El Síndico (C.M. Kornbluth), una distopia futurista de los años cincuenta escrita en USA. La novela en parte recuerda a las obras futuristas de Jack London, donde unos tipos de gran fuerza de voluntad se enfrentan al Estado y a la sociedad de masas con el mismo coraje con que se enfrentan a una galerna en alta mar, como si en ambos casos se tratase de poderes ciegos y avasalladores. Se da a entender que sólo héroes de esa naturaleza pueden contrarrestar las fuerzas conformistas de la sociedad -y por si no ha quedado claro, ellos se encargan de recordarlo con un montón de parlamentos-. Por otro lado, por su ritmo endiablado y sus diálogos como trallazos, recuerda a las mejores novelas de serie negra.
La cosa va de un futuro en el que la sociedad industrial ha colapsado en practicamente todo el planeta Tierra. Las ciudades han sido abandonadas, no hay otra industria que las manos y la gente malvive en medio de la naturaleza sin aparente deseo de dejar de martirizarse entre ella dentro de clanes cerrados. Sólo en el territorio de lo que fueron los Estados Unidos subsiste algo parecido a una sociedad organizada que provee de bienestar a sus miembros: las organizaciones de gangsters han mantenido la cohesión social debido a que son capaces de ofrecer servicios y diversiones a la sociedad a un precio más barato que el de la sociedad anterior, sin monopolios, funcionarios del Estado, abogados y religiones. Son más eficaces y además permiten a la gente vivir bajo una moral menos opresiva que la del mundo actual -aunque parece una sociedad difícil para los ancianos que no están en el poder-.
El antiguo territorio de los Estados Unidos se ha dividido entre dos organizaciones de gangster, la Mafia y el Síndico que da título a la novela. La gente neurótica no se acostumbra a este nuevo modo de vida y entre ella recluta adeptos el antiguo gobierno USA, que ha montado un imperio pirata y esclavista en las islas del Atlántico Norte similar al que montaron los piratas antiguos en las islas del Caribe, y que se dedica desde esas bases a hostigar al Síndico en nombre de la moral y de las buenas costumbres.
La mayor parte de la novela son las animadas aventuras de miembros del Síndico contra las conspiraciones del gobierno en el exilio. Entre una aventura y otra, se introducen comentarios de filosofía social, sarcásticos respecto al Estado, la religión, la ciencia y más cosas. Uno de los patriarcas del Síndico hace la siguiente reflexión cuando se le aconseja usar medios propios del Estado para combatir al Estado que le combate:
- ¡Es un asunto de vida o muerte para el Síndico!
- No, Charles. Nada puede ser un asunto de vida o muerte para el Síndico. Cuando una amenaza se convierta en un asunto de vida o muerte, significará que el Síndico ya está muerto, su moral desintegrada y su crédito desvanecido. Lo que quedara no sería él, sino una concha vacía. No me encuentro en una situación en la que pueda decir si el Síndico está muerto o vivo. Me temo que se haya moribundo. La creciente marea de neuróticos es un síntoma. Vuestra sugerencia de que nos defendamos con mercenarios en vez de confiar en la gente que nos hizo, ese es otro síntoma. La influencia creciente de Dick Reiner y su política de aniquilar al gobierno enemigo es otro síntoma más... El diablo que desconocemos es lo que vendrá si dislocamos de manera radical la vida y las actitudes del Síndico.
... Ningún hombre debe creerse lo suficientemente inteligente o bueno como para interferir en la historia... ¿Qué hombre sabe lo que está haciendo, por qué lo hará o cuáles son las consecuencias de sus actos?... Más de una docena de civilizaciones se han sumergido en la oscuridad antes que nosotros. No veo razón alguna para que la nuestra no se hunda con ellas, ni tampoco por qué, mientras tanto, nosotros no podemos pasarlo bien... De alguna manera, durante un siglo hemos conseguido una vida más larga, una salud mejor, una moralidad más generosa, un mayor dominio sobre la naturaleza sin los problemas de ciertas servidumbres y supersticiones... Cuando vuelves la vista hacia atrás te preguntas quién en su sano juicio podría pedir algo más. Y quién se atrevería a jugar con ello.
Son palabras sobre las que vale la pena reflexionar, aun si la organización de la que se forma parte no es mafiosa.