Cruzar el Rubicón

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Voltairine de Cleyre
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Cruzar el Rubicón

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 28 Oct 2016, 09:38

[CAST] Cruzar el Rubicón

per Ruymán Rodríguez

Nota preliminar: reconozco que he dudado si publicar este artículo. Los ambientes estentóreos, masculinistas, militaristas, han marcado demasiadas veces la militancia del resto. “Al activismo se viene llorado de casa”, he oído alguna vez. Es el discurso propio de círculos donde se rinde culto a la fuerza bruta desde la débil postura del espectador. Expresar los propios fracasos, límites, vulnerabilidades, contradicciones, es algo que incomoda a un sector del movimiento libertario que afincado voluntariamente en la derrota tiene la necesidad de vender propaganda triunfalista. Después de consultar a varias compañeras ajenas a mi círculo más cercano, me he decido finalmente a publicarlo. Creo que puede servir para reflexionar y para arropar a todas aquellas náufragas que se sienten solas en el océano de la militancia.

En la antigua Roma el río Rubicón marcaba la frontera que ninguna legión podía cruzar sin autorización del Senado. En el año 49 a.C., Julio César ignoró la prohibición y cruzó el río con su ejército, sabiendo que suponía de facto una declaración de guerra. Cruzar el Rubicón significa desde entonces tomar una resolución que se sabe irreversible a pesar de las consecuencias.

El activismo social obliga muchas veces a sus militantes a cruzar el Rubicón. Yo he vadeado esa orilla, he meditado los riesgos y la he atravesado sabiendo que no habría marcha atrás. Da vértigo porque al menos en mi caso he dejado muchos cosas a mi espalda: trabajo, casa, familia, vida. Echando la vista atrás no puedo afirmar que hiciera lo correcto, sólo que entonces lo creía.

Muchas de nosotras estamos metidas en círculos de retroalimentación y autocomplaciencia. Pero cuando decidimos salir de ahí, lo habitual es que fuera haga mucho frío. La gente que suele ir más allá vive intoxicada por una épica alentada por las que nunca se mueven de su sitio. Muchas jóvenes han dado lo mejor de sus vidas y se han convertido en carne de indigencia, cárcel, cementerio o depresión seducidas por aquel latiguillo que nos invita a “morir por las ideas”. Más valdría hacerle caso a Georges Brassens cuando nos decía que para morir por las ideas siempre habrá tiempo y que es mejor dejarlo para “más adelante”.


Las más activas de nosotras, las que no se conforman con limitarse a charlas y eventos y quieren caminar lejos de los márgenes de lo seguro, lo hacen sin red bajos sus pies. Nos gusta jalear a las demás para que se la jueguen y vayan más lejos, pero casi nunca movemos ni un dedo para crear las estructuras que las recojan si han caído. Nos precipitamos al vacío entre aplausos, pero cuando toca recoger los restos a todo el mundo le espera algún asunto más importante en otro lado.

Decía Emma Goldman en una carta a Max Nettlau que “nosotras, las revolucionarias, somos como el sistema capitalista. Sacamos de los hombres y mujeres lo mejor que poseen, y después nos quedamos tan tranquilas viendo cómo terminan sus días en el abandono y la soledad”. Esto se aplicaba perfectamente al periplo que acabaría sufriendo su compañero Alexander Berkman: tiranicida frustrado, preso, propagandista, organizador legendario y en su última época en París alguien que intentaba huir de la miseria y que se acabaría suicidando al no lograrlo. Como él hay muchos más ejemplos, víctimas de unas ideas demasiado elevadas y de un movimiento que no supo estar a la altura. Nombrarlas a todas ocuparía cada letra de este artículo y aún así no bastaría.

Sí, se ha avanzado en la toma de conciencia sobre la necesidad de los cuidados (que tanto se mencionan) y también algo en la elaboración de herramientas de apoyo. Muchos colectivos de antipsiquiatría están haciendo circular útil información al respecto. Hacen una labor muy loable y poco reconocida. Pero lo cierto es que por lo común consideramos que esto es “responsabilidad” de dichos grupos específicos y no algo que nos competa a todas. Pasa como con los grupos pro-presas, que deben dedicarse en exclusiva a suplir carencias mientras las demás somos incapaces de tejer solidaridad sin que el resto de nuestra actividad se vea comprometida. Es algo de difícil resolución sin una reflexión e implicación colectiva. Creo que más que delegar en colectivos especializados, cada agrupación, sea un sindicato, una específica, un grupo de vivienda, un CSOA, una asamblea de barrio, debería entender como su responsabilidad manejar ciertos rudimentos para socorrer a sus militantes y tener estudiados unos mínimos protocolos de actuación.

