10 razones para luchar contra la Globalización

Confrontación e intercambio de ideas entre las diferentes tendencias del Anarquismo, así como crítica desde un prisma libertario a otras corrientes ideológicas e información sobre éstas.
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free lancer
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10 razones para luchar contra la Globalización

Mensaje por free lancer » 12 May 2005, 13:21

1) Estamos contra la globalización capitalista porque ella expresa en el fondo la reivindicación del capital a una libertad absoluta en detrimento de toda otra consideración. Es el artículo 1º (y casi que el único) de la constitución capitalista del mundo. Y no es una abstración. Todas las cumbres contra las cuales nosotros nos hemos movilizado, todas las instituciones contra las que nosotros combatimos –de la OMC a la Comisión Europea- no tienen finalmente más que un solo objetivo: levantar todas las barreras que impiden al capital circular libremente, invertirse allá donde quiera, retirarse cuando lo quieran. Todo lo que pueda oponerse a la libertad del capital es puesto fuera de la ley, declarado ineficaz y antieconómico. Los abogados del sistema proclaman que es la vía hacia una "mundialización feliz “, (como osó pretenderlo un ideólogo francés), que vamos a entrar en el "mejor de los mundos”.

2) Estamos contra esta globalización capitalista porque ella se opone a un desarrollo armonioso. Los éxitos efímeros y locales llevados adelante por las instituciones internacionales no compensan la larga sucesión de crisis que ha venido golpeando desde hace 10 años a los países que se mostraban como los mejores alumnos, desde México a Argentina, pasando por Corea, Rusia y tantos otros. Detrás de esas crisis asistimos a un formidable asenso de las desigualdades al interior de esos países y entre los países puestos en competencia. Es el resultado directo de la mundialización capitalista que pone en competencia directa a los trabajadores del mundo entero. Los que pueden insertarse en el sector mundializado no pueden hacerlo en forma duradera más que a condición que sean preservados sus bajos niveles de salarios, lo que los capitalistas llaman una “ventaja”. En cuanto a los otros, son dejados de lado, faltos de nivel para erigirse a los niveles exigidos por esta hiper-competencia: pierden sus empleos, sus ingresos y son privados de los medios de satisfacer sus necesidades elementales.

3) Estamos contra esta globalización porque ella es una formidable barrera para hacer circular los derechos sociales, incluso en los países más avanzados. El argumento de la competitividad, el chantaje a las deslocalizaciones, la sumisión a las exigencias económicas insaciables, se traducen por todas partes por una regresión social que alcanza a las condiciones de trabajo, el estatus del asalariado, la protección social y las jubilaciones. Las políticas neoliberales llevadas adelante en cada país se refuerzan gracias a la presión ejercida por la competencia y por la coordinación en el seno de instituciones de las cuales Europa ofrece un ejemplo que nosotros conocemos bien.

4) Estamos en contra de esta globalización porque ella es por naturaleza anti-social. En todas partes, a través del mundo, se instala lo que la Organización Internacional del Trabajo llama “la inseguridad económica”: la flexibilidad del trabajo, la precariedad, el desempleo, la baja de ingresos sociales se ajustan a la austeridad social para lanzar sobre los trabajadores el “riesgo” que los capitalistas se niegan a tomar a su cargo. Por primera vez en la historia del capitalismo, las perspectivas de los jóvenes están degradadas en relación a las de las generaciones precedentes. Los individuos no tienen más el comando de sus propios destinos y están sometidos a los caprichos de evoluciones económicas que ellos controlan.

5) Estamos contra esta globalización porque ella organiza una gigantesca operación de captación de la riqueza producida por los trabajadores a través del mundo. El capital afirma abiertamente que el prefiere un crecimiento mediocre si ésta es la condición para conservar tasas de ganancia elevadas. Pero estas ganancias, ellos las acumulan en una proporción cada vez más reducida y las redistribuyen a través de las finanzas entre una capa de rentistas cada vez más estrecha.

