¿Quién fue Auguste Vaillant?El Anarquista que no quiso matar
-
Insurrecto
- Mensajes: 13
- Registrado: 30 Nov 2005, 18:00
-
Severino Di Giovanni
- Mensajes: 197
- Registrado: 03 Feb 2005, 00:51
Luigi Lucheni
Luigi Lucheni (también escrito Luccheni) Nació en Parma (aunque en algunos sitios puede leerse Parigi en Francia ) el 22 de Abril de 1898.
Lucheni proviene de la pobreza “extrema”, su joven madre, Luigia Lacchini (la diferencia de apellidos se debe a un error del funcionario del registro civil) lo abandonaría en un orfanato de nada más nacer. La historia de su madre es realmente escalofriante, al parecer sufrió abusos por parte de un adinerado terrateniente (aunque Lucheni siempre creyó que su madre se dedicaba a la prostitución). Lucheni pasará por varios “hogares adoptivos”, siendo siempre obligado a trabajar desde los 9 años, en fábricas y ferrocarriles, entre otros duros trabajos. Después de pasar por el ejército, participando en una guerra en África oriental, acaba siendo criado de su antiguo capitán (el insultantemente aristocrático Rainiero de Vera, Príncipe D´Aragona), al no tener otra salida económica después de licenciarse. Sin embargo es despedido por “insubordinado”, y ningún esfuerzo por ser readmitido produce fruto alguno (como mencionamos más adelante llegara a pasársele por la cabeza la idea de matar al aristócrata).
Aunque también lee prensa Anarquista, se familiariza más con el movimiento mediante la prensa burguesa y “socialista de estado”, además de por las canciones populares. Trabajando como albañil se cae de un andamio, causándose heridas de consideración. En el hospital le incautan varios dibujos supuestamente alegóricos a la “violencia” (por ejemplo un inofensivo dibujo de una porra en la que escribe "para Humberto", el Rey de Italia).
Según parece se propone “cortar” alguna “cabeza coronada”, o de algún personaje de clase alta, barajando a Henri de Orleáns, pretendiente al trono de Francia, o a los ya citados Humberto I o al Príncipe D´Aragona. Se le atribuye esta dudosa frase: “Me gustaría matar a alguien famoso para que saliera en los periódicos…”. Aparentemente esta frase se la diría a un amigo, después de discutir los pormenores de una pelea en la que se había producido un muerto, sin embargo y a pesar de que se le oye decir cosas como esa, nadie parece darse cuenta, no ya del lógico resentimiento y el rencor que había acumulado desde su infancia, sino sobre todo de la posible lesión cerebral que pudo sufrir tras su caída. Emigrado y establecido en Suiza, siguió dando muestras de su frustración y sus posibles desequilibrios. Es entonces cuando trabajando en la construcción de un edificio de correos en Lausana, se entera de que la archiconocida Emperatriz Elizabeth de Wittelsbach, más conocida como Sissi, viajará a Ginebra y “prepara” su “regicidio”.
Ni siquiera tiene dinero para comprar un cuchillo, así que afila una lima a la que une un trozo de madera como empuñadura. El 10 de Septiembre de 1898, a orillas del lago Quai de Mont-Blanc, espera a la Emperatriz, las ve salir de el lujoso hotel Beaurivage de Ginebra, y observa como se dirigen al embarcadero con la intención de tomar un vapor, una vez consigue acercarse lo suficiente a las dos mujeres lujosamente engalanadas se dirige a la de mayor ostentosidad, fingiendo que resbala, levanta el paraguas que la oculta para asegurarse de haber acertado y después le incrusta la lima en el pecho (Sisi no se daría cuenta hasta después de embarcar, justo cuando estando en cubierta cayó desmayada , poco antes de morir).
Se conservan fotos de Lucheni en las que siempre, aun estado detenido por la policía, se le ve sonriente, quién viera su cara no supondría que es la de alguien que acaba de asesinar a una persona. Según parece una vez se le interroga da varias muestras de demencia, gusta decir de sí mismo: “Luigi Lucheni, Anarquista y uno de los más peligrosos”. Según él su acto “Era parte de la guerra contra los ricos y grandes...”, y verdaderamente para unas “masas” que vivían en la más ignominiosa de las miserias Sissi era la viva representación de la opulencia. Sin embargo después de un interrogatorio surrealista parece ser que solo una vez se le vio preocupado (si no contamos un celebre momento de perplejidad y emoción durante su juicio), cuando se le preguntó la causa por la que levantó el paraguas de la Emperatriz dijo: “Debía asegurarme que era ella, no hubiera podido soportar matar a una criada inocente...” (Lucheni no sabía que quién acompañaba a Sissi no era una criada, sino la condesa Sztaray).
Durante el juicio se mantuvo la mayor parte del tiempo sereno y sonriente, sin dar muestra alguna de arrepentimiento, hasta que llegó el momento en que el juez le increpo el haber acabado con la vida de una mujer “que siempre fue infeliz”, es entonces cuando Lucheni, sorprendido y conmocionado, dijo con voz entre cortada: “Eso no puede ser… yo siempre pensé que había matado a una persona que vivía en una felicidad insolente…”.
Fuera como fuera, el caso es que nunca se le “otorgó” a Lucheni la “condición de Anarquista”, si se hacen compilaciones sobre los “propagandistas por los hechos” en pocas publicaciones Anarquistas aparecerá, tan solo en los folletines burgueses. Sin embargo lo que es innegable es que aunque tan solo sea por las circunstancias coyunturales, por su condición de “obrero y vagabundo”, su vida rota y repleta de miseria pertenece como diría Proudhon “A la clase más pobre y numerosa”. Es sin lugar a dudas el “propagandista” más odiado por los propios Anarquistas, y creo que en eso influyó mucho la persona a la que asesinó. La propia Emma Goldman destacada defensora de otros “propagandistas” (como Caserio, Bresci, y especialmente Czolgosz), reconoció sentir por Lucheni una fuerte antipatía.