Pero no podemos negar que, a pesar de los avances, lo hecho hasta ahora resulta insuficiente. La mayoría de las veces las estructuras mentales de nuestros colectivos son, como decía Goldman, similares a las de una empresa capitalista, o incluso peores, porque en la militancia no hay bajas por depresión. No se entiende la necesidad de tomar aire o bajar un pistón sino es en clave de deserción, no paramos de presionar a las demás para que den más de sí mismas sin evaluar cuánto estamos dando nosotras, juzgamos cuál es el momento más apropiado para que las demás tiren la toalla como si su resistencia física y emocional no contara. El activismo se ve como un hobby para mucha de la militancia sumida en la autorreferencia, pero para otra parte es peor que un trabajo. Un infierno al que no se quiere volver si no te espoleara el sentido del deber. Personalmente, a veces me he encaminado hacia la militancia tan angustiado que he deseado no llegar nunca y he descubierto con toda la hondura del término lo que significa la resiliencia.

Lo peor es que esa tendencia a exigir se recrudece con las más comprometidas. Las vemos tan fuertes, tan seguras, que reclamamos más de lo que humanamente pueden dar. Al final la enfermedad física, anímica, social, puede destrozarlas, pero no lo vemos porque el personaje nos tapa a la persona.

En estas circunstancias la sensibilidad y la ternura deberían ser parte del aire que respiramos en los ambientes libertarios, pero en vez de eso padecemos de hipercriticismo (no hacia nosotras, sino hacia las demás). Recuerdo las críticas que recibió Jaime Giménez Arbe porque atracaba bancos a mano armada y recuerdo también las críticas a Enric Durán porque hacía algo similar pero usando sólo la inteligencia. Al final yo no podía evitar cabrearme y preguntar en alto: ¿querrán ustedes, señoras críticas, entrar en un banco y enseñarnos de una jodida vez cómo debe hacerse? Pero nunca hubo respuesta, ni la esperé.

Muchas compañeras son tildadas de “peligrosas radicales” no por los medios de comunicación ni por las profesionales de la política, sino por sus propias colegas de asamblea. En el otro extremo, hasta el éxito más humilde supone para las dogmáticas una concesión al sistema porque sólo aceptamos el fracaso. El anarquismo ha sido, desde antes del “Noi del sucre”, un movimiento caníbal. Pero no es autóctono de nosotras; lo es de toda actividad grupal, sea social o política.

El contacto con la realidad ajena al movimiento también mata, como un ambiente vírico hostil hace con un organismo inmunodeprimido. Llegas a la gente, les ayudas, y esperas que correspondan a tu esfuerzo. La primera decepción, la primera traición, el primer golpe, es como si algo se te derrumbara por dentro. Ya decía Ortega que “el esfuerzo inútil conduce a la melancolía”. Para sobrevivir a este caos ordenado, necesitamos tener certezas, secuencias lógicas a las que aferrarnos. Las anarquistas tenemos las nuestras: “la gente decidiendo por sí misma opta siempre por lo mejor”, “si ayudas te ayudan”, “no habría maldad si el medio fuera el adecuado”, etc. Cuando alguna de estas premisas son destrozadas por la realidad, dentro nuestro se produce un cataclismo que replica durante meses y a veces años. Nuestras convicciones más íntimas son quebrantadas. Después de estas experiencias se entiende el atractivo de la automarginación, la endogamia y el gueto autótrofo. Desgraciadamente ya habrá tiempo de descubrir que entre clones no hay menos desencantos. Aunque se enmascare con un lenguaje teórico sofisticado, se reproducirán exactamente las mismas desilusiones y seguramente también nos tocará a nosotras fallarle a alguien. Pero esta obviedad es algo que se suele aprender demasiado tarde.

