Diferencias hombre/mujer cap. XXXXIIII

Contra el sexismo y el patriarcado. Luchas por las libertades sexuales. Despatologización de la diferencia.
franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 06 Ene 2006, 14:40

Hola soy nueva aquí y durante unos días me he limitado a leeros antes de decidirme a opinar. Me ha interesado mucho el título de este post y por eso entré en él para leer lo que en ahí se sugería. He leído la información que expuso Nikelona para abrir la línea de debate y en muchos aspectos coincido con lo que allí se explica, pero por otro lado, sigo pensando que la selección cultural, no tiene la suficiente potencia como para enmascarar o cambiar el trabajo que la selección natural lleva haciendo miles de años en mujeres y hombres y por tanto, la importancia de la biología en el comportamiento de los indivíduos, no debería ser despreciada. Creo que los condicionantes sociales, pueden maquillar ciertos impulsos y aptitudes, pero lo que no pueden hacer es que desaparezcan, pues en cuanto se suprimieran los condicionantes sociales, volverán a manifestarse libremente las aptitudes psíquicas y físico-biológicas de los indivíduos de ambos géneros.

En este sentido en encontrado la siguiente información:


DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
1.- Las hormonas

Aparte de todas las diferencias físicas y biológicas existentes entre el hombre y la mujer, hay también muchas otras desigualdades que afectan a sus cerebros.

Efectivamente, los hombres no sólo son diferentes a las mujeres en los planos físico y biológico; lo son también en su comportamiento. Y son mentalmen te distintos porque sus cerebros lo son. La mayoría de nosotros siente por intuición que esto es así. El cerebro está organizado de modo diferente en el hombre y en la mujer, lo que se traduce en percepciones, prioridades y comportamientos distintos frente a los mismos estímulos ambientales. Los hombres no sólo se comportan de manera diferente a las mujeres, sino que, además, "piensan" de otro modo y por eso valoran las cosas de forma distinta.

Todos los especialistas del cerebro (biólogos, neurólogos, psicólogos, antropólogos, etólogos, genetistas, etc.), trabajando de forma separada, han produ cido un conjunto de hallazgos asombrosamente coherente que lleva a la conclusión de que el cerebro del hombre es efectivamente distinto del de la mujer. Y la causa está en las hormonas.

Ahora bien, las hormonas por sí solas no son las responsables de que nos comportemos de modo diferente. La razón exacta se halla en la interacción entre las hormonas y el cerebro (masculino o femenino), pues éste cuenta con instruccio nes previas que le hacen reaccionar de una manera determinada ante la influencia de las hormonas. Veamos todo esto.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
2.- Su origen

Para comprender cómo se crea la diferenciación sexual del cerebro es imprescindible conocer su origen. El hecho de que un ser humano nazca hombre o mujer depende de sus cromosomas. Éstos están dentro del núcleo de las células. Cada célula humana contiene 46 cromosomas, agrupados en 23 pares, de los cuales sólo un par contiene los cromosomas sexuales. Los primeros 22 pares (o lo que es lo mismo, los primeros 44 cromosomas) se llaman autosomas, están numerados, tienen el mismo aspecto en todos nosotros y no son distintos según el sexo. Son los responsables de ciertos rasgos del cuerpo, como el color de los ojos, la forma de la nariz, etc. Pero el último par es especial, contienen una información tan relevante que no se etiqueta con ningún número. En su ADN alberga la informa ción que diferencia un sexo del otro: los cromosomas sexuales, que uno tiene forma de X y otro, más pequeño y con menos información genética, en forma de Y. En él está escrita la información que diferencia a los sexos.

Se ha descubierto que el cromosoma Y, el que define el sexo masculino, es más pequeño que el cromosoma X femenino y tiene bastantes menos genes que él. Quizá tenga dos docenas de genes, frente a los más de 2.000 del cromosoma X. Pero aunque tiene relativamente pocos genes, los genes que encontramos en él son de gran interés y tienen importantes funciones. En él se hallan los genes clave para determinar el sexo masculino y los que dirigen la producción del esperma.

Además, el 95 por ciento del ADN del cromosoma Y no se intercambia jamás con el del otro cromosoma sexual, el X, incluyendo la región que contiene al gen específico de la masculinidad. Esa es la región que ha atraído el interés de los investigadores.

Tanto el óvulo como el espermatozoide poseen sólo la mitad de cromoso mas, es decir, sólo 23, por eso, al unirse dan lugar a una célula completa (el zigoto), con 46. En el óvulo, los dos cromosomas sexuales son siempre del tipo X, mientras que en el espermatozoide puede ser X o Y. Es decir, de los 23 cromosomas del óvulo, el que hace el número 23 es siempre X, mientras que ese cromosoma 23 en el espermatozoide puede ser X o Y.

Cuando un óvulo es fecundado por un espermatozoide, si éste aporta un cromosoma X, se unen dos cromosomas X (el suyo más el del óvulo), resultando de ello una hembra. Pero si lo que el espermatozoide aporta es un cromosoma Y, al unirse con el X del óvulo, se engendra un varón.

Sabemos, pues, que nuestros cromosomas (con sus 30.000 genes dentro) nos hacen ser hombre o mujer. Hoy se sabe que 54 de los genes de nuestros cerebros son distintos en el hombre y en la mujer. Por tanto, los hombres y las mujeres somos distintos en cada una de las células microscópicas de nuestros cuerpos, dado que cada una de las fibras del cuerpo posee un par de cromosomas diferente, diferencia que hace que, en el caso del cerebro, de lugar a, como mínimos, 54 genes diferentes en los cerebros del hombre y de la mujer.

Pero los cromosomas por sí solos no garantizan el sexo del bebé. Eso depende de otro factor más: la presencia o ausencia de las hormonas. Y es que, sea cual sea la inclinación cromosómica del embrión (XX o XY), el feto sólo se desarrollará como varón si hay en su cuerpo presencia de testosterona (hormona sexual masculina, llamada así porque se produce en los testes = testículos), y sólo lo hará como hembra si la testosterona está ausente. Es decir, la presencia de testosterona cuando el feto está formándose, no sólo ayuda a determinar las características sexuales externas (pene o vulva), sino que potencia la formación de un cerebro masculino, y su ausencia lo feminiza. Porque si un feto femenino, cromosómicamente XX, está expuesto a la influencia de hormonas masculinas durante su desarrollo en la matriz, el bebé nacerá con un perfil psicológico de orientación masculina y el aspecto de un varón normal. Y si a un feto masculino, cromosómicamente XY, se le priva de la acción de las hormonas masculinas, el bebé nacerá con un perfil psicológico de orientación femenina y el aspecto de una hembra normal. Por tanto, en el proceso de diferenciación cerebral tiene mucha mayor trascendencia en líneas generales la acción de las hormonas que la influencia genética.

El carácter sexual en el ser humano se produce en dos momentos distintos, y se forma de la siguiente manera. Durante las primeras 6 semanas en la matriz (mes y medio), el diminuto embrión no es de modo evidente ni niño ni niña, salvo en los cromosomas de sus células. Pero a partir de la 6ª semana se inicia la diferenciación anatómica y fisiológica. Si el proyecto cromosómico es XY (un niño), el cromosoma Y empezará a producir una sustancia (el antígeno H-Y) que hará que las gónadas o glándulas sexuales del embrión (que hasta ese momento están indefinidas) se transformen en testículos. Por el contrario, si el proyecto cromosómico es XX (una niña), la ausencia del antígeno H-Y provocará que las gónadas continúen su evolución natural hasta convertirse en ovarios.

Siempre había constituido un enigma para la Medicina el hecho de que la naturaleza corriera tanto (mes y medio) para formar la maquinaria sexual del feto (ovarios o testículos), teniendo en cuenta que su mecanismo reproductor no es utilizado hasta bastantes años después del nacimiento (la pubertad). Ahora se conoce el porqué. Y la respuesta está en que la formación de ovarios o testículos no es un fin en sí mismo, sino que, una vez constituidos, tienen la importante función de producir las hormonas necesarias (estrógenos y progesterona, en la niña, y testosterona, en el niño) para la correcta formación del cerebro que aún no se ha desarrollado. Efectivamente. Sobre la 8ª semana (cuando termina el periodo de embrión y comienza el de feto), si el embrión es cromosómicamente femenino (XX), los ovarios enviarán una dosis de hormonas femeninas al incipiente cerebro del embrión (cerebro que no es más que una vesícula) para que siga desarrollándo se según pautas femeninas. Pero si el embrión es cromosómicamente un niño (XY), la cosa cambia. Hacia la 8ª semana, los recién creados testículos enviarán una descarga de testosterona al cerebro del embrión para que transforme su estructura natural femenina en masculina. De esta forma, a las 9 semanas de embarazo habrá quedado configurada la identidad sexual del individuo, identidad que será permanente e irreversible.

Es decir, el feto es femenino hasta que empieza a ser lo contrario. Y ese cambio (como todos los demás cambios del cuerpo) depende de las hormonas sexuales. El cerebro de cualquier varón en vías de desarrollo necesita la influencia de la testosterona para formarse según pautas de comportamiento varoniles. Si durante ese período, las hormonas masculinas no hacen acto de presencia, la tendencia natural es la de permanecer como cerebro femenino. En términos generales puede decirse que la plantilla natural del cerebro humano (y del cuerpo) es femenina. Es decir, la primera intención de la naturaleza es la de crear mujeres. La forma femenina puede considerarse como la forma "básica" del ser humano. Por eso los hombres mantienen ciertos rasgos femeninos, como los pezones y las glándula mamarias. Se necesita una ayuda adicional (la de la testosterona) para lograr que lo masculino haga su aparición. Todos los humanos pasan por hembras, pero sólo algunos llegan a machos.

Como se ve, es más compleja la tarea de hacer hombres. Precisamente por eso, hay más posibilidades de que se produzcan anomalías en la formación de varones que en la de mujeres. Es sabido desde hace años que los machos humanos son más frágiles que las hembras. Los embriones masculinos son más proclives que los femeninos a sufrir un aborto espontáneo. Y es más fácil que salga adelante una niña prematura que un niño.

Las hormonas, como vemos, determinan la organización masculina o femenina del cerebro, según va desarrollándose en la matriz. Sólo compartimos la misma identidad sexual durante las primeras 8 semanas después de la concepción (el período embrionario). Desde la 8ª semana (segundo mes) hasta la 24ª (sexto mes), los machos humanos alcanzan los niveles más altos de testosterona de toda su vida. Durante ese mismo tiempo, la diferencia de testosterona entre los machos y las hembras es también la mayor de toda su existencia.

Y otra cosa muy importante. Un cerebro femenino o masculino, normalmen te desarrollado, es inmune a dosis posteriores de hormonas del sexo contrario. Es decir, un cerebro masculino normal no cambia de comportamiento aunque se le inunde de hormonas femeninas, y viceversa. Por tanto, una vez que el cerebro se desarrolla completa y normalmente en su estructura masculina o femenina, no le afecta en absoluto la intervención de hormonas sexuales del otro sexo. Es imposible conseguir variar el comportamiento sexual de un cerebro fuera de los periodos críticos.

En cambio, un cerebro masculino o femenino, que en el momento de su desarrollo en la matriz haya estado expuesto a la influencia de hormonas del sexo contrario cambiará su comportamiento hacia el de ese sexo si, una vez formado, se ve expuesto a la influencia de tales hormonas.

Durante el periodo prenatal las hormonas organizan la estructura corporal y nos asignan un sexo, macho o hembra. Pero las hormonas también proveen de sexo al cerebro. Existen diferencias estructurales en el cerebro humano que están asociadas con el hecho de ser hombre o mujer. Mientras el cerebro se está desarrollando en la matriz, las hormonas controlan el modo en que se organizan las redes neuronales. ¿Qué impacto tiene esto en nuestra conducta? La manera en que se forme nuestro cerebro afectará a nuestro modo de pensar, aprender, ver, oler, comunicar, tener éxito, fracasar, sentir, amar o hacer el amor. Las diferencias neuro-anatómicas del cerebro influyen en el sexo (macho o hembra), en la preferencia sexual (heterosexual u homosexual) y en la identidad de género (el transexualismo, por ejemplo, es la identidad de género correspondiente al sexo opuesto. Por eso, más del 20 por ciento de ellos se someten a una operación de cambio de sexo).

Sin una adecuada descarga materna de testosterona, el feto varón tendrá un déficit de masculinidad cerebral que, probablemente, le impedirá actuar como macho ante una hembra. El estrés es uno de los factores que pueden entorpecer este proceso. Se ha comprobado que, por ejemplo, el estrés que sufren muchas madres en épocas de guerra les puede impedir producir la cantidad adecuada de testosterona. Como consecuencia de ello, el feto podrá llegar a sufrir una masculinización insuficiente que, a su vez, hará que su identidad sexual quede indefinida. En este caso, pueden ocurrir dos cosas. La primera, que el bebé nazca con una estructura cerebral más femenina que masculina, es decir, un niño que seguramente será gay después de la pubertad. La segunda posibilidad es que el bebé, genéticamente masculino, nazca con un cerebro completamente femenino, pero con genitales masculinos. Esta persona será un transexual, por lo que pertenecerá biológicamente a un sexo, pero sabrá que psicológicamente es del otro. El hecho de que la hormona masculina (o su ausencia) tenga un impacto mucho mayor en el cerebro masculino es lo que provoca que la mayoría de los homosexua les sean hombres (1% entre ellas y 8% entre ellos).

La homosexualidad, pues, no es una opción, sino que está predeterminada antes del nacimiento y determinada a los cinco años de edad. Muchos homosexua les erróneamente creen que su homosexualidad es una elección y aprovechan los programas de radio y televisión para divulgar la palabra "elección", algo que lo único que hace es provocar reacciones negativas en la mayoría de la sociedad.

Si fuese una elección, como muchos proclaman, ¿por qué una persona en su sano juicio escogería una forma de vida que implica tanto odio, prejuicios y discriminación? No se olvide que, desgraciadamente, las estadísticas muestran que más del 30 por ciento de los suicidios de adolescentes los cometen gays y lesbianas, y que el índice de suicidios entre los transexuales es cinco veces mayor al del resto de la población: 1 de cada 3 se suicida.

Los condicionamientos sociales tienen menos influencia en la conducta sexual de lo que se pensaba. Los científicos han podido observar que los esfuerzos de los padres por suprimir las tendencias homosexuales en un hijo adolescente prácticamente no tienen ningún resultado.

Si las asociaciones de gays y lesbianas promoviesen estas evidencias y el sistema educativo se encargara de difundirlas, los homosexuales y transexuales serían mucho más aceptados. La gente se muestra más comprensiva y tolerante al entender que se trata de una conducta innata que de una opción personal. Por ejemplo, los autistas están bien aceptados porque han nacido con esas condiciones, contrariamente a lo que ocurre con los homosexuales, que supuestamente, según dicen ellos, escogen su estilo de vida. ¿Podemos criticar a una persona que es zurda o disléxica?

Queda claro que los bebés nacen ya con una mente masculina o femenina; vienen ya con una determinada atracción sexual (los machos por las hembras y al contrario). Posteriormente, en la pubertad, esas mismas hormonas volverán a visitar el cerebro para poner en marcha la red que crearon anteriormente. Además, impulsarán la aparición de caracteres sexuales secundarios (barba, senos, etc.) y nos proveerán de la capacidad de reproducción.

A lo largo de toda la vida, el cerebro tendrá (en una sutil interacción con las hormonas) un efecto determinante en las actitudes, el comportamiento y el funcionamiento intelectual y emocional de la persona. El mundo significa algo muy distinto para cada sexo.

De hecho, el que a las niñas les guste jugar a mamás, cuiden y acunen muñecos, se disfracen de princesas y utilicen cocinitas, lo mismo que la tendencia de los niños a luchar con sables y pistolas, a ordenar ejércitos de soldados y de indios, y a disfrazarse de guerreros, bomberos y futbolistas, no constituye solamente una consecuencia de la educación, sino que viene determinado por la biología, es decir, por la influencia de las hormonas sexuales en la formación del cerebro en la fase embrional. Por ejemplo, hoy se sabe que cuando una mujer ve un bebé su cuerpo desprende progesterona. La imagen del bebé en la psicología femenina es tan fuerte que esa reacción hormonal se produce también ante la presencia de cualquier cosa que se parezca a un bebé, como, por ejemplo, un muñeco o un osito de peluche. Esta es la razón por la que este tipos de juguetes tienen tanta aceptación en el mundo femenino. Y es que, la progesterona es la hormona del instinto maternal.

La prueba de que esto es así es que las hembras de gorila y chimpancé, estudiadas en cautividad, también cuidan a muñecas cuando se les facilitan y se resisten a que se las retiren; mientras que los machos se muestran indiferentes. Este comportamiento de las hembras es innato en el cerebro femenino. Ocurre en todas las hembras animales. Quedó meridianamente claro cuando, en un zoo, un niño cayó en el recinto de los gorilas. Rápidamente fue a por él una hembra, lo protegió de los machos y lo llevó a una puerta para devolvérselo a sus padres.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
3.- Cómo se llegó a saber todo esto

Los científicos descubrieron la verdad sobre el origen de las diferencias cerebrales entre el hombre y la mujer de dos fuentes distintas:

1) De estudios sobre fetos que por una u otra razón habían recibido una dosis anormal de hormonas atípicas en la matriz.

