Economía libertaria y colectivismo anarquista: fundamentos

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Acratosaurio Rex
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Economía libertaria y colectivismo anarquista: fundamentos

Mensaje por Acratosaurio Rex » 23 Mar 2009, 18:31

Camaradas, aprovechando mis conocimientos de cuando fui agente en la Guerra Fría, he captado este documento del libro "Anarquismo Básico" que os proporciono para vuestra instrucción y conocimiento.

Economía Libertaria
Ahora, durante y tras la Revolución Social es necesario ponerse en marcha para organizar la producción, el reparto y el consumo de bienes y servicios. No porque sigamos estando influidos por la sociedad capitalista, sino porque es necesario que toda la población tenga para alimentarse, y sabemos que sólo se destruye lo que se sustituye. Por lo cual hemos de organizar esa producción de acuerdo con las características que conlleva la Idea.
En ese sentido el sistema elegido será el de la economía autogestionaria. Una economía libertaria sólo puede ser autogestionaria, pues la autogestión no es más que la organización de los medios de producción (fábricas, talleres, oficinas, etc.) de forma estrictamente horizontal (llevada a cabo por los propios interesados), de manera que las decisiones manen de abajo hacia arriba y que la finalidad de la producción sea satisfacer las necesidades de toda la sociedad en su conjunto, y no las de los dueños de esos medios de producción, pues habrán dejado de existir como tales.
Los sindicatos, ateneos, comunas, colectividades, consejos, o cualquiera de los organismos que designan a una asamblea de personas libres, organizan la producción partiendo del individuo que se asocia con sus iguales en el ámbito territorial (el barrio, el pueblo, la comuna…) y en el ámbito de la producción (cooperativas, colectividades, federaciones y confederaciones industriales, agrícolas y de servicios). Las personas recuperan las riquezas, los conocimientos y la responsabilidad, que estaban en manos de los capitalistas, y las ponen en manos del pueblo insurrecto. Sus representantes son meros gestores revocables, sin poder de coacción. El Poder es eliminado. En su lugar se establece la administración común de las cosas, según la competencia y capacidad que tenga cada cual en diferentes situaciones.
La producción se dirige no a acumular beneficios, no a amontonar riqueza particular, sino a cubrir y satisfacer necesidades colectivas. Cada cual recibe lo que precisa. Las fábricas, talleres, minas y obras son seguras, limpias, bien ventiladas. A nadie le importa trabajar en estas condiciones. Una reconversión laboral gigantesca elimina multitud de empleos inútiles, dañinos, improductivos y parasitarios. Esto hace que sólo queden trabajos productivos, que además se reparten entre todas las personas que pueden trabajar de forma que las jornadas quedan reducidas al mínimo, a pesar de lo cual se produce en abundancia como para alimentar a todo el mundo (esto ya ocurre hoy en día pero la riqueza se distribuye de manera injusta). No se pagan más salarios ni se usa el dinero. Se emplean formas de relaciones económicas solidarias y amistosas. No se comercia, sino que se intercambia de forma equitativa; no se compite sino que se coopera. Das porque sabes que recibirás, y recibes porque sabes que das. Por lo tanto, no hay Mercado Capitalista, sino producción, intercambio y bienestar para todos.
Los avances técnicos con los que ya hoy contamos pueden favorecer estos cambios, pero además, en un contexto tan saludable para la libertad como el descrito, es fácil pensar que se puede avanzar más en esa línea. ¿Qué no será posible cuando la población defina cuáles son sus intereses, y la investigación vaya destinada a satisfacer necesidades, a producir bienestar, y no a aumentar los beneficios de los plutócratas, el sueldo de los ejecutivos o el poder de los Estados y de las burocracias empresariales y comunistas de Estado? Una investigación dedicada a mejorar nuestras vidas o a hacer el trabajo más placentero ofrece unas posibilidades amplísimas para nuestro deleite.

DIVERSIDAD DE OPCIONES ECONÓMICAS LIBERTARIAS
Dentro del anarquismo existen diferentes corrientes que defienden formas distintas de organizar la producción: mutualismo, colectivismo, comunismo, cooperativismo, individualismo…, y vamos a hablar de todas ellas. Pero esa diversidad no es un problema cuando todas las decisiones se toman en asamblea y hay libertad. Más bien al contrario: cuantas más opciones mejor para que todo el mundo pueda elegir y así, por medio de la experimentación, podamos ver qué modo es más eficaz y satisfactorio desde nuestro propio punto de vista, pues nadie decide ya por nosotros.
Siguiendo estas ideas los anarquistas reunidos en su congreso de Carrara del 30 de agosto al 8 de septiembre de 1968, lúcidamente afirmaron en su moción sobre «La organización de la economía en una sociedad anarquista, o durante la etapa de transición revolucionaria hacia la anarquía: …Por las mismas razones nuestra concepción del socialismo integral, del socialismo ácrata es amplia y no exhaustiva, ni unilateral ni uniforme en sus posibilidades y modalidades de aplicación práctica. Y si nuestras preferencias van hacia el comunismo libertario, como régimen económico abierto y perfectible no rechazamos sistemáticamente, aparte las burguesas y autoritarias, otras modalidades de organización social, ya sean de tipo mutualista, colectivista, cooperativista, etc., siempre que de ellas quede excluida toda raíz de explotación del hombre por el hombre. La libertad de experimentación de modalidades económicas las más justas y adecuadas para dar satisfacción a las necesidades humanas y asegurar al hombre el máximo de libertad y el mayor bienestar, deberán tener vía abierta en la sociedad anarquista, tratando, naturalmente, de que marchen de común concierto con la convivencia del conjunto y del sistema general cimentado en la asociación federativa de los productores libres y de consumidores solidarios. La experimentación y coexistencia de modalidades de tipo socializador, mutualistas, colectivistas, comunistas libertarias, cooperativistas (no comercializadas), etc., a la escala local, comarcal, regional o nacional, puede ser posible, dentro del sistema libertario, salvaguardado el principio anárquico esencialmente antiautoritario, fundamentalmente autónomo y federalista. Y máxime si se entiende, como es lógico libertariamente, que la evolución humana y la de las formas sociales no se estanca y que ninguna estructura económica podría considerarse definitiva e inmutable. Crear siempre más libertad, más bienestar, más abundancia de todo, mayor perfección, y las más óptimas condiciones para el pleno desarrollo del individuo, del grupo social, del conjunto humano, tal debe ser la orientación y el fin de la sociedad anarquista, de la organización social y económica libertaria».

ECONOMÍA DEL DON
Puedes pensar que esto es un cuento de hadas, puedes preguntarte si al no haber un cálculo entre lo que se da y lo que se recibe, no habrá abusos o desequilibrios y estallará la escasez. Y desde ya te digo que no.
Piensa que buena parte de la economía mundial (y de tu propia vida) descansa en el principio de dar sin esperar inmediatamente nada a cambio, o sin garantías de cobrar algo por lo dado, por ejemplo en las relaciones que se dan entre padres e hijos, los regalos, favores a amigos, el amor entre personas… Piensa en las donaciones de sangre y de órganos, en la hospitalidad con desconocidos, en la ayuda voluntaria a familias menos favorecidas, en los trabajos comunitarios no remunerados, en las tareas domésticas de las mujeres que se hacen sin cobrar un sueldo…
Muchas manifestaciones de la economía no monetaria en la actualidad están en recesión debido a la fuerte influencia del capitalismo. Pero eliminado éste y el incentivo del lucro y la codicia, la confianza y la ayuda mutua se convierten en la norma general. Los antropólogos describen este circuito económico en términos de Economía del Don: dar, recibir y devolver. Eso crea unos vínculos muy fuertes entre individuos y comunidades, más allá de lo que pueda imponer una ley o un policía.

POSIBILIDAD DE LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA AUTOGESTIONARIA
Y aún así puedes seguir creyendo que será imposible que toda la economía pase de un día para otro a llevarse a cabo en estos términos de intercambio que no establece el momento de restitución del don. Tal vez insistas en que eso puede hacerse entre tres o cuatro colegas, o en un pueblito muy pequeño, o en que llevaría a una economía de subsistencia y pobreza.
Es normal que todo esto que lees te resulte extraño, porque uno de los efectos que tiene el adoctrinamiento a que se te somete es el cerrarte la imaginación a cualquier otra opción alternativa al capitalismo. Y por eso voy a intentar ponértelo más claro proponiéndote como ejemplo qué fue lo que hicieron los anarquistas en economía colectivista, aplicada a millones de personas, cuando tuvieron la oportunidad revolucionaria de llevar a cabo sus ideas. Pero antes vamos a refrescar de nuevo las ideas sobre lo que es e implica la economía capitalista y así compararla con una propuesta anarquista.

