Anarquismo social o anarquismo personal

Confrontación e intercambio de ideas entre las diferentes tendencias del Anarquismo, así como crítica desde un prisma libertario a otras corrientes ideológicas e información sobre éstas.
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yoSkAn
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Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por yoSkAn » 04 Feb 2013, 09:48

jo vaya post más grande han sacado en Regeneración
Anarquismo social o anarquismo personal, de Murray Bookchin

“Los anarquistas, es cierto, pueden celebrar con razón el hecho de que buscan desde hace mucho tiempo la libertad sexual total, la estetización de la vida cotidiana, y la liberación de la humanidad de las restricciones psíquicas opresivas que le han negado su plena libertad sensual e intelectual. [...] Pero, por lo menos, exigían una revolución —una revolución social— sin la que estos objetivos estéticos y psicológicos no podrían alcanzarse para la humanidad en su conjunto. Y este fervor revolucionario básico fue central en todas sus esperanzas e ideales. Por desgracia, cada vez menos de los supuestos anarquistas con los que me encuentro hoy en día poseen este fervor revolucionario, ni tan siquiera el idealismo altruista y la conciencia de clase en los que reposa. Es precisamente la perspectiva de la revolución social, tan básica para la definición de anarquismo social, con todos sus argumentos teóricos y organizativos, la que me gustaría recuperar en el examen crítico del anarquismo personal[...]. A menos que esté gravemente equivocado —y espero estarlo— los objetivos revolucionarios y sociales del anarquismo están sufriendo una erosión de gran alcance, hasta el punto de que la palabra anarquía pasará a formar parte del vocabulario burgués chic del siglo XXI: travieso, rebelde, despreocupado, pero deliciosamente inofensivo.” Murray Bookchin, Anarquismo social o anarquismo personal.

Puede resulta extraño a más de uno que Bookchin, amplio conocedor de la historia del anarquismo, comience este libro hablando de que el movimiento libertario se encuentra en un “punto de inflexión de su larga y turbulenta historia”. Pero efectivamente, la convivencia entre tendencias que siempre había tensionado el movimiento anárquico, se rompía durante los 90, época de auge incontestado del capitalismo neoliberal. Si para Bookchin esta ruptura deja de ser uno de los habituales enfrentamientos dentro del anarquismo, más o menos airados, para convertirse en un debate fundamental, se debe principalmente a cómo las nuevas variantes ácratas se vuelven evasivas con respecto a la necesidad de una transformación social, anteponiendo lo personal a lo colectivo y abandonando su esencia socialista.

En esta obra, publicada en 1995, se sistematizaban los argumentos del anarquismo social frente a buena parte de los movimientos ácratas surgidos tras la caida del Muro de Berlín, especialmente en norteamérica. Para Bookchin algunos anarquistas “Cada vez más, han seguido la tendencia predominante de la clase media de nuestra época hacia un individualismo decadente en nombre de su «autonomía» personal, un misticismo incómodo en nombre del «intuicionismo», y una visión ilusoria de la historia en nombre del «primitivismo»”. En definitiva, han antepuesto la realización personal al desarrollo de organizaciones y estrategias serias que cuestionen y enfrenten la dominación.

¿Son justas tales afirmaciones? Probablemente lo sean a la vista de ciertas aseveraciones de Hakim Bey, como la siguiente: “¿Por qué molestarse en enfrentarse a un “poder” que ha perdido todo su significado y se ha convertido en pura simulación?”. Como Bookchin acertadamente le señala, qué sería el verdadero poder si a Bey lo que ocurría en ese momento en Bosnia únicamente le merecía entrecomillados y el calificativo de pura simulación. Sin embargo, lo cierto que bastantes anarquistas no vieron en Bey más que un polemista poético con una buena idea, la de la Zona Temporalmente Autónoma, que permitía conectar realidades estéticamente atrayentes (especialmente para la juventud, como los corsarios y piratas, el misticismo, las raves o el movimiento hacker) con su práctica política, fundada sobre proyectos igualmente temporales como los de las okupaciones. No está de más, en cualquier caso, destapar su trasfondo de ideas místicas, irracionalistas y contrarias a la transformación revolucionaria ya que, según el propio Bey, el realismo imponía dejar de desear la propia revolución. El mismo realismo que exigía entregarnos a la brujería, por lo que hemos de suponer.

