Mensaje
por El Errabundo » 05 Dic 2008, 20:46
No puedo ser más adverso a tu concepción de “anarquismo”. Aquitania, según mi opinión, el Anarquismo no es un “club”, no es una “doctrina alambicada” potestad de un significado grupo de individuos, no es un “movimiento homogéneo” con parámetros dictados por la presión de un difuminado “conjunto” que, en base a las decisiones arbitrarías de estos últimos, pueda discriminar o aceptar al átomo que lo compone. El Anarquismo no es el patrimonio de una mayoría, como tampoco es material susceptible de ser definido por una selecta élite. No existe un compulsivo decálogo sobre el Anarquismo hacía el que el Individuo, como si se tratara de la Biblia o el Corán, deba de dirigirse en pos de obtener la aprobación de la secta. No es la emanación de los estatutos dictados por un determinado grupúsculo, ni por un definido comité, ni por un monolítico colectivo. Y tampoco es la patente comprada por unos escogidos ante los que el Individuo debe subordinarse, alegando, humildemente, que su participación o exclusión, en la formulación emocional y reflexiva de una “Idea”, depende de otros.
Edito: Y si el Anarquismo dedicado a la observancia desapasionada se convierte en mera materia contemplativa, en simple objeto de especulación académica, y en algo completamente inocuo, sólo útil para una caterva infecta de birretes y probetas; el Anarquismo reducido a una “tradición”, a una “normativa”, al “gregarismo y mimetismo” que resulta de la búsqueda de la aceptación colectiva, ese mal que denota el servilismo del “hombre social” (del que nos hablaba Tolstoi) que mata en su interior toda veleidad singular, no es más que una reducción autoritaria de la misma idea. En un caso es pos de una repugnante élite tecnócrata y el otro en pos de las reglas que administran , articulan y tratan de idiotizar a una mayoría, sea como sea ya no sería Anarquismo.
Para ser Anarquista no hace falta ni la aprobación de nadie, ni la asimilación a movimiento alguno, ni la aceptación de un dogma. A veces se es Anarquista siendo rechazado por todos, siendo miembro único de tu propio movimiento y creando tu propio credo.
En palabras de Malatesta: “El anarquismo es un modo de vida individual y social a realizar para el mayor bien de todos, y no un sistema, ni una ciencia, ni una filosofía”. Es decir, el Anarquismo no entiende de “escuelas”, “tradiciones”, ni “corsés dogmáticos”, una única cosa le es común: Ninguna autoridad, descienda de cielo, levite desde el suelo, se imponga desde el bolsillo o efluya de la fusta, es, nunca jamás, valida ni admisible.
¿Ah (y contesto aquí a mi propia argumentación) es entonces el Anarquismo un elemento endeble que puede ser tergiversado por interesadas zarpas (me remito a los capitalistas, marxistas y nacionalistas varios)? El Anarquismo es el nombre que le damos a un sentimiento que distintos individuos (y los colectivos que estos componen) han creado desde que el ser humano alboró su existencia, y ese sentimiento se reduce en: Ninguna Autoridad, ni política, ni económica, ni social, ni religiosa, ni nacional, ni racial, ni sexual, etc., pero ¿estoy ahora “legislando” sobre lo que es Anarquismo? Yo sólo hablo de lo que hoy conocemos como Anarquismo, pero que a lo largo de la historia se ha conocido, y sigue conociéndose, con distintos nombres, como Desobediencia, como Rebeldía, como Insubordinación, como Libertad, y en la conjugación de todo esto, hoy, como Anarquía. Hablo entonces de Mi Anarquismo, y me revuelvo contra aquellos que, a mí sentir revolucionario de la vida, a mi insumisión contra la verticalidad, a mi deseo de alcanzar todo aquello que materialmente necesito para desarrollar y prolongar mi vida, a mi asco visceral contra la jerarquía, tratan de darle en estos momentos el significado más antagónico y contrapuesto, el de Autoridad, tratando de emponzoñar -mediante esclavitud económica, coerción política y social, o compulsión innatista hacia lo individual- la raíz de aquello que realmente ha querido significar esa flor germinada de Libertad. Este es Mi Anarquismo, aquel que hago mío, aquel que siento y pienso, aquel que comparto y conozco, pero también aquel que uso como ariete contra quienes tratan de transmutarlo en alguna forma de Servilismo, sea en pos de sojuzgar a unos o de ensalzar a otros. En pocas palabras, me niego a que la Anarquía que yo siento traten de transformarla en la Autoridad que abomino. Y ya pueden excomulgarme todas las doctrinas y colectivos de la historia, que seguiré siendo Anarquista, aún en soledad. Y este, Mi Anarquismo, encuentra su reflejo en todos aquellos que alguna vez se atrevieron a impugnar todas las caras de la autoridad.
