La defensa de la ciencia y la razón en una perspectiva socialista libertaria

Confrontación e intercambio de ideas entre las diferentes tendencias del Anarquismo, así como crítica desde un prisma libertario a otras corrientes ideológicas e información sobre éstas.
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adonis
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La defensa de la ciencia y la razón en una perspectiva socialista libertaria

Mensaje por adonis » 02 Ene 2021, 20:24

Texto muy interesante, al menos a mi me lo ha parecido, de la Organización Anarquista Socialismo Libertario - São Paulo:

https://anarquismosp.wordpress.com/2020 ... -da-razao/

Traducción: https://translate.google.com/translate? ... -da-razao/

Saludos

adonis
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Re: La defensa de la ciencia y la razón en una perspectiva socialista libertaria

Mensaje por adonis » 04 Ene 2021, 18:26

Otro escrito en una línea parecida:

"Ciencia, filosofía de la ciencia y anarquismo"

https://noticiasayr.blogspot.com/2021/0 ... cia-y.html
por Iker Dobarro del Moral


25 Octubre 2015



"... Nosotros somos la encarnación local del Cosmos, que ha crecido hasta tener consciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros orígenes: sustancia estelar que medita sobre las estrellas; conjuntos organizados de decenas de miles de billones de billones de átomos que consideran la evolución de los átomos y rastrean el largo camino a través del cual llegó a surgir la consciencia, por lo menos aquí. Nosotros hablamos en nombre de la Tierra. Debemos nuestra obligación de sobrevivir no sólo a nosotros sino también a este Cosmos, antiguo y vasto, del cual procedemos".

Carl Sagan (1934-1996)



La ciencia ha sido considerada tradicionalmente por el anarquismo como una vanidad burguesa que a lo largo de la Historia se ha convertido en un instrumento del poder para la dominación y explotación del pueblo y de los recursos naturales. Sin embargo, la ciencia no es exactamente esto, así como la política no es exactamente el parlamentarismo. La ciencia es un conjunto de conocimientos objetivos sobre el mundo que rodea al ser humano y una metodología basada en criterios de racionalidad que constituyen un Patrimonio de la Humanidad. Para hablar de ciencia, primero hay que definir su objeto de estudio y la metodología que utiliza para validar o rechazar las conclusiones a las que llega sobre aquél. Estas definiciones están lejos de ser obvias, por lo que, durante años, desde el Círculo de Viena, pasando por Popper, Kuhn y Feyerabend, hasta las teorías sobre ciencia y tecnología actuales, se ha desarrollado una disciplina filosófica, denominada Filosofía de la Ciencia, que trata de desentrañar las bases que subyacen en el conocimiento científico y en sus teorías.



En el proyecto de construcción de una sociedad libertaria, basada en la justicia social y económica, en el libre desarrollo de la persona y en la racionalidad de la educación, la ciencia, su desarrollo y la socialización de sus conocimientos son esenciales para el pleno éxito del modelo social. En contraposición a la actual situación de la investigación científica y tecnológica, dominada por el elitismo, el hermetismo, la superespecialización, la precariedad y la orientación eminentemente empresarial, se propone un modelo de ciencia social, divulgadora, holística, sintética, humanista y equitativa entre los conocimientos de base y aplicados. Si nosotr@s, l@s libertari@s, queremos un desarrollo pleno del ser humano, debemos analizar, debatir, cuestionar y establecer desde ahora cómo es la dimensión científica del ser humano, qué importancia tiene para su experiencia vital en sociedad y cuáles son los mecanismos que ésta debería establecer para su correcta gestión.



La visión actual de la ciencia



La ciencia hunde sus raíces en las épocas más tempranas del desarrollo del ser humano. Conforme el cerebro humano se iba tornando más y más complejo, empezó a surgir la necesidad de explicar los fenómenos naturales, darles una utilidad y, en su caso, dominarlos y obtener recursos de ellos. Así, la ciencia no deja de ser un patrimonio de toda la Humanidad, porque es toda ella quien la ha creado, cambiado, moldeado... Sin embargo, el surgimiento de grupos humanos que ejercen el poder sobre el resto de la sociedad provocó la apropiación por parte de aquellos del conocimiento y desarrollo del mismo, así como se apropiaron de los medios y los recursos de producción, concentrando en unas pocas manos la mayor parte de la riqueza de la Tierra. Así la ciencia se ha transformado en algo lejano y virtualmente ajeno a gran parte de la población humana, propiedad de unos pocos privilegiados que conforman élites; así, gran parte de la Humanidad ve en la ciencia otro lujo de los muchos que disfrutan los ricos y que, por ello, les son vedados por su condición económica. Aún más, en muchas ocasiones, el único acercamiento a la ciencia que las clases acomodadas ofrecen a la población es en forma de los efectos más terribles de su uso inhumano e irracional: bombas, contaminación de alimentos, de la atmósfera, de las aguas... Aquella parte de la Humanidad que ha nacido en el amplio lado de los desheredados ve en la ciencia y la tecnología un terrible leviatán que de poco en poco viene a visitarla con un horrendo desastre entre las garras.