6) Estamos en contra de esta globalización porque esta pretende hacer de todo una mercancía. El capital no reivindica más solamente el derecho de desplazarse libremente hacia las zonas y los sectores donde saca las ganancias elevadas. También desea tomar cuenta de sectores de la economía que habían hasta un cierto punto escapado a su empresa. Los territorios que quiere conquistar no son geográficos: son los servicios públicos que quiere penetrar y “liberar” de la lógica de las necesidades sociales. La salud, la educación, la energía, los transportes, las telecomunicaciones, la cultural e incluso los organismos vivos, no tienen ninguna razón, a los ojos de los capitalistas, de escapárseles. Son para ellos otros campos de expansión posibles. Cada paso hecho en esta dirección profundiza automáticamente las desigualdades. La razón es simple de entender: si la salud se torna una mercadería, entonces eso quiere decir que uno es curado en función de su ingreso y no de la gravedad de su enfermedad.

7) Estamos contra esta globalización porque ella es incapaz de responder a la satisfacción de las necesidades elementales. Cerca de la mitad de la humanidad vive de la agricultura. En lugar de dar a la agricultura tradicional los medios de funcionar, se la expone brutalmente a los productos del agro-business hiperproductivo y que más es subvencionado. El derecho de los países a proteger sus sectores de la competencia es negado. Mil millones de habitantes de este planeta no tienen acceso al agua potable. En lugar de aportar una respuesta planificada a esta situación, asistimos hoy a la puesta en escena regulada del abastecimiento de agua por algunas multinacionales que ejercen una presión terrible (principalmente a través de las negociaciones de la OMC) para que le abran los servicios públicos y municipales. El acceso de agua está cada vez más sometido al criterio del dinero: los pobres son privados de el y los otros ven las tarifas de esos casi monopolios aumentar en forma regular. Finalmente, los medicamentos contra el SIDA no son distribuidos aquellos que tienen necesidad de ellos, pero no tienen los medios para comprarlos, porque la industria farmacéutica se niega a que los consideren otra cosa que mercadería y hace pesar la rentabilidad de sus capitales antes que los objetivos de la salud pública.

8) Estamos en contra de esta globalización porque ella es incapaz de hacer frente a las amenazas al medio ambiente. La pretensión del capital de regular este problema a su manera, con la ayuda de soluciones mercantiles, como la institución de un mercado de los derechos a contaminar, no corresponde a la amplitud de los desafíos. Es incapaz de instaurar la planificación energética y las transferencias tecnológicas que serían necesarias para permitir un desarrollo económico a la vez que responder a las necesidades de una población mundial que debe aumentar aún durante varios decenios.

9) Estamos en contra de esta globalización porque ella quita a los ciudadanos que no hacen parte de las clases dirigentes toda posibilidad de controlar su destino y de hacer valer sus prioridades. Ella priva a los estados dominados de su soberanía imponiéndole la firma de tratados que les impiden tomar la menor medida de control de los capitales. Ella vacía la democracia burguesa de todo alcance real.

10) Estamos contra esta globalización porque la competencia entre capitales se transforma inevitablemente en guerras contra los pueblos. El desorden que ella instala, el rechazo a satisfacer las necesidades sociales no rentables, la marginación de países y de continentes enteros, privan a los pueblos de toda esperanza y hacen del recurso a la fuerza bruta el único medio de “regular” un sistema a la deriva.

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Red or Dead
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Mensaje por Red or Dead » 12 May 2005, 16:24

Totalmente de akuerdo... La globalizacion solo esta para enriquecer a los mas ricos y seguir empobreciendo a los mas pobres para ke los paises dominantes puedan seguir explotandolos. Esto no me parece propio de una democracia y haber si de una vez por todas condonan la deuda externa de los paises en vias de desarrollo :evil: Estos paises deben cantidades astronomicas apaises ricos, ke estos se lo prestaron a kambio de importantes reformas sociales ke kostarian aun mas, y kon unos intereses altisimos para estos paises ke les puede llevar años, por no decir decadas en pagar!!! :evil:
Me pregunto, ¿si los nazis le tienen tanto kariño a Hitler, por que no se suicidan todos como el hizo y limpiampos la tierra de la escoria fascista? NAZIS NO! VOLVED A LAS CLOACAS DE DONDE SALISTIEIS!

