No me cabreo compi. Y si te agradecen las disculpas, aunque no hagan falta. Lo que yo comento no es para contradecir lo que tú dices; aprovecho un hilo discursivo y divago o comparto algunas reflexiones.calaboti escribió: No te cabrees... No es mi intención, al menos.
Por ejemplo, en lo de Amancio yo no estaría tan seguro. Los cabrones vienen de algún sitio y no siempre de los palacios. Están en todas partes y surgen también del limo de la cercanía. Según parece el padre era trabajador ferroviario y la madre costurera. Recuerdo cuando fue el cumpleaños del fulano, y ese síndrome de Estocolmo generalizado justificado sólo en que nació aquí cerca, es mi paisano o es español. En el pueblo de la madre hasta el que picaba piedras se sentía identificado con el hombre más rico del mundo, aunque ese día le tocara tragar tierra.
Lo he visto en mi ciudad. Gente llena de orgullo por tal futbolista, empresario y político, y con todo el asco del mundo al que trabaja en lo mismo que él y come sus mismos garbanzos, porque no "es de aquí". He visto mucho nacionalismo de bandolería quedarse en casa cuando desahucian a un paisano y hacer lo mismo, y justificarlo, cuando es un extranjero.
Aquí la mayoría de picoletos y nacionales suelen ser de fuera. Entre los detenidos nativos eso crear un resentimiento especial, una sensación invasiva logradamente buscada. Sin embargo, uno de los mayores abusos los presencié con un policía de aquí, que se esmeraba además por reunir en sí mismo todos los estereotipos de la zona. Los detenidos, golpeados y ensangrentados, no podían reaccionar ni se explicaban porque la violencia venía de alguien tan familiar para ellos. A día de hoy no sé si habrán comprendido que la línea que nos separa del enemigo no la marcan los códigos culturales adquiridos desde la cuna ni el lugar de nacimiento, si no lo que se hace y contra quién se hace.
El tema de la inmigración es inevitable al abordar este debate. Ha cambiado el paradigma y muchas de las posturas esenciales tienen que recuestionarse cuando descubrimos que nuestro vecino viene de la otra punta del mundo.
Por eso digo que la identidad cultural prefabricada (lengua, hábitos, costumbres, historia de unos antepasados comunes, etc.) pues para mí no garantiza nada. Prefiero las relaciones basadas en lo afectivo, lo cotidiano, lo vivencial, que puede incluir a tu vecino de plaza pero también excluirlo cuando es el poli o el juez de paz (aunque hable con tu acento), e incluir al que viene de más allá del Atlántico o del Mediterráneo.
Para mi los asuntos de una comunidad humana, como dices, debe dirimirlos esa comunidad (y reclamo lo mismo para el individuo que la compone). Pero esa comunidad se puede conformar por muchos factores y no necesariamente por una identidad cultural común. No espero ese requisito de la gestión de un barrio o de una fábrica. Basta con vivirlo, trabajarla y estar por el proyecto. Por eso, en lo de las plazas, coincidimos.
Un abrazo. Ya habrá tiempo de ser de tu pueblo. Se rifan exilios y deportaciones