Esta es la visión actual de la ciencia y de la comunidad científica, ligada estrechamente al desarrollo tecnológico dirigido por el Estado y los ejércitos desde la Segunda Guerra Mundial, cuyo relevo fue tomado por los grandes grupos corporativos de la biotecnología y las tecnologías de la comunicación en las últimas décadas (Thorpe and Welsh 2008). La ciencia entonces tiene una dimensión real, en la que únicamente se encuentran las redes establecidas por los poderes fácticos para sus propios intereses, y otra virtual, en la que a la sociedad se le dan unas pequeñas migajas banales en forma de ferias científicas, artículos insustanciales en los medios de comunicación de masas (muchos de ellos incluso carentes de rigor) y documentales de pretendida orientación científica y educativa. Sin embargo, entre estas dos dimensiones bien diferenciadas, está la comunidad científica, cuya estructura es muy heterogénea, en la que sus componentes, a pesar de haber pasado a formar parte de la clase obrera mediante la profesionalización dirigida por los poderes antes mencionados, aún no se ha sabido sacudir el polvo elitista y academicista de la época de la Ilustración; a pesar de no funcionar ya con esos valores, sino directa e indirectamente con los de la economía de mercado y el capitalismo. La comunidad científica es una masa informe cuyos movimientos no son dirigidos por ella misma, sino que, como medusa, se deja llevar de forma inconsciente por la marea de los intereses geoestratégicos, corporativos y políticos. La gestión de la ciencia, como los medios de producción, están en manos de los ricos y poderosos.



¿Qué es ciencia?



La ciencia no es más ni menos que un modo de explicar el mundo, de establecer mapas para moverse en él de una manera racional, de echar abajo los mapas erróneos y realizar otros nuevos. La ciencia también es un método que pueda ser utilizado por todo el mundo para probar o rechazar esos mapas: no hay verdades absolutas en la ciencia, sino teorías que funcionan en la realidad o no funcionan. La ciencia es además una estructura del conocimiento y una forma de expresarlo, cuyas normas y principios deben ser universales para que todo el mundo pueda contrastar su veracidad y, a su vez, comunicar los resultados de dichos contrastes de forma inequívoca. Y todo esto puede ser fácilmente explicado a cualquier persona, porque el modo, el método y la estructura son construcciones humanas. Lejos de constituir un saber ocultista, cuya comprensión estaría reservada sólo a una ínfima parte de la población con capacidades extraordinarias, la ciencia es uno de los productos más humanos que existen y, por tanto, toda persona está capacitada para aprenderla y ejercitarla (a menos que exista una especie con una complejidad mayor que la de Homo sapiens subsp. sapiens).



Sin embargo las definiciones concretas de ese modo, método y estructura que suponen la ciencia no están ni mucho menos claros ¿Entonces? ¿Tenemos un sistema para el conocimiento de mundo que no tiene verdades absolutas y que además ni siquiera su funcionamiento está claro? Por mucho que esa dimensión de migajas banales que se nos pretende vender como ciencia nos diga tajantemente una y otra vez que se ha descubierto tal o cual planeta, que se ha conseguido la cura infalible contra cualquier enfermedad terrible, que venimos del mono, y que todo ello es palabra de ciencia incuestionable, la ciencia no asegura nunca nada de forma infalible y ni siquiera sabe cómo ha llegado a sus conclusiones de forma exacta, ni si está utilizando el método más apropiado para contrastar la información... Pero, ¿cómo puede ser? ¡Entonces, la ciencia es un vacío de vacíos, una quimera! Sí y no. La ciencia no es más que lo que es: una construcción humana. Por mucho que a la comunidad científica nos apasione la labor científica, deberíamos tener siempre presente su estrecha relación con nuestra humanidad y, por tanto, con la vida y sus cambios. Algo que, en la mayor parte de las ocasiones, parece que nos empeñamos en separar en defensa de una supuesta objetividad absoluta.



Por tanto, antes que el quehacer científico, al ser humano le quedaría por abordar en primer lugar qué es la ciencia y cómo funciona. Este problema, aunque siempre ha sobrevolado aquellos tratados tradicionalmente por la filosofía, no fue sistemáticamente estudiado hasta principios del siglo XX. En los años 20 aparece el Círculo de Viena constituido por un nutrido grupo de científicos y filósofos. Este grupo es heredero de la filosofía analítica de Wittgenstein y propugnó una unificación del lenguaje científico. Dicho lenguaje debía estar exento de proposiciones que no pudieran ser demostradas por la experiencia, con lo que eliminaban cualquier posibilidad de elaborar teorías, únicamente predicciones que pudieran ser verificables en la realidad. Las sucesivas verificaciones serían las que posteriormente darían lugar a las teorías científicas. Se trata de un proceso pues meramente inductivo, de lo particular a lo general. Siendo el lenguaje científico la base del estudio filosófico de la ciencia del Círculo de Viena, no es de extrañar que su principal foco de interés fuera la forma en la que los/las científicos/as comunican sus resultados en forma de artículos o libros (Echeverría 1999). Para el Círculo de Viena no era importante el modo en el que se llegaba al descubrimiento científico, sino su resultado final: la comunicación. Aquí es donde proponían su unificación de criterio científico.