Invitado

Mensaje por Invitado » 21 May 2005, 04:59

(No es por gamberro, pero) la globalizacion hizo caer precios de muchos productos de forma historica, estos ahora son comprados por gentes que jamas imaginaron estar al alcance de hacerlo, lo bueno de la globalizacion es la supercompetencia internacional el desarrollo mas rapido de la ciencia y el del mercado negro que en casos hirio de muerte al capitalismo lucratico.

Gamberro

Mensaje por Gamberro » 23 May 2005, 19:18

Hay que joderse!!

Desde todos los ámbitos, los creadores de opinión, bombardean sin cesar a la sociedad para que acepte recortes y sacrificios, indispensables, se dice, para mantener el bienestar colectivo, pues sabido es que "quien bien te quiere, te hará llorar". Sin pudor alguno, las reivindicaciones sociales han sido sustituidas por las reivindicaciones del capital. Su doctrina, impartida desde el púlpito de los medios, señala que las huelgas son irresponsables porque perjudican a los ciudadanos honrados que tratan de cumplir con sus obligaciones, y dañan la economía del país.

Así, los convenios colectivos han dejado de ser instrumentos de mejora laboral para convertirse en legitimadores de retrocesos, imponiendo urbi et orbi, las virtudes contemporáneas de la flexibilidad y la moderación salarial.

La consigna repetida hasta la saciedad, es que la creación de empleo, la mejora de la productividad, el crecimiento económico y la competitividad, requieren, como no podía ser menos, la rebaja de salarios, el aumento de jornada, la imposición de ritmos inhumanos, la supresión de fiestas, la reducción del número de días de vacaciones, y como colofón de tan brillante carrera laboral, el retraso de la edad de jubilación, puesto que se es tan feliz en ella.

La vida profesional exige renunciar a la vida personal y asumir el estrés como estado natural del ser humano.

La felicidad pasa por ser un poco más desgraciados.

En unos pocos años, los derechos adquiridos se han convertido en privilegios a extinguir.

Los trabajadores aceptan ya como un hecho normal que se les suba el sueldo como máximo el IPC, mientras sus empresas incrementan sus ganancias tres, cuatro o cinco veces más que ellos, sin límite alguno y sin poner en peligro la inflación; de igual modo, que se han acostumbrado a que sociedades con beneficios monstruosos, despidan plantilla para elevar resultados y que sus directivos puedan presumir de eficientes gestores, autoconcediéndose remuneraciones desorbitadas e inmorales.

Las subcontrataciones, las deslocalizaciones, el empleo sumergido y las largas filas de parados, penden como una amenaza invisible sobre los trabajadores ocupados, que sienten que cualquiera es prescindible, y puede ser sustituido en cualquier momento por otro más barato. En aras de la competitividad, no se vacila en exprimir a niñas y adolescentes, como en los albores de la revolución industrial, abocando al ser humano a una nueva esclavitud.

"Empleo" se denomina al encadenamiento sinfín de contratos basura, y se vende la precariedad como una fatalidad del destino, y no como un plan deliberado, fruto de la voluntad humana.

Los padres se ven forzados a subvencionar el subempleo vitalicio de sus hijos, a los que cada vez les resulta más difícil acceder a un puesto de trabajo, ni siquiera aceptando condiciones inferiores a las suyas. Sus estudios y superior cualificación ya no constituye una garantía de trabajo, ni les sirve de mucho frente a ese capitalismo modelo Harvard, que luce trajes Armani de diseño, y sonríe con rostro de ejecutivo, pero en cuyos balances no cabe el ser humano.