MERCADO CAPITALISTA CONTRA INTERCAMBIO LIBERTARIO
Tienes que tener en cuenta que lo que ahora se llama mercado no es más que un sistema regulado en el que entran unos estímulos (demanda de objetos, recursos, servicios…) que producen una respuesta (producción, distribución, intercambio, consumo), y así sucesivamente. Este flujo de energía es una actividad real que existe en cualquier modo de producción, ya sea forrajero, campesino, esclavista, feudal, capitalista de Estado o de empresa privada, y seguirá existiendo en la sociedad libertaria con reglas diferentes a las actuales. Puedes llamarlo intercambio libertario, economía anarquista o de otra forma que se te ocurra, pero se reduce a producir cosas que la gente necesita y a distribuirlas.
En la actualidad a ese flujo se le llama Mercado y está intervenido por la acción del Estado y de diversos monopolios que hacen que funcione de una manera determinada. Porque has de tener en cuenta que dependiendo de las condiciones que le impongas a esos intercambios, funcionarán de un modo o de otro. Si les impones valores como el lucro y el enriquecimiento privado, conseguirás competitividad, lucha, depredación, ruina de muchos y enriquecimiento de unos pocos poderosos. Si planteas como objetivo satisfacción de necesidades colectivas y bienestar para todos tendrás cooperación, intercambio e intereses comunes. Por eso las leyes económicas no son más que tendencias de actuación que se dan en un momento concreto de la historia.
Si recuerdas, cuando hablamos del capitalismo vimos que necesitaba (en resumen) de trabajadores asalariados a los que trataba como mercancías. Necesitaba parados para mantener bajos los salarios (teniendo de este modo una fuerza de trabajo inutilizada). Necesitaba escasez para que los precios estuviesen altos, no dudando en destruir mercancías llegado el caso. Necesitaba que los trabajadores no tuviesen medios de producción y cambio. En la actualidad el capitalismo emplea para determinar los precios dinero carente de respaldo material (oro, mercancías) para poder emitir el Estado todo el que le convenga a los capitalistas. En el capitalismo privado al competir las empresas entre ellas se forman monopolios, cárteles, trusts, holdings y multinacionales que imponen la dictadura económica sobre trabajadores y sobre consumidores, y el colonialismo económico sobre los países más pobres.
El consumidor a través de la propaganda es impulsado a trabajar más y más para adquirir aquellos productos que convienen al empresario. El consumo se convierte en la dominación del hombre bajo el interés del monopolio: sólo se produce aquello que proporciona dinero a los ricos, y aunque a veces la mercancía pueda responder a necesidades reales de los pobres, siempre te lo dan más caro de lo que realmente vale, ya que el objetivo es el lucro y tú lo tienes que pagar al empresario, que siempre tiene tendencia a encarecer el precio. En otros casos la industria de creación de necesidades, te procura convencer para que adquieras objetos que sin publicidad no comprarías. Así que el capitalismo te reduce a la condición de consumidor, y afirma que tu actividad electiva fundamental es la compra de mercancías… ¿Es esto satisfactorio para ti? Piensa que cuando una persona manifiesta que es algo ante las demás personas mediante la posesión de un coche grande, de un móvil caro o de ropa de marca, en cierto modo deja de ser un sujeto dotado de conciencia y de personalidad propia, para convertirse en el coche, el móvil y la marca: has sido alienado económicamente, tanto como puede serlo un incauto en manos de una secta religiosa para la que se ve obligado a trabajar. Merced a ello eres desposeído, explotado, reducido a la condición de trabajador productor de plusvalía de la que se adueña el patrón y el Estado en el capitalismo de gestión privada, o el burócrata en el capitalismo de Estado comunista.
Siempre en el capitalismo una minoritaria casta de poseedores improducti¬vos y avariciosos, se apropian de la riqueza social y la dilapidan en unos casos, en otros la contienen, en otros la destruyen mediante la competencia. Ello lleva a este sistema al endeudamiento, a las crisis periódicas, a procesos de inflación y deflación, y a una carrera en pos del crecimiento sin límites que más pronto que tarde culminará en un monumental y terrible batacazo mundial.

