Para una Teoría Marxista del Poder

¿Qué tienen en común el Anarquismo y el Comunismo? ¿Qué separa y une a estas dos formas de organizar la sociedad? ¿Nuestro fin es el mismo? Stalinistas, leninistas, marxistas y marxistas libertarios. ¿En qué se diferencian entre sí? ¿Y en qué se parecen?
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Germinal
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Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Germinal » 26 Nov 2008, 10:12

Para una Teoría Marxista del Poder
http://www.lahaine.org/index.php?p=34420

Poder, marxismo, teoría relacional, superestructuras.

Ofrecemos una aproximación entre la Teoría Marxista del Poder y la Teoría de Foucault del Poder Relacional, lejos de la concepción tradicional en términos de Superestructuras Políticas. Este ensayo describe el Poder en términos de control, sometimiento y dominación en el contexto de una teoría materialista y relacional. Poder, marxismo, teoría relacional, superestructuras.

1. El Control.

El auge de una sociedad industrial representó el auge del control. Durante el Antiguo Régimen los mecanismos de control que seguían las monarquías y los poderes locales eran fragmentarios, lacunares, intermitentes, primitivos. Al crearse una sociedad industrial se hizo indispensable la creación de “disciplinas” asociadas estrechamente con instituciones. Los análisis de M. Foucault a este respecto son magistrales y perfectamente complementarios del marxismo. Ellos muestran que las instituciones, lejos de ser meras secreciones de la Superestructura Estatal, conforman más bien un conjunto de máquinas pensadas para poner a prueba sistemas de saber/poder que, a partir de unos toscos y conocidos mecanismos de control de cuerpos humanos, se puedan ir perfeccionando éstos en la dirección de un mayor grado de sometimiento y dominación de los mismos.

“Si el despegue económico de Occidente ha comenzado con los procedimientos que permitieron la acumulación del capital, puede decirse, quizá, que los métodos para dirigir la acumulación de los hombres han permitido un despegue político respecto de las formas de poder tradicionales, rituales, costosas, violentas, y que, caídas pronto en desuso, han sido sustituidas por toda una tecnología fina y calculada del sometimiento. De hecho los dos procesos, acumulación de los hombres y acumulación del capital, no pueden ser separados; no habría sido posible resolver el problema de la acumulación de los hombres sin el crecimiento de un aparato de producción capaz a la vez de mantenerlos y de utilizarlos: inversamente, las técnicas que hacen útil la multiplicidad acumulativa de los hombres aceleran el movimiento de acumulación de capital”.1

Conviene, como enseña Foucault, no ceñirse al lado estrictamente productivo del cambio experimentado pro Occidente en el siglo XVIII. Las nuevas exigencias industriales exigían concentrar cuerpos humanos para extraer de ellos su jugo. Para la institución disciplinaria del Taller, de la Gran Fábrica, con sus consiguientes cuerpos humanos reducidos a máquinas, era preciso importar de otras instituciones pre-existentes ese Poder disciplinario, esas tecnologías de control, sometimiento y dominación ya conocidas en otros lugares: el monasterio y el convento, el cuartel militar, el presidio. La revolución industrial va a suponer una realimentación continua de las más diversas instituciones acumuladoras de cuerpos humanos, y de conocimiento/control sobre los mismos, disponibles para los más diversos fines, de los cuales el productivo es el principal en una empresa capitalista y en una sociedad de mercado, pero un fin, al cabo, que presupone un poder político. El poder político no ya como depósito de “legitimidad” o “soberanía”, que en el estado se atribuiría el Rey al igual que en la industria se lo arrogará un Patrono. Más bien, el Poder político en tanto que ejercido, en tanto que eficaz mecanismo de control, sometimiento y dominación de unos representantes del Capital sobre unos seres humanos-objeto. Cuerpos que serán objeto de explotación económica, ciertamente, pero también objeto de inquisición y manipulación científica. Se tratará de dividir, compartimentar, jerarquizar, organizar... toda una masa corporal humana que, reunida necesariamente por el Capital para someterlos y dominarlos, y de ahí lograr una adecuada explotación, podrían tornarse sumamente peligrosos al Poder por el mero hecho de su reunión masiva.

“Digamos que la disciplina es el procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo está con el menor gasto reducida como fuerza “política”, y maximizada como fuerza útil. El crecimiento de una economía capitalista ha exigido la modalidad específica del poder disciplinario, cuyas fórmulas generales, los procedimientos de sumisión de las fuerzas y de los cuerpos, la “anatomía política” en una palabra, pueden ser puestos en acción a través de los regímenes políticos, de los aparatos o de las instituciones muy diversas”. 2

Las disciplinas implican vigilancia total y continua de todos y cada uno de los cuerpos a cargo de un Ojo Central que, de no ser ya divino (Omnipotencia que iba unida a Omnisciencia o “Visión Total”), supone una tecnología que lo hiciera posible. El Panóptico de J. Bentham fue el modelo de institución disciplinaria que hacía posible, de forma económica y eficaz, esa vigilancia absoluta de muchos cuerpos a cargo de unos pocos ojos. El Ojo como órgano de control, sometimiento y dominación. La cárcel como modelo de la fábrica, pero también la fábrica como modelo de la cárcel. Y de forma subsidiaria, la cárcel panóptica como utopía del mismo mundo, el mundo-cárcel orwelliano ya anticipado por Bentham y, tiempo atrás, por los propios ilustrados. Quien ve y, por ende, quien sabe y vigila, es quien controla. Quien además se apoya en todo un aparato de sujeción de individuos a esa “visión constante y total”, abarcadora de todos los instantes cotidianos de un cuerpo regulado en cada momento en sus quehaceres y ociosidades, se convierte en un perfecto dueño de esclavos. Pero de unos esclavos que quedan reducidos a una fisiología maquinal, mudados en máquinas sin intimidad y sin libertad operatoria alguna, pues en ellos no existe una penumbra para hacer cosas “a escondidas”. Esta situación del Ojo controlador y humanidad así reducida se podrá convertir en un modelo para la humanidad futura, en el preanuncio de la sociedad del porvenir.