2) De experimentos con animales.

Veamos el primer aspecto (la influencia de las hormonas en la formación del cerebro en fetos expuestos a dosis anormales de la matriz). Uno de los ejemplos mejor estudiados de exposición de fetos femeninos a altos niveles de andrógenos es la condición denominada "Hiperplasia Suprarrenal Congénita" (HSC). Aunque la mayor parte de la testosterona procede de los testículos, las glándulas suprarre nales de ambos sexos también producen pequeñas cantidades de ella y, por tanto, hay niveles bajos de testosterona presentes en los fetos femeninos normales. Pues bien, la HSC es el resultado de una excesiva producción de andrógenos por parte de las glándulas suprarrenales femeninas, lo que ocurre a consecuencia de un defecto en la síntesis del cortisol, una hormonal adrenal.

La exposición del feto femenino con HSC a andrógenos causa la virilización de sus genitales externos, pero esto sucede demasiado tarde como para provocar la virilización del sistema reproductor interno. Al nacer, la niña puede tener pene y escroto, o bien puede tener un clítoris agrandado y los labios mayores parcial mente fundidos.

Las chicas con HSC son chicas normales que crecen como tales. Pero al compararlas con las demás chicas presentan más comportamientos masculinos que el resto, pues, por ejemplo, prefieren jugar al fútbol antes que hacerlo con muñecas. La mayoría de las niñas con HSC son consideradas hombrunas durante toda la infancia y empiezan a salir con chicos más tarde que las otras chicas, o no muestran ningún interés por hacerlo.

Otro ejemplo de la determinación biológica en el comportamiento humano lo tenemos en las mujeres que carecen de uno de sus dos cromosomas sexuales X, esto es, las que genéticamente son X0 (algo que se conoce como "Síndrome de Turner"). Estas mujeres poseen un comportamiento exageradamente femenino. Juegan de pequeñas mucho más con muñecas de lo que lo hacen las demás niñas. De adolescentes imitan a la madre y se dedican a las tareas domésticas mucho más que las otras chicas (algo que es muy importante para entender por qué a los hombres les gustan tan poco las labores del hogar). Las chicas con "Síndrome de Turner" son muy románticas, desean tener hijos y con frecuencia les gusta trabajar como "canguros". La actitud de estas mujeres extremadamente femeninas ha llevado a pensar que probablemente las labores del hogar están más relacionadas con la psicología femenina que con la masculina.

La influencia hormonal en la orientación sexual del cerebro ha sido corroborada por los chicos afectados de la condición conocida como "Síndrome de Insensibilidad Andrógena" (SIA). Así como las chicas con HSC son chicas cromosómicas (XX) que han estado expuestas a altos niveles de andrógenos, los chicos con SIA son chicos cromosómicos (XY) cuyos tejidos son insensibles a la testosterona, lo que provoca que sus genitales externos no se desarrollen. Cuando estos niños nacen suelen parecer niñas. En la pubertad, los estrógenos femeninos (que también producen los machos en los testículos en pequeña proporción como consecuencia de una reacción que sufren los andrógenos) hacen que se les desarrolle el pecho. Es frecuente que el trastorno pase inadvertido hasta observarse que la supuesta "chica" no menstrua, o bien que tiene problemas de fertilidad. Pues bien, los chicos con SIA tienden a interesarse por los niños pequeños y por las muñecas mucho más que los demás chicos.

Otro ejemplo de la influencia hormonal en la orientación sexual del cerebro lo vemos en esos niños que, debido a una insuficiente concentración de la hormona que impulsa a los órganos sexuales masculinos a descender (la testosterona), nacen con los genitales tan escasamente visibles que a simple vista parecen órganos femeninos. Estos niños, al nacer, por error, son considerados niñas y acaban siendo educados como tales. Sin embargo, al llegar la pubertad, la concentración de testosterona aumenta, los órganos sexuales descienden hasta ocupar su lugar habitual, apareciendo los testículos y el pene, y el comportamiento de estas "supuestas" niñas comienza a parecer inadecuado para su sexo, ya que se visten como hombres y se enamoran de otras chicas. Es decir, estas falsas niñas, pese al condicionamiento educacional recibido, acaban comportándose como todos los demás chicos de su edad. Y es que su cerebro es, desde el nacimiento, un cerebro masculino, pese a estar atrapado en un cuerpo que la sociedad toma por femenino.

Asimismo, un feto varón puede poseer suficientes hormonas masculinas como para desencadenar el desarrollo de los genitales de su sexo y, sin embargo, es posible que dichos genitales, por un funcionamiento deficiente, no puedan producir la suficiente cantidad de hormonas sexuales masculinas para empujar al cerebro hacia un patrón claramente masculino. En este caso, el cerebro "permane cerá" femenino y el niño nacerá con un cuerpo masculino y un cerebro femenino (homosexualidad).

Además de factores naturales, también han proporcionado datos interesantes sobre la influencia de la exposición prenatal a las hormonas los estudios sobre fetos cuyas madres habían sido tratadas con hormonas para mantenerles un embarazo de alto riesgo, pues hasta hace unos 30 años, se acostumbraba tratar con hormonas similares a la testosterona a las mujeres embarazadas con peligro de aborto. Los tratamientos con estas hormonas tuvieron el efecto de masculinizar o feminizar sustancialmente al feto, según la hormona tomada. Es decir, el feto de una niña expuesto en la matriz a una dosis accidental de hormonas masculinas puede acabar con un cerebro masculino dentro de un cuerpo femenino (lesbianismo). Y es que, las hormonas son las responsables de nuestras inclinaciones sexuales. Por eso, un desequilibrio hormonal en la matriz puede modificar el comportamiento sexual del futuro.

Queda claro que las hormonas no sólo influyen en nuestras inclinaciones sexuales, son además las responsables (más que el sexo cromosómico) de la diferenciación psicosexual. Las hormonas hacen que hombres y mujeres tengamos actitudes, reacciones, sentimientos y prioridades distintas. Su influencia explica por qué los hombres y las mujeres pensamos de modo diferente. Y pone de manifiesto la relativa poca influencia en la identidad sexual que tiene el entorno social en la vida del adulto.

Veamos el segundo aspecto (los experimentos con animales). Los estudios realizados con diversos mamíferos han confirmado claramente lo que se había observado en los estudios con los humanos: que la exposición a la testosterona en un momento crítico del desarrollo fetal es crucial para el adecuado desarrollo del comportamiento de macho. Los estudios demuestran que los machos castrados antes de la época crítica de diferenciación psicosexual, desarrollan comportamien tos femeninos. Inversamente, la exposición de las hembras a andrógenos durante el período crítico fetal conduce a comportamientos masculinos.

Los animales han ayudado mucho a conocer la influencia de las hormonas en el comportamiento de los seres humanos. Por ejemplo, la rata, ya que su cerebro no se desarrolla completamente en la matriz de la madre, sino que acaba su formación después del nacimiento. Gracias a que esto es así, resulta más fácil ver lo que está ocurriendo en su cerebro y averiguar el porqué. Podemos observar el desarrollo del cerebro de la rata e incluso manipular su naturaleza misma.

Cuando un macho de rata llega al mundo, su cerebro se encuentra, más o menos, en la misma etapa de desarrollo que el de un embrión humano de 7 semanas. Si los científicos castran a ese macho recién nacido, se convierte psicológica y físicamente en hembra. Ciertamente, ese macho de rata cree ser hembra. Así, a medida que crece es mucho menos agresivo y más sociable que los demás machos, algo que también sucede entre los humanos, como luego veremos. Y si se le mete en un laberinto, encontrará la salida más tarde que cualquiera de los otros machos, algo que les sucede a todas las hembras animales, incluida la humana. Cuanto más tarden en castrarlo, menos femenino será su comportamiento. Por otro lado, una vez que el desarrollo de su cerebro haya terminado de madurar, por más hormonas masculinas que se le añadan, el macho de rata no podrá recuperar su identidad original de macho. Pues bien, esto mismo ocurre con los humanos. Cuanto más expuesto esté un feto varón a la hormona masculina, más masculino será su comportamiento de adulto.

Pero el experimento con la rata funciona también al revés. Si a una rata hembra recién nacida, cuyo cerebro no ha terminado de desarrollarse, se le inyectan hormonas masculinas, se convierte psicológicamente en una rata macho. Será más agresiva que las otras hembras e intentará montarlas, como si fuera un macho más.

Otro ejemplo de la influencia de las hormonas en el comportamiento nos lo han proporcionado las aves cantoras. En éstas, el macho canta y la hembra, no. Se puede demostrar que la capacidad de cantar depende de la presencia o ausencia de hormonas masculinas en el cerebro. El de las hembras carece de las conexiones neuronales necesarias para cantar. Pero expuestas a la testosterona, las hembras adquieren las neuronas necesarias y el don del canto. Así, en experimentos reali zados con hembras de canario, aunque éstas por naturaleza no cantan, al ser tratadas con hormonas masculinas empezaron a trinar como los machos de su especie. Además, comenzaron a portarse de forma típicamente masculina: pavo neándose y queriéndose imponer a la concurrencia femenina.

Una muestra más del poder de las hormonas sobre el comportamiento nos la han dado los monos. En todas las especies de primates que se parecen al hombre (y en general, en todos los animales), los machos son más agresivos que las hembras. Sin embargo, si se inyecta testosterona a las monas desarrollan una agresividad igual a la de los machos.

Y si se inyecta hormona masculina a una mona embarazada en el momento en que está formándose el cerebro de sus crías, éstas, aunque sean físicamente hembras, se comportarán después de nacer de la misma forma que lo hacen los machos, es decir, serán más agresivas e intentarán montar a otras hembras.

Todos estos descubrimientos han permitido saber hoy a la ciencia que la hormona masculina modifica la estructura interna del cerebro. Y estos descubri mientos son totalmente aplicables a los humanos, porque no sólo los machos de mono son más agresivos que las hembras, sino también los niños respecto de las niñas. Existe, pues, una estrecha relación entre hormonas, forma del cerebro y comportamiento. Puede decirse incluso que el cerebro es casi un "órgano sexual" más. En definitiva, la sexualidad del ser humano puede orientarse antes del nacimiento con una simple inyección en el momento oportuno.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
4.- Diferencias físicas de los cerebros

Una vez sabida la relación existente entre las hormonas y el cerebro se pasó a buscar las diferencias físicas en su estructura. Como han corroborado los últimos estudios de neurobiología, el cerebro masculino y el femenino albergan algunas diferencias. La más evidente es el tamaño. El cerebro femenino es un 14 por ciento más pequeño que el masculino.

Pero los científicos encontraron diferencias más sutiles. Con las nuevas técnicas de imagen (microscopio electrónico, resonancia magnética, escáner...), los científicos pudieron confirmar que hombres y mujeres poseen cerebros que trabajan y se desarrollan de manera distinta, tanto anatómica como funcionalmente. Pudieron investigar qué partes del cerebro se activan en cada género, en qué cantidad y para cuál de cada una de las distintas actividades humanas.

Gracias otra vez a las ratas, los científicos se percataron de que, en efecto, la influencia de las hormonas en momentos críticos del desarrollo embrionario cambiaba no sólo el comportamiento de una hembra en macho y viceversa, sino que incluso modificaba la estructura interna del cerebro.

Las diferencias se hacen evidentes entre los 4 y los 12 años de edad y se localizan principalmente en el sistema límbico (el responsable de las emociones). Este sistema recibe su nombre del término latino limes, límite, porque representa la frontera entre el cerebro más antiguo, llamado instintivo o reptilíneo, y el cerebro más evolucionado o intelectual, que corresponde al neocórtex. Aparece, pues, en la escala evolutiva desde bien temprano. El varón utiliza el sistema límbico más que la mujer. Ello explica por qué su comportamiento es más rudo y menos delicado. El sistema límbico está formado, entre otros, por el hipotálamo y la amígdala.

Los científicos se dieron cuenta de que la forma del hipotálamo era distinta según el sexo. El hipotálamo, como ya se dijo antes, es la parte central de la base del cerebro que se encarga, entre otras cosas, del control de las hormonas y, por tanto, del comportamiento sexual. Tiene aproximadamente el tamaño de una cereza, pesa unos cuatro gramos y medio y suele ser mayor en los hombres que en las mujeres, los homosexuales y los transexuales.

El hipotálamo del feto no es al principio ni macho ni hembra, sino que en él conviven un centro masculino y otro femenino. Esta potencial bisexualidad queda virtualmente eliminada hacia la 9ª semana de embarazo, cuando la segunda descarga hormonal desactiva el centro sexual opuesto y deja éste sólo como matizador.

Una vez producida la diferenciación sexual, el hipotálamo en el hombre intenta mantener el nivel hormonal constante. Pero en la mujer, las cosas son distintas. En ella, el hipotálamo crea un sistema de ciclos de, aproximadamente, 28 días cada uno, durante los cuales se producen grandes fluctuaciones en la concentración de hormonas. Estas variaciones se traducen en grandes oscilaciones en su carácter y en su apetito sexual, oscilaciones que hacen a la mujer emocional mente más inestable y sensible que al hombre.

El hipotálamo está dividido en distintas áreas y núcleos, algunos de los cuales son el área preóptica y el núcleo ventromedial. El área preóptica tiene una decisiva influencia sobre la conducta sexual. Está asociada con la iniciación del acto sexual, la erección del pene y el periodo refractario después del acto sexual. Debido a la testosterona, el área preóptica en el hombre es el doble de grande y posee el doble de células que el de la mujer. La diferencia del área preoptica en los humanos no se hace evidente hasta la pubertad.

El núcleo ventromedial es también distinto según el sexo; aunque la diferencia no es debida al tamaño, sino a su complejidad estructural. Las neuronas se comunican entre sí por medio de señales químicas (neurotransmisores) a través de contactos conocidos como sinapsis. Pues bien, en el núcleo ventromedial, la densidad sináptica es mayor en machos que en hembras, y su extensión, número y distribución dependen también de la testosterona.

El hipotálamo recibe nervios procedentes de las zonas erógenas (los genitales y los pezones). Por eso, la succión del pezón femenino pone en marcha la secreción de la hormona oxitocina, responsable de la producción de la leche. Asimismo, el llanto de un niño puede producir también ese mismo efecto en la mujer.

El hipotálamo además tiene conexiones externas con la corteza cerebral (el córtex), especie de corteza gris, de 1,25 cm de espesor, que cubre los dos hemisferios cerebrales. Las investigaciones revelaron que había claras diferencias en el córtex de ambos sexos. Gracias a las ratas se descubrió que el lado derecho de esta corteza era sensiblemente más grueso en los machos, mientras que las hembras tenían más grueso el lado izquierdo.

Por su parte, la amígdala (estructura que controla el hipotálamo) es un 85 por ciento más grande en el hombre que en la mujer. La amígdala es considerada como el centro regulador de las reacciones de miedo, ansiedad y agresividad (se la asocia con el comportamiento agresivo del hombre en la adolescencia); y también juega un importante papel en la conducta sexual.

Otra diferencia cerebral entre el hombre y la mujer reside en el llamado "cuerpo calloso", conglomerado de fibras nerviosas que une los dos hemisferios y sirve de puente para que ambos estén conectados entre sí e intercambien información. Se ha comprobado que las mujeres tienen un 30 por ciento más de conexiones entre los hemisferios que los hombres.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
5.- El lenguaje, la capacidad espacial y otras diferencias

Las diferencias cerebrales más importantes entre el hombre y la mujer están en el comportamiento. Las mujeres aprenden a hablar antes que los hombres y lo hacen con mayor soltura, incluso en los años preescolares. Las niñas de 3 años tienen el doble de vocabulario que los niños y su lenguaje es en un 99 por ciento comprensible, mientras que los niños precisan un año más para hablar al mismo nivel (Einstein y Faraday requirieron cinco años para hablar correctamente). Leen y escriben también antes y son mejores a la hora de desarrollar la gramática, la ortografía y para dominar idiomas extranjeros. Hay 4 veces más niños que niñas en clases de retraso en lectura y 5 veces más niños que sufren de dislexia o tartamudez. La tartamudez es un defecto del habla casi exclusivamente masculino. Y las consultas de logopedas están llenas de niños que necesitan ayuda para hablar bien.