Así comenzó la apasionante aventura de la filosofía de la ciencia, la vuelta al hermanamiento entre dos conocimientos humanos que nunca debieron caminar separados. El trabajo del Círculo de Viena fue truncado por el auge del fascismo en Austria y toda Europa. Sin embargo, su germen permaneció en lo que se dio en llamar la Concepción Heredada.



El segundo gran hito en la filosofía de la ciencia fue la publicación en 1934 de "La lógica de la investigación científica" del filósofo Karl Raimund Popper. En esta obra, Popper critica duramente la verificación de predicciones como función principal de la ciencia y propone justo lo contrario: la ciencia tiene que probar que las predicciones son falsas con la experiencia. Mientras que una predicción o teoría no pueda ser contradicha, cuantas más situaciones pueda resolver victoriosa, tanto más fuerte se hará. Popper propone algo que debería ser tenido en cuenta en cualquier investigación: la ciencia no puede probar que algo sea una verdad absoluta y, por lo tanto, lo único que puede hacer es intentar desmentir esas verdades absolutas. Basta una sola prueba en una situación determinada para la cual una hipótesis falla para echarla por tierra. Esto se llamó falsacionismo.



Con el principio del falsacionismo, Popper no sólo escapó de los límites del lenguaje científico impuestos por el trabajo del Círculo de Viena, sino que pudo construir una teoría de la estructura de la ciencia más amplia. Primero, puso de relieve la importancia del problema del llamado "criterio de demarcación", o lo que es lo mismo, qué es ciencia y qué no es ciencia. Para Popper estaba claro: una teoría es científica si puede ser falseada por la experiencia, si puede ser puesta a prueba por la experiencia. Y cuantos más escenarios abarque una teoría, cuanto más peligro de ser echada abajo pueda tener, mayor información sobre el mundo contendrá.



Es curioso que el falsacionismo de Popper subyace en las herramientas estadísticas utilizadas en la actualidad por las ciencias experimentales para demostrar sus resultados. Los análisis que se suelen aplicar a los datos obtenidos en un experimento están construidos con la base de rechazar una hipótesis, ¡no de probarla! En ellos se considera que lo más probable es que la hipótesis sea falsa y que lo improbable es que sea cierta. Así, si el análisis obtiene un resultado positivo de muy poca probabilidad, la aceptación de la hipótesis será más fuerte, porque, a pesar de ser muy poco posible el análisis estadístico es capaz de detectar su importancia.



En 1962, el físico y filósofo, Thomas Samuel Kuhn publica "La estructura de las revoluciones científicas". Esta obra rompe las barreras de la lógica que hasta entonces habían encorsetado los estudios sobre filosofía de la ciencia, dándole su dimensión sociológica e histórica. Se plantea en ella que la ciencia funciona a partir de grandes cuerpos teóricos denominados paradigmas. Estos paradigmas estarían defendidos a capa y espada por determinados grupos de científicos/as, los cuales, durante su período de vigencia, no se dedicarían a falsarios por medio del método de Popper, sino a verificarlos en todos los ámbitos a los que hicieran referencia. Los paradigmas serían inconmensurables entre sí, es decir, mutuamente excluyentes. Al aparecer un nuevo paradigma mutuamente excluyente con otro en vigencia, se daría una lucha violenta entre los dos y los grupos que los defienden, dando como resultado o la permanencia del paradigma antiguo y la muerte del nuevo, o bien, una revolución científica, con el triunfo del nuevo paradigma sobre el antiguo y, por tanto, un cambio de base en la visión que los/as científicos/as tienen sobre el mundo y en los problemas a resolver y los métodos utilizados para ello.



La teoría de Kuhn sería ampliamente seguida en las décadas venideras, especificando mejor su estructura y perfilándola aún más. Así, por ejemplo, el matemático y científico Imre Lakatos sustituyó el paradigma por el concepto más amplio de programa de investigación. Dicho programa contaría con un núcleo fuerte y un cinturón de seguridad, en el cual estarían todos los supuestos que aún no han sido probados por la experiencia, a lo que se dedicaría el grupo científico que lo defiende.