Lucheni sería condenado a cadena perpetua, ya que no existía la pena de muerte en Suiza (aunque muchos pidieron que se estableciera para este caso concreto), siendo consciente de que su destino era estar recluido de por vida, no cesaba de insubordinarse y amotinarse, creyendo muchos que debía ser recluido en un manicomio. Sin embargo otras fuentes dicen que fue un “preso ejemplar”, que aprendió francés, que leía a los Ilustrados, a Voltaire y a Rousseau, e incluso se familiarizó con Schopenhauer y que especialmente se dedicó a escribir sus memorias. Estas llevarían por titulo, “Historia de un niño abandonado al final del s.XIX contada por sí mismo ", sin embargo les serían robadas por un carcelero, que le arrebataría así la obra a la que había consagrado varios años de cárcel. Un hecho curioso (si es que es verdadero) es que Lucheni colgó un retrato de Sissi de una de las paredes de su celda. Independiente de cómo trascurriera su estancia en prisión, lo que se es cierto es que finalmente una pelea con un guardia le permitió quedar incomunicado, momento que aprovechó para ahorcarse con su propio cinturón (según la versión más extendida, pues otras hacen referencia a un posible asesinato cometido por los carceleros, o por lo menos auspiciado por ellos), era el 19 de Octubre de 1910.
Mirándolo en perspectiva prácticamente todos quisieron ver este oportunismo en Luigi Lucheni según muchos Lucheni no sería más que un “megalomaniaco”, un hombre que ambicionaba la fama, un demente, un loco, un tarado... para nadie sería un “auténtico” Anarquista. Bien es cierto que muchas de esas definiciones pueden ser ciertas, pero hay otros componentes que no lo dejan tan claro, aun así es evidente que Lucheni es un caso evidente de lo que explica Luigi Fabbri en su folleto “Influencias burguesas sobre el Anarquismo”, es decir un hombre que habría obtenido una idea errónea de lo que realmente suponía el Anarquismo, debido a la imagen distorsionada que la morbosa propaganda burguesa daba sobre el mismo (según el propio Fabbri, Henry y Ravachol sería ejemplos del mismo caso, aunque el caso de Henry presentó para algunos más dudas, en el caso Ravachol no fue así, de hecho la mayoría de sus detractores lo compararon con Lucheni). Desde luego es innegable que Fabbri está en lo cierto cuando plantea la repercusión que eso tendría en el movimiento Anarquista posterior, la gente ya no creía que el Anarquismo representara un “nuevo orden armonioso”, ahora el Anarquismo solo significaba “bombas”, y esa es nefastamente una consecuencia que aún hoy sufrimos.
Otra situación es que hombres como Lucheni descubrían lo que era el Anarquismo por la prensa burguesa más que por los propios propagandistas Anarquistas, otra circunstancia que también hoy desgraciadamente vivimos, llegamos a concebir el Anarquismo mediante el filtro y la distorsión que los medios burgueses nos ofrecen, sintiéndonos ligados a tal o cual tradición “cultural”, más que al autodescubrimiento y posterior comparación de los resultados.
Pero lo que parece innegable es que analizando de las tristes condiciones sociales y económicas de Lucheni, su grave lesión craneal (quién sabe si con algún efecto neurológico), y sobre todo una mal canalizada sensibilidad, nos encontramos ante una victima... es cierto que ejerció el papel de verdugo, pero nadie puede negar que con una hoja de doble filo... es más ¿quién sería capaz de negar más de una responsabilidad en el asesinato que cometió?
Existen individuos que consiguen resistir la presión feroz del medio, muchos consiguen que su individualidad subsista por encima de esas penosas condiciones, estos se convierten en refractarios del sistema... tantos otros son aplastados, anulados y pierden (aunque sea temporalmente) todo atisbo de amor propio, esto es suplantado por la “humildad", la “resignación”, en definitiva la “renuncia”.
¿Podríamos culpar si alguno de los segundos se convirtiera un día en uno de los primeros, y si el camino que escogiera (o le impusieran) para ello fuera el de la violencia? Podemos criticar cuanto queramos la “violencia de los de abajo”, pero antes de hacerlo hemos de atrevernos a condenar y desarticular la “violencia de los de arriba”, nunca se puede atacar un efecto, sin haberse enfrentado antes con su causa.
Luigi Lucheni (también escrito Luccheni) Nació en Parma (aunque en algunos sitios puede leerse Parigi en Francia ) el 22 de Abril de 1898.
Lucheni proviene de la pobreza “extrema”, su joven madre, Luigia Lacchini (la diferencia de apellidos se debe a un error del funcionario del registro civil) lo abandonaría en un orfanato de nada más nacer. La historia de su madre es realmente escalofriante, al parecer sufrió abusos por parte de un adinerado terrateniente (aunque Lucheni siempre creyó que su madre se dedicaba a la prostitución). Lucheni pasará por varios “hogares adoptivos”, siendo siempre obligado a trabajar desde los 9 años, en fábricas y ferrocarriles, entre otros duros trabajos. Después de pasar por el ejército, participando en una guerra en África oriental, acaba siendo criado de su antiguo capitán (el insultantemente aristocrático Rainiero de Vera, Príncipe D´Aragona), al no tener otra salida económica después de licenciarse. Sin embargo es despedido por “insubordinado”, y ningún esfuerzo por ser readmitido produce fruto alguno (como mencionamos más adelante llegara a pasársele por la cabeza la idea de matar al aristócrata).
Aunque también lee prensa Anarquista, se familiariza más con el movimiento mediante la prensa burguesa y “socialista de estado”, además de por las canciones populares. Trabajando como albañil se cae de un andamio, causándose heridas de consideración. En el hospital le incautan varios dibujos supuestamente alegóricos a la “violencia” (por ejemplo un inofensivo dibujo de una porra en la que escribe "para Humberto", el Rey de Italia).
Según parece se propone “cortar” alguna “cabeza coronada”, o de algún personaje de clase alta, barajando a Henri de Orleáns, pretendiente al trono de Francia, o a los ya citados Humberto I o al Príncipe D´Aragona. Se le atribuye esta dudosa frase: “Me gustaría matar a alguien famoso para que saliera en los periódicos…”. Aparentemente esta frase se la diría a un amigo, después de discutir los pormenores de una pelea en la que se había producido un muerto, sin embargo y a pesar de que se le oye decir cosas como esa, nadie parece darse cuenta, no ya del lógico resentimiento y el rencor que había acumulado desde su infancia, sino sobre todo de la posible lesión cerebral que pudo sufrir tras su caída. Emigrado y establecido en Suiza, siguió dando muestras de su frustración y sus posibles desequilibrios. Es entonces cuando trabajando en la construcción de un edificio de correos en Lausana, se entera de que la archiconocida Emperatriz Elizabeth de Wittelsbach, más conocida como Sissi, viajará a Ginebra y “prepara” su “regicidio”.