Los varones, en cambio, son diez veces mejores que las hembras en capacidad espacial o pensamiento abstracto. De hecho, la diferencia fundamental entre el cerebro masculino y el femenino es esa: la orientación espacial o pensamiento abstracto. Esto se refiere a la capacidad de reconocer la forma de un objeto en la mano y hacerlo girar mentalmente e imaginar cómo se vería desde otro ángulo, lo que les da a los varones una mayor aptitud para la mecánica. Así, en edades entre los 6 y 19 años, los chicos superan con creces a las chicas en pruebas mecánicas en las que se exige armar y desarmar algo. Por eso, en lo más alto de la escala de aptitudes mecánicas habrá siempre dos veces más varones que hembras. La capacidad espacial dota a los hombres también de un mejor sentido de la perspectiva y orientación, lo que se traduce en una mayor capacidad para el desarrollo pictórico y la composición musical. También les proporciona mayor facilidad para resolver laberintos y para interpretar mapas, así como una mejor puntería. Asimismo, la capacidad espacial o pensamiento abstracto permite a los hombres concentrarse más fácilmente en ideas abstractas y teoremas, lo que les confiere una superior aptitud para la geometría y las matemáticas superiores y para todo lo que tenga que ver con el razonamiento y la lógica. Tan sólo el 10 por ciento de las mujeres presenta excelente capacidad espacial o pensamiento abstracto. La superioridad del varón en el pensamiento abstracto (lo que podría llamarse también pensamiento estratégico), explica, por ejemplo, su total dominio en el mundo del ajedrez, incluso en países como Rusia, donde este juego cuenta, entre sus millones de practicantes, con el mismo número de mujeres que de hombres, pero donde el campeón es siempre un varón.

La superioridad masculina en cuanto a orientación espacial o pensamiento abstracto es indiscutible. Y lo es porque viene determinada por la influencia en el cerebro de la hormona sexual masculina (la testosterona). Por eso no es sólo propia del hombre, sino común a todos los mamíferos machos. Esto queda muy claro en el ejemplo de esas mujeres a las que les falta uno de sus dos cromosomas sexuales X, es decir, las que cromosómicamente son XO y padecen el Síndrome de Turner. Esas chicas, extremadamente femeninas, consiguen peores resultados que sus compañeras en los test de matemáticas y de orientación espacial; no son capaces de reconocer un objeto en la mano, ni imaginar cómo se vería desde otro ángulo; confunden la izquierda con la derecha (algo que les pasa a casi el 50 por ciento de las mujeres), etc. Esas mujeres han servido para comprobar la influencia de la testosterona en la capacidad espacial o pensamiento abstracto.

Hasta ahora se había pensado que las niñas aprendían a hablar y a leer antes porque maduraban y se desarrollaban antes que los niños, como queda demostrado en el hecho de que aprenden a gatear y a caminar antes que ellos. Sin embargo, hoy se sabe que no es sólo por eso (aunque también), sino porque las hembras emplean la herramienta adecuada para hacerlo; es decir, el mismo motivo por el que los varones destacan en capacidad espacial o pensamiento abstracto. De hecho, en Inglaterra existen ya colegios que imparten clases separadas para niños y niñas en materias como lengua, matemáticas y ciencias.

Y es que, los hemisferios cerebrales no son simétricos, algo que empezó a producirse en tiempos del homo habilis (hace 2 millones de años). En 1962, el neurólogo estadounidense, Roger Sparry, ganó el premio Nobel al identificar que los dos hemisferios cerebrales eran responsables de funciones intelectuales diferentes. Así, en el izquierdo predominan las funciones del lenguaje (hablar, leer y escribir) y el cálculo aritmético (que viene a ser lo mismo que unir palabras); y en el derecho, la orientación espacial y geométrica, el razonamiento matemático superior, las funciones artísticas y creativas, el desarrollo pictórico, la composición musical y las aptitudes mecánicas. Aunque hay que decir que todo esto no es más que en términos relativos; es decir, que un hemisferio es, en general, mejor que otro para determinadas cosas, pero eso no significa que el otro sea absolutamente incapaz para esas mismas cosas, sobre todo en el cerebro de la mujer. Porque en ella, los hemisferios cerebrales están mejor comunicados entre sí que en el hombre (la mujer tiene, aproximadamente, un 30 por ciento más de conexiones neuronales, aunque posee 4 billones menos de neuronas en todo el cerebro). El hombre tiene más desarrollado el hemisferio derecho que la mujer y ésta, a su vez, posee los dos hemisferios de similar tamaño y mejor conectados entre sí. Por eso, cuando los hombres y las mujeres sufren lesiones en la misma zona cerebral, acaban siendo afectados de modo distinto. Así, los varones con lesiones en el lado izquierdo del cerebro pierden gran parte del dominio del habla, mientras que las mujeres lo conservan casi enteramente. Y los hombres que se lesionan la parte derecha del cerebro pierden casi por completo el sentido de la orientación y no saben volver a su casa, mientras que las mujeres conservan casi íntegramente ese sentido. Esto ocurre porque, como en ellas los hemisferios cerebrales están mejor comunicados, cuando sufren una lesión en una de las dos mitades de su cerebro, la mitad dañada es compensada parcialmente por la otra mitad.

Estas diferencias entre los cerebros del hombre y la mujer no son las únicas; hay más. Así, mientras que en los hombres, las habilidades lingüísticas se reparten entre la zona frontal y posterior del hemisferio izquierdo, en las mujeres están concentradas en la parte frontal de ese hemisferio, aunque también utiliza una pequeña zona en la parte frontal de la otra mitad del cerebro. Y mientras que en los varones, la capacidad espacial está concentrada fundamentalmente en la parte frontal del hemisferio derecho, en las mujeres se encuentran repartidas entre las dos mitades, sin localización específica.

Al carecer el hombre de tantas conexiones neuronales entre sus dos hemisferios como posee la mujer, él está menos preparado para realizar varias tareas al mismo tiempo. A la mujer, por el contrario, le resulta más fácil simulta near cuestiones que se localizan en ambos hemisferios. Por eso, muchas mujeres son capaces de hablar por teléfono, cocinar y ver la televisión al mismo tiempo. Los hombres, mientras tanto, se enfadan porque no pueden hacerlo y bajan el volumen del televisor para concentrarse en una sola tarea.

Debido a su especial aprovechamiento del hemisferio cerebral izquierdo, las mujeres también destacan por su capacidad para efectuar tareas prácticas no espaciales y por llevar un mejor orden en los aspectos cotidianos de la vida. Esta predisposición, como el resto de la biología, puede ser parcialmente alterada por la práctica y la educación, es decir, los varones pueden desarrollar estas virtudes, lo mismo que puede haber mujeres terriblemente desordenadas. Pero la predisposi ción natural ayuda a explicar por qué, por ejemplo, en el Reino Unido, pese a todas las campañas en pro de la igualdad de los sexos, el 99 por ciento de las secretarias son mujeres.

Queda claro, por tanto, que el cerebro de la mujer está más intercomunicado que el del varón, pero en cambio es más disperso. El del hombre es más especiali zado y organizado, porque en él cada función tiene su propio lugar; salvo para el lenguaje, que es al contrario. Estas diferencias cerebrales determinan las distintas capacidades intelectuales del hombre y la mujer. Porque hoy se sabe que cuanto más concentrada está una cualidad intelectual en el cerebro, más eficaz resulta.

Los hombres tienen también una mayor habilidad motora y una superior coordinación entre las manos y los ojos. Esta es la razón por la que a los varones les encantan las cosas con motor, los juegos de ordenador y de videoconsola. En cualquier lugar del mundo, las salas de juegos recreativos y las pistas de monopatín están llenas de chicos poniendo en práctica sus habilidades espaciales.

La superior capacidad espacial y la mayor habilidad motora explica la supremacía masculina a la hora de conducir. Las feministas dicen que esto no es cierto y que todo es producto del machismo de la sociedad. Porque, según ellas, las cifras de accidentes de coche ponen de manifiesto lo contrario, es decir, que las féminas no sólo no son peores conduciendo que los varones, sino que incluso son mejores que ellos.

Ahora bien, que el número de accidentes protagonizados por hombres sea superior al de mujeres no significa nada, ya que al estar ellos más horas al volante que ellas y al recorrer más kilómetros, lo lógico es que haya más percances provocados por hombres que por mujeres. No se olvide que los varones recorren al año un 31 por ciento de kilómetros más que las mujeres. Por otra parte, aunque la cantidad de horas y kilómetros fueran los mismos, habría que analizar, no obstante, cómo conducen los unos y cómo lo hacen las otras, ya que a los hombres les gusta conducir de forma arriesgada (combinación de marchas, embrague, freno, etc.) porque así pueden poner a prueba sus habilidades espaciales. Los hombres, pues, sufren más accidentes de coche, no debido a su menor habilidad para manejar el vehículo, que es superior, sino porque su conducta al volante es más atrevida. Así gustan más que las mujeres por el exceso de velocidad; por conducir sin el cinturón de seguridad abrochado; por no guardar la distancia reglamentaria; por no respetar la preferencia de paso y por circular con el semáforo en ámbar. Esta forma de conducir de los hombres está relacionada con su mayor propensión a correr riesgos, y los estudios psicológicos confirman este estereotipo. Existe una clara diferencia entre el hombre y la mujer en cuanto al gusto por el riesgo. Los varones (sobre todo adolescentes y adultos jóvenes) participan desproporcionada mente más que las mujeres en actividades peligrosas, como saltos con esquíes, ala delta, carreras de automóviles o de motos. Una de las actividades más peligrosas que existen, la caza, es una actividad abrumadoramente masculina. Hay abundan tes pruebas interculturales que confirman la afición masculina por el riesgo. Estudios de la Organización Mundial de la Salud sobre el número de fallecimientos por accidentes demuestran una mayor tasa de muertes para los hombres de todos los grupos de edad y de todos los países. Aproximadamente, el doble que la de las mujeres. Desde una temprana edad, ellas muestran una mayor aversión por el riesgo, tanto social como físico. Así pues, el hecho de que los varones protagonicen la mayor parte de los accidentes de tráfico no es debido a su ineptitud a la hora de conducir, sino a su mayor propensión por hacerlo de forma arriesgada.

Por otro lado, las mujeres no salen prácticamente a la carretera, sino que se mueven casi exclusivamente por la ciudad, en donde el riesgo de accidentes es mucho menor. Los varones, en cambio, lo hacen en ambos lugares.

En consecuencia, para poder valorar quién conduce mejor, si el hombre o la mujer, tendrían que hacerlo ambos a la misma velocidad, el mismo número de horas, de la misma forma y en los mismos lugares.

Las feministas afirman que las mujeres conducen más despacio que los hombres porque tienen menos experiencia y porque son más prudentes. Pero las dos afirmaciones son falsas. La primera porque ignora que muchos de los varones que conducen tienen la misma experiencia o menos que muchas de las mujeres conductoras, dado que la experiencia es algo que no puede ser transmitido de unos hombres a otros, sino que es completamente personal. Por lo tanto, si a las mujeres se les nota más la inexperiencia será porque lo hacen peor.

Y la segunda afirmación también es falsa porque decir que las mujeres conducen más despacio debido a que son más prudentes es confundir la idea de prudencia con la de inseguridad. Viendo conducir a la mujer se ve claramente que está peor dotada para ello que el varón. Suele ir muy despacio, concentrada, sin hablar, como en tensión y sin seguridad en lo que hace. Y esa inseguridad está motivada por tres cosas: 1) por su menor capacidad espacial, 2) porque carece de los reflejos y del valor necesario para ir deprisa, dado que es más miedosa, y 3) porque está peor dotada para todo aquello que requiera el uso coordinado del cuerpo y los ojos. Por eso no hay casi pilotos de avión femeninos (menos del 1%), ni controladoras aéreas (6%), ni conductoras de coches de carreras (menos del 1%); y por eso las mujeres tardan más tiempo que los hombres en sacarse el carnet de conducir y no existen profesores de autoescuela femeninos.

Precisamente, los profesores de autoescuela han comprobado las siguientes diferencias entre el hombre y la mujer a la hora de aprender a conducir:

1.- En situaciones en las que se requiere una rápida reacción, el tiempo de respuesta es siempre mayor en las alumnas que en los alumnos. Además, en un porcentaje sensiblemente superior (64% en ellas, frente a un 23% en ellos), su respuesta no es la más adecuada a la situación surgida.

2.- Cuando la alumna se ve obligada a efectuar una marcha atrás, casi invariablemente (con una frecuencia del 82%), mueve el volante en el sentido equivocado (aunque en el resto de la prueba haya mostrado un nivel suficiente de destreza). La frecuencia de este fallo en los hombres es, en cambio, de sólo el 0.2 por ciento.

3.- Las aspirantes femeninas incurren en un número mucho mayor de pequeñas colisiones con el espejo retrovisor exterior, por no apreciar correctamen te la distancia lateral que le separa de los otros vehículos.

4.- Y en ocasiones de peligro extremo, o cuando se presenta un obstáculo peligroso imprevisto, algunas mujeres han llegado a soltar el volante para taparse la cara con las manos. Este caso, sin embargo, no se les ha presentado a los profesores nunca en un alumno hombre.

En resumen, la mujer está peor capacitada para todo aquello en lo que se requiere el uso coordinado del cuerpo y la mente. Esto, unido a su menor capacidad espacial, explica la superioridad masculina a la hora de conducir.

Así pues, la consabida idea de que la mayoría de las mujeres aparcan en línea peor que los hombres tiene una explicación racional y científica. Una investigación llevada a cabo por una autoescuela británica reveló que en el Reino Unido los hombres obtenían una media del 82 por ciento de precisión al aparcar su coche en línea cerca de la acera. Las mujeres sólo obtuvieron un 22 por ciento de precisión. Y en Singapur, un estudio de similares características, obtuvo un resultado del 66 por ciento de precisión en el caso de los hombres, mientras que las mujeres sólo representaron un 19 por ciento en el test de precisión.

La menor coordinación y capacidad espacial femenina explica también la superioridad masculina en juegos como el golf, el billar y el tiro, juegos en los que, para ser bueno, no es necesaria la fuerza muscular, sino la coordinación, el tacto y la capacidad para saber estimar la distancia, los ángulos, la velocidad y la dirección. Por eso, no ha habido una sola mujer campeona en ninguno de esos juegos.

En cambio, las mujeres pueden leer mejor la personalidad de la gente. Los
estudios muestran de forma palpable que las mujeres están mejor dotadas que los hombres para comprender los sentimientos humanos, una cualidad que aprovechan tanto las psicólogas y educadoras como las adivinadoras y echadoras de cartas, mayoritariamente féminas u homosexuales. Son también más sociables, algo que se pone de manifiesto en muchas situaciones cotidianas, como, por ejemplo, en esa costumbre que tienen de ir juntas al servicio. Sonríen más, son más afectuosas, tienen más paciencia, se interesan más por los demás y, como son más emotivas, sienten la congoja ajena como propia. Son también más empáticas (la empatía es, en psicología, la capacidad de ponerse en el lugar del otro) y reaccionan más rápido que los varones a las necesidades de un niño llorando. Su propensión para la crianza está presente desde muy jóvenes y aumenta con la pubertad. En todo el mundo y a lo largo de toda la historia las mujeres han aparecido siempre como el sexo más dado a la crianza y a realizar las tareas que conllevan el cuidado íntimo de los niños, los enfermos y los ancianos. Parecen estar diseñadas para preocuparse por la gente. Esto explica por qué constituyen el 70 por ciento de los profesionales de la enseñanza y el 80 por ciento de los de las ciencias de la salud (medicina, veterinaria). De hecho, desde el principio de su vida, las niñas muestran un mayor interés por comunicarse con otras personas. Quieren charlar con la gente. Los niños, por el contrario, son menos amables con los desconocidos. Las chicas tienden a atender a las personas, mientras que los chicos tienden a atender a los objetos.

La preocupación por los demás es innata en el cerebro femenino, no sólo de la mujer, sino de cualquier hembra animal. La prueba de que esto es así (como se ha explicado antes) es que las hembras de gorila y chimpancé, estudiadas en cautividad, también cuidan a muñecas cuando se les facilitan y se resisten a que se las retiren; mientras que los machos se muestran indiferentes. Este comportamiento femenino es consecuencia de las hormonas. De hecho, se ha comprobado que los niños y niñas cuyas madres toman durante el embarazo hormonas masculinas poseen un carácter más varonil: por ejemplo, son más individualistas e indepen dientes. En cambio, si sus madres toman hormonas femeninas, entonces su carácter se feminiza, se hacen más sociables, prefieren las actividades en grupo y dependen más de los otros.

Otras diferencias de comportamiento entre los dos sexos son, por ejemplo, que las mujeres responden mejor a los estímulos sensoriales. Ellas poseen mayor olfato (por eso no soportan los olores fuertes), distinguen mejor los sabores (no les agradan los sabores ácidos y amargos), oyen más, entonan mejor al cantar (por cada hombre que afina al cantar hay ocho mujeres con aptitud musical), ven mejor en la oscuridad y peor con mucha luz (porque tienen más células receptoras de la luz, llamadas bastones) y sufren menos de daltonismo (la probabilidad de que los hombres se vean afectados por este trastorno es 75 veces superior a la de la mujer; por cada mujer daltónica hay nueve hombres que lo son; de hecho, uno de cada ocho hombres lo sufre). La mayor propensión del varón a padecer daltonismo es debida a que las células receptoras de los colores (llamadas conos) son transmitidas sólo por el cromosoma X, y como la mujer posee dos de esos cromosomas, si uno transmite la enfermedades, el otro la neutralizada. Las mujeres poseen también más memoria que los hombres, si bien les desagrada el proceso intelectual del análisis.