2. El Poder.

Al triunfar la burguesía industrial, triunfa su modelo social basado en el Contrato. El Contrato: ese gran mito jurídico encubridor. El esclavo de nuevo cuño está sometido al Poder panóptico bajo la coartada de contratos que, impecables bajo las nuevas regulaciones jurídicas que emergen poco a poco desde el siglo XVIII, esconden la más feroz asimetría entre los seres humanos. El micropoder, en términos de Foucault, se agazapa bajo una idea jurídica aparentemente igualitaria como era la de un Contrato social. El delincuente, ese violador del Pacto social fundante, queda reducido a una esclavitud legal y será objeto de las disciplinas penitenciarias, cuyo ámbito, por otra parte, no cesará de expandirse. El Panóptico constituirá la contrafigura del Contrato. Como dice el filósofo francés: “Las Luces, que han descubierto las libertades, inventaron también las disciplinas”.3

El Poder no es una sustancia invariable y homogénea a lo largo de la historia. Tal afirmación se corresponde exactamente con lo que debe decirse de la Producción. El Materialismo Histórico investiga precisamente las transformaciones que en el Poder y la Producción acontecen, haciendo de ambos conceptos un sistema de relaciones cuyos términos y operatorias, así como el sistema y el tipo mismo de relaciones, se transforma sin cesar. El marxismo, más allá de las tergiversaciones vulgares, asume perfectamente la idea de que el Poder no es una “superestructura”, a modo de reflejo o instancia reguladora, y en todo caso ajena a la base económica que le corresponde y que debería constituir su explicación determinista.

En “La Totalidad Social”, trabajo publicado en el nº 4 de la Revista Nómadas (http://www.ucm.es/info/eurotheo/), habíamos tratado de explicar el carácter estático, digamos “anatómico” y abstracto de la distinción base/superestructura tal y como Marx y Engels la manejaron, una distinción que debe, en todo caso, combinarse con la otra distinción marxiana, más bien dinámica y “fisiológica”, a saber, la que media entre el nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de una totalidad social, por un lado, y el estado de las relaciones de producción, por el otro. Tratar de impugnar al Materialismo Histórico su condición de filosofía “plana”, esto es, simplista y reduccionista, es a todas luces un error de comprensión muy grave. Me parece que el marxismo no es atacable por ese flanco, y que son ambas distinciones las que deben manejarse dialécticamente a la hora de comprender una Totalidad Social. La atención privilegiada de Marx a la “base” material de una sociedad es sólo un momento dentro del análisis global de una formación social concreta. En la nota a pie de página nº 3 de nuestro trabajo ya indicábamos, años atrás, las limitaciones que presenta interpretar la metáfora arquitectónica de Marx – que eso es, a fin de cuentas, una metáfora- en términos de otra distinta, como hizo el profesor Bueno. Habrá quien piense que en El Mito de la Cultura (G. Bueno, 1996: El Mito de la Cultura, P. Ibérica, Barcelona), el filósofo “enriquece” a Marx con sus queridas ilustraciones botánicas o termodinámicas de lo que fue la intención original de Marx, hacer un esqueleto de una formación social para analizarla bajo las herramientas del materialismo. Devolver una metáfora con otra, no es precisamente enriquecer al Materialismo Histórico desde el momento en que el filósofo riojano olvida el otro par “dinámico” de conceptos analizadores de la Totalidad, que hemos mencionado arriba. De igual modo, en el nº 8 de la misma Revista Nómadas (“Producción capitalista y cosificación de la especie. Un Ensayo”, http://www.ucm.es/info/eurotheo/nomadas/8/cjblanco.htm), en la nota a pie de página nº 3, también hemos lamentado esa misma grave incomprensión del marxismo a cargo de un filósofo que ha hecho del “materialismo filosófico” una especie de marca de fábrica, al menos en los ámbitos hispánicos, como si los propios Marx, Engels y Lenin (por no seguir citando a Lukàcs, Gramsci, etc.) fueran unos auténticos enanos. Tal marca supone una triste recaída del materialismo en el naturalismo y el positivismo más vulgares. Comparar la Totalidad Social con una planta, como hace Bueno en el libro citado, podrá ser todo lo que se quiera, menos una metáfora afortunada, que revela la falta de atención al proyecto dialéctico de Marx por parte de su autor, su incomprensión absoluta.

Es en esa estela de pseudomarxistas en la que se inscriben las críticas de destacados filósofos de nuestro siglo XX, al marxismo in toto, críticas a un fantasma de marxismo, pero no al corpus sustancial del mismo. Por ejemplo, también la interesante teoría sobre el Poder desarrollada por Michel Foucault pierde mucha de su fuerza y presunta originalidad si caemos en la cuenta de que va dirigida también en contra de la reduccionista simplificación del análisis marxista de una Formación Social bajo el par de términos base/superestructura, y entendiendo el Poder –y sus diversas formas- como una instancia superestructural generada y/o adecuada a la base material. La base económica de una sociedad, bajo la caricatura determinista de los enemigos y vulgarizadores del marxismo, vendría a ser la causa y la astucia de un Poder correspondiente a la misma, correspondencia o adecuación que si se pierde –en virtud de su “relativa autonomía” frente a la base, genera un nuevo escenario de contradicción, cuya resolución política habrá de ser el origen de nuevas formas correspondientes a la base material. Llevaba toda la razón Foucault al creer que tales teorías del Poder son insostenibles. Lo que le objetaríamos es que se tratasen de teorías marxistas. El marxismo no vulgarizado (no naturalista o positivista como el de G. Bueno, p.e.) no vería problemático asumir la contribución de Foucault acerca del Poder como un conjunto históricamente cambiante de relaciones. Este conjunto enlaza términos y operaciones dentro de una formación social de tal modo que éstos cambian, así como el propio Sistema de Poder igualmente se transforma. El Poder es el sistema de relaciones, no es una sustancia. Y lo que Foucault subrayó es que en el Antiguo Régimen ese era un Poder discontinuo, ejercido de forma puntual y “lacunar” dentro de la sociedad. Las necesidades crecientes del capitalismo, y del nuevo estado burocrático-imperialista a él asociado, exigirán un Sistema de Poder continuo, constante, implacable, “pleno”. Para ello, resultaba de todo punto imprescindible transformar la Soberanía Absoluta del monarca, en sistemas –relacionales- de ejercicio del Poder, tecnologías de sometimiento, control y dominación de los individuos, y también de las poblaciones, los territorios, etc.