Ni siquiera tiene dinero para comprar un cuchillo, así que afila una lima a la que une un trozo de madera como empuñadura. El 10 de Septiembre de 1898, a orillas del lago Quai de Mont-Blanc, espera a la Emperatriz, las ve salir de el lujoso hotel Beaurivage de Ginebra, y observa como se dirigen al embarcadero con la intención de tomar un vapor, una vez consigue acercarse lo suficiente a las dos mujeres lujosamente engalanadas se dirige a la de mayor ostentosidad, fingiendo que resbala, levanta el paraguas que la oculta para asegurarse de haber acertado y después le incrusta la lima en el pecho (Sisi no se daría cuenta hasta después de embarcar, justo cuando estando en cubierta cayó desmayada , poco antes de morir).
Se conservan fotos de Lucheni en las que siempre, aun estado detenido por la policía, se le ve sonriente, quién viera su cara no supondría que es la de alguien que acaba de asesinar a una persona. Según parece una vez se le interroga da varias muestras de demencia, gusta decir de sí mismo: “Luigi Lucheni, Anarquista y uno de los más peligrosos”. Según él su acto “Era parte de la guerra contra los ricos y grandes...”, y verdaderamente para unas “masas” que vivían en la más ignominiosa de las miserias Sissi era la viva representación de la opulencia. Sin embargo después de un interrogatorio surrealista parece ser que solo una vez se le vio preocupado (si no contamos un celebre momento de perplejidad y emoción durante su juicio), cuando se le preguntó la causa por la que levantó el paraguas de la Emperatriz dijo: “Debía asegurarme que era ella, no hubiera podido soportar matar a una criada inocente...” (Lucheni no sabía que quién acompañaba a Sissi no era una criada, sino la condesa Sztaray).
Durante el juicio se mantuvo la mayor parte del tiempo sereno y sonriente, sin dar muestra alguna de arrepentimiento, hasta que llegó el momento en que el juez le increpo el haber acabado con la vida de una mujer “que siempre fue infeliz”, es entonces cuando Lucheni, sorprendido y conmocionado, dijo con voz entre cortada: “Eso no puede ser… yo siempre pensé que había matado a una persona que vivía en una felicidad insolente…”.
Fuera como fuera, el caso es que nunca se le “otorgó” a Lucheni la “condición de Anarquista”, si se hacen compilaciones sobre los “propagandistas por los hechos” en pocas publicaciones Anarquistas aparecerá, tan solo en los folletines burgueses. Sin embargo lo que es innegable es que aunque tan solo sea por las circunstancias coyunturales, por su condición de “obrero y vagabundo”, su vida rota y repleta de miseria pertenece como diría Proudhon “A la clase más pobre y numerosa”. Es sin lugar a dudas el “propagandista” más odiado por los propios Anarquistas, y creo que en eso influyó mucho la persona a la que asesinó. La propia Emma Goldman destacada defensora de otros “propagandistas” (como Caserio, Bresci, y especialmente Czolgosz), reconoció sentir por Lucheni una fuerte antipatía.
Lucheni sería condenado a cadena perpetua, ya que no existía la pena de muerte en Suiza (aunque muchos pidieron que se estableciera para este caso concreto), siendo consciente de que su destino era estar recluido de por vida, no cesaba de insubordinarse y amotinarse, creyendo muchos que debía ser recluido en un manicomio. Sin embargo otras fuentes dicen que fue un “preso ejemplar”, que aprendió francés, que leía a los Ilustrados, a Voltaire y a Rousseau, e incluso se familiarizó con Schopenhauer y que especialmente se dedicó a escribir sus memorias. Estas llevarían por titulo, “Historia de un niño abandonado al final del s.XIX contada por sí mismo ", sin embargo les serían robadas por un carcelero, que le arrebataría así la obra a la que había consagrado varios años de cárcel. Un hecho curioso (si es que es verdadero) es que Lucheni colgó un retrato de Sissi de una de las paredes de su celda. Independiente de cómo trascurriera su estancia en prisión, lo que se es cierto es que finalmente una pelea con un guardia le permitió quedar incomunicado, momento que aprovechó para ahorcarse con su propio cinturón (según la versión más extendida, pues otras hacen referencia a un posible asesinato cometido por los carceleros, o por lo menos auspiciado por ellos), era el 19 de Octubre de 1910.
Mirándolo en perspectiva prácticamente todos quisieron ver este oportunismo en Luigi Lucheni según muchos Lucheni no sería más que un “megalomaniaco”, un hombre que ambicionaba la fama, un demente, un loco, un tarado... para nadie sería un “auténtico” Anarquista. Bien es cierto que muchas de esas definiciones pueden ser ciertas, pero hay otros componentes que no lo dejan tan claro, aun así es evidente que Lucheni es un caso evidente de lo que explica Luigi Fabbri en su folleto “Influencias burguesas sobre el Anarquismo”, es decir un hombre que habría obtenido una idea errónea de lo que realmente suponía el Anarquismo, debido a la imagen distorsionada que la morbosa propaganda burguesa daba sobre el mismo (según el propio Fabbri, Henry y Ravachol sería ejemplos del mismo caso, aunque el caso de Henry presentó para algunos más dudas, en el caso Ravachol no fue así, de hecho la mayoría de sus detractores lo compararon con Lucheni). Desde luego es innegable que Fabbri está en lo cierto cuando plantea la repercusión que eso tendría en el movimiento Anarquista posterior, la gente ya no creía que el Anarquismo representara un “nuevo orden armonioso”, ahora el Anarquismo solo significaba “bombas”, y esa es nefastamente una consecuencia que aún hoy sufrimos.
Otra situación es que hombres como Lucheni descubrían lo que era el Anarquismo por la prensa burguesa más que por los propios propagandistas Anarquistas, otra circunstancia que también hoy desgraciadamente vivimos, llegamos a concebir el Anarquismo mediante el filtro y la distorsión que los medios burgueses nos ofrecen, sintiéndonos ligados a tal o cual tradición “cultural”, más que al autodescubrimiento y posterior comparación de los resultados.
Pero lo que parece innegable es que analizando de las tristes condiciones sociales y económicas de Lucheni, su grave lesión craneal (quién sabe si con algún efecto neurológico), y sobre todo una mal canalizada sensibilidad, nos encontramos ante una victima... es cierto que ejerció el papel de verdugo, pero nadie puede negar que con una hoja de doble filo... es más ¿quién sería capaz de negar más de una responsabilidad en el asesinato que cometió?
Existen individuos que consiguen resistir la presión feroz del medio, muchos consiguen que su individualidad subsista por encima de esas penosas condiciones, estos se convierten en refractarios del sistema... tantos otros son aplastados, anulados y pierden (aunque sea temporalmente) todo atisbo de amor propio, esto es suplantado por la “humildad", la “resignación”, en definitiva la “renuncia”.