La realidad, no obstante, es siempre el muro más alto. Recuerdo pasar meses en una habitación, sin agua, sin luz y sin ventanas. Echarme a dormir en el suelo de hormigón con un grueso abrigo y las manos en los bolsillos para combatir el frío. Hasta entonces nunca pensé que pudiera hacer tanto frío en Canarias. Me levantaba a las 6:00 de la mañana a militar y me acostaba a las 3:00 de la madrugada después de militar. Entre medias trabajaba. Cada semana el esfuerzo me arrebataba unos 3 kilos de peso. La mayoría, como es natural y lógico, claudicó y yo también quería hacerlo, con todas mis ganas, en serio, pero no podía. La “causa” era demasiado grande. Más grande que yo, que me tenía por individualista. Me empezó a dar miedo que nada me hiciera desistir, que estuviera rebasando la línea de la razón para llegar a las fronteras del fanatismo. Pensaba en Chris McCandless, ese chico que lo dejó todo para huir a Alaska, para seguir su propia causa, para poner a prueba sus convicciones, para comprobar si se podía vivir con apenas nada. Pensaba en él, muriendo solo y aislado, en esa vieja guagua abandonada que describe Jon Krakauer en su libro Hacía rutas salvajes. Pensaba en él, hambriento, helado, débil y convulsionante, dejando una nota en la que hacía creer a sus seres queridos que había muerto haciendo lo que quería. Pensaba en esa nota y yo estaba casi seguro de que mentía. Quería ahorrar sufrimiento a quien la leyera, pero en realidad debía tener miedo y estar arrepentido de haber llevado su aventura hasta tan lejos. Creía que mentía, porque eso era lo que sentía yo.

Un día, precisamente cuando me di cuenta asustado de que ya no había nada (por humillante, traumático o doloroso que fuera) que me forzara a renunciar, comprendí que todas esas certezas que tenía sobre la vida y la gente en realidad eran absurdas reglas mentales. Comprendí que la vida no tiene sentido, ninguno concreto y predefinido; tiene el que le des a tu propia vida. Comprendí que ayudar a la gente no implicaba reciprocidad, que no existe una justicia universal retributiva. Comprendí que iba a continuar el desafío ajeno a si las demás me correspondían o a la cordura del mundo, porque yo lo había decidido así y no por ninguna compulsión cósmica. Iba a intentar joder el sistema porque no quería someterme a él y porque el resto de personas debía tener la misma oportunidad que yo.

Mentiría si dijera que en mis viajes por la península no he sentido todo el calor, el apoyo y la solidaridad que no se nota cuando piensas que eres un corredor de fondo. Eso me ha reconciliado con el movimiento, pero pienso en todas aquellas que no han tenido la suerte de la repercusión mediática de sus luchas. La gente que curra sin ver nunca los efectos de su trabajo y que coquetean con la idea de desaparecer silenciosamente por la puerta de atrás. Creo que como movimiento estamos en deuda con ellas, y debemos buscar la manera de salir de la inactividad pero sin dejar atrás a nadie, sin aceptar ni una sola víctima por fuego amigo, ni un solo daño colateral, ni una solo compañera caída a la que no le tendamos la mano.

Hoy seguimos caminando por la orilla del Rubicón dudando si cruzarlo. Si en la otra orilla nos esperaran voces amigas, un soporte digno, nos resultaría mucho más fácil decidirnos a atravesarlo. Pero no podemos quemar los puentes a nuestras espaldas si delante no hemos construido antes nada. Lo contrario supone inmolar a toda una generación en el altar de las ideas. El capitalismo no nos puede haber absorbido tanto como para que olvidemos que ningún proyecto o doctrina, por grandes e importantes que sean, valen nada ante la más humilde y sencilla forma de vida.

http://lasoli.cnt.cat/26/10/2016/cast-cruzar-rubicon/

http://lasoli.cnt.cat/26/10/2016/cat-creuar-rubico/

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blia blia blia.
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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por blia blia blia. » 08 Nov 2016, 12:30

Entiendo que de respeto responder a este texto.

1. Pocas personas habrán estado tan expuestas y sometidas a tanto estrés por su labor militante como el que lo firma. Yo por lo menos, ni de lejos.

