vallekas libertaria y Kront, respectivamente escrbieron todo panchos:
No as hecho un gran analisis ke se diga.
No es ke yo sea rojo, pero lo cierto es ke Carlo Frabetti escribe muy bien y tiene una madurez y capacidad politica impresionante. Pese a ke yo no sea de su familia ideologica si reconozco su gran trabajo.
No creo q haya mutxo a analizár. Alguno,(q muy ágil de entendederas no será, visto lo q le ha costao)
Vamos ahora con
Fabetti
Entendiendo por nacionalismo, huelga señalarlo, no la exaltación arrogante de determinadas peculiaridades culturales ni la reivindicación excluyente de privilegios arbitrarios, sino la pura y simple afirmación de la propia soberanía frente a quienes la niegan o la limitan.
El nacionalismo se basa en la reivindicación del Estado-Nación, del aparato burocrático, de la policía, las cárceles etc. Tanto en su versión de capitalismo estatal, como en la neo-liberal, la soberanía que predica no es otra cosa que la subordinación de la autonomía individual y colectiva a los dictámenes de la estadística (como diría Borges), o lo que es lo mismo la negación de la independencia. Entendida la misma, como una construcción local que intenta hacer participes mediante asambleas, comités de barrio o consejos a las diferentes subjetividades.
en una época en la que el capitalismo adopta la forma de un imperialismo avasallador que intenta arrebatarles a los pueblos su identidad para poder arrebatarles todo lo demás, la defensa de la soberanía y el derecho de autodeterminación se convierte en un aspecto fundamental de la lucha anticapitalista.
La lucha contra el capitalismo, es intrínsecamente independentista. Pero es que el autor sigue identificando “la autodeterminación” con el concepto moderno de nación, y no como una construcción de base y de libre federación.
Por otro lado no se puede hablar de Un “Imperio Capitalista”, como los de antaño, porque en primer lugar, no hay una centralización productiva, todo lo contrario, se ha disuelto la contradicción capital trabajo, gracias a las informatización y a la terciarización de la economía que se vislumbra en la movilidad frenética de mercancías y personas.
A la descentralización productiva, le sigue la crisis del Estado, el fin de las barreras financieras, la especulación sin trabas etcétera.
El aparto represor es más tecnocrático que nunca, donde el poder no sólo son los policías o los militares, sino las relaciones sociales mediatizadas por la auto represión, la abnegación voluntaria y la desaparición de el otro. Así se sustituye un tipo de control por otro, mucho más eficiente.
El consabido “todos contra todos”, pero a lo bestia. Las cárceles no son solo lugares donde vegetan los
anti-sociales, sino las casas-búnker aisladas de la vecindad, la desaparición de los lugares públicos, debido al control por la video vigilancia, la privatización de los bienes comunales y la contaminación.
Esto genera una insalubridad que se refleja no sólo en un territorio destruido por el cemento, sino además también en la incapacidad de movilizarnos, de salir a las calles, de tener una comunicación entre nosotros etc. Esto es, la sociedad-cárcel de la posmodernidad que posee un efecto somnífero, donde los excluidos del consumo destruyen para no ser destruidos, pero sin mayor trascendencia política. Son los que por lo menos, con su fuego renovador nos dan esperanzas para enterrar el capitalismo sin medias tintas.
Hay que añadir también que el desarrollo del capitalismo está asociado a la pérdida de las peculiaridades de los pueblos tradicionales. Actualmente, se está comprobando como en los países llamados “tercermundistas”, las economías locales, con cierta raigambre comunal y tradicional no pueden salir a flote debido a su dependencia económica al FMI y al BM y a sus gobiernos títeres. Efectivamente, las multinacionales han expoliado, los cultivos (especializándolos para la exportación), la mano obra y sus materias primas (el petróleo, el agua, el gas, todo lo que se pueda saquear con las dos manos).
Así lo han entendido la mayoría de los cubanos, para quienes “socialismo o muerte” y “patria o muerte” se han convertido en lemas equivalentes, puesto que tienen muy claro que la defensa de su nación y la defensa de su proceso revolucionario son una misma cosa. Así lo ha entendido una buena parte del pueblo vasco, cuya lucha contra la opresión de los estados español y francés se funde y se confunde con la lucha de clases.
100 por 100 anacrónico. En los años treinta la clase trabajadora y el pueblo productor eran una misma cosa. Hoy lo que queda de la “clase obrera” es sólo un
ukase nominalista de la demagogia obrerista, mas que una realidad creada por los contextos de luchas. En los años 70, por ejemplo, la clase trabajadora no era una idea abstracta (como ahora), sino que se confirmaba a través de las huelgas salvajes, los piquetes, las cajas de resistencia, la solidaridad espontánea etc etc.