En 1975, el filósofo Paul Karl Feyerabend publica su "Tratado contra el método" en el que defendía el "anarquismo epistemológico". Muchos/as anarquistas de todo el mundo abrazaron esta obra, hasta tal punto, que Feyerabend tuvo que incluir una introducción en las siguientes ediciones para explicar que el concepto de "anarquismo epistemológico" nada tiene que ver con las teorías anarquistas sociales, que prefería presentarse entonces como un dadaísta en lo que a ciencia se refiere, antes que como un anarquista. Feyerabend critica el racionalismo radical que se le ha aplicado siempre a la ciencia. Afirma que la base de la ciencia es precisamente la irracionalidad, el aplicar principios no aceptados o no vigentes para poder avanzar. Feyerabend llamó a esto método contrainductivo: establecer no sólo hipótesis racionales, sino también absurdas, incluso recurriendo al mito, a teorías rechazadas por la comunidad científica. Feyerabend, en su obra, explora con numerosos ejemplos, la abundancia de estos casos en la historia de la ciencia, dedicando especial atención a los trabajos de Galileo, el cual tuvo que echar mano de teorías que se consideraban como propias de la mitología profana, para demostrar la veracidad del movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Realmente desde estos autores, la filosofía de la ciencia ha sufrido una gran fragmentación, muy probablemente fruto de la fragmentación que ha sufrido también la ciencia. Ahora ya no se habla de ciencia, sino de ciencias, ni de método, sino de métodos. Sí han cobrado importancia estudios sobre ética en biología, estudios sobre la ciencia y la tecnología, los estudios sociológicos de la ciencia, estudios sobre mujer y ciencia... En definitiva todo un amplio abanico sobre un problema que dista mucho de ser sencillo. Hay incluso quien llega a cuestionar el sentido de la filosofía de la ciencia, aduciendo que la filosofía y la ciencia son terrenos incompatibles.



El anarquismo y la ciencia



Como hemos visto, la ciencia es algo más que los documentales sobre animales del Serengeti, más que el descubrimiento de una nueva estrella, más que lo que los libros de texto de nuestro maltrecho, manipulado, banal, embrutecedor sistema educativo nos muestran.



Hubo un tiempo en que la ciencia no era un saber humano parcelado, sino unido en estrecha comunión con los demás saberes. Era el tiempo en que un astrónomo como Kepler se permitía el lujo de encontrar los patrones que relacionaban las ecuaciones de las órbitas de los planetas con la música; en el que un tipo en Italia se dedicaba a fabricar máquinas fantásticas observando el movimiento de los seres vivos, al mismo tiempo que intentaba desentrañar los misterios del cuerpo humano y los aplicaba a la pintura. Hoy se exige a los/las investigadores/as que se especialicen al máximo en una cuestión, obviando, no sólo el resto de los conocimientos humanos, sino los avances en otras áreas, a veces muy cercanas, de sus propias disciplinas científicas. El humanismo que inspiraba la investigación científica desde el mundo helénico ha desaparecido, dejando paso a una especialización profesional para resolver los problemas que interesan al Estado, al ejército y a las grandes corporaciones empresariales. Al/a la científico/a medio/a ya no le interesa desentrañar los misterios de la naturaleza y encontrar el lugar del ser humano en ella, sino conseguir lo más rápido posible una patente de un gen o publicar un artículo en una revista científica de impacto para seguir teniendo prestigio o presencia en la comunidad científica y para poder seguir obteniendo la financiación necesaria para continuar con su trabajo; se promueve la investigación aplicada antes que la básica; se han eliminado las relaciones entre conocimientos, lo que dificulta la elaboración de grandes teorías que intenten dar una explicación del mundo que nos rodea. En definitiva, la ciencia no avanza, sólo avanza la tecnología; el ser humano no avanza, se ha quedado estancado en la reproducción continua con distintos matices de lo que ya conoce.



Por otro lado, la ciencia no tiene ninguna conexión con la fuente que la inspira y sostiene: la vida. Posiblemente nunca la tuvo, puesto que su nacimiento se dio en el seno de las clases acomodadas y su desarrollo ha permanecido en ellas, únicas con posibilidad económica y temporal de disfrutar de esta dimensión humana. Fruto de la herencia social que arrastra la investigación científica, la abstracción de la realidad para obtener patrones que está en buena parte de su esencia, la incomunica aún más con la vida. Esto es un freno para la superación basada en el conocimiento del ser humano, puesto que hay una amplia gama de fenómenos, de variables, de factores generados por la vida que la ciencia, en su proceso de abstracción, no tiene en cuenta. También el progreso social se ve afectado por el abismo entre la ciencia y la vida, puesto que los avances científicos pocas veces revierten de una forma real en la población, ni económica ni cognitivamente. Una de las principales funciones de un/a científico/a, después de la comunicación de sus trabajos a la comunidad científica, debiera ser la puesta a disposición de la sociedad sus resultados de una manera ya comprensible y fuera de los tecnicismos, útiles, por otra parte, para el desarrollo diario de su trabajo. Es decir, no existe divulgación real. Sólo existen unos pocos ejemplos dignos de divulgación en la comunidad científica, siempre generados por las pocas personas con una visión humanista de la ciencia y que ya no necesitan estar continuamente compitiendo con sus colegas de profesión, porque, la divulgación científica no se premia.



