Confederación, ¿para qué?
Publicado: 26 Abr 2007, 06:21
Comencemos con un manifiesto aprobado en el congreso de CNT de 1919.
http://www.cnt.es/Documentos/congresosC ... la_CNT.htm
Sería interesante saber si llegó a realizarse semejante disparate, aunque dá una idea de cómo se las gastaba la CNT.
Y un fragmento de un análisis del papel de la CNT en lo que después se llamaría la "Revolución de Asturias". La CNT, la organización obrera y revolucionaria más radical de España, no se había movilizado para apoyar el intento revolucionario (a pesar de todo) más serio y decidido que jamás haya realizado la clase trabajadora española.
http://www.almargen.com.ar/?p=296&print=1
http://www.cnt.es/Documentos/congresosC ... la_CNT.htm
Proposición de Valero:
Considerando que las tácticas y el contenido ideológico de la Confederación Nacional del Trabajo y de la Unión General de Trabajadores son diametralmente opuestos y están completamente definidos y, por tanto, no ignorados por nadie, entienden los Sindicatos que suscriben que no debe irse a la fusión de los dos organismos, sino a la absorción de los elementos que integran la Unión General de Trabajadores.
Primero porque la Confederación representa un número de adheridos tres veces mayor; y segundo, porque siendo, como anteriormente se ha dicho, conocida de todos la táctica seguida por la Confederación, y habiendo sido invitados a este Congreso los elementos de la Unión General, al no asistir a él han demostrado no estar conforme con dicha táctica, y sería inútil la celebración de otro Congreso, ya que ellos no habían de convencernos para adoptar sus métodos de lucha.
Además, los que proponen recaban del Congreso se redacte un manifiesto dirigido a todos los trabajadores de España, concediéndoles un plazo de tres meses para su ingreso en la Confederación nacional, declarando al margen de la Confederación Nacional a aquellos obreros que tres meses después de celebrado el Congreso no se hubieran incorporado al mismo.
El resultado de la votación es el siguiente:
En Pro de la Proposición de Asturias .............. 169.125 votos
En Pro de la Proposición de Valero ................ 323.955 votos
Abstenciones ............................................ 10.192 votos
Sería interesante saber si llegó a realizarse semejante disparate, aunque dá una idea de cómo se las gastaba la CNT.
Y un fragmento de un análisis del papel de la CNT en lo que después se llamaría la "Revolución de Asturias". La CNT, la organización obrera y revolucionaria más radical de España, no se había movilizado para apoyar el intento revolucionario (a pesar de todo) más serio y decidido que jamás haya realizado la clase trabajadora española.
http://www.almargen.com.ar/?p=296&print=1
:: La CNT y las consecuencias de la insurrección de 1934 ::
Luego de la insurrección, desde los medios libertarios aparecen algunos análisis sobre la participación de la CNT en este proceso. La cuestión más problemática giraba, sin dudas, en torno a la actuación de la Confederación en Cataluña, su baluarte histórico. Había resultado llamativo el hecho de que la CNT, la organización obrera y revolucionaria más radical de España, no se había movilizado para apoyar el intento revolucionario (a pesar de todo) más serio y decidido que jamás haya realizado la clase trabajadora española. Más llamativo era que el sector más moderado del anarcosindicalismo –tachado de reformista por el ala radical -, ubicado tanto dentro de la CNT (como es el caso de las regionales asturiana y centro) como fuera de ella (los Sindicatos de Oposición y los trentistas) habían apoyado la insurrección y participado activamente de ella. Por último, debe remarcarse que la misma CNT que antes había censurado y condenado con dureza las orientaciones adoptadas por la regional asturiana, luego de la insurrección la rodeará de una aureola de gloria, además de utilizar su actuación para defenderse y mantener su prestigio.