Es la propia historia del capitalismo la que nos demuestra que una concepción sustancialista del Poder, aplicada al soberano, al déspota absoluto y arbitrario (como si fuera un Dios mortal sobre la tierra) y acumulador de fuerzas, se sustituye por obra y gracia de una “transferencia”, en un Poder no acumulado sino ejercido con medios tecnológicos, con tecnologías de control inter e intrapersonal. El capitalismo las puso en práctica en sus primeras fases, p.e. en la era de la manufactura. La historia del capitalismo manufacturero ilustra perfectamente que una de las primeras “invenciones” del nuevo modo de producción no consistía en una invención mecánica, físico-química, etc., por mucho que éstas cumplieran sus papeles decisivos después (la máquina de vapor, p.e., en el s. XVIII). La gran “invención” del capitalismo, de la era post-feudal, consistió realmente en disponer en el espacio y en el tiempo a los seres humanos de una determinada manera, “recortarlos” operatoriamente en sub-tareas, y en unidades fraccionarias de éstas. Sólo así, disponiendo de un control absoluto, de una “Soberanía” sobre la Producción de cada día y de cada mercancía, se pudo deshacer para siempre el saber-hacer feudales del granjero y del artesano. Era preciso controlar al trabajador, como enseñó Marx, separándolo definitivamente de la propiedad de los medios de producción y de los demás derechos y vínculos. Pero junto a esa separación, e insita en ella misma, se ha de incluir igualmente la separación del Conocimiento por parte del trabajador en su labor productiva. Separación de la propiedad, y desvinculación de toda capacidad cognitiva. Sólo reduciendo a los obreros a una condición de “autómatas programados” o “gorilas amaestrados” pudo el Capitalismo, ya en sus fases productivas manufactureras, hacer cumplir el plan de “transferencia” de Poder. Desde un Poder Absoluto del Soberano, a un Poder Ejercido tecnológicamente por la burguesía, sustentado en el Capital. Toda la evolución posterior del capitalismo industrial, con el taylorismo y el fordismo, que llega justamente hasta hoy, pese a las supuestas dulcificaciones introducidas por la psicología y sociología de la industria, no son más que una prueba del Poder Ejercido por el Capital que se traduce siempre en la inserción de unos mecanismos de control, e incluso sumisión y dominación, muy concretos, efectivos y característicos dentro del régimen productivo industrial.

3. El Poder no es “superestructura”.

Tras estas constataciones, queda claro que el Poder no pude entenderse como una “superestructura” externa a la Producción misma, un regulador separado del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. El Poder no se limita a las instituciones (no se reduce, desde luego a los tres “Poderes” de Montesquieu, ejecutivo, legislativo y judicial). El Poder “habita”, por decirlo así, en ellas y se ejerce en ellas, incluyendo las Industrias, pero en modo alguno el estudio del Poder es sólo el estudio de la vida de las instituciones: empresariales, políticas, religiosas, etc. Si las comprende, no es sino por una intromisión en ellas. Descomponiéndolas en sistemas tecnológicos de control intra e interpersonal. El Poder Absoluto del Soberano se transforma, a partir de cierto momento, a partir de la fase de la manufactura, en el Poder Absoluto del Capital, que a su vez es detentado por el Empresario (Amo del Capital, y por ende, Amo del Capital Variable, verbigracia, de la capacidad de fuerza de trabajo de los obreros, que Él ha comprado).

4. Sometimiento.

En nuestra opinión, las tecnologías de control intra e interpersonal pueden ser tan antiguas como la humanidad misma, o al menos, como la humanidad civilizada. Hemos reflexionado sobre ellas a propósito de la opresión sobre la mujer, y su subordinación en el régimen de Patriarcado (ver por ejemplo nuestros trabajos “Control, sometimiento y dominación de la mujer”(http://www.lahaine.org/index.php?blog=2&p=19913), y “Antipatriarcado y marxismo” (http://www.lahaine.org/index.php?blog=2&p=19666), es decir, en épocas pre-capitalistas. En estos dos trabajos hemos intentado explicar que el control sobre las personas es una tecnología muy antigua, y posee un carácter muy genérico. Entre los ejemplos de la tecnología del control puede incluirse perfectamente el control simétrico, como el que se da entre dos sujetos de fuerza, destreza, astucia, etc., equiparables, como por ejemplo acontece en las luchas o en los deportes. Desde el momento en que la situación bascula hacia una asimetría estabilizada, y el Poder se ejerce de forma efectiva desde uno de los sujetos sobre otro, el control se especifica con el nombre de sometimiento. El sometimiento de un sujeto por otro es una especie de control asimétrico, en el cual la libertad operatoria de uno de los sujetos queda restringida de manera estable por medio de las operaciones del otro. La relación de poder por sometimiento es una relación de control asimétrico que se estabiliza. Por ejemplo, si dos guerreros en lucha llegan a un término en el que uno de ellos es vencido, y decide abandonar la lucha aceptando su condición de esclavo o cautivo del otro, normalmente a cambio de la conservación de la vida, la estructura agónica queda depositada en un estrato histórico-causal, y se entra en una nueva estructura asentada sobre el pasado. La estructura del sometimiento. Los esclavos, los cautivos, etc., serían así pues el resultado de luchas perdidas, quizá no por los individuos en particular, sino por sus antepasados, los de su mismo grupo, etnia, clase, etc. El sometido es un vencido “simbólicamente”. En el pasado hubo alguna batalla perdida por él, o por análogos suyos. Toda rebeldía del sometido supone una impugnación, un intento de anulación del resultado de esa batalla simbólica (no es preciso que se haya tratado de una batalla histórica real y efectiva), que hay menester retomar para alterar su resultado y acabar con la dominación. Como hemos explicado en trabajos anteriores, la lucha en pro de la liberación de la mujer ilustra –en muchas de sus fases y momentos- ser una lucha de impugnación del resultado que, en cierto momento, acaso al final del neolítico y el comienzo del estado urbano, la sociedad patriarcal se afianza. En ese entonces tuvo que acontecer una “batalla simbólica” en la cual, en diversos momentos y lugares, en diversos ritmos, el control más o menos simétrico de un sexo sobre otro devino en control asimétrico inestable, y por ende, en sometimiento.