En Bookchin encontramos un lúcido defensor de la ecología social y padre del decrecentismo, que se expresa de forma primigenia en su análisis del capitalismo mediante la disyuntiva “crecimiento o muerte”. Por ello, un capítulo sobre el que merece la pena detenerse es aquel paradigmáticamente titulado “Contra la tecnología y la civilización”. Digo paradigmático porque establece de antemano la relación entre oposición a la tecnología y oposición a la civilización, una relación que solo tiene lugar en las propuestas primitivistas. La piedra de toque del argumentario del americano es que la tecnología no es fuente primaria de ningún mal y son, en cambio, los valores capitalistas que la guían los que pervierten sus posibilidades. De tal modo acusa a los críticos de la tecnología de ocultar el papel del capitalismo.

Sin embargo, una crítica de la tecnología no excluye necesariamente una crítica al capitalismo, como no implica necesariamente una oposición a la civilización. Bookchin bien podría encontrar un ejemplo de esto en Mumford, al que él mismo cita para confrontar a David Watson. Mumford denuncia la superación de la escala humana en la producción tecnológica como algo fundamentalmnte autoritario, sin caer en el primitivismo: ”La eliminación de las dimensiones humanas y de los límites orgánicos es de hecho el principal alarde de la máquina autoritaria. (…) sólo mediante la intensa especialización en cada parte del proceso se podía alcanzar la precisión y perfección sobrehumanas del producto. La ubicua división a gran escala del trabajo en la sociedad industrial comienza en este punto.” Realiza, por tanto, una crítica a la tecnología sin recurrir al irracionalismo o a teorías anticivilizatorias, señalando la relación intrínseca entre tecnología y sociedad (tipo de sociedad que puede desarrollarla y sociedad que su desarrollo produce).

La obra de Bookchin podría ser en algunos aspectos considerada de obrerista o, como hace Juantxo Estebaranz en el prólogo, reaccionaria. Si bien su crítica a la evasión personal que motivaron ciertos anarquismos es justa y muy apropiada, quizá es también desmedida, al ser incapaz de reconocer aportes esenciales con que los nuevos anarquismos nutrieron el corpus ideológico libertario. Como ya hemos apuntado, en su crítica del primitivismo podemos descubrir una defensa de la reapropiación de la tecnología por la sociedad y, en consecuencia, una falta de crítica de la tecnología fruto de la sociedad industrial.

Por lo demás, cabe destacar de esta edición de Virus el magnífico prólogo de Juantxo Estebaranz, al que ya me he remitido en un par de ocasiones. Jtxo, a pesar de situarse en cierta medida entre los criticados por el norteamericano, ha sido justo con su figura. Asímismo, ha sabido construir un análisis certero del momento y la situación en que surgió el libro e, incluso, de la influencia paradigmática de este en los debates que acaecían también en el contexto español. Dicho prólogo da espacio a los otros anarquismos en discusión y permite ponerlos en perspectiva, nombrando además a Bob Black, ignorado por Bookchin en su texto. Anarquismos críticos que, pese a lo que pueda objetárseles, permitieron (y permiten) la actualización heterogenea de la propuesta anárquica.

Al final, del mismo modo que el sistema estatal y capitalista se ha servido de sus mayores críticos para adaptarse y sobrevivir, el anarquismo debe a sus críticos su plena vigencia. El tránsito de estos por nuevas vías, por mucho que algunas acabasen resultando callejones sin salida, ha permitido al anarquismo tener regularmente una visión más completa de su mapa político y social, así como afilar las armas de la crítica para enfrentarse a sus propios fantasmas.

En pleno viaje, Bookchin ya daba en este libro algunas buenas indicaciones para descubrir las vías muertas y dirigir el verdadero avance. Solo si todo este proceso, que se ha cobrado un alto precio, ha servido para guiarnos con mayor precisión en nuestras prácticas presentes y futuras, habrá merecido la pena.