¿Podríamos culpar si alguno de los segundos se convirtiera un día en uno de los primeros, y si el camino que escogiera (o le impusieran) para ello fuera el de la violencia? Podemos criticar cuanto queramos la “violencia de los de abajo”, pero antes de hacerlo hemos de atrevernos a condenar y desarticular la “violencia de los de arriba”, nunca se puede atacar un efecto, sin haberse enfrentado antes con su causa.
-
Severino Di Giovanni
- Mensajes: 197
- Registrado: 03 Feb 2005, 00:51
Gaetano Bresci
El sueño de Lucheni de matar a Humberto I no quedaría incumplido, después de que Acciriato lo intentara en 1897, el principio de siglo no iba a ser menos sangriento que su final y en 1900 Gaetano Bresci acabaría con la vida del monarca.
Bresci había nacido en Coiano (la Toscana) el 11 de Noviembre de 1869, era un humilde tejedor de seda que acababa de cumplir los treinta y un años, había emigrado a los Estados Unidos, en busca de fortuna, residiendo en los suburbios de Paterson, New Yérsey (importante cuna del Anarquismo italo-americano), donde conseguiría el sustento de su familia, compuesta por su compañera y su hijita de tres años. Sin embargo ansioso de sumarse a la “propaganda” y poseído por esa “fiebre” de violencia se embarcará hacia Italia (después de hacer practicas de tiro en los bosques americanos) donde descerrajará cuatro tiros (otros dicen tres) a Humberto I, mientras estaba en su carruaje, era el 29 de Julio y se acababa de cometer el primer “regicidio” del siglo XX.
Las motivaciones de Bresci distan sin embargo mucho de las que podían mover a Lucheni (aunque en este último también estaba latente la causa social), Humberto se había destacado por una estrategia represiva de características especialmente brutales, en 1898 cuando la carestía del pan mataba a la gente de hambre, se produjeron numerosas protestas por toda Italia. Se debe destacar la acontecida en Milán, allí una “masa hambrienta” marchaba hacía el Palacio Real reclamando pan, el General Bava Beccaris tenía ordenes estrictas de no dejar que “esos desarrapados consiguieran acercarse a la entrada”. El general, como fiel esbirro, mandó abrir fuego, así a una muchedumbre que pedía comida se le ofreció litros y litros de sangre. Tras la masacre el Rey Humberto felicito a Beccaris por su “valiente defensa de la casa Real”.
Aún humeaba el arma de Bresci cuando ya se hablaba de conspiración Anarquista (la policía diría tener pruebas de que en Paterson se había echado a suertes quien sería el asesino, y la fortuna había “sonreído” a Bresci), los Anarquistas italo-americanos lo negaron, incluso se intentaría implicar al pobre Malatesta (simplemente porque había frecuentado el bar en el que se reunían los amigos de Bresci). Como también en Italia estaba abolida la pena de muerte, el 29 de Agosto de ese mismo año Bresci sería condenado a cadena perpetua en la Isla Ventotene en la Prisión de Santo Stefano (aunque en es muchos lugares se dice que la prisión y la isla comparten nombre).
Después de pasarse 7 años incomunicado en la Isla de Santo Stefano, y castigado a trabajos forzados, el primer día después de salir de la incomunicación... se ahorcó en su celda. Según otra versión se suicidaría tan solo 9 meses después de ser encarcelado, por lo que dataría su muerte del 22 de Mayo de 1901, esta versión es la más extendida y la que correspondería más con la realidad, además explicaría porque tan solo unos meses después de su encarcelamiento, pudo recibir una foto de sus amigos de Paterson en la que todos llevaban unas chapas con la cara de Bresci. En esos suburbios de New Yersey se convirtió en un personaje muy popular, se invento un brindis en su honor e incluso se celebra una fiesta en su nombre, muchos guardaron a lo largo del siglo su retrato en sus casas, y para nadie era desconocida la celebre frase de Bresci: “No he matado a Umberto. He matado al rey. He matado a un principio."
El sueño de Lucheni de matar a Humberto I no quedaría incumplido, después de que Acciriato lo intentara en 1897, el principio de siglo no iba a ser menos sangriento que su final y en 1900 Gaetano Bresci acabaría con la vida del monarca.
Bresci había nacido en Coiano (la Toscana) el 11 de Noviembre de 1869, era un humilde tejedor de seda que acababa de cumplir los treinta y un años, había emigrado a los Estados Unidos, en busca de fortuna, residiendo en los suburbios de Paterson, New Yérsey (importante cuna del Anarquismo italo-americano), donde conseguiría el sustento de su familia, compuesta por su compañera y su hijita de tres años. Sin embargo ansioso de sumarse a la “propaganda” y poseído por esa “fiebre” de violencia se embarcará hacia Italia (después de hacer practicas de tiro en los bosques americanos) donde descerrajará cuatro tiros (otros dicen tres) a Humberto I, mientras estaba en su carruaje, era el 29 de Julio y se acababa de cometer el primer “regicidio” del siglo XX.
Las motivaciones de Bresci distan sin embargo mucho de las que podían mover a Lucheni (aunque en este último también estaba latente la causa social), Humberto se había destacado por una estrategia represiva de características especialmente brutales, en 1898 cuando la carestía del pan mataba a la gente de hambre, se produjeron numerosas protestas por toda Italia. Se debe destacar la acontecida en Milán, allí una “masa hambrienta” marchaba hacía el Palacio Real reclamando pan, el General Bava Beccaris tenía ordenes estrictas de no dejar que “esos desarrapados consiguieran acercarse a la entrada”. El general, como fiel esbirro, mandó abrir fuego, así a una muchedumbre que pedía comida se le ofreció litros y litros de sangre. Tras la masacre el Rey Humberto felicito a Beccaris por su “valiente defensa de la casa Real”.
Aún humeaba el arma de Bresci cuando ya se hablaba de conspiración Anarquista (la policía diría tener pruebas de que en Paterson se había echado a suertes quien sería el asesino, y la fortuna había “sonreído” a Bresci), los Anarquistas italo-americanos lo negaron, incluso se intentaría implicar al pobre Malatesta (simplemente porque había frecuentado el bar en el que se reunían los amigos de Bresci). Como también en Italia estaba abolida la pena de muerte, el 29 de Agosto de ese mismo año Bresci sería condenado a cadena perpetua en la Isla Ventotene en la Prisión de Santo Stefano (aunque en es muchos lugares se dice que la prisión y la isla comparten nombre).