Cuanta más riqueza existe en el mundo, peores son las condiciones que sufren los asalariados, y más sistemáticamente se les machaca, incumpliendo la jornada pactada, institucionalizando el acoso dentro de las empresas e incrementando el número de accidentes y bajas debidas a causas laborales. Y los que de puro flexibles, se rompen, es que eran de mala calidad; la culpa no la tiene el mercado, que es justo y necesario, y vela por todos.

Los mismos "expertos" que insisten en la necesidad de rebajar los impuestos y reducir las cotizaciones a la seguridad social que sostienen los servicios, son los que aseguran con idéntico cinismo, descaro y oportunismo, que no hay dinero para pagar las pensiones, recursos suficientes para financiar la sanidad pública o para proporcionar cobertura a la creciente legión de damnificados por el sistema.

Falsos gurús y profetas económicos que no se cortan un pelo a la hora de proponer rebajar el despido para crear empleo estable - es obvio que cuando despedir resulte gratis, todo el mundo tendrá empleo "fijo"- y fórmula sin duda tan eficaz, exitosa y revolucionaria, como la de implantar salarios a euro, lo que permitirá a toda la población, alcanzar no solo el pleno empleo, sino mucho más aún, gozar de un pluriempleo estable, como Dios manda, sin horarios, descansos, ni fronteras.

La tecnología actual permite funcionar empleando cada vez menos personas, y como la tendencia no es precisamente la de reducir el tiempo de trabajo, que sería lo razonable, sino intentar ampliarlo, el futuro que cierne sobre la humanidad, va a ser el de elegir entre el trabajo basura y el desempleo (o una temporada en cada uno, para no coger vicio y apoltronarse).

Se comprende perfectamente que una exigua minoría, multiplique año tras año sus astronómicas fortunas, o que la gran banca incremente escandalosamente sus beneficios, mientras el paro crónico, la pobreza y la marginación, se extienden como una enfermedad galopante por todo el planeta, y millones de personas mueren de hambre, carentes de lo más elemental para subsistir.

La violencia económica que se ejerce sobre todos los habitantes de la tierra, es la primera causa de muertes no naturales que se producen en ella, por encima incluso de las que provocan las armas de fuego, el terrorismo y las guerras.

Lo contrario del Estado de Bienestar es el Darwinismo Universal, como mecanismo de selección humana, por el que solo los mejores, es decir, los más aptos económicamente, podrán pagar los servicios y sobrevivir. Cosa fácil de conseguir, puesto que vivimos en una democracia de saldo, que se vende al mejor postor.

El gran negocio del capital no es otro que derribar el estado de bienestar, mediante un golpe de talonario incruento, y conseguir que el pobre vuelva a casa, no solo para Navidad, sino para quedarse (a su servicio) los 365 días del año.
Privatizar servicios equivale a globalizar perjuicios; la igualdad social es el verdadero enemigo a batir.

Lo que realmente busca el capital, más allá del lucro económico, es que toda la existencia del ser humano, desde la cuna a la tumba, transcurra en la más absoluta indefensión, sin seguridad ni protección alguna, sumido en una zozobra permanente, para que ambicione, sueñe y agradezca ser explotado, y esté dispuesto a entregar su alma y dedicar toda su existencia a la empresa, prestándose a lo que haga falta sin rechistar.

El currante no puede caer enfermo, ni su mujer quedarse embarazada, o cualquiera de los dos rendir menos al hacerse viejo, porque su suerte está echada. La dignidad es cosa del pasado; el ser humano ya solo es libre de venderse; no es más que una mercancía arrojada al mercado, que su empresa adquiere o se quita de encima cuando le conviene.

El único que tiene derechos, al único que hay que mimar, proteger y cuidar con todo el cariño y el interés del mundo, es al dinero. Lo importante es que él esté contento, aunque la sociedad tenga que tomar tranquilizantes y antidepresivos para acallar un malestar que las urnas no le permiten expresar.

Desde hace ya tiempo, el Tercer Mundo se ha instalado en el Primero, y lo único que falta es que lo homologuen, haciendo de las pateras un deporte olímpico.

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