La biología, pues, explica por qué las mujeres aprenden antes a leer y tienen más facilidad para los idiomas; por qué perciben mejor la personalidad de la gente y están más dotadas para todas las actividades verbales o comunicacionales, como la psicología, el periodismo, las relaciones públicas o la enseñanza, y por qué hay más mujeres ejecutantes de música que compositoras. Pero la biología explica también por qué hay más hombres que mujeres dedicados a las matemáticas, a la arquitectura, a la composición musical, al ajedrez, a la navegación, a la aeronáuti ca, a la mecánica, a la fontanería y a la electricidad; por qué los juegos de los niños son más agresivos que los de las niñas y por qué los hombres son más hábiles a la hora de aparcar un coche. Es decir, la biología explica por qué a lo largo de la historia, no ha habido apenas mujeres compositoras, artistas, filósofas, inventoras; esto es, por qué no ha habido mujeres en las actividades para las que es condición imprescindible la capacidad espacial o pensamiento abstracto. Se calcula que sólo un 10 por ciento de las mujeres tienen buenas habilidades espaciales.

Los varones, además, muestran una mayor curiosidad por todo lo que les rodea. Son ellos los que se sienten empujados a descubrir el funcionamiento secreto de todo lo existente (las leyes de la física, de la gravedad, del movimiento, o a inventar constituciones). No en vano, en España, el 85 por ciento de las personas que se dedican a la investigación son hombres. Y son ellos también los mecánicos e inventores de la sociedad; son hombres los que solicitan el 99 por ciento de las patentes, y es difícil imaginar qué puede reducir esa cifra al 50 por ciento.

¿Por qué los hombres son los pensadores, inventores y santos? Hay muchas teorías que aseguran que las diferencias biológicas y cerebrales entre los dos sexos son las culpables de que los hombres posean mayor creatividad y de que entre las mujeres no haya habido genios.

Tanto en lo que se refiere a santos como en lo concerniente a pecadores, los hombres aparecen en grandes cantidades. Sin embargo, las mujeres, apenas destacan. No existe un Mozart femenino porque no existe tampoco un Jack el Destripador femenino. Lo más alto y lo más bajo, lo mejor y lo peor de la conducta humana tiende a ser exhibido por los varones. Así, aún cuando las mujeres tienen, en promedio, una mayor capacidad verbal y una mayor penetración psicológica que los hombres, los grandes novelistas y los grandes psicólogos han sido siempre varones. Los hombres logran los mayores niveles de éxito intelectual, pero también los mayores niveles de fracaso, en cantidad y en calidad.

Para demostrar que el genio está limitado, con algunas excepciones, al sexo masculino, tal vez no hay mejor material disponible que la distribución de los premios Nobel entre hombres y mujeres. Como es bien sabido, en 1867, el químico sueco Alfred Nobel inventó la dinamita, un explosivo basado en la nitroglicerina y mucho más potente que la pólvora. El éxito del invento hizo millonario al inventor, pero las muertes producidas por la manipulación y el uso militar de la dinamita amargaron los últimos años de Nobel, que trató de aplacar su mala conciencia dejando su fortuna para premiar los esfuerzos por la paz y el progreso de la humanidad. El 27 de noviembre de 1895, un año antes de su muerte, escribió su testamento, en el que legaba los 33 millones de coronas de su fortuna para la creación de un fondo cuyos intereses anuales se repartirían en cinco partes iguales para premiar a aquellas personas que el año anterior hubieran aportado los mayores beneficios a la humanidad en los campos de la Física, la Química, la Medicina, la Literatura y la Paz. Desde 1969, un premio adicional de Economía viene siendo otorgado en su memoria por el Banco Central de Suecia.

En primer lugar, demos una revisión a los Premios Nobel en las ciencias durante los años 1943-1995, es decir, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya encontramos un número cada vez más grande de estudiantes universita rios femeninos. De un total de 102 laureados en Física, después de la Segunda Guerra Mundial, sólo uno (María Goeppert-Mayer, 1963) fue mujer. Y de los 83 premiados en Química, sólo uno (Dorothy Crowfoot Hodgkin, 1964) fue de sexo femenino. Entre los 120 laureados en Medicina, hubo 6 mujeres (Gerty Theresa Cori, 1947; Rosalyn Yalow, 1977; Barbara Mc Clintock, 1983; Rita Le vi-Montalcini, 1986; Gerturde Belle Elion, 1988 y Christiane Nüsskein-Volhard, 1995). Y si consideramos los premiados en Economía, encontramos 38 varones y ninguna mujer.

Con sólo ocho mujeres (2,3%) de un total de 343 premiados con el Nobel en Ciencias y Economía en los últimos 50 años, podemos afirmar con toda rotundidad que para la investigación, en su más alto nivel, se requieren testículos.

Por supuesto que si consideramos la situación de los premios antes de la Segunda Guerra Mundial, es decir entre los años 1901-1939, encontramos que la aportación de la mujer está relacionada con un sólo nombre, a saber, Marie Curie, que junto con su esposo, Pierre Curie, recibieron la mitad del Nobel de Física en 1903 (el premio fue compartido con Henri Becquerel). Después de la muerte de su esposo, Marie Curie (por su propio mérito) recibió el Nobel de Química en 1911. Finalmente, la hija de Marie Curie, Iréne Joliot-Curie recibió el Nobel de Química en 1935, junto con su esposo, Frédéric Joliot. Por tanto, de los 46 laureados en Física, sólo hubo una mujer. Y entre los 40 premiados en Química, sólo hubo dos mujeres. Los 42 premiados en Medicina fueron, en su totalidad, varones. Todo junto da un resultado de 3 mujeres laureadas de un total de 128 premios concedi dos. La misma representación femenina (2,3%) que se da después de la Segunda Guerra Mundial. Por consiguiente, la conclusión a la que se llega es la misma: que para la investigación de primer nivel se requiere una alta dosis de testosterona en la sangre.

No resulta sorprendente que en el Premio de Literatura la representación de la mujer sea considerablemente mejor que en el campo de las ciencias. De un total de 92 premiados en Literatura en el período 1901-1995, ocho fueron mujeres (Selma Lagerlöf, 1909; Grazia Deledda, 1926; Sigrid Undset, 1928; Pearl Buck, 1938; Gabriela Mistral, 1945; Nelly Sachs, 1966; Nadine Gordimer, 1991 y Toni Morrison, 1993). Esto significa un 8,7 por ciento.

En total, de los 563 premiados con el Nobel en Ciencias Naturales, Economía y Literatura durante el período 1901-1995, encontramos que sólo 19 son mujeres, o sea, el 3,4 por ciento. La conclusión a la que se llega es que el genio es una característica masculina; lo cual sigue siendo cierto a pesar de incluir la Literatura.

Si las cosas son así, hay que preguntarse por qué los medios de comunica ción, y en particular las escritoras feministas y las revistas para mujeres, sólo resaltan una parte de la realidad, olvidándose completamente de la otra. Los mejores chef del mundo son hombres. La mejor orquesta del mundo, la Orquesta Sinfónica de Viena, está compuesta totalmente por hombres. Ninguna mujer ha ganado el campeonato mundial de ajedrez, a pesar del fomento de la igualdad de los sexos en muchos países. El 82 por ciento de los santos son hombres. Es rara la ocasión en que una mujer se convierte en una ganadora de mucho renombre; y cuando tal cosa ocurre, resulta que esa mujer ha desarrollado una alta masculinidad y ha perdido su femineidad, razón por la cual, los hombres no se sienten atraídos por ella. ¿Por qué la masculinidad y los logros más altos van de la mano? Algunos investigadores sostienen que todo es cuestión del cromosoma Y, el causante de la testosterona y la masculinidad. El mismo cromosoma que provocan la existencia del inadaptado social es el responsable de la existencia del genio. Las mujeres carecen de ese cromosoma, pues sólo poseen dos cromosomas X; pero los hombres, al poseer uno cromosoma X y otro Y, tienen una mayor variabilidad.

A pesar de las pocas mujeres brillantes que han existido, las feministas siguen manteniendo que no hay nada en el cerebro femenino que justifique tal situación, y que las razones por las que ha ocurrido esto han sido dos: 1) porque la mujer ha estado durante mucho tiempo excluida de la cultura, y 2) porque cuando se le ha permitido entrar no lo ha hecho con las mismas oportunidades que el varón, pues, según dicen, en las áreas en las que ha tenido el mismo trato, como el teatro o el canto, ha dado igual número de primeras figuras que el hombre, como puede comprobarse viendo la cantidad de grandes actrices y cantantes que ha habido.

Ahora bien, las razones esgrimidas por las feministas no sirven para explicar por sí solas la ausencia de genios femeninos, dado que en terrenos como la música, el arte o la literatura, la mujer ha gozado, desde hace siglos, de las mismas oportunidades que el varón. Sin embargo, ¿cuántas compositoras, instrumentistas, pintoras, escultoras o novelistas de primera clase han existido? ¿cuántas compara bles a Miguel Ángel, Beethoven o Cervantes se conocen? Es evidente que ha habido innumerables grandes actrices y cantantes; pero es que para esas profesio nes no es necesario el pensamiento abstracto, sino simplemente contar con dotes de interpretación y poseer un buen oído y una bonita voz. En cambio, para componer música, para pintar un cuadro, o incluso para escribir teatro, sí se precisa la visión espacial o pensamiento abstracto, y por eso, en tales actividades, el varón ha demostrado una evidente superioridad.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
6.- El porqué de las mejores notas femeninas

Las feministas insisten en que no hay ninguna limitación en el cerebro femenino que justifique la hegemonía intelectual masculina, y que todo lo que se dice no son más que prejuicios misóginos. Aseguran que la mujer no sólo no es mentalmente inferior al hombre, sino que incluso es superior a él. Y para demostrarlo ponen como ejemplo el hecho de que las chicas saquen mejores notas que los chicos en todos los niveles educativos, es decir, tanto en los estudios primarios, como en los secundarios, o en la universidad.

Pero esto tiene una explicación, además de no ser exacto. La explicación es doble. Por un lado, la educación favorece la tendencia innata de la mente femenina (aceptación pasiva de información comunicada verbalmente). Es decir, el sistema educativo favorece a la mujer y constituye una conspiración contra las aptitudes e inclinaciones mentales del varón. Porque no debe olvidarse que el cerebro humano está programado antes de nacer para tener percepciones y comportamien tos distintos según el sexo. Los niños, por ejemplo, son más activos que las niñas; quieren jugar con cosas y muestran una mayor curiosidad por todo el espacio que habitan. Ellas, en cambio, son más pasivas, se a

Avatar de Usuario
desarmado
Mensajes: 4782
Registrado: 08 Feb 2005, 18:53

Mensaje por desarmado » 06 Ene 2006, 15:55

Menudo tocho ! ya hacia años que lo había leido. Estas diferencias cerebrales y de comportamiento son sabidas.
Al hilo del tema: yo entiendo el impulso sexual. La especie tiene que perpetuarse y la naturaleza nos dota el acto de sensaciones agradables para que nos perpetuemos. hasta aquí llego. Pero, el instinto maternal? Como hombre me pierdo. si tenéis o no instinto maternal, es un sentimiento que vosotras podéis (o no) sentir. Yo me pierdo. En cuanto al instinto paternal: jamás he sentido tal cosa. Tengo amigos muy padrazos ( bueno, es amigo, sólo uno) pero no sé si eso es instinto paternal o responsabilidad o yo que sé.
Salud
Imagen
---------------------------------------------------
AMO LA $GA€, AMO AL GRAN H€RMANO.

franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 06 Ene 2006, 23:31

Perdonad, que se ha partido el texto en dos (no sé porqué) y no salió toda la explicación, aquí expongo lo que no apareció en el anterior mensaje que dejé, es la segunda mitad :wink: :



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
6.- El porqué de las mejores notas femeninas

Las feministas insisten en que no hay ninguna limitación en el cerebro femenino que justifique la hegemonía intelectual masculina, y que todo lo que se dice no son más que prejuicios misóginos. Aseguran que la mujer no sólo no es mentalmente inferior al hombre, sino que incluso es superior a él. Y para demostrarlo ponen como ejemplo el hecho de que las chicas saquen mejores notas que los chicos en todos los niveles educativos, es decir, tanto en los estudios primarios, como en los secundarios, o en la universidad.

Pero esto tiene una explicación, además de no ser exacto. La explicación es doble. Por un lado, la educación favorece la tendencia innata de la mente femenina (aceptación pasiva de información comunicada verbalmente). Es decir, el sistema educativo favorece a la mujer y constituye una conspiración contra las aptitudes e inclinaciones mentales del varón. Porque no debe olvidarse que el cerebro humano está programado antes de nacer para tener percepciones y comportamien tos distintos según el sexo. Los niños, por ejemplo, son más activos que las niñas; quieren jugar con cosas y muestran una mayor curiosidad por todo el espacio que habitan. Ellas, en cambio, son más pasivas, se apiñan a un lado en la escuela para hablar entre sí, escuchan y se intercambian secretos. De hecho, a partir de los 4 y hasta los 10 años, los niños y las niñas juegan separados.

Sin embargo, en la escuela, tanto a las niñas como a los niños se les dice que permanezcan quietos y escuchen. No es de extrañar, pues, que a los chicos se les castigue mucho más que a las chicas. Ni tampoco, que más del 95 por ciento de los pequeños a quienes se les diagnostica hiper-actividad sean varones. Esta condición, en cambio, casi no existe entre las niñas. El cerebro de la mujer, pues, se adapta mejor al rol de alumna.

Además, los niños en la escuela se ven obligados a tener que leer y escribir, habilidades que favorecen también a la mente femenina. El resultado es que las clases acaban llenándose de niños con problemas de lectura; niños que no aprenden ortografía y que terminan siendo clasificados como disléxicos 4 veces más que las niñas. Téngase en cuenta que niños con problemas de lenguaje fueron, entre otros, Fáraday, Édison y Einstein. Se ha causado un gran perjuicio a los niños en su educación, al suponer que su lentitud a la hora de aprender a leer, en relación con las niñas, era debida a su torpeza.

Por otro lado, la explicación de que las chicas saquen mejores notas que los chicos se debe a que ellas tienen más memoria, más paciencia y son más estudiosas (dedican a esa actividad casi un 20 por ciento más de tiempo que sus compañeros). Por eso, del total de alumnos que acuden hoy a las 47 universidades públicas españolas, casi el 60 por ciento son mujeres. No es sorprendente, pues, que el número de mujeres con titulación universitaria supere actualmente al de varones. Como tampoco es de extrañar que haya más mujeres universitarias trabajando que varones. Ahora bien, lo de las mejores notas femeninas es verdad sólo como promedio (mejores notas medias). Porque la realidad es que los hombres sacan más suspensos, pero también más matrículas.

Por otro lado, tampoco es exacto que las mujeres obtengan mejores notas que los hombres, porque hay dos importantes excepciones: el nivel de doctorado, en el que los varones son claramente mejores, y las carreras técnicas, en las que los hombres son también muy superiores. Por eso, cuando llegan a la Universidad, los chicos se deciden por carreras como la Física o la Ingeniería, y las chicas, por la Sociología, la Enseñanza o los Idiomas. De hecho hay estudios universitarios, como son los de determinadas ciencias (Matemáticas, Físicas, Geológicas) o las carreras técnicas superiores (Arquitectura, Ingeniería, Informática), en los que las mujeres siguen siendo minoría (20%) y muy pocas las que logran acabarlos. Se trata de campos cuya desigualdad académica y vocacional preocupan en este momento.

La inferioridad femenina en las carreras técnico-científicas explica también por qué las cátedras que cuentan con mayor número de mujeres son las de Humanidades y las de Ciencias Sociales, mientras que en las carreras técnicas, Ingeniería e Informática, el número de mujeres es mínimo. Y esta es la razón asimismo de que algunos gremios estén totalmente copados por el sexo femenino, como son los vinculados a las ciencias de la salud (Medicina, Veterinaria), en donde 8 de cada 10 profesionales son mujeres; o la enseñanza, en la que el sexo femenino constituye el 70 por ciento de los profesionales, o las carreras jurídicas y sociales, en donde los licenciados han pasado a ser, en su mayoría, licenciadas (2 de cada 3 diplomados pertenecen al sexo femenino).

En cualquier caso, lo que es evidente es que el sistema educativo favorece y favorecerá a la mujer mientras siga siendo asunto de "yo hablo y tú escuchas". Pero esto no significa que la enseñanza sea sexista, sino que los cerebros del hombre y la mujer lo son. Y aunque es cierto que el sexo del cerebro se determina en la matriz, la diferencia cerebral definitiva no se produce hasta que fluyen las hormonas en la pubertad.

