por Huascar Rodríguez García
Prolegómenos
Continuamente y en cada lugar, el mismo drama ante el mismo decorado, sobre el mismo estrecho escenario: una humanidad turbulenta que vive en su calabozo. ¡Cuánta monotonía!
Louis Auguste Blanqui. (La eternidad por los astros).
Exceptuando cuatro valiosas investigaciones realizadas en la década de los ochenta1, el anarquismo en Bolivia ha sido un tema al que los historiadores no han prestado atención pese a su importancia en la formación y luchas del movimiento obrero antes de 1952. Ante este parcial vacío de conocimiento la presente narración se ha propuesto realizar una genealogía y una muy resumida reconstrucción histórica de la experiencia anarquista boliviana ¾en su forma sindical¾ , desarrollada entre 1912 y 1964.
Pintando con brocha gorda se puede decir que el anarcosindicalismo en Bolivia tuvo presencia primero mediante la FOI (Federación Obrera Internacional), y después mediante la FOL (Federación Obrera Local) y la FOT (Federación Obrera del Trabajo) de Oruro desde la década de 1910 hasta el inicio de la década de los 50. La FOL la más importante de estas federaciones¾ fue creada en la ciudad de La Paz a principios de 1927, fruto de la acción de minorías actuantes que desde 1923 contribuyeron con la organización de los primeros sindicatos base de la Federación entre albañiles, carpinteros, mecánicos y sastres. Después de su fundación, la FOL fue incluyendo a heterogéneos sectores mestizos, los cuales al estar localizados en distintos puntos de la economía presentaban una compleja diversidad de matices internos: desde indígenas aymaras, niños vendedores de diarios, mujeres cholas culinarias y comerciantes minoristas, contrabandistas, vendedoras en los mercados, floristas y verduleras, hasta una amplia gama de estratos artesanales y trabajadores asalariados de cervecerías, curtiembres, fábricas de fósforos, velas y cartones.
El gran auge de este movimiento se sitúa en la breve etapa comprendida entre 1927 y 1932, pues en este corto e intenso periodo de casi 6 años de duración se produjo una gravísima crisis económica de vastas consecuencias. Dicho momento conflictivo estuvo vinculado a la gran depresión de la economía de Estados Unidos y del mundo capitalista a fines de 1929, lo que constituyó un escenario adecuado para el despliegue del influjo ácrata en el país.
Pese a que la guerra del Chaco (1932-1935) determinó un paréntesis para los órganos sindicales en general y para los libertarios en particular, estos se reorganizaron de a poco a través de sus organizaciones femeninas una vez concluida la contienda bélica. De ahí en adelante la FOL recobraría parte de su vigencia, la que empero nunca alcanzó otra vez el esplendor de fines de los 20 y comienzos de los 30, debido al nacimiento, durante la post-guerra, de un sindicalismo corporativista y manipulado por los partidos nacionalistas y marxistas que cooptaron a varias entidades laborales. También es llamativo que los miembros de la FOL articularon sus demandas con reivindicaciones indígenas en varias ocasiones, especialmente en la década de los 40, cuando promovieron la formación de la FAD (Federación Agraria Departamental), organización india que llevó a cabo importantes luchas en el altiplano paceño durante 1947. Sin embargo, desde ese momento los sindicatos anarquistas se vieron fragmentados por la dura represión oligárquica, reduciéndose cada vez más y navegando a la deriva de los acontecimientos sociales hasta su desaparición gradual en las décadas de los 50 y 60.
Pero fue la revolución de 1952 la que marcó el punto sin retorno de la disolución, paradoja que ha sido una constante en los movimientos de este tipo, pues recordemos que, desde sus orígenes en la Europa del siglo XIX, la vulnerabilidad más evidente del anarquismo provino de haber designado como enemigo principal al Estado-nación en el preciso momento histórico en que este se desarrollaba como centro y principio de organización social. En el caso boliviano, fue justamente el surgimiento de ese Estado nacional lo que vino a echar por tierra al anarcosindicalismo y a sus sueños de manumisión colectiva, por lo que los ácratas quedaron aquí, al igual que en todo el mundo, no sólo maltrechos o anulados, sino también cubiertos con un manto de misticismo trágico y coronados con los laureles del olvido.
Considero que todo lo dicho puede darle pertinencia a este obsesivo ejercicio de escrutar a los movimientos sociales a través de las brumas del pasado, ya que una mirada retrospectiva desplegada sobre nuestra historia puede ayudarnos a pensar el presente, en este caso, el momento actual que vive el movimiento sindical y popular boliviano, en un nuevo contexto de cooptación corporativista bajo el gobierno del primer presidente indio.
Estaño y crecimiento de los sectores laborales
Al iniciarse la república en 1825 la base laboral del país estaba todavía sustentada en el trabajo manual de una gran masa de artesanos, a la que se añadía en importancia el trabajo agrario de los indígenas dentro un sistema latifundista que los mantenía sujetos a relaciones de servidumbre y explotación. Estas características configuraron un panorama en el que el proletariado, o los obreros industriales propiamente dichos, no aparecerían sino muchas décadas más tarde y de forma muy lenta y paulatina.
