Jorge. escribió:Potlatch escribió:Hoy por hoy, nadie forma parte de un colectivo. Las identificaciones con las naciones en un contexto de total desintegración de las relaciones humanas me parece que se ha obviado en el artículo principal.
Hombre, tanto como desintegradas no. Sales, y te puedes relacionar cordialmente con un montón de gente. Yo lo hago sin grandes problemas. Hablo con gente en el parque, charlo con el del taller de pinchazos y me cuenta lo que le gustaría hacer... Hoy he tenido dos conversaciones con desconocidos sin problemas. La mujer me decía que no se puede pasear por el parque los domingos porque está todo lleno de gente y niños mayores, pero que de día da gusto. Me regaló un zumo de piña. Y uno de un taller de pinchazos me ha contado que su ilusión es irse a la sierra con la bici, y no estar tol puto día arreglando ruedas. Y que cuando quisiera que volviera.
Pero de amor al país, nadie me ha dicho nada. No entra en las preocupaciones cotidianas.
Bueno yo me refería más concretamente a establecer raíces sociales en tu lugar de origen y a la disposición de recuperar el calor humano de la solidaridad espontánea (creo que es la gran carencia, hoy por hoy). Por ejemplo, en mi pueblo si los vecinos te conocen se paran a hablar contigo, los más próximos te regalan verduras de su huerta.
Vamos hay una confianza mutua, difícil de encontrar en las metrópolis motorizadas que el capital ha construido para que la amnesia prevalezca sobre la memoria y el individualismo signifique potenciar el vendaval de las modas.
Si hay un individualismo, y este es posmoderno e indeleble. Por eso, me extraña mucho que dentro de este contexto de marginación absoluta, todavía se defiendan proyectos que requieran la participación activa de los lugareños, si se prefiere los valores del mercado antes que participar en la solidaridad del colectivo.
Tomando los ejemplos históricos, podemos hallar el de la clase obrera. Su lazos de clase era esa capacidad de identificación con unos valores concretos que el individuo podía hacer suyos y defenderlos. Por ende, su capacidad de reacción era inmediata a través de los mecanismos de autodefensa (las asambleas, las cajas de resistencia). La clase obrera era un pueblo y por tanto no tenía patria. Su solidaridad desbordaba las patrias. Pero de las derrotas también debe de aprender uno y no quedarse mirando con ojos nostálgicos lo que sucedió. Para mí, esa praxis de solidaridad revolucionaria pasa por implicar al individuo en la participación del colectivo, y no de aislarlo, porque es “incapaz” no sabe “autogobernarse” etc. Y para implicarlo hay que admitir la diversidad y desechar los maniqueísmos.
En palabras de Bakunin “La diversidad es la vida”. Hay mucha gente que no quiere que lo encasillen en una patria, por el motivo que fuere, esto debe de tenerse en cuenta en el terreno libertario, no sólo que el estado uniformiza las culturas etc, sino que también existe la remota posibilidad de que a algún lunático le dé por no amar a su país natal. Arriba los lunáticos.
"Un adulto es un niño que se ha traicionado, como premio a su traición gana el poder, y un profundo sueño de olvido" Christiane Rochefort