LOS ECONOMISTAS DOCTRINARIOS Y SUS PROGRAMAS
¿Y qué dicen los sabios economistas de la economía?
Los economistas comunistas autoritarios propugnan un Capitalismo de Estado, en el que una burocracia de tecnócratas dirija la economía en base a la racionalidad científica y a la planificación centralizada. Convierten así el supuesto saber en poder indiscutible. De esta manera, unos cuantos millares de dirigentes dominan a millones de trabajadores a los que dan órdenes que han de obedecer. El Estado en la práctica actúa como patrón único, emplea a toda la población, y se adueña del excedente imponiendo los precios de los productos y de los salarios. Compra barato a los campesinos y obreros y les vende caros los productos manufacturados estableciendo una relación colonial entre la ciudad y el campo, entre el obrero y el Estado.
Con el excedente la burocracia comunista financia sus industrias de armamento y los privilegios de sus tecnócratas y cuadros superiores (directores, asesores, responsables, miembros del partido, informantes, suplentes y vocales improductivos) que cobraban en la URSS salarios entre cinco y treinta veces más altos que los del pueblo llano. Ello conduce a la subproducción, a que los trabajadores se desinteresen por sus tareas y no produzcan, a que no inviertan en mejorar las empresas que quedan obsoletas. Sin contar con que un planificador omnisciente, que conozca en cada momento los flujos económicos y sepa regularlos según el Plan Quinquenal determinando los precios de un millón de productos, sería un personaje similar a Dios. Por ponerlo en cifras, en la década de los setenta cuatro millones de agricultores norteamericanos producían el doble de cantidad de cereales panificables y forrajeros que treinta y dos millones de agricultores soviéticos en la misma superficie cultivada (230 millones de hectáreas de América del Norte y Canadá contra 225 millones de hectáreas de la URSS). Esto obligaba anualmente a la URSS a importar del odiado enemigo yankee de veinte a treinta millones de toneladas de grano.
Los defectos de la Economía Planificada y Centralizada de los comunistas autoritarios, con sus crisis de subproducción, largas colas, escasez de productos, e inversión masiva en armamentos condujeron a economistas marxistas como Liberman a proponer en 1965 que los directores de las empresas estatales fuesen responsables de la contratación de la mano de obra, del salario de sus trabajadores, del mejoramiento de sus viviendas, que tuviesen capacidad para realizar pedidos a otras empresas fuera del gosplan (el plan de economía del Estado), y que los excedentes de las empresas (fuera de los exigidos por el Estado) pudieran ser reinvertidos de manera autónoma por ellos, cosa que intentaron llevar a cabo los reformistas de Gorbachov en los años ochenta (aplicar medidas de capitalismo de mercado), sólo que antes se les hundió la URSS y todavía se andan preguntando los sabios qué les pasó.
Los keynesianos de occidente a su vez son también partidarios de una economía dirigida, pero con capitalismo privado. El Estado debe emitir moneda insolvente para calentar la economía a costa de la inflación monetaria y de elevar el déficit presupuestario. También debe salvar sectores en crisis (bancos arruinados, empresas en quiebra) para levantar la confianza de los inversores, bajar la tasa de interés para estimular la inversión, acometer obras públicas… Y permitir que los empresarios se apropien de la plusvalía generada por los trabajadores.
En este sentido otros economistas de la escuela de Galbraith sostienen que hay que fortalecer al Estado para que regule la demanda y ello con el concurso de los tecnócratas y economistas capitalistas que por encima del pueblo determinan en qué sentido ha de ir la economía. En definitiva, la propuesta culmina en un despotismo tecnocrático y en la dictadura económica que hoy día soportamos, y desde esta posición totalitaria el anarquismo económico es algo inconcebible.
En oposición amable a los intervencionistas de derechas y de izquierdas están los llamados neoliberales derechistas como Milton Friedman. Para ellos el Estado no ha de meter las narices en los asuntos económicos, y ha de quedar como un mero garante del cumplimiento de los contratos. Todo ha de ser privatizado, dejando que la competencia mercantil entre empresarios y el mercado libre regule la economía. Para Friedman las subidas de impuestos, los gastos sociales en pensiones, sanidad, enseñanza y desempleo, la emisión de moneda inflacionaria, el aumento del déficit…, son medidas contraproducentes ya que financian aberraciones económicas y despilfarran recursos que podrían gestionar empresarios privados ganando dinero. Estos neoliberales son también dirigistas al imponer unas reglas económicas concretas que bajo la bandera de la Ciencia, lo que hacen es ocultar los intereses de unas clases parásitas, de unos usurpadores de riqueza colectiva sin dar a los trabajadores voz ni poder de decisión en la gestión de la economía más que como consumidores. Llaman así Ciencia a lo que no es más que el interés particular de los ricos y de los lacayos que mantienen en la cadena de mando (directores, subdirectores, gerentes, secretarios, vicesecretarios, técnicos de gestión…).
Los más ultraliberales como Friedrich Hayek postulan la vuelta a un capitalismo salvaje propio del siglo XIX, obviando que en esa época tampoco estuvieron las sociedades a salvo ni del paro, ni de las crisis, ni de las guerras, ni de los levantamientos sociales producto de la desesperación y la pobreza. Junto con él en la minoritaria Escuela Austriaca de Economía se encuentra Ludwig Von Mises, un partidario de la no intervención del Estado que hizo la crítica a la planificación centralizada soviética al afirmar que a ningún factor de producción que quede fuera del libre intercambio económico y de la competencia se le podrá determinar su valor monetario. El dinero nunca podrá desempeñar en un Estado socialista la función que cumple en una sociedad ideal capitalista (tan inexistente como ideal) en la que la competencia pone los precios, y el cálculo económico racional será imposible en el comunismo. Por eso dice que en los Estados comunistas la producción no es dirigida en base a la economía, sino en base a consideraciones políticas que conducen a la ruina económica. Lo que ocurre es que Mises no toma en consideración la posibilidad de una economía de planificación descentralizada, de libre concurrencia de productos, de cálculo objetivo en base al trabajo y de excedente gestionado directamente por el productor tal como proponen los anarquistas.
Por otro lado, afianzando a los anteriores pro-capitalistas, están los economistas llamados marginalistas. Los economistas clásicos como Adam Smith, Ricardo y otros definieron al trabajo como medida del valor. Pero a medida que el capitalismo se desarrollaba surgieron otros economistas críticos como Proudhon, como Marx y otros que señalaron que de ser así, el propietario robaba a los trabajadores pagándoles menos de lo producido. Para contradecir esta idea y para justificar éticamente al capitalismo, los marginalistas afirman desde un punto de vista psicológico que no es el trabajo el que crea la riqueza, que no guarda el valor de un objeto relación con el trabajo necesario para conseguirlo.
Ellos dicen que el valor lo otorga el deseo, la utilidad subjetiva. Por ejemplo, el agua en el desierto para un viajero sediento es de mayor valor que el oro dada su escasez y su necesidad para la vida. Pero olvidan los economistas que lo que hace abundante a un producto es que cueste poco trabajo obtenerlo de la Naturaleza, como ocurre con el aire. Si mediante canales, conducciones y pozos se llevase agua a través del Sáhara, el agua escasa se haría abundante gracias al trabajo realizado por los obreros, y a las tareas secundarias de mantenimiento, y objetivamente el trabajo sería la medida de su valor. O dicho de otra manera: por mucho que desees una cosa, no va a aparecer ante ti si no trabajas. Así que el marginalismo es una enorme paja mental de los señores doctores. Subjetivamente tú puedes estar dispuesto a morir por tu colección de teteras, pero si se le quiere dar un valor objetivo a algo con algún tipo de criterio racional, el trabajo parece una buena manera de medirlo en bastantes ocasiones.
En definitiva, todos estos economistas y muchos más que no voy a mencionar, son conscientes de que en mayor o menor medida el Estado es necesario para que el capitalismo sobreviva. El capitalismo, sin la regulación e intervención del Estado, sería la guerra de corporaciones, de trusts, de monopolios por la supremacía económica y finalmente la economía sería dirigida por los grupos empresariales más poderosos, por mafias y piratas emergentes que destruirían toda competencia.
Todos estos economistas son vanguardistas y autoritarios, pues de una o de otra manera afirman que un grupo de vanguardia (funcionarios del partido, economistas, doctores, técnicos, gestores, burocracias empresariales, empresarios organizados de forma piramidal) ha de dirigir la economía de manera dictatorial y quedarse con los beneficios que proporcionan los trabajadores para hacer con ellos lo que quieran. Y afirman que ese atraco es conocimiento científico. Sea en nombre del bien común, de premiar a los emprendedores de más talento o de cualquier idea de ese tipo, el pueblo tiene que trabajar y entregar su exceso de producción a un directivo, a un mandatario, a un dirigente, a un jefe, igual que antiguamente se entregaba a un faraón, a un cura o a un conde. Las enormes empresas tienen así una casta infame de tecnoburócratas que ordenan el mundo de acuerdo con sus intereses y al pueblo sumiso y complaciente le queda el papel de hormiga.
En una economía de ese tipo se premia al obrero sumiso que acata las órdenes permitiéndole la supervivencia y objetos de consumo, y se castiga al obrero emprendedor, exigente, reivindicativo con el despido, el exilio de la emigración y la ruina económica si controlan la situación…, o con palizas, chantajes, multas, cárcel y ejecuciones si se les empieza a ir el negocio de las manos. Un sistema de premios y castigos de esa especie solo puede convertir a la población en imbéciles, conformistas, cobardes pasivos y vagos. A la vista está.
A todos economistas burgueses y comunistas estatistas, a la tecnoburocracia empresarial y estatal, al grupo de parásitos les planteáis una economía de tipo libertario, con individuos asociados de manera federativa y autogestionaria que administran el producto de su trabajo, y ni la toman en cuenta. La consideran imposible (aunque se haya llevado a la práctica). Para ellos una economía libertaria sería nefasta al no poderles extraer la plusvalía a los trabajadores: no podrían mantener sus altos ingresos, su prestigio asociado de sabios científicos y su tren alocado de vida lleno de congresos, hoteles, viajes, conferencias, poder y dinero. Por ello ponen todo su empeño y conocimiento en afirmar que una economía libertaria estaría condenada a la miseria, a la mera subsistencia y al colapso económico. Entonces, a ver, ¿en qué consiste esa economía libertaria?

LA ECONOMÍA AL SERVICIO DEL INDIVIDUO Y NO EL INDIVIDUO AL SERVICIO DE LA ECONOMÍA
Como ya os mencioné, vamos a hablar en este capítulo principalmente del colectivismo por haberse llevado a la práctica en varias ocasiones. La economía libertaria colectivista pone al individuo soberano como punto de partida de los procesos de intercambio, producción, distribución y consumo. El individuo se organiza con sus iguales en empresas de propiedad social que gestiona de manera directa y solidaria, sin necesidad de tecnócratas, especialistas, economistas, burócratas marxistas o directivos parasitarios. Hay un cambio de valores en los que se rechaza el lucro individual como motor de la economía. Por eso en los momentos en que los anarquistas han llevado a cabo experimentos reales de producción que han afectado a cientos de miles de personas, las llamadas leyes del mercado capitalista han dejado de funcionar. Desgraciadamente estas experiencias han sido destruidas en guerras en las que fuimos derrotados, pero muestran que esas personas pobres y humildes en dinero, pero ricas en ideas e iniciativa, personas valientes que los académicos y graduados llaman ignorantes, son capaces de resolver sus problemas sin necesidad de complicadas fórmulas matemáticas (que al final no hacen más que equivocarse), empleando sólo la razón y el sentido común.

LA FÓRMULA DE LA ECONOMÍA COLECTIVIZADA
Es muy simple. Parte del hecho de que un trabajador siempre produce más de lo que es capaz de consumir, y ese sobrante sería un excedente. Esta fórmula afirma que el excedente de una empresa es lo que queda de restar a los ingresos los costos. Así de simple. En la colectividad de Xátiva (408 carnés de colectivistas) durante la guerra civil española, el compañero administrador reflejó de esta manera la gestión económica del año de 1937 traducida a pesetas.