Murray Bookchin

La actividad política de Bookchin es muy activa a lo largo de toda su vida. Sus primeros escritos fueron publicados bajo pseudónimo a principios de los 50 en la revista Contemporary Issues, la versión inglesa del periódico de un grupo de marxistas alemanes de Nueva York. Pero ya entonces llevaba años militando. Su abuela era una socialista revolucionaria prosoviética y en 1930 Bookchin, con apenas 10 años, ingresó en el movimiento juvenil comunista[1], evolucionando después desde el estalinismo al trotskismo. Finalmente, tras participar en la huelga de la General Motors en 1948, se desencantó de las propuestas autoritarias bolcheviques y apostó por la construcción del comunismo libertario.

En 1952 publicó el artículo El problema de los químicos en los alimentos, que posteriormente desarrollaría en su primer libro, Our Synthetic Environment, de 1962. En el libro se describen radicalmente multitud de problemas ambientales. Para hacer frente a estos, Bookchin desarrollaba un modelo social ecológico y descentralizado, destacando los paralelismos entre anarquismo y ecología social. La ecología social señalaba el hecho de que el problema ecológico proviene del modelo de organización social y la solución a este pasa necesariamente por una transformación en las relaciones sociales que elimine la jerarquía. En sus propios términos “No existe realmente una diferencia entre el anarquismo y la ecología social. Considero a esta última como una tentativa de ampliar el horizonte del anarquismo. No veo una oposición entre ambos; pienso que la ecología social es una extensión del anarquismo hacia una esfera más amplia de intereses humanos, en este período de descomposición de las clases sociales.” [2]. La importancia que adquirió su siguiente libro, Ecology and Revolutionary Thought, ayudaría a introducir definitivamente el ecologismo en el discurso político libertario.

Bookchin fue consecuente con su visión social del ecologismo y, lejos de concentrarse en la lucha ambientalista, participó activamente en otras luchas. Destaca su compromiso antirracista, donde se unió al Congreso por la Igualdad Racial (CORE) y su influencia activa en la contracultura de los 60, coincidiendo repetidamente con Ben Morea (Black Mask/Up Against the Wall, Motherfuckers!) y escribiendo un texto dirigido a la Students for a Democratic Society (SDS) apoyando las formas organizativas libertarias [3] y otro advirtiendo de los peligros de una vuelta a las líneas de acción y organización del bolchevismo [4].

La propuesta municipalista constituye otra importante aportación de Bookchin. En From Urbanization to Cities (1987), donde rastrea las tradiciones democráticas que influenciaron su filosofía política, comienza a utilizar el concepto de Municipalismo libertario, que más tarde su compañera Janet Biehl concretaría en The Politics of Social Ecology. Los pilares de la propuesta del municipalismo libertario son las organizaciones asamblearias de índole vecinal que, practicando la democracia directa, se federarían en una confederación de municipios. De acuerdo a la adecuación entre medios y fines, el municipalismo sería también un modo de organización para la lucha, una alternativa al anarcosindicalismo, del que Bookchin cuestiona su economicismo. Los municipios libertarios, insumisos al poder estatal, constituirían un contrapoder descentralizado frente al Estado y el capitalismo que acabaría sustituyendo el Estado central por la confederación de municipios. Del municipalismo se ha criticado desde filas anarquistas su deriva parlamentaria. Frente a esto algunos municipalistas esgrimen que, más allá de lo electoral, su estrategia se basa en la reapropiación del municipio por la sociedad, que debe construir sus propias organizaciones de producción, de consumo, ideológicas, culturales… que cubran los servicios y tomen la fuerza necesaria para acabar con el poder burgués. Muchos ven en el actual movimiento kurdo un ejemplo práctico de la estrategia municipalista. Tambié parte de los proyectos del decrecimiento se sitúan tras la herencia del norteamericano.

[1] http://www.youtube.com/watch?v=Vd0hxVUIQvk
[2] http://spa.anarchopedia.org/Ecolog%C3%A ... ero_social
[3] http://dwardmac.pitzer.edu/Anarchist_Ar ... print.html
[4] http://dwardmac.pitzer.edu/Anarchist_Ar ... stenm.html
http://www.regeneracionlibertaria.org/a ... y-bookchin
Tanto gilipollas y tan pocas balas.