2. Habla de cuestiones muy personales de las que es difícil opinar.

A pesar de ello, creo que hay cuestiones de las que se pueden hablar. En particular voy a señalar una necesidad que creo existe en gran parte de nuestro movimiento.

1. Articular diversos niveles de implicación y militancia

Si la única alternativa de militancia es chuparse una asamblea semanal (que se alarga y se alarga,..), estar en casi todas, que tus amistades sean del círculo,... A muchas personas le vienen circunstancias (trabajo, familia, salud, cambio de localidad,...) que le hacen abandonar.

Deberíamos ser capaces de que se sientan parte integrante del movimiento gente que puede aportar poco, echar una mano puntualmente, para ciertos temas,...

Ahí veo importante las asambleas cortas y resolutivas, dejando que las cuestiones de detalle y los trabajos se desarrollen en comisiones y grupos de trabajo específicos.

2. Permitir ciclos de militancia

Porque mucha gente puede estar un tiempo, 5 años por ejemplo, muy volcado pero luego tiene que parar. Si esa persona se ha hecho imprescindible, si se considera que 'está obligada' a ese nivel de militancia,... al final es frustrante.

Bueno, a veces es simplemente que no hay recambio. Te echaste encima el peso del colectivo y ves que si lo dejas, este se derrumba. Y sigues cada vez más quemado y generando un mayor sentimiento de 'propiedad' del proyecto.

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Me parece que las organizaciones que mejor resuelve esto son las anarcosindicalistas.

1. Pertenecer ya lo eres de pleno derecho símplemente por pagar la cuota (que si hay opción de domiciliar, mejor).
2. Puedes implicarte mucho durante un tiempo, cogiendo un cargo, algo menos apuntándote a un grupo de trabajo o comisión puntual, o nada.

Que en ellas también hay crisis de militancia, porque toda es poca, pero al menos existen los mecanismos para no perder a las compañeras. Estas pueden quedar ligadas por una relación mínima (aunque sea la cuota si se le pasa por el banco), seguir siendo parte de la organización sin participar y que sea más natural el regreso a la militancia.

Voltairine de Cleyre
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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 21 Nov 2016, 20:37

Me parece muy importante todo lo que comentas blia blia blia. Muy buen complemento del texto. Lo del relevo es vital. Personalmente sigo con la duda de qué hacer con las que ya se han roto. Y no sé si esto se puede relacionar con los suicidios cada vez más comunes en la sociedad y entre los militantes. ¿Cómo vencer la desesperanza? Yo no tengo respuestas...

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_nobody_
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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por _nobody_ » 21 Nov 2016, 21:15

Coincido en que la estructura ayuda a que las organizaciones y proyectos continúen en el tiempo. Ahí tenemos las asociaciones de vecinos. Igual es un mal ejemplo dada su falta de recambio generacional en muchas de las que conozco, pero han durado 30 o 40 años bajo distintas juntas. Pongo este ejemplo por salirme del tipico ejemplo del anarcosindicalismo.

Entiendo que es necesario tener un entorno militante/activista afín pero que no esté en la brecha. Es bueno descolgarse durante algunas épocas de la primera fila, y dedicarte a hacer la paella y montar eventos culturales. Bueno, a nivel de salud mental. Sé que si no tienes recambio es muy frustrante ver que tu colectivo se puede ir al garete, pero a veces o tienes una comisión de formación que no solo haga charlas culturetas ("charlismo", lo llamó una vez klinamen) sino que prepare "cuadros militantes" de verdad o no tendrás un relevo capacitado.

En los años gloriosos teníamos cientos de militantes formándose en economía y en cuestiones técnicas de como gestionar una empresa. Hoy en día tenemos pocos técnicos en el movimiento. Lo normal es que estos cuadros técnicos estén en Podemos y similares (igual pq pueden llegar a cobrar o pillar un carguito). Pero me parece clave tener gente formada en vivienda, en urbanismo, trabajo social, gestión de grupos, comunicación, derecho laboral y civil, etc y que trabaje junta.