Ingresos por venta de naranjas: 1.020.000 pesetas.
Ingresos por venta de arroz: 252.000 pesetas.
Ingresos por productos de regadío: 1.680.000 pesetas.
Ingresos por productos de secano: 300.000 pesetas.
Total de Ingresos: 3.252.000 pesetas.
Gastos de colectivistas y producción: 1.199.247 pesetas.
Excedente: 2.052.752 pesetas

Rendimiento por hectárea de naranjal (340 hectáreas): 3.000 pesetas.
Rendimiento por hectárea de arrozal (720 hectáreas): 350 pesetas.
Rendimiento por hectárea de regadío (280 hectáreas): 6.000 pesetas.
Rendimiento por hectárea de secano (1000 hectáreas): 300 pesetas.

Con esta sencilla administración, quedó demostrado el enorme excedente económico que produce una gestión colectiva de la producción, de tal manera que los colectivistas quedaron dueños del producto de su trabajo, sin tener que pagar arrendamientos, tributos, intereses, precios añadidos, comisiones y plusvalías a los burócratas estatales, señoritos, banqueros, intermediarios, listillos, sátrapas, mandarines y caciques. El ahorro fue enorme porque nadie más que ellos se apropió de la plusvalía. Supieron además qué era lo más rentable a la hora de producir.
Con ese excedente se permitieron hacer obras de regadío, mejoras en las tierras, inversiones en maquinaria moderna, educación y sanidad, compra de muebles (en la cooperativa de la madera) para todas las parejas de recién casados, abonarles el precio de los alquileres, pagos de operaciones, partos, dentista, gafas, financiación de viajes, cobertura a las viudas huérfanos y ancianos. Y aparte contribuyeron al esfuerzo de guerra con soldados y alimentos.
Y todo eso lo supieron hacer sin necesidad de expertos y sin que se les viniese el mundo abajo. Ellos trabajaron, ellos produjeron y ellos decidieron: esa es la idea de la economía libertaria. Vivieron mucho mejor de lo que habían vivido nunca. No hubo comisarios, ni dirigentes, ni centros planificadores marxistas llenos de obtusos burócratas improductivos dando órdenes y fijando precios. No llegaron camiones de las ciudades con soldados republicanos a requisar alimentos o a comprarlos por nada. Nadie les ordenó plantar más trigo y menos arroz. Hicieron lo que quisieron, y lo que quisieron benefició a todo el mundo, porque ser libre, autónomo e independiente es lo que garantiza la prosperidad y la abundancia. Y esto mismo pasó en cientos de poblaciones de Levante, de Cataluña, de Castilla, de Extremadura, Andalucía, País Vasco… Demostraron así lo que ya sabéis: que hay una enorme riqueza que se os está quitando de la boca, y que los trabajadores no necesitan que nadie les dé órdenes para producir bienestar.

EL EXCEDENTE EN LA ACTUALIDAD
Yendo al día de hoy, si se observan las cuentas de las grandes empresas españolas, las que se agrupan en el Ibex 35 y en el Ibex Medium Cap y en las que trabajan en torno a un millón y medio de trabajadores, ganaron en 2008 —el año de la crisis económica—, la cantidad de 57.994 millones de euros oficialmente (sin echar un vistazo a la contabilidad real), de los que transfirieron al Estado 14.926 millones de euros en impuestos. Esto fue publicado en marzo de 2009. Es decir, que cada trabajador produjo de media aproximadamente a esas empresas un excedente de unos 39.000 euros por año que no cobró ni pudo gestionar. Y eso ocurrió a pesar de la crisis, a pesar de los impuestos indirectos que se pagan al Estado con cada operación de compra venta, a pesar de los sueldos multimillonarios que se tragan los vientres siempre insatisfechos de los ejecutivos mediante el reparto de bonos, planes de pensiones, seguros, acciones, premios extraordinarios, finiquitos de lujo… Los diez ejecutivos mejor pagados de grandes empresas españolas (Iberdrola, BBVA, Santander, Banesto, Endesa, Repsol YPF, Telefónica, Telecinco y Unión Fenosa), ganaron en diversos maletines una cifra de 290 millones de euros, tanto como veinte mil trabajadores mileuristas. Todo esto visto muy por encima lo único que demuestra es la enorme productividad que tiene el trabajo hoy día, y que la colectivización de llevarse a cabo pondría en manos de los trabajadores una fortuna como nunca han soñado.

¿CÓMO SE EFECTÚAN LAS RETRIBUCIONES EN UN PRINCIPIO?
En la economía libertaria colectivizada, cada cual es retribuido de manera equitativa e igualitaria. Las diferencias de ingresos entre un peón y un maestro en una sociedad anarquista son muy escasas, porque se pretende eliminar la diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual. La colectivización española demostró que puede haber remuneración igualitaria sin que baje la productividad ni falte la iniciativa individual. Los economistas burgueses y comunistas autoritarios afirman que ha de haber grandes diferencias salariales para que los mejores trabajadores (ingenieros, académicos, técnicos de grado superior) se esfuercen en pos del lucro individual. Pero los libertarios afirman que lo que desaliena al trabajador, es que le pertenezca el producto del trabajo, que pueda gestionar el excedente económico colectivo, que es lo que le hace realmente rico.
Es evidente que una persona no puede obtener el mismo resultado actuando en solitario que si aúna esfuerzos con muchas más. Siendo el esfuerzo comunitario, y ya que el producto procede de ese esfuerzo, la retribución ha de ser también colectiva. No sucede igual en el capitalismo, que produce con fuerzas colectivas pero da un salario individual siempre inferior a lo que ha logrado el trabajador con sus compañeros.
En los casos libertarios que os estoy mencionando de 1936-1939, los colectivistas recibían un ingreso en Moneda Hora de Trabajo que entraba en el capítulo de gastos de la colectividad. La Hora Trabajo se cuantificaba en base a lo producido en la colectividad y se entregaba al productor para su gestión personal. Este ingreso podía ser individual, y otras veces ser familiar, dándose una cantidad superior a una familia de siete miembros que a una de cuatro. Este ingreso se hacía con la emisión local de vales y bonos que eran apuntados a la cartilla de productor y que tenían validez en el ámbito local de la colectividad. Como no se había conseguido el paso a la anarquía y seguía existiendo el Estado, las colectividades suministraban moneda capitalista a las personas que querían viajar o establecerse en otra parte para que realizaran sus transacciones. Todo ello fue siempre voluntario. Y funcionaba tan bien que hasta los antiguos empresarios capitalistas se apuntaban a la colectividad.
Hubo muchas variantes. No fue homogéneo porque en cada localidad daban una solución a sus necesidades y no dio tiempo a buscar una fórmula unitaria. Por ejemplo, la Colectividad Libertaria de Alcorisa proporcionaba una cartilla familiar laboral en la que se inscribían los puntos de los productores según sus Hora-Trabajo (valoradas según la cantidad de productos colectivos), y que funcionaba de manera similar a las actuales tarjetas de crédito, pero sin financiar a un banco usurero. Así, dependiendo de tus gustos, podías ir a los almacenes colectivos y retirar productos valorados también en puntos equivalentes. Cuando la actividad económica local no conseguía todos los productos que les demandaban sus miembros, procedía a través de su Consejo Económico a llevar a cabo un intercambio equitativo con otras colectividades a las que estaban federados para cubrir la demanda no satisfecha. Si el colectivista necesitaba algo de lo que no disponía la colectividad, lo encargaba al administrador, que era un trabajador más.
Estos vales y bonos de uso local y sello sindical, no eran acumulables. Eran un simple ingreso destinado a satisfacer las necesidades del colectivista que mostraba con su tarjeta que era un individuo productivo. La riqueza real se encontraba en el excedente, ahí estaba también la retribución, y al no haber nadie que pudiera acumular dinero con el que poder explotar a los demás, todo el excedente era destinado de manera racional y colectiva a mejorar los servicios sanitarios y transportes, a asegurar el consumo, a tener reservas, a invertir y mejorar la productividad mediante la mecanización y equipos técnicos, a crear bancos de semillas, a cualificar e instruir y a proporcionar bienestar… De esta manera la productividad de la Hora-Trabajo aumentaba de manera lineal. Y todo ello hubiera llevado a una gran disminución de la jornada de trabajo de haber durado la experiencia. A mayor productividad por Hora-Trabajo en la sociedad libertaria, menos necesidad de trabajar y menos precio tienen las cosas (abundan más con menos esfuerzo). En cambio en la sociedad capitalista aunque aumente la productividad, eso no se traduce en una disminución proporcional de los precios y en un reparto del trabajo, sino que se traduce en despidos, en paro y en crecimiento de sectores improductivos parasitarios.
Mirando al día de hoy, una retribución igualitaria, en manos de personas dueñas de la riqueza que producen en empresas autogestionadas, evitaría la locura de los directivos capitalistas que se mueven en función de objetivos que planifican los presidentes y consejos de administración de las empresas. Para cubrir su objetivo (y cobrar así su premio extraordinario y su bono de productividad), se ha visto como el origen de la crisis de 2008 se encuentra (entre otros muchos factores) en la actividad especulativa de estos tiburones, que se lanzaron a realizar operaciones económicas carentes de base que acabaron con un desastre de nivel planetario: elevaron el precio de la vivienda en España entre 1997 y 2007 un 118%, y en octubre de 2008, arrastrados por una lejana y misteriosa tormenta financiera (manera piadosa de decir que no tenían ni idea de cómo estaban perdiendo billones de dólares) que se producía en EE.UU., el mundo capitalista entraba en crisis supuestamente porque unos miles de personas indeterminadas a miles de kilómetros no podían hacer frente al pago de unas hipotecas denominadas basura. Ignorantes, imbéciles y mentirosos hasta el final, los ricachones, los académicos y sabios que habían afirmado que no habría crisis en mayo, los que decían que los mecanismos del Mercado Capitalista y la competencia se bastaban para solucionarlo todo, en octubre de 2008 pedían la intervención de sus Estados y tiraban por la borda sus discursos liberales y pedían el salvamento de los ricos y grandes clientes que de un día para otro perdían grandes porcentajes de beneficios… Un lío impresionante que no lo entiende ni el que lo ha creado, en el que los principales perjudicados son los trabajadores, que reciben un ataque ideológico sin cuartel en el que se les dice que perderán sus pensiones, que han de sacrificarse, desbaratar la seguridad social, aceptar el despido libre y demás recetas reaccionarias por el bien común que es como se llama en política a la prosperidad de los empresarios.
Nada de eso sería posible en una economía autogestionaria. Eliminada la propiedad privada y el lucro, la retribución igualitaria mediante un ingreso en horas de trabajo (medida colectivista) permitiría un incremento generalizado de los sueldos de los trabajadores (al evitar también el salario improductivo), una mejora de su capacidad de consumo, una disminución de la jornada laboral, y ello poniendo además el excedente de su trabajo en manos de la colectividad autogestionada para determinar de qué manera hacer el presupuesto de cara a investigar, mejorar las instalaciones o crear servicios.