¿Y qué pasa si el cambio climático es un engaño y estamos creando un mundo mejor para nada?

http://www.mundolibertario.org/milicia-cebolla/

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Disnomia
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Re: Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por Disnomia » 04 Feb 2013, 20:33

El señor Murray ha conseguido soprenderme gratamente en este libro. Al menos los primeros capítulos que llevo leido, que son los dos primeros. No sé si mas adelante empezará con sus patinazos reformistas del estilo municipalismo y demás chorradas, pero de momento, me esta gustando bastante.
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Nemo20000
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Re: Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por Nemo20000 » 04 Feb 2013, 20:55

Disnomia escribió:El señor Murray ha conseguido soprenderme gratamente en este libro. Al menos los primeros capítulos que llevo leido, que son los dos primeros. No sé si mas adelante empezará con sus patinazos reformistas del estilo municipalismo y demás chorradas, pero de momento, me esta gustando bastante.
Murray Bookchin es un gran analista social. Otra cosa es que sus soluciones no sean muy acertadas.
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Oc
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Re: Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por Oc » 04 Feb 2013, 21:01

Si lo decís por el municipalismo, igual es que vivimos en mundos muy diferentes. Bueno, en su caso, vivía. Tened en cuenta que el sistema no es el mismo en todo el mundo. Me refiero a que no en todas partes se funciona como aquí. Hay diferentes grados de "autonomía" municipal según en que paises. Mientras que aquí, tanto la enseñanza como la sanidad dependen del estado, sin salir de Europa, en algunos paises nórdicos, las dos dependen directamente de los municipios. Hay grados y grados de descentralización, y por lo tanto también se pueden ver de otra forma las posibilidades de funcionamiento a través del municipio.

No olvideis que en muchas partes de Norteamérica, se funciona casi en clave municipal. La policía es municipal, como no sea para delitos "federales" que entonces viene el FBI, incluso el sheriff es elegido democráticamente, el fiscal es el elegido democráticamente, los jueces, ... y todo en clave municipal. Todo ello, también puede dar lugar a diferentes formas de verlo, y dar diferentes espectativas de cambio, sean reformistas o revolucionarias.
________________________________________
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Nemo20000
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Re: Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por Nemo20000 » 04 Feb 2013, 21:07

Oc escribió:Si lo decís por el municipalismo, igual es que vivimos en mundos muy diferentes. Bueno, en su caso, vivía. Tened en cuenta que el sistema no es el mismo en todo el mundo. Me refiero a que no en todas partes se funciona como aquí. Hay diferentes grados de "autonomía" municipal según en que paises. Mientras que aquí, tanto la enseñanza como la sanidad dependen del estado, sin salir de Europa, en algunos paises nórdicos, las dos dependen directamente de los municipios. Hay grados y grados de descentralización, y por lo tanto también se pueden ver de otra forma las posibilidades de funcionamiento a través del municipio.

No olvideis que en muchas partes de Norteamérica, se funciona casi en clave municipal. La policía es municipal, como no sea para delitos "federales" que entonces viene el FBI, incluso el sheriff es elegido democráticamente, el fiscal es el elegido democráticamente, los jueces, ... y todo en clave municipal. Todo ello, también puede dar lugar a diferentes formas de verlo, y dar diferentes espectativas de cambio, sean reformistas o revolucionarias.
Estoy de acuerdo con el municipalismo en cuanto a la propuesta de crear estructuras municipales de organización obrera y popular que es una parte de lo que propone Bookchin. Sin embargo, su idea de que estas estructuras participen en las elecciones municipales para "derrumbar el poder" me parece ingenua e incluso peligrosa, pues es contraria a las propias estructuras de base que propone.
¿Quién apretó todos los tornillos de la Torre Eiffel?

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Parragate
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Re: Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por Parragate » 02 Abr 2013, 13:59

Creo que va en la línea de este libro:

http://www.nodo50.org/tierraylibertad/5articulo.html
Un punto sobre el anarquismo

En el prefacio de mi libro sobre Bakunin (1993), cito al poeta de Ghana Ayi Kwei Armah, que escribía: "El presente está donde nos perdemos si nos olvidamos de nuestro pasado y no tenemos visión de nuestro futuro". Esta frase me viene a la mente cuando celebramos la fundación emblemática del movimiento anarquista en Saint-Imier, en Suiza, en septiembre de 2012.
Referirse al pasado no supone un culto a los ancestros, del mismo modo que plantearse un mejor futuro para la humanidad no nos impone perdernos en sueños utópicos. Los anarquistas no deberían tener ninguna resistencia a celebrar las realizaciones de una generación precedente de socialistas libertarios, no como curiosidades históricas, sino como fuente de inspiración y de ideas. Quiero sencillamente proponer aquí algunas reflexiones sobre el tipo de anarquismo, o de socialismo revolucionario, que emergió de las luchas políticas entre miembros de la Primera Internacional en la década de 1870.