El anarquismo clásico se ocupó de la ciencia de una manera secundaria, puesto que era más inmediato establecer las bases de la teoría social que lo sustentara y discutir el modelo de gestión de los recursos naturales y económicos que proponía. También hay que recordar que el desarrollo de la filosofía de la ciencia se dio unos años después de que el anarquismo clásico ya estuviera bien definido, tanto en la teoría como en la práctica. Sin embargo, encontramos, por ejemplo, que Bakunin, en su obra "Dios y el Estado" (1970), durante su ataque al mito del cristianismo comienza a elaborar el esbozo de una teoría de la ciencia y su gestión. Bakunin comienza a atacar la idea de una sociedad regida por lo que llama "sabios", es decir, por una tecnocracia. Pero, más adelante estima la importancia de la existencia en la sociedad de un grupo de "sabios" o autoridades en materia científica. Pero Bakunin da un vuelco a la presencia e influencia que se supone deberían tener en la sociedad dichas autoridades: su aceptación social no sería por imposición, sino por un acto de aceptación racional individual. Esto es así, porque Bakunin considera que es imposible el saber absoluto, el ser humano que sepa de todo; es necesaria la división cognitiva del trabajo. Bakunin además estima el poder liberador de la ciencia frente a la superstición y la dominación. La ciencia para Bakunin es una fuerza humanizadora, que facilita al ser humano romper con las cadenas de los orígenes animales. Y, por último, Bakunin observa cómo la ciencia está íntimamente unida al Estado, por lo que su deseo es "poner a la ciencia en su lugar", aboliendo su estructura jerárquica y su desconexión con la vida social.



El príncipe y naturalista Piotr Kropotkin, utiliza una suerte de método científico para dar apoyo a la idea de apoyo mutuo. También considera que la ciencia debe ser participativa desde la base, que debe haber una organización popular y colectiva del trabajo científico. Ya no considera entonces la existencia de "sabios" o autoridades en ciencia, sino una participación directa en el trabajo científico de toda la sociedad. Feyerabend, por el contrario, vuelve a la idea de Bakunin en "La ciencia en una sociedad libre" (1978), instando a que la función de la sociedad, independientemente de sus conocimientos especializados, es la de la supervisión de la ciencia.



Hay todo un trabajo por hacer tanto teórico como práctico para arrebatar de las manos de los/las poderosos/as la gestión de la ciencia y ponerla en manos de sus legítimos/as propietarios/as: la humanidad. Se nos ha negado durante demasiado tiempo la oportunidad de decidir sobre cómo gestionar la ciencia y el acceso a sus resultados, como se nos ha robado la producción que creamos con nuestras manos, la gestión de las riquezas que generamos y la decisión sobre nuestras vidas.



BIBLIOGRAFIA



- Bakunin, M. (1970). Dios y el Estado. El viejo topo. España.



- Echeverría, J. (1977). Introducción a la metodología de la ciencia. Ed. Cátedra. Madrid (España).



- Feyerabend, P. (1975). Tratado contra el método. 4a ed (2000). Ed. Tecnos. Madrid (España).



- Kropotkin, P. (1902). El apoyo mutuo. 3a ed. (1989). Ediciones Madre Tierra. Madrid (España).



- Kuhn, T.S. (1962). La estructura de las revoluciones científicas. 22a ed. (2001). Fondo de cultura económica. México D.F. (México).



- Popper, K. R. (1934, 1959). La lógica de la investigación científica. 14a ed. (2004). Ed. Tecnos (Grupo Anaya). Madrid (España).



- Thorpe, Ch. and Welsh, 1. 2008. Beyond Primitivism: Towards a twenty-first Century Anarchist Theory and Praxis for Science and Technology. Anarchist Studies 16.[1]



Nota de la edición del portal OACA: Conferencia impartida en las jornadas “Otoño Libertario 2008” celebradas entre octubre y noviembre de 2008 por la Federación Local de Madrid de CNT-AIT. La fecha del escrito de Bakunin corresponde a esa edición y no a la fecha de la publicación original.

adonis
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Re: La defensa de la ciencia y la razón en una perspectiva socialista libertaria

Mensaje por adonis » 10 Ene 2021, 20:24

Y otro:

https://noticiasayr.blogspot.com/2021/0 ... os-de.html
Anarquismo y ciencia en tiempos de Coronavirus

Editorial de la revista Libre Pensamiento #102, primavera de 2020
«Representa el anarquismo un ensayo de aplicación de las generalizaciones obtenidas por el método inductivo-deductivo de las ciencias naturales a la apreciación de la naturaleza de las instituciones humanas, así como también la predicción sobre la base de esas apreciaciones, de los aspectos probables en la marcha futura de la humanidad hacia la libertad, la igualdad y la fraternidad.»

La ciencia moderna y el anarquismo. Piotr Kropotkin



En el contexto de la Ilustración, el anarquismo originario se alineó con el desarrollo de la ciencia registrado en los siglos XVII al XIX. Creyó en una ciencia racionalista que puso freno al oscurantismo, la superstición, las creencias inquisitoriales, la represión, la ignorancia, la pobreza, la esclavitud; una ciencia que contribuyó a la transformación social acabando con los modelos absolutistas y de servidumbre de las monarquías del Antiguo Régimen. La ciencia durante estos siglos jugó un papel revolucionario y el anarquismo valoró y coincidió con esa perspectiva por la que el conocimiento pasó a ser utilizado como herramienta para la liberación colectiva.