5. Dominación.

El sometimiento ya es una pauta estable de relación entre términos –aquí, sujetos operatorios- que se necesitan, se complementan, pero al mismo tiempo se oponen, son antagónicos sus intereses. En las relaciones macho-hembra tal cosa sucede ya de forma natural, de acuerdo con la lógica evolutiva de la selección sexual y la selección natural. Son relaciones dialécticas. Pero aún nos queda por introducir una suerte de estabilización “de segundo grado”, de resultas de la cual se derivan una serie de instituciones objetivas, de relaciones congeladas, más bien propias del “Espíritu Objetivo”. Tales estabilizaciones de pautas estables, por así decir, son instituciones que conforman un nuevo ámbito, un plano diferente. Y es este el que nosotros denominamos dominación. La dominación es un sometimiento y un control elevados al plano específicamente político. Mientras el control es una clase de situación dinámica genérica, que se da en cualquier sistema cibernético, orgánico o no, y toda vez que el sometimiento ya lo entendemos como una situación específicamente antropológica, pero muy próxima a las pautas etológicas y zoológicas, relaciones propias de la naturaleza animal, por el contrario la dominación nos remite a instituciones y estructuras políticas exclusivas del ser humano, y aun no en todas sus formas culturales, sino en las formas que suponen la existencia jurídica, pública, urbana, etc., del Estado. Por manera que el Estado puede, una vez erigido y puesto en funcionamiento, investir de propiedades y contenidos enteramente nuevos a las relaciones genéricas entre sujetos que antes caían bajo el ámbito del sometimiento. Así, por ejemplo, la relación de sometimiento de la mujer al varón, tras el advenimiento del patriarcado y el auge del Estado, fue pasando de ser una relación circunscrita al ámbito privado, familiar, tribal, etc. , a un verdadero asunto de Estado y de organización económica, jurídica, política, de éste.

La característica central del modo de producción capitalista es su capacidad para reorganizar drásticamente los elementos más arcaicos que sobrevivieron a partir de regímenes productivos más antiguos. Ningún modo de producción tiene por qué eliminar del todo aquellos residuos de los modos anteriores que no supongan un obstáculo para el objetivo primordial de éste. El capitalismo, por ejemplo, no se ha empeñado en la eliminación radical de la nobleza, antes bien, otorga nuevas funciones económicas (conversión del terrateniente en empresario burgués), o superestructurales (parlamento, diplomacia, ejército). Tras una fase de antagonismo entre nobleza y burguesía, el modo de producción capitalista acaba asimilando al noble transformando a este en un burgués, o en un candidato a la empleomanía del moderno Estado burgués. Pues bien, por vía de analogía, también podríamos hacer referencia a la pervivencia de sistemas viejos, a veces realmente arcaicos, de control y sometimiento que se heredaron desde los tiempos neolíticos del acceso del hombre a su condición estatal, como fueron el patriarcado, el esclavismo, el militarismo, etc. Tales formas o relaciones se adaptaron al feudalismo, o más bien el feudalismo se adaptó a ellos. Y otro tanto ocurre con el capitalismo, si bien el régimen capitalista, a nuestro modo de ver, no es un mero receptor pasivo de las herencias y los residuos, sino que recorta estas estructuras arcaicas para darles, en ocasiones, una nueva funcionalidad.

¿Y cómo lo hace? He aquí que parece muy útil la teoría de Michel Foucault sobre el Poder. El Poder, con todo su sistema de instituciones, disciplinas, tecnologías, sistema dado en tres niveles que hemos descrito (y evolutivamente se encuentran relacionados, (1) control, (2) sometimiento, y (3) dominación), no se limita ya a ser un “extractor” de rentas, de recursos, de plusvalías, a partir de una base material productiva que él organiza. Tal esquema hilemórfico, como el que todavía mantienen muchos marxistas, peca de simplista y rudo. La base productiva no es una masa material independiente de las instituciones, las disciplinas y las técnicas de Poder que el Estado va secretando. Ello puede suceder, y siempre relativamente, en modos anteriores, el feudalismo europeo, los sistemas tributarios asiáticos, el esclavismo antiguo. En ellos, efectivamente, el Soberano, sus adláteres, sus funcionarios y sacerdotes, etc. Representaban con claridad y transparencia su condición de depredadores, saqueadores, parásitos extractores de riquezas y demás, frente a unas “sociedades civiles” o “comunidades originarias” que, de cierto, vivirían mejor si toda la caterva de sujetos coactivos o amenazantes dispuestos a ponerles a trabajar de más, a exigirles prestaciones, a arrancarles bienes. La “disciplina” por antonomasia en los modos pre-capitalistas consiste en la tecnología de la violencia, en la posesión de contingentes de tropa armada para hacer visible así la fuerza de lo Público. Eventualmente, los sacerdotes y otros funcionarios conforman el ejército complementario de los administradores, recaudadores, sancionadores morales y penales, etc., los cuales, no por permanecer desarmados no dejan de ejercer el Poder de la Amenaza latente. El pueblo sabía que una desobediencia a este Poder desarmado desencadenaría más tarde o más temprano la acción mortífera del hierro.