Así es. Cuando se están desarrollando los fetos, las hormonas establecen ciertas diferencias entre los cerebros del niño y la niña, y ello se nota ya en los primeros años de vida. Pero al llegar la pubertad, esas diferencias, en cuanto a comportamiento, actitudes sociales y capacidades mentales, se convierten en un abismo. La pubertad, pues, acentúa la diferencia cerebral entre los chicos y las chicas. Antes de la pubertad puede decirse que asistimos al desarrollo de dos motores distintos (los cerebros). Pero, pese a todas las diferencias existentes en la infancia, la cantidad de hormonas que circulan por el cuerpo del niño y la niña es casi la misma. Sin embargo, con la llegada de la pubertad, las hormonas invaden la escena por segunda vez y se ve lo que ocurre cuando a esos dos motores (cerebros) se les añade combustible (hormonas). Los cambios entonces son espectaculares.

En el caso de las niñas, hacia los 8 años, el nivel de hormonas femeninas (estrógenos y progesterona) empieza a subir. Su físico se redondea, los pechos se hinchan y, hacia los 13 años, empieza el ciclo menstrual.

La hormona de los niños (la testosterona) fluye con fuerza unos dos años más tarde que las hormonas de las niñas (sobre los 10). La concentración de testosterona en los chicos adolescentes sube hasta alcanzar un nivel 20 veces superior al de las chicas, diferencia que se mantiene hasta la vejez. Esa testosterona es la misma sustancia que en la matriz se encargó de dar al cerebro la pauta masculina. Debido al brusco incremento del nivel de testosterona, los chicos adolescentes experimentan un repentino aumento del crecimiento, el tono de voz se les agrava, aparece la nuez, los testículos les bajan a su sitio, aumenta el tamaño de los genitales y todo su equipo sexual adquiere vida propia.

Pues bien, así como los cambios bioquímicos modifican el cuerpo de los adolescentes, esos cambios modifican también sus percepciones, sus emociones y sus capacidades. Se vuelven más seguros de sí mismos y evitan todo sentimiento susceptible de ser interpretado como debilidad (miedo, llanto, angustia, indecisión, etc.). Pero la hormona masculina también intensifica las habilidades espaciales, mientras que las hormonas femeninas las debilitan. Por eso, las notas de los chicos, en cuanto al cociente intelectual, suben vertiginosamente entre los 14 y 16 años, y las notas de las chicas tienden a estabilizarse o incluso a descender.

Efectivamente, alcanzada la pubertad se produce algo muy importante: los chicos alcanzan a las chicas en habilidades verbales (aunque no las superarán nunca) y las sobrepasan en capacidad matemática superior, que es una derivación de la marcada superioridad masculina en capacidad espacial o pensamiento abstracto. Por eso, si bien las niñas aprenden antes que los niños a contar, llegada la pubertad, ellos no tardan en mostrar una evidente superioridad en el razonamien to matemático conceptual. Las chicas se ven obligadas a dejar paso a sus compañeros en cuanto el tipo de matemáticas cambia de la simple aritmética a la teoría; es decir, en cuanto las matemáticas pasan de ser una mera habilidad de cálculo, a tener que ver más con conceptos abstractos de teoría y espacio, que son los puntos fuertes innatos masculinos. La proporción de éxito de chicos contra chicas en matemáticas aumenta a medida que sube el nivel de dificultad. En la Universidad de Boston, en EE.UU., se llevó a cabo un estudio de habilidad matemática en niños superdotados de entre 11 y 13 años y se descubrió que cuanto más difíciles eran las pruebas, más ventaja sacaban los niños a las niñas. En las pruebas fáciles, los niños superaban a las niñas 2 a 1; en las pruebas medias, la diferencia era de 4 a 1, y en las más difíciles, los chicos llegaron a situarse 13 a 1.

Queda claro pues, que al nivel más alto, los mejores niños eclipsan totalmente a las mejores niñas. Éstas no sólo no pueden superar nunca al mejor niño, sino que por cada niña excepcional hay más de trece niños excepcionales.

A los chichos, pues, les es más fácil concentrarse en las ideas abstractas y en los teoremas. A las chicas, en cambio, su cerebro las pone en desventaja para resolver problemas que tengan que ver con la percepción espacial y la capacidad matemática.

Todas estas diferencias temperamentales se refieren al promedio de hombres y mujeres, no a las excepciones, que las hay. Pero la excepción no invalida la regla general media. Al contrario, la excepción confirma la regla. Puede haber una regla sin excepción, pero no puede haber una excepción sin regla. ¿Excepción de qué? La excepción supone y presupone la existencia de una regla. No puede existir la excepción si no existe la regla. La excepción no elimina la regla, sino que la confirma y la refuerza.

Es como cuando decimos que los hombres son más altos y corpulentos que las mujeres. Por supuesto, algunas mujeres son más altas y corpulentas que algunos hombres, pero desde el punto de vista estadístico, los hombres son en promedio un 7 por ciento más altos que las féminas y un 8 por ciento más corpulentos (esto se ve muy claramente entre hermanos de distinto sexo).

Por tanto, quien diga que las diferencias temperamentales entre el hombre y la mujer no tienen importancia porque no son ciertas para todos los individuos, también ha de estar dispuesto a decir que las diferencias de estatura entre un sexo y el otro no existen porque tampoco son ciertas para todos los individuos. Sin embargo, si bien la talla media de los hombres y de las mujeres sólo difiere en unos centímetros, el porcentaje de mujeres que se sitúan entre los individuos más altos de la población es mínimo. En EE.UU, por ejemplo, en la talla de 178 centímetros, que es aproximadamente la media de los varones estadounidenses, éstos superan a las mujeres en una proporción de 30 a 1. Sin embargo, a la altura de 183 centímetros, los hombres superan a las mujeres en una proporción de aproximada mente 2000 a 1. Por ello, en toda actividad en que se precise o se premie la altura es previsible que los varones arrollen. Y hay que tener en cuenta que las diferencias estadísticas de las habilidades, aptitudes o capacidades entre el hombre y la mujer son todavía mucho más grandes que las que se refieren a la estatura y demás aspectos físicos.

Ahora bien , esas diferencias no han de ser vistas como una minusvalora ción de la mujer. Es cierto que la mayoría de las mujeres no pueden leer un mapa igual de bien que la mayoría de los hombres, pero ellas pueden leer mejor la personalidad de la gente.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
7.- La agresividad

La diferencia más obvia, la más llamativa entre el comportamiento masculino y femenino es la agresividad. El hombre es más agresivo que la mujer, como lo son también la mayoría de los machos de las distintas especies animales. Desde el ratón hasta el hombre (con muy pocas excepciones), el macho de toda especie es más agresivo que la hembra. La agresividad tiene una causa abrumado ramente biológica, no social, como lo prueba el hecho de que puede anularse o estimularse con medicamentos o drogas (los neurolépticos la anulan; la cocaína y las anfetaminas la estimulan). Es verdad que también la sociedad puede provocar reacciones agresivas. Por ejemplo, la injusticia conduce a la agresividad. Sin embargo, si la agresividad fuera debida sólo a causas sociales, es decir, si únicamente estuviera motivada por aspectos externos, podrían estudiarse los factores que la desencadenan para acabar con ella. Bastaría, pues, con evitar a los niños frustraciones hasta completar el desarrollo de su personalidad para que de adultos fueran menos agresivos. Sin embargo, se ha comprobado lo contrario. Esto es, niños a los que en el seno familiar se les da gusto en todo para evitarles frus traciones, al salir del hogar y encontrarse con una realidad mucho más hostil, se vuelven agresivos.

Así pues, la agresividad masculina no es social, sino biológica. Es debida a las hormonas masculinas, sobre todo, a la testosterona. Y es que, los andrógenos no sólo poseen un efecto organizador en la estructura interna del cerebro, sino que tienen también una influencia inmediata sobre el comportamiento. Por ejemplo, los altos niveles de testosterona en los adolescentes guardan relación directa con su excesiva agresividad. Ahora bien, la agresividad no es sólo cuestión de hormonas. Para poder producir agresividad, la testosterona necesita un cerebro masculino sobre el que actuar. Si, por ejemplo, se castra a un macho de rata antes de que sus hormonas le hayan dado un cerebro masculino, no habrá dosis posterior de testosterona que produzca la misma agresividad que en un cerebro masculino. De igual modo, si a una hembra de rata, cuando su cerebro no ha terminado de madurar, se le aplican dosis anormales de hormona masculina, se volverá de adulta tan furiosa y agresiva como un macho. Y lo mismo ocurre con las personas. Una mujer normal no será jamás tan agresiva como un hombre, aunque se le inyecten dosis de testosterona, pues su cerebro no está "programado" para reaccionar ante dicha sustancia de esa forma. En cambio, a los hombres no muy agresivos sí se les puede volver más agresivos con una inyección adicional de hormona masculina.

Así pues, la testosterona conduce a la agresividad cuando entra en contacto con el cerebro masculino. Por el contrario, una de las hormonas femeninas (el estrógeno) posee una acción neutralizadora sobre el efecto agresivo de la testosterona. No por casualidad, se administra estrógeno a los presos de conducta violenta, consiguiendo así una acusada dulcificación de su carácter.

Debido a la testosterona, los hombres son considerablemente más violentos y asociales en todas las partes del mundo. En cualquiera de las conductas de marginación social sobresalen los hombres muy por encima de las mujeres. Del total de detenidos por la policía, el 88 por ciento son varones. La población reclusa femenina en España no llega al 10 por ciento. En Estados Unidos, los hombres cometen el 96 por ciento de los robos y el 81 por ciento de los crímenes. Es 5 veces más probable que asesinen ellos a que lo hagan ellas. Sólo en agresividad verbal se igualan los dos sexos. Los psicólogos evolutivos han estudiado los homicidios en todo el mundo y han hallado una pauta consistente: los agresores y víctimas son generalmente personas de sexo masculino, jóvenes y solteros.

Y es que, desde los 2 años, los niños se muestran más agresivos que las niñas. Los juegos de éstas son en su mayoría de colaboración y no competitivos. Cuando discuten, aunque lo hacen menos que los niños, resuelven las diferencias con palabras. Los niños, en cambio, corretean y muestran una permanente actividad. El interés masculino por mandar y el femenino por mantener las relaciones sociales son perceptibles desde muy temprana edad. La testosterona hace que los niños jueguen siempre a enfrentarse. En un grupo de infantes se perfila una jerarquía que elige con rapidez al líder y en donde el único objetivo es ganar. La agresividad del varón, producida por la testosterona, se canaliza en juegos de acción, peleas, contacto corporal, competitividad, dominio, liderazgo y un cierto conflicto. Quieren tener éxito y dominar. Y a medida que van creciendo, juegan de un modo cada vez más brusco. Los estudios demuestran claramente que los chicos prefieren la competencia a la cooperación y las chicas, la cooperación a la competencia. Los juegos de las chicas son más sociales. Juegan por diversión y lo que pretenden es hacer amigas. Esto se ve también en los animales. A todos los cachorros les gusta jugar a pelear. Pero cuando cumplen un año de vida, las hembras empiezan a separarse de los machos y forman un grupo aparte, en el que practican juegos menos agresivos que los realizados por los machos. Éstos, a medida que crecen, empiezan a competir por el liderazgo, algo que les permitirá perpetuar su código genético. Los humanos, pues, no hacemos más que repetir los comportamientos de las especies animales.

El vertiginoso aumento de testosterona en los chicos a partir de los 10 años hace que se vuelvan cada vez más agresivos. A partir de esta edad (la pubertad), las peleas pasan a convertirse en una práctica habitual de su comportamiento. No es extraño, pues, que el grupo de edad con mayor tasa de agresividad sea el comprendido entre los 13 y 17 años. Los chicos de estas edades protagonizan también los índices más altos de criminalidad.

Después de los 50 años, cuando los niveles de testosterona van bajando, los hombres se van volviendo cada vez menos agresivos y más cariñosos. Por el contrario, las mujeres, al ir disminuyendo sus niveles de estrógeno (con su conocida capacidad neutralizadora de los efectos agresivos de la testosterona, presente en pequeña cantidad en todas ellas), tienden a ser más decididas, seguras y agresivas. Por tanto, en la vejez, conforme los niveles hormonales de hombres y mujeres se van asemejando, sus diferencias de agresividad también.

Queda claro, pues, que los varones (como, en general, todos los machos animales) son por naturaleza más agresivos que las hembras, lo que tiene una significación mucho mayor de lo que parece, porque explica en gran medida la dominación histórica del varón dentro de la especie humana. Y es que, la testosterona no sólo estimula en el hombre la agresividad, sino que, además, su impacto en el cerebro masculino produce deseo de dominación, decisión y empuje. De ahí que la búsqueda de poder, de dominio y la conquista de los roles de presti gio, sean rasgos abrumadora y universalmente masculinos.

Las feministas no deberían ignorar esto cuando tratan de explicar por qué la mujer a lo largo de la historia no ha conseguido llegado al poder. Deberían saber que buena parte de las relaciones que existen entre las personas se basan en la capacidad que tienen algunos individuos de influir en la conducta de los demás. Esa capacidad se denomina "poder" y una de sus formas más comunes es el "poder coercitivo". El poder coercitivo se apoya en la fuerza y se basa en la posibilidad que tiene un sujeto o un grupo de ellos de castigar a otro si éste no se deja influir. Pues bien, no cabe ninguna duda de que el varón posee un tipo de fuerza (la física) que le permite ejercer el poder coercitivo sobre la mujer y colocarse en ventaja para acceder a la conquista del poder político y social.

Ahora bien, los hombres no aprenden la agresividad como una táctica de guerra entre los sexos. Ni enseñan a sus hijos varones a ser más agresivos; de hecho es al contrario: tratan en vano de que los niños sean menos violentos. Y es que, la agresividad masculina supone un problema para los propios varones.

La agresividad, pues, es un rasgo natural y típicamente masculino, y enfadarse por ello es tan inútil como enfurecerse porque salga el Sol, por la existencia de la gravedad o por la presencia del Himalaya.



DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
8.-Testosterona y sexualidad

La testosterona no sólo es la hormona de la agresividad y del dominio, es también la hormona del apetito sexual, tanto en los hombres como en las mujeres. Por ejemplo, los chicos, aunque maduran sexualmente más tarde que las chicas, tienen más sueños eróticos, se masturban con mayor frecuencia y tienen relaciones sexuales antes que ellas. Las mujeres, en los días previos a la ovulación (entre los 18 y 21 días después de la última menstruación), experimentan un mayor deseo sexual, aumento que viene provocado precisamente por la producción en sus glándulas suprarrenales de una pequeña cantidad de testosterona.

La sabia naturaleza ha hecho coincidir el momento de mayor fertilidad femenino (la ovulación) con el de mayor deseo sexual, no sólo en la mujer, sino en todas las demás hembras animales. La diferencia es que mientras que las monas, o las gatas, o las yeguas se defenderán del macho si éste intenta copular cuando ellas no están en celo, la hembra humana es capaz de mantener relaciones sexuales sin importar en qué momento del ciclo biológico se encuentra. En definitiva, la mujer es capaz de disociar el acto sexual de la reproducción.

Las mujeres que pierden sus ovarios y no pueden producir hormonas femeninas, siguen conservando íntegramente la capacidad de excitación sexual. Pero si pierden las glándulas suprarrenales (que en ambos sexos segregan un pequeño flujo de testosterona), su libido se derrumba y sólo puede restablecerse con inyecciones de hormona masculina.

Asimismo, ciertas píldoras anticonceptivas provocan a veces en las mujeres una reducción en la tasa de testosterona, lo que acarrea un descenso de su libido. Así pues, el deseo sexual en la mujer está sustentado en la acción de la testostero na.

La distinta cantidad de hormona masculina entre el hombre y la mujer es también la responsable de que el impulso sexual masculino sea más fuerte que el femenino, al menos antes de lo 40 años, porque a partir de esa edad, a veces, es al contrario. Estas diferencias sexuales son motivo de conflictos en la pareja tanto en la juventud como en la madurez.

Un estudio del Instituto Kinsey norteamericano concluye que el 37 por ciento de los hombres piensa en el sexo cada 30 minutos, mientras que sólo el 11 por ciento de las mujeres alcanza esa frecuencia. La explicación hay que buscarla en la alta producción de testosterona en el hombre, que le mantiene casi siempre dispuesto al acto sexual, mientras que en la mujer depende más de sus ciclos hormonales. Es conocida la frase, pronunciada por las mujeres, de que "los hombres siempre están pensando en lo mismo". Los varones privados de sexo se vuelven irritables. Las mujeres, en cambio, no experimentan esa misma sensación con el celibato.

El hombre está diseñado con una sed de sexo muy superior a la de la mujer. El varón tiene instalada una fábrica de semen que trabaja las 24 horas del día. Los testículos son unos laboratorios que fabrican espermatozoides ininterrumpidamente hasta que el almacén de esperma se llena. El cerebro, que tiene noticia puntual del estado de fabricación y almacenamiento de ese producto, cuando detecta que el almacén está lleno activa en el varón la sensación emocional de querer sacar esa mercancía afuera. Pero el programa cerebral encierra además un detallado manual de instrucciones sobre dónde hacerlo, para lo cual, el pene abandona su tamaño flácido y menguado y adopta una rigidez y tamaño mucho más grande. La mujer no tiene una fábrica comparable ni unas ganas periódicas de eliminar una mercancía de parecida naturaleza.