«Desechando lo absoluto en todos los órdenes y ensanchando lo relativo en ilimitados términos». Con esta máxima a finales del siglo XIX del anarquista coruñés Marcial Lores recogida en la publicación de la Asociación Isaac Puente de 2010 Creencia y ciencia se aboga por «una ciencia despojada de prejuicios, que experimente en libertad en búsqueda del conocimiento».



El anarquismo como filosofía política compartió estos postulados de libertad, de relativismo, que le permitieron iluminar nuevos tipos revolucionarios de relaciones humanas, de poder, económicas, sociales… que se manifestarían en los modelos teóricos y prácticos de las sociedades libertarias.



Ciertamente este apoyo no fue uniforme, no se trató de una relación siempre idílica entre la ciencia y el anarquismo sino que osciló desde el entusiasmo del «anarquismo científico» del naturalista Piotr Kropotkin, pasando por Élisée Reclus o Errico Malatesta hasta los reparos y advertencias de Mijaíl Bakunin sobre los riesgos de nueva alienación que suponía delegar en la ciencia el viejo poder abolido, trasladar la fe y creencia en la religión por la fe en la ciencia positivista hasta considerarla como el nuevo dios que todo lo sabe, nos guía y todo lo resuelve.



Con el paso del tiempo, la ciencia ha ido dejando de lado sus convicciones progresistas y de mejora de la vida de la población para convertirse en una herramienta más al servicio de un sistema social clasista, capitalista, que todo lo mercantiliza, hasta la salud, como estamos comprobando en esta pandemia del coronavirus.



Por su parte, Paul K. Feyerabend, ampliando horizontes, en su obra de 1975 Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, se muestra contrario a una visión exclusivamente racionalista de la ciencia señalando que hay que tener en cuenta otros recursos irracionales, emocionales, dado que, al fin y al cabo, la ciencia no deja de ser uno más de los contextos en los que debe aflorar el carácter humano. En el proceso de la investigación científica realista y racional obsesionada con las normas y su cumplimiento, puede ser positivo prescindir de una normativa rígida, ignorar el método científico si fuera preciso y abrirse a una nueva senda de libertad que nos conduzca a hallazgos insospechados.



Es con este enfoque alternativo, subversivo, extraño a los cánones de la oficialidad academicista con el que «el anarquismo puede procurar, sin duda, una base excelente a la epistemología y a la filosofía de la ciencia». Para este anarquismo epistemológico de Feyerabend, «Si todo vale, no hay obstáculos para el conocimiento».



No hay que tener miedo a mantener una menor atención al orden y la ley en la ciencia, lo mismo que no hay que tenerlo a aquellas experiencias y sociedades regladas por la filosofía anarquista. Como nos recordó Albert Einstein «La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo».



Intentando que nuestra mirada no sea etnocéntrica (la Malaria, por ejemplo, provoca 600.000 muertes al año), la realidad es que en los países más desarrollados, vivimos unos momentos sorprendentes de estado de alarma, con un tercio de la humanidad confinada en sus casas para que la pandemia del coronavirus no se siga expandiendo y causando una saturación del sistema sanitario que conlleve millones de muertes. Este hecho ha provocado una parálisis de la economía capitalista globalizada con implicaciones sobre el modelo social y de consumo en que prácticamente está inmerso todo el planeta y, paradójicamente, estamos observando las ventajas que tiene esta situación de decrecimiento real. Se ha reducido la emisión de gases contaminantes y mejorado la calidad del aire; se ha frenado el proceso de turistificación y gentrificación; hay síntomas del renacimiento de cierta flora y fauna; están proliferado espontáneas iniciativas de redes de apoyo mutuo; descubrimos nuevas formas de relacionarnos y repensar el cuidado de las personas mayores; valoramos más la salud laboral; se ha frenado el frenesí consumista; surge la creatividad y la originalidad de nuestra expresiones, afectos y relacionales vecinales…



Sin embargo, la actualidad que sufrimos por la pandemia nos deja interrogantes muy complejos que nos permiten buscar nuevas vías de reflexión colectiva y explorar nuevas experiencias prácticas alternativas. En primer lugar, la pandemia ha provocado un extraordinario problema de salud, de emergencia sanitaria. Ello conlleva reflexionar sobre la necesidad de una sanidad universal; sobre los recortes millonarios económicos y laborales sufridos en el sistema sanitario público tanto en materiales como personal sanitario; en los recursos que dedicamos a la sanidad pública y a la privada; sobre los recortes en los recursos destinados a la investigación, a la ciencia, a la búsqueda de vacunas; sobre nuestra dependencia del exterior e incapacidad propia para producir equipos de protección, respiradores, mascarillas, etc.



Directamente vinculado con este primer ámbito de reflexión, nos encontramos con las deficiencias del deshumanizado sistema de cuidados que tenemos orquestado como sociedad con nuestras personas mayores ahora que se han convertido en el primer grupo de riesgo contra el que el virus arremete con mayor virulencia. Un sistema de residencias mercantilizadas, extraordinariamente privatizado, en manos de fondos buitre, que permite el aparcamiento de las personas mayores porque las exigencias del estilo de vida que nos ha impuesto el capitalismo nos impiden una atención más directa.