La mala prensa

El anarquismo como filosofía política tiene quizás la peor prensa posible. Ha sido ignorado, deformado, ridiculizado, vilipendiado, mal comprendido y mal interpretado por autores de todos los márgenes de la escena política: marxistas, demócratas, conservadores y liberales. Theodor Roosevelt, presidente de Estados Unidos, ha presentado el anarquismo con una fórmula célebre, como un "crimen contra la integridad de la raza humana" y, en el lenguaje corriente, la anarquía está invariablemente ligada al desorden, la violencia y el nihilismo. Un obstáculo añadido para una comprensión clara del anarquismo es el hecho de que el término "anarquista" ha sido aplicado a una gran variedad de filósofos y de individuos. Así, Ghandi, Spencer, Tolstói, Berdiáyev, Stirner, Ayn Rand, Nietszche, junto a figuras más familiares como Proudhon, Bakunin o Goldman, han sido todos calificados de anarquistas. Eso ha llevado a los críticos marxistas, como John Molyneux, a desacreditar el anarquismo como una filosofía política, completamente incoherente tanto en su teoría como en su estrategia de cambio social.
Pero ese no es el caso, porque hay que reconocer que el anarquismo es fundamentalmente un movimiento histórico y una tradición política que emergió hacia 1870, principalmente entre los miembros de la clase obrera reunidos en la Asociación Internacional de los Trabajadores, más conocida con el nombre de Primera Internacional.

El comunismo anarquista

Eso produjo una escisión, o "gran cisma" (según la expresión de James Toll) en el interior de la Asociación. Se la describe generalmente como si se hubiera concentrado en torno a una querella personal entre Karl Marx y Mijaíl Bakunin. Pero, como han subrayado Cole y otros autores, ese cisma no fue solo un choque de personalidades. Implicaba dos facciones en el interior del movimiento socialista, y concepciones muy diferentes del socialismo, del proceso de cambio revolucionario y de las condiciones de la liberación humana. La facción anarquista no se describe de entrada con el término "anarquista", sin más bien como "federalista" o "socialista anti-autoritaria", pero terminaron adoptando el término de sus oponentes marxistas y se definieron como "comunistas anarquistas".
El anarquismo, por tanto, emergió como movimiento político entre los trabajadores de España, de Francia, de Italia y de Suiza en el vértigo de la Comuna de París. Entre sus promotores más conocidos, estaban Élisée Reclus, François Dumertheray, James Guillaume, Errico Malatesta, Carlo Cafiero, Jean Grave y Piotr Kropotkin. Louise Michel estuvo también asociada al movimiento, pero había sido deportada a Nueva Caledonia tras la derrota de la Comuna de París, junto a otros miles de comuneros. Pasó seis años en el exilio. Entre 1870 y 1930, el anarquismo, o socialismo revolucionario/libertario, se extendió por todo el mundo y no se limitó a Europa. Hacia finales del siglo XIX existieron, por supuesto, otras ramas del anarquismo, pero el comunismo anarquista era sin duda la tendencia dominante. Es importante advertir que el anarquismo de lucha de clases no fue una creación de intelectuales sino que emergió del militantismo de la clase obrera, y expresó una revuelta contra las condiciones de trabajo y de vida impuestas por el capitalismo industrial. Los primeros escritos de Kropotkin, se titularon Paroles d'un révolté (1885), por el periódico anarquista suizo Le Révolté. Kropotkin, que formaba parte de la sección general de la Primera Internacional en febrero de 1872, describía el anarquismo como una especie de síntesis entre el liberalismo radical, con su énfasis en la libertad del individuo, y el socialismo o el comunismo, que implicaba el repudio del capitalismo y el énfasis sobre la vida en común y la asociación voluntaria. Esta síntesis está bien ilustrada en el famoso adagio de Bakunin: "Que la libertad sin socialismo no es más que privilegio e injusticia, que el socialismo sin libertad no es más que esclavitud y brutalidad".
La tendencia de los filósofos universitarios marxistas e individualistas (o egoístas) stirnerianos a fabricar una dicotomía radical entre el anarquismo y el socialismo es, por tanto, desde un punto de vista conceptual y también histórico, muy engañosa, y corrompe nuestra comprensión del socialismo.