La influencia de la testosterona en el apetito sexual queda demostrada en los homosexuales. La mayoría de los gay (que producen testosterona en sus testículos) tiene un apetito sexual similar al de los hombres heterosexuales. Y las lesbianas, que también presentan niveles de testosterona mayores que las demás mujeres, poseen un impulso sexual más fuerte.

La testosterona, pues, influye decisivamente en la sexualidad. Cuanta más haya en el cuerpo, más fuertes serán los impulsos sexuales, ya sean éstos heterosexuales u homosexuales, ortodoxos o desviados. Por eso, entre las mujeres hay menos homosexuales que entre los hombres (1% entre ellas y 8% entre ellos). Y por eso, la mayoría de las personas que sufren trastornos de conducta sexual son hombres. Todas las desviaciones sexuales (travestismo, voyeurismo, exhibicionis mo, sadomasoquismo, fetichismo, etc.) son territorio casi exclusivo de los varones. Las mujeres tampoco violan a criaturas y luego las asesinan. Ni trafican con seres humanos y los obligan a prostituirse. Ni alimentan el viscoso mercado de la pornografía.

La pornografía (representación gráfica del sexo) es una industria eminente mente masculina. El deseo sexual del hombre se desencadena a partir de estímulos visuales. A los varones ver sexo les excita. Un primer plano de los genitales femeninos es un excitante sexual para los hombres; mientras que las fotos de penes erectos, en general, no estimulan a las mujeres. En ellas, el deseo sexual está más ligado a la palabra que a la imagen. Las mujeres prefieren más las novelas románticas o las eróticas. Ni siquiera los concursos de Mister Universo han suscitado entre el sexo femenino el mismo interés que los de Miss Universo entre los varones. La belleza de la mujer, en la mayoría de las culturas, está más considerada que la del hombre.

La mayor tasa de testosterona hace también que los hombres sean más promiscuos que las mujeres. El deseo por la novedad sexual es innato en el cerebro masculino. Si no fuera por los condicionamientos sociales, el hombre sería promiscuo, como ya ha sucedido en casi el 80 por ciento de las civilizaciones humanas. Todas las investigaciones demuestran que los hombres buscan más la diversidad sexual. En la mayoría de los animales, los machos tienden a ser polígamos y suelen competir entre ellos por el acceso a las hembras; ellas, en cambio, están menos interesadas por la variedad de compañeros. Las mujeres son, en general, más selectivas que los hombres y no mantienen relaciones sexuales con cualquiera. Para que les guste el sexo necesitan afecto e intimidad. Les gusta el sexo con sentimientos y no el sexo por el sexo. La intimidad, la seguridad y la fidelidad son estímulos eróticos para las mujeres, lo que queda demostrado en el hecho de que la tasa de orgasmos femeninos aumenta 5 veces en la cama matrimonial.

Que una mujer felizmente casada tenga una aventura es algo excepcional. En el hombre, en cambio, no es tan raro, porque las aventuras extramatrimoniales no tienen la misma importancia para ellos que para ellas. Cuando el matrimonio se basa en el amor, la esposa da sexo (a su marido) y el hombre renuncia a él (con otras mujeres). Algo parecido pasa con la prostitución. La mujer a cambio de dinero da sexo, y el hombre a cambio de sexo da dinero. Los hombres, pues, separan mejor el afecto del sexo. El cerebro masculino (que posee un lugar para cada cosa), parece como si contara con un compartimento para el sexo y otro para las emociones, sin relación entre ellos.

La diferente promiscuidad entre varones y hembras es lo que ha hecho que a lo largo de la historia no haya estado igual considerada la actividad sexual del hombre y la mujer fuera de la pareja.

Para las feministas, esta distinta moralidad es debida a que, según ellas, han sido los hombres los que han creado los códigos de conducta sexual, haciéndolos más permisivos para ellos. Pero esto no es cierto. Los códigos de conducta sexual no han sido creados por los varones, sino por toda la sociedad. En todas las épocas, han existido normas sobre la sexualidad. Ésta no ha estado nunca basada en la promiscuidad, sino sometida a ciertas reglas. Al principio, debió existir una monogamia natural, un emparejamiento cuyo fin debió de ser el de servir de incremento y cuidado de la prole. Pero pronto, las normas sexuales se hicieron más estrictas para la mujer. ¿Por qué? Pues porque, en general, como se ha visto antes, la mujer es menos promiscua que el hombre. Por eso, la que no es así es inmediata mente criticada por la sociedad.

Las feministas tampoco están de acuerdo con esto. Según ellas, la razón por la que los hombres han creado códigos de conducta sexual más rígidos para la mujer, no es la diferente promiscuidad de ambos sexos, sino el hecho de que los varones no están nunca seguros de ser los verdaderos padres de sus hijos y temen ser engañados.

Es cierto que los hombres no pueden estar nunca seguros de ser los verdaderos padres de sus hijos; aunque al hacerse éstos mayores, si se les parecen, salen de dudas. Sin embargo, los varones sí saben en todo momento quién es la madre de sus hijos; mientras que las mujeres, si mantiene relaciones sexuales simultáneamente con más de un hombre, no pueden saber con certeza de quién es el hijo.

Queda claro, pues, que los hombres y las mujeres viven la sexualidad de forma muy distinta. Y la explicación es doble. Por un lado, está la influencia de la testosterona en el cerebro, ya que, dado que los cerebros de los hombres y las mujeres son distintos, la influencia de la hormona masculina en ellos también lo es. Es decir, como el cerebro de los varones está más sintonizado con el efecto de la testosterona, su influencia en él, como estimulante sexual, también lo es. Y esta es la razón por la que el impulso sexual masculino es más fuerte que el femenino.

Por otro lado, está el hecho de que el varón utiliza más que la mujer el sistema límbico del cerebro (el encargado de los emociones), así como que su hipotálamo es mayor que el femenino. Esto explica por qué el comportamiento del hombre es sexualmente más físico y menos romántico que el de la mujer. Ellos quieren carne y ellas amor; ellos quieren sexo y ellas relaciones.

Por tanto, el cerebro, el cuerpo y las hormonas conspiran para que los hombres sean sexualmente más agresivos. Ya Freud decía que la mujer es por naturaleza pasiva, y que ello se comprueba en que la vagina espera la llegada del pene y el óvulo, la del espermatozoide. O en la forma más extendida que existe de hacer el amor: el hombre encima y la mujer debajo. Es más, la mujer puede mantener relaciones sexuales sin estar sexualmente excitada. Esto es lo que suelen hacer las prostitutas. De hecho, se considera prostituta a la mujer que busca en el sexo beneficio y no placer. El hombre, en cambio, necesita estar excitado (es decir, con erección) para poder mantener relaciones sexuales. Por eso, la prostitución le está vedada al varón, porque para vivir de la prostitución es necesario poder mantener varias relaciones sexuales cada día. Este intenso ritmo sexual es exclusivo de la mujer, dado que ella no tiene que estar excitada para mantenerlo. Sin embargo, el hombre sólo es capaz de mantener relaciones sexuales (heterose xuales, no homosexuales) con excitación, ya que ningún hombre normal puede lograr una erección si no se encuentra excitado.

Por tanto, la biología excluye al varón la posibilidad de vivir del sexo. Cierto es que existen los gigolós, pero éstos, primero, no trabajan varias veces al día, y segundo, sólo ejercen su "profesión" mientras son muy jóvenes y enérgicos, limitación que no tienen las prostitutas. Éstas sólo están limitadas por el deterioro de su físico.

La prostitución también le está vedada al varón porque como las mujeres son sexualmente más pasivas, no suelen ir en busca de los hombres, cosa que sí ocurre al revés. A las mujeres les gusta más reclamar la atención masculina mediante el uso erótico de su cuerpo, porque saben perfectamente que el cuerpo femenino es un cebo infalible para los varones.

Las feministas dicen que el hecho de que la mujer sea vista por el hombre como objeto erótico es una discriminación contra el sexo femenino. Olvidan que es la propia mujer la que explota su cuerpo con ese fin. Ahí están, para demostrar lo, la moda, la publicidad, los concursos de belleza y la prostitución. Para las feministas, no obstante, son los hombres los que explotan el cuerpo femenino en esas actividades, lo cual no es cierto. Porque ignoran que los varones también participan en la moda, en la publicidad y en concursos de belleza y, sin embargo, ellos no se sienten explotados por la mujer.

En cuanto a la prostitución, las feministas aseguran que muchas de las mujeres que se dedican a ella lo hacen porque no tienen trabajo y necesitan dinero para sacar a sus hijos adelante. Pero este argumento no es válido, porque, en primer lugar, también hay muchos hombres sin trabajo y no venden su cuerpo dedicándose a ejercer, por ejemplo, la homosexualidad. Y, en segundo lugar, porque la mayoría de las prostitutas son chicas jóvenes que no tienen hijos que mantener.

Las feministas afirman que la idea de pasividad en la mujer no es natural, sino que ha sido inventada por el varón. Según ellas, los hombres han creado el concepto de feminidad y han obligado a la mujer a adaptarse a él, asociándolo con la idea de pasividad y sumisión. Y es esta sumisión la que ha hecho, según ellas, que la forma más extendida de hacer el amor sea la del hombre encima y la mujer debajo.

Pero esto no es cierto. En primer lugar, porque el concepto de feminidad no ha sido creado sólo por el varón, sino por toda la sociedad. La sociedad marca unas pautas de comportamiento y obliga a sus integrantes a adaptarse a ellas. Por ejemplo, es biológicamente normal en las mujeres el vello en las piernas y en las axilas y, sin embargo, ellas gastan grandes sumas de dinero en hacerlo desaparecer. Pero esto no lo dicta el hombre, sino la sociedad entera. Lo mismo que la sociedad ha inventado el concepto de masculinidad y obliga a los hombres a adaptarse a él. Así, se espera de cualquier varón que no sea miedoso y que no llore. Sin embargo, los hombres también sienten miedo y necesitan llorar y pagan un alto precio psicológico por ajustarse a lo que de ellos se espera.

En segundo lugar, la idea de sumisión (supuestamente inventada por el hombre) no puede ser la responsable de que la forma más extendida de hacer el amor sea la del hombre encima y la mujer debajo, porque en todos los monos, e incluso en todos los mamíferos superiores, es también el macho el que adopta en la cópula el papel activo. Por tanto, es probable que la posición del hombre encima y la mujer debajo obedezca más a influencias biológicas que sociales.

Según las feministas, la diferente promiscuidad de los sexos no es más que una excusa de los hombres para justificar el haber llegado a fabricar artilugios para la mujer como el cinturón de castidad, el cual estaban obligadas a ponerse cuando sus maridos abandonaban el hogar para ir a luchar en las Cruzadas, con objeto de no poder tener relaciones sexuales con otros hombres. Ahora bien, el cinturón de castidad no sólo era empleado con ese fin; también lo utilizaban las mujeres para que, en ausencia de sus maridos, no pudieran ser violadas por otros hombres. Se sabe que muchas de ellas recurrían al cinturón cuando el esposo iba a estar ausente del hogar durante mucho tiempo.

El cinturón de castidad estuvo usándose desde el siglo XII hasta el siglo XIX. En un principio, el material empleado para su fabricación fue el cuero, pero más adelante fue sustituido por el aluminio.

En resumen, que los hombre y las mujeres cuentan con cerebros sustancial mente distintos que provocan comportamientos en ellos claramente diferentes, a veces, contrarios.

Avatar de Usuario
Nikelona
Mensajes: 2539
Registrado: 21 Sep 2004, 20:45

Mensaje por Nikelona » 07 Ene 2006, 23:30

Franca, espero que leas con atención el "tocho" que rebate a tu tocho, (por cierto, tu "desquiciable" texto viene sin firmar pero por el alto número de perogulladas que contiene debe ser del pleistoceno año arriba año abajo)... a todo esto, nos vamos un poco del tema en cuestión que es el mito del instinto maternal...

Bueno, aquí te lo dejo, que te aproveche...

Los orígenes de las diferencias sexuales

A menudo se piensa que las diferencias de sexo son genéticas—se llevan en los genes transmitidos por herencia—, pero esto no es del todo correcto. El sexo no se hereda de la misma manera que otras características físicas (como el color del pelo), no existen genes que estén presentes en un sexo y ausentes en el otro. Las diferencias humanas de sexo se constituyen de la siguiente manera: Los seres humanos poseen veintitrés pares de cromosomas, y el esperma y el óvulo femenino contribuyen con un cromosoma en cada par. En todos estos pares excepto en uno los dos cromosomas son idénticos. En las hembras, el par veintitrés es también idéntico, pero en los varones los dos cromosomas del par veintitrés son diferentes. Un cromosoma (el cromosoma X) esta presente en el par femenino, pero el otro, (el cromosoma Y) no se encuentra en la estructura femenina.

Los embriones se originan con gónadas (glándulas) indiferenciadas. Si un cromosoma Y esta presente, las gónadas evolucionan a testículos. Si el cromosoma Y esta ausente, evolucionan a ovarios. Los testículos producen hormonas andrógenas, que hacen que los tejidos genitales se conviertan en genitales masculinos externos. Si el andrógeno no esta próximo en esta fase, los tejidos se convierten en genitales femeninos. Los testículos también producen sustancias que impiden que los conductos sin desarrollar se transformen en un útero y en trompas de Falopio, como ocurre en el curso del desarrollo femenino. En otras palabras, la existencia o ausencia de un cromosoma Y actúa temprano en el desarrollo del embrión, como un interruptor que conduce el desarrollo del organismo por uno de los dos caminos (Lewontin, 1982, pp. 138-139).

Los mecanismos de desarrollo sexual se desencadenan en ambos sexos en fases posteriores de la vida, cuando se alcanza la madurez sexual. Esto se conoce con el nombre de pubertad. La edad media de la pubertad ha disminuido en las sociedades industrializadas: hace cien años, la edad media de la primera menstruación en las niñas era catorce años y medio; hoy esta en doce. Los niños alcanzan la pubertad algo más tarde que las niñas. Las diferencias físicas de fuerza son máximas en la pubertad; los hombres adultos poseen, como media, un 10 por 100 más de músculo que las mujeres, y una proporción más alta de fibra muscular asociada con la resistencia física. Si ello esta en la constitución, sin embargo, es difícil de decir por que esta influido por el entrenamiento y el ejercicio. Las diferencias biológicas que parecen predisponer a los hombres hacia los trabajos más activos y más duros físicamente, en comparación con las mujeres, son, de hecho, mínimas. La eficacia mecánica (la fuerza que el cuerpo puede producir por minuto para una unidad dada de consumo energético) es la misma para hombres y mujeres.

¿Tienen fundamento biológico las diferencias de comportamiento?

¿Hasta que punto las diferencias en el comportamiento de mujeres y hombres son producto del sexo más que del género? En otras palabras, ¿hasta que punto se deben a diferencias biológicas? Sobre este tema las opiniones son radicalmente opuestas. Muchos autores sostienen que existen diferencias estructurales de comportamiento entre las mujeres y los hombres que aparecen, de una u otra forma, en todas las culturas. Algunos autores creen que los hallazgos de la sociobióloga apuntan claramente en esta dirección. Por ejemplo, suelen llamar la atención sobre el hecho de que en casi todas las culturas los hombres, y no las mujeres, toman parte en la caza y en la guerra. Sin duda, señalan, ello demuestra que los hombres poseen tendencias de base biológica hacia la agresión de las que carecen las mujeres. A otros no les impresiona este argumento. Afirman que el nivel de agresividad de los varones varia ampliamente de una cultura a otra: se espera que las mujeres sean mas "pasivas" o "dulces" en algunas culturas que en otras (Elshtain, 1987). Consecuentemente, aducen, del hecho de que un rasgo sea prácticamente universal, no se deduce que tenga su origen biológico. Pueden existir factores culturales de tipo general que produzcan tales rasgos. Por ejemplo, en la mayoría de las culturas la mayor parte de las mujeres pasan una parte significativa de su vida educando y cuidando a los hijos, lo que les impide tomar parte en la caza y en la guerra. Desde este punto de vista, las diferencias en el comportamiento de hombres y mujeres se desarrolla principalmente mediante el aprendizaje social de las identidades femenina y masculina.

La evidencia de los animales

¿Que demuestra la evidencia sobre esta cuestión? Una posible fuente de información relevante trata las diferencias en la estructura hormonal entre los sexos. Algunos piensan que la hormona sexual masculina, la testosterona, esta asociada con la propensión masculina hacia la violencia (Rutter y Giller, 1983). Las investigaciones muestran, por ejemplo, que si los monos machos son castrados cuando nacen son menos agresivos, y que si a los monos hembras se les da testosterona serán más agresivas que las hembras normales. Sin embargo, se sabe también que si a los monos se les da la oportunidad de dominar aumenta su nivel de testosterona. En otras palabras, el comportamiento agresivo puede afectar la producción de la hormona, más que el hecho de que la hormona provoque una mayor agresión.