LA ELIMINACIÓN DE LA BUROCRACIA IMPRODUCTIVA EN LA SOCIEDAD LIBERTARIA
En los Estados comunistas una casta burocrática improductiva se adueña de la plusvalía so pretexto de planificar la economía, y en las sociedades de Capitalismo privado los patrones, directivos, economistas, y jefes hacen lo mismo. Por ello miles de cuadros técnicos y empresariales inflan sus sueldos y beneficios de manera increíble dedicando ese dinero a consumir mercancías de lujo, de manera que mil ricos pueden gastar tanto diariamente como mil millones de pobres.
En cambio en la colectivización anarquista no hay burocracia, porque la planificación se realiza por parte de todos y de manera descentralizada. Si se nombra en las colectividades comités, cuadros técnicos, presidentes o delegados, esas personas siempre tienen que trabajar en las tareas de su oficio, dedicando un tiempo a cumplir el mandato asambleario sin dejar de ser por ello productivos.
Por poner un ejemplo, la Colectividad Libertaria de Binéfar formó un colectivo autogestionario de 32 pueblos con decenas de miles de habitantes: Balcarca, Alcampel, Peralta de la Sal, Algayón… En 1936 tomaron posesión pacífica de los medios de producción: tierras, fábricas del ramo del vestido, alimentación, construcción, calzado y cuero, fundición, almacenes, transportes… Se comunalizó el trabajo y se crearon equipos de diez personas para organizar el trabajo. Cada equipo nombró a un delegado. Ese delegado, que trabajaba también en el oficio, al cabo del día hacía un parte resumido de la actividad llevada a cabo que pasaba a la Comisión de Oficio, que registraba las incidencias, altas y bajas y entradas y salidas. Los delegados hacían las operaciones económicas de menor cuantía, precisando para las de mayor importe del visto bueno de la Junta Económica integrada por representantes de todos los oficios. Para el intercambio con otras colectividades o con empresas capitalistas había nombrada una Administración Comunal. Ninguno de esos administradores tenía dedicación exclusiva y cada mañana estaba integrado en su equipo de trabajo, ya fuera podando, moliendo, lavando ropa o poniendo ladrillos. Todos eran designados por asambleas de trabajadores, podían ser destituidos en cualquier momento. Y también se emplearon para elegir a quienes debían de llevar a cabo la coordinación de las colectividades el sorteo y la rotación. Nadie podía permanecer más de seis meses en un cargo y todos podían pasar por esos puestos.
Los diferentes oficios estaban a su vez agrupados en una Federación Local y Comarcal. Se reunían en asamblea para decidir las cuestiones propias del oficio y las que afectaban a toda la colectividad. De esta manera agruparon pequeños talleres en grandes centros, incrementaron la productividad al disminuir los gastos de transporte y almacenamiento, fundaron almacenes específicos, crearon un Centro Comercial de Intercambios que realizaba las compensaciones de uso de unos productos por otros sin abusos… Levantaron un hospital comarcal, un servicio médico, una casa cuna (maternidad), casas del niño (guarderías)… Y todo ello sin necesidad de un solo político o gestor profesional. Y dentro de esta sociedad en la que no había intelectuales ni proletarios porque todos eran sabios, en donde no había división entre campo y ciudad, cuando llegaba la época de emergencia económica de la cosecha, todos los trabajadores sin importar el oficio respondían a la tarea común y echaban mano a lo que hiciera falta, trabajando mucho menos y produciendo mucho más que con patrones, manijeros, listeros y latigueros. No había paro, trabajar productivamente era un derecho y un deber desde los quince a los sesenta años salvo causa mayor o voluntad del jubilado, y eso fue un gran avance para personas que trabajaban desde los seis años hasta que morían. Se seguía el principio básico del colectivismo: no soportamos parásitos, curas, burócratas, directivos y jefes. Quien no trabaja pudiendo trabajar, no come de la colectividad.

LA ÉTICA DE LA ECONOMÍA LIBERTARIA
Conviene también intentar ver un poco a quiénes fueron aquéllos héroes de la colectivización española de 1936: eran personas sobrias, frugales, valientes, con iniciativa, que tenían abundancia de ética, solidaridad, generosidad y altruismo, y que despreciaban el derroche económico de lo que se ha llamado luego sociedad de consumo. Ellos y ellas tenían lo que llamaban moral obrera. Y es importante saberlo porque el consumo en el sistema capitalista conduce a la dominación del individuo, al desequilibrio, al despilfarro, a la miseria de unos y la degeneración moral de otros, y a la degradación del planeta al que es capaz de destruir por procedimientos muy diversos: guerra, contaminación, crisis... Estos colectivistas querían progresar, querían vivir mejor, gestionar sus vidas y recibir el fruto de sus esfuerzos. Pero también querían calidad, que era entendida como un producto útil, justo, rentable y bueno que no agotase los recursos finitos del ecosistema. Querían una economía de costos decrecientes integrada con el entorno. Ellos querían reciprocidad y equidad. No querían aprovecharse de los demás colectivistas. Los revolucionarios anarquistas sabían distinguir entre el símbolo de la riqueza (el oro o el dinero), con la riqueza misma (bienes y servicios concretos). Conocían el mito de Midas, que al convertir todo lo que tocaba en oro destruyó la vida de sus semejantes y se puso en trance de morir. Por eso estos economistas proletarios, estos obreros iletrados se negaban a recibir un salario. Habían dejado de trabajar para realizar tareas productivas, habían dejado de ser trabajadores para ser colectivistas. No tenían un sueldo esquilmado por un propietario. Ellos y ellas conseguían ingresos.