Los principios de la Primera Internacional

El anarquismo, o al menos el tipo de anarquismo de lucha de clases promovido por los partidarios de la revolución social en el seno de la Primera Internacional, puede definirse a partir de cuatro principios fundamentales.
En primer lugar, un rechazo del poder del Estado y de toda forma de jerarquía y de opresión: una crítica de todas las formas de poder y de autoridad que inhiben la libertad del individuo considerado, por supuesto, como un ser social, no como un ego descarnado o una especie de individuo abstracto e inalienable, y menos aún como una esencia benévolamente fijada. Como dice una resolución del Congreso de Saint-Imier, la primera tarea del proletariado es la "destrucción de todo poder político".
En segundo lugar, el repudio total de la economía capitalista de mercado, así como de su sistema de asalariado, propiedad privada, su ética de competición y la ideología de individualismo al máximo. De hecho, los primeros anarquistas de lucha de clase fueron fervientes anticapitalistas, que calificaron al asalariado como "esclavitud salarial".
En tercer lugar, la visión de una sociedad basada únicamente en el apoyo mutuo y la cooperación voluntaria, una forma de organización social que daría lugar a la expresión más completa de la libertad humana y de todas las formas de vida social independientes del Estado y del capitalismo. Los anarquistas de lucha de clases creyeron, por tanto, en la organización voluntaria, no en el caos, ni en lo efímero ni en el "dejar hacer", y consideraban las sociedades basadas en la tribu o en la familia, pero también en la vida social cotidiana de las sociedades más complejas, como muestran algunos principios de la anarquía. Élisée Reclus y Kropotkin se interesaron en la vida social de los pueblos tribales, o "sociedades sin gobierno".
En cuarto lugar, los primeros anarquistas, como los marxistas, se apropiaron de aspectos radicales de la Ilustración: insistencia en la importancia de la razón crítica y de la ciencia empírica; rechazo de todos los dogmas basados en la tradición, el misticismo y la revelación divina; y afirmación de los valores humanos universales como la libertad, la igualdad y la solidaridad. El anarquismo era así una forma de socialismo ético.

La crítica de otros radicales

A medida que se desarrollaba el socialismo revolucionario, o anarquismo, en los veinte años que siguieron a la Comuna de París de 1871, tendía a criticar y a redefinirse en relación a otras tres formas de radicalismo político. Estas siguen presentes y tienen sus turiferarios contemporáneos. Hablamos del mutualismo, del individualismo radical y del marxismo.
Aunque Kropotkin y los anarquistas de lucha de clases hayan reconocido siempre que Proudhon expresaba sentimientos libertarios, y había sido un pionero y una fuente de inspiración en el desarrollo del anarquismo, han sido siempre críticos ante la tradición radical que se conocía con el nombre de mutualismo. Adoptada por muchos anarquistas individualistas americanos como Warren, Spooner y Tucker, esta tradición preconizaba la economía de mercado, la propiedad privada y la producción de mercancías a pequeña escala, todo ello rechazado por los comunistas anarquistas.
Eran también críticos ante la especie de individualismo radical (egoísmo) expresado por Max Stirner, por considerar que se trataba de una doctrina metafísica desgajada de las realidades sociales y en la frontera del nihilismo. Kropotkin destacaba que no tenía ningún sentido poner el acento sobre la supremacía de lo "único" en una situación de opresión y explotación económica, y sentía que el egoísmo estridente de Stirner iba en contra de los sentimientos de ayuda mutua y de igualdad reconocidos por la mayor parte de la gente.
Por último, sin duda, desde su nacimiento, los anarquistas han sido muy críticos con el sistema político preconizado por Marx y Engels, que se conocería posteriormente bajo el nombre de socialdemocracia, o más sencillamente, marxismo. En su célebre Manifiesto comunista (1846), Marx y Engels insistían en el hecho de que el partido comunista debía organizar a la clase obrera con el fin de lograr "la conquista del poder político".
Eso daría lugar a un "Estado obrero" o a la "dictadura del proletariado", bajo la cual todas las formas de producción (incluida la agricultura), así como los transportes, las comunicaciones y las finanzas, serían "poseídos" y administrados por el Estado nacional. Eso implicaría, como escribieron Marx y Engels, "la centralización del poder más decisiva en las manos de la autoridad del Estado". Bakunin y los anarquistas comunistas han proclamado siempre que la ruta parlamentaria hacia el socialismo conducía al reformismo, y que la "toma de poder estatal" por el partido comunista en nombre de la clase obrera conduciría a la tiranía y al capitalismo de Estado. Y la Historia parece habernos dado la razón en estos dos puntos.
En contraste con la "acción política" -compromiso con el poder estatal, en el que los anarquistas han sentido siempre que existía una relación simbiótica con el capitalismo- los primeros anarquistas han proclamado la acción directa. Con ella se podía expresar, por medio de la insurrección, el sindicalismo o la política sobre una base comunitaria.

