matilde, una señorita soltera y rica sin más parientes que su tía Carolina y su tío Don Diego de Frizac. Ella queda embarazada pero no se casaron ya que ella se avergonzaba de él por ser pobre y provenir de una familia humilde. Cuando su tío Don Diego se entera del estado de sus sobrina hacen planes para abandonar la hacienda, al mismo tiempo notifican a sus amistades que se van de vacaciones a Europa. Pasando dos años regresan a México con una niña de nombre Dolores que según ellos habían adoptado en Francia, él en un descuido de su madre la secuestra y la lleva a casa de su hernama, pero fue seguido por la policía y tuvo que huir dejando a su madre que estaba en agonía y a su hermana.

Pasó el tiempo y las hazañas de chucho el roto llenaban las columnas de los periodicos en las que se decribía de los robos con habilidad y con valor de este famoso bandido, la fama de chucho el roto volaba por toda la republica, que robaba a los hacendados, ricos politicos y agiotistas para repartir gran parte en la gente necesitada. Las autoridades federales tomaron cartas en el asunto cuando comprendieron que era un peligro para la paz de la republica. Es capturado por primera vez en una cabaña cerca de Texcoco y llevado a la cárcel de Belén, es juzgado en Pachuca y enviado a San Juan De Úlúa, el famoso presidio donde nadie volvía, de los que allí entraban, debido a las condiciones anti-higiénicas abundaban plagas como la fiebre amarilla y viruela negra. Chucho el Roto se escapa dos veces de la cárcel de San Juan de Ulúa, pero en su tercer escape es descubierto y perseguido en una lancha, fue detenido mal herido de una pierna y remitido a la sala de tormentos donde fue azotado 300 veces, y en desmayo fue llevado a la enfermeria.

La hernama de Jesus recibe la noticia de que esta agonizando, ella avisa a Lolita y a Matilde y se trasladan a verlo, cuando Matilde estuvo frente a Jesus con humildad dio un beso en la frente a aquel hombre que habia amado con todo su corazon, él le responde con voz entrecortada que la perdonaba y extendiendole su mano, murió. ya en el malecon desembarcaron la caja con el cadáver y les fue entregado.

Hasta la fecha nadie sabe donde quedop el cadáver ni en donde lo sepultaon. Hay opiniones que dicen que se lo llevaron a México y otros que dicen que fue sepultado en el antiguo cementerio que se encontraba donde hoy yace el parque ecológico, de él solo queda la leyenda del bandido generoso: Jesus Arreaga alias “CHUCHO EL ROTO.”



LA CARAMBADA


Aunque "La Carambada" fue un personaje real que habitó la ciudad a mediados del siglo XIX, muchas leyendas se han fraguado a su alrededor. Algunas de ellas, sin duda las más sonadas y más enigmáticas son las que se relatan a continuación. Para conocer más a detalle los pormenores de esta leyenda, es necesario hacer una pequeña introducción.

Leonarda Emilia (nombre real de "La Carambada") fue originaria de un pueblito de indios cercano a esta ciudad, llamado "La Punta". En los tiempos del imperio de Fernando Maximiliano de Habsburgo, Leonarda se enamoró de un militar imperialista, y al ser tomado prisionero su amado, acudió a todas las autoridades, incluidos Benito Zenea, en aquel entonces gobernador de Querétaro, y Don Benito Juárez, presidente de la República, para solicitar el perdón para su amado. Ante la negativa, juró venganza. Fue así como se hizo bandolera.

La fama de "La Carambada" trascendió por su agilidad para el manejo de la pistola, el machete e incluso para cabalgar. Sin embargo, se dice que tuvo contacto con una yerbera que le enseñó los efectos de la veintiunilla, una yerba cuyos efectos son la muerte de la persona que la toma justo 21 días después de ingerirla.




Nunca ha sido confirmado, pero lo cierto es que "La Carambada" tuvo un contacto con Don Benito Zenea veintiún días antes de su muerte. Asimismo, también Don Benito Juárez tuvo ese contacto con Leonarda, y murió a los 21 días de este encuentro. La causa de la muerte de ambos fue angina de pecho, pero se dice que fue así como "La Carambada" culminó su venganza.

Una noche, Vicente Otero, junto con un grupo de rurales, salió con objeto de aprehender a Leonarda, encontrándola por la hacienda de la Capilla, camino de Celaya. Inmediatamente Otero abrió fuego sobre ella y sus compañeros, resultando herida de cinco balazos "La Carambada" y logrando atrapar a dos de sus compañeros. El cuerpo de Leonarda fue conducido al hospital para hacerle la autopsia.

Al día siguiente se descubrió que todavía tenía vida, y reanimándola, Leonarda pidió un sacerdote, a quien le confesó toda su historia, muriendo dos días después de haber recibido cinco balazos, hecho que causó una gran sensación en la ciudad.
" Sabemos que estamos destinados a recibir un puñal en nuestra carne o a consumirnos en alguna prisión. Aceptamos nuestro destino con placer satisfechos de haber logrado algo en nombre de los esclavos" Ricardo Flores Magon

RASH Queretaro

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Mensaje por Cenetista » 12 Jun 2006, 22:28

gracias por tu aportación :wink:

¿podrías aportar alguna imágen o grabado de estos dos personajes? yo no he encontrado ninguno por internet.

saludos!
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