Otra posible fuente de evidencia deriva de la observación directa del comportamiento animal. Los autores que conectan la agresión masculina a las influencias biológicas a menudo se refieren a la agresividad masculina entre los primates no humanos. Si nos fijamos en el comportamiento de los primates, señalan, los machos son siempre más agresivos que las hembras. Pero existen grandes diferencias entre los tipos de primates. Por ejemplo, entre los gibones existen pocas diferencias notorias entre los sexos en lo que respecta a la agresión, mientras que estas son muy marcadas entre los mandriles. No obstante, muchas primates hembras son enormemente agresivas en determinados contextos, como cuando las crías se ven amenazadas.

La evidencia de los humanos

Diversos estudios sobre anormalidades congénitas halladas en ciertos individuos humanos proporcionan una de las evidencias más reveladoras sobre las diferencias de género. Una de ellas recibe el nombre de síndrome de feminización testicular y a otra el de síndrome androgenital. En la primera condición, los individuos nacen con la estructura cromosómica, con los testículos y la distribución de hormonas normales. Si a esas personas les realizaran la prueba de sexo que les hacen a los atletas olímpicos, se les designaría como "machos". Pero dado que su tejido genital no reacciona a la testosterona durante el desarrollo del embrión externamente parecen tener genitales femeninos. Estos niños son casi siempre educados como niñas, ya que su condición no se diagnostica hasta que empiezan a menstruar en la fase de la pubertad. El síndrome androgenital es la situación inversa. Los individuos con unas características cromosómicas femeninas normales esconden hormonas andrógenas extras antes de nacer, y desarrollan genitales externos masculinos. Algunos de estos niños tienen genitales de ambos sexos que se pueden operar para obtener una forma femenina. Pero muchas de estas niñas son educadas como varones, y su anormalidad sólo se percibe en una fase posterior de su desarrollo.

En resumen, las investigaciones sobre cada uno de estos tipos de anormalidad apuntan hacia la importancia de la socialización, en oposición a las influencias biológicas, en el desarrollo de las diferencias entre el comportamiento de niños y niñas. Los bebes que se consideran "hembras" al nacer, incluso si cromosómicamente son "varones", tienden a desarrollar una identidad, una conducta y unas actitudes de genero femenino. Por el contrario, los bebes que son tratados como varones desde que nacen adquieren características de género masculino (Money y Ehrhardt. 1972). Un conocido caso de gemelos idénticos es de particular relevancia aquí. Los gemelos idénticos provienen de un óvulo único y tienen exactamente la misma estructura genética. Uno de los gemelos varones idénticos sufrió graves lesiones cuando se le estaba practicando la circuncisión y se tomó la decisión de reconstruir sus genitales como femeninos. A partir de entonces, el individuo fue educado como una niña. Observaciones del comportamiento de los gemelos realizadas a la edad de seis años mostraron rasgos típicamente masculinos y femeninos tal y como se entiende en la cultura occidental. A la niñita le gustaba jugar con otras niñas, ayudaba en la casa y quería "casarse" cuando fuese mayor. El niño prefería la compañía de otros niños, sus juguetes favoritos eran los coches y los camiones y quería ser bombero o policía cuando fuera mayor. (Ryan, 1985, paginas 182-183).

Este estudio no rechaza la posibilidad de que existan influencias biológicas sobre las diferencias en el comportamiento observado de hombres y mujeres. Si existen, no se han identificado aun sus orígenes fisiológicos. La mayor parte de los observadores estarían de acuerdo con las conclusiones a las que ha llegado Richard Lewotin, uno de los más importantes genetistas del mundo:

"La autoidentificacion primaria de una persona como hombre o mujer, con la multitud de actitudes, ideas y deseos que la acompañan, depende de la etiqueta que se le aplicase cuando era un niño o una niña. En el curso normal de los acontecimientos, dichas etiquetas corresponden a una consistente diferencia biológica en los cromosomas, las hormonas y la morfología. De este modo, las diferencias biológicas se convirtieron en una señal de, y no una causa de, la diferenciación de los roles sociales". (Lewontin. 1982, p. 142.)

Socialización en el género

Reacciones de los padres y adultos


Se han realizado numerosos estudios sobre el modo en el que se desarrollan las diferencias de género. La mayor parte de las formas de discriminación de genero son mas sutiles que las respuestas de los abuelos citadas anteriormente, pero siguen siendo poderosas y omnipotentes.

Los estudios sobre la interacción madre-hijo muestran diferencias en el tratamiento entre los niños y las niñas aunque los padres piensen que sus reacciones son las mismas. A los adultos que se les pide que describan la personalidad de un bebé lo hacen de diferente manera dependiendo de si creen que el bebé es un niño o una niña. En un experimento se observó a cinco madres jóvenes interactuando con una niña de seis meses llamada Beth. Le solían sonreír continuamente y le daban muñecas para que jugase. Decían que era muy "dulce" y que tenía un "llanto suave". La reacción de un segundo grupo de madres con un niño de la misma edad llamado Adam fue notoriamente diferente. Le solían ofrecer un tren u otro "juguete masculino" para que jugase. Beth y Adam eran de hecho el mismo bebe vestido de diferente manera (Will. Self y Datan 1976).

No son solamente las percepciones de los padres y de los abuelos las que difieren de este modo. Un estudio analizó las palabras empleadas para referirse a los recién nacidos por el personal medico que atendía los partos. A los recién nacidos varones se les describía como "robusto", "guapo" o "fuerte"; de las niñas se decía que eran "delicadas", "dulces" o "encantadoras". No existían diferencias de peso o de tamaño entre los bebes en cuestión (Hansen, 1980).

Aprendizaje de género


Los aspectos de aprendizaje temprano del género de los niños son casi con toda seguridad inconscientes. Preceden a la fase en la que los niños son capaces de etiquetarse a si mismos como "niño" o "niña". Una serie de claves preverbales constituyen el desarrollo inicial de la conciencia de género. Los adultos varones y hembras suelen tratar a los niños de distinto modo. Los cosméticos que usan las mujeres contienen esencias distintas de las que los niños aprenden a asociar con los varones. Las diferencias sistemáticas en el vestir, el corte de pelo. etc... Proporcionan claves visuales al niño en fase de crecimiento. Cuando tienen alrededor de dos años, los niños entienden de modo parcial lo que significa el género. Saben si son "niños" o "niñas", y pueden clasificar correctamente a los demás. Sin embargo, hasta que no tienen cinco o seis años no saben que el género de una persona no cambia que todos tienen género o que las diferencias entre las niñas y los niños tienen una base anatómica.

Los juguetes, los libros con ilustraciones y los programas de televisión con los que los niños entran en contacto tienden a destacar la diferencia de atributos femeninos y masculinos. Las jugueterías y los catálogos de juguetes clasifican normalmente sus productos por géneros. Incluso los juguetes que pueden ser "neutrales" en términos de genero no lo son en la practica. Por ejemplo, los gatitos y conejitos de juguete se recomiendan para las niñas mientras que los leones y los tigres se consideran mas apropiados para los niños.

Libros e historias


Hace unos veinte años, Lenore Weitzman y sus colegas realizaron un estudio de los roles de genero en los libros infantiles mas leídos (Weitzman et al., 1972) y encontraron claras diferencias en los roles de genero. Los hombres estaban mas presentes en las historias e ilustraciones que las mujeres en una relación de 11 a 1. Incluyendo a los animales con identidad de género la relación era de 95 a 1. También diferían las actividades de varones y hembras. Los varones jugaban a juegos de aventuras y en el exterior que exigían independencia y fortaleza. Cuando se les unían las niñas, se mostraban pasivas o se refugiaban en el interior. Las niñas cocinaban y limpiaban para los niños, o bien aguardaban su regreso.

Era lo mismo que les sucedía a los hombres y mujeres adultos de los libros. Las mujeres que no eran esposas o madres eran criaturas imaginarias como brujas o hadas madrinas. No había ni una sola mujer en los libros analizados que trabajara fuera de casa. Por contraste, los hombres tenían roles muy diferentes, desde guerreros o policías hasta jueces y reyes. La investigación mas reciente sugiere que las cosas han cambiado en alguna medida, pero la mayor parte de la literatura infantil permanece básicamente igual (Davies. 1991).

Los libros de ilustraciones y los que contenían una historia escritos desde una perspectiva no sexista han tenido débil impacto en el mercado de la literatura infantil. Los cuentos de hadas, por ejemplo, personifican actitudes profundamente tradicionales hacia el género y hacia los tipos de fines y ambiciones que se esperan.


A. Guiddens (1991) “Sociología”

franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 08 Ene 2006, 14:20

Hola Nikelona, he leído tu "tocho" y he llegado a la conclusión de que tu "tocho" y mi "tocho" no se anulan, sino que más bien se complementan. Me explico:

Tu "tocho" parece obviar la existencia de diferencias biológicas de origen, en los cerebros masculino y femenino, parece pasar por alto, no ya diferencias físicas y morfológicas, que las hay, sino que también pasa por alto las diferencias de funcionamiento y de respuestas diferentes frente a los mismos estímulos. Esto sencillamente, va contra la razón, por un motivo. Y es que si el dimorfismo sexual existente en el cuerpo de machos y hembras ha surgido y se ha desarrollado a partir de la necesidad de sobrevivir en mundos paralelos y diferenciados a lo largo de la historia, ¿porqué razón, el cerebro, que es un órganó, físico también, altamente especializado en controlar y dirigir todas las acciones del cuerpo que lo aloja, con el objetivo de maximizar sus posibilidades de supervivencia, no sea también diferente morfológica y funcionalmente, en respuesta a ese dimorfismo entre machos y hembras necesario para sobrevivir?. Esto que acabo de decir, no lo explica tu "tocho" Nikelona. Tu "Tocho" pasa por alto la influencia que el andamiaje" biológico de un órgano físico como el cerebro, tiene sobre la conducta de los indivíduos. ¿Error deliverado?

Ahora bien, ya sabemos, que los indivíduos de cualquier especie, tenderán a adaptarse a los condicionantes y variables de su entorno para maximizar sus posibilidades de supervivencia y en ese sentido, es evidente que al indivíduo humano se le puede "forzar" o condicionar su comportamiento, hasta cierto punto, para que llegue a comportarse socialmente de una manera determinada, a base de leyes y normas sociales coercitivas o no. Pero esta idea, que intuyo es la base de tu "tocho", no habla de biología y por tanto no invalida a mi "tocho" (sino que lo complemanta), sino que habla de sociedad y de educación (buena o mala, mejor o peor) y en este contexto yo podría estar de acuerdo con la idea que sugiere tu "tocho", pero, siempre y cuando no se mezclen las churras con las merinas.

En cuanto a lo de la maternidad, que es el tema de esta línea de debate (tiene razón Nikelona), pues yo pienso que, instinto maternal o no, lo cierto es que muy pocas mujeres con deseo de ser madres, "sacrificarían" la experiencia de tener su propio hijo, para adoptar o cuidar el hijo de otra mujer.

Esta decisión libre, de tantísimas mujeres de tener su propia descendencia, ignorando otras opciones como la adopción, es una forma de consciencia biológica (o instinto), que es más primitiva y existe con anterioridad a la conciencia social de, por ejemplo, adoptar un niño ajeno.

Cultural y educativamente, se podría condicionar a más madres para que adoptaran hijos ajenos, fomentando su conciencia social, pero, esto no cambiaría, a mi modo de ver las cosas, la esencia del indivíduo, que ante la ausencia de normas y educación social, tenderá a guiarse, por razón lógica de naturaleza, por esa consciencia biológica que llamamos instinto.

Y en este sentido Nikelona, una cosa es tratar al indivíduo humano como ser biológico y otra es tratarlo como ser social. Yo lo trataba como ser biológico y previo a su condición de ser social y tú lo tratas únicamente como ser social, o eso creo haber entendido. Detodas formas, ambas ideas deberían ser complementarias y no antagónicas, para un mejor conocimiento y entendimiento del ser humano.

franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 08 Ene 2006, 14:29

Ah, se me olvidaba. En respuesta a lo que me decías de que:

...(por cierto, tu "desquiciable" texto viene sin firmar pero por el alto número de perogulladas que contiene debe ser del pleistoceno año arriba año abajo)...



Te digo que, los "tochos" anteriores que tanto te desquician, son el resumen extraído de los siguientes textos:

Libros:
"Separación, divorcio nulidad y parejas de hecho", de Adrián Pérez Mayor (Ediciones Folio).
"Todo sobre separación, divorcio y convivencia", de Elena Galán (Editorial de Vecchi).
"El voto femenino", de Asunción Doménech (Cuadernos de historia 16).
"Las mujeres en busca de un nuevo humanismo", de Monserrat Roig (Salvat Temas Clave).
"La mujer en el mundo", de Rosalía Díez Celaya (Acento Editorial).
"El varón domado", de Esthar Vilar, (Grijalbo Mondadori).
"La mujer sexo fuerte", de Ashley Montagu (Ediciones Guadarrama).
"Actitudes Patriarcales: Las mujeres en la sociedad", de Eva Figes (Alianza Editorial).
"Las reglas del juego: Los sexos", de J. A. Jáuregui (Planeta).
"La inevitabilidad del Patriarcado", de Steven Goldeber (Alianza Editorial).
"El sexo en el cerebro", de Anne Moir y David Jeseel (Planeta).
"Porqué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas", de Allan y Barbara Pease (Amat Editorial).
"Cerebro de hombre, cerebro de mujer", de Hugo Liaño (Ediciones Grupo Zeta).
"El alfabeto contra la diosa", de Leonard Shalain, (Debate Pensamiento).
"Trabajos distintos. Una aproximación evolucionista a las mujeres en el trabajo", de Kingsley Browne (Editorial Crítica).
"Masculino y femenino. Claves de la sexualidad", de Desmond Morris (Plaza & Janás).
"El estilo del periodista", de Álex Grijelmo (Taurus).
"El dardo en la palabra", de Fernando Lázaro Carreter (Círculo de Lectores).

franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 08 Ene 2006, 15:09

Y paro no contribuir a desviar el hilo del tema de este debate, lo mejor casi será que habrá un hilo de debate aparte, ya que por mi parte no tengo mucho más que aportar en este tema.

Estoy en el tema, la educación de los varones y sus carencias. Perdonad las molestias :wink:

Avatar de Usuario
DecontrolSchizo82
Mensajes: 1413
Registrado: 04 Ene 2006, 13:01

Mensaje por DecontrolSchizo82 » 08 Ene 2006, 19:08

¿Podríais señalar las perogrulladas del texto de Franca?

Avatar de Usuario
Nikelona
Mensajes: 2539
Registrado: 21 Sep 2004, 20:45

Mensaje por Nikelona » 09 Ene 2006, 22:42

DecontrolSchizo82 escribió:¿Podríais señalar las perogrulladas del texto de Franca?
¿Has leido el texto?
¿por cual de todas las barbaridades antediluvianas empezamos?
De hecho, el que a las niñas les guste jugar a mamás, cuiden y acunen muñecos, se disfracen de princesas y utilicen cocinitas, lo mismo que la tendencia de los niños a luchar con sables y pistolas, a ordenar ejércitos de soldados y de indios, y a disfrazarse de guerreros, bomberos y futbolistas, no constituye solamente una consecuencia de la educación, sino que viene determinado por la biología
Me pierdo entre tanto hipotálamo y tanta testosterona, pero me queda claro que lo que esta individua pretende hacernos creer es que las mujeres sufrimos un instinto irrefrenable de coger un plumero y ponernos a limpiar el polvo o sufriremos una crisis existencial profunda que nos marcará el resto de nuestras vidas. Las teorias biologicistas utilizadas por el machismo recalcitrante siempre han intentado demostrar que la división de tareas por sexo en la sociedad venían irremediablemente predeterminadas por la biología, de ese modo se afanaron en dar un explicación científica a las desigualdades y así respaldarla. Lo que es determinado bilogicamente, dificilmente puede ser evitado o modificado, y así postrar a la mujer en el hogar.

Dice franca que las mujeres somos naturalmente miedosas frente a la intrepidez natural del hombre y eso nos hace conducir como el culo... mmm... ¿será que una mujer independiente, valiente, intrépida no casa muy bien con el modelo de mujer imperante? No, es que si somos un poco atrevidas somos marimachos por cual o tal hormona que nos "hombriza", vaya por dios...

Que no "ganamos premios nobeles" porque se ve que somos más tontas que un pijo... pero ¿cómo íbamos a ganar ningún premio ni a destacar en ninguna ciencia? ¿quien podía aspirar a estas cosas? ¿a qué parte de la humanidad quedaba restringido el estudio? Pero claro, es que las mujeres vemos una cocinita y se nos saltan las lágrimas de la emoción...
Con sólo ocho mujeres (2,3%) de un total de 343 premiados con el Nobel en Ciencias y Economía en los últimos 50 años, podemos afirmar con toda rotundidad que para la investigación, en su más alto nivel, se requieren testículos.
La preocupación por los demás es innata en el cerebro femenino
Vaya.... y el hombre egoista por naturaleza ¡faltaría!... así es que nosotras a poner el culo y a recibir como locas...