Por otra parte, la mayoría de los cubanos identifican la patria con su líder -antes Fidel Castro- y al socialismo con un sistema burocratizado, aislado internacionalmente y represivo, claro. En el mundo ya nada es lo que parece y la propaganda de los pueblos populistas de Latino América es la cara del B del capital o del espectáculo "integrado", como dirían
los situs. En tanto que, mata a dos pájaros de un tiro, “el crítico” es identificado por la propaganda como enemigo del régimen y éste a su vez se consolida como guía de la Liberación. Socialismo o muerte o la muerte del socialismo.
La defensa del proceso revolucionario se ha de basar en la autoorganización, en la autogestión y en la economía social, sólo así se podrá caminar hacia mundos posibles. Las batallas ideológicas ya se acabaron, a mi particularmente me aburren sobremanera.
Cada uno en lo personal, se ha de relacionar de una manera horizontal, sin paternalismos, ayudándose mutuamente, sin perjuicios etc.
Es así como se van forjando clases revolucionarias a través de esa afinidad necesaria. Ya está bien de dárnosla de “objetivos” y empezar la autocrítica para avanzar en los espacios liberados, sino corre el peligro que la barbarie vuelva a aparecer por conflictos personalistas o por una falta de comprensión de lo social. La falta de un compañerismo plausible, nos va a pasar factura, al tiempo.
Cuando en América Latina y en Oriente Medio los desheredados del mundo libran una batalla decisiva contra el imperialismo, las privilegiadas izquierdas europeas tienen la insoslayable responsabilidad política e histórica de unirse en un frente común, en una quinta columna que desde el propio interior de los países ricos, desde el corazón de la bestia, contribuya a desbaratar los planes de expolio y exterminio de un capitalismo exasperado que, también entre nosotros, está mostrando su rostro más brutal. Y en ese sentido, la candidatura a las elecciones al Parlamento Europeo de la coalición Iniciativa Internacionalista-La Solidaridad entre los Pueblos parece un esperanzador primer paso
.
Cuando eso suceda, ya no harán falta libertadores, ni vanguardias pesadas (nunca mejor dicho). La autonomía será revolucionaria o no será. En tanto que, fraguada a través de intercambio de experiencias comunistas, de la sensibilidad inteligente y de la voluntad de vivir.
La abdicación al trabajo y a la mercancía serán clave para la auto transformación y hete aquí donde la izquierda populista patina. Solo existen las masas en cuanto que presas de la Necesidad, de no saber organizarse por cuenta propia y por ende, sin historia, puesto que se les achucha de nuevo a la dictadura de la mayoría para funcionar, así solo hay un mundo y posible, lo demás cuentos de “burgueses frustrados”. Las dicotomías son infalibles.
Pero la batalla no se libra solo en el terreno específicamente político. Quienes han hecho de la cultura y la comunicación su oficio pueden y deben desempeñar en estos momentos críticos un papel especialmente importante. La consolidación de los medios alternativos, que han conseguido abrir una brecha significativa en el oligopolio de las grandes mafias mediáticoculturales (el número de visitas recibidas por los periódicos digitales más prestigiosos ya es comparable a las tiradas de algunos diarios de ámbito estatal), nos brinda herramientas nuevas y poderosas, impensables hace apenas unos años, que no podemos desaprovechar. Y la estrecha vinculación de los medios alternativos con los movimientos sociales propicia la aparición de nuevos foros de debate y nuevas formas de organización.
Esto es causa de una hilaridad hedionda. Los medios alternativos no son antagonistas al sistema, porque juegan dentro de sus reglas.
Es decir, solo puedes estar, pero sin ser. A no ser que quieras hacer una revolución desde lo virtual para pasar el rato, entonces ahí sí que tendría sentido. Mientras sea una revolución programada en la red, no habrá peligro de nada. Los mandamases estarán bien tranquilitos en sus posiciones de poder, riéndose de los revolucionarios virtuales que han perdido ya el norte de distinguir lo que les oprime, luego no saben liberarse. He dado, por supuesto, que el autor habla de Internet, porque es un asiduo de la haine y de rebelión.org. No digo que no haya que utilizar estos medios, sino que considerarlos como una “brecha para contrarrestar a los mass media” es de un optimismo demasiado agudo, como para ser cierto.