A nivel táctico, igual pienso que la FAGC deberia montarse un crowdfunding para pillar pasta del movimiento libertario y afin de la península y más allá. A una mala montar un proyecto social y pedir un crédito del Coop57 o de entidades que suelten la guita. Otra idea es que en vez de venir a dar charlas aquí, recorrerse todos los institutos y los barrios obreros de Canarias explicando vuestras luchas y proyectos intentando captar gente o replicando La Esperanza en otras partes. Es allí donde teneis que crecer y encontrar el relevo.
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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 21 Nov 2016, 22:17

Interesante eso que comentas también _nobody_. Para apuntarlo. Lo que cometas al final, de crecer en la Isla, y dar charlas en centros educativos y demás, ya lo han hecho las compas. El 21 de diciembre una clase de la Universidad de Las Palmas se va a dar en La Esperanza (algo inédito). El año pasado por las mismas fechas la FAGC dio otra en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Lo ha hecho varias veces. Grupos de alumnas de Educación Social han presentado este mismo año varios trabajos sobre la FAGC y La Esperanza. De hecho en las movilizaciones de abril las estudiantes fueron mayoría. Interesante sobre todo porque viene de los que en un futuro serán trabajadores sociales, las bestias negras de muchas realojadas.

El problema, como dicen las compas en twitter y dejan caer en sus últimos comunicados, es que el campo anarquista está agotado. Han vuelto a sus libros y a sus ambientes cerrados, o simplemente al estado mental anterior al 15-M. La FAGC crece (creo que más que nunca) pero se compone de vecinas y realojadas y en menor medida de estudiantes. Gente que se acerca por necesidad o por ese discurso tan poco dogmático de la FAGC. Y creo que eso genera un conflicto interno (dentro de las anarquistas) de evitar el dirigismo y tutelaje de una minoría anarquista sobre una mayoría de realojadas. La pregunta es ¿tiene sentido que se mantenga una federación anarquista compuesta por no anarquistas? Creo que por eso surge lo del sindicato de inquilinos que mencionan en escritos y asambleas.

Lo de dar charlas fuera creo que viene de la necesidad de dar a conocer lo vivido, la experiencia. En el 2014 también las invitaban pero no había necesidad de crear ese libro de bitácora vivencial. Primero, por si puede reproducirse algo similar en otros puntos del Estado y que no quede como algo pintoresco de una islita. Segundo, por si todo se va al traste (represión o quién sabe), pues que quede constancia entre las libertarias del Estado de que esto ha ocurrido y de que es importante que no se olvide.
Última edición por Voltairine de Cleyre el 22 Nov 2016, 12:00, editado 1 vez en total.

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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 21 Nov 2016, 22:33

De todas maneras, creo que el texto va más allá de la experiencia de la FAGC. Ese desgaste lo he notado en todos los colectivos que han salido del cómodo y calentito gueto. En todos he detectado estajonovismo militante y críticas despiadas por parte de los espectadores. Creo que da para una reflexión colectiva a niveles muy generales.

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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por _nobody_ » 22 Nov 2016, 10:00

Con el tiempo hay que crear una barrera mental que te resbalen las criticas. Es como es que dicen de esa gente a la que no le gusta el ecologismo o el feminismo, porque les hace aparecer como malas personas por no cuestionarse nada, y por ello se vuelven furibundamente en contra. Aquí pasa un poco lo mismo. Han desenmascarado la pasividad habitual del ghetto anarquista y lo han puesto en evidencia como lo que es: un hobby. Por esto quienes participan de ello, se sienten atacadas con la sola existencia de la FAGC. Obviamente no lo dirán así. [exagero un poco, pero quiero que se me entienda ;) ]

Por tanto, si se quiere trabajar, pues hay que ignorar la crítica no constructiva y asumir la constructiva. Recibir el apoyo de la gente que cree en el proyecto y que quiere que cosas así tengan continuidad.

Me alegra mucho que hayais conseguido llegar al mundo juvenil/estudiantil canario. De aquí puede venir un relevo si se siente interpelado de verdad.


Luego, respecto al rol de la FAGC. Esta organización es una específica. Pero a la vez es una organización social. O sea que es como aquellas CNTs que son mezcla de colectivos anarquistas y sindicato. En otras palabras (y para entenderse), es a la vez un partido y un sindicato. (lógicamente no es un partido que se presente a las elecciones, sino que es una organización que reune a la gente que es 'partidaria' de una determinada idea y posición política). La situación es similar a aquella tendencia llamada Movimiento Obrero Anarquista, que se heredó de la FORA.