Después de pasarse 7 años incomunicado en la Isla de Santo Stefano, y castigado a trabajos forzados, el primer día después de salir de la incomunicación... se ahorcó en su celda. Según otra versión se suicidaría tan solo 9 meses después de ser encarcelado, por lo que dataría su muerte del 22 de Mayo de 1901, esta versión es la más extendida y la que correspondería más con la realidad, además explicaría porque tan solo unos meses después de su encarcelamiento, pudo recibir una foto de sus amigos de Paterson en la que todos llevaban unas chapas con la cara de Bresci. En esos suburbios de New Yersey se convirtió en un personaje muy popular, se invento un brindis en su honor e incluso se celebra una fiesta en su nombre, muchos guardaron a lo largo del siglo su retrato en sus casas, y para nadie era desconocida la celebre frase de Bresci: “No he matado a Umberto. He matado al rey. He matado a un principio."
-
Severino Di Giovanni
- Mensajes: 197
- Registrado: 03 Feb 2005, 00:51
HIMNO INDIVIDUALISTA
Pria di morir sul fango della via, imiteremo Bresci e Ravachol; chi stende a te la mano, o borghesia, è un uomo indegno di guardare il sol.
Le macchine stridenti dilaniano i pezzenti
e pallide e piangenti stan le spose ognor,
restano i campi incolti e i minator sepolti
e gli operai travolti da omicidio ognor.
E a chi non soccombe si schiudan le tombe,
s'apprestin le bombe, s'affili il pugnal.
È l'azione l'ideal!
Francia all'erta, sulla ghigliottina,
tronca il capo a chi punirla vuoI;
Spagna vi1 garrotta ed assassina; fucila Italia chi tremar non suoi,
In America impiccati, in Africa sgozzati in Spagna tortùrati a Montjuich ognor; ma la razza trista del signor teppista l'indivìduaiista sa colpire ancor.
E a chi non soccombe si schiudan le tombe,,.
Finché siam gregge, è giusto che ci sia crìcca social per leggi decretar; finché non splende il sol dell'anarchia vedremo sempre il popol trucidar.
Sbirri, inorridite, se la dinamite voi scrosciare udite contro l'oppressor; abbiamo contro tutti, sbirri e farabutti, e uno contro tutti noi li sperderem.
E a chi non soccombe si schiudan le tombe…
Antes de morir bajo el fango de la calle,
imitaremos a Bresci y Ravachol;
quien extiende a ti la mano, o burguesía,
es un hombre indigno de guardar el sol.
La máquina estridente machaca y despedaza
y pálidas y gritando están las esposas,
queda el campo incultivado y el minero sepultado
y los trabajadores se estremecen de homicida honor.
Y a quién no sucumba le espera la tumba,
se aprestan las bombas, se afila el puñal.
¡Es la acción el ideal!
Francia alerta, en la guillotina,
corta la cabeza a quien castigarla quiere;
La España vil agarrota y asesina;
fusila Italia a quien su alma hace temer.
En América colgados, en África degollados,
en España torturados en honor de Montjuich;
pero a la triste raza del señor terrorista
el individualista sabe todavía golpear.
Y a quién no sucumba le espera la tumba,
se aprestan las bombas, se afila el puñal.
¡Es la acción el ideal!
Hasta que seamos multitud, es correcto que así sea
la banda social contra el decretar de las leyes;
hasta que el sol de la Anarquía no brille
veremos siempre el clamar del pueblo.
Esbirro, espantado, si la dinamita
oye rugir contra el opresor;
vamos contra todos, esbirros y sinvergüenzas,
y uno contra todos no lo esperamos.
Y a quién no sucumba le espera la tumba,
se aprestan las bombas, se afila el puñal.
¡Es la acción el ideal!
Pria di morir sul fango della via, imiteremo Bresci e Ravachol; chi stende a te la mano, o borghesia, è un uomo indegno di guardare il sol.
Le macchine stridenti dilaniano i pezzenti
e pallide e piangenti stan le spose ognor,
restano i campi incolti e i minator sepolti
e gli operai travolti da omicidio ognor.
E a chi non soccombe si schiudan le tombe,
s'apprestin le bombe, s'affili il pugnal.
È l'azione l'ideal!
Francia all'erta, sulla ghigliottina,
tronca il capo a chi punirla vuoI;
Spagna vi1 garrotta ed assassina; fucila Italia chi tremar non suoi,
In America impiccati, in Africa sgozzati in Spagna tortùrati a Montjuich ognor; ma la razza trista del signor teppista l'indivìduaiista sa colpire ancor.
E a chi non soccombe si schiudan le tombe,,.
Finché siam gregge, è giusto che ci sia crìcca social per leggi decretar; finché non splende il sol dell'anarchia vedremo sempre il popol trucidar.
Sbirri, inorridite, se la dinamite voi scrosciare udite contro l'oppressor; abbiamo contro tutti, sbirri e farabutti, e uno contro tutti noi li sperderem.
E a chi non soccombe si schiudan le tombe…
Antes de morir bajo el fango de la calle,
imitaremos a Bresci y Ravachol;
quien extiende a ti la mano, o burguesía,
es un hombre indigno de guardar el sol.
La máquina estridente machaca y despedaza
y pálidas y gritando están las esposas,
queda el campo incultivado y el minero sepultado
y los trabajadores se estremecen de homicida honor.
Y a quién no sucumba le espera la tumba,
se aprestan las bombas, se afila el puñal.
¡Es la acción el ideal!
Francia alerta, en la guillotina,
corta la cabeza a quien castigarla quiere;
La España vil agarrota y asesina;
fusila Italia a quien su alma hace temer.
En América colgados, en África degollados,
en España torturados en honor de Montjuich;
pero a la triste raza del señor terrorista
el individualista sabe todavía golpear.
Y a quién no sucumba le espera la tumba,
se aprestan las bombas, se afila el puñal.
¡Es la acción el ideal!
Hasta que seamos multitud, es correcto que así sea
la banda social contra el decretar de las leyes;
hasta que el sol de la Anarquía no brille
veremos siempre el clamar del pueblo.
Esbirro, espantado, si la dinamita
oye rugir contra el opresor;
vamos contra todos, esbirros y sinvergüenzas,
y uno contra todos no lo esperamos.
Y a quién no sucumba le espera la tumba,
se aprestan las bombas, se afila el puñal.
¡Es la acción el ideal!