Llegamos pues al hecho de que en los estados arcaicos, pre-burgueses, las rudimentarias tecnologías de Poder, de forma directa o indirecta, acababan recurriendo al poder coactivo del hierro, a la amenaza del derrame de sangre, al regreso inmediato al nivel primitivo del control agonístico, según el cual el administrado es, de cierto, un vencido. La dominación sobre las personas se ejerce sobre un fondo, a veces remoto o meramente simbólico, no necesariamente actual y presente, de lucha. El dominado es un vencido. De ahí toda la parafernalia (que aún conservan todas Casas Reales y no pocos regímenes presidencialistas con “culto a la personalidad”) de sumisión, de postración al poder en los saludos, recepciones, y toda clase de actos en los que, con mayor o menor grado de exageración, el súbdito “muerde el polvo” (simbólicamente al menos) en presencia del Poder.

En el capitalismo, el Poder de origen y fondo agonístico, el Poder de un Vencedor en una remota o simbólica lucha legitimadora, ha sido sustituido por un sistema de dominación mucho menos personalizado, menos ligado a una supuesta “casta” escogida de “Antiguos Vencedores”. El Poder capitalista precisó de toda la base acumulada históricamente por los reyes absolutos para poder diversificarse, miniaturizarse, insertarse progresivamente en todas y cada una de las dimensiones de la vida social. ¿Cuál fue esa base acumulada que el capitalismo tomó para sí? El marxismo economicista insiste en que la base que sirvió de punto de arranque a una sociedad burguesa fue un capitalismo comercial, con sus correspondientes instituciones bancarias, crediticias, etc., que junto con la rapiña colonial y en general ese conjunto de acciones violentas que Marx denominó Acumulación Originaria, formaron el fondo de capitales acumulados que, ya en la fase productiva, podrían invertirse en empresas industriales. Sin embargo es preciso no dejar de lado nunca el Poder “heredado” del Estado, activo organizador de esa Acumulación Originaria.

Karl Polanyi, en la Gran Transformación (Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 2000), subrayó brillantemente la capacidad del Estado, y de sus órganos (Corona, Parlamento, Judicatura) para proceder a la rapiña de la comunidad campesina heredada desde la edad media. Precisamente para romper las trabas al proceso de “liberalización” del trabajo-mercancía, era menester la orquestación de un ataque sistemático a los bienes territoriales comunales, con la política de los cercados, una revocación de los arrendamientos y demás fórmulas de vinculación del aldeano con la propiedad señorial, una expulsión en masa de los mismos para nutrir la ciudad y la industria con mano de obra barata, en fin, una creación artificial de una clase proletaria. Este artificio fue posible gracias al intervensionismo estatal, un estado en manos de la burguesía y en alianza con una nobleza en proceso de aburguesamiento. El campesino poseedor de sus medios de producción, aun cuando no hubiera accedido a la plena propiedad privada de la tierra, fue un obstáculo para las políticas “liberales” iniciadoras del capitalismo industrial. La ideología y la praxis de los liberales necesitaron paradójicamente de “estados fuertes” y muy “intervencionistas” a la hora de suprimir derechos y seguridades civiles y demás colchones jurídicos en pro de los aldeanos, derechos ancestrales todos ellos que obstaculizaban la creación de una clase proletaria por medios estrictamente coactivos, violentos, propios del intervencionismo jurídico y parlamentario, además del recurso al expediente manu militari.

Con todo este panorama de ascenso de un Estado “burgués” y “liberal” se puede comprender que éste no fue simplemente una simple “emanación” o “secreción” de una base económica ya de por sí burguesa, capitalista. Este economicismo no es creíble, y lo decimos no ya apoyándonos en Polanyi sino en el propio Marx y en su capítulo sobre la Acumulación Originaria (Capítulo XXIV, “La llamada acumulación originaria”, El Capital, I, F.C.E., México, 1999). El estado disolvió las antiguas lealtades y servidumbres de la época feudal, haciendo del trabajador una mercancía libre, no un hombre libre.

“El proceso de donde salieron el obrero asalariado y el capitalista, tuvo como punto de partida la esclavización del obrero. En las etapas sucesivas, esta esclavización no hizo más que cambiar de forma: la explotación feudal se convirtió en explotación capitalista. Para explicar la marcha de este proceso, no hace falta remontarse muy atrás. Aunque los primeros indicios de producción capitalista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los siglos XIV y XV, la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI. Allí donde surge el capitalismo hace ya mucho tiempo que se ha abolido la servidumbre y que el punto de esplendor de la Edad Media, la existencia de ciudades soberanas, ha declinado y palidecido.

En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las transformaciones que sirven de punto de apoyo a la naciente clase capitalista, y sobre todo los momentos en que grandes masas de hombres se ven despojadas repentina y violentamente de sus medios de producción para ser lanzadas al mercado de trabajo como proletarios libres, y privados de todo medio de vida. Sirve de base a todo este proceso la expropiación que priva de su tierra al productor rural, al campesino.” (op. cit., p. 609).