Date cuenta, Aquitania, que si lo que dices fuera cierto no hubiera existido la pre-historia del Anarquismo, no hubieran existido los Anarquistas avant le lettre, no hubieran nacido los Anarquistas solitarios que escupían sus doctrinas al mundo antes de que a esta se la bautizara, ni tampoco las masas revolucionarias que regaban la Acracia por el suelo andaluz antes de que se hubiera articulado ningún movimiento, de que les hubiera llegado ningún nombre impreso, de que hubieran oído ninguna eufonía específicamente libertaria... No tendría hoy sentido hablar de Zenón y Lao Tsé, de la Edad de Oro de Ovidio y las sectas chinas disidentes del s. XI, ni de John Huss y los, mucho más radicales, hussitas, tampoco de los anabaptistas y Thomas Müntzer, de los Rabelais, Faigny, Marechal, Herbert, Varlet y finalmente del propio Godwin ¿Dónde esta la congregación de este último? ¿Dónde las normas que tuvo que acatar para ser aceptado? ¿Donde el movimiento que lo acogió en su seno? Y Warren y Stirner ¿Qué normas se comprometieron a aceptar? ¿Acaso Stirner encontró en su tiempo algún calor grupal más allá de la mirada simpática de Bakunin? Y Proudhon ¿No fue su bautismo un acto profano? ¿No se considero su utilización de Anarchiste una chifladura provocativa que ofendía a la sociedad entera? Y los Sagra, Fajaldo, Bellegarrigue, Dejacque y Coeurderoy ¿A que grupo se adscribieron? ¿Cual fue la “rigidez o flexibilidad” de las reglas que prometieron respetar? ¿Qué tradición perpetuaron? ¿De que enclave nacieron? No Aquitania, precisamente porque el Anarquismo es también la “práctica” no puedes desdeñar ni a los que actuaron solos como francotiradores ni a los que constituidos en masa realizaron los hechos que darían vida a una palabra que aún estaba por llegar, de lo contrario ¿Qué de los sans-culottes más extremistas? ¿Dónde los bandoleros contra los que se creo la Guardia Civil en 1844? ¿Dónde las revueltas campesinas de antes del 68? ¿Dónde las primeras agrupaciones proletarias de carácter contestario antes de Amiens? No Aquitania, el Anarquismo es una semilla que germina en cada uno, que puede florecer y extender sus raíces y ramas hasta los demás, que puede convertirse en una jungla de ideas hasta estallar en una fértil avalancha Ácrata, pero también puede ser un tallo solitario (¡Ay, cuantos de los que ahora me leen, aislados en una comunidad incrédula, no habrán visto nunca a nadie, en carne y hueso, que comparta sus ideas!), esos que enraizaban su interior de locas ideas, hasta que un día explotaban, propagando el verde aroma de la Libertad entre la sociedad que lo marginaba.
Aquitania, ¡Ningún acto individual es inútil! No desdeñes con tus palabras a todos aquellos que no encontraron y encuentran otra salida que la del “lobo solitario”, no sepultes en el olvido, por medio de tu verbo, a todos aquellos que con sus propios brazos le echaron un pulso al sistema, no te olvides ni ningunees (sé que no es tu intención) a los Duval, Pini, Ravachol, Vaillant, Henry, Caserio, Pallas, Lucheni, Angiolillo, Bresci, Cozogolzs, Morral, y a los que compartieron, también, esta dimensión, como los primeros Ascaso, Durruti, o los últimos Quico y Capdevila. El acto individual nunca es inútil ¿Qué es más practico, alcanza mayor fuerza, es más productivo, el acto organizado? No es hoy mi intención discutirlo, pero eso no transforma en inocuo al acto aislado, así nos lo decía Lecoin: “Cierto, los actos individuales no pondrán fin a todos los déspotas y a todos los despotismos, y será necesaria una revolución; pero esos actos son un símbolo, pues indican dónde hace falta golpear”. Y estos acto no pueden producirse ni no hubieran germinado anteriormente en la toma de conciencia Individual.