Abad de Santillán (de la CNT y la FAI), en un artículo publicado en Solidaridad Obrera en enero de 1935, y Manuel Villar (también miembro de la CNT y la FAI catalana, y director de Solidaridad Obrera en el momento de la insurrección) expondrían algunos de los argumentos más representativos de los análisis realizados desde los medios libertarios sobre el desempeño de la CNT en los hechos de octubre. Ambos afirmaban que la CNT catalana no había participado en la insurrección porque no estaba en condiciones de hacerlo, pues se encontraba en una situación de cuasi clandestinidad, bajo la represión de la Generalitat, con más de ocho mil activistas presos, con los locales cerrados y sin armamento. Alegaron que los levantamientos impulsados por los libertarios en 1932 y 1933 habían consumido las fuerzas de muchas regionales (entre ellas la catalana), y desatado una dura represión sobre ellas. Por otra parte, tanto el carácter difuso que tenía el movimiento a nivel nacional, como la naturaleza pequeño burguesa del levantamiento en Cataluña (que impulsaba la autonomía catalana pero que no pretendía transformar radicalmente la situación de los trabajadores) se señalan como fundamentos de las reticencias de la CNT. Por último, se sostiene que existía un temor extendido en los cuadros libertarios frente a la posibilidad de que los trabajadores de la CNT fuesen utilizados por los socialistas para reinstaurar un gobierno burgués-reformista. Aún teniendo en consideración todos estos factores (ya nos hemos referido a las ambigüedades de los socialistas más arriba), creemos que no son suficientes para explicar cabalmente la intervención de la CNT fuera de Asturias, y especialmente en la región catalana, pues ninguno de estos autores hace referencia a la intransigencia, sectarismo y ultraizquierdismo existentes en la CNT y la FAI de esta región, que quedan expuestos en los debates sobre la Alianza Obrera. Este factor no puede ser dejado de lado. En este contexto, parece claro (a partir de las propias expresiones del Comité Regional de la CNT catalana) que la CNT, antes que nada, no había querido moverse, a partir de realizar una determinada caracterización del movimiento, que lo definía como un intento de cambio superficial, en las esferas gubernamentales, y no de un levantamiento orientado hacia la revolución social. Lo sucedido en Asturias toma por sorpresa a la CNT, que quedará algo desprestigiada después de la insurrección, por su pasividad en Cataluña. Tengamos en cuenta que ni siquiera declaró la huelga general. Ni en Cataluña ni en toda España. Según Abad de Santillán, la CNT catalana desconocía la situación existente en Asturias, por eso había ordenado, muy tempranamente (el 7 de octubre), volver al trabajo a los obreros que espontáneamente habían apoyado la huelga. (22)
¿Podría haber obrado la CNT de forma diferente? Según Molins i Fabrega (periodista y militante del BOC), si la CNT impulsaba el movimiento con determinación podría haber desbordado a la Generalitat, tomando la dirección del levantamiento y orientándolo hacia objetivos auténticamente revolucionarios. Al menos tendría que haber orientado su accionar en este sentido. En la misma línea interpretativa se expresó Ramón Álvarez, dirigente de la CNT asturiana, que además sostiene que la Regional catalana de la CNT utilizó las detenciones de sus militantes para justificar, posteriormente, su pasividad. (23)
Por otro lado, sobre la actuación de los libertarios en Asturias, encontramos algunos testimonios contradictorios, especialmente en lo referente a la metodología utilizada (desde los comités con presencia cenetista) en la consecución de una nueva organización social, y respecto a si ésta se diferenciaba sustancialmente del proceder de los socialistas. El historiador libertario Abel Paz señala al respecto: “En los pueblos, los comités revolucionarios se constituyen de dos maneras diferentes: en los lugares de influencia libertaria se nombran mediante asamblea; mientras que en los de influencia socialista son los comités del Partido los que actúan como ejecutivos. Los bandos y proclamas de los pueblos también tienen diferente sentido, los libertarios apelan a la población, a la solidaridad y al buen acuerdo para llevar la lucha adelante; los socialistas “ordenan y mandan”, anunciando medidas draconianas a los que no se sometan a las consignas del comité”. (24) A pesar de estas diferencias, rescatará la experiencia asturiana como una muestra de que las principales tendencias del movimiento obrero español podían encontrar formas de coexistencia revolucionaria. En esta línea también se pronuncia Villar (25). Manuel Grossi, militante del BOC que participó en la revolución asturiana (pertenecía al comité revolucionario de la localidad minera de Mieres, del que formaban parte también dos miembros de la CNT) y fue autor de la obra “La insurrección de Asturias. Quince días de revolución socialista”, plantea una visión radicalmente diferente: “Los anarquistas desechan sistemáticamente la idea de la dictadura del proletariado como régimen transitorio hacia una organización de la nueva sociedad. La prensa de inspiración anarquista no cesa de combatir a los marxistas porque reconocen la necesidad de la dictadura proletaria. Sin embargo, al constituirse los comités, quienes mayor dureza exigían en las reuniones eran precisamente los camaradas anarquistas. De mi Comité forman parte dos de los representantes más puros de las doctrinas libertarias. Estos camaradas que han luchado en la revolución heroicamente, hacían proposiciones que caían de lleno en la concepción de la dictadura proletaria más rígida.”(26) En el mismo sentido se expresa Molins i Fabrega, que sostiene que muchos libertarios eran partidarios de realizar requisas forzosas a los campesinos asturianos. (27) También afirma que en la Felguera el Comité Revolucionario, compuesto íntegramente por militantes de la CNT y la FAI, debió imponer el racionamiento de alimentos luego de que una breve puesta en práctica de la toma del montón kropotkiana (en la cual cada uno tomaba libremente los productos básicos que necesitaba de los almacenes comunes) redundara en una escasez de alimentos, ya que numerosos habitantes habían optado por acapararlos. El contenido del bando hecho público por el comité de la Felguera (que está reproducido en la obra de Molins i Fabrega) parecería darle la razón. A pesar de las diferencias de interpretación, estos autores, al igual que los libertarios, destacan –por sobre todo- la importancia que tuvo la unidad entre las diversas tendencias en la lucha y en la reorganización económica y social que pudo ensayarse, unidad que demostraba lo que podía llegar a realizar la clase trabajadora si se unía tras un programa revolucionario.