SALARIO CONTRA INGRESO
En el capitalismo el salario se paga en dinero. Actualmente el dinero es impreso por el Banco Central, y tal vez ni lo veas porque es ya electrónico. En la actual crisis de 2008 podéis comprobar que los Estados están poniendo en circulación todo el dinero que les da la gana: según la prensa cuatro billones de euros mundiales (que antes no existían) emitidos para afrontar la crisis en marzo de 2009 y un billón más del plan del G-20 anunciado en abril del mismo año. Cantidades imaginarias fabulosas que se entregan a los bancos para que las presten a los empresarios. Dinero que se lanza creando un déficit público que no es más que una deuda terrible que te impone sobre tu trabajo futuro: un enorme e inmenso tributo sobre los trabajadores, ya que el Estado se cobrará esa deuda a través de los futuros impuestos que te extraerá, pues solo tu trabajo crea riqueza. El Estado y la empresa capitalista están así cubriendo su déficit con moneda imaginada que carece de solvencia. No tiene ningún valor, sólo la respalda tu trabajo futuro de las próximas décadas, y solo circula porque aún tienes confianza en ella. Y estas crisis y emisiones de dinero se seguirán produciendo hasta un más que posible colapso económico que no lo arregle más que una revolución social.
Volviendo al ejemplo de la economía libertaria en 1936, los bonos impresos por las colectividades tenían el respaldo de los bienes y servicios que producía la colectividad. Esos bonos tenían un valor real, representaban trabajo productivo en función de lo obtenido mediante la actividad colectiva, no perdían riqueza con la inflación. Así se veía que en la economía capitalista republicana que coexistía con la colectivizada, los precios se triplicaban entre julio de 1936 y agosto de 1937 mientras que los salarios sólo se duplicaban, con el consiguiente empobrecimiento de los trabajadores. Podías comprar con pesetas republicanas, pero los precios estaban disparatados. En cambio en las colectividades libertarias, los precios de los productos se mantenían estables y los bonos basados en la Hora-Trabajo y registrados en las tarjetas de productores mantenían su precio y lo mejoraban. Y ello a pesar del sabotaje continuo que efectuaba el Estado contra esa economía a la que no podían robar. El Estado republicano y los comunistas autoritarios no querían la colectivización, porque la plusvalía escapaba a su control. Resumiendo, los bonos se consumían en el proceso de cambio y tenían como garantía el trabajo productivo de cada cual, que se concretaba en un producto real, ya fuese trigo, zanahorias, herraduras o muebles. Los bonos tenían su límite en que no eran acumulables de manera individual ni podían transferirse a otras personas (para evitar que alguien pudiera hacerse rico). Y, por supuesto, la colectividad sabía que no podía imprimir los bonos que le diese la gana, porque tenían que tener un respaldo material para ser válidos y aceptados de manera voluntaria por la gente. Tenéis que tener en cuenta que cualquier retribución que se haga con papel mojado, ha recibido históricamente una respuesta feroz por la gente que los ha rechazado de manera sistemática cuando ha percibido la estafa. Han empleado entonces cualquier cosa, sal, tabaco, oro…, para realizar sus compras y ventas.
En cambio los bonos colectivizados nunca sufrieron rechazo en las economías locales. Si la asamblea percibía a través de los informes económicos que la productividad había subido gracias a una mejora técnica un 5%, si querían mantener los precios más o menos estables se limitaban a poner en circulación hasta un 5% de bonos subiendo los ingresos, lo cual se traducía además en una bajada de precios al haber más oferta de productos. Había más capacidad de intercambio, más productos disponibles y más baratos. La deflación en el colectivismo anarquista es positiva y debida a la abundancia, a diferencia de la deflación negativa anunciada en 2008, en donde la bajada de los precios (o el que no suban tanto como desean los empresarios), es debida a la abstención de los consumidores que disponen de menos dinero, y por lo tanto se ven obligados a no consumir.


LA ECONOMÍA LIBERTARIA A NIVEL REGIONAL E INTERNACIONAL
Pero aunque no consiguieron poner el tejado de su organismo económico, los colectivistas de 1936 tuvieron tiempo de echar los cimientos y levantar la estructura del edificio que tenían en construcción. Las colectividades se federaron, y crearon centros de administración dedicados al intercambio equitativo. Por ejemplo, la Federación Regional de Colectividades de Aragón realizaba las compensaciones por intercambios a las diversas colectividades, y abrió a cada una de ellas una cuenta corriente (sin emitir dinero). En esas cuentas se veía la circulación de recursos, de entradas, salidas y demandas de productos a nivel regional. El flujo de recursos igualitario, sin especuladores, ventajistas, parásitos, comisionistas y estafadores de por medio, hacía que el precio del producto estuviese siempre muy cercano al del costo de producción. Como se pretendía un desarrollo armónico de manera que todos tuviesen satisfechas sus necesidades, las colectividades prósperas suministraban recursos a las deficitarias para que mejorasen sus infraestructuras. Estos recursos no eran gratuitos, sino que se prestaban sin interés, y esperando la devolución más adelante, cuando la colectividad pudiese generar excedentes que restituyesen lo recibido. Habría así reciprocidad, simbiosis, reconocimiento, mutualidad. Nadie podría enriquecerse a costa de otros. Nadie ganaría lo que otro perdiese.
A nivel de comercio internacional y nacional, por ejemplo el Consejo de Aragón se encargaba de las ventas de productos en Francia o en ámbitos capitalistas ya que no se había suprimido ni el Estado ni la economía capitalista, redistribuyendo posteriormente a las diversas colectividades el producto de esas ventas. Y siempre fue ventajoso para la colectividad y para el consumidor, porque mientras que en la sociedad capitalista a una tonelada de patatas se le va añadiendo un precio adicional cada vez que pasa por un intermediario (de manera que cuando llega al minorista puede haber subido de precio de uno a diez), en la sociedad libertaria una tonelada de patatas solo tiene una traducción económica en horas de trabajo.
En resumen: creación de centros de distribución e intercambio a los que se llevan los excedentes, flujos voluntarios e intercambios equitativos de las diversas colectividades federadas, planificación descentralizada desde cada unidad de producción, asamblea y democracia directa, federalismo y reciprocidad económica, autorregulación y autogestión del intercambio sin burocracias comunistas planificadoras y sin burgueses improductivos, ingresos basados en el Trabajo-Hora, precios de costo determinados por los flujos de las necesidades existentes (definidas por los trabajadores) y de la existencia real de productos.
Todo ello lleva a una economía de abundancia y oferta sostenida, y no de demanda insatisfecha y escasez, que es lo que ocurre ahora con el capitalismo y con el Comunismo de Estado. Una economía de este tipo actualmente levantaría a los países pobres de su ruina, acabaría con la deuda artificial, finiquitaría el colonialismo económico y produciría un mundo igualitario y sin escasez producto de intereses particulares. Las guerras, los conflictos armados, los estallidos terroristas carecerían de sentido, y la fraternidad universal sería un hecho.

EL PRECIO DE COSTO Y SUS VENTAJAS
Es el coste de las materias primas que intervienen en la elaboración, más el ingreso del trabajador, más la amortización para volver a producir, más las inversiones colectivas, la que da el costo de producción global. Hay que entender que al precio de costo (gastos de producción, gastos de inversiones e ingresos de los trabajadores) no se llega por decreto del politburó, del tecnócrata o del científico. En la economía colectivista no hay un centro planificador que imponga el precio de los productos, ya que la planificación es descentralizada. Tú, desde tu centro de producción decides qué produces, cómo lo obtienes y a qué dedicas el excedente colectivo.
Pero en una economía libertaria, cooperativa y no egoísta, al incrementarse la productividad eliminando parásitos, creando bienes sociales mediante el excedente, eliminados burgueses, intermediarios y banqueros, haciendo que todo el mundo esté ocupado y sea productivo, mediante cooperación y emulación se llegaría a una economía de la abundancia, y al comunismo libertario.
Si miráis el ejemplo propuesto por la Colectividad de Xátiva, podéis imaginar que el cultivo de mil hectáreas de secano podía ser llevado a cabo por un grupo muy reducido de personas, mediante un tractor, una segadora-trilladora y otras máquinas. Eso haría que el valor de costo de producción del trigo fuese irrisorio, con muy pocas Horas-Trabajo podrían producirse toneladas de grano, y al ofertarse esta cantidad de cereal a los sindicatos de alimentación, bajaría su precio de manera espectacular. Esto, que sería ruinoso en una sociedad capitalista, que generaría paro y bajada de beneficios a los magnates, sería una bendición en una sociedad libertaria, ya que permitiría a los colectivistas el poder dedicarse a otras tareas más rentables que detectarían de inmediato al surgir nuevas demandas, y a realizar inversiones en vivienda, sanidad e higiene, transporte, formación, tecnología y otros sectores.