E íntimamente relacionado con estos aspectos, surgen los graves problemas de salud mental ocasionados por la falta de afectos, por la soledad del confinamiento en la que vivimos y hemos dejado a nuestros mayores, habiéndose provocado una alteración radical de las normas básicas y ancestrales de convivencia, de relacionarnos con la muerte, de celebrar los sepelios en la mayor deshumanización y soledad en la podíamos jamás soñar. ¿Quién repara todo este dolor?



Un segundo interrogante tiene que ver con la ética, con la moral, con el sistema de valores que regula la toma de decisiones sobre qué enfermo tiene más derecho a la hospitalización en una UCI, a usar el ventilador, el respirador, a quién se propone o elige para salvarle la vida. Estamos ante un sistema utilitarista, despiadado, propio de la sociedad neoliberal pragmática e instrumental, en el que se decide en función de la edad, de la prospectiva de vida del paciente…



Un tercer interrogante es el que se plantea con el dilema de elegir entre la salud y seguridad de las y los trabajadores y población en su conjunto (lo que implica cesar todo tipo de actividad laboral y económica que no esté relacionada con el desempeño de trabajos esenciales para el sostenimiento de la vida) o continuar con la actividad económica aún a riesgo de la salud de la personas. Estamos ante un dilema de claro posicionamiento ideológico. Desde las posiciones libertarias no cabe la menor duda de que la opción pasa por garantizar de manera absoluta la vida y salud laboral frente a cualquier variable económica de recesión, reducción del PIB, etc. Frente al modelo neoliberal y capitalista planteamos un modelo humanista, antiutilitarista, ajeno al egoísmo individual, a la búsqueda imperiosa de la felicidad ligada a cálculos meramente economicistas, como definieron años atrás autores como Alain Caillé, Karl Polanyi o el decrecentista Serge Latouche.



Otro cuarto y extraordinario interrogante está relacionado con el desarrollo tecnológico, el control social de nuestros datos digitales, de nuestras vidas (aplicaciones informáticas, geolocalizaciones, reconocimientos faciales…) y la pérdida de la libertad e intimidad individual y colectiva, con la excusa de que con ello el Estado y la autoridad velan por nuestra seguridad y salud. El lenguaje belicista que se está imponiendo a la hora de analizar la pandemia, la justificación de la presencia de las fuerzas armadas y policía tanto en las calles como en los medios de comunicación, reflejan esa deriva totalitaria y autoritaria del poder y del Estado, dueño absoluto de nuestras vidas, en el que la población solo tiene que obedecer (confinamiento en las casas y salida solo para trabajar y que la economía no se pare).



El ejemplo de China es paradigmático como señala el filósofo Byung-Chul Han en su reciente artículo «La emergencia viral y el mundo de mañana» al describir el funcionamiento de esa sociedad en relación al uso del Big Data para el control y vigilancia digital de la población y a costa de perder la libertad y la intimidad.



Posiblemente y lo más lamentable será que la mayoría de la población no se va a negar al control digital y así defender su liberad porque, hasta ahora, sin que nadie nos lo pidiera de forma obligatoria, esa mayoría estábamos poniendo ya nuestra vida a disposición de las grandes empresas de la comunicación y de las redes sociales en un proceso de irresponsabilidad y renuncia expresa a nuestra intimidad y libertad, ignorando cándidamente que el poder siempre está vigilante y hará uso de todo esa información para garantizar su seguridad y no la nuestra. El control ya existe, como denunciaran Julian Assange y WikiLeaks, pero puede ser un buen momento para reflexionar sobre la escalada que se avecina con el control de móviles y rastreo de nuestros movimientos como una herramienta para luchar contra la pandemia.



Finalmente, y es lo que menos se escucha en el debate público, tendremos que plantearnos, como quinto interrogante, por qué surgen este tipo de epidemias (cada vez más frecuentes) y reflexionar sobre la vinculación que mantiene con el modelo productivo y social en el que vivimos. Reflexionemos sobre el necesario cambio de modelo productivo, económico y social para evitar que este tipo de pandemias se sigan desarrollando a lo largo de los próximos años, como ya vaticinan muchas investigaciones al encontrar vínculos directos entre ese modelo de explotación laboral (con hacinamiento en ciudades contaminadas, personas medicalizadas inmunológicamente vulnerables, esquilmador de recursos…) y la generación de este tipo de enfermedades. En este sentido, Robert G. Wallace, en su libro de 2016, Grandes granjas generan grandes gripes, el grupo Chuang en su publicación de marzo 2020 Contagio social. Guerras de clases microbiológicas en China, muestran la conexión entre la actual agroindustria capitalista, modelo consumista occidental y la etiología de las recientes epidemias (SARS, Ébola, Gripe aviar, Covid-19…).



¿Qué dice la ciencia sobre todas estos grandes interrogantes que nos han surgido?