En cada modo de producción no comunista, siempre hay una clase explotada por otra(s). Sin ambages, Marx habla de la “esclavitud capitalista”. No se trata de ninguna metáfora. La servidumbre feudal queda abolida en el siglo XVI inglés (y posteriormente en los demás países de Europa occidental), y es sustituida por esta nueva forma de esclavitud en la que el control sobre los seres humanos comienza a poder ser total. En el momento en que grandes masas, antaño autosuficientes, se ven sin nada de la noche a la mañana, la disponibilidad de las mismas a favor del Capital y su instrumento, el Estado burgués, es casi total. El esclavo, el hombre-cosa, la mercancía humana, empiezan a ser realidad desde el momento en que se ven despojados de sus medios de producción. La parte de la humanidad susceptible de compra-venta, en el nuevo modo de producción ciertamente, no es el ente corporal íntegro, tal y como se dio en la antigüedad clásica. En el régimen capitalista interesa sobremanera el aprovechamiento productivo de lo que ese ente corporal produce en el eje temporal, en el decurso de la jornada de trabajo, como máquina capaz de gastar energía en el trabajo e inocular valor a las mercancías. El hombre, como mercancía, es aprovechado en, un principio, en su aspecto operatorio, funcional. Su cuerpo vale, en principio, en la medida en que es puesto a trabajar por horas. El hombre, entendido como ente jurídico bajo el estado burgués, es ya libre, des-ligado de las servidumbres feudales. Pero la servidumbre natural y no la histórico-jurídica hace entonces su acto de aparición, bajo la forma del hambre y de la compulsión a trabajar para la supervivencia. Pero en el nuevo mundo habrá que hacerlo sin acceso ninguno a los medios de producción. Por ende es uno mismo quien tiene que venderse como trabajador, ofreciendo su fuerza de trabajo por horas. Y debe hacerlo a aquel que sí posee estos medios de producción, el capitalista. La comunidad campesina de partida, ora autosuficiente, ora feudal, es sustituida por un inmenso Mercado de Esclavos, el mercado laboral.

En este mercado de trabajo, artificialmente creado por el Estado burgués, antaño Estado absoluto e investido siempre de ese mismo carácter absoluto ante el pueblo llano (haya o no un parlamento), es donde comienzan a ramificarse e insertarse los tentáculos del Poder una soberanía no “localizada” ni “puntual” (el Rey, Parlamento, Corte, etc.) sino continua, constante, inescapable, según los análisis de Foucault. El carácter no racional del anterior Poder monárquico absoluto, su condición de “Antiguo Vencedor” en una guerra legendaria y por tanto su mera tecnología de la coacción, la violencia y la intimidación, se va sustituyendo por las “legitimaciones” no ya guerreras, sino racionales, científicas. El Poder, nacido de la violencia (y el Poder moderno nació de la Acumulación Originaria en su sentido económico, vale decir, la violencia dirigida y organizada por el Estado), sin embargo debe distribuir ahora “científicamente” esa misma violencia que siempre le acompañará en cuanto aparato de dominación.

El Estado burgués, por lo tanto, no deja de poseer el pecado original de la violencia, y de actualizar sin cesar dicho pecado al mantenerse como un instrumento de autolegitimación de esa misma violencia, ahora ejercida continuamente, sin cortes ni lagunas. Pero para darse a sí mismo la nueva clase de esclavos –proletarios- sobre los que necesita dominar el Estado, como instrumento del Capital, de la burguesía, tenía que alcanzar un status de entidad omnipresente, omnisciente, omnipotente. Todas las propiedades que la vieja teología medieval asignaba al Dios, y que sólo podían atribuirse al monarca soberano pos-feudal por medio de un burdo substancialismo (el Rey como acumulador de “potencia”) o historicismo (el Rey como “Antiguo Vencedor” con poder pleno re-actualizado en cada uno de sus actos) va a hacerse realidad en el Estado burgués que se genera y se renueva con la Acumulación Originaria. La auténtica secularización de la teología escolástica se dio en la práctica: una teología que hubo de bajar al nivel del suelo, al de la historia y al de la inmanencia económico-política, para hacerse realidad, para devenir en Verdad.

La Totalidad, antaño divina, sobrenatural, trascendental, etc., como idea implícita en toda una serie de facultades operatorias, descritas tras el prefijo omni, a saber, el conocimiento o visión plena, el hacerse siempre presente y actuante, de forma continua, el poder total sobre las criaturas, y demás operaciones límite, se transforma ahora en el Poder de una Totalidad social y, más específicamente, una Totalidad política: El Estado moderno.

Y el Estado moderno es ya el Estado Leviatán, el de los mil pares de ojos, Argos, el proyecto orwelliano que ya se venía acariciando desde los sótanos del pensamiento burgués y desde los lejanos tiempos de la decadencia feudal.


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Notas:

1. Michel Foucault: Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión. Siglo XXI, Madrid, 2005., p. 223.

2. Foucault, op. cit., p. 224.

3. Foucault, op. cit. , p. 225.
"Estamos convencidos de que la libertad sin Socialismo es privilegio e injusticia y que el Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad"

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Jorge.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Jorge. » 26 Nov 2008, 10:52

Yo creo que uno de los grandes poderes de los marxistas, es el de conseguir que lea una y otra vez su indigerible para mí terminología, con la esperanza de sacar algo en limpio. No puedo comentar qué pretende el artículo, porque cuando lo acabo de leer se me ha olvidado lo que decía al principio, y lo digo sin ganas de ofender a nadie. Es la pura verdad. Porque vamos, si se vine a decir que cada sistema económico tiene su sistema de dominación, y que no hay más que trabajar en una cadena de montaje para darse cuenta, pues entra la idea en mis posibilidades. Pero frases como esta me dejan desconcertado:
artículo escribió: Para una Teoría Marxista del Poder
http://www.lahaine.org/index.php?p=34420

Poder, marxismo, teoría relacional, superestructuras..