-
Severino Di Giovanni
- Mensajes: 197
- Registrado: 03 Feb 2005, 00:51
“Tengo la profunda convicción de que bastarán dos o tres generaciones para arrancar al hombre de la influencia de la civilización artificial que hoy sufre, y para conducirlo al estado natural que es el estado de bondad y de amor. Pero, para que triunfe este ideal, para asentar una sociedad Anarquista sobre bases sólidas, hay que comenzar por el trabajo de destrucción. Es necesario destruir el viejo y carcomido edificio…”
Carta de Auguste Vaillant al director de la Conciergerie.
Carta de Auguste Vaillant al director de la Conciergerie.
- Manu García
- Mensajes: 5401
- Registrado: 27 Ago 2004, 21:32
-
Jean-Jacques Liabeuf
- Mensajes: 3
- Registrado: 14 May 2007, 13:59
La 1ª versión del "Inno Individualista” es de 1900 aproximadamente, su autor es desconocido, aunque muchos han intentado achacársela a Pietro Gori (lo cual parece improbable, a pesar de que Gori tuviera una gran simpatía por los “propagandistas” e incluso le dedicara una canción a Caserio, su estilo poético no suele ser tan “agresivo”, en caciones como “Adiós a Lugano” se aprecia una lírica beligerante, pero no un especial gusto por la violencia).
La canción se “recompondría” en 1904 (con la popularidad del grupo ilegalista “Los Trabajadores de la Noche”, creado por Marius Jacob en 1900) y en 1914 (esta vez siguiendo la estela de “La Banda de Bonnot” y su epopeya, algunos componente de la Banda, como René Valet o Raymond Callemin la-Ciencia, se destacaron incluso como compositores de canciones populares, este ultimo hizo una en honor de la bomba de Bonts-Enfants, bomba que fue llevada, por los propios policías, hacía una comisaría donde posteriormente estalló, acción que se le achacó a Henry).
Es de esta última versión (que por lo demás no tiene muchas diferencias con la original, por lo menos en la letra, aunque sí en la sintonía) de donde data la traducción al español del “Himno Individualista”, de esto se responsabiliza a Juan Montseny, más conocido como Federico Urales, el cual, a pesar de ser unos de los más “destacados pensadores” Anarquistas (junto a Tarrida del Mármol, y Ricardo Mella), no ocultaba su contra puesta fascinación por los “ilegalistas” y los “actos individuales”, muy conocida es su defensa de Pallàs (el Anarquista que arrojó una bomba al general Martínez Campos... aunque en la biografía de Soledad Gustavo de vuestro Ateneo pone que se le consideró responsable “del atentado de Cambios Nuevos”, pero la realidad es que para entonces, 1897, ya había sido ejecutado, precisamente en el año que citáis, 1893 ).
En 1932 se volvería a relacionar a Urales con otra canción violenta como “Arroja la bomba”, aunque al final se achacó su autoría a un Anarquista de origen aragonés llamado Aznar, que compuso dicha canción en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, así lo corroboró el propio Montseny.
El caso es que esa cosiderada por ti “mala traducción”, si exceptuamos las modificaciones que pudieron hacerse después, es obra mayoritariamente del compañero Urales (por ejemplo, en un apéndice de los textos compilados por Louis Horowitz está la susodicha canción, cuya traducción firma “Juan Montseny”, y guarda muy pocas diferencias con otras versiones “virtuales”), así que dirige a "él" las reclamaciones póstumas.
Por ultimo y para seguir con el tema del ilegalismo, una frase de Callemin ante la Guillotina, allí a punto de morir se dirigió a los periodistas que con verdadera avidez asistían a su ejecución, y sonriendo lanzó su ultimo órdago de ironía: «Es hermoso ¿verdad? ver morir a un hombre.»
Era el 21 de Abril de 1913.
La canción se “recompondría” en 1904 (con la popularidad del grupo ilegalista “Los Trabajadores de la Noche”, creado por Marius Jacob en 1900) y en 1914 (esta vez siguiendo la estela de “La Banda de Bonnot” y su epopeya, algunos componente de la Banda, como René Valet o Raymond Callemin la-Ciencia, se destacaron incluso como compositores de canciones populares, este ultimo hizo una en honor de la bomba de Bonts-Enfants, bomba que fue llevada, por los propios policías, hacía una comisaría donde posteriormente estalló, acción que se le achacó a Henry).
Es de esta última versión (que por lo demás no tiene muchas diferencias con la original, por lo menos en la letra, aunque sí en la sintonía) de donde data la traducción al español del “Himno Individualista”, de esto se responsabiliza a Juan Montseny, más conocido como Federico Urales, el cual, a pesar de ser unos de los más “destacados pensadores” Anarquistas (junto a Tarrida del Mármol, y Ricardo Mella), no ocultaba su contra puesta fascinación por los “ilegalistas” y los “actos individuales”, muy conocida es su defensa de Pallàs (el Anarquista que arrojó una bomba al general Martínez Campos... aunque en la biografía de Soledad Gustavo de vuestro Ateneo pone que se le consideró responsable “del atentado de Cambios Nuevos”, pero la realidad es que para entonces, 1897, ya había sido ejecutado, precisamente en el año que citáis, 1893 ).
En 1932 se volvería a relacionar a Urales con otra canción violenta como “Arroja la bomba”, aunque al final se achacó su autoría a un Anarquista de origen aragonés llamado Aznar, que compuso dicha canción en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, así lo corroboró el propio Montseny.
El caso es que esa cosiderada por ti “mala traducción”, si exceptuamos las modificaciones que pudieron hacerse después, es obra mayoritariamente del compañero Urales (por ejemplo, en un apéndice de los textos compilados por Louis Horowitz está la susodicha canción, cuya traducción firma “Juan Montseny”, y guarda muy pocas diferencias con otras versiones “virtuales”), así que dirige a "él" las reclamaciones póstumas.
Por ultimo y para seguir con el tema del ilegalismo, una frase de Callemin ante la Guillotina, allí a punto de morir se dirigió a los periodistas que con verdadera avidez asistían a su ejecución, y sonriendo lanzó su ultimo órdago de ironía: «Es hermoso ¿verdad? ver morir a un hombre.»
Era el 21 de Abril de 1913.
-
Alexandre Sokoloff
- Mensajes: 15
- Registrado: 15 May 2007, 12:42
-
Alexandre Sokoloff
- Mensajes: 15
- Registrado: 15 May 2007, 12:42



Tres versiones del atentado (en Monza) de Bresci.
Última edición por Alexandre Sokoloff el 15 May 2007, 13:54, editado 1 vez en total.
