Creo comprender con tu pregunta que piensas que yo le achaco las causas de las derrotas de pasadas experiencias revolucionarias exclusivamente al "partido". Por tanto me referiré a esto en lugar de responder tu pregunta, que me parece retórica. Sobre tal asunto (desarrollo de la experiencia revolucionaria en alemania) es muy recomendable el libro "Ni parlamento ni sindicatos ¡Los consejos obreros!", de Authier y Dauvé. (
http://www.edicionesespartaco.com/libros/Parlamento.pdf).
Si bien creo que la canalización del potencial revolucionario dentro de estructuras orgánicas políticas es un factor a tener en cuenta, hay muchas más razones a considerar para cada una de las experiencias históricas que pretendamos analizar. Se podrá estudiar el papel jugado por los distintos partidos, el que en su gran mayoría resultó ser reaccionario (cuando no lo fue, se debió más bien a su escasa influencia que a otra cosa). Pero el foco debiera ser el movimiento en sí. De todas formas, aclaro que no pienso en términos de "buenas" masas proletarias luchando honesta e ingenuamente, engañadas por maliciosos partidos falsamente revolucionarios que desean maquiavélicamente restaurar el viejo orden.
Creo que la existencia de partidos reaccionarios (autoproclamados como vanguardia revolucionaria) es expresión de la debilidad y de las limitaciones del movimiento proletario en un determinado contexto, puesto que no es capaz de establecer y hacer perdurables sus propios órganos de lucha y toma de decisiones, delegando dicha responsabilidad en estructuras ajenas a su propia dinámica (por más que esté "inserto" en las luchas o sus militantes provengan directamente de las mismas, un partido es por definición un aparato por fuera del movimiento). No niego la necesidad de agrupamiento de las minorías revolucionarias, ya sea para el debate, desarrollo teórico, agitación u otras tareas, pero estas actividades son muy distintas, en su forma y contenido, a las fomentadas por una organización política propiamente tal, cuya tarea no puede ser otra que la "conducción" (la esencia de los partidos -de todos- es la lucha por el poder) del movimiento, por más que proclame el trabajo de base o enfatice en la "construcción desde abajo". Por ese motivo, los partidos anarquistas parecen quedarse a medio camino entre la explícita lucha política por el control del estado propia del leninismo (en todas sus variantes) y la afirmación ideológica contra el estado, terminando a fin de cuentas replicando el trabajo político leninista (social-demócrata) e ideologizando -y a la vez creando más y más ambigüedad- la anarquía. Y es porque en definitiva esta corriente "organizacionista" no logra romper con la lógica de la política y, por tanto, se queda moviéndose teórica y prácticamente dentro de los límites del sistema. Si algunos lanzan críticas contra el anarcosindicalismo por su "economicismo", en lugar de dar un paso cualitativo y desarrollar una crítica integral a la sociedad de clases, saltan de esa esfera separada que es la economía, a la de la política. Y en este último caso, su diferencia con el marxismo leninismo es sólo una cuestión de grados, pues muchos grupos de estos últimos también pretenden la abolición del estado -luego de...- o, en último caso, sus variantes más "revolucionarias", tampoco conciben asaltar el estado "burgués" y controlarlo, sino destruirlo y "reemplazarlo". De allí el discurso del "poder dual" y, en definitiva, del "poder popular", tan de moda ahora dentro de varios círculos anarquistas.
"Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar. " (Mark Twain)