El Materialismo Histórico investiga precisamente las transformaciones que en el Poder y la Producción acontecen, haciendo de ambos conceptos un sistema de relaciones cuyos términos y operatorias, así como el sistema y el tipo mismo de relaciones, se transforma sin cesar. El marxismo, más allá de las tergiversaciones vulgares, asume perfectamente la idea de que el Poder no es una “superestructura”, a modo de reflejo o instancia reguladora, y en todo caso ajena a la base económica que le corresponde y que debería constituir su explicación determinista.
Vamos, que el poder ni es reflejo de la infraestructura, ni es ajeno a la infraestructura que lo determina.

Fabuloso.

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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Potlatch » 27 Nov 2008, 21:30

"La servidumbre feudal queda abolida en el siglo XVI inglés (y posteriormente en los demás países de Europa occidental), y es sustituida por esta nueva forma de esclavitud en la que el control sobre los seres humanos comienza a poder ser total. En el momento en que grandes masas, antaño autosuficientes, se ven sin nada de la noche a la mañana, la disponibilidad de las mismas a favor del Capital y su instrumento, el Estado burgués, es casi total. El esclavo, el hombre-cosa, la mercancía humana, empiezan a ser realidad desde el momento en que se ven despojados de sus medios de producción"

En algunas cosas, no estoy de acuerdo con el artículo. Por ejemplo, cuando habla de que a los campesinos se les despojaron de los medios de producción. No coincido con este concepto marxiano para describir las sociedades pre-capitalistas o pre-industriales. Pienso que el concepto de medios de producción es intrínseco al sistema capitalista en su fase inicial, y no algo objetivo a las sociedades humanas, como creo que se quiere presentar. Los campesinos no tienen “medios de producción”, sino una cultura o saber que se basa en el conocimiento del medio ambiente: Se conocían las plantas que podían servir para curar, las técnicas para aprovechar la irrigación de forma más eficaz, el terreno más adecuado para plantar cualquier cosecha, el tiempo cíclico, las costumbres comunitarias… A este respecto, creo que el marxismo en general, deja mucho que desear, a la hora de analizar formas de vida ajenas a sus conceptos.

También, creo que el autor/a obvia el papel del urbanismo en tanto método de dominación de la naturaleza y también de las personas. Sí dice algo del panoptismo pero no va más allá… La transformación de las ciudades coincide con la llegada del industrialismo y con la implantación del ferrocarril. A partir de aquí, aparecen nuevas formas de movilidad ligadas al expansionismo del capitalismo para acrecentar su domino sobre el territorio. Las formas de contacto con la vida-natural ceden a otras más complejas, determinadas por el modelo de producción,
La concentración de tierras, los monocultivos, la aplicación de técnicas para desarrollar la agricultura, la deforestación de bosques, la desamortización de tierras comunales etc.
Todo ello va encaminado en la misma dirección, a saber, la puesta en valor del territorio y su subordinación a los intereses del progreso de la civilización-mercantil.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Mala Ostia » 06 Dic 2008, 15:14

Los medios de producción de los campesinos son las tierras, los montes, las reses e infraestructuras varias.

Pueden ser dueños de ellos, por ejemplo bajo el régimen comunal de posesión y el concejo abierto de gestión, o bajo régimen de propiedad familiar, o pueden no ser dueños de ellos porque pertenecen a un señor feudal, a un terrateniente, a burgueses o a multinacionales.

Lo que dices de los conocimientos campesinos, bueno, es discutible, pero en cualquier caso esa cultura esta determinada también por la posición de las personas respecto a los medios de producción. Si son ajenos a ellos, es decir, si no tienen ningún poder de decisión y actuación sobre ellos más que su trabajo arrendado o asalariado, todos los conocimientos y la cultura tejida en torno a ellos irá diluyendose irremediablemente para adoptar otra cultura y conocimientos adaptados a su nueva posición.

Otra cosa esque no te guste la palabra porque te parezca "vieja", en cuyo caso el problema no es el término, si no tuyo.
Ni politono ni minitono que valga.

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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Potlatch » 06 Dic 2008, 16:56

Entonces los medios de producción también son las manos o el propio cerebro. ¿no?

No dejo de advertir una especie de intención cosificadora, en tanto que cualquier res, podría ser un medio de producción.

Luego, esos conocimiento no se pierden si el contacto con el medio, está más o enos arraigado en es tipo de poblaciones agricultoras, ganaderas, otra cosa es que el desarrollo técnico y la evolución del propio industrialismo socave o recupere todo ese saber del lugar, del hábitat… Pero esto es que ya lo he señalado “Las formas de contacto con la vida-natural ceden a otras más complejas, determinadas por el modelo de producción…”.

Por último, no solo me parece viejo ese concepto, sino que además me parece etnocentrista, a más no poder. Entonces, sí es cosa mia, aborrezco las ideologías.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Cizalla » 09 Dic 2008, 13:27

Perdonar que me meta en el debate, concuerdo con Mala Ostia así que responderé a Potlatch.

Sí, el cerebro y el músculo son medios de producción. Son los únicos medios de producción de los trabajadores, y es por esta razón por la que tú y yo tenemos que vendernos en el "mercado laboral" a un patrón.

En cuanto a los conocimientos también nos son robados por la burguesía, por ejemplo en el traslado entre el artesanado a la producción manufacturera que derivó en el industrialismo.
“Las formas de contacto con la vida-natural ceden a otras más complejas, determinadas por el modelo de producción…”.
Me niego a considerar una forma de vida más "natural de otra" según el medio en la que ésta se realice. Pero ese es otro debate. En cuanto a la frase no estoy de acuerdo pues la vida rural, cuando se dio de manera plena (que no siempre fue mejor ni más deseable que la que le sustituyó, pero si en muchos casos en los que la colectividad había alcanzado amplias cotas de autonomía, ocio, libertad, cultura y desarrollo) es más rica y compleja que la vida urbana moderna sometida al salario, donde todo es monótono, gris y simple aunque se tenga que dar la impresión contraria por un continuo bombardeo de imágenes, micro-espectativas y mercancías.