Este es el paso previo del Anarquista ¿Qué pretendemos si no, que se de un nombre que no siente, que se junte con un grupo de personas a las que no reconoce, que trabaje por algo que antes no se ha desarrollado en su interior? El Anarquista ha de sentir antes que nada, de reflexionar sobre lo que siente después y de elegir en consonancia, este acto individual, uno de los más importante en nuestra vida, no puede ser vilipendiado por tratarse de un “acto individual”, por el contrario, el hallar una brizna de luz, aun rodeado de oscuridad, debería conferirle cierto interés por nuestra parte, no hablaré de “merito” o “valor”, pero si de la empatía que debería suscitarnos.
Ultimando ya este tema, te dejo con una definición de Emile Armand:
“El anarquista es el protagonista o realizador de las ideas y de los hechos consiguientes a la anarquía, y el anarquismo no es más que el procedimiento, la descripción ideal, el punto esencial especulativo y práctico para llegar al más allá.
Creemos que prácticamente puede considerarse como anarquista a todo el que después de una reflexión seria y consciente, rechaza toda coerción gubernamental, intelectual y económica, o sea toda dominación, cuyo corolario económico es la explotación del hombre por el hombre, del hombre por el medio o del medio por el hombre.
Fuera del partido y antítesis viviente del socialismo, como esperamos ir lo demostrando en el trascurso de estas páginas, los anarquistas se encuentran en completo desacuerdo con la sociedad actual. En todo momento y ocasión hacen valer su personalidad y no se dejan arrastrar por la necesidad, la envidia, el prurito de parecer que caracteriza a los hombres de nuestros días. En primer lugar, el anarquista está en camino de ser, y si niega la ley, se levanta contra la autoridad de sus representantes, contra los actos ejecutivos de la sociedad, es porque afirma poder servirse de su propia ley y encontrar en sí mismo el resorte necesario para conducirse sin ninguna intervención exterior.
Las sociedades donde el anarquista se desarrolla, necesitan para perpetuarse, para continuar existiendo, el auxilio de diversas especies de autoridad, como son: Dios, ley, riqueza, consideración, respetabilidad, historia de los antepasados y toda clase de programas.
El anarquista lo examina y considera todo, acepta o renuncia, según que las ideas propuestas o expuestas, estén de acuerdo o no con su concepción de la vida o sus aspiraciones individuales. En fin, todos los hombres se conforman con ser determinados por el medio y, en cambio, el anarquista se esfuerza bajo las reservas inevitables de orden físico, en determinarse por sí mismo”.
Sobre si el Individuo y el Libre Arbitrio son una “abstracción colectiva”, he también ahí de manifestar mi discrepancia. Para mi, uno y otro, son una palmaria realidad. Tildame de “nominalista”, pero para mi las cosas no se dotan de existencia por el nombre, tampoco por su reconocimiento general, la realidad de la libertad existe aun cuando no le damos nombre, aun cuando nadie reflexiona sobre su valor, utilidad o materialización. El sujeto toma una breva madura o una agria, elije el camino frío y angosto o el cálido y ancho, construye su casa en la rivera de un río o profundiza en el corazón de la montaña, empuña en palo y la piedra cuando alguien trata de someterlo y convertirlo en esclavo, realiza, en esta dimensión real, los actos de la “Libertad consciente” antes de que ningún teórico la haya definido, antes de que las elucubraciones y especulaciones de los filósofos la hayan formulado, existe también antes de que los poetas y rapsodas le dediquen versos y canciones, es un simple acto volitivo, un movimiento de la conciencia con el que aceptamos o rechazamos, algo que creamos y reproducimos, y que se materializa en realidad aún cuando una comunidad lo enfangue en la metafísica o la invalide por superchería, la libertad existe (según Bakunin no antes de la sociedad, pero esa es una polémica que tengo con el viejo compañero que excede de estas líneas) y el Individuo no es más que el actor protagonista de u propia vida. Dales, a uno y a otro, otros nombres, desvía la corriente de pensamiento y las tendencias de los filosofadores profesionales o vocacionales, pero nada cambiara una manifestación, ajena a cualquier mamotreto, que fluye de eso que hoy se define como “Yo”.