Nada nuevo en la actualidad

Estos últimos tiempos, el anarquismo de lucha de clases, tal como lo proclamaron y practicaron las generaciones precedentes de anarquistas comunistas, ha sido declarado "obsoleto", o "pasado de moda", o denunciado como "izquierdismo" por anarquistas contemporáneos, especialmente los que están bien calentitos en sus universidades. Se nos dice que a fines del siglo XX ha surgido un "nuevo" anarquismo, un anarquismo "post-izquierda". Eso parece consistir en un pastiche bastante esotérico de diversas tendencias políticas, como el anarco-primitivismo, el anarco-capitalismo de Rothbard y Ayn Rand, el "terrorismo poético" salido de Nietszche y de la vanguardia, adoptado con fervor por Hakim Bey, el individualismo radical (egoísmo) de los devotos contemporáneos de Max Stirner, y el pretendido post-anarquismo salido de los escritos de mandarines universitarios del tipo de Derrida, Lyotard, Foucault y Deleuze. No hay nada nuevo ni original en estas diversas corrientes de pensamiento, y la idea de que los anarquistas del pasado hayan estado a favor de la modernidad o del modernismo es muy perversa. En efecto, los "antiguos" anarquistas, los socialistas libertarios, han repudiado totalmente tres componentes básicos de la pretendida "modernidad": el Estado democrático, la economía capitalista de mercado y el individuo "abstraído" de la filosofía burguesa.
Por todo eso debemos seguir reivindicando la herencia del comunismo anarquista, tal y como fue formulado por primera vez hace ya mucho tiempo en el Congreso de Saint-Imier, y poner ese legado en consonancia con las luchas sociales y políticas contemporáneas.

Brian Morris
(Organize!)
TIERRA Y LIBERTADMARZO DE 2013
Sobre este texto, creo que defiende bien su postura pero que su crítica a lo que llama anarquismo "post-izquierdista" es insuficiente.
"Es en busca de lo
imposible que el hombre ha realizado lo posible. Los que sabiamente se han
dedicado a lo que les parecía posible, no han dado nunca un solo
paso".
(M. Bakunin)

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_nobody_
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Re: Anarquismo social o anarquismo personal

Mensaje por _nobody_ » 02 Abr 2013, 14:19

Yo creo que el municipalismo se queda corto de miras. Se queda pensando lo local, lo cual está muy bien, pero pierde de vista el objetivo global. Leyendo a Bookchin, se tiene que imaginar uno que su propuesta a nivel supra-municipal es el confederalismo regional o nacional; digo imaginar por que no lo dice explícitamente (o al menos yo no lo recuerdo). Entiendo que el municipalismo libertario se concibe como sociedad socialista libertaria futura ideal, así como medio de llegar a ella (mediante la toma del poder en el municipio por parte del pueblo organizado).

Tiendo a pensar ese proceso de municipalismo como si fuera una comunidad sin estado dentro de otra que sí lo tiene. Por ejemplo, los mennonitas, amish y otros anabaptistas son comunidades sin estado (y de cierto modo anti-estatales) que viven (y aceptan vivir) dentro de estados. Ellos van a lo suyo, mezclándose lo mínimo con los demás.

Ante esto, mi duda es, ¿supone el municipalismo el poder dual (el enfrentamiento de poderes)?
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

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