Tampoco entiendo porque consideras las palabras de Mala Ostia como "cosificadoras", o en sí, el análisis materialista según la posición de las personas en las relaciones de producción.

Lo del etnocentrismo también me deja un poco patidifusa. ¿podrías explicar porqué es etnocrentrco hablar de medios de producción?
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Potlatch » 09 Dic 2008, 18:26

Al final no me ha quedado clara tun postura... no se si consideras a los medios de producción como algo "objetivo de nuestra especie" o sin embargo, opinas que los medios de producción surgen en un "momento histórico". Bueno, no tengo mucho tiempo más... llevo un descontrol importante :)
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Cizalla » 11 Dic 2008, 16:55

Un medio de producción es un medio de producción. La misma palabra lo dice.

Antes abría unos, luego hubo otros, y más tade habrá otros, anque en la raíz siempre esta lo mismo: brazo y cerebro aplicado a la naturaleza. Lo que a mí me interesa es saber en que posición están las personas respecto a los medios de producción, si les pertenecen o no, porque eso me dice si esa sociedad esta escindida en clases sociales de carácter económico, y me da la solución para destuirla, además de otro tipo de análisis, por ejemplo porque el desarrollo de la producción, el consumo y de la cultura deriva hacia la destrucción de la persona y de todo lo que lo rodea cuando a vistas de todos desfavorece a una amplia mayoría.

Es un concepto que nos puede ser útil para entender la realidad. Cosifica (convertir a la persona en cosa) tanto como la palabra árbol o medio de transporte.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Potlatch » 11 Dic 2008, 21:34

Cizalla escribió:. Lo que a mí me interesa es saber en que posición están las personas respecto a los medios de producción, si les pertenecen o no, porque eso me dice si esa sociedad esta escindida en clases sociales de carácter económico, y me da la solución para destuirla, además de otro tipo de análisis, por ejemplo porque el desarrollo de la producción, el consumo y de la cultura deriva hacia la destrucción de la persona y de todo lo que lo rodea cuando a vistas de todos desfavorece a una amplia mayoría.

Es un concepto que nos puede ser útil para entender la realidad. Cosifica (convertir a la persona en cosa) tanto como la palabra árbol o medio de transporte.
Lo que apuntas es un “materialismo histórico” vulgarizado o ortodoxo.

No se si has leído el texto o qué, pero por lo que has dicho parece que no.

“El Poder, con todo su sistema de instituciones, disciplinas, tecnologías, sistema dado en tres niveles que hemos descrito (y evolutivamente se encuentran relacionados, (1) control, (2) sometimiento, y (3) dominación), no se limita ya a ser un “extractor” de rentas, de recursos, de plusvalías, a partir de una base material productiva que él organiza. Tal esquema hilemórfico, como el que todavía mantienen muchos marxistas, peca de simplista y rudo.”

En cuanto a lo de cosificación, pues ampliaré lo que has dicho señalando que se trata es la asimilación al proceso de producción del cerebro y el brazo.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Cizalla » 12 Dic 2008, 13:56

1. Si es vulgarizado. No he leído demasiado, por no decir que no he leído apenas nada, sobre estos temas.
2. Tampoco he leído el texto, ni me adhiero a lo que en él dice. En cuanto al estracto que me señalas, tiene razón en que existe la dominación de muchos tipos y que en sí misma non os extrae nada (por ejemplo, el control no explota, pero encarrila la explotación), es decir la opresión no es por el simple hecho de prácticarla, porque les hace feliz practicarla sobre nosotras, si no para extarer de nosotros una energía que les produce beneficios económicos y sociales. De ahí el control, el sometimiento y la dominación...si no de qué.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Potlatch » 12 Dic 2008, 14:23

Se ha hablado bastante de esto por aquí, y yo no quiero redundar más, por lo menos de momento.

La ortodoxia es una lacra, que impide una crítica más abierta y no tan cerrada. “La realidad es tozuda” señalaba Lenin. Y la realidad no es hilemorfica como dice el texto, el mundo no está dividiendo dos en categorías, ni siquiera lo estuvo en tiempos de Marx. Me parece bien revisar a Marx, leerle, tomar conciencia de sus aciertos y errores, pero no pasar de ahí. Es decir, no transformar sus conceptos en dogmas, como aún hacen sus seguidores, de la rama del marxismo que sea.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Cizalla » 12 Dic 2008, 15:41

Lo que yo digo lo saco de mi experiencia, lo que me han contado-debatido y lo que he leído, principalemnte literatura socialista de tendencia anarquista. No soy marxista ni me interesa demasiado Marx así que no sé a que dogmas te refieres que defieden ellos. No sé si eso será un impedimento para debatir.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Potlatch » 13 Dic 2008, 02:29

La imagen del pensamiento que se dice dogmática, responde a un dogma, que es el modelo como fundamento. Sin duda el anarquismo clásico copia algunas cosas (la mayoría) del prototipo “materialismo histórico”.
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Re: Para una Teoría Marxista del Poder

Mensaje por Farru » 13 Dic 2008, 02:59

Hola a tod@s, que le vamos a hacer Potlach ahora ya somos "recursos humanos",
no les tengas en cuenta qe con el tiempo vayan asimilando(cosificando)el papel(rol)
que se les asigna,(si, a mi tambien)y lo asumo, pero no nos pidais que ademas nos
resignemos.(No Potlatch, no pretendo equipararme a ti par ensanchar mi nivel).

Reconozco en mi, al "pequeño" post-argumentista leyendo tus distitas reflexiones y
articulos en diferentes subforos. :oops:

SALUD.
"el@ Anarko lucha por el bien de tod@s, por una sociedad de hermanos entre hermanos,gente sana,educada y
alegre.Por eso,el que se adapta y obtiene ganancias de la labor de esclav*s,no es,ni puede ser @narkista";

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