Ahora bien, establece si quieres que es “abstracción” y también “colectiva”, podemos si quieres iniciar una discusión aparte, pero será como agarrarse a un clavo ardiendo para no abandonar la discusión que nos ocupa, pues ¿Alguien ha dicho algo de las “abstracciones colectivas” compartidas y libremente aceptadas, producto de un acto de voluntad consciente? ¿Tendré que volver a citarme y recurrir otra vez al texto original? Como tú misma has dicho, el Anarquismo no es un elemento que se nos imponga nada más nacer, no se cimienta ni se fundamenta, ni se perpetua, porque una comunidad determinada establezca que todos los nacidos en determinado lugar son copartícipes de unos valores o conceptos, folclóricos o identitarios, determinados, pero ¿Existe etnía, patria, nación, o identidad colectiva congénita que no haga esto? He ahí la piedra de toque de esta discusión.
Las “abstracciones colectivas” son inocuas cuando los individuos consciente las elijen, se acercan y aproximan a ellas voluntariamente, cuando pueden alejarse de ellas en iguales términos, cuando no se ciñen sobre una porción de tierra determinada obligando a los nacidos en esa parcela a sentirse los receptáculos de unos principios específicos, cuando no se les transfiere endémicamente un corpus tradicionalista y gregario al individuo, cuando no se fundamenta en la connaturalidad, en el innatismo, en la congenitura, en la naturaleza autóctona de unos elementos de obligada observancia para los “nativos”, cuando estos sujetos “naturales” no son el subproducto impositivo de la historia escrita por otros, ni son reducidos al poso coercitivo de la rutina trazada por otros, ni los peleles apilados en loor de la forzada tradición vivida por otros. Y no existe patria, nación, etnia o identidad “colectiva” innata que se conforme con ser unipersonal, ninguna que se contente con ser patrimonio de un individuo, voluntariamente aceptada o rechazada por los nacidos de aquí o de allá, que no se fije el marco de actuación de un territorio especifico, obligando a sus habitantes a amoldarse a una idea creada por otros o a postergarse ante su propia obra, no se acepta la visión unidimensional de “uno”, se desecha como algo pobre y raquítico, y en pos de eso han de concentrarse en devorar nuevas almas y “humanizar”, previa trasferencia, nuevas tierras... véase sino la liberticida entelequia “españa”.
En conclusión, y espero no tener que repetirme más, nadie ha dicho que la “abstracción” sea coercitiva cuando es individual o se comparte y se convierte en colectiva; sólo se ha dicho que toda “abstracción colectiva” de carácter innatista, connatural, forzosamente aglutinadora, enclavada en un suelo e inoculada en sus habitantes, de propagación coactiva, aceptada de forma endémica, inculcada de manera insconciente, sujeta a la prescripción del nacimiento y del contagio directo de la ubicación, gravitante sobre la individualidad hasta conseguir encausarla, condicionarla, constreñirla, amañarla, achatarla y desvirtuarla, extendida como un manto sobre los nacientes y dolientes, convertida en un requisito a cumplir y no en una simple especulación humana, erigida como objetivo humano, mientras estigmatiza a los propios humanos que la componen, esa abstracción que señala a herejes y traidores, a descreídos y apátridas, es siempre nefasta, nociva, despótica y tiránica.
Decía la FRE en 1870:
“¿Con qué poderoso talismán se arrastra a tantos miles de hombres contra sus propios hermanos, en perjuicio de sus intereses y en defensa de sus tiranos?
Con el grito sagrado de la patria.
¡Pues maldita sea la patria!
¡Cien veces maldita esa preocupación!”.
Esa es mi resolución. Encantado de debatir contigo. Con toda cordialidad, Salud.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".
William Godwin