-
Alexandre Sokoloff
- Mensajes: 15
- Registrado: 15 May 2007, 12:42
-
Jean-Jacques Liabeuf
- Mensajes: 3
- Registrado: 14 May 2007, 13:59
Fragmento “De Memorias de mundos desaparecidos” de Victor Serge, en él se hace una pequeña semblanza del Anarquista Alexandre Sokoloff, postulador y activista de “La Propaganda por los hechos”.
“Llegamos por senderos soleados ante un seto, después a un portón… ¡Zumbido de las abejas, calor dorado, 18 años, umbral de la anarquía! Había una mesa al aire libre cargada de volantas y de folletos... Un platito, dentro de él calderilla, un papel: «Toma lo que quieras, pon lo que puedas.» ¡Impresionante hallazgo!... Siguiendo un pedacito de camino se llegaba a una casita blanca, bajo los ramajes. «Haz lo que quieras», encima de la puerta, abierta a todo el mundo. En el patio de granja, un gran tipo negro con perfil de corsario arengaba a un auditorio atento. Mucho estilo, de veras, el tono burlón, las réplicas desarmantes. Tema: el amor libre. ¿Pero puede el amor no ser libre?
Trotamundos, un pequeño albañil romando prodigiosamente inteligente, un oficial ruso, anarquista tolstoiano, de noble rostro rubio, escapado de una insurrección vencida y que, al año siguiente, habría de morir de hambre en el bosque de Fontainebleau —León de Guerassimov— y luego un temible químico llegado de Odesa vía Buenos Aires, nos ayudaron a buscar la solución de los grandes problemas. El tipógrafo individualista: «Mira, viejo, no hay nadie más que tú en el mundo, trata de no ser un cerdo ni un baboso.» El tolstoiano: «Seamos hombres nuevos, la salvación está en nosotros.» El albañil romando, discípulo de Luigi Bertoni: «De acuerdo, pero sin descuidar las botas con clavos, en las construcciones…» El químico, después de haber escuchado largamente, decía con su acento ruso-español: «Todo eso es pura palabrería, camaradas; en la guerra social, se necesitan buenos laboratorios.» Sokoloff era un hombre de voluntad fría, formado en Rusia por luchas inhumanas fuera de las cuales ya no podía vivir. Salía de la tormenta, la tormenta estaba en él. Combatió, mató, murió en la cárcel.
La idea de los buenos laboratorios era una idea rusa. De Rusia se esparcían por el mundo hombres y mujeres moldeados por los combates sin merced, que no tenían más que una meta en la vida, que respiraban el peligro; y la comodidad, la paz, la campechanería de Occidente les parecían sosas, los indignaban tanto más cuanto que habían aprendido a ver, funcionando al desnudo, los engranajes de la máquina social en los que nadie pensaba en esos países privilegiados… Tatiana Leontieva liquidaba en Suiza a un señor al que confundía con un ministro del zar; Rips disparaba sobre la guardia republicana desde lo alto de la imperial de un ómnibus, en la plaza de la República; un revolucionario, confidente de la policía, ejecutaba en un cuarto de hotel de Belleville al jefe del servicio secreto de la Ojrana de Petersburgo. En un barrio mísero de Londres, llamado Houndsditch, la Fosa-de-los-perros, qué nombre adecuado para unos dramas sórdidos, unos anarquistas rusos sostenían un cerco en el sótano de una joyería y los fotógrafos sacaban una pla- ca del señor Winston Churchill, joven ministro, dirigiendo el cerco.
En París, en el Bosque de Bolonia, Swoboda, probando sus bombas, era despedazado por ellas. «Alexandre Sokolov», en realidad Vladimir Hartenstein, pertenecía al mismo grupo que Swoboda. En su cuartucho, arriba de una tienda de la calle del Museo, había instalado un laboratorio perfecto, a dos pasos de la Biblioteca Real, donde pasaba una parte de sus días escribiendo para sus amigos de Rusia y de Argentina, en caracteres griegos, pero en español. Eran tiempos de paz pletórica, extrañamente electrizados, en la víspera de la tormenta (la tormenta de 1914…). El primer ministro Clemenceau acababa de derramar la sangre obrera en Draveil, donde unos gendarmes habían entrado en una reunión de huelguistas para descargar sus revólveres y matar a varios inocentes, luego en la manifestación de las exequias de esas víctimas, en Vigneux, donde la tropa abrió fuego… (Esa manifestación había sido organizada por el secretario de la Federación de la Alimentación, Métivier, militante de extrema izquierda y agente provocador que poco antes había recibido instrucciones personales del ministro del Interior, Georges Clemenceau.)
Recuerdo nuestra exasperación cuando nos enteramos de esos tiroteos. Esa misma noche, un centenar de jóvenes desplegamos una bandera roja en la zona de los edificios gubernamentales, contentos de pelear con la policía. Nos sentíamos parientes de todas las víctimas, de todos los sublevados del mundo, habríamos peleado con alegría por los ejecutados de las prisiones de Montjuich y de Alcalá del Valle, cuyos sufrimientos recordábamos todos los días. Sentíamos crecer en nosotros una magnífica y temible sensibilidad colectiva. Sokolov se burló de nuestra manifestación, ese juego de niños. Él preparaba en silencio la verdadera respuesta a los asesinos de obreros. Habiendo sido descubierto su laboratorio a consecuencia de incidentes lamentables, se vio acosado, sin salida. Su rostro de ojos intensos, reconocible entre todos porque la parte superior de la nariz había quedado aplastada como por un golpe de barra de hierro, hacía que le fuera imposible huir. Se encerró en un cuarto amueblado, en Gante, preparó sus revólveres y esperó; y cuando vino la policía, disparó como hubiese disparado sobre los agentes del zar. Los pacíficos gendarmes ganteses pagaban por los cosacos, autores de progroms —y Sokolov daba su vida, «aquí o allá, poco importa con tal de darla en plena luz, para despertar a los oprimidos». Que nadie, en aquella Bélgica floreciente donde la clase obrera se convertía en un poder, con sus cooperativas, sus sindicatos ricos, sus mandatarios elocuentes, pudiese comprender el lenguaje y los actos de los idealistas exasperados formados por el despotismo ruso, ¿cómo se habría dado cuenta de ello un Sokolov? Nuestro grupo se daba cuenta un poco mejor que él, de todos modos no a fondo. Decidimos tomar su defensa ante la opinión, ante el jurado, y yo lo dije en el proceso de Gante: «testigo de descargo».”