La represión posterior a la insurrección, por su parte, tendría consecuencias fundamentales para toda la izquierda española, y para la CNT. El problema de la unidad frente al fascismo parecía imponerse poco a poco en todas las organizaciones. En la CNT, observaremos un larga y trabajosa evolución, que reconoce retrocesos, hacia la aceptación de la Alianza Obrera como estrategia revolucionaria para enfrentar al fascismo. En el curso de 1935, el sectarismo y la intransigencia de la tendencia radical del anarcosindicalismo iría erosionándose progresivamente, mientras se retomaba (tras la experiencia de Asturias) el debate sobre la Alianza Obrera. La cuestión de la Alianza seguía siendo, por otro lado, uno de los pilares de la propaganda realizada desde los Sindicatos de Oposición, que además comienzan una campaña por la reunificación de la CNT, planteando que ésa unidad (que significaría un reforzamiento para los anarcosindicalistas) era una condición necesaria para avanzar luego hacia un pacto con la UGT y los partidos obreros. Pero si la experiencia de Asturias había atemperado a los anarquistas más intransigentes, también había afectado a los socialistas, que comenzarían un recorrido que culminaría con la adopción de la estrategia frente populista. Esta estrategia, promovida activamente por el Partido Comunista (luego de que el VII Congreso de la Komintern la aprobase como orientación política general) implicaba la alianza entre las organizaciones obreras y los partidos democrático burgueses con el objetivo de detener el ascenso fascista, desde un programa moderado y reformista, que preveía como tarea prioritaria la defensa de la democracia burguesa frente a la reacción. Esta estrategia era, por tanto, fundamentalmente diferente a la de Alianza Obrera, que sería paulatinamente abandonada por la mayoría del socialismo, que a pesar de los disensos internos había tendido, en líneas generales, a moderarse luego de la insurrección. En Diciembre de 1935, el PSOE, la UGT y las Juventudes Socialistas aprobarían la constitución de un frente electoral compuesto por los partidos obreros y los republicanos de izquierdas. El 15 de enero de 1936, se constituye el Frente Popular, formado por partidos obreros (PSOE, PCE, POUM) y por partidos republicanos de izquierda (Unión Republicana, Izquierda Republicana) sobre la base de un programa visiblemente moderado. Diez días después (una vez que los socialistas ya han entrado en el Frente Popular) la CNT catalana -la más importante de toda la Confederación- acepta finalmente la Alianza Obrera, o más bien una variante similar pero más tolerable para los anarcosindicalistas y su tradicional aversión frente a los partidos políticos; pues lo que se impulsará luego del pleno regional del 25 de enero es una Alianza Revolucionaria entre la CNT y la UGT, que excluía a los partidos obreros.
Como bien apunta Fraser, el drama de los revolucionarios españoles residió en que los descontentos de los anarcosindicalistas y los socialistas no coincidieron en el tiempo, contribuyendo ambas tendencias, de diversas formas, a perpetuar la división de la clase trabajadora española, e imposibilitando su avance hacia la revolución. (28)
La CNT, a pesar de que había moderado su posición intransigente y sectaria, no realizaría un análisis profundo y detenido de los sucesos de Asturias. Los problemas de la revolución que resultaban más incómodos para la doctrina libertaria (el problema del poder, el de la estrategia revolucionaria, el de las alianzas políticas) no serían planteados. La tendencia existente en el anarcosindicalismo español a priorizar una actividad militante despojada –escindida- de una reflexión teórica rigurosa y sistemática, tendría consecuencias fatales para el movimiento libertario en el proceso que se abriría en España en 1936, puesto que se encontraría, como en otras ocasiones, sin la claridad política necesaria para sortear con éxito las inmensas dificultades que se presentarían, inevitablemente, en la ruta hacia la realización de sus anhelos emancipatorios.