Esto ya depende de la gente. Si se prefiere se parar lo político de lo social, tendrá que haber una organización específica y luego al margen otra social. La específica puede influir en el cuerpo social, que por lógica será mucho más grande que la específica. La específica se tendría que dedicar a dar formación política/ideológica y a trazar un poco las líneas del futuro libertario en Canarias.

Yo ya lo he dicho otras veces. Me gusta el modelo latinoamericano, Por ejemplo en Rosario (Argentina) funciona una Federación Anarquista que tiene mucha influencia en la FOB-Rosario, que sería la organización social. Se separan las cosas según su función.

http://federacionanarquistaderosario.blogspot.com.es/
https://www.facebook.com/fob.rosario/

Lo de crear un "entorno" afín es una manera de vencer el desánimo. Yo lo veo en el movimiento independentista catalán (de la Esquerra Indepe), que lo tengo de vecino. Generan diversas formas de adhesión a esa movida. Una es la de los colectivos. En ese aspecto funcionan igual que los libertarios. Luego tienen mucha fuerza en las movidas de cultura popular (castellers, gegants, correllengua... Lo que sea, llenan la calle de vez en cuando reinvidincado la tradición, que la reinterpretan a su manera ). Se basan en la juventud, que de forma machacona han podido trabajar desde hace 20 años y hoy hay cuarentones que están en la CUP que vienen de aquella juventud pro-Etarra de la Catalunya de los 90. :) Hoy en dia han pillado la bandera del feminismo, al que reinvidican de tal forma que incluso han derivado su propio concepto de socialismo al que llaman "socialismo feminista".

Entonces, un militante que está en la brecha hasta que tiene hijos, por ejemplo. Lo que le suele pasar es que abandone la militancia juvenil (colectivo político, centro social) una temporada. Entonces se reacomoda en el AMPA, en el sindicato, la asamblea groga, etc. Para no perder el contacto tienen una serie de eventos a lo largo del año que crean un ambiente que genera un sentimiento de pertenencia. Sus colegas están allí, algunos familiares... Cuando sus hijos crecen los meten en las movidas de cultura popular y en los esplais (campamentos). Entonces ese milintante con los años puede volver a su ateneo o meterse en la CUP, si quiere.

Sustituye CUP por FAGC y mete en la ecuación un sindicato y te haces una idea. :lol: Nuestro entorno tendrá que crear ateneos, sindicatos, cooperativas, y participar en las asambleas de barrio y lo que exista de cultura popular del territorio. Si queremos que alguien nos tome en serio tendremos que ser los "puntales de la comunidad", aquella gente necesaria para que funcionen las cosas.

Estamos en una carrera de fondo que durará décadas. Tenemos que dejar claro a los chavales que lo que estamos haciendo hoy no tendrá fruto hasta dentro de años. Es como plantar un árbol.
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

Voltairine de Cleyre
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Re: Cruzar el Rubicón

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 22 Nov 2016, 12:10

Como siempre muy lúcida tu observación. Ojalá se pudiera vertebrar algo así. No sé si con la represión (en Gran Canarias hay muy pocas cosas que destaquen, y es por eso por lo que la FAGC está en el punto de mira. Hay que tener en cuenta que no tienen sede física, aunque hayan expropiado más de 300 inmuebles) podría articularse, pero es interesante. Yo creo que de crearse el sindicato, la FAGC no desaparecería, pero quedaría como el brazo político para elaborar narrativa. Así toda la gente que se les acerca podría seguir en el proyecto pero metidas en algo más amplio, menos señalizado y menos condicionado por las ya famosas siglas. Lo contrario es seguir siempre como un grupo guerrillero en solitario, a pesar de la incidencia que se tenga entre las clases populares.

Sobre la evolución de composición de la FAGC me pareció muy interesante esta seríe de fotos que pusieron el otro día en su twitter: https://twitter.com/FAGC_Anarquista/sta ... 32?lang=es

La última es la que más me gusta.

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