Según Bernard Thomas por cada gendarme que caía decía “¡Ésta por Fourmies!, ¡Ésta por San Petersburgo!, ¡Ésta por Draveil!” (todos ellos lugares representativos de masacres cometidas por la policía)... según él no murió en la cárcel, si no que se encontraron 18 balas en su cadáver.
“Llegamos por senderos soleados ante un seto, después a un portón… ¡Zumbido de las abejas, calor dorado, 18 años, umbral de la anarquía! Había una mesa al aire libre cargada de volantas y de folletos... Un platito, dentro de él calderilla, un papel: «Toma lo que quieras, pon lo que puedas.» ¡Impresionante hallazgo!... Siguiendo un pedacito de camino se llegaba a una casita blanca, bajo los ramajes. «Haz lo que quieras», encima de la puerta, abierta a todo el mundo. En el patio de granja, un gran tipo negro con perfil de corsario arengaba a un auditorio atento. Mucho estilo, de veras, el tono burlón, las réplicas desarmantes. Tema: el amor libre. ¿Pero puede el amor no ser libre?
Trotamundos, un pequeño albañil romando prodigiosamente inteligente, un oficial ruso, anarquista tolstoiano, de noble rostro rubio, escapado de una insurrección vencida y que, al año siguiente, habría de morir de hambre en el bosque de Fontainebleau —León de Guerassimov— y luego un temible químico llegado de Odesa vía Buenos Aires, nos ayudaron a buscar la solución de los grandes problemas. El tipógrafo individualista: «Mira, viejo, no hay nadie más que tú en el mundo, trata de no ser un cerdo ni un baboso.» El tolstoiano: «Seamos hombres nuevos, la salvación está en nosotros.» El albañil romando, discípulo de Luigi Bertoni: «De acuerdo, pero sin descuidar las botas con clavos, en las construcciones…» El químico, después de haber escuchado largamente, decía con su acento ruso-español: «Todo eso es pura palabrería, camaradas; en la guerra social, se necesitan buenos laboratorios.» Sokoloff era un hombre de voluntad fría, formado en Rusia por luchas inhumanas fuera de las cuales ya no podía vivir. Salía de la tormenta, la tormenta estaba en él. Combatió, mató, murió en la cárcel.
La idea de los buenos laboratorios era una idea rusa. De Rusia se esparcían por el mundo hombres y mujeres moldeados por los combates sin merced, que no tenían más que una meta en la vida, que respiraban el peligro; y la comodidad, la paz, la campechanería de Occidente les parecían sosas, los indignaban tanto más cuanto que habían aprendido a ver, funcionando al desnudo, los engranajes de la máquina social en los que nadie pensaba en esos países privilegiados… Tatiana Leontieva liquidaba en Suiza a un señor al que confundía con un ministro del zar; Rips disparaba sobre la guardia republicana desde lo alto de la imperial de un ómnibus, en la plaza de la República; un revolucionario, confidente de la policía, ejecutaba en un cuarto de hotel de Belleville al jefe del servicio secreto de la Ojrana de Petersburgo. En un barrio mísero de Londres, llamado Houndsditch, la Fosa-de-los-perros, qué nombre adecuado para unos dramas sórdidos, unos anarquistas rusos sostenían un cerco en el sótano de una joyería y los fotógrafos sacaban una pla- ca del señor Winston Churchill, joven ministro, dirigiendo el cerco.
En París, en el Bosque de Bolonia, Swoboda, probando sus bombas, era despedazado por ellas. «Alexandre Sokolov», en realidad Vladimir Hartenstein, pertenecía al mismo grupo que Swoboda. En su cuartucho, arriba de una tienda de la calle del Museo, había instalado un laboratorio perfecto, a dos pasos de la Biblioteca Real, donde pasaba una parte de sus días escribiendo para sus amigos de Rusia y de Argentina, en caracteres griegos, pero en español. Eran tiempos de paz pletórica, extrañamente electrizados, en la víspera de la tormenta (la tormenta de 1914…). El primer ministro Clemenceau acababa de derramar la sangre obrera en Draveil, donde unos gendarmes habían entrado en una reunión de huelguistas para descargar sus revólveres y matar a varios inocentes, luego en la manifestación de las exequias de esas víctimas, en Vigneux, donde la tropa abrió fuego… (Esa manifestación había sido organizada por el secretario de la Federación de la Alimentación, Métivier, militante de extrema izquierda y agente provocador que poco antes había recibido instrucciones personales del ministro del Interior, Georges Clemenceau.)
Recuerdo nuestra exasperación cuando nos enteramos de esos tiroteos. Esa misma noche, un centenar de jóvenes desplegamos una bandera roja en la zona de los edificios gubernamentales, contentos de pelear con la policía. Nos sentíamos parientes de todas las víctimas, de todos los sublevados del mundo, habríamos peleado con alegría por los ejecutados de las prisiones de Montjuich y de Alcalá del Valle, cuyos sufrimientos recordábamos todos los días. Sentíamos crecer en nosotros una magnífica y temible sensibilidad colectiva. Sokolov se burló de nuestra manifestación, ese juego de niños. Él preparaba en silencio la verdadera respuesta a los asesinos de obreros. Habiendo sido descubierto su laboratorio a consecuencia de incidentes lamentables, se vio acosado, sin salida. Su rostro de ojos intensos, reconocible entre todos porque la parte superior de la nariz había quedado aplastada como por un golpe de barra de hierro, hacía que le fuera imposible huir. Se encerró en un cuarto amueblado, en Gante, preparó sus revólveres y esperó; y cuando vino la policía, disparó como hubiese disparado sobre los agentes del zar. Los pacíficos gendarmes ganteses pagaban por los cosacos, autores de progroms —y Sokolov daba su vida, «aquí o allá, poco importa con tal de darla en plena luz, para despertar a los oprimidos». Que nadie, en aquella Bélgica floreciente donde la clase obrera se convertía en un poder, con sus cooperativas, sus sindicatos ricos, sus mandatarios elocuentes, pudiese comprender el lenguaje y los actos de los idealistas exasperados formados por el despotismo ruso, ¿cómo se habría dado cuenta de ello un Sokolov? Nuestro grupo se daba cuenta un poco mejor que él, de todos modos no a fondo. Decidimos tomar su defensa ante la opinión, ante el jurado, y yo lo dije en el proceso de Gante: «testigo de descargo».”
Según Bernard Thomas por cada gendarme que caía decía “¡Ésta por Fourmies!, ¡Ésta por San Petersburgo!, ¡Ésta por Draveil!” (todos ellos lugares representativos de masacres cometidas por la policía)... según él no murió en la cárcel, si no que se encontraron 18 balas en su cadáver.