¡qué bonito es ser mujer! todo generosidad y entrega!!!!!

Y esa manera de ridiculizar el movimiento feminista a base de falsos argumentos... "Las feministas dicen que los burros vuelan... y yo que soy muy lista digo que se equivocan..." ¡no te jode!!! poner argumentos ridículos y falsos en boca de otrx es muy fácil de rebatir...

En fin... y bla, bla, bla... hacia tiempo que no leía tanta mierda juntita...

Avatar de Usuario
DecontrolSchizo82
Mensajes: 1413
Registrado: 04 Ene 2006, 13:01

Mensaje por DecontrolSchizo82 » 10 Ene 2006, 00:33

¿Has leido el texto?
¿por cual de todas las barbaridades antediluvianas empezamos?



Claro que he leído el texto.
No hace falta exaltarse. Confundes "perogrulladas" con falacias. De ahí mi extrañeza ante tu post anterior a este.

Avatar de Usuario
Nikelona
Mensajes: 2539
Registrado: 21 Sep 2004, 20:45

Mensaje por Nikelona » 10 Ene 2006, 00:41

DecontrolSchizo82 escribió:
¿Has leido el texto?
¿por cual de todas las barbaridades antediluvianas empezamos?



Claro que he leído el texto.
No hace falta exaltarse. Confundes "perogrulladas" con falacias. De ahí mi extrañeza ante tu post anterior a este.
No me exalto por ti... me exalto por el texto... con "perogulladas" entiendo "tonterías" (eufemismo que no viene mucho al caso porque más que tonterias las considero auténticas barbaridades)....

franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 10 Ene 2006, 01:39

Estoy totalmente de acuerdo con las críticas que haces a los párrafos que has extraido, creo que el autor de dicho estudio pretende utilizar esos datos como pruebas para apoyar su argumentario, pero pienso que esas no son las mejores pruebas que lo avalan y no por ello el argumentario deja de ser válido desde un punto de vista biologicista. Hay estadísticas que se pueden explicar desde un punto de vista social y educativo, pero hay un carácter determinado por la biología y que dotan de mejores capacidades a las personas para unos determinadas aptitudes en función, por regla general, de que se sea mujer u hombre, como puedan ser la mayor sociabilidad de las niñas y su mayor precidad en el dominio del lenguaje, así como la mayor hiperactividad en los niños y sus mejores aptitudes para las matemáticas, diferencias estas avaladas por diferentes estudios.

Nikelona, pretendes anular todo el contenido del "tocho" en virtud de 4 párrafos con los que no estamos de acuerdo y que desde luego, no son míos, aunque tú me los atribuyes a mí el haberlos escrito.

El "tocho" tiene mucho más material que ese al que haces referencia, así que. por que no me dices en qué estás de acuerdo, porque no puede ser que todo los datos que se exponen sean falsos para tí.

Avatar de Usuario
KoLoKaDa
Mensajes: 3145
Registrado: 20 May 2005, 13:11

Mensaje por KoLoKaDa » 10 Ene 2006, 03:46

A mí también ha habido varios párrafos que me repatean profundamente:
Las feministas dicen que el hecho de que la mujer sea vista por el hombre como objeto erótico es una discriminación contra el sexo femenino. Olvidan que es la propia mujer la que explota su cuerpo con ese fin. Ahí están, para demostrar lo, la moda, la publicidad, los concursos de belleza y la prostitución. Para las feministas, no obstante, son los hombres los que explotan el cuerpo femenino en esas actividades, lo cual no es cierto. Porque ignoran que los varones también participan en la moda, en la publicidad y en concursos de belleza y, sin embargo, ellos no se sienten explotados por la mujer
¿Así que es la propia mujer la que decide que prefiere que, en vez de ser valoradas su inteligencia o simpatía, lo sea su rubiez y el tamaño de sus melones? Ajam. Es otro paso más del dominio: culpabilizar a la víctima. Que muchas mujeres hayan intentado aproximarse a lo que creen que los hombres quieren de ellas, no es fruto más que de la inseguridad, propalada a cada instante por los medios
Por tanto, el cerebro, el cuerpo y las hormonas conspiran para que los hombres sean sexualmente más agresivos. Ya Freud decía que la mujer es por naturaleza pasiva, y que ello se comprueba en que la vagina espera la llegada del pene y el óvulo, la del espermatozoide
Joder, a esto se referiría Nikelona con cosas antediluvianas. Lo que opinase Freud de la sexualidad femenina igual está un poquitín superado. También estaba empeñado en que tenemos envidia de pene, y por eso tenemos hijos... :roll: Que decir ya de la "histeria" y sus tratamientos, surgidos al amparo de la férrea moral victoriana que obligaba a reprimir los instintos básicos.

¿Qué la mujer es pasiva? Manda carallo!
Queda claro, pues, que los hombres y las mujeres viven la sexualidad de forma muy distinta. Y la explicación es doble. Por un lado, está la influencia de la testosterona en el cerebro, ya que, dado que los cerebros de los hombres y las mujeres son distintos, la influencia de la hormona masculina en ellos también lo es. Es decir, como el cerebro de los varones está más sintonizado con el efecto de la testosterona, su influencia en él, como estimulante sexual, también lo es. Y esta es la razón por la que el impulso sexual masculino es más fuerte que el femenino
En un estudio sobre viabilidad fisiológica del enamoramiento, leí que en situaciones tales, donde se segregan altas cantidades de oxitocina, la madre naturaleza, para facilitar dicha viabilidad, hace que las mujeres tengan más altos los niveles de hormonas masculinas y viceversa, posibilitando un mejor entendimiento.
Para las feministas, esta distinta moralidad es debida a que, según ellas, han sido los hombres los que han creado los códigos de conducta sexual, haciéndolos más permisivos para ellos. Pero esto no es cierto. Los códigos de conducta sexual no han sido creados por los varones, sino por toda la sociedad. En todas las épocas, han existido normas sobre la sexualidad. Ésta no ha estado nunca basada en la promiscuidad, sino sometida a ciertas reglas. Al principio, debió existir una monogamia natural, un emparejamiento cuyo fin debió de ser el de servir de incremento y cuidado de la prole. Pero pronto, las normas sexuales se hicieron más estrictas para la mujer. ¿Por qué? Pues porque, en general, como se ha visto antes, la mujer es menos promiscua que el hombre. Por eso, la que no es así es inmediata mente criticada por la sociedad.
El artículo cae varias veces en la misma falacia: si ha sido la sociedad y no el HOMBRE el que ha creado las reglas, la opresión es menor. JÁ! Una sociedad dirigida por hombres tiene una moral doble, en la que se consienten las aventurillas masculinas y se castigan las femeninas, porque la mujer es un OBJETO más, propiedad privada del hombre, y por ello los delitos "de honor" nunca fueron tan gravemente castigados como otros.

¿monogamia natural? Lo flipo xDDD Si que es antediluviano. Muchas culturas separan hombres de mujeres y los unen sólo para la reproducción, pudiéndose repudiar al cónyugue si no se obtienen frutos, pero también hay muchas otras en las que el sexo y la reproducción están desligados, realizándose "bacanales". Los vaqueiros de alzada realizaban festivales en los solsticios, y los hijos nacidos de aquellas jornadas eran queridos por todos, se les consideraba muy afortunados.
Que una mujer felizmente casada tenga una aventura es algo excepcional. En el hombre, en cambio, no es tan raro, porque las aventuras extramatrimoniales no tienen la misma importancia para ellos que para ellas. Cuando el matrimonio se basa en el amor, la esposa da sexo (a su marido) y el hombre renuncia a él (con otras mujeres). Algo parecido pasa con la prostitución. La mujer a cambio de dinero da sexo, y el hombre a cambio de sexo da dinero. Los hombres, pues, separan mejor el afecto del sexo. El cerebro masculino (que posee un lugar para cada cosa), parece como si contara con un compartimento para el sexo y otro para las emociones, sin relación entre ellos
pues sí que es carca el texto xDD En el universo patriarcal, la mujer, violentada, se escinde en dos figuras: la esposa y la amante, o hetaira. A la 1a se le exige castidad (la madre de sus hijos!) y a la 2a, picardía. Pero ambas no son más que dos caras de la misma moneda: dominio
El hombre está diseñado con una sed de sexo muy superior a la de la mujer. El varón tiene instalada una fábrica de semen que trabaja las 24 horas del día. Los testículos son unos laboratorios que fabrican espermatozoides ininterrumpidamente hasta que el almacén de esperma se llena. El cerebro, que tiene noticia puntual del estado de fabricación y almacenamiento de ese producto, cuando detecta que el almacén está lleno activa en el varón la sensación emocional de querer sacar esa mercancía afuera. Pero el programa cerebral encierra además un detallado manual de instrucciones sobre dónde hacerlo, para lo cual, el pene abandona su tamaño flácido y menguado y adopta una rigidez y tamaño mucho más grande. La mujer no tiene una fábrica comparable ni unas ganas periódicas de eliminar una mercancía de parecida naturaleza
Esto ya es FALÓCRATA. ¿Acaso las mujeres no tenemos gónadas?¿Acaso no podemos andar cachondas como monas?¿Acaso no sentimos la imperiosa necesidad de ser llenadas?¿Acaso una vez al mes (por lo menos, muchas mujeres premenstruales lo padecen) no nos sentimos tremendamente cachondas? ¿Acaso nuestro útero no nos transmite señales y nuestro cerebro tampoco?
Los varones privados de sexo se vuelven irritables. Las mujeres, en cambio, no experimentan esa misma sensación con el celibato
já!y un cojón de mico! Yo ahora mismo me siento irritable ¬¬

Por otro lado, en el tocho éste, 1º se afirma que
En definitiva, la mujer es capaz de disociar el acto sexual de la reproducción
y luego dice que el único capaz de hacerlo es el hombre!!!

En definitiva, Franca, lo que has pegado más me parece un panfleto tendencioso y un tanto arcaico que un documento para el debate
kuando los ke mandan pierden la vergüenza, los ke obedecen pierden el respeto

Avatar de Usuario
Nikelona
Mensajes: 2539
Registrado: 21 Sep 2004, 20:45

Mensaje por Nikelona » 10 Ene 2006, 11:28

franca, no son 4 párrafos, el texto en sí es un verdadero disparate... ¿en qué estoy de acuerdo y en que no? mira, las relaciones causa-efecto que predica me parecen absolutamente disparatadas. Pretender legitimar la división de tareas, la esfera pública y la esfera privada por dos hormonas, (hormonas que, por otro lado, nosotrxs mismxs podemos generar cambiando los hábitos y las costumbres) me parece ridículo.

El texto tiene más material, sí, un material que se afana en justificar la subordinación de las mujeres como algo natural e inevitable, pasandose por el forro los siglos de socialización diferencial, una socialización que definía a las mujeres como inseguras, pacientes, abnegadas, entregadas, sufridas, pasivas, postradas en el hogar... y no sólo la socialización y las representaciones culturales eran desiguales, sino que la propia ley hasta hace muy poquito legitimaba y respaldaba esta subordinación, quedando tutelada por el marido, negándole su independencia como persona... Por otro lado, al hombre dejaba la independecia, la competitividad, la responsabilidad, la "insensibilidad"... ¿estas segura que estas cosas no tendrán algo que ver en que a las mujeres nos cueste un poco más el sentirnos capaces para emprender cualquier acción? ¿no crees que el que alrededor de un 70% de analfabetismo entre las mujeres a principio de siglo no tendrá que ver en que una inmensa mayoría de eruditos en cualquier tipo de ciencia sea hombre? ¿no ves relación en que las mujeres se declinen por carreras sociales y relacionadas con niñxs (como magisterio) cuando se han pasado toda la vida dediacadas a tareas del cuidado del prójimo en el hogar? ¿de verdad crees que esos gustos que tu texto dice demostrar en base a hormonas y hemisferios no están un "pelín" condicionados por la socialización desigual que durante siglos hemos sufrido?

franca
Usuari@ Expulsad@
Mensajes: 45
Registrado: 06 Ene 2006, 14:01

Mensaje por franca » 10 Ene 2006, 15:09

Bueno, visto así, como vosotras me lo explicais no puedo por menos que estar de acuerdo con vuestras explicaciones, pero hay algo que aún me chirría y es que considerias que hay menos chicas en carreras técnicas como efecto de la socialización, pero sin embargo no decís lo mismo sobre el que haya más chicas que hablen por ejemplo diferentes idiomas, ya que las mujeres somos superiores, creo en el aprendizaje y manejo del lenguaje y la comunicación. Debo deducir de esto que vosotras , en el fondo, pensais que las mujeres somos superiores a ellos mentalmente, pues podemos hacerlo todo igual que ellos , pero no así en cambio al revés??

Recuerdo el punto número 5, que decía así:


DIFERENCIAS DE COMPORTAMIENTO
5.- El lenguaje, la capacidad espacial y otras diferencias

Las diferencias cerebrales más importantes entre el hombre y la mujer están en el comportamiento. Las mujeres aprenden a hablar antes que los hombres y lo hacen con mayor soltura, incluso en los años preescolares. Las niñas de 3 años tienen el doble de vocabulario que los niños y su lenguaje es en un 99 por ciento comprensible, mientras que los niños precisan un año más para hablar al mismo nivel (Einstein y Faraday requirieron cinco años para hablar correctamente). Leen y escriben también antes y son mejores a la hora de desarrollar la gramática, la ortografía y para dominar idiomas extranjeros. Hay 4 veces más niños que niñas en clases de retraso en lectura y 5 veces más niños que sufren de dislexia o tartamudez. La tartamudez es un defecto del habla casi exclusivamente masculino. Y las consultas de logopedas están llenas de niños que necesitan ayuda para hablar bien.

Los varones, en cambio, son diez veces mejores que las hembras en capacidad espacial o pensamiento abstracto. De hecho, la diferencia fundamental entre el cerebro masculino y el femenino es esa: la orientación espacial o pensamiento abstracto. Esto se refiere a la capacidad de reconocer la forma de un objeto en la mano y hacerlo girar mentalmente e imaginar cómo se vería desde otro ángulo, lo que les da a los varones una mayor aptitud para la mecánica. Así, en edades entre los 6 y 19 años, los chicos superan con creces a las chicas en pruebas mecánicas en las que se exige armar y desarmar algo. Por eso, en lo más alto de la escala de aptitudes mecánicas habrá siempre dos veces más varones que hembras. La capacidad espacial dota a los hombres también de un mejor sentido de la perspectiva y orientación, lo que se traduce en una mayor capacidad para el desarrollo pictórico y la composición musical. También les proporciona mayor facilidad para resolver laberintos y para interpretar mapas, así como una mejor puntería. Asimismo, la capacidad espacial o pensamiento abstracto permite a los hombres concentrarse más fácilmente en ideas abstractas y teoremas, lo que les confiere una superior aptitud para la geometría y las matemáticas superiores y para todo lo que tenga que ver con el razonamiento y la lógica. Tan sólo el 10 por ciento de las mujeres presenta excelente capacidad espacial o pensamiento abstracto. La superioridad del varón en el pensamiento abstracto (lo que podría llamarse también pensamiento estratégico), explica, por ejemplo, su total dominio en el mundo del ajedrez, incluso en países como Rusia, donde este juego cuenta, entre sus millones de practicantes, con el mismo número de mujeres que de hombres, pero donde el campeón es siempre un varón.

La superioridad masculina en cuanto a orientación espacial o pensamiento abstracto es indiscutible. Y lo es porque viene determinada por la influencia en el cerebro de la hormona sexual masculina (la testosterona). Por eso no es sólo propia del hombre, sino común a todos los mamíferos machos. Esto queda muy claro en el ejemplo de esas mujeres a las que les falta uno de sus dos cromosomas sexuales X, es decir, las que cromosómicamente son XO y padecen el Síndrome de Turner. Esas chicas, extremadamente femeninas, consiguen peores resultados que sus compañeras en los test de matemáticas y de orientación espacial; no son capaces de reconocer un objeto en la mano, ni imaginar cómo se vería desde otro ángulo; confunden la izquierda con la derecha (algo que les pasa a casi el 50 por ciento de las mujeres), etc. Esas mujeres han servido para comprobar la influencia de la testosterona en la capacidad espacial o pensamiento abstracto.

Hasta ahora se había pensado que las niñas aprendían a hablar y a leer antes porque maduraban y se desarrollaban antes que los niños, como queda demostrado en el hecho de que aprenden a gatear y a caminar antes que ellos. Sin embargo, hoy se sabe que no es sólo por eso (aunque también), sino porque las hembras emplean la herramienta adecuada para hacerlo; es decir, el mismo motivo por el que los varones destacan en capacidad espacial o pensamiento abstracto. De hecho, en Inglaterra existen ya colegios que imparten clases separadas para niños y niñas en materias como lengua, matemáticas y ciencias.

Responder