Etnocidio (wikipedia):
es la destrucción de la cultura de un pueblo. Este concepto fue expuesto por Robert Jaulin, quien partió de la denuncia del genocidio cultural, que hizo Jean Malaurie en 1968, para referirse a la liquidación de las culturas indígenas y que antes había expuesto Georges Condominas en 1965 en Lo exótico es lo cotidiano.
El conocimiento por Jaulin de la experiencia de los Barí de Colombia y Venezuela; por Malaurie de los esquimales de Groenlandia, por los pipiles en El Salvador y por Condominas de los Mnong Gar de Sar Luk, Vietnam, coincidía en poner al descubierto los efectos demoledores de la colonización sobre los pueblos nativos y la destrucción de sus culturas.
Para Pierre Clastres el etnocidio es la destrucción sistemática de los modos de vida y pensamiento de gentes diferentes a las que imponen la destrucción. El genocidio considera a "los otros" como absolutamente malos, el etnocidio considera a "los otros" relativamente malos y cree que puede "mejorarlos" al transformarlos de manera que se parezcan al modelo propio; el etnocidio se ejerce "por el bien del salvaje". Si el genocidio liquida los cuerpos, el etnocidio mata el espíritu.
La base ideológica del etnocidio es el etnocentrismo que pregona la superioridad de una cultura sobre otras. Así, la cultura "occidental" etnocentrista ha pretendido sustituir las culturas "primitivas" por su propia cultura que considera "superior". Occidente se ha hecho etnocida porque se considera a sí mismo "la civilización". Las culturas son juzgadas como simples escalones en el camino hacia una única civilización, la propia de la humanidad, que hoy estaría representada por el sistema occidental.
Contra este universalismo etnocida de la conformidad y la reducción del otro a sí, Jaulin defendió un universalismo del encuentro y la compatibilidad, del respeto al otro y la diversidad cultural.
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Parafraseando a Karl Marx y burlándose de la aplicación universal de las ¨leyes de la historia¨ Clastres escribió: "La historia de los pueblos que tienen una Historia es la historia de la lucha de clases. La historia de los pueblos sin Historia es, diremos con la misma verdad, la historia de su lucha contra el Estado".
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Algunos han dicho que:
Respondo que una sociedad sólo debe ocuparse de sus propios problemas, no meterse en lo que hace el resto del mundo, a menos que, claro, haya otra sociedad que trate de dominar el mundo en su conjunto. En tal caso, hay que luchar contra esa sociedad. Hay que luchar contra los grandes focos de poder. Hay que impedir que el poder fáctico de cualquier sociedad alcance unas cotas suficientemente grandes como para decirle a las demás cómo se ha de vivir. Impedir que ninguna sociedad pueda (ni la nuestra ni ninguna otra) dictar la moral que deben llevar a cabo las demás.Aquitania escribió:Tú mismo has hablado de que prefieres algunas sociedades pequeñas aunque sean autoritarias con sus miembros antes que una sociedad grande que sea autoritaria, y yo no entiendo por qué hay que elegir entre un autoritarismo y otro...
Por supuesto, llevando a cabo una moral y cultura anti-autoritaria en la nuestra propia y luchando para crear más comunidades pequeñas del mismo tipo con las que poder relacionarnos, lo cual es inevitable que sucederá tras las necesarias escisiones, ya que los grupos grandes no pueden ser autosuficientes y por tanto han de consumir recursos que no les pertenecen.
Nuestra "sabiduría" (de serlo) no es superior a la del indígena. Si en una sociedad no existe separación entre dominadores y dominados, no existen clases sociales, y no hay opresión, nadie puede pretender ofenderse desde su poltrona de civilizado pusilánime, y mucho menos tratar de enseñarles modales. Pero si en esa sociedad hay una gran división entre dominadores y dominados, lo único factible desde un punto de vista antiautoritario es, puesto que los dominados SIEMPRE se percatan de su condición de una forma u otra y tarde o temprano (pensar que eso no es así, cuando ha sido así en la sociedad más controlada y vigilada como es la nuestra, es tratar al resto de seres humanos de gilipollas), proporcionar apoyo logístico y táctico.
Jamás cuestionar la cultura o tratar de imponer la nuestra, pues la base de la cultura de TODOS los pueblos tiene un gran componente anti-jerárquico, lo cual es lógico, ya que la naturaleza del hombre es la libertad.