Hay que tomar en cuenta que la destrucción ocasionada por los largos años de la Guerra de la Independencia dejó al naciente país una situación de pésimas condiciones económicas, dado que el comercio era deficiente y la minería, tan próspera durante la colonia, estaba totalmente abandonada. El estancamiento económico y la depresión comenzaron a modificarse desde fines de la década de los sesenta del ochocientos, debido a un breve resurgir de la industria minera de la plata que trajo consigo la construcción de vías férreas y nuevos caminos para evacuar los minerales hacia el Pacífico. No obstante, el auge de la plata duró poco ¾menos de 25 años¾, y a mediados de la década de los 90 sus precios declinaron hasta convertir a esta explotación en un negocio poco rentable, siendo reemplazado por el estaño, cuya producción, iniciada a partir del último lustro del siglo XIX, repentinamente se convirtió en una gigantesca fuente de dinero, pues este metal fue desde entonces uno de los más requeridos por las naciones industrializadas.
Tal bonanza minera determinó el crecimiento de los sectores laborales y provocó también, como no podía ser de otra manera, el aumento del trabajo asalariado y la formación de un incipiente “proletariado” minero, compuesto por indígenas despojados de sus tierras con la privatización del agro y de territorios comunarios2. A la industria estañífera se sumó la expansión de los centros urbanos y el lento progreso del sector privado de la economía, todo lo cual contribuyó a constituir un nuevo sistema de clases produciendo a la vez un gran crecimiento de la población en las principales ciudades del país. El desarrollo gradual de las ciudades se notó particularmente en La Paz, Cochabamba y Oruro, convertida esta última en un importante eje ferroviario y en una de las primeras urbes que contó con luz eléctrica, pavimento y teléfono. Al propio tiempo empezaron a emerger algunas pequeñas factorías en rubros como cerveza, textiles y alcohol en La Paz, Cochabamba, Oruro y Santa Cruz. Otros sectores importantes desde principios del siglo XX fueron también el de la construcción y el de los obreros de la imprenta, llamados gráficos, pioneros de la organización laboral.
En síntesis, antes de 1900, Bolivia contaba con poquísimos obreros “proletarizados”, pero con el inusitado auge de la industria extractiva del estaño y el desarrollo de las redes de transporte y comunicación, esta situación se transformó gradualmente y algunas industrias fueron emergiendo como islas en un mar de pequeños productores artesanales. Es en el transcurso de esta ola de cambios que se va gestando el movimiento obrero a la vez que van surgiendo también los primeros conflictos entre capital y trabajo.
Paralelamente al muy lento desarrollo de la industria se fue consolidando una estructura de poder basada es una elite criollo-minero-terrateniente que tenía, al iniciarse el siglo XX, las siguientes características generales que se mantuvieron con ligeras alteraciones hasta 1952: a) Económicamente, las clases dominantes basaban sus ganancias en la orientación primario-exportadora de minerales, y en el usufructo de tierras expoliadas a quechuas y aymaras sojuzgados bajo relaciones de servidumbre b) Políticamente, dichas elites mantenían su poder amparadas en una democracia formal y parlamentaria, a través de partidos y una minoría letrada acostumbrada a la corrupción. c) Ideológicamente, esta casta se basó en el darwinismo social, el positivismo y el racismo, ya que el Estado boliviano se constituyó, desde sus inicios, a partir de la exclusión de los indígenas, considerados “inferiores, sórdidos y bárbaros”.
El mutualismo pre-sindical
Antes de entrar al tema en cuestión se hace preciso mencionar que, en términos generales, la historia de la organización laboral desde la formación de la república puede dividirse en dos grandes periodos: un periodo pre-sindical ¾entre 1825 y la primera década del siglo XX¾, y otro sindical propiamente dicho a partir de 1912 hacia adelante.
En la etapa pre-sindical los organismos laborales ¾mayoritariamente artesanales¾ conservaron características heredadas del gremialismo europeo de la Edad Media y del mutualismo decimonónico, es decir adoptaron una forma orgánica basada en la beneficencia y la ayuda mutua sin cuestionar los aspectos políticos de las relaciones de trabajo o de la lucha de clases. Durante este tiempo embrionario del movimiento obrero el artesano, por su condición de maestro y propietario del pequeño taller, llegó a tener cierta autoridad moral que le permitió asumir la dirección de las primeras formas protosindicales o mutualistas y de los primeros sindicatos modernos hasta la guerra del Chaco.
El movimiento mutualista estuvo compuesto por una enorme cantidad de diversas agrupaciones y sociedades obreras que no vale la pena enumerar aquí. Lo que sí es digno de mención es la organización de la Federación Obrera de La Paz (FOLP) cuando corría el año 1908 (Lora 1969: 96,98), asociación de vida escasa cooptada desde su fundación por el liberalismo gobernante. La FOLP fue promovida por los trabajadores gráficos y estuvo integrada por las hasta entonces dispersas mutuales artesanales que por vez primera decidieron federarse en una entidad matriz de forma efectiva.
Continúa [...]