¿CÓMO SE DETECTARÍA LO RENTABLE DE LO CARO EN UNA SOCIEDAD COLECTIVISTA?
Los ejemplos de colectivización de la Revolución Española muestran que el empleo de la Hora-Trabajo permite una contabilidad racional de la economía sin que se caiga en la escasez y permitiendo circular en la dirección de la abundancia. En el Congreso de Zaragoza de 1936, la gran central obrera anarcosindicalista CNT establecía que la Carta de Productor sería un signo de intercambio que tendría como características: ser intransferible; registrar el trabajo individual por unidades de jornada (la Hora-Trabajo o la Jornada-Trabajo); caducar al cabo de un año si esas horas no eran consumidas por el productor. Los elementos pasivos (jubilados, inválidos, enfermos…) dispondrían de una Carta de Consumo.
Trasladada esta idea a este siglo, puede ser calculado el coste de producción en Horas-Trabajo como sustituto del dinero capitalista. Una empresa tendría un gasto de maquinaria, otro de materias primas y energía, otro de horas trabajadas en el proceso, que darían un resultado de Horas-Trabajo necesarias para lograr un número de unidades producidas. Dividiendo las unidades-trabajo gastadas entre las unidades producidas, saldría el coste final de producción que proporcionaría el valor del producto ofertado. Una vez el producto llegase a los centros de intercambio, se formaría el precio en base a la oferta del mismo y de la demanda existente. Si otros colectivistas consiguiesen un producto más económico y de mejor calidad introduciendo mejoras en la productividad gracias al avance tecnológico o a una mejor gestión, los otros productores menos rentables empezarían de inmediato a adoptar las mejoras detectadas, a lanzar otras nuevas en calidad y/o cantidad, o a buscar sectores de mayor rentabilidad provocando así la diversidad de productos. Y todo sin generar ni paro, ni ruina (como sucede en el capitalismo de empresa) ni subproducción (como ocurre en el comunismo de planificación centralizada y autoritaria, donde campesinos y obreros no producen ya que tienen que entregar su excedente al patrón-Estado al precio que les imponga).
Este proceso de intercambio os permitiría realizar inversiones razonables, obteniendo la mejor relación entre calidad y precio. Y al ser tú el centro de la planificación, procurarías obtener el excedente que mejor cuadrase con tus propios objetivos, ya que tienes derecho a la independencia y a la secesión. Si tu colectividad te parece muy floja podrías irte a otra más industriosa. O si caes en una de gente hiperproductiva y te agobias podrías emigrar a lugares más tranquilos. Si el trigo te desborda y ya no sabes dónde meterlo, o si cien kilómetros más allá lo producen por la mitad que tú, puedes innovar y plantar aguacates…
Y luego podrías hacer lo que quisieras: sabrías si te trae más cuenta vivir en un hotel con comedor y lavandería colectiva o en una vivienda propia, o si prefieres invertir en salud o en distracciones o en cualquier posibilidad que se te ocurra. En las poblaciones dejaría de tener sentido la división entre trabajo manual e intelectual. Todas las decisiones que afectasen al colectivo se tomarían en asamblea teniendo en cuenta la información real disponible. Y tus rarezas, incluyendo lujos y caprichos que quedarían dentro de los márgenes de tu voluntad y la de tus iguales, podrías satisfacerlos aliándote y federándote con otros con tus mismas inquietudes, al disponer de tiempo libre y tener las necesidades cubiertas.
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Acratosaurio Rex
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Re: Economía libertaria y colectivismo anarquista: fundamentos

Mensaje por Acratosaurio Rex » 09 Abr 2009, 11:11

LA CONTABILIDAD LIBERTARIA A NIVEL NACIONAL E INTERNACIONAL
La economía capitalista en la actualidad falsea sus cuentas. Mete en ellas lo que le conviene, y elimina lo que no. Por ejemplo excluye del PIB (la suma de actividades económicas de un país) el trabajo doméstico (productivo) de las mujeres, e introduce en el PIB a todo el sector de servicios, incluyendo policías, juristas, militares, burócratas y actividades improductivas, haciendo ver de esta manera que de un año para otro crece la economía un 3% cuando la actividad productiva real (agricultura, ganadería, pesca, industria, servicios de transporte, tareas domésticas, sanidad, higiene, alimentación, educación, investigación…) puede no haber crecido e incluso disminuido.
En la economía libertaria las cuentas son diáfanas, sin trampas, se mide en unidades objetivas y estables la producción concreta, se le añaden los servicios productivos (transporte, sanidad, formación, investigación…) y se elimina la burocracia al máximo. Y todo ello es determinado de manera directa por los afectados que deciden qué producen, cuánto y cómo, gracias a que disponen de un cuadro real y objetivo de la actividad económica y de las necesidades que les constriñen. La CNT en su mencionado Congreso de Zaragoza de 1936 establecía que: la revolución debe organizarse sobre una base estrictamente equitativa. La revolución no puede cimentarse ni sobre la solidaridad, ni sobre el apoyo mutuo, ni sobre ese arcaico tópico de la caridad… Debemos dar a cada ser humano lo que exijan sus necesidades, sin que la satisfacción de las mismas tenga otra limitación que las impuestas por las necesidades de la nueva economía creada. Como ya hemos dicho nuestra organización es de tipo federalista y asegura la libertad del individuo dentro de la agrupación y de la comuna, la de las comunas dentro de las federaciones, y la de éstas en las confederaciones. Vamos pues del individuo a la colectividad, asegurando sus derechos para conservar intangible el principio de libertad.
Todas las colectividades que se organizaron con estos principios transparentes, en Graus, en Barcelona, en Fraga, en Alcorisa, en Xátiva, en Calanda, en Villajoyosa, en Alcoy, en Aragón y en miles de localidades…, agrupando a cientos de colectivistas unas veces, a cientos de miles otras, y a millones de individuos en total, organizando en unas ocasiones colectividades meramente agrícolas, y en otras a todos los sectores productivos de grandes ciudades, presentaron siempre las cuentas claras. Nadie les pudo achacar fraudes, ruinas, déficit y deudas. No hubo corrupción urbanística ni nuevos ricos. Y todo lo lograron siempre sin ayuda, sin subvenciones, sin ficciones monetarias, tomando como punto de partida el capital en forma de trabajo obrero y el capital expropiado a los terratenientes y empresarios fascistas, capital este último que no era más que trabajo previo acumulado en forma de máquinas, tierras y materia primas. Porque recordad siempre que todo lo que es riqueza proviene del trabajo.
Esos ejemplos de autogobierno y de democracia económica no fueron locuras salidas de la mente de cuatro utopistas, sino realizaciones prácticas de gente con los pies en la tierra que poniendo manos a la obra pasaron de ser pobres y dominados, a ser ricos, autónomos e independientes.

COLECTIVIDAD Y MUNICIPIO LIBRE
Todo este sistema se articulaba en dos frentes: por una parte el trabajador formaba parte de una colectividad económica como miembro de un oficio, y ahí decidía sobre las cuestiones que le atañían como trabajador: jornada laboral, organización de las tareas diarias, seguridad en el trabajo…; por otra parte la misma persona formaba parte de un municipio libertario en donde de manera asamblearia decidía en qué quería gastar el excedente económico, si en construir un puente, una casa cuna, una red eléctrica o un camino. De esta forma el individuo soberano decidía sobre todos los aspectos que le interesaban en el seno de una comunidad independiente por una parte, y solidaria y federada por otra.
Quienes vivieron en ese mundo, afirman que aquello les pareció mientras duró el paraíso. Se dieron cuenta —en definitiva— de que la felicidad es un estado vital permanente que se encuentra allí donde uno es libre y autónomo.