Actualmente, la investigación científica está inmersa en una carrera mundial por encontrar la vacuna que nos libere a la humanidad del temido Covid-19. Efectivamente, esta es la solución concreta e inmediata a un problema que solo es el síntoma de un gran síndrome que se llama capitalismo, neoliberalismo, darwinismo social…



Se encontrará una vacuna que ayude a acabar con la pandemia, liberarnos de sus efectos mortíferos y al mismo tiempo enriquecer a los grandes grupos empresariales y farmacéuticos (la vacuna no se pondrá al servicio de la población con criterios de equidad social sino al servicio del mercado con precios desorbitados al priorizar los criterios economicistas) pero las soluciones a las pandemias que vendrán en el futuro, fruto del actual sistema económico y social, la ciencia no está en condiciones de darlas porque la ciencia se ha convertido en un eslabón más de ese sistema. La ciencia ha dejado de jugar el papel revolucionario que un día tuvo para convertirse en mera tecnología cientificista, un mero negocio, incapaz de liberar a la humanidad de los antivalores que la regulan, careciendo de cualquier pretensión filosófica y política. La ciencia se ha posicionado, bajo su estigma de neutralidad y objetividad ficticias, al servicio del poder, del Estado, de los ejércitos y las grandes multinacionales, se ha convertido en una herramienta útil para perpetuar el sistema.



Lo que le pide, lo que aporta el anarquismo a la ciencia en estos tiempos de coronavirus, es que sea subversiva, integradora de saberes, holística, humanista, que se independice del poder porque con ello se independizará de su propia e intencionada fragmentación en áreas de investigación inconexas, departamentalizadas y especializadas, como ya señaló Élisée Reclus, y de su propio paradigma metodológico universal y fijo, adoptando una epistemología adaptable a los contextos. La ciencia está constreñida por su método científico rígido con lo que está perdiendo posibilidades de mirar con mayor amplitud lo que sucede en la realidad. Hace falta flexibilidad, adaptabilidad, tener en cuenta al ser humano de forma más integral, como recordaba Feyerabend, para plantear respuestas globales al drama existencial de la vida.



Actualmente las investigaciones científicas son muy parciales, no responden a grandes teorías que den respuesta a las preocupaciones globales de la humanidad. Son además teorías que se plantean desde la competición y la rivalidad, sin compartir ni cooperar.



El virus no se combate desde una ciencia fragmentada sino planteando modelos teóricos que integren todos los parámetros que afectan a la vida y la salud del planeta como, por ejemplo, modelos de prevención sanitaria; modelos urbanísticos y de vivienda alejados del hacinamiento; modelos económicos decrecentistas, anticapitalistas, de economía solidaria y autogestionaria; modelos de explotaciones agrícolas y ganaderas no intensivas, sin macrogranjas ni hacinamiento de animales y desforestaciones, que respeten la soberanía alimentaria; modelos que frenen el cambio climático, apuesten por la sostenibilidad de la vida con nuevo modelo energético y energías renovables; modelos que integren los procesos de robotización y nuevas tecnologías y el reparto del trabajo y la riqueza; modelos sociales asamblearios en los que las decisiones pasen a ser colectivas… En definitiva, modelos globales, científicos no clasistas, antipatriarcales, antirracistas, ecologistas, libertarios.



Rescatemos a la ciencia de su domesticación, de las garras del capital, para que avance y deje ser mera tecnología. Hagamos que vuelva a recuperar su sentido transformador porque son muchos los retos para seguir viviendo.



Recuperemos el ancestral sentido de la ciencia en buscar la verdad y el conocimiento, desde el relativismo, partiendo de la premisa de que la ciencia es la herramienta menos imperfecta que tenemos para seguir avanzando como especie. Así lo viene haciendo desde hace miles de años, en un proceso de experimentación, empírico, de observación, de ensayo y error permanente, antidogmático, incansable.



En este sentido, anarquismo y ciencia pueden volver a las alianzas al compartir parámetros de subversión, espontaneidad, creatividad, arte, cultura, libertad… para ser capaces de dar soluciones colectivas, imaginativas, innovadoras, lejos de las exigencias de los mercados y los intereses comerciales. El dossier que prosigue muestra esta rica relación bidireccional entre anarquismo y ciencia alejada de planteamientos economicistas y utilitaristas.



Desde el mundo del pensamiento y la ciencia se augura que las salidas de esta crisis pueden oscilar entre el fortalecimiento de un capitalismo más totalitario (Byung-Chul Han) o un comunismo reinventado (Slavoj Zizek).



¿Qué análisis se puede hacer desde las posiciones libertarias y anarquistas? Ciertamente, las respuestas de solidaridad y apoyo mutuo empieza a brotar por doquier frente a las concepciones de una sociedad totalitaria, de «Gran Hermano» que todo lo sabe y todo lo ve. Demostremos con nuestras ideas y prácticas anarquistas que la salida real, la que mejorará nuestra vida, solo será si es libertaria, colectiva, autoorganizativa, tejiendo redes de apoyo mutuo y solidaridad.

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