LOS ENEMIGOS DE LA REVOLUCIÓN: LECCIÓN A APRENDER
La economía libertaria no ha sido nunca derrotada en el plano económico. Siempre se la ha destruido en el plano militar, y ha tenido que resistir a muchos enemigos. No penséis solo en militares, policías, fascistas y derechistas. En la España de 1936 los anarquistas tuvieron que aguantar que sus aliados antifascistas (y destacándose entre ellos a la hora de la traición el PCE), atacaran las colectividades por muy diversos procedimientos: la campaña publicitaria en la prensa estaba llena de calumnias y acusaciones sin fundamento: incompetencia, desastre, vagancia, ruina… Económicamente el asedio fue continuo: les hacían pedidos y luego no se los pagaban; si los colectivistas rechazaban nuevos pedidos de los morosos, les acusaban de sabotear el esfuerzo de guerra o de robar; les negaban a las colectividades materias primas o energía; en épocas de fuerte trabajo reclutaban a los hombres para mandarlos al ejército dejando en la colectividad solo a niños, mujeres y viejos; si los viejos mujeres y niños que quedaban no eran capaces de recoger toda la cosecha les acusaban de improductivos aunque se hubiesen reventado a trabajar; les atacaban militarmente, como ocurrió en Levante en febrero marzo de 1937, en Cataluña en mayo de 1937 o en Aragón en 1938; detenían, encarcelaban, torturaban a los mejores militantes por cientos, les acusaban de ladrones, corruptos y colaboración con los fascistas; colocaban a los anarquistas en las peores zonas del frente, les mandaban a realizar ataques locos o a defender posiciones suicidas; les negaban armamento y luego les acusaban de cobardía si retrocedían aunque hubieran tenido bajas por miles; y otras veces les secuestraban y ponían directamente al pie del muro… Imaginad el impacto de estas medidas sobre la moral de lucha de los anarquistas, obligados a enfrentarse no solo a los derechistas, sino también a sus compañeros de viaje.
Por eso, cuando llegue el momento del salto, hay que actuar sin contemplaciones destruyendo hasta el último vestigio del Estado, y procediendo a una expropiación masiva sin temores ni complejos. Tenéis que saber que aquello que dejéis sin demoler, se os acabará volviendo en contra ya que nunca el poder descansará hasta veros sometidos por la fuerza de las armas. Los arquistas no os dejarán en paz. Si dejáis que comunistas, socialistas o democratacristianos tomen el Estado y lo pongan a funcionar en su beneficio, si pecáis de ingenuos y de bienintencionados, os masacrarán en cuanto puedan. Esos tipos no son vuestros amigos, solo os soportarán por conveniencia o por miedo. Así que, cuando llegue la oportunidad, sed contundentes sin ser crueles, desarmad al enemigo, machacad sus estructuras, destruid su administración, su dinero, sus recursos y quedarán indefensos. No permitáis que el Estado quede en pie y sed generosos con los vencidos.


¿HACIA DONDE LLEVABA ESTE SISTEMA DE COLECTIVISMO LIBERTARIO?
Tened en cuenta que todo lo dicho anteriormente no es más que un esbozo, un esquema de economía colectivista. A la hora de la práctica hay que buscar siempre la mejor solución, la que más se adapta a los intereses comunes, la más satisfactoria para ti (comunismo, colectivismo, mutualismo, individualismo, cooperativismo…), y eso no se encuentra en los libros, sino en la acción de personas que definen sus intereses, sus prioridades, sus necesidades y deciden como resolver sus problemas tomando decisiones colectivas (algo a lo que debéis acostumbraros para no pasaros las horas discutiendo).
La idea que tenían en mente los colectivistas de 1936 era el comunismo anarquista. Su planteamiento era el siguiente: si progresivamente aumentamos la productividad por medio de una mejor gestión y por la inversión tecnológica y científica, el valor de la Hora-Trabajo se irá revaluando más y más y en el comercio internacional se convertirá en una moneda fuerte hasta la llegada de la revolución mundial, la ansiada Liquidación Social. A nivel nacional la abundancia de productos hará innecesario el empleo de moneda, ya que la abundancia en la sociedad libertaria conduce a que las mercancías dejen de serlo, pierdan su valor de cambio y solo se empleen como valor de uso, como pasa con el aire. Entonces cada cual recibirá según su necesidad y aportará según su capacidad, y podremos prescindir totalmente del dinero llegando al comunismo libertario… Lástima que no les diera lugar a demostrar esta hipótesis, aunque esbozaron que era posible llegar a algo así: miles de toneladas de alimentos fueron entregadas por los colectivistas para alimentar a refugiados y a milicianos de manera gratuita y muchos productos básicos (aceite, pan) se entregaban a los trabajadores sin necesidad de pago.
En la actualidad, con el incremento de productividad logrado gracias a la mecanización, a la informática y a las redes de comunicación, muchísimos productos de primera necesidad (ropa, casa, comida) podrían convertirse en valor de uso. La colectivización anarquista permitiría alimentar a toda la humanidad, acabaría con los desequilibrios, con la miseria, con los brotes de desesperación y terrorismo y con la guerra. Y como otros efectos destacables del programa económico anarquista, del autogobierno y de la autogestión que conlleva tendríamos:
Trabajo bien distribuido, sin burocracia improductiva.
Inversiones racionales en bienes y servicios sociales.
Costos decrecientes en base al aumento de la productividad.
Consumo sin despilfarro y sin alienación.
Jornadas de trabajo reducidas.
El desarrollo armónico de las colectividades productivas, eliminando la división entre ciudades (devoradoras de recursos) y campo, y entre trabajo manual e intelectual.
El fin del éxodo rural y la emigración masiva a las ciudades.
El aprovechamiento racional de las fuentes de energía, del agua y de las materias primas.
La detención del incremento poblacional al mejorar el nivel de vida.
La descontaminación del planeta al cargarse en el precio de costo de los productos la conservación del entorno.
La eliminación de la Ciencia como fuente de privilegio, conocimiento y ventaja para unos pocos de ricos.
La desaparición de las crisis cíclicas económicas producto de la especulación, de la superproducción o de la subproducción capitalista.
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koral
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Re: Economía libertaria y colectivismo anarquista: fundamentos

Mensaje por koral » 10 Abr 2009, 09:26

Hola, te escribia para decirte que he "pirateado" un estracto del texto, el que habla de la autogestión, para escribir un folleto, ya que este punto venia mejor expresado de lo que yo lo hubiera hecho, quedaría una cosa así:

"La revolución social que queremos l@s anarquistas tiene como fines poner toda la riqueza social al alcance colectivo y organizar la sociedad de modo horizontal, es decir, sin ricos ni pobres, sin jefes ni subordinados, por medio de asambleas populares. La gestión de los medios de producción se realizará mediante la autogestión, esta no es más que la organización de los medios de producción (fábricas, talleres, oficinas, campo, etc.) de forma estrictamente horizontal (llevada a cabo por l@s propi@s interesad@s), de manera que las decisiones manen de abajo hacia arriba y que la finalidad de la producción sea satisfacer las necesidades de toda la sociedad en su conjunto, y no las de los dueños de esos medios de producción, pues habrán dejado de existir como tales.

La producción se dirige no a acumular beneficios, no a amontonar riqueza particular, sino a cubrir y satisfacer necesidades colectivas. Cada cual recibe lo que precisa. Una reconversión laboral gigantesca elimina multitud de empleos inútiles, dañinos, improductivos y parasitarios. Esto hace que sólo queden trabajos productivos, que además se reparten entre todas las personas que pueden trabajar de forma que las jornadas quedan reducidas al mínimo, a pesar de lo cual se produce en abundancia como para alimentar a todo el mundo (esto ya ocurre hoy en día pero la riqueza se distribuye de manera injusta).Oposición a toda autoridad . La anarquía no se basa sólo en la no dominación. Tiene otros valores, entre ellos la solidaridad y el apoyo mutuo.

Como creemos en la autogestión de nuestras vidas, estamos en contra del estado y sus formas de represión como son los ejércitos, la policía, las cárceles... Pensamos que la gente, desde las asambleas está capacitada para resolver conflictos como podría ser la delincuencia, que se volvería rara al ser la riqueza de propiedad colectiva y al no faltarle lo necesario para vivir a ninguna persona."

De cosecha propia hay algún estracto, lo otro lo he utilizado de textos encontrados en este foro , un "recorta y pega", espero que nadie se enfade, pero lo he encontrado muy bien expresado en este foro (hacerlo yo de cero hubiera sido un curro que lo veo tonto pues ya está más que hecho) para explicar que es la anarquia en un texto corto y sencillo para que lo entienda